tag:blogger.com,1999:blog-27324323457544106692024-02-07T09:16:48.840+01:00Balas al aireMis palabras no son más que balas perdidas que aspiran encontrar un corazón donde alojarse, no para hacer daño, no para matar, sino simplemente para encontrar un hogar más cálido y acogedor que la fría mente de la que fueron expulsadas en forma de relato. Son balas que buscan conmover, provocar, excitar...
Espero, al menos algún día, conseguirlo, y que vosotros seáis los primeros en verlo.
Sean bienvenidos.Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.comBlogger53125truetag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-41761502488177215162016-06-06T18:05:00.001+02:002016-06-06T18:06:15.986+02:00La cena de los personajes<div style="text-align: justify;">
La noche había caído hacía ya un par de
horas. Era algo que nunca me había gustado del invierno. No eran ni las
seis cuando el cielo se oscurecía y los sonidos diurnos se iban
apagando. Ahora, pasadas las ocho de la tarde, el silencio y la
oscuridad creaban un entorno casi tétrico en la enorme mansión. Encendí
un par de luces de la casa para huir del ambiente inquietante y me
solacé unos segundos con la absoluta calma que se respiraba. Cualquier
otro día habría aprovechado la quietud para sentarme ante el ordenador y
ponerme a escribir un rato, pero esa noche era distinta. En una hora y
media, mis invitados comenzarían a llegar y yo debía tenerlo todo
preparado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me detuve en el pasillo, a medio camino
entre el gran salón y la cocina y repasé la lista mental. No podía
quitarme de la cabeza la idea de que me faltaba algo. La carne estaba en
el horno, las bebidas se enfriaban en la nevera y la mesa estaba puesta
antes de que el sol cayese. Diez sillas rodeaban la gran mesa de ébano
primorosamente preparada para la ocasión.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Joder, la chimenea –maldije. Si bien
era cierto que, a pesar de las fechas, no hacía demasiado frío, una de
las razones de que hubiera elegido aquel caserón perdido en la sierra
para la cena era que el salón poseía una gran y preciosa chimenea que me
ayudaría a crear el ambiente reconfortante que esperaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
Volví a la sala y encendí el fuego para
que fuera caldeando la estancia. No eran más que las ocho y media y
supuse que tendría que volver a alimentar la hoguera antes de que
llegasen todos, pero tener el fuego ya encendido calmó un poco mis
nervios.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me detuve ante el amplio ventanal. El
paisaje, aun de noche, era hermoso. Los montes se recortaban sobre el
oscuro horizonte y la exuberante vegetación era como un manto que se
derramaba desde las cimas hasta llegar a pocos metros del chalet. La
luna llena, flanqueada por una miríada de estrellas, brillaba en el
cielo bañando las copas de los árboles con un reflejo plateado.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Precioso –suspiré antes de que el pitido insistente del horno me sacara de mis ensoñaciones.</div>
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
Eché una ojeada al asado, y apagué el
horno dejándolo dentro para que el calor terminara de dorarlo. Me froté
las manos con impaciencia y decidí salir al balcón para fumarme un
cigarro mientras esperaba que llegasen los invitados. La noche era
primaveral, fresca y llena de aromas, y me encantaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
Solo le había dado un par de caladas al
pitillo cuando el timbre sonó. Miré extrañado al reloj de cuco e incluso
comparé la hora que marcaba con la de mi móvil por si se hubiera
estropeado. No era así. Alguien se había adelantado casi una hora.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando miré por la mirilla, no pude evitar que una sonrisa asomara en mi boca. Era ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
Abrí la puerta y me encontré de nuevo ante aquellos dos ojos verdes que siempre me dejaban sin palabras.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bienvenida…</div>
<div style="text-align: justify;">
No me dejó decir más. La muchacha saltó a
mis brazos y me plantó un morreo de órdago que me pilló desprevenido.
Tardé un par de segundos en corresponderla como se merecía. El calor de
su cuerpecito menudo me trajo más recuerdos de los que pensé.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Te he echado mucho de menos. Mucho, mucho, mucho… -me dijo la chiquilla tras despegar sus labios de los míos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Por eso has venido tan pronto?</div>
<div style="text-align: justify;">
Niña Lucía, mirándome con sus verdes luceros y su semblante aniñado, simplemente sonrió.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Soy la primera? –preguntó mientras
pasaba al interior de la casa. No había cambiado nada en todos estos
años. ¿Cómo iba a hacerlo? Incluso seguía con su camisetita ajustada de
tirantes, que escondía unos pechos casi inexistentes, y su minifalda
vaquera que, como siempre, resaltaba su culo perfecto.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Siempre lo has sido, Luci.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Vaya… No has reparado en gastos –dijo al entrar en el gran salón-. ¿Necesitas que te ayude con algo?</div>
<div style="text-align: justify;">
–No… ya está todo preparado. La cena
está en el horno y el resto de los invitados estarán al caer. ¿Te hace
una copa mientras esperamos?</div>
<div style="text-align: justify;">
Niña Lucía se volvió hacia mí con un
giro grácil que hizo que su media melena rubia se abriera durante un
instante como los pétalos de una flor. Se apartó un mechón que había
caído cerca de su boca y asintió sin dejar de sonreír. Preparé un
“Cosmopolitan” para ella y un “Destornillador” para mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
Nos sentamos en los sofás junto a la
pequeña mesa cerca de la chimenea, intentando mantener la integridad y
limpieza de la mesa grande hasta la hora de la cena.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Entonces… ¿Cuántos vamos a ser? –preguntó con su tono despreocupado.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Diez. Contándonos a nosotros dos, seremos diez.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Buen número. Diez personas para celebrar tu relato cien. Lo tienes todo pensado, ¿eh?</div>
<div style="text-align: justify;">
Reí y asentí, aunque lo cierto es que no
podría haber reducido ni ampliado mucho el número. Las invitaciones me
habían parecido las justas y oportunas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Por qué te has dejado barba? No me gusta cómo te queda. Te hace viejo –se quejó, señalándome la cara.</div>
<div style="text-align: justify;">
Charlé un poco con Niña Lucía,
olvidándome un poco del reloj que me había tenido nervioso todo el día.
Unos minutos después de que el insidioso cuco diera las nueve, el timbre
de la puerta volvió a sonar, al mismo tiempo que iba a sacar el asado
del horno.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Joder, qué casualidad!</div>
<div style="text-align: justify;">
–Abre tú, Kalash, yo saco la cena –dijo
Niña Lucía, dejando su vaso ya vacío sobre la mesita y saliendo en
dirección a la cocina.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Jaime! ¡Bienvenido! –exclamé cuando abrí la puerta y me encontré a mi segundo personaje de la noche, Jaime Vargas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Caronte, carajo! ¡Qué buena idea tuviste! –respondió el argentino, abriendo los brazos en gesto fraterno.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Hoy soy Kalashnikov, Vargas. Caronte es
otro cuento… -reí mientras nos abrazábamos, con cuidado de no tirar la
botella de vino que traía él en la mano derecha.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Soy el primero? ¿Quedamos a las nueve y media, no?</div>
<div style="text-align: justify;">
–Sí, quedamos a y media. Y no, no eres el primero –cascabeleó una voz femenina desde la cocina.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Vaya, vaya… La famosa Niña Lucía… Por fin nos conocemos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Jaime hizo una sutil reverencia cuando la muchacha apareció de nuevo por la puerta.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Tú debes ser Jaime Vargas, ¿no? Encantada.</div>
<div style="text-align: justify;">
Vargas estiró cortésmente la mano, pero Niña Lucía obvió el movimiento y se acercó para darle dos besos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Che… ¿Será que mi fama me precede? –preguntó, reponiéndose rápidamente de la sorpresa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No, tu acento argentino te precede –respondió ella antes de soltar una risilla divertida.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Venga, chicos –intervine-, sentaos a la mesa, no creo que los demás tarden mucho.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Las damas primero, por favor…</div>
<div style="text-align: justify;">
Ambos, Lucía delante y Jaime detrás,
pasaron al salón mientras yo echaba un vistazo a la cocina. Niña Lucía
había sacado los nueve pedazos de carne y el tofu del horno y los había
colocado en sus respectivos platos. Destapé la olla que tenía apartada y
fui colocando cuidadosamente el acompañamiento junto a la carne. Estaba
con el último plato, el de tofu, cuando la puerta volvió a sonar.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Vargas, ¿abres tú? –grité desde la
cocina, mirando por última vez el reloj de cuco que finalmente marcaba
las nueve y media. Puntualidad en estado puro.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Con gusto –oí una voz responder desde el salón.</div>
<div style="text-align: justify;">
Agucé el oído y, tras el saludo del
argentino, escuché otro par de voces, una masculina y otra femenina. Eso
reducía las posibilidades a una de las dos parejas que había invitado.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Huele bien. ¿Es la cena? –dijo el hombre recién llegado con una voz seca y potente.</div>
<div style="text-align: justify;">
Dudas disipadas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Enseguida estoy con vosotros, Ajdet. Pasad con Vargas al salón.</div>
<div style="text-align: justify;">
Dejé los platos preparados y volví con
mis personajes. Allí, junto a Niña Lucía y Jaime Vargas, estaban Ajdet y
Rayma, vestidos ambos con anacrónicas túnicas blancas. Aunque supongo
que, viniendo de varios siglos antes de Cristo, era lo más cercano a
unos ropajes de gala para una cena formal. El Rey Toro me miró a los
ojos en cuanto atravesé la puerta y sentí como si su mirada me
atravesase. Esos ojos pequeños, que parecían casi encerrados entre su
pelo despeinado y su poblada barba se clavaban en mí como dos pequeñas
dagas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Buenas noches, Kalashnikov. ¿Cuándo vas a continuar mi serie? –Duro y a la encía. Así era él.</div>
<div style="text-align: justify;">
La bella Rayma reprendió calladamente a su marido, pero lo cierto es que tenía razón.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Lo sé, lo sé, Ajdet, lo siento. Es que ya sabes… Después de tanto tiempo…</div>
<div style="text-align: justify;">
–Tiempo es precisamente lo que me sobra
-rechistó él, liberándome de ese duelo de miradas en el que me iba
dominando por completo-. Pero bueno, hoy hemos venido a divertirnos,
¿verdad? Dejemos a un lado que me has abandonado –concluyó con una
sonrisa sarcástica.</div>
<div style="text-align: justify;">
Casi agradecí que el timbre volviese a sonar.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Yo abro –dije automáticamente, volviendo a la puerta.</div>
<div style="text-align: justify;">
Abrí despreocupadamente y no pude evitar dar un respingo al ver lo que me esperaba al otro lado.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Buenas noches, Kalash. ¿Llego a tiempo?
–preguntó la mujer, vestida única y exclusivamente con un cinturón de
fibras de árbol trenzadas. Nada más que su cinturón. No sé si me impactó
más su cuerpo desnudo o el arma de obsidiana que llevaba en el cinto.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Te has traído el cuchillo, Elena?</div>
<div style="text-align: justify;">
–Llámame Sibucu –respondió la <i>sentinelî</i>,
pasando por mi lado mientras aún trataba de recomponerme de la
impresión-. Vaya mierda de hoguera… voy a ponerle un poco más de leña
–masculló nada más entrar en el salón.</div>
<div style="text-align: justify;">
Antes de cerrar la puerta, eché una
inocente ojeada a ambos lados para cerciorarme de que nadie la hubiera
podido ver llegar así. Obviamente, no había un solo vecino en muchos
quilómetros a la redonda. Tal vez por eso me sobresaltó tanto escuchar
de nuevo el timbre nada más cerrar.</div>
<div style="text-align: justify;">
La sonriente pareja saludó de forma
cortés. Sinceramente, eran los dos en los que más curiosidad tenía por
ver cómo llegaban. No sabía si me iba a encontrar al joven profesor y a
su alumna de instituto, al hombre maduro y la mujer recién salida de la
cárcel o, como al final habían aparecido, el hombre de mediana edad y la
joven universitaria.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Perdona la tardanza, Kalashnikov,
Marisa ha tardado horas en prepararse –se excusó el hombre en cuanto
abrí, antes de que su partenaire me extendiera una nueva botella de buen
vino que recogí displicentemente.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Marcos, Marisa, qué gusto veros! Acompañadme…</div>
<div style="text-align: justify;">
Tomé del brazo a la joven ante la atenta
mirada del profesor y pasamos los tres juntos al salón, donde el resto
ya había tomado asiento. No pude evitar una mueca divertida al ver a
Jaime Vargas tratando de disimular su mirada lasciva hacia los pechos de
Sibucu. La <i>sentinelî</i> parecía feliz sabiéndolo, pero estaba más
concentrada mirando alternativamente a Rayma y Niña Lucía. Solo cuando
entró Marisa de mi brazo pareció cambiar el foco de atención.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bienhallados todos. Veo que esta noche
tenemos un nutrido y diverso grupo –dijo Marcos entrando en el salón, y
comenzando con los saludos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tuve que darle la razón al profesor. Era
un grupo muy diverso. Aunque lo que más me sorprendió, al verlas
juntas, fue la similitud de rasgos entre Rayma y Marisa. Ambas tenían la
misma fina nariz y hasta la forma de los labios era muy parecida. Si la
mujer del Rey Toro no hubiera llevado su larga cabellera por debajo de
la cintura y sus vestimentas fueran tan distintas, me hubiera costado
distinguirlas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, Kalash, ¿quiénes van a ocupar las dos sillas libres? –preguntó Marisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿No preferís que mantenga la sorpresa? ¿Quién creéis que falta?</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, somos cuatro hombres y cuatro <i>minas</i>, yo creo que falta una pareja más. Sos un obseso de la simetría –aventuró Jaime.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Apuestas algo por ello, argentino? –rio Sibucu, que volvía a la mesa tras haber conseguido un buen fuego en la chimenea.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No sé… no creo que traiga a otra pareja… para mí, que serán de dos relatos distintos –terció Rayma.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Pienso como la Reina –apuntó la <i>sentinelî</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
Marché a la cocina y cogí unas cuantas
botellas, entre ellas las dos de vino que habían traído mis personajes,
mientras dejaba que hicieran sus quinielas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Esta la he traído especialmente para ti, Vargas –dije, una vez de nuevo en el salón, lanzándole un botellín de “Quilmes”.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Cómo me conoces, bribón! –dijo emocionado al tener la cerveza en sus manos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Llevas mucho tiempo en España, ¿no? –le preguntó Marisa- Ya casi no tienes acento.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Sabés cómo acabó la última mujer que me dijo eso? –respondió el argentino con una sonrisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Muerta? Conociendo a Kalash, es capaz –dijo Niña Lucía, arrancando una carcajada general.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Oye, que últimamente me estoy portando bien. Ya casi no mato protagonistas. Casi.</div>
<div style="text-align: justify;">
Habíamos conseguido un ambiente genial.
Incluso Rayma se atrevió a bromear diciendo que no hacía falta que me
apresurara en terminar su serie. Que le gustaba estar viva. Lo estábamos
pasando tan bien, que no me di cuenta de la hora que era hasta que el
timbre volvió a sonar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Eran ya las diez menos diez.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Vaya, ya pensé que no vendrías, estábamos a punto de empezar sin ti. –le recriminé a Carmen en la puerta.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Cielo, la estrella siempre ha de hacerse esperar, ¿no?</div>
<div style="text-align: justify;">
La <i>femme fatale</i> de “La chica
juguete” llevaba un exuberante vestido de noche que se ajustaba como un
guante a su no menos exuberante figura. Su sonrisa prepotente y su
tardanza me molestaron durante un segundo, pero no podía enfadarme con
ella… ¿Acaso no la creé así?</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Hola a todo el mundo! Ya puede empezar la cena –dijo haciendo su entrada triunfal en el salón.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, aún falta un invitado –le contradije, preguntándome dónde estaría el último de ellos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Quién? –inquirió, molesta, echando una mirada a su alrededor para reconocer a los personajes allí presentes.</div>
<div style="text-align: justify;">
–A ver, si descontamos “Las ensoñaciones
de Lucía”, que estoy segura que no se habría prestado a esta cena, solo
quedan personajes de un relato por aparecer, y no creo que hayas
invitado al comatoso –dijo Sibucu, abriendo los brazos en un gesto que
hizo bambolearse un poco sus pechos desnudos. Eran bastante más pequeños
que los de Carmen, por ejemplo, pero aun así parecían muy apetitosos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Qué bruta eres, Elena! –la reprendió Niña Lucía en mitad de una carcajada.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Quién falta, Kalash? –preguntó lacónicamente Ajdet.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Eso. ¿Quién falta, Kalash? –dijo de pronto tras de mí alguien con un extraño acento.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡JODER! –la voz a mi espalda me sobresaltó hasta el punto de dar un pequeño bote. También los personajes dieron un respingo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me giré y lo vi sentado en el sillón junto a la chimenea, mirándonos con una expresión divertida en el rostro.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Me has asustado… –No fue hasta ese
mismo momento en que me di cuenta de mi error. Mi personaje no tenía
nombre. Vale que solo había protagonizado dos escenas de “Noche de
suerte”, pero sin lugar a dudas era el personaje más importante y el que
tenía que venir en representación del relato y, sin embargo, no tenía
nombre.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ahora te das cuenta, ¿eh? –rio
jocosamente el grandullón negro, incorporándose- No te preocupes. Puedes
llamarme “Africano”, me decías así en el relato.</div>
<div style="text-align: justify;">
Todos los personajes fueron saludando al
enorme negro mientras este avanzaba hasta su lugar en la mesa. Todos,
excepto Sibucu, que lo miraba anonadada.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Barón S… -empezó a musitar la <i>sentinelî</i>, pero el africano le hizo un leve gesto para que callase mientras sonreía.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ey, ey, ey, ey… ¿Qué es eso? ¿Qué os
estáis diciendo? Elena, ¿sabes su nombre? –me quejé-. Se supone que sois
mis personajes… ¡No podéis tener secretos para mí!</div>
<div style="text-align: justify;">
La carcajada fue generalizándose y yo,
que en un primer momento me sentí como el ser más estúpido del mundo, no
pude más que vencerme al ambiente y acabar riendo como ellos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Eres familia de Yasid? –preguntó Ajdet, viendo cómo el imponente negro tomaba asiento.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Puede ser –rio el Africano–. Pero tendría que remontarme demasiado en mi árbol familiar, ¿o no?</div>
<div style="text-align: justify;">
Dos cosas me perturbaron de la
intervención del último personaje. La primera, el extraño acento, con
mezcla de inglés y, por encima de todo, francés que estaba usando y, en
segundo lugar, que me pareció notar cierto tono deliberadamente
misterioso cuando pronunció ese “¿o no?”.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Está bien… ¿Quién me ayuda a sacar los
platos? –dije, para obligar a mi cerebro a dejar de dibujar ese extraño
mapa mental que estaba creando, y Marcos, Marisa y Rayma se ofrecieron
al momento- Uno más. ¿Sibucu, nos ayudas?</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Eh? –Elena pareció salir repentinamente de su estupor cuando dejó de mirar al africano- Claro, claro, te ayudo.</div>
<div style="text-align: justify;">
En la cocina, fui repartiendo platos,
dejando deliberadamente para el final el plato de tofu de Elena y así
quedarme a solas con ella, mientras los demás se iban con un plato en
cada mano.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Qué sabes del africano? –pregunté
mientras le entregaba un plato de asado, al que miró con cierto asco.
Estaba claro que, aunque se había visto obligada a comer animales en su
isla, no había abandonado su vegetarianismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Yo? N-nada, si ni siquiera hablas de
él casi en el relato –dijo, impaciente porque le entregase su plato de
tofu y salir pitando de la cocina.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Va, Elena, he visto cómo lo mirabas, no pued…</div>
<div style="text-align: justify;">
–Dame los platos –escupió secamente, casi arrancándome el último de las manos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Todavía desconcertado, la seguí hasta el
salón y volví a mi puesto, presidiendo la mesa, entre Marcos y Niña
Lucía. La cena dio comienzo y me alegró ver que mis invitados no tenían
problema ninguno en relacionarse entre ellos. Ajdet y Rayma parecían los
personajes más fuera de lugar, sobre todo a la hora de echarse algo a
la boca. Aunque la segunda parecía haber investigado cómo usar los
cubiertos y se esforzaba en darles utilidad con cierta torpeza, el
primero había desistido de ello y cogía el pedazo de carne con ambas
manos para darle enormes mordiscos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Rey Toro, usa los cubiertos, anda –dijo Jaime con algo de sorna.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ajdet lo fulminó con la mirada, agarró
su cuchillo y lo clavó en el asado con tanta fuerza que hizo temblar la
mesa y a punto estuvo de romper su plato.</div>
<div style="text-align: justify;">
–O no… lo que quieras –El argentino
tragó saliva y volvió a mirar su propio plato mientras Ajdet se acercaba
el ensartado trozo de carne de nuevo a los labios para darle un buen
bocado.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, Kalash, ¿por qué estamos hoy los
diez aquí? –preguntó Marcos- Espero que no sea porque quieres
versionar los “Diez negritos” de Agatha Christie.</div>
<div style="text-align: justify;">
Todos, excepto los reyes del Gran Río, Carmen y Elena estallamos en carcajadas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No, no. Hoy prometo no cargarme a nadie
–respondí entre risas, tras casi atragantarme con el vino-. Hoy estamos
para pasarlo bien y para agradeceros que, por todos vosotros, he
llegado a mi relato número cien.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Pues por tu relato número cien
entonces! –animó Jaime Vargas elevando su copa de vino recién llenada,
tras haber dado cuenta de su “Quilmes”.</div>
<div style="text-align: justify;">
Brindamos y continuamos con la cena.
Tras terminar el asado y retirar los platos vacíos, saqué con mucho
cuidado el postre: Una tarta de tres chocolates. La repostera había
puesto especial cuidado en el símbolo que la decoraba, y que había
creado especialmente para mí, a sabiendas de lo que me gustaría. Una
especia de bandera pirata que, en lugar de tibias, tenía una pluma y un
“AK-47” cruzados bajo la calavera. Jennifer se había ganado el sueldo
con aquel dibujo de fondant.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Guau! ¡Está muy guapa! ¿La has hecho tú? –preguntó Niña Lucía en cuanto vio la tarta.</div>
<div style="text-align: justify;">
Reí.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No, ya quisiera yo… Lo ha hecho una amiga, Jennifer, ya la conoceréis –añadí con una sonrisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Jennifer… ¡Qué nombre más ‘choni’! –bufó Elena.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Algún problema con los nombres ‘chonis’, Sibucu? ¿Te recuerdo cuál es mi nombre real? –respondí bromeando.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Retiro lo dicho.</div>
<div style="text-align: justify;">
La tarta estaba deliciosa y, llegado el
turno de los chupitos, esta vez fue el Africano quien se levantó y se
dirigió al mueble bar del salón. Volvió a la mesa con una botella sin
etiqueta, que contenía un líquido verde y que puedo prometer que no
estaba allí cuando llené el mueble antes de la cena.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ah, Kalashnikov… qué buen gusto tienes
para los licores –dijo el oscuro grandullón mirando la botella antes de
colocar diez vasos de chupito en hilera.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Eh… ¿Sí? Sí, claro… -respondí sin ninguna seguridad.</div>
<div style="text-align: justify;">
El Africano sonrió ampliamente tras
repartir los vasitos llenos del licor y la blancura de su sonrisa creó
un contraste imposible con la oscuridad de su piel.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Por nuestro autor! ¡Y por sus personajes!</div>
<div style="text-align: justify;">
El resto de los invitados repitieron su brindis y bebieron automáticamente su chupito.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Delicioso! ¿Qué es? ¡Jamás probé cosa igual! –exclamó Vargas- ¡Che, Kalash! ¡Bebe, carajo!</div>
<div style="text-align: justify;">
Me di cuenta de que era el único que aún
no había probado el brebaje. No sabía de dónde había sacado el Africano
esa botella y su extraña actitud y ese acento que no lograba
identificar me escamaban demasiado. Pero los dieciocho ojos de mis
personajes se clavaban en mí, expectantes, y fueron demasiada presión.
Sin querer pensarlo mucho, abrí la boca y dejé que el líquido verde
descendiera hacia mi estómago.</div>
<div style="text-align: justify;">
La bebida era muy extraña, tenía un
riquísimo sabor dulce y fuerte, con cierto regusto frutal sobre una base
de ron, pero emanaba un calor extraño que no podía achacar al nivel de
alcohol que tenía, que de todos modos debía ser bastante a tenor del
picor que me quedó en la garganta.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Fabuloso –sonrió de forma ligeramente
perversa el Africano, haciendo un leve gesto sobre el ala de su
chistera-. Brindemos otra vez.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los vasos de chupito volvían a estar
llenos y brindamos nuevamente. ¿Cuánto hacía que el Africano llevaba
puesta la chistera? El líquido verde volvió a calentarme el interior y
yo solo pensaba que quería un sombrero como ese, con sus calaveras
adornando el ala.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Esto está demasiado rico –musitó Marisa, que de pronto tenía las mejillas arreboladas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–En efecto –la secundó su profesor-. ¿Qué es, Africano?</div>
<div style="text-align: justify;">
–Es un secreto de mi familia –respondió este, con su raro acento anglo-francófono.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Uh, qué calores! –Carmen se daba aire al rostro con la mano, y parecía como si su respiración se acelerase.</div>
<div style="text-align: justify;">
Todo pasaba muy rápido, pero yo lo veía
demasiado lento. El tiempo se doblaba y hasta me pareció ver retroceder
un par de veces el segundero del reloj de la pared. El brazo de Rayma se
movía suavemente y, por la dirección que llevaba, se podía asumir que
estaba acariciando el paquete de su marido. Los pezones de Sibucu se
habían hinchado y erguido, y Vargas no podía ocultar la lujuria de su
mirada hacia Niña Lucía.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Antes te he dicho que no te quedaba
bien la barba, pero sinceramente te da un aire muy atractivo –me confesó
la joven adolescente, inclinándose sobre mí y posando sus manos sobre
mis mejillas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Las manos de Lucía estaban calientes.
Sus labios, cuando se posaron sobre los míos, también. Mi cuerpo ardía y
una poderosa erección me alzaba los pantalones.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tal vez fue ese beso. O quizá el gemido
de Marisa. Pudiera ser que todo comenzara cuando Sibucu se levantó de su
asiento y, pasando por detrás de Vargas, se acercó a Carmen y le regaló
un sensual beso en la parte izquierda del cuello. No lo sé.</div>
<div style="text-align: justify;">
Lo único que sé es que, mientras de
fondo se escuchaba la risa del Africano, mis manos tomaron conciencia
propia y comenzaron a acariciar la espalda de Niña Lucía, que se colocó
sobre mi regazo, juntando su torso plano con el mío mientras el beso que
nos dábamos iba cargándose de saliva y lujuria.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ajdet apartó de un manotazo los platos
del postre y subió a Rayma sobre la mesa. Las túnicas volaron. El Vargas
se conformó con compartir a Carmen con la <i>sentinelî</i> y sacarse
la polla para que esta la masturbara con su mano derecha mientras con la
izquierda abrazaba a Sibucu sin dejar de besarla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Escuché el sonido de la cremallera de
los pantalones de Marcos al abrirse y el suspiro que se le escapó al
profesor universitario cuando su alumna se embutió su tieso ariete en la
boca.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mis manos descendieron por la espalda de
Niña Lucía y amasaron ese culo joven y perfecto sobre la tela de su
minifalda vaquera. Pero no era suficiente, así que bucearon bajo la
prenda para encontrarse de pronto con la piel ardiente y desnuda de su
culo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿No llevas braguitas, Niña Lucía? –pregunté, con la voz convertida en un gruñido.</div>
<div style="text-align: justify;">
Como única respuesta, la joven rio con
su risa jovial y tintineante y me quitó la camiseta mientras mis manos
recorrían una y otra vez la perfecta rotundidad de su trasero.</div>
<div style="text-align: justify;">
¿En serio menos de diez minutos antes estábamos cenando como gente normal?</div>
<div style="text-align: justify;">
El Africano lo miraba todo entre risas
mientras se fumaba un enorme puro cuyo humo, en lugar de elevarse en el
aire, caía y se extendía sobre la mesa, donde Rayma recibía con sumo
placer las potentes embestidas de Ajdet.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Para. Desnúdate –ordenó Marcos a
Marisa, que dejó de chuparle la polla al instante para levantarse y
comenzar a desabotonarse la blusa.</div>
<div style="text-align: justify;">
El aroma a sexo empezaba a hacerse notar
en el ambiente. Elena y Vargas habían tumbado a Carmen, ya desnuda,
sobre el sofá y se repartían sus enormes pechos, chupándolos,
mordiéndolos y lamiéndolos. También con las manos parecían haber llegado
a un acuerdo y, mientras el argentino la penetraba con dos dedos, la <i>sentinelî</i> frotaba con firmeza su clítoris.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me dije que mi partenaire no podía ser
la única que aún anduviera vestida, así que, mientras se frotaba
conmigo, la quité la camisetita de tirantes y la obligué a separarse de
mí momentáneamente para retirarle la minifalda, tesitura que ella
también aprovechó para prácticamente arrancarme los pantalones y los
calzoncillos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Marcos sobaba a Marisa, y esta resistía
sus caricias tratando de no retorcerse demasiado, Rayma había colocado
sus tobillos sobre los hombros de Ajdet y su coño chapoteaba en cada
embestida de la poderosa verga del Rey Toro, Vargas penetraba a Carmen
mientras esta le comía el coño a la <i>sentinelî</i> que, sentada sobre su cara, no podía ocultar sus gemidos, y yo no podía más que admirar los fantásticos cuerpos de mi obra.</div>
<div style="text-align: justify;">
Niña Lucía volvió a colocarse sobre mí,
aunque esta vez dirigió mi polla a su coñito depilado y se empaló en un
solo movimiento. La risa del Africano, del “Barón” como lo había estado a
punto de llamar Sibucu, seguía resonando, aunque ya no podía verlo en
ningún lugar del salón. No me importaba. Nada fuera de Niña Lucía y de
mi cuerpo me importaba. Me quité los calcetines con los pies por pura
inercia mientras la adolescente botaba sobre mí, estrujándome la polla
con expertos movimientos de su coño.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Te importa follarte a Marisa? –le dijo
Marcos al Rey Toro, y a ambos, tanto a la universitaria como a Ajdet,
les brillaron los ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
El líder guerrero abandonó su puesto
junto a su esposa y se dirigió hacia la joven, que lo esperaba a cuatro
patas. Pero Rayma no quedó desatendida, pues fue Marcos quien tomó el
lugar entre sus piernas sin darle tiempo a recuperar el aliento.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los pequeños pezones de Niña Lucía casi
parecían querer arañarme el pecho del mismo modo que sus uñas me
arañaron la espalda mientras llegaba al clímax por primera vez. Su
chillido ocultó el grito de placer de Marisa cuando la polla de Ajdet
avasalló su empapado coñito, también depilado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Lo cierto es que, desnudas, Marisa y
Rayma eran más distintas de lo que me habían parecido vestidas. La
primera tenía unas caderas más estrechas, y sus areolas eran como la
mitad de tamaño que las de la segunda. Las diferencias se agudizaban al
verlas follar. Rayma prácticamente gritaba en cada arremetida de Marcos,
mientras la universitaria dejaba denotar su placer con meros gemidos
que, de todas maneras, eran igual o más eróticos que los berridos de la
reina.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Te la voy a quitar un ratito –me dijo de pronto alguien a mi izquierda.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me volví y vi a Sibucu, desnuda y salvaje, de pie, mirando con ansia a la adolescente que botaba sobre mi cuerpo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Niña Lucía sonrió halagada y, a mi
pesar, se desacopló de mí para tomar la mano que le extendía la
lesbiana, no sin antes compensarme con un sensual beso en los labios.</div>
<div style="text-align: justify;">
Al quedarme solo tuve unos instantes
para pensar, aun cuando la dolorosa erección de mi entrepierna, que
clamaba por un lugar húmedo y cálido donde alojarse, el cada vez más
persistente aroma a sexo que flotaba en la estancia y el maldito calor
interno que me había causado la bebida del “Barón” me dificultaban el
raciocinio.</div>
<div style="text-align: justify;">
“¿Cómo habíamos llegado hasta ese
punto?”, me pregunté. “Vamos, ¿En verdad creías que podías juntar a diez
personajes de TR en una sala y salir sin haber sudado un poco?” me
respondí, aunque la voz en mi cabeza tenía un extraño acento de Nueva
Orleans.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ni siquiera tomé en consideración que me
había contado entre los personajes, como si fuera uno más y no el
autor, ¿pero acaso no era yo mismo protagonista de la mayoría de los
poemas que tengo publicados?</div>
<div style="text-align: justify;">
No era momento para esas disquisiciones.
Carmen botaba encima de Vargas y su culo maduro y firme se me antojó
algo delicioso, así que avancé hacia la pareja.</div>
<div style="text-align: justify;">
La <i>femme fatale</i> elevó un
suspiro nasal cuando me arrodillé tras ellos y coloqué mi lengua sobre
su ano, peligrosamente cerca de la polla que le barrenaba el sexo.
Carmen rebajó la velocidad de sus movimientos para permitirme que le
ensalivara a conciencia el culo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Primero un dedo y luego otro, fui
agrandando la puerta posterior de Carmen mientras con la otra mano
acariciaba los testículos del Vargas. Era una orgía y no había lugar
para mojigaterías de ningún tipo, no serían los primeros que tocase
aparte de los míos. A Jaime no le debió parecer mal el nuevo tacto ya
que noté cómo un escalofrío de gusto le recorría.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una palmada resonó en el salón, seguido por un quejido de Marisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡No! –gritó Marcos, desde su posición, follándose a la mujer del Rey Toro- No la golpees.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ajdet pareció enfurecerse durante un
instante, como si le molestara que alguien le diera órdenes, pero algo
desvió su atención de nuevo a su compañera de coito. Sin lugar a dudas,
Marisa estaba brindándole una buena sesión de movimientos internos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Trátame bien y yo te trataré bien
–suspiró sensualmente la universitaria, calmando la furia del Rey y
animando su libido, ante lo que pude relajarme. No estaba en posición ni
en ánimo para mediar en una pelea entre un portentoso guerrero
prehispánico y una enloquecida hembra.</div>
<div style="text-align: justify;">
Al hombretón le debió parecer un buen
trato porque evitó volver a palmear ese suculento trasero y se conformó
con seguir taladrando el joven coñito de Marisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por mi parte, una vez preparado el
conducto de Carmen, fui metiendo mi verga por su culo al tiempo que, tal
y como veía por el rabillo del ojo, Sibucu y Lucía se enzarzaban en un
placentero sesenta y nueve y los otros personajes habían decidido
compartir, además de las parejas, la postura, follándose Marcos y Ajdet a
Rayma y Marisa a cuatro patas. Fue el profesor el primero en correrse,
aunque salió en el último instante para poder rodear a ambas mujeres y
eyacular en sus caras, que luego se limpiaron mutuamente a lengüetazos
mientras Marisa seguía disfrutando con los envites de Ajdet.</div>
<div style="text-align: justify;">
La nueva presión añadida dentro del
cuerpo de Carmen pareció ser demasiado para Jaime Vargas que, con un
gruñido, se corrió dentro de ella, arrancándole también un orgasmo a la
mujer, cuyas contracciones se hicieron notar en mi polla, la que aún
seguía taladrándole el culo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los gemidos, los orgasmos, las posturas
se sucedían. Niña Lucía y Sibucu parecían haber entablado una
competición sobre quién de las dos era capaz de causarle más orgasmos a
la otra. Si los gemidos y los movimientos no me habían engañado, Lucía
ganaba por la nada desdeñable puntuación de cinco a tres.</div>
<div style="text-align: justify;">
Hincándole los dedos en la cintura a
Marisa, finalmente Ajdet también se corrió bufando y resoplando, aunque
mantuvo la erección unos cuantos segundos más hasta que su compañera
también estalló en otro poderoso clímax. Alguien descubrió en algún
lugar un depósito de tallitas húmedas y estas comenzaron a volar para
limpiar los diferentes fluidos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Follándole el culo, Carmen gozó de un
pequeño orgasmo que la hizo pedir clemencia o, por lo menos, algo de
descanso antes de seguir.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No te preocupes, yo terminaré con eso.</div>
<div style="text-align: justify;">
La sorpresa no fue la frase, sino quién
la dijo. Abrazándome desde atrás y acariciándome sutilmente la polla
cuando salió del recto de Carmen, Elena, la lesbiana declarada de
“Sentinelî” se ofrecía a llevarme a mí al orgasmo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, si tengo que probarlo, ¿quién
mejor que contigo? –me dijo son una sonrisa pícara antes de besarme. Me
limpió la polla con una de las toallitas y se colocó sobre mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
Lo cierto es que los dedos de Carmen
primero y Lucía después habían conseguido que el coño de Sibucu
estuviera preparado de sobra para acoger lo que viniera, por lo que mi
polla suave y cálidamente en el interior de la joven, que acusó la
intrusión con un largo, hondo y excitante suspiro.</div>
<div style="text-align: justify;">
La calidez de aquel coño y el saber que
era el primer hombre que lo penetraba casi me hicieron correrme en aquel
mismo momento, pero aguanté lo suficiente como para que Elena me
pudiera cabalgar con brío.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sus pechos temblaban ante mí, y no pude
evitar chupar y morder sus pezones con una violencia que hasta a mí
mismo me sorprendió. Sin embargo, ella no acusó el dolor, y sus gemidos
solo hacían que refrendar el enorme placer que la barra de carne alojada
en sus entrañas le causaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
No negaré que se movía con cierta
torpeza sobre una polla, pero lo compensaba con una dulzura en sus
movimientos que logró hacer que me vaciase en su interior en menos
tiempo del que me hubiera gustado para poder dejar el pabellón masculino
bien alto. Pero después de aguantar a dos máquinas de follar como
Carmen y Niña Lucía, creo que no podría haber durado un solo segundo más
aunque hubiese puesto todo el empeño del mundo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Paramos todos a recuperar un poco el
aliento, y se formaban dos grupos en el salón. Niña Lucía, Vargas,
Carmen y yo, en la zona de los sillones, en el grupo de los fumadores, y
los otros cinco, en la mesa, preparando una tercera y última ronda de
chupitos verdes.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Dónde está el negro? Me he quedado con ganas de probarlo –se quejó Niña Lucía, algo que compartió también Carmen.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No sé… supongo que piensa que ya ha hecho su trabajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Y cuál era ese trabajo?</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ni idea –reí, dándole una última calada al cigarrillo y aceptando el chupito que me traía Marisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Todos volvimos a beber y, sinceramente,
empecé a acusar la ingesta de alcohol. Noté la cabeza ligeramente
embotada, pero el fino velo convocado se deshizo cuando sentí que Marisa
comenzaba a acariciarme la polla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me levanté, con la erección creciendo en
mi entrepierna gracias a las suaves caricias, y mi personaje entendió
el movimiento y se la metió en la boca, donde terminó de ganar toda la
dureza posible.</div>
<div style="text-align: justify;">
Niña Lucía avanzó hacia Ajdet. La
pequeña adolescente parecía poco más que una niña al lado del musculado
cuerpo del Rey Toro, pero poco le importó. Se encaramó sobre él,
colgándose de su cuello y permitiendo que los fuertes brazos del hombre
la sostuvieran y guiaran su coño hacia la punta de la verga que la
esperaba ansiosa. El gemido casi grito de la rubita al ser penetrada de
golpe resonó por toda la estancia, y casi me despista lo suficiente como
para no ver que Rayma también se acercaba a donde yo estaba para
compartir con Marisa su lascivo trabajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Marcos y Carmen también se emparejaron
y, aunque en un principio parecía ser el hombre el que quería dominar el
acto, en pocos segundos quedó claro que, si había alguien que iba a
dominar al otro, esa era Carmen, que lo tumbó en el suelo y comenzó a
montarlo con lentitud.</div>
<div style="text-align: justify;">
Jaime Vargas miró a su alrededor y tan solo vio libre a Sibucu, a la que le dedicó la más seductora de sus sonrisas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ni te me acerques. Ya he tenido hombre
suficiente hoy –dijo la lesbiana, arrodillándose tras Marisa y Rayma que
seguían compartiendo alegremente mi polla y comenzando a acariciar las
prietas nalgas de las mujeres.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ven aquí, argentino –se compadeció de él Niña Lucía, agitando su culito perfecto.</div>
<div style="text-align: justify;">
Jaime encogió los hombros y se acercó a
la adolescente y a Ajdet, que continuaba follándosela sin
contemplaciones. El Rey gruñó un poco cuando tuvo que detenerse escasos
segundos para que Vargas pudiera enfilar su polla por el estrecho
orificio trasero de la rubia, pero se vio recompensado con el más que
seguro aumento de la presión de aquel coñito, ahora que una nueva polla
ocupaba espacio en las entrañas de la nínfula.</div>
<div style="text-align: justify;">
Yo, mientras tanto, sentía la cabeza
volar y no sabía bien si aquello se debía al maldito licor del Africano o
al placer que me causaban las dos lenguas y los cuatro labios que no
dejaban de repasarme la verga. Los rostros de Marisa y Rayma eran tan
similares que por un momento tuve la impresión de que dos gemelas me
mamaban el rabo y el pensamiento me excitó más de lo que estaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cerré los ojos y los sonidos se
aturullaron en mis oídos. Ininteligibles murmullos de Carmen al cabalgar
a Marcos, los besos de Vargas sobre el cuello de Niña Lucía, los
bufidos de placer del Rey Toro, los gemidos nasales de la propia Niña
Lucía, los lúbricos sonidos de los dedos de Sibucu entrando en los coños
de las mujeres que me mamaban la polla… las lejanas y extrañas risas
del Barón Africano…</div>
<div style="text-align: justify;">
Era un muñeco inerme, abandonado a los
tejemanejes de aquellas dos bocas y sin capacidad alguna para moverme un
solo milímetro. El aire de mis pulmones era puro fuego, pero me daba
igual. Si convertirme en dragón era el precio a pagar por disfrutar de
aquella mamada a dos, ya podía ir buscando una cueva donde hibernar.</div>
<div style="text-align: justify;">
La mano de Rayma me acarició los
testículos arrancándome un escalofrío de placer y algo dentro de mí se
movió. No puedo asegurar que fuese yo, a esas alturas había perdido
cualquier control sobre mi cuerpo. Empujé suavemente a mis dos
felatrices para que se tumbaran en el suelo, desplazando asimismo a
Sibucu, que buscó un hueco junto a Marisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Abrí las piernas de Rayma y me hundí en
ella. Su coño me atrapó como si me quisiera tragar por completo, y
ahogué en sus labios un gemido excitado. Con la mano izquierda busqué la
entrepierna de la universitaria, pero me encontré que ya estaba ocupada
por otra mano, así que la mía tuvo que hacer las maletas y buscar un
hogar libre, encontrándolo sobre uno de los medianos pechos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Las manos de Rayma se engarfiaron sobre
mi culo, empujándome más y más hacia ella. Una tercera mano, que supuse
que era la que le quedaba libre a Sibucu se coló bajo mi torso para
sobar con ganas las grandes tetas de Rayma. La cuarta mano de la que
tomé conciencia y que no podía ser de otra que de Marisa, me acarició la
quebrada de las nalgas y comenzó a jugar sobre mi ano.</div>
<div style="text-align: justify;">
Abandoné momentáneamente a Rayma para
centrarme en Marisa mientras alrededor nuestro, los otros personajes
continuaban con su maratón de sexo. Carmen seguía cabalgando a Marcos y
Niña Lucía había intercambiado las pollas que barrenaban sus agujeros y
esta vez era Ajdet el que la sodomizaba sin piedad, arrancándole un
orgasmo tras otro al diminuto cuerpo de la adolescente.</div>
<div style="text-align: justify;">
Coloqué a Marisa a cuatro patas y empecé
a follármela con dureza, mientras hacía a Elena tumbarse en el suelo,
con su cabeza bajo la de la universitaria para que siguieran besándose
como hasta ahora, y su coño al alcance de la boca de Rayma que no tardó
en servirse de él. Mientras la lengua de la reina batallaba con el
clítoris de la <i>sentinelî</i>, uno de sus dedos traviesos continuó
el trabajo que habían dejado a medias los de Marisa y empezó a abrirse
paso por mi culo, gentileza que, sin pensármelo dos veces, le devolví
con la mano que tenía libre.</div>
<div style="text-align: justify;">
No podría precisar el tiempo que
seguimos en esa postura. Solo sé que fui, nuevamente, el último en
terminar, y que antes de hacerlo, a Carmen le dio tiempo a coger la
botella del Africano, a la que le quedaba casi nada para acabarse, subir
a la mesa y dar un paseíto por ella al más puro estilo de Salma Hayek
en “Abierto hasta el amanecer”. Sin embargo, no estaba lo
suficientemente cerca ni a la altura adecuada como para emular con
exactitud la escena, pero lo suplió sentándose en la mesa y dejándome el
pie al alcance de la boca para que bebiera el líquido que derramó sobre
su muslo y que creó un vistoso reguero verde hasta su dedo gordo, que
lamí con pasión mientras eyaculaba en el cuerpo de Marisa, en el mismo
momento en que Rayma sumó un segundo dedo a la penetración de mi culo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Caímos exhaustos donde pudimos. Marisa,
Marcos, Elena y Vargas ocuparon el sillón y los sofás; Carmen se tumbó
sobre la mesa, donde aún continuaba tras su imitación de Satánico
Pandemónium; Ajdet y Rayma cogieron sendas sillas y yo, sin fuerzas para
mover un músculo, me quedé tirado en el suelo, donde Niña Lucía me hizo
compañía.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ha sido una gran noche, ¿verdad? –me preguntó, escrutándome con esos dos luceros verdes que me perdían.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ha sido una gran cena. La noche aún no ha acabado –expliqué, sonriendo y agotado.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ya, ya… pero primero descansamos un
poco, ¿eh? –gritó Jaime desde su sofá, al igual que yo demasiado cansado
incluso para encenderse un cigarrillo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Por supuesto! –respondí.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Y bueno… ¿Qué te espera después del relato cien, Kalash? –inquirió Niña Lucía con una sonrisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ufff… después de esta noche voy a estar
meses sin poder mover un dedo -reí-… pero volveré. Tengo algún que otro
proyecto pendiente.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Y tienes que acabar mi serie! –gruñó Ajdet.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡No prometo nada! –respondí riendo sin poder siquiera incorporarme.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No estaría de más que no te olvidaras
del resto, que pudieras escribir algo más sobre todos nosotros. Sabes
que, para lo que necesites, podemos servirte –terció Marisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, bueno… ya veremos… por lo pronto vamos a descansar –musité, cerrando los ojos y dejándome llevar por el cansancio.</div>
<div style="text-align: justify;">
Amanecía cuando desperté. De mis
personajes no quedaba ni rastro pero, de algún modo, como siempre,
supuse que estarían ahí, a mi lado. Seguía brutalmente agotado, así que
me levanté del duro suelo y marché a una de las habitaciones.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando caí sobre la cama, antes de caer
dormido nuevamente casi al instante, me pareció escuchar una voz con
extraño acento de Louisiana diciendo:</div>
<div style="text-align: justify;">
–Siempre estaremos contigo.</div>
<div align="right">
<i>FIN</i></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-50224889485617426612016-05-08T01:35:00.000+02:002016-05-09T01:02:46.312+02:00Niña de la calle (corregido)<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Mi nombre es
Jaime, Jaime Vargas. Como tantos otros, les quiero contar una historia. La
única diferencia es que esta es mi historia. La primera, la que me marcó, la
que me hizo, quizá, ser como soy. Como no sé por dónde empezar,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>lo haré desde el principio, que es por donde
suelen comenzar estas cosas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Pasé los
primeros años de mi vida en el peor barrio de la peor ciudad del mundo. Todas
las ciudades son la peor del mundo si vives en el peor barrio, allí donde la
ley de la navaja es más universal incluso que la de la gravedad y donde, en
cada esquina, te puedes encontrar gente, experta en la primera, pero que te
puede vender algo para creerte que escapas de la segunda.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Yo no fui un
niño feliz. O sí. Tampoco puedo aseverarlo al ciento por ciento. En aquel tiempo
puede que lo creyera, pero visto con la perspectiva que me dieron los años, no
pude serlo. Ningún niño puede ser feliz viviendo prácticamente encerrado en
casa, a consecuencia de tener una madre agorafóbica que reflejaba sus propios
temores en el menudo cuerpo de su hijo. Nada hay más cruel que cargar sobre los
hombros de un infante los miedos y sueños de sus progenitores y, para mi madre,
la calle era el miedo, el peligro, la decadencia, el Diablo mismo convertido en
gente y asfalto, solo entre las tristes paredes del hogar podía uno estar a
salvo de su poder, y con esas férreas convicciones me criaba… o hacía que otros
me criasen. Pero eso es otro cuento.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Sin embargo,
para mí la calle no era ese demonio que me querían hacer aparentar. Como para
cualquier niño de seis años, lo prohibido era lo que más curiosidad me causaba
y crecí imprimiéndole a la calle una cierta tonalidad fantástica, que
significaba libertad y diversión, justo lo que no tenía dentro de mi casa. Así,
cada mañana, cuando el universitario que me daba clases particulares se
marchaba y mi madre se quedaba dormitando viendo el televisor, única ventana al
mundo que parecía interesarle, yo me escabullía a sus espaldas y salía al
balcón a observar la ajetreada vida urbana que me era negada.</span></span></span></div>
<a name='more'></a><span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span>
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">La callejuela
donde embocaba dicho balcón tampoco era una gran avenida, ni gozaba de la
variedad de transeúntes de las que otras vías de mi propia ciudad podían
alardear, pero yo eso no lo sabía. Mi mundo era muy reducido, y aquel pequeño
reducto del planeta Tierra que formaban los escasos treinta metros de mi calle,
era lo más animado que yo conocía. Sí, por supuesto, también estaban las
películas yanquis, pero esas me hablaban de sitios muy lejanos y eran todas de
mentira, llenas de mansiones, grandes colegios y fiestas que no acababan en
balaceras, mientras que lo que yo veía a través de los desgastados barrotes de
mi balcón era la pura y dura vida real. Una vida real donde los vecinos se
mezclaban con putas, traficantes, adictos y delincuentes que solían hacer los
más variopintos tratos bajo mi ventana, pero una vida real que a mí se me
negaba por el único pecado de haber nacido del vientre de una mujer que odiaba
al mundo exterior.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Cierto día,
alguien nuevo asomó por la esquina de mi calle. Una cara que no conocía, y que,
por lo tanto, se ganó mi atención desde el primer momento. Desde que apareció,
con su carita morena manchada de mugre, no pude separar mi vista de ella. Ella,
sí. Una niña. Una nenita que apenas sí llegaría a los diez años, vestida
únicamente con una remerita y unas bombachitas que mantenían bien poco de su
blanco original. Recordé un reportaje de la televisión que vi unas noches antes,
una de esas pocas noches en las que mi padre dormía en casa y me dejaba ver el
canal que yo quisiera y no solo las películas y dibujos estadounidenses que me
permitía mi madre y me resultaban tan aburridos como mi propia vida.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Ahí papá!
¡Dejalo ahí! –le dije cuando, en el enésimo canal, atisbé unas caras
infantiles.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Pero Jaime…
es un reportaje, son programas de mayores, te aburrirá.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Pero son
niños… -respondí, en mi bendita e infantil inocencia.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Mi padre giró
a ver a mi madre, que había quedado dormida de nuevo y, con un suspiro, soltó
el control remoto y dejó que tomara una de mis primeras dosis de angustiosa
telerrealidad.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Esa pequeña
era un calco casi idéntico de las niñas que aparecían en el reportaje, una más
de los llamados “niños de la calle”. Los niños de la calle, para que nos
entendamos, son esas personitas que, por no tener, no tienen ni edad para comprender
por qué carajo son tan pobres.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">La nenita
parecía cansada; también sucia, demacrada, hambrienta, triste y perdida, pero
sobre todo cansada. Lo demostró cuando se hizo un hueco entre dos tachos de basura
y, tumbándose sobre el duro suelo, se puso a dormir. A pesar de su aspecto
desmejorado, cuando cerró los ojos emanó una placidez tal que llegué a pensar
que debía ser un ángel, un querubín de los cielos que había perdido su camino
de regreso a las nubes.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Durante
minutos, que bien pudieron ser horas, me quedé a contemplar a la pequeña
mientras el mundo a su alrededor seguía su curso y los peatones la ignoraban o,
si se daban cuenta de qué era ese bulto blanquecino, solamente le dedicaban
alguna mueca de desprecio.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Día tras
día, la niña de la calle se fue convirtiendo en la protagonista inconsciente de
la película que cada día, sobre las doce horas y durante todo el tiempo que mi
madre se mantuviese dormitando en su sillón, se veía por mi balcón. Su vida era
más entretenida incluso de las de los personajes de las películas que veía por
mi televisor y, sobre todo, más interesante que la mía propia. La muchachita
malvivía pidiendo y, cuando no ganaba lo suficiente, robaba una hogaza en
cualquier tienda para seguir subsistiendo un día más en su pesarosa vida.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Cada mañana,
en cuanto mi profesor se marchaba, yo salía silenciosamente a mi urbana atalaya,
y podía ver a la muchacha en la esquina de mi calle, con un platito viejo y
roto delante de ella, soportando unas monedas casi siempre insuficientes para
comprar cualquier tipo de comida. Ni siquiera el universitario que me daba
clases y que siempre se marchaba con sus bolsillos llenos se dignaba a echarle
algo en el platito.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Hoy tampoco
compra… -musitaba yo con tristeza cada vez que veía las poquitas monedas de su
plato.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Así pues, no
fue extraño que pasara lo que pasó. Un día, a la pequeña la descubrieron
afanándose una barra de pan en una tienda cercana. Yo mismo pude ver cómo
escapaba corriendo calle abajo, perseguida por dos robustos policías que no
tardaron en agarrarla justo debajo de mi balcón y, entre insultos, golpes de
puño y patadas, le enseñaron lo malo que era robar, pero, quizás por descuido o
ignorancia, se olvidaron de explicarle otra forma de sobrevivir. Dos semanas le
duraron los moretones de cara y brazos, las marcas que jalonaban sus ojitos
negros y cada vez más tristes, los sordos quejidos que profería casi con cada
movimiento que su diminuto cuerpo hacía. Para sumar más dificultades a su ya de
por sí complicada vida, la ficharon en los almacenes del barrio y tuvo que
dedicarse a robar comida a los viandantes.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Sin embargo,
la muchacha era muy lista o muy tonta, ya que solo robaba a quien pensaba que
se lo podía permitir, que en aquellos barrios eran muy pocos y muy
desconfiados. Visto desde mi perspectiva, ahora me parece una insensatez, casi
como condenarse a un hambre autoimpuesta, pero en ese instante se convirtió en
mi Robin Hood particular.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Yo era
desconocido para la chiquita hasta un día diez de marzo en que la vi rondando a
una vecina del barrio que, como a muchos, me caía bastante mal. Cuando en un
barrio como el nuestro se hacía ostentación de dinero como hacía esa mujer, las
enemistades no tardaban en llegar. Aunque claro, la mayoría por la espalda, ya
que siempre era mejor, como hacía mi madre, poner buena cara de frente para ver
si caía alguna moneda. Ese día la mujer llevaba dos bolsas rebosantes de
comida, pero fuertemente apretadas, por lo que entendí que a la niña le iba a
resultar muy complicado poder hacer deslizar algo fuera de las bolsas, así que
me metí corriendo dentro de casa, agarré mi balón de fútbol del Mundial ’86, y
lo lancé por encima de la barandilla, procurando que diese bote cerca de la
viejita, pero sin golpearle, que no era cuestión de que me agarrase antipatía,
ya saben, por si caía alguna moneda.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Señora,
señora! –grité desde mi balcón, al ver que la mujer se paraba de golpe al ver
un balón salido de la nada botar un metro delante de ella– ¿Puede lanzarme la
pelota? Es que estaba haciendo una chilena como Valdano y se me fue.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Si hubiera
estado al tanto, hubiera sabido que el fuerte de Jorgito Valdano no eran
precisamente las chilenas. De todos modos, la viejecita me obsequió con una
sonrisa cándida, dejó las bolsas en el suelo, y agarró la pelota que, como un
perrito obediente, había acabado rodando hasta sus pies tras rebotar con la
pared contraria.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">La niña de
la calle, a pocos metros de la futura víctima de hurto, me miró extrañada, pero
cuando me vio sonreírle y señalarle las bolsas con los ojos, comprendió y se le
iluminó el rostro.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Mientras la
anciana trataba de colar el balón de nuevo a mi balcón, la muchachita se
escurrió hacia las bolsas, extrajo una de las cinco barras de pan que llevaba,
una pequeña bolsita colorida, y un paquetito de embutidos para luego ocultarse
tras los tachos de basura, con un sigilo y habilidad que ya quisiera el tal
Arsenio Lupin del que me hablaba mi profesor particular.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Tras dos
intentos nulos, por fin la pelota regresó a mi poder y la vieja, sin darse
cuenta del menor peso de sus bolsas, continuó su camino sin saber que, esa
tarde, sus nietos no podrían probar las golosinas que les había comprado.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Cuando la
vecina se marchó, la niña de la calle me lanzó un beso con su mano, y en ese
momento les juro que lo pude ver. Pude ver el beso moverse en el aire. Fue como
si sus labios se clonasen en el viento, rosas, finos y pequeños, y subieron
lentamente, haciendo garabatos en la nada, hasta posarse, como un pajarillo
herido, cálidamente en mi mejilla. Si hubiera tenido algunos años más, o simplemente
hubiera sabido qué significaba realmente esa palabra, podría haber dicho en ese
momento que acababa de enamorarme completamente de la pequeña.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Bajá, andá, bajá</i>! –me gritó la niña de
la calle, haciéndome gestos con su manita.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No puedo…
mi vieja no me deja.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Dale! ¡Y
te invito a dulces! –replicó, agitando la bolsita que yo le había ayudado a
hurtar, lo que me convertía en cómplice de robo, como muchos de los maleantes
de la televisión. Era cómplice de un delito. Pero no me importaba. Porque yo estaba
del lado de los buenos, del lado de la niñita y de Robin Hood.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Un momento
–le dije, volviendo a entrar en casa para asegurarme de que mi madre durmiera.
Mi mamá no dormía, mi mamá roncaba como un cerdo-. Ahora bajo –concluí saliendo
nuevamente al balcón.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Dejé la
puerta de la casa entreabierta y bajé por las escaleras con el corazón
retumbándome en el pecho. Mis pies amenazaban con trastabillarse en cada
escalón, pero yo no podía dejar de correr hacia la ladronzuela que me había
robado el corazón. </span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">En cuanto
pisé la calle, la nena se lanzó hacia mí y me abrazó con fuerza, una fuerza de
la que creía incapaz a un cuerpo tan menudo y escuálido como ese.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Gracias!
Ya creí que hoy me quedaba sin comer... –me dijo con una sonrisa mientras me
ofrecía una golosina con, irónicamente, forma de corazón.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No fue
nada.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Dudé en
aceptar el dulce. En todos los meses que llevaba viéndola, jamás la había visto
comer una golosina, mientras que yo, cada semana, cuando mi padre volvía de sus
largos viajes de trabajo, disfrutaba de una bolsita entera para mí bajo la
simple promesa de haberme portado bien. Sin embargo, mi gula pudo más que mi
generosidad y acabé masticando con saña el regalo.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Cómo te <i style="mso-bidi-font-style: normal;">llamás</i>? –preguntó. Sentándose junto a mí
e invitándome a que la imitara.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Vos
primero, que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sos</i> más linda –respondí
casi instintivamente. Ella sonrió halagada.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Me llamo
Marta. Marta Valdez, aunque no creo que eso ahora importe mucho, mi apellido.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Por qué?
–pregunté, en mi bendita inocencia, después de tragarme la golosina.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Ay,
tontito! –exclamó, con una sonrisa que se le quebró antes de continuar-. Pues
porque mis padres me botaron de casa.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Lo siento.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Vos no
tuviste la culpa. ¿Por qué lo sentís?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Abrí la boca
para responder, pero lo cierto fue que Marta me acababa de dejar sin palabras,
y me quedé así, con cara de tonto, durante varios segundos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No me
dijiste cómo te llamabas –dijo finalmente, sacándome de mi parálisis.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Jaime
Vargas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Vargas…
Bonito apellido… ¿Lo puedo usar? Es que los míos ya no me gustan.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">No entendía
cómo una niña tan interesante como Marta quería usar el apellido de la aburrida
familia Vargas, sin embargo, acepté.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Qué lindo!
–exclamó palmoteando de alegría-. De ahora en adelante, me llamaré Marta
Vargas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡JAIMEEE!
–tronó el vozarrón casi masculino de mi madre por toda la calle- ¡¿Dónde carajo
te metiste?!</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Me tengo
que ir –musité sobresaltado, mientras me levantaba para meterme de nuevo en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">hall </i>de entrada del edificio.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Hasta
mañana! –se despidió Marta, dando por hecho que nos volveríamos a ver.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Estoy acá,
mamá! –grité subiendo por las escaleras-. Bajé a ver si había correo –mentí.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Era la
primera vez que mentía a mi madre, pero no me importó. Si en esta vida había un
motivo válido para mentir, ese motivo era Martita Vargas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Por la
noche, cuando mi madre ya se había acostado, me escabullí de mi habitación y le
deslicé a Marta un par de mantas viejas, pues los fríos meses de invierno se
acercaban y yo sabía que le iban a hacer falta.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Desde ese
momento, Martita movió su lugar para dormir (porque llamar cama a su revoltijo
de retazos sucios era darle demasiada importancia) justo enfrente de mi balcón,
y todas las tardes, mientras mi mamá dormitaba viendo la novela, yo me bajaba
con la pequeña niña de la calle a hablar, jugar, o besarnos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Me gustaría
decir que mi primer beso fue un momento mágico, ese instante en que se alinean
los planetas y despierta el amor entre dos cuerpos que se atraen. Pero no.
Éramos niños. No entendíamos qué era el amor, ni la pareja, ni mucho menos el
sexo. Lo nuestro era la curiosidad. Simplemente, un día Martita me dijo:</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Alguna vez
besaste a una nena?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No. ¿Por
qué iba a hacerlo?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Tú papá no
besa a tu mamá?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Sí.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Ven
–concluyó ella, como si esa respuesta fuese suficiente para explicarlo todo-. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cerrá</i> los ojos –pidió tras hacer que me
incorporase.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Obedecí y de
pronto sentí una calidez inaudita sobre mis labios, pero fue más que eso. Fue
todo un estremecimiento de cuerpo y alma. Me abandoné a sus acciones sin saber
cómo responder, solo dejando que su lengua acariciase mi boca, que su calor me
envolviese hasta el límite del mareo.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Te gustó?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">¿Cómo
responder? ¿Cómo transmitir con palabras lo que mi mente de niño aún no
comprendía? ¿Cómo contestarle con un “SÍ” tan enorme que faltaba cielo en la
ciudad para escribirlo? No pude.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Creo que me
tengo que ir. Mi mamá estará a punto de despertar –fue lo único que atiné a
decir en mi azoramiento.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Pero te
gustó, ¿cierto? –insistió ella, con la mirada inocente.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Sí, claro
–respondí antes de tomar el camino hacia mi portal, pero solamente había dado
unos pasos cuando me volví-. ¿Marta?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Sí?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿También
fue tu primer beso?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Creo que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">tenés</i> que irte. Tu mamá estará a punto
de despertar –respondió ella, con la misma sonrisa.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Tarde tras
tarde, junto a Marta aprendí lo que era amor. Éramos niños, sí, y ella tenía
tres años más que yo, pero nos queríamos. Nos queríamos mucho. Siempre que
podía, le pasaba ropa que me viniera grande, o restos de la cena, o algún
juguete viejo sin que mi madre se enterase. De mi padre, sin embargo, no estaba
tan seguro.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">A pesar de
que solamente estaba en casa los fines de semana, cuando volvía los viernes por
la noche él sí que veía a Martita, durmiendo tan plácidamente que parecía un
ángel, y me veía a mí en el balcón. Al principio pudo creerse que yo lo
esperaba a él, pero semana tras semana, creo que terminó por darse cuenta de
qué le sonaban esos pantaloncitos cortos y esa remerita que Marta llevaba con
orgullo a pesar de que le quedaran un poco pequeños, o ese raído peluche con
forma de jirafa al que le faltaba un ojo y con el que dormía abrazada. Y semana
tras semana, los lunes de madrugada cuando marchaba, acabó por acercarse a
donde dormía la pequeña y dejarle unas pocas monedas bajo las mantas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Una tarde,
al bajar con Marta, me di cuenta de que ya no llevaba mis pantalones. Iba a
preguntarle si se le habían roto cuando los vi junto al cubo de basura,
manchados de rojo en la entrepierna. Me asusté mucho, pero Martita rio. Me
explicó que era algo normal, que le pasaba a todas las mujeres, y que si se lo
preguntaba a mi madre, seguro ella me lo explicaría. Prometo que lo intenté. Al
subir a casa, y en cuanto despertó mi madre, quise hablar con ella.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Mamá?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Qué <i style="mso-bidi-font-style: normal;">querés</i>? –respondió de malos modos-
¿Acaso no ves que estoy con la novela?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Por qué le
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">tenés</i> miedo a la calle? –la pregunta
me salió del alma. Por un momento me olvidé de Marta y solo pensé en que mi
madre debía sufrir mucho si se condenaba a vivir sin disfrutar del mundo
exterior.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Y a ti
quién te dijo que yo le tengo miedo? ¿Eh? -La agorafobia de mi progenitora
empeoraba y cada vez estaba más arisca-. Yo no le tengo miedo a nada, ¿<i style="mso-bidi-font-style: normal;">entendés</i>? Solo que no me dan ganas de
salir.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Nunca?
¿Pues por qué no te apetece salir nunca? –insistí.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿A ti qué
carajos te importa lo que a mí me apetezca o no?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Pero mamá…</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Ya me estás
ca<span style="font-family: inherit;">rg</span>ando, carajito. ¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Andate</i> a tu
cuarto!</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–P… pero…</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Andate</i> a tu cuarto o te cago a
trompadas! ¿Entendiste? –chilló, fuera de sí, haciendo esfuerzos por despegar
su enorme cuerpo del sillón.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Corrí hacia
mi habitación, atemorizado, mientras escuchaba sus lentos y sonoros pasos tras
de mí. Cerré la puerta y esperé, apoyado contra la misma, y casi llorando.
Afortunadamente, aunque la había enfurecido, no la había enfurecido lo
suficiente como para que me encerrase con llave, algo que había hecho en muy
contadas ocasiones, y que añadía más humillación al castigo cuando tenía que
rogarle a gritos que me abriese para poder ir al servicio si la naturaleza me
reclamaba. Mi habitación no me gustaba nada. No solo porque fuera pequeña y
oscura, también porque la única ventana que tenía no daba a la calle donde
dormía Marta, sino a un escueto patio de luz al que ni siquiera podía salir por
culpa de las rejas que tapaban la ventana. Si mi casa era una cárcel, estaba
claro que mi habitación era la más lóbrega de las celdas. Cada vez que me
castigaban, soñaba que era un preso condenado injustamente, e ideaba cientos de
planes para escaparme de mi celda como hacían los Robin Hood o Lupin que veía
por la tele, o el Conde de Montecristo o el príncipe Segismundo de los que me
hablaba mi maestro particular.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Finalmente,
tuve que hacerle la pregunta a mi padre cuando llegó a casa. No sobre la fobia
de mi madre, pues no quería que él también se enfadase, a pesar de que no
recuerdo haberlo visto enfadado jamás, al menos conmigo. Le pregunté sobre las
manchas de sangre y él me explicó muy detalladamente el tema de la menstruación
femenina. </span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Pasaron unos
pocos meses. Cumplí nueve años. Marta me regaló un carro de juguete que fabricó
con piezas de dos cochecitos rotos que encontró en la basura. Esa misma noche,
mientras daba vueltas en mi cama jugando con el pequeño auto sin poder
dormirme, algo me empujó a salir al balcón para ver a mi ángel durmiendo.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Alguien, sin
embargo, rompía la soledad en la que habitualmente, a esas horas, se sumía la callejuela.
Una sombra negra avanzó directa hacia mi ángel, y el estómago se me encogió al
ver cómo se inclinaba sobre ella. Estaba a punto de gritar para despertar al
vecindario cuando me di cuenta de que simplemente estaba zarandeando suavemente
a Marta para despertarla.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Sin saber
por qué, me escondí tras las macetas del balcón para espiar al hombre que sacó
un pequeño fajo de billetes del bolsillo mientras le decía algo al oído a la
niña de la calle.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Martita,
después de frotarse los ojos, miró al hombre, miró al fajo de billetes y
asintió.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Desde mi
escondite, pude ver cómo la pequeña se arrodillaba ante él y maniobraba con la
bragueta hasta lograr extraer una enorme verga (ella me enseñó que se llamaba
verga) que no tardó en meterse en la boca.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Ahogué un
chillido. No entendía lo que pasaba, pero no podía aceptar que los labios que
tanto había besado ahora se cerraran sobre un sucio pene (mi profesor
particular, al explicarme las partes del cuerpo, fue quien me enseñó que se
llamaba pene).</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Durante
minutos que me parecieron horas me quedé allí, paralizado, viendo a Martita
chupando la polla (los años me enseñaron que también se llamaba polla) a aquel
hombre que le decía groserías en un idioma desconocido para mí, hasta que
finalmente, con un gruñido más porcino que humano, pareció darse por
satisfecho.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">El
extranjero tiró los billetes al suelo y Martita se apresuró a cogerlos mientras
él se marchaba silbando. Yo no conseguía moverme. Cuando Marta volvió a
quedarse sola, se asomó a uno de los tachos de basura y comenzó a vomitar. No
podía creerlo. El destino me había hecho una jugarreta cruel al invitarme a
salir al balcón para contemplar esa escena. Tras contar los billetes, Marta
elevó la vista hacia el balcón y me vio. Supongo que mi cara de preocupación
era suficientemente expresiva.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No te
preocupes, no fue nada. Y además tengo plata –me dijo bajito, antes de fingir
una sonrisa y volver a sus mantas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Sin embargo,
sí me preocupé, y al día siguiente le pregunté qué había pasado.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Eso,
bebito, es una felatio, una mamada –me explicó secamente. Poco parecía quedar
de la dulce Martita que me enviaba besos con la mano.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡No me <i style="mso-bidi-font-style: normal;">llamés</i> bebito! ¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sabés</i> que lo odio! –le chillé. Creo que jamás le había chillado.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Vos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">querés</i> que te haga lo que le hice al
gringo?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">No supe qué
contestar, pero Marta me agarró de la mano y me llevó bajo las escaleras de mi
portal. Allí trasteó con el cordón de mis pantalones mientras yo salía
lentamente de mi parálisis y trataba de detenerla.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡No! ¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pará</i>! –me resistí.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Tranquilo,
bebito, que te va a gustar –musitó ella, bajándome de un tirón pantalón y
calzoncillos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡NO!
–grité, empujándola con todas mis fuerzas y huyendo escaleras arriba, dejándome
la mitad de la ropa en aquel rincón.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Durante una
semana estuve sin bajar con ella, aunque cada noche salía a mirarla al balcón.
Sin embargo, me volvía a la cama, dolido, en cuanto aquel hombre hacía su
aparición.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Cuando volví
a bajar a la calle, lo hice decidido a impedir que Marta siguiera mamando
vergas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Lo siento,
bebito –Fui a protestar, pero me calló poniendo un dedo sobre mis labios-. A
eso me dedicaré a partir de ahora. No me gusta, pero se gana plata. Mucha
plata.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Y para qué
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">querés </i>tú plata? –dije, comenzando a
llorar.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Para
marcharme de acá, Jaime. Este condenado barrio, esta ciudad, este país de
malparidos no es lugar para niños. Quiero irme lejos, muy lejos, a Europa, allá
donde no hayan niños de la calle como yo. ¿No lo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">entendés</i>? –También Marta lloraba a mares-. Quiero dejar de ser
pobre, y esta es la única opción que tengo.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No te
marches, Martita, no te marches… ¿Qué haré yo sin ti? –le supliqué.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Lo siento,
cariño. Pero si consigo la plata suficiente volaré de esta cloaca. Creo que es
lo mejor. Para los dos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Pero… Hasta
que lo consigas, al menos hasta que lo consigas… ¿Te quedarás conmigo?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Como única respuesta,
Martita me dio un largo beso en los labios.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Estaba
desolado. Mi ángel se iba a ir, y yo no podía hacer nada para evitarlo. Cada
noche, salía al balcón para verla dormir, para ver si en sus sueños aún se
acordaba de mí o ya solo soñaba con aquel nuevo país. Martita empezó a comer
bien todos los días gracias al sucio dinero de sus felatios, e incluso se
compró una cajita de aluminio con un candado, cuya llave llevaba siempre al
cuello, para guardar sus ganancias. Una noche, el gringo llegó pero algo en sus
movimientos hacía presagiar que no iba a ser una noche como otra cualquiera.
Parecía más nervioso, más excitado…</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">El hombre
despertó a Marta y le mostró no uno, sino dos fajos de billetes. Desde mi
puesto de vigilancia, temblé, eso no podía acarrear nada bueno. Martita encogió
los hombros y asintió. Se quitó las bombachitas con las que dormía y se tumbó
de nuevo sobre sus mantas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">No pude
mirar. Aparté la vista en el momento en que el gringo entraba en mi ángel y
ella rompía la noche con un desgarrador grito. Lloré durante los minutos que
duró el acto. Igual que Marta.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Como había
hecho de costumbre, al acabar, el gringo tiró los billetes al suelo y se marchó
riendo mientras Marta se afanaba en agarrarlos antes de que el viento se los
llevase. Tras reunirlos, los guardó rápidamente en su “cajita mágica”, como
ella la llamaba, y se volvió hacia el balcón, donde yo la miraba con los ojos
anegados. Pero de pronto lo vi y hasta las lágrimas se me helaron. Era la
primera vez que la veía desnuda de cintura para abajo (durante el primer año,
en verano, no tenía ningún reparo en sacarse la remera), pero estaba seguro que
no era normal lo que se veía al trasluz de las lejanas farolas. Regueros de
sangre que nacían de su tierna hendidura le corrían por los muslos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Voy a
llamar al doctor! –grité alarmado.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Ni se te
ocurra! –me gritó, fuerte y seca, vestida únicamente con su remerita.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Esperá </i>que ahora bajo!</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">No tardé en
plantarme junto a ella, armado con todo lo que me pareció útil tras asaltar el
botiquín de casa. Tardamos como dos horas, mientras amanecía, en detener
completamente la hemorragia.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Gracias,
amor –me dijo tras retirarle la última venda empapada en sangre. Me besó e
intentó meter la lengua en mi boca, pero me debatí. Me debatí durante dos
segundos. Luego no pude evitar vencerme a ella y corresponder a su beso. Fueron
unos segundos que volvieron a ser mágicos, la volví a sentir mi propio ángel,
mía sola y no del gringo, porque a él no lo besaba.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No <i style="mso-bidi-font-style: normal;">podés</i> seguir así. Es serio, Martita. No <i style="mso-bidi-font-style: normal;">podés</i>. Haré lo que quieras, le pediré a
mi viejo que te pague el viaje, pero <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dejá
</i>ya esto. Por favor.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Lo siento,
bebito, pero no <i style="mso-bidi-font-style: normal;">podés</i> ayudarme. Tengo
que marcharme sola. Cuando me vaya, lo haré sin debernos más que una carta de
vez en cuando. Lo siento, pero sí puedo seguir.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Triste,
hundido, encabronado, me subí llorando a casa y me tiré en la cama a ahogar mis
gritos en la almohada.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Durante unas
semanas más, el gringo siguió viniendo cada noche, dejando plata y más plata y
también sangre y más sangre, porque ya no quería que Marta se la chupase, ahora
quería cojérsela. La “cajita mágica” cada día estaba más llena y Martita estaba
cada día más feliz.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Ya queda
poco, Jaime –me dijo un día, diez de marzo, justo el mismo día en que me
conoció tres años antes-. Dentro de una semana podré pagar el viaje.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Ella estaba
muy feliz. Pero aquel día feliz fue, al mismo tiempo, un día triste. El gringo
ya no volvió esa noche, ni la siguiente, ni la otra. Ya nadie venía a pagarle a
Martita mientras ella engordaba más y más y sus pechitos al principio
inexistentes se iban llenando más y más.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Como si
supiera lo que había hecho, el gringo desapareció dejando preñada a Martita.
Solo yo me encargaba de ella, y la cuidaba, y le iba a comprar comida para que
ella no tuviera que levantarse. Volvió a pedir por el día, y la gente dejó de
ignorarla. Al verla embarazada sí, había más gente que le daba dinero, el
suficiente nada más para que comiera, pero también había más gente que la
despreciaba, que la insultaba, que la llamaba de todo. Yo insistía en llevarla
a un hospital, pero ella se negaba categóricamente. Incluso mi papá, con el que
hablé del tema, intentó hablar con ella y convencerla, pero no hubo modo.
Martita no quería ni ver a los médicos. Pero yo seguí a su lado. Siempre a su
lado. Incluso, cuando tenía a mi padre en casa para cubrirme, más de una vez me
quedé dormido junto a ella y mi papá me despertaba a primera hora y me mandaba
para casa antes de que mamá se fuera a percatar.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Finalmente,
un jueves veintiuno de septiembre, pasó lo que tenía que pasar. Eran las ocho
de la noche cuando Martita comenzó a gritar. Me daba igual lo que ella dijera.
Necesitaba un médico. Pero para llamar a uno, tenía que decírselo a mi madre.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Mamá, a M…
-me corregí, ella no podía saber que conocía a la niña-. A esa niña le duele.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Che, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dejala </i>niño, son mierda… -fue la única
respuesta que obtuve.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Pero mamá…
Hay que llamar a un médico –grité, tratando de hacerme oír sobre los berridos
de Marta que se colaban por el balcón. Mi madre bufó y cerró las puertas para
intentar acallar los gritos, y yo aproveché para lanzarme hacia el teléfono.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Estate
quieto, carajito! –graznó mi madre, agarrándome de los brazos y levantándome en
vilo cuando había pulsado nada más que uno de los dígitos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Mamá, por
favor!</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Me <i style="mso-bidi-font-style: normal;">tenés </i>harta! –Mi madre me llevó en vilo
hacia mi cuarto y me lanzó despreocupadamente al interior, como si fuera un
fardo inservible y no la criatura que había vivido nueve meses en su interior.
Los mismos que Marta y su bebé.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">El golpe con
el suelo me dolió. Pero no me dolió siquiera la milmillonésima parte de lo que
lo hizo el escuchar cómo mi madre cerraba la puerta y daba vuelta a la
cerradura. Me encerró en mi celda oscura mientras allí fuera, en la misma
puerta de nuestra propia casa, la vida de un ángel pendía de un hilo.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡MARTA! ¡MARTA!
¡¡MARTAAAAAA!!</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Me gustaría
decir que gritaba por una noble causa. Que simplemente quería que mi madre
abriera y ayudar a mi ángel. Pero sabía que no iba a ser así por más que
gritara, porque mi madre había pasado el límite de la cordura empujada por su
agorafobia y nada hay más difícil que convencer a un loco. Lo cierto es que no
gritaba para que mi madre me oyese. Ni siquiera para que me oyese Marta y
supiese que seguía queriendo ayudarla. Lo cierto es que gritaba para no tener
que escuchar los gritos de mi ángel doliente, para tapar sus aullidos con mis
propias voces, para que no me dolieran como puñaladas las veces que escuchaba
“Socorro”.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Durante
horas aporreé la puerta con todas mis fuerzas, la embestí, me dañé mil y una
veces las manos con cada uno de los golpes hasta que al final, cuando ya no me
quedaba ni voz y ni siquiera escuchaba los gritos de Marta, caí rendido ante la
puerta.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Me despertó
la difusa luz del alba que se colaba por el patio de luces. Probé a abrir la
puerta y pude comprobar que la llave ya no estaba echada. Salí como una
exhalación de la habitación y crucé pasillo y sala tan rápido como me permitían
mis cortas piernas.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¡Ya se
levantó el escandaloso! –gruñó mi madre, pero la ignoré completamente y salí a
la carrera de casa.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Salté los
escalones de seis en seis, evitando tropezarme, y llegué a la calle.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">La repentina
luz del día me cegó por un momento. El mismo momento durante el que esperaba
ver a Martita sonriendo mientras sostenía un hermoso bebé en los brazos que, en
mi ensoñación, tenía mis ojos. Sin embargo, cuando mis ojos se acostumbraron a
la claridad, lo que me encontré fue algo muy distinto.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Tres
ancianas formaban un corrillo cerca de donde Martita tenía su cama, su hogar.
"Una desgracia, ¿Verdad?", "Se la encontró un barrendero, y aún
respiraba", "No pudieron hacer nada en el hospital, ni por ella, ni
por el niño".</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Lo escuché.
Escuché cómo algo muy grande y muy necesario se rompía dentro de mi pecho. Me quedé
allí de pie, con tantas ganas de llorar tantas lágrimas al tiempo que, durante
un momento, ni siquiera pudieron salir, como si estuviesen apelotonadas todas
en la puerta y se estorbasen.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Pero cuando
la primera surgió, todo yo me convertí en un mar de lágrimas. Subí a mi casa,
roto y enfurecido, cegado por los lloros, y cuando me vi delante de mi madre,
que me miraba con una mueca de sorpresa, un grito escapó de mi cuerpo. No
recuerdo qué barbaridad le dije, pero debió ser una lo suficientemente grande
como para dejarla plantada en el sitio y sin nada que responder.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Llorando, me
tumbé en la cama y apagué, de nuevo, los gritos en la almohada, como aquella
otra vez que también lloré por Marta. Mi padre llegó pocas horas después.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Qué pasó?
¿Por qué tanta gente ahí fuera?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Bah, esa
sucia niñita que rondaba por el barrio, parió y murió en el parto.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Pero cómo?
¿No la atendieron bien? </span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–No. Tu hijo
quería llamar a un médico pero hubiera sido tirar el dinero. Una rata menos en
el mundo. O dos.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">El sonido
que siguió a esa frase de mi madre fue inconfundible. Una bofetada que resonó y
tuvo eco durante segundos en la casa.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Estás loca…
-masculló mi padre, que vino corriendo a mi habitación. En cuanto me vio, me
agarró y me estrechó en el abrazo más largo y necesario que me han dado en la
vida.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Ha muerto,
papá, ya no está… -musité.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Claro que
sí, hijo, claro que está, está acá –Me dio un par de golpecitos en el pecho con
un dedo-, en tu corazón. Y si no la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">olvidás</i>,
siempre estará.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Volví a
abrazarlo sin dejar de llorar.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Qué pasará
con… ya <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sabés</i>… su cuerpo? –pregunté,
cuando pude dejar de hipar y sollozar.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Ay, hijo,
no tenía plata. La enterrarán como a una Doña Nadie, y si la entierran… -Mi
padre siempre fue muy franco, pero no volví a llorar.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Sí papá, sí
que tenía.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Corriendo,
volví a bajar a la calle, me introduje entre el creciente grupo de chusmetas y
buitres que rondaban la callejuela, como si el olor a muerte los atrajese, y
cuando llegué a las mantas de Martita, rebusqué bajo ellas hasta encontrar lo
que buscaba. Apreté la cajita de aluminio contra mi pecho, volví a atravesar la
multitud, y se la enseñé a mi padre, que me había seguido.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–¿Ves, papá?
Ella decía que era de este color porque antes era de madera, pero que la
sumergió en el <span style="font-family: inherit;">R</span>ío de la Plata y se volvió de plata. Qué tonto, ¿verdad?</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Era tan tonto,
que volví a llorar. Lloré como el niño que era. Lloré por la niña que dejó de
serlo demasiado pronto. Al final no iba a viajar a Europa, ni la iban a adoptar
allá, ni se iba a hacer rica pronto para pagarme el pasaje. Su vida acabó
cuando aún soñaba con angelitos, igual que yo soñaba con ella, con mi ángel,
con mi primer y mayor amor.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Fuimos al
hospital a recoger la llave que siempre llevaba al cuello. Nos hicimos cargo,
mi padre y yo, de elegir todas las exequias.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">La
enterraron en un cementerio muy bonito, en una tumba muy bonita, con una lápida
que ponía:</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 115%;">MARTA VARGAS</span></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 115%;">1982 – 1995</span></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 115%;">Siempre viva en mi alma </span></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Sobre la
lápida, cómo no, la figura de un ángel, un querubín que custodiara siempre su
sueño, sueño eterno. A su lado, enterramos al niño. A petición mía, lo llamamos
Román Vargas, como mi padre. Tuvo un entierro muy íntimo, los asistentes podían
contarse con los dedos de una mano. Sus padres, los mismos que la tiraron de
casa porque su papá abusó de ella y su madre la llamó mentirosa cuando se lo contó
(me lo confesó una noche que andaba medio tristona, cuando ya estaba
embarazada), pues ellos también asistieron. Cuando preguntaron “¿Por qué
Vargas?”, fue mi padre quien contestó por mí, apretando más fuerte su mano en
mi hombro:</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">–Porque ella
lo quiere.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Ellos no
parecieron entenderlo, pero se encogieron de hombros y lloraron como todos.
Después de echarla a la calle, lloraron su muerte. Es como prender fuego a un
árbol y llorar porque murieron los pajarillos que anidaban en él.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Los hubiera
puesto de hipócritas hasta arriba, pero yo también estaba llorando.</span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: inherit;"><span style="line-height: 115%;">Aún guardo
su llave. La cajita, según mi padre, quedó estupenda como maceta para las
flores de su tumba. De su tumba y de la de Román, ese niño que tanto estará
cuidando en el cielo.</span></span></span></div>
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DÍA 0</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dos manos sobre mis pechos, otra sube
por mis muslos, una cuarta, tal vez perdida o sintiendo que no quedan
mejores espacios para palpar, me acaricia la cintura. Siento algo húmedo
y caliente sobre el ombligo, y pienso que quizás sea una copia de esa
lengua que violenta mi boca y busca la mía. No tengo manera de
cerciorarme en esta ceguera. No hay colores, ni formas, ni nada… solo
tacto y sensaciones. Mi respiración es un arroyo de suspiros y gemidos,
mecido en las lascivas caricias de esas cuatro manos, pero ya no son
cuatro. Son siete, son diez, son mil. Mil manos con cinco mil dedos que
me tocan cada centímetro de piel, mientras me debato a oscuras en este
mar de lujuria provocadora.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“–THEY ARE COMING!”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
Oigo pero sin oír. Las palabras suenan
extrañas, alejadas, como embotadas tras un cristal demasiado grueso para
dejarme entender qué dicen. Tal vez nuevas manos me tapen las orejas o
alguna haya aprendido a hacerse etérea como un fantasma y me atraviese
el cráneo para acariciar mi cerebro y desechar de él todo lo que no sea
el tacto de las cuatro, las siete, las diez, las mil, el millón de manos
que soban mi cuerpo desnudo y me arrancan jadeos y temblores de placer.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“–WAKE UP! EVERYONE WAKE UP!”</em></div>
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
Mi corazón late a una velocidad que no
pensé posible. No puedo, aunque quiera, contar ni los latidos ni el
tiempo, ni una cosa ni la otra existen en el océano de caricias donde me
hundo, donde voy naufragando lentamente. Unos dedos se hunden en mi
sexo con violencia y mi gemido se sobrepone al tamborileo de mi órgano
más vital. Más vital, pero en ese instante, menos importante. Importan
más mi piel, mi coño, mis pezones, mi boca. Me abandono a la deriva de
ese mar de manos repleto de olas en forma de dedos y espuma de caricias.
Pero tal vez ya no sean dedos. Después del placentero viaje por mi sexo
y de impregnarse con mi humedad en el mar de mi lujuria, los cinco
millones de dedos son cinco millones de peces, húmedos, inquietos y
hambrientos que pellizcan mi piel con sus bocas. Pero sus pellizcos no
duelen. Solamente causan placer.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“–STOP, PLEASE! </em><em>WE ARE NOT HARMING ANYONE! </em><em>PEACE! PEACE!”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Esa voz? ¿Es Marie? ¿Zig? ¿Nandara?...
El mar de dedos comienza a inquietarse, como si las voces exteriores,
esas que intentan arrancarme de él, lo enfurecieran. Ya no me mece. Ya
no me acuna. Me agita en una tormenta especialmente furiosa en los
interiores de mi sexo anegado, como luchando ante la imperiosa necesidad
que surge de escuchar esos gritos que se van a haciendo más claros.
Empiezo a entender lo que dicen.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“–WAKE UP!!”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Que me levante? ¿Por qué? Deambulo en
el frenesí entre la potente ilusión y la urgente realidad. No quiero
levantarme porque sería abandonar a las manos que acarician y los peces
que se hunden en mi cuerpo. Sería abandonar la sensación de mi sexo
repleto de placeres prohibidos. Sería despertarme de este magnífico
sueño. Pero algo me impele a hacerlo. Mi mente dormida y mi mente
despierta batallan sin pausa en una guerra que parecía dominar sin
problemas la primera pero que, lentamente, va inclinándose del otro
lado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“–WAKE UP!!”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
El sonido de un disparo rasga el mundo
de irrealidad en que estaba atrapada. Despierto de golpe, desnuda, en el
camarote del barco. Las manos han desaparecido y, con ellas, los
dedos-peces que a punto estaban de llevarme al orgasmo.</div>
<div style="text-align: justify;">
En la densa niebla mental de mi
despertar pienso que podría terminar de masturbarme. El sueño ha sido
demasiado poderoso y bello para desobedecer las ansias creadas en mi
cuerpo, pero una violenta agitación del barco me saca de mi
aturdimiento, de mi excitación y, de paso, de la cama.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi cuerpo golpea el duro suelo de metal
mientras los gritos de mis compañeros se hacen cada vez más angustiosos y
van cobrando urgencia en mi mente. Es demasiado pronto aún para que
hayamos llegado a la plataforma petrolífera y nos hayamos puesto en
acción.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me asomo por el ojo de buey del camarote
y veo el barco que se acerca. Los jinetes del Apocalipsis vienen, y no
montan caballos. Van en un barco de la Policía de Indonesia. Tampoco se
llaman Hambre, Peste, Guerra y Muerte, quizás se llamen Nil, Bambang,
Djamiaat o Suwardi o cualquier otro nombre indonesio, no lo sé, no me
importa, ni voy a preguntárselo cuando nos aborden. Tras ellos, otra
lancha con otros Nil, Bambang, Djamiaat y Suwardi. Otra más al final. No
sé si serán las únicas o se acercan más lanchas de la policía, pero
tres son ya suficientes como para entender que no vienen de paseo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me visto rápidamente con una blusa y
unos pantalones. No hay tiempo de buscar la ropa interior. Salgo como
alma que lleva el demonio del camarote mientras vuelvo a escuchar
disparos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Miro a mi alrededor y lo que anoche era
una divertida fiesta, repleta de ilusionados compañeros de la asociación
con la convicción de cambiar el mundo, hoy es puro caos. Veo a Zig, uno
de los pocos occidentales del barco, correr de un lado a otro como una
gallina sin cabeza. Una gallina de dos metros, rubia y de ojos azules
por la que todas las chicas del barco excepto yo suspiraban. Si en este
momento alguna de ellas pudiera detenerse, aislarse del vértigo en que
se sume el barco, girarse hacia él y lo viera, seguro que se le caía el
mito. Sigmund, “Zig” como lo llamamos, corre con las manos pegadas al
torso, y sus gritos parecen casi femeninos. Por primera vez le encuentro
cierto atractivo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Zig! ¿Qué pasa? -El islandés me mira sin comprender. Parece que ni siquiera me reconoce-. <em>What's happenning, Zig? </em>-repito en inglés para hacerme entender.</div>
<div style="text-align: justify;">
–La policía indonesia. Nos atacan. No
quieren que nos lleguemos a plataforma petróleo -responde con su
macarrónico castellano. Me asombra que en su estado haya logrado
enhebrar una sola palabra en mi idioma.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>–Ne nous blessez pas!</em> -Marie,
la mujer más preciosa del barco y otra más de las occidentales a bordo,
hace señas a los policías desde cubierta, levantando los brazos en gesto
inofensivo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Oh, Marie... Tenía la esperanza de pasar
una noche con la francesa antes de llegar a aquella contaminante y
peligrosa plataforma petrolífera que nos esperaba a pocos kilómetros al
noroeste de Indonesia. Si salimos de esta, me lanzaré a por la
francesita. Estoy segura de que se muere por experimentar. Si salimos de
esta, yo...</div>
<div style="text-align: justify;">
El disparo le da de lleno en la cara.
Grito horrorizada y siento que las piernas me fallan al ver la sangre
salir despedida de la parte de atrás de su cabeza. Un líquido caliente
empapa mis pantalones, pero es muy distinto del que, hasta hace escasos
segundos, mojaba mi sexo. Creo que me he orinado encima. Marie cae al
suelo, sin vida, en una nube de sangre y materia cerebral, y los
policías indonesios comienzan a subir al barco. El corazón me vuelve a
ir a mil por hora, pero ya no es por las manos que me acariciaban en
mitad de mi sueño.</div>
<div style="text-align: justify;">
Miro en rededor y solo veo el caos hecho
barco. Todos mis compañeros corren aterrados, sin ningún objetivo fijo.
Los únicos que parecen saber qué hacer son los hombres vestidos de
negro que van abordando el barco, armados hasta los dientes. Policías
armados contra civiles indefensos. No es que sea una lucha muy justa, y
por eso nadie hay que les haga frente. Poco importa ya nuestra misión
para salvar el Índico. Ahora solamente importa sobrevivir.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es el fin del “Planet Warrior”. De este
viaje suyo, al menos. El buque insignia de nuestra asociación ecologista
vuelve a caer en manos de un gobierno corrupto igual que meses antes en
Australia o dos años atrás en Brasil. Sabíamos que la autoridad
indonesia iba a tratar de impedir que llegásemos a la plataforma
petrolífera pero jamás pensé que serían capaces de abrir fuego contra
nosotros, pero las balas son baratas y el petróleo caro. El miedo me
paraliza mientras noto los pantalones asquerosamente adheridos a mi
pierna por la humedad. Mi primera acción fuera de Europa, y la niña
española que se creía que iba a salvar al mundo se mea en los
pantalones.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los activistas indonesios que nos
acompañan se tiran al suelo y colocan las manos en la nuca. Está claro
que ellos están más acostumbrados que nosotros a la actuación de la <em>“Polisi”</em>.
Cómo lamento ahora no haberles creído cuando decían que, allí, cada
manifestación podía acabar en tragedia, que aquello no era Japón ni
Australia ni Estados Unidos, ni siquiera Brasil. Pensé que exageraban.
En Europa, como mucho, acababas con el cuerpo magullado de los porrazos
de los antidisturbios y pasando un par de noches en el calabozo. Pero
aquí las reglas son distintas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Zig imita a nuestros camaradas
indonesios y se lanza al suelo. Yo sigo de pie, congelada con el miedo
atenazando cada uno de los músculos de mi cuerpo. Por mi mente pasan las
confesiones de los activistas locales que habían sufrido alguna
detención. Recuerdo de pronto las palabras de la joven Nandara, que con
sus veinte años llevaba cuatro perteneciendo a la asociación. Nos lo
contó anoche, entre lágrimas, esforzándose por hacerse entender en
inglés, con el rostro arrebolado de vergüenza bajo su hijab, mientras se
terminaba su cerveza.</div>
<div style="text-align: justify;">
“–La primera vez que me detuvieron, me
llevaron a comisaría y me desnudaron. Dijeron que buscaban droga en mi
cuerpo. Me registraron todo. El coño, el culo. Luego me violaron seis
policías y dijeron que me esforzara si quería salir de ahí, que podían
decir que me habían encontrado cocaína. En Indonesia hay pena de muerte
por traficar con drogas”. Me inspiró tanta pena y ternura que estuve
tentada de abrazarla y besarla como a una niña.</div>
<div style="text-align: justify;">
Estoy segura de que, en mi sueño, al menos dos de aquellas manos eran finas y morenas como las de la joven indonesia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sin proponérmelo, me imagino yo misma en
aquella posición en la que tuvieron a Nandara, inmovilizada contra la
mesa de la comisaría, mientras aquellos sucios hijos de puta se turnan
para sodomizarme y hacen constantes bromas sobre “reventarle el culo a
una occidental”. Me recorre un escalofrío de terror y decido que es
mejor dejar de pensar en eso.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi estómago se revuelve en el momento
que uno de los policías centra su mirada en mí. Soy la única activista
que no está tumbada en el suelo y con las manos encima de la nuca,
esperando que la esposen, y no es raro que acaben por fijarse.</div>
<div style="text-align: justify;">
El policía me grita algo en indonesio y
me apunta con su subfusil. Yo sigo paralizada por el miedo. Se ríe y
comienza a acercarse a mí, relamiéndose los labios. Se me revuelve una
vez más el estómago, pero logro contener las náuseas. Bastante tengo con
mearme encima como para también terminar vomitando. Eso sí que sería un
broche perfecto para mi primera misión en el extranjero. Meada,
vomitada y detenida. Y sin haberme podido acostar con ninguna de las
chicas del barco. Un fracaso absoluto.</div>
<div style="text-align: justify;">
El agente llega a mi posición, me señala
el suelo con su arma, y de pronto recuerdo que no llevo ropa interior.
Sí, puede parecer un momento estúpido para preocuparse por la ropa, pero
sé lo que pensarán esos cerdos en cuanto me quieran cachear, si es que
no lo piensan ya. Tal vez el pantalón ya se transparente a causa de la
humedad.</div>
<div style="text-align: justify;">
El pueril pensamiento tiene un efecto
secundario. Despierta mi mente. De pronto escapo violentamente de mi
parálisis, dejo de ser la niña española y me convierto en un animal
acorralado. Como tal, saco las fuerzas, la decisión y el instinto de
supervivencia de no sé muy bien dónde, empujo al policía y comienzo a
huir por la cubierta. Él trastabilla por mi empujón y está a punto de
caer al suelo. Con eso he ganado poco más de un par de segundos. Grita
algo y me apunta con el arma, pero yo ya corro como si la vida
dependiera de ello, porque tal vez es así.</div>
<div style="text-align: justify;">
Escucho los disparos y algo me roza el
hombro. Siento un pinchazo y nada más, y al echar una ojeada mientras
sigo corriendo, puedo ver la sangre que comienza a brotar del corte que
ha causado la bala. ¿Hacia dónde corro? No lo sé. No hay sitio donde
escapar allí atrapada en esa mole de metal en mitad del mar. Solamente
corro tratando de alejarme de Suwardi y su subfusil. Los disparos se
suceden pero la Suerte me protege y ninguno más me da.</div>
<div style="text-align: justify;">
Llego a la barandilla del barco y no me lo pienso.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tengo dos opciones: O me quedo allí a
merced de aquellos corruptos y viciosos o le doy al mar la posibilidad
de que elija mi destino.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tan solo espero que tenga a bien protegerme de la misma manera que yo estaba allí para protegerlo a él.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cerrando los ojos, salto con todas mis
fuerzas sobre la barandilla. Durante un instante me parece quedarme
suspendida en el aire, como esperando que me salgan alas para volar muy
lejos, pero enseguida me precipito al vacío.</div>
<div style="text-align: justify;">
Caigo de pie en el agua. El choque es
más doloroso de lo que pensé en un principio. Miro atrás y veo al
policía asomarse por encima de la barandilla de la nave. Me apunta de
nuevo y dispara otra ráfaga de mortales balas. Una me atraviesa el
antebrazo y mi chillido de dolor, a pesar de toda la adrenalina que me
recorre las venas, es tan potente que puede que haya llegado a oírse
hasta en la India. Un grito que atraviesa fronteras. Nada que ver con el
grito que atravesaba fronteras de Mandela, o el de Ghandi o el de
Rigoberta Menchú. Mi grito es muy distinto al suyo, aunque todos lleven
dolor en la voz. Pienso que, quizás, he terminado por hacer lo que
ninguno de ellos haría: Huir. Ellos se hubieran quedado allí arriba, en
el barco, hubieran dejado que los apresaran sin violencia y habrían
seguido su lucha dialogando con los policías.</div>
<div style="text-align: justify;">
Miro de nuevo al barco, quizás esperando
ver a los tres héroes mirándome desde cubierta con la decepción marcada
en el rostro, pero solo veo al policía indonesio, al que se le suman
otros dos. Ellos son Djamiaat, Suwardi y Bambang, no Nelson, Mohandas y
Rigoberta, y los tres me apuntan con sus subfusiles.</div>
<div style="text-align: justify;">
Solo tengo una posibilidad. He de
alejarme del barco abordado pero, si nado, seré un blanco perfecto para
esos cabrones de gatillo fácil. Desoyendo el incesante dolor de mi brazo
izquierdo, me sumerjo en el agua para huir de las balas mientras un
rosado reguero de sangre mezclada con agua de mar me sale del brazo,
como una vaporosa cinta que me persigue o que marca el camino hacia mí
para policías y tiburones.</div>
<div style="text-align: justify;">
Buceo mientras el aire de mis pulmones
se va agotando. Una bala llega justo a mi altura, pero el agua ha hecho
su trabajo y ha detenido su fuerza. La veo hundirse lentamente a mi lado
mientras mis pies me impulsan con todas las fuerzas de las que
dispongo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los segundos parecen horas. El pecho me
lanza dolorosos pinchazos para recordarme que no tengo branquias y que
necesito aire para respirar, pero no puedo volver a la superficie a
enfrentarme a los subfusiles. El mar es menos peligroso que la policía
indonesia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una bocanada de aire, imposible ya de
retener en el interior de mi cuerpo a pesar de lo necesaria que es, se
escapa de mi boca. Veo las burbujas comenzar a subir y de pronto me doy
cuenta de lo hondo que he buceado. No logro ver la superficie. Sé que
está allí porque la luz aún se trasluce a través de los metros de agua,
pero no hay ni rastro del barco. Tan profundo, tampoco se escuchan los
gritos ni disparos. Tan profundo, no se escucha nada. Tan profundo, solo
existe el dulce abrazo del agua.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por un instante, me encuentro en paz y
pienso que, tal vez, me haya convertido en una sirena, transformada por
el amor y la gratitud del mar, y que el mundo de la superficie ya no es
algo que deba preocuparme, pero un nuevo pinchazo bajo mis costillas me
devuelve a mi condición humana. He de subir.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una nueva exhalación de aire escapa de
mi boca vaciando mis pulmones. La primera reacción es tratar de
retenerla, de devolverla a mi cuerpo, de darle un mordisco a aquella
masa amorfa que se escapa de mí. Mala idea. Por cada partícula de aire
que recupero hay un chorro de agua fría, salada y asesina que se cuela
en mis pulmones.</div>
<div style="text-align: justify;">
Toso. Aún bajo el agua, toso escupiendo
el poco aire que me quedaba y el mundo se va apagando mientras mis
músculos sufren espasmos. Una fuerza sobrehumana me empuja hacia abajo, a
mi tumba acuática. Otra fuerza tira de mí hacia arriba, hacia la luz.
Tal vez Dios y Diablo se estén peleando por mi alma. Si lo que dicen los
curas es cierto, Dios no tiene nada que hacer y mi alma arderá por
siempre en el infierno. Es el fin de Elena López: lesbiana, comunista,
agnóstica, anticlerical, vegetariana y prontamente alma torturada en el
infierno. Seguro que a Dios tampoco le gustó mucho que me colara con los
pechos desnudos en una misa para protestar. Una débil sonrisa que no sé
si llega a reflejarse en mi rostro me asalta al recordar la cara del
cura al ver entrar gritando cinco jóvenes con las tetas al aire.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras cierro los ojos y mis pulmones
me lanzan un último y desesperado pinchazo, como si me gritaran un
“Te-lo-dije” carca y altivo, siento que desaparezco, que todo el mundo
desaparece, en ese azul cósmico que me rodea.</div>
<div style="text-align: justify;">
Diez tetas desnudas. Enfrente, un cura
ojiplático. En la segunda fila, Satanás sonríe y aplaude. Esa es la
última imagen que me pasa por la cabeza antes de ser engullida por la
nada húmeda y cruel del mar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 1</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Abro los ojos, toso escupiendo agua
salada y noto que todo el cuerpo me duele. Como un barco a la deriva, he
acabado encallando en un arrecife de coral que, por fortuna, ha
mantenido mi cabeza fuera del agua. El sol está a punto de caer y sus
últimos rayos me permiten ver a mi alrededor.</div>
<div style="text-align: justify;">
Solo hay naturaleza. Ni el más mínimo
vestigio de civilización. Ni una luz, ni un barco, ni una casa. Genial.
Me acabo de convertir en el maldito Robinsón Crusoe con tetas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Entre toses, me levanto y de pronto
desearía no haberlo hecho. El dolor de mi brazo agujereado regresa en
todo su esplendor y no puedo evitar un grito rabioso.</div>
<div style="text-align: justify;">
De pie sobre el resbaladizo coral, miro a
mi alrededor. Es raro que el coral esté tan a ras de la superficie,
pero posiblemente sea a causa del terrorífico tsunami que sufrió la zona
hace unos años. Al menos sigo en el planeta Tierra y en el sudeste
asiático. Estaba esperando que de un momento a otro llegara Satanás, o
Azrael, o Caronte, o Kali, o Anubis, o el mismísimo E.T. o quien fuera
que sea el verdadero encargado de guiar a los muertos, para llevarme a
su infierno particular. Pero el mar ha sido relativamente piadoso
conmigo. Me ha mantenido viva y seguramente no tarde mucho en encontrar
gente que pueda ayudarme a volver a casa. Desde España será mucho más
fácil protestar contra las barbaridades cometidas por la policía de
Indonesia. La muerte de Marie no puede quedar impune. Espero que haya
sido la única.</div>
<div style="text-align: justify;">
La playa, que a pocos metros de mí
cambia el coral por arena blanca, lleva hasta un frondoso bosque
selvático. Unos árboles aún más grandes que sus vecinos resaltan sobre
el mar verde que forma la arboleda. No parece un lugar habitado, aunque
el paisaje me suena levemente, no recuerdo de qué. Los peces son
abundantes en el agua de la que he surgido, como una Afrodita
desarrapada, mal vestida y contemporánea, pero no hay ni una sola cabaña
de pescador a la vista. Ni cañas, ni barcazas, ni siquiera primitivas
trampas para peces. Tal vez me va a ser más difícil regresar de lo que
pensé en un primer momento.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me acerco a duras penas hacia tierra un
poco más firme. El brazo me sigue sangrando y debo encontrar rápidamente
algo con lo que curarme. Improviso un torniquete con un retal de mi
blusa y un palo que encuentro en la playa y me siento en la arena a
recuperar fuerzas.</div>
<div style="text-align: justify;">
El agua salada ha hecho un buen trabajo
con la herida. No la ha curado del todo, pero sí ha conseguido que no me
desangre, aunque el dolor sea espantoso. Pero también es espantoso el
cansancio que siento. Por si fuera poco, la noche empieza a caer y el
frío es cada vez mayor.</div>
<div style="text-align: justify;">
Trato de organizarme. Ahora que no hay
policías apuntándome es un buen momento para pensar. Primer pensamiento:
ha sido un error saltar del barco. Eso no me ayuda nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
Lo primero debe ser curarme el agujero
del brazo y buscar refugio para la noche. Mañana podría explorar la zona
y ver si he acabado en una isla o he llegado sin proponérmelo al
continente, tal vez haya algún pueblo cerca en el que me puedan prestar
ayuda. Prefiero estar en zona india antes que en la indonesia, estoy
segura de que, en caso de no haber cambiado de país, esos machistas
musulmanes me terminarán deteniendo y mi alocada, peligrosa y
desesperada huida no habrá servido de nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sintiendo el frío agudizarse por mi ropa empapada, me interno en el bosque buscando algo o alguien que me sirva.</div>
<div style="text-align: justify;">
Dos horas escasas de búsqueda son
suficientes a pesar de la casi inexistente luz. He tardado solo unos
pocos minutos en encontrar una planta de <em>“centella asiatica”</em>,
con la que he hecho una especie de emplasto para taparme los dos
agujeros de mi brazo. El hombro no precisa muchas más atenciones, ahí la
bala tan solo me ha rozado, pero aun así he usado el sobrante para
cubrirme el arañazo. Mi profesor de Botánica debería haberme explicado
que, aunque sea un buen cicatrizante, la maldita <em>centella</em>
escuece como el puro fuego en las heridas, pero me satisface mucho haber
podido encontrarla mientras aún había luz. Ahora ya es noche cerrada y
no puedo, aunque quiera, identificar más plantas. De todas formas, la
pequeña cueva que he encontrado es lo último que necesito de momento. Me
resguarda del viento, de las fieras y tiene unos pequeños charcos de
agua dulce para no morirme de sed, así que recojo casi a tientas algo de
madera seca y preparo un fuego como una auténtica troglodita, con un
palo y fibras secas de corteza a modo de yesca.</div>
<div style="text-align: justify;">
Casi tardo más en conseguir la llama que
en encontrar la cueva. En las películas y documentales parece todo
mucho más fácil. He colocado la hoguera a la entrada de la cueva, tanto
para evitar que se llene de humo como para facilitar que alguien pueda
encontrarme si pasa por aquella recóndita esquina del mundo. Me
desvisto, dejo la ropa todavía empapada cerca del fuego, y no tardo en
entrar en calor junto a las llamas. Mi cuerpo desnudo me retrotrae al
sueño de esa mañana. Demasiados dedos. Trato de recordar si alguna de
aquellas manos era la de Nandara, o la de Marie, pero pensar en la
francesa me hace volver a ver su cabeza estallando en una lluvia de
sangre y masa cerebral. Intento no llorar y alejarla de mi mente
centrándome en Nandara. Nunca he estado con una musulmana... podría
haber sido una experiencia interesante.</div>
<div style="text-align: justify;">
El suelo esta frío, duro y sucio, pero
mi cansancio es superior a cualquier inconveniente. Tras alimentar el
fuego con unos troncos algo más húmedos que tardarán más en arder, e
imaginarme cómo debe ser el cuerpo desnudo de la indonesia, no tardo en
caer dormida.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 2</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando despierto, la luz inunda toda la
pequeña cueva. La hoguera está fría y apagada, pero me siento descansada
y el calor exterior es agradable. Me visto y salgo de mi refugio presta
a encontrar un modo de regresar a la civilización.</div>
<div style="text-align: justify;">
No es hasta que me pongo a caminar
cuando noto el hambre que atenaza mis entrañas. Llevo casi dos días sin
tragar nada que no sea agua de mar. El brazo, aunque me sigue doliendo
en cualquier movimiento, parece curarse bien. Decido buscar comida antes
de cambiarme el emplasto. Multitud de pequeñas aves y reptiles se
esconden a mi paso, sin saber que sería incapaz de acabar con su vida
para salvar la mía. No me es difícil encontrar un par de árboles
frutales que prácticamente vacío en mi ataque de hambre. Si bien es
cierto que los longanes y los rambutanes que había probado no hacía
mucho en Tailandia, donde embarqué en el “Planet Warrior”, eran mucho
más dulces y tenían muchas menos semillas que los que encuentro en mi
camino, estos, a merced del hambre que me asalta, me resultan bastante
más deliciosos.</div>
<div style="text-align: justify;">
La selva está llena de vida y sonidos,
pero todos naturales. Algo que en cualquier otro momento de mi vida me
hubiera parecido una bendición pero que en este instante entra en
conflicto con mi necesidad de encontrar gente. Una selva tan virgen
significa que no hay muchas posibilidades de que sea visitada ni por
pobladores ni mucho menos por turistas. Empiezo a pensar que es una isla
desierta cuando desemboco en una nueva playa. La posición del sol me
indica que es la zona norte de la isla, justo la orilla contraria en la
que varé y no logro divisar ni rastro de civilización siquiera al otro
lado del mar. Ni un barco, ni un avión, ni un simple pescador. Dudo
entre haber acabado en una isla desierta o que allí fuera se haya
desatado el fin del mundo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por si acaso, me paso un par de horas
colocando palos y piedras en la playa para formar un enorme “SOS” que
avise a cualquiera que sobrevuele la isla a no mucha altura. Los vuelos
militares, irónicamente para una activista pacífica como yo, se
convierten en mi mayor posibilidad de escapar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Vuelvo al interior de la isla cuando el
sol está de nuevo a punto de caer. Estoy cansada de mi caminata y del
trabajo en la playa, pero no logro encontrar el camino de vuelta a la
cueva.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los sonidos que me llegan desde los
árboles son cada vez más inquietantes. El follaje se mueve como
atravesado por animales enormes. Empiezo a tener miedo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Hola? ¿Hay alguien? ¿<em>Hello</em>? ¿<em>Namasté</em>?
-rezo para que me respondan en hindi antes de probar, con miedo, en
indonesío y javanés. Aún tengo ilusiones puestas en haber cruzado las
fronteras y haber acabado en territorio indio- ¿<em>Halo</em>?</div>
<div style="text-align: justify;">
Como única respuesta, los árboles se
mueven a mi espalda y escucho el correr de unos pies sobre la tierra. Al
menos deseo que sean unos pies.</div>
<div style="text-align: justify;">
Salgo como alma que lleva el diablo en
la misma dirección. Esa persona puede ser mi salvoconducto para escapar
de aquella isla y volver a mi mullida cama en España.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡No huyas! ¡No voy a hacerte daño! ¡I
WON'T HARM YOU! -grito en medio del bosque pero parece que no hay nadie
que escuche mis palabras. El sonido de los pies ha desaparecido y, a
pesar de mirar en todas direcciones, no logro encontrar ningún rastro.
Si alguien ha pasado por allí, ha debido ser un fantasma. Será eso.
Estoy en la maldita isla de los espíritus, castigada por no cumplir con
las leyes divinas de quien quiera que sea el dios verdadero. O eso, o me
he imaginado los ruidos. Me asombra que haya tardado solo un día en
volverme loca.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me apoyo a descansar entre las raíces
enormes de un árbol, y caigo dormida enseguida. En mi sueño, un espíritu
fuerte, etéreo y varonil me viola repetidamente hasta que estallo en un
orgasmo poderoso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 3</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Regreso a la playa para comprobar que la
marea no se haya llevado mi mensaje de ayuda. El mensaje está
destrozado, pero no ha sido la marea. La marea no devuelve piedras y
palos al bosque y deja un solo palo clavado en la arena, como el asta de
una bandera inexistente.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me acerco y no reconozco ese palo entre
los que puse ayer. Es demasiado recto para ser natural. Un temblor me
recorre las piernas al extraerlo de la arena y ver su afilada punta. Me
fijo más y descubro una muesca en la otra punta del palo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Eso no es un palo. Es una flecha.</div>
<div style="text-align: justify;">
De pronto, mi vista resbala hasta
posarse en lo que había creído una enorme piedra blanca. Tiene un
pequeño agujero, del tamaño justo de la flecha. Agarro la piedra
semienterrada en la arena y no puedo evitar emitir un grito ahogado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tampoco es una piedra. Con sus dos
cuencas vacías y su sonrisa de solo dientes superiores, la calavera sin
mandíbula parece mirarme a los ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
No son una flecha y una calavera simplemente. Son una horrenda y atroz advertencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Miro hacia la selva y me parece ver una
sombra mirarme desde las ramas de uno de los árboles. El blanco nuclear
de la esclerótica de sus ojos contrasta con el negro de sus pupilas y su
piel.</div>
<div style="text-align: justify;">
En cuanto me acerco a él, con las manos
levantadas para aparentar lo más inofensiva posible, desaparece entre la
espesura como un espíritu del bosque.</div>
<div style="text-align: justify;">
Esa misma tarde, tras volver a encontrar
mi cueva, me fabrico una lanza. No soy una amenaza para quien quiera
que habite esa isla, pero ellos pueden serlo para mí. La afilo contra
las paredes de roca hasta que considero que podría atravesar un cuerpo
humano. Mi brazo izquierdo me duele cada vez más, tal vez tanto
movimiento no haga más que reabrirme la herida.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me siento en la parte más oscura de mi
madriguera, apuntando con mi primitiva arma hacia la entrada de la misma
y creyendo que, en mi estado de nerviosismo, me va a ser fácil pasarme
toda la noche despierta, vigilando. Sin embargo, mi cuerpo tiene una
opinión distinta. No llego a ver oscurecerse el cielo. Mis ojos se le
adelantan y, de pronto, llevada por las alas de Morfeo, me encuentro muy
lejos de aquella isla llena de espíritus violentos que me amenazan.</div>
<div style="text-align: justify;">
En mi narcótico duermevela, regreso a mi
casa, a mi habitación de paredes rosas, a mi cama cuasi infantil llena
de peluches. También regreso en el tiempo. El reloj marcha hacia atrás y
las hojas del calendario vuelven a superponerse las unas a las otras.
Hacía poco más de seis meses de aquella noche.</div>
<div style="text-align: justify;">
A mi lado, Natalia se mantiene
despierta, viendo un estúpido programa de televisión después de hacer el
amor conmigo. Natalia... ¡cómo te echo de menos! ¿Por qué tuve que
romper contigo? Ocho meses en el culo del mundo tampoco iban a ser tanto
tiempo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi ex-novia se enciende un porro y su
rostro, iluminado a medias entre la llama del mechero y la azulada luz
del televisor, parece más bello todavía. Sus pechos desnudos, los mismos
generosos pechos de los que acabo de mamar como si fuera un bebé, se
alzan firmes y redondos como retándome a que los vuelva a lamer.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“Hoy traemos un caso muy interesante para los amigos del misterio...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
El presentador de la tele habla de
alguna chorrada que no me interesa. Solo me interesan los labios
carnosos de Natalia, cerrados en torno al porro como si lo estuvieran
besando.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Podemos casi hablar de la única isla inexplorada del mundo...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
La isla perfecta para desaparecer junto con Natalia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Alargo la mano en dirección al “canuto”
que pende de la perfecta boca, pero a medio camino cambia de opinión y
se detiene sobre uno de los suculentos senos de mi chica.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Estás despierta? -Natalia deja de prestar atención a la tele y se vuelve hacia mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Sus pobladores se muestran violentos ante cualquier contacto con el exterior...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
El porro se separa de los labios y su
lugar lo ocupa mi propia boca en un beso que sabe a rosas, fresa y
marihuana. Tal vez también sepa a mi propio cuerpo, que con tanta
devoción ha lamido, chupado, y sorbido minutos antes.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Nunca te cansas, eh? -me dice cuando mi mano aparta la sábana que le cubre el regazo y busca su sexo caliente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Se salvaron del terrorífico
tsunami moviéndose a las tierras altas de la isla antes de que
ocurriese. ¿Cómo sabían que iba a suceder? Nadie lo sabe...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
Natalia separa sus labios de los míos y
me ofrece el porro. Le doy una calada mientras sus manos, ahora libres,
soban mi culo con suavidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Hace siglos que los distintos
gobiernos británico primero e indio después intentan contactar
pacíficamente con ellos, pero sus intentos siempre son repelidos por la
fuerza...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
Natalia me besa en la boca, en el
cuello, en los pechos, en el vientre. Es imposible que un ser con una
sola lengua sea capaz de besar en tantos sitios, pero Natalia lo hace.
Nuestros primeros suspiros se sobreponen. El mío lo causan sus labios,
el suyo, mis caricias en su clítoris.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Flechas sin punta como advertencia...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Quito la tele? -pregunta, entre jadeo y suspiro.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Da igual. No me molesta.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mis dedos entran en su coño y a ella tampoco parece molestarle.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Piel oscura, casi parecen pobladores africanos más que asiáticos...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
Natalia me imita. Mi sexo se abre,
caliente y húmedo, ante las dos serpientes de carne que ella llama
dedos. Serpientes que bucean en mis entrañas, que me arrancan del cuerpo
humedad y gemidos, que me hacen necesario concentrarme para simplemente
seguir con mis lúbricas caricias en el cuerpo hermoso de Natalia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Mar de Andamán, entre India, Myanmar e Indonesia...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
Mi sáfica amante redobla la intensidad
de sus caricias y noto que me derrito, que mi cuerpo se funde encima de
esas manos. Las palabras del presentador entran en mi cabeza pero no
hallan sitio. Todo mi cerebro está ocupado por castillos de fuegos
artificiales, explosiones de colores con forma de tetas, de coño, de
labios... y las tetas, el coño y los labios que se forman, cada uno con
mil puntitos de luz, cada uno con mil neuronas que estallan de placer,
son las tetas, el coño y los labios de Natalia. Las tetas que acaricio
con una mano, el coño que penetro con la otra, los labios que apresan
mis pezones.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>“[...]Se trata de la isla de Sentinel del Norte, posiblemente la última isla salvaje del mundo...”</em></div>
<div style="text-align: justify;">
Estallo en un orgasmo atronador del cual
no me callo ni el más mínimo de los gemidos. Caigo de lado, junto a
Natalia, mientras ella sonríe y recoge el porro que he tirado al suelo
en plena vorágine de sexo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando me tumbo boca arriba, se sienta
sobre mi boca y mi nariz se hunde en su espeso vello púbico. Es como una
selva. Una selva en medio de una isla de sexo en medio de un océano de
sensualidad. El olor de su coño me inunda las fosas nasales mientras mi
lengua empieza su trabajo. Natalia me grita, gime, me palmea en las
tetas pidiendo más, sin dejar de fumarse el porro.</div>
<div style="text-align: justify;">
“Sentinel del Norte... y una mierda.
Este coño es la isla más salvaje del mundo.” -pienso, antes de llevar al
clímax a mi chica, justo cuando empiezan los anuncios en la tele.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 5</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cinco días. Cinco días en esta maldita
isla alimentándome de rambutanes y longanes, huyendo de cualquier ruido
del bosque. Ahora que recuerdo su nombre y algo de su historia, aquella
isla me parece aún más aterradora. O me lo ha parecido durante estos
días.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras la primera noche arrinconada en la
cueva a causa de mis miedos, había decidido abandonarla. Si me
encontraban allí, estaría acorralada y sin salida, a merced de aquellos
salvajes cuya fama me tenía aterrada.</div>
<div style="text-align: justify;">
Siempre camino armada con mi lanza, pero hasta el momento no he tenido problemas con los <em>sentinelîs</em>.
En cuanto me ven, salen huyendo antes de que yo siquiera pueda verlos.
Solo escucho hojas moviéndose y pisadas alejándose. Ni siquiera el haber
terminado por prescindir de mis ropas occidentales, que ya estaban
hechas un asco tras tantos días de naufragio, y seguir explorando la
tierra desnuda, ha hecho que los habitantes intenten contactar conmigo.
Ni tan siquiera atacarme, aunque tampoco les he dado motivos para
hacerlo. Siempre que no consideren mi presencia allí como un acto de
conquista. Durante los primeros días de desnudez tuve miedo de ser
violada por aquellos salvajes, aunque una extraña parte oscura y
reprimida de mi mente se excitó con aquel pensamiento. Una locura. A mí
me gustaban las mujeres y la idea de que una mujer salvaje me quisiera
violar era, aunque lasciva, improbable. De todos modos, la actitud de
aquellos arborícolas no había variado un ápice. Me seguían vigilando
desde las sombras, como si me tuvieran cierto respeto extraño, pero no
se fiaran de mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
Agarro un par de longanes de un árbol y
los miro con fastidio. Dos semanas antes, en España, hubiera vendido un
riñón para poder comprar ese tipo de fruta, pero ahora empiezo a
aborrecerla. Además, mi cuerpo parece pedir algo más que ese mísero
vegetal para mantenerse. Había intentado en un par de ocasiones preparar
un caldo con otras plantas que no reconocía pero el resultado fue
incomible, por lo que me había visto a recurrir exclusivamente a las
frutas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una rata me mira curiosa desde las
raíces, como riéndose de mí y de mi dieta. Meses antes, habría salido
corriendo si me la encontrase por casa, pero en aquella isla, a pesar de
ser uno de los mamíferos no humanos más grandes, no me inspira más que
una asquerosa indiferencia. Hago un par de gestos para asustarla pero la
maldita rata no se mueve de allí, simplemente me sigue mirando con sus
inexpresivos ojos, burlándose. Repito el gesto. El roedor continúa
inamovible.</div>
<div style="text-align: justify;">
La rabia y la frustración me ciegan.
Entiendo no poder entablar contacto con una tribu que lleva siglos
entrenándose en que no la encuentren, pero ser incapaz de asustar a una
mísera ratita, es demasiado.</div>
<div style="text-align: justify;">
No me doy cuenta de la fuerza con la que
estoy agarrando la lanza hasta que, con un movimiento rápido y
misteriosamente certero, ensarto en ella al animalito.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los longanes me caen de la mano. Me
quedo petrificada viendo la rata ensartada en la lanza. La sangre mana
del cuerpecillo del roedor y mancha las raíces del árbol. Se ven sus
tripas diminutas colgar asquerosamente de la herida, y su boca sin vida
parece proferir un grito horrorosamente mudo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Elena López ha matado. Ha acabado con
una vida igual que los toreros ante los que tantas veces se ha
manifestado. Pero Elena López vivía en España, donde es fácil encontrar
otras frutas y derivados de soja en cualquier tienda que le permitían
seguir con su alimentación vegana. La Elena López desnuda y náufraga
necesita algo más que longanes y rambutanes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cierro los ojos y, entre el asco y la
necesidad, lamo la sangre que se derrama por la lanza en un gesto casi
obsceno. El gusto es metálico, acre, y caliente. Es raro. Llevo años sin
probar nada que provenga de un animal, desde que decidí abrazar el
veganismo, y el sabor, aunque en cualquier otro momento me hubiera
podido resultar asqueroso, tiene algo de prohibido y tentador que
despierta al animal de mis entrañas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sin saber qué hago, como llevada por una
fuerza superior, le doy un fuerte mordisco a la rata, arrancándola
violéntamente de la lanza, desgarrándola y partiéndola en dos. La cabeza
y el torso caen al suelo mientras me doy un festín con su carne cruda.
Siento mi cuerpo llenarse de vida, tal vez de la vida que le he
arrebatado al animal. Tal vez como un regalo de parte de la isla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando vuelvo en mí, los remordimientos
me hacen vomitar. Vomito sangre de rata y pulpa de rambután. Vomito
bilis, longán y carne cruda. Vomito hasta que me mareo y caigo
desmayada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 7</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mis intentos por fabricar una barca con
los árboles de la isla son infructuosos. Los troncos y ramas que he
podido llevar a la playa se hunden en el agua con el mínimo peso y ni
siquiera me logran servir de flotador para nadar. Se sumergen en cuanto
me apoyo lo más mínimamente en ellos y luego vuelven a la superficie en
cuanto los libero, como si se riesen de mí o me retaran a adelgazar más
aún de lo que ya he hecho tras solo siete días de escrupulosa y cansina
dieta frutícola. Después de horas de trabajo y media docena de troncos
flotando alegremente por el mar, alejándose de Sentinel del Norte, me
doy por vencida y mi vista resbala hacia los peces que pululan por el
agua, jugueteando entre mis piernas, como retándome y burlándose de mis
nulas habilidades salvajes.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Ya está bien. -gruño, alcanzando mi
lanza y volviendo a la orilla en busca de algo de carne que me de unas
fuerzas de las que ahora mismo carezco. Necesito pescar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Más de dos horas. Paso más de dos horas para cazar un maldito pez. Tras la enésima intentona, consigo atravesar uno en mi lanza.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es el fin de Elena López, la vegana.
Recuerdo con una sonrisa melancólica mis discusiones con Natalia cuando
me echaba en cara que el ser humano, como muchos otros animales, estaba
hecho para ser omnívoro, y que no comer carne era luchar contra nuestra
propia naturaleza. “¡Y que eso lo diga una lesbiana!” -replicaba yo-
“¿No está también en tu naturaleza tener hijos con un hombre? ¿Entonces
qué haces conmigo? Vete a cumplir con tu naturaleza y a que te metan una
polla bien gorda”.</div>
<div style="text-align: justify;">
Después de un intercambio de cariñosos
insultos como “demagoga”, “salvaje”, “niñita malcriada”, o “depredadora
inmisericorde”, solíamos reconciliarnos haciendo el amor como dos fieras
encerradas en una jaula de sábanas, sudor y flujo. De estas agradables
discusiones habíamos sacado hasta nuestros cariñosos apelativos. Ella
era mi “gatita carnívora” y yo su “conejito vegetariano”. Natalia... Me
harían falta sus conocimientos de cocina para saber cuánto tiempo debo
calentar el pescado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Miro mi pesca sin poder evitar un poco
de remordimiento, pero yo misma he usado en defensa de mi modo de vida
los mismos argumentos que he de usar para traicionarlo. “La civilización
nos permite alimentarnos bien sin tener que acabar con la vida de otras
especies”. Civilización. ¡Qué lejana me parece ya esa palabra! Solo ha
pasado una semana y su significado empieza a diluirse como lo hizo mi
sangre en el mar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Preparo un fuego en la misma playa, y
cocino el pez mirando de reojo a la selva por si alguno de los isleños
aparece. No noto ningún movimiento. Cuando pienso que mi presa está bien
tostada, empiezo a comerla, luchando contra las raspas. El sabor no me
desagrada aunque cualquier cocinero profesional seguro que tiraba mi
obra a la basura antes de darle un bocado. Creo que me he pasado de
cocción. Tras acabar la comida y cerciorarme de que nadie, al menos
nadie visible, me vigila, se me ocurre algo. Una dádiva.</div>
<div style="text-align: justify;">
Vuelvo al agua y cazo un nuevo pez con
la lanza. Esta segunda vez es mucho más fácil que la primera. Lo cocino
un poco menos de tiempo que el mío y lo dejo allí, esperando que lo
encuentren los <em>sentinelîs</em> antes que los enormes lagartos de la isla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es hora de hacer valer mis años de
gimnasia artística. Me encaramo a uno de los árboles y me sorprende lo
fácil que me resulta. Allí, oculta entre las ramas, espero que aparezca
alguno de ellos, pero las horas pasan y nada ocurre. Ni el más mínimo
movimiento.</div>
<div style="text-align: justify;">
Caigo dormida sin darme cuenta. Cuando me despierto, el pez está a los pies del árbol al que he escalado.</div>
<div style="text-align: justify;">
El mensaje parece claro.</div>
<div style="text-align: justify;">
No queremos regalos. Si tú lo cazas. Tú lo comes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 15</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tras dos semanas en la isla, ya conozco
todo su perímetro. No me he atrevido a adentrarme demasiado en el oscuro
interior, donde la densidad de los árboles no deja pasar casi nada de
luz, pero ya conozco los mejores sitios para pescar y las zonas
ribereñas donde puedo encontrar más frutas. Los <em>sentinelîs</em>
parecen estar en todos los sitios, vigilándome desde los árboles. Ayer
cacé mi primera presa terrestre, si descontamos la rata que asesiné, y
debo decir que la carne de lagarto me trajo recuerdos de mi niñez. Su
sabor me recordó al pollo que cocinaba mi madre cuando yo era pequeña y
no sé si eso dice mucho del lagarto o muy poco de las habilidades
culinarias de mi progenitora.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mis contactos con la tribu, si es que se
pueden llamar contactos, no han pasado de su invisible vigilancia sobre
mí cuando buscaba fruta en la isla y del sonido de hojas y la huida
cuando me daba cuenta de que me espiaban. Finalmente, hoy me he decidido
a cambiar eso. Hoy seré yo la que vigile.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras algunas pruebas, he descubierto una
planta cuya savia es más verde y espesa que las demás, y
embadurnándomela, mi cuerpo adquiere unos matices verdosos que me
facilitan el camuflarme con las hojas de los árboles.</div>
<div style="text-align: justify;">
En cuanto me adentro en la isla noto que
la cantidad de vegetación por superficie aumenta a medida que voy
internándome. También que muy pocos los árboles han sido arrancados por
el tsunami y que la mayoría se mantienen intactos, como si olas
gigantescas de cientos de metros no hubieran arrasado toda la zona o
alguna magia ancestral los hubiera protegido.</div>
<div style="text-align: justify;">
Trepo a un árbol y me doy cuenta de lo
fácil que es pasar de uno a otro, más aún que con las barras paralelas.
Hay tanto árbol, que casi parecen entrelazar sus ramas, en un eterno y
vegetal abrazo de camaradería. Sintiéndome como Tarzán, un Tarzán verde y
con vagina, voy avanzando de árbol en árbol en medio de la selva.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras cerca de media hora de exploración,
llego a un pequeño claro y no puedo más que maravillarme ante la
belleza que la naturaleza ha dispuesto ante mí. Un pequeño estanque de
agua, rodeado de exuberante vegetación, reposa sus cristalinas aguas
mientras una pequeña cascada vierte un suave pero continuo torrente en
su superficie. El paraíso terrenal hecho realidad. Estoy unos minutos
observando entre las ramas, maravillándome ante la placidez que se
respira hasta que, cuando casi me he decidido por bajar y darme un baño,
unos sonidos me ponen en alerta. Mis sentidos se han aguzado en los
pocos días que llevo varada en la isla. O tal vez es solo que les presto
más atención.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una mujer desnuda se acerca caminando al
agua. Mira a todos los lados y yo me arrebujo más entre la hojarasca
para que no me vea. Afortunadamente, mi camuflaje hace su trabajo y paso
desapercibida ante sus ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
La mujer es indudablemente de raza
negra. Cien por cien africana. Destaca en este continente. También
parece joven. Sus pechos, del tamaño de dos grandes manzanas, se
mantienen firmes y erguidos, y sus oscuros pezones aparentan pequeños en
mitad de esas dos areolas negras. Sus labios carnosos, su culo
imponente, su vientre plano, su pelo rizado, sus ojos azabache y la
tupida mata de su vello púbico me excitan como hace tiempo que nada me
excitaba. Tal vez llevo ya demasiado tiempo sin sexo. La mujer transpira
un aire de salvajismo y peligro que me llaman.</div>
<div style="text-align: justify;">
La negra se hunde lentamente en el agua.
Sus pezones se hinchan de frío y los míos se hinchan de calor. Un calor
propio, íntimo y húmedo que empieza a tomar mi piel. La mujer no parece
haber reparado en mi presencia, aunque a cada rato mira a uno y otro
lado para asegurarse de que está sola. Mi camuflaje es mejor de lo que
pensé en un principio.</div>
<div style="text-align: justify;">
En el estanque, nada libremente, y sus
músculos de caoba brillan húmedos e incitantes. Mi estado de lasciva
voyeur me sume en un creciente estado de excitación. Un suspiro se me
escapa cuando, casi sin darme cuenta, mis dedos rozan los labios de mi
sexo. Me arrepiento al instante porque la mujer parece escucharme y
observa en todas direcciones, pero en lugar de en mí, su mirada se fija
justo al otro lado del claro.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sigo la dirección que marcan sus ojos
oscuros y encuentro a dos hombres que acaban de surgir de la oscuridad
del bosque mirándola con una sonrisa que no puedo definir con otro
apelativo que “maléfica”. La mujer parece pensar por un momento en huir,
pero desiste de la idea. Se queda allí en medio del agua, esperando que
aquellos cazadores vayan a por ella. Ambos son igual de negros y van
igual de desnudos que ella. Parecen conocerla. Ríen con complicidad
machista mientras miran a la hembra.</div>
<div style="text-align: justify;">
Uno de los hombres le dice algo al otro y
se mete en el agua, con una enorme erección creciéndole entre las
piernas. Su compañero se queda atrás, vigilando para que nadie importune
a la feliz o infeliz pareja.</div>
<div style="text-align: justify;">
El negro agarra de la cintura a la mujer, que responde con un gritito más de sorpresa que de miedo, y la saca del agua.</div>
<div style="text-align: justify;">
“Se la van a follar” -pienso- “. Se la van a follar y les va a dar igual si ella quiere o no.”</div>
<div style="text-align: justify;">
Me noto la boca seca, los ojos vidriosos y el sexo húmedo.</div>
<div style="text-align: justify;">
El <em>sentinelî</em> deja caer a la
joven de espaldas al suelo, sin ningún tipo de cuidado, y le abre las
piernas. Suspiro excitada cuando veo su cabeza hundirse entre las negras
piernas. La mujer se deja hacer, se ofrece sin remedio a su vecino y
pierde su mirada en el pequeño cielo azul del claro.</div>
<div style="text-align: justify;">
Desde mi improvisada atalaya, puedo
seguir la escena sin miedo a que me descubran. Las hojas me esconden lo
suficiente pero dejan pasar mi mirada cada vez más excitada.</div>
<div style="text-align: justify;">
La negra apaga su primer gemido. El otro
negro, el que vigila, ríe grotescamente. El que le come el coño no
separa su lengua de la oscura raja ni para reír.</div>
<div style="text-align: justify;">
Noto que mi mano atraviesa mi vello
púbico. Ya está mucho más largo y tupido de lo que me gustaría, pero en
aquel oscuro lugar del mundo, el aspecto de mis genitales es lo último
que me preocupa. El placer que me empiezan a causar los roces de mis
dedos sobre ellos, sin embargo, sí me preocupa. Me aterra. También me
encanta.</div>
<div style="text-align: justify;">
Está claro, llevo demasiado tiempo sin
sexo. La respuesta de mi coño a mis dedos juguetones es demasiado
potente y húmeda. Aunque tal vez la culpa la tenga esa comida de coño
que sucede a pocos metros de mí. O precisamente mi delicada posición es
lo que me pone tan cachonda.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi mente se desdobla. Una parte se queda
allí, en el árbol, manteniendo la masturbación lenta y silenciosa, y
otra viaja hacia la pareja, para fundirse con la mente de la negra y
recibir las caricias de esa lengua. O para fundirse con la del negro y
ofrecer las mismas caricias, saborear ese coño negro y salvaje que, de
seguro, sabe a selva, sabe a peligro, sabe a naturaleza, sabe a África
primitiva y, por encima de todo, sabe a mujer. Un sabor que echo ya de
menos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los gemidos de la negra se suceden. El
negro trepa por su cuerpo y su enorme erección se dirige sin obstáculo
ninguno al mismo orificio que hace poco extasiaba con su lengua.</div>
<div style="text-align: justify;">
Acallo un gemido que se me agolpa en la
garganta. Mis dedos se introducen en mi sexo en el mismo momento que
aquella polla oscura como la noche es recibida en la húmeda cueva de la <em>sentinelî</em>.
Me alegro de que la rama en la que me apoyo sea suficientemente ancha
para mantenerme a pesar de los leves espasmos que empieza a sufrir mi
cuerpo. De cuclillas sobre el brazo del árbol, me masturbo lentamente,
siguiendo el ritmo de la penetración de la negra pareja.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me ocupo de sobarme los abandonados pero
erectos pezones mientras los negros siguen su cópula. Me esfuerzo en no
proferir ningún sonido, aunque el chapoteo de mis dedos en el anegado
coño amenaza con delatar mi vergonzosa posición.</div>
<div style="text-align: justify;">
El negro acelera. La negra gime. El otro
negro, con la polla ya erecta por el espectáculo, se masturba
lentamente esperando su turno. Yo también me masturbo pero sin esperar
turno ninguno. Mi turno es ahora. Es mi turno porque, en mi cabeza, soy
la negra recibiendo los envites del negro y también soy el negro viendo
cómo goza la negra con sus pollazos. Soy ambos y ninguno a la vez
porque, a pesar de lo vívido de mis fantasías, no dejo de ser la
jovencita blanca pintada de verde que se masturba en el árbol.</div>
<div style="text-align: justify;">
La negra llega a su orgasmo con rapidez.
Demasiada. Su partenaire parece molestarse un poco porque acelera sus
embestidas sin dejarla descansar. Yo también acelero mi paja. Los
gemidos de la negra se vuelven gritos, y no es porque no le guste.
Cuando alcanza su segundo orgasmo, con los ojos completamente en blanco,
sus chillidos de placer me llevan a mí a las puertas de mi clímax.</div>
<div style="text-align: justify;">
El negro, contrariado por no haberse
corrido todavía, y ante la presión de su compañero, que espera
impaciente, decide rodar por el suelo para acabar debajo de la negra.</div>
<div style="text-align: justify;">
La mujer intenta comenzar a moverse pero
el hombre que se la folla se lo impide. La agarra de las muñecas e
intenta inmovilizarle las piernas con las suyas, pero no lo necesita.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sigo masturbándome, a un paso de correrme, mientras veo cómo continúa la escena.</div>
<div style="text-align: justify;">
El compañero ha entendido la jugada
antes que la mujer. Se coloca a sus espaldas y, cuando ella se da
cuenta, es demasiado tarde.</div>
<div style="text-align: justify;">
Intenta escabullirse pero la polla violenta ya su estrecho ano.</div>
<div style="text-align: justify;">
De pronto, todo se hace luz y silencio y
mi grito que iba a rebasar fronteras como el de Mandela, el de Ghandi y
el de Menchú, se queda en un berrido mudo, de boca abierta y ojos en
blanco, de músculos contraídos y sexo rezumante. Llego al orgasmo
soñando con dos enormes pollas negras barrenando mis agujeros y mil
mujeres <em>sentinelîs</em> a mi alrededor. Todas tienen la misma cara. La de la mujer que empieza a patalear y a chillar de dolor.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras recupero el control de mi
respiración, sentada sobre la rama, con las piernas colgando a ambos
lados y mi sexo regando la madera con mi flujo, la negra intenta
escapar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los hombres ríen, la mujer comienza a
llorar. Mi excitación va desvaneciéndose al igual que lo ha hecho la de
la negra. Una especie de conexión invisible, de empatía femenina,
comienza a gestarse en mi vientre. También hay algo de culpa. Me he
corrido como una cerda viendo como la violaban. Poco ha importado mi
feminismo. Hasta el momento de mi clímax era una simple pareja
disfrutando, pero mi orgasmo no ha aparecido hasta que han comenzado a
forzarla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una lágrima desciende del ojo de la
negra. Tal vez algún animal, el que mejor vista tenga de toda la isla,
sea capaz de ver un reflejo en esa gota de agua que cruza la mejilla. Un
reflejo que subiría hacia los árboles, esquivaría hojas y mostraría mi
mirada encerrada en piel verde. Una mirada de ojos endurecidos
llenándose de furia, dolor y remordimientos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Busco la lanza que fabriqué para
arrojársela al violento trío, pero no la he traído. Hubiera sido un
estorbo para moverme en la espesura, pero ahora me arrepiento de haberla
abandonado. Desarmada, tengo opciones nulas de enfrentarme a ellos.
Solo necesitaría demostrar que estoy ahí para que dejasen en paz a la
negra y me persiguieran a mí. ¿Y entonces? Entonces no tardarían en
alcanzarme y harían conmigo lo que están haciendo con la negra. Mi
mente, con la velocidad del rayo, oculta tras un telón oscuro el
pensamiento surgido de que quizás deseo eso precisamente. Elena López,
la lesbiana, violada por dos salvajes con pollas enormes y negras. El
coño me palpita y el estómago se me cierra al mismo tiempo, en una nueva
sensación, mezcla de asco, terror y excitación que todavía no tiene
sitio en el diccionario. No en el que yo conozco al menos.</div>
<div style="text-align: justify;">
La negra sigue gritando y revolviéndose entre los cuerpos de los hombres. Tal vez los <em>sentinelîs</em> tengan una palabra para esa sensación. Junto al forzado <em>ménage à trois</em>,
los salvajes han dejado sus armas desprotegidas: dos lanzas, dos arcos y
dos cuchillos de obsidiana que son mi única opción si quiero
convertirme en la heroína de la isla. He de bajar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Un repentino graznido cruza el claro en
el mismo momento que mis pies tocan tierra, enterrando el ruido que
pueda haber hecho yo. Me escabullo junto a los árboles, rodeando el
claro para evitar ser vista, pero parece que los <em>sentinelîs</em> tienen algo mejor de lo que ocuparse que de los sonidos de su isla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me acerco por detrás al grupo. Las
nalgas prietas y oscuras del negro bombean con rapidez sobre la mujer.
Es una fiesta de piernas negras y peludas. Seis piernas, seis pies, dos
pollas, un coño y un ano violados, tres cuerpos centrados en una orgía
de sexo brutal y machista.</div>
<div style="text-align: justify;">
No me doy cuenta de que ya tengo una lanza en la mano hasta que me acerco lo suficiente como para que el primer <em>sentinelî</em> que gozaba de su compañera, el único que está boca arriba, me vea.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por encima de los hombros de los otros
dos, sus ojos se encuentran con los míos y su cara de placer se contrae
en una mueca de miedo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡SIBUCU! -grita, en su extraño lenguaje, pero yo ya estoy descargando el lanzazo.</div>
<div style="text-align: justify;">
La madera entra unos pocos centímetros
en el costado del salvaje que corona esa torre humana. Con un aullido de
dolor, se deja caer a un lado, liberando a la víctima de su violación
que tarda menos de un segundo en separarse de sus agresores.</div>
<div style="text-align: justify;">
El otro negro se arrastra por la hierba,
mirándome como si viera al mismo demonio, buscando alrededor su lanza
para enfrentarme. No le dejo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por mi mente pasan imágenes de esos
días. Peces esquivos que nadan en aguas cristalinas y veloces lagartos
que huyen en zigzag. Esto es mucho más fácil. La presa es más grande y
más lenta. También es humana. Pero no me importa. Perdió su humanidad en
el momento en que se conchabó con su compañero para violar a la mujer.</div>
<div style="text-align: justify;">
Con ambas manos, alzo la lanza y la
clavo en el negro y desprotegido vientre. La saco y repito el gesto,
esta vez sobre el pecho y el crujir de costillas y el brotar de la
sangre me dejan claro que he acertado en el corazón. El negro expira su
último aliento y queda desmadejado y con los ojos abiertos sobre la
hierba, que va tiñéndose de sangre. Noto unas punzadas en mis mejillas y
no puedo creerlo cuando entiendo que es porque estoy sonriendo. Sí.
Sonrío porque acabo de salvar a una mujer, acabo de salvar no sé si su
vida pero al menos sí su honra y he acabado con dos salvajes que la
violaban.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me vuelvo hacia ella, que me mira
aterrada. Suelto la lanza para que entienda que no soy una amenaza para
ella, que no quiero hacerle daño. Solo quiero amarla. Su cuerpo, negro y
desnudo, me parece lo más hermoso que he visto en mi vida, como una
escultura tallada de la oscuridad por el más excelso de los artistas.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Sibucu! ¡Sibucu! -grita la <em>sentinelî</em>, y hace amplios arcos con el cuchillo que ha cogido para defenderse. No quiere que me acerque.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Tranquila... no quiero hacerte daño... te he salvado...</div>
<div style="text-align: justify;">
“Te llamaré Viernes”, pienso, sin poder
dejar de mirarla. Si soy Robinsón Crusoe, necesitaré un Viernes. Ella
será mi Viernes. Hasta Tom Hanks tenía a Wilson. Yo la tendré a ella.
Estoy segura de que lo acabará entendiendo y tal vez, solo tal vez,
querrá acompañarme. Convertiremos la isla en nuestro paraíso prohibido.
Nuestro paraíso de sexo lésbico e interracial.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Sibucu! -vuelve a gritar, y se abalanza hacia mí con el cuchillo en la mano.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tengo que echarme hacia atrás para evitar su ataque, aunque el filo de piedra llega a rozarme uno de los pechos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Viernes vuelve a alejarse de mí. Cuando
llega a su compañero, el mismo que había estado violando su ano, y que
aún respira con la sangre manando de su costado, se agacha hacia él sin
dejar de mirarme de reojo ni de hacer arcos con el cuchillo para que no
me acerque.</div>
<div style="text-align: justify;">
Comentan algo entre sí mientras yo lo observo todo sin entender.</div>
<div style="text-align: justify;">
¿Acaso quiere salvar a su violador?
¿Acaso tiene más miedo de quien ha evitado que la terminaran de forzar
que de, precisamente, uno de los que la ha forzado?</div>
<div style="text-align: justify;">
La negra ayuda a levantarse al herido y,
juntos, se van alejando de mí caminando hacia atrás. Ella me grita algo
sin dejar de amenazarme, y entiendo que ha sido un error salvarla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Rápidamente, cojo la lanza y el cuchillo que aún hay en el suelo y salgo corriendo de allí, maldiciéndome.</div>
<div style="text-align: justify;">
El negro me ve alejarme y murmura con un hilo de voz:</div>
<div style="text-align: justify;">
–Si... sibucu...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Huyo por la espesura oscura de la selva.
Bajo el tupido cielo de hojas, es imposible orientar mi carrera y no sé
en qué dirección corro. A lo lejos, empiezo a escuchar un murmullo
creciente. Voces, pies... gente. No son uno ni dos. No es la negra y su
violador. Es todo el pueblo. Todo Sentinel del Norte me persigue,
deseosos de castigar a quien ha matado a uno de los suyos. Las luces van
menguando a cada instante. Anochece en el Mar de Andamán y guerreros
expertos me persiguen en su territorio. ¿Cuánto tardarán en encontrarme?</div>
<div style="text-align: justify;">
Corro lo más rápido que puedo. El sudor
se lleva la savia verde de mi piel, devolviéndome a mi estado de mujer
blanca en selva negra. Cada vez más fácil de encontrar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los pulmones me duelen por el esfuerzo.
Son pinchazos casi tan potentes como cuando estuve a punto de ahogarme
al saltar del barco. “Dios, Diablo... si hay algún momento bueno para
sacarme de la Tierra es este. Llevadme antes de que me encuentren los <em>sentinelîs</em>”. Elena López, la agnóstica, la anticlerical, le reza a Dios y al Diablo para que la salven.</div>
<div style="text-align: justify;">
¿Acaso queda algo de mí dentro de mi
mente? Todo lo que era, o lo que pensaba que era, se ha ido diluyendo
hasta desaparecer en solamente quince días en Sentinel del Norte. ¿Quién
soy?</div>
<div style="text-align: justify;">
Una flecha se clava en el árbol junto al
que me he detenido a recuperar el aliento y de pronto puedo responder a
esa pregunta. Soy una mujer blanca que si no corre como nunca en su
vida ha corrido va a acabar siendo el festín de una tribu salvaje.</div>
<div style="text-align: justify;">
Vuelvo a galopar entre los árboles y de
pronto veo algo a lo lejos. Parece un lejano fulgor verde. Dios o Satán,
alguno de los dos o quizás los dos al tiempo, conchabándose en una
alianza blasfema para salvar a esta infiel, han oído mi rezo y me
indican el camino de la salvación con una luz verdosa.</div>
<div style="text-align: justify;">
“No vayas hacia la luz, Carol Anne”
grita de pronto la vieja de “Poltergeist” en mi cabeza, pero la otra
opción es quedarme y que me atrapen esos salvajes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Así que corro hacia la luz.</div>
<div style="text-align: justify;">
El pequeño brillo verde parece crecer a
medida que avanzo hacia él, tropezando con las raíces de los árboles. No
se escucha más sonido que el de los <em>sentinelîs</em> persiguiéndome.
Las olas, los insectos, las aves... toda la isla ha quedado en silencio
excepto los cazadores que me persiguen y cuyas voces oigo cada vez más
cerca.</div>
<div style="text-align: justify;">
Gritan “Sibucu”.</div>
<div style="text-align: justify;">
La luz verde se va definiendo. Toma
forma lentamente y lo que al principio parece una fantasmagórica nube
verdosa va tomando consistencia. Parece una figura humana. O casi. Un
hombrecillo verde que me espera mientras decenas de hombres negros me
persiguen.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los ángeles no son seres alados, que
irradian un halo blanco e infunden serenidad con su presencia. Los
ángeles son hombres verdes cuyas proporciones, a medida que me voy
acercando, empiezan a ser perturbadoras. Estoy a menos de diez metros y
lo veo mientras sigo corriendo hacia él. No es Dios, no es el Diablo, no
es un ángel siquiera. Es un extraterrestre. Es un jodido extraterrestre
verde con brazos delgadísimos que le brotan de una cabeza enorme y con
dos ojos exageradamente grandes e igualmente verdes. Tiene los brazos
abiertos y me espera, como deseoso de darme un abrazo protector. Los <em>sentinelîs </em>se
detienen en seco y callan de repente. Seguro que lo han visto. Los
malditos marcianos vienen a salvar a Sibucu de sus garras y sus flechas y
lanzas no van a poder hacer nada contra sus pistolas láser.</div>
<div style="text-align: justify;">
Casi puedo tocar al alienígena cuando noto que el suelo cede bajo mis pies.</div>
<div style="text-align: justify;">
“Spock, Teletranspórtame” logro pensar
irónicamente antes de caer al vacío, esperando que un halo de luz me
eleve por el cielo hasta introducirme en la nave del E.T. de ojos
gigantes, pero nada ocurre excepto que me precipito hacia la nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
La caída es corta. No podría aseverar cuánto porque caigo de bruces al suelo y pierdo el conocimiento con el golpe.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 17</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Abro los ojos y la luz del sol que se
cuela entre los árboles me daña las retinas. Hace un momento caía al
vacío en mitad de la noche y, de pronto, es un nuevo día y estoy...
Estoy en el fondo de un enorme agujero cavado en la tierra, de unos tres
metros de profundidad. Los extraterrestres no se me han llevado. Habrán
vuelto a su nave y seguramente aún se estén riendo mientras comentan
entre sí “¿Viste la hostia que se dio esa humana?” y se descojonan de la
risa. Putos extraterrestres.</div>
<div style="text-align: justify;">
La tierra está húmeda y se hunde bajo
mis manos y pies cuando intento subir, pero tras horas de mucho
esfuerzo, apoyándome en las escasas y quebradizas raíces que asoman en
el agujero, logro volver arriba. Miro a mi alrededor y no puedo evitar
una carcajada al ver de nuevo al “extraterrestre” que venía a salvarme.</div>
<div style="text-align: justify;">
Lo que me espera arriba no es más que
una escultura de formas femeninas, tallada en jade, y que desentona
mucho con la primitividad de la isla. No imagino a los <em>sentinelîs </em>realizando
obras de arte de tamaña escala y con tanta precisión. Tal vez un regalo
de alguna civilización antigua que lleva allí tantos años que hasta los
salvajes han olvidado que es suya.</div>
<div style="text-align: justify;">
La mujer esculpida posee unas curvas
rotundas y exageradas, y lo que ayer me parecieron dos enormes ojos
verdes y saltones no son más que dos grandes y rotundos pechos con
areolas y pezones delicadamente tallados. Abre los brazos, que ahora no
me parecen tan delgados, en gesto pacífico y lleva un abanico, o algo
que se le parece, en cada mano. La cabeza, aunque está ennegrecida por
el paso del tiempo y la acción de los elementos, aún muestra un peinado
recogido dentro de una suerte de tiara. Me fijo también en los ojos, que
no son más que dos rayitas grabadas por encima de unos pómulos
prominentes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Está claro que es una escultura de una
mujer asiática, pero la posición de las manos, y los pechos desnudos me
causan una especie de <em>déjà vu</em>. Yo he visto antes a esa mujer.
Mi mente trabaja a toda velocidad, escarbando en mis recuerdos, mientras
rodeo la imagen para verla en su plenitud.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando poso mi mano sobre la piedra verde, recuerdo el nombre.</div>
<div style="text-align: justify;">
Astarté.</div>
<div style="text-align: justify;">
¿Qué hace ahí la imagen de una diosa
fenicia? Pero... los ojos achinados dicen que es una representación
asiática... La cabeza me comienza a doler. De pronto recuerdo, aunque no
sé dónde lo he leído o ni siquiera si lo he leído de verdad, que los
fenicios asimilaron a Astarté de la Ishtar mesopotámica, y que antes de
ellos los sumerios la llamaban Inanna. Inanna. Diosa del Amor y de la
Guerra. Diosa protectora y vengativa. La visión parece nublárseme
lentamente. La piedra está helada a pesar de que el día ha amanecido más
cálido que de costumbre. Está por llegar la época de monzones a la
Isla. Me siento cada vez más mareada, tal vez el golpe de anoche fue más
serio de lo que parece. Pero no fue anoche. He estado día y medio
inconsciente. No sé cómo lo sé, pero lo sé. Igual que sé que viene el
monzón. Igual que sé que Astarté es Inanna. Inanna. Astarté para los
fenicios, Ishtar para los babilonios, Inanna para los sumerios, Sibucu
para los s<em>entinelîs</em>. Tengo cada vez más náuseas y todo empieza a dar vueltas a mi alrededor. Veo, a lo lejos, un <em>sentinelî</em>
vigilándome, con el miedo grabado en la mirada. Quizás esté cometiendo
un horroroso sacrilegio al atreverme a tocar a Inanna. Quizás es que
Innana no permite que la toque ningún hombre. Inanna es como yo, porque
ella es Sibucu y yo también. Las piernas comienzan a temblarme, pero no
puedo separar mi mano de la pierna de la diosa, estoy como imantada a
ella por una fuerza sobrenatural, o tal vez el frío glacial del jade ha
congelado mi mano. Si me esfuerzo tal vez pueda moverla y convertir mi
torpe toque en una suave caricia. ¿Responderá Inanna a mis caricias?
¿Permitirá Astarté que una mortal la acaricie? ¿Querrá Ishtar
acariciarme a mí? ¿Seré suficiente Sibucu para Sibucu? Intento trasladar
mi mano unos centímetros a la derecha, hacia el sexo de la estatua. No
está tallado, allí solo hay piedra plana sin hendidura ninguna, pero el
coño de Inanna debe estar ahí. Necesito ese coño. Lo quiero. Quiero
lamerlo, chuparlo. Quiero que una diosa se corra en mi cara. Miro de
nuevo al feliz rostro de Inanna con sus dos ojitos como dos muescas en
su cara, y por un momento me parece ver a Natalia... y a Marie... y a
Nandara.... y a Samantha... y a Felicia... y a Amanda Seyfried... y a la
<em>sentinelî</em> que casi me mata anteayer... y a todas las mujeres a
las que he deseado, me haya o no me haya acostado con ellas... y de
pronto todo se vuelve negro.</div>
<div style="text-align: justify;">
O mejor dicho, todo se vuelve verde.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mi cuerpo flota en una densa nada azul.
Abajo, la oscuridad aguarda, como una enorme boca negra sin dientes que
solo ha de esperar que caiga para devorarme. Arriba, la luz me sonríe.
Tardo en darme cuenta de que vuelvo a estar en mitad del océano, a
varios metros de la superficie, e incluso temo por un instante que las
balas de la policía indonesia vuelvan a atravesar el agua buscando mi
cuerpo. Pero, en lugar de los mortales proyectiles, es una luz verde la
que se acerca a mí. Una visión más propia de apariciones religiosas o
malas películas de ciencia ficción que del vívido sueño en que me hallo.
Porque estoy soñando, o imaginando, u observándolo todo desde un punto
muy lejano de mi cuerpo en una especie de viaje astral que me ha
apartado de la isla y me ha devuelto al mar.</div>
<div style="text-align: justify;">
No tengo conciencia de mi cuerpo, puedo
verme las manos si las coloco delante, entre la luz y yo misma, pero es
como si no estuvieran ahí. No lo están porque sigo viendo el fulgor
verde aproximándose aun a través de mi piel. Pero además, no siento el
cuerpo. No tengo conciencia de él. No noto que tenga dos manos ni dos
piernas ni piel ni corazón ni intestinos. Soy un ente incorpóreo,
inmerso en el mar infinito mientras se me acerca una luz verdosa que va
tomando la forma de una diosa ancestral y primigenia. Innana viene hacia
mí con sus curvas rotundas, sus brazos extendidos y sus ojos que
parecen muescas y que le otorgan una aspecto de felicidad completa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Innana flota, o navega, o nada, o bucea
hacia mí. No sé exactamente qué es lo que hace. Solo sé que se acerca y,
de pronto, siento algo de nuevo. Me sobresalta el golpe poderoso que
hace vibrar todo mi ser intangible. Se repite. Y otra vez. Son latidos.
Innana se acerca y me late el corazón.</div>
<div style="text-align: justify;">
La diosa llega a mí y alarga sus brazos
hacia los míos. Las yemas de nuestras manos se tocan y lo noto. Vuelvo a
tener dedos y manos y piel. Siento el tacto y, a ritmo de latidos, mi
piel va cubriendo de nuevo mi cuerpo. Ya no está frío, su cuerpo es tan
caliente como el mío.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora son los labios verdes de Inanna
los que buscan los míos y los encuentran. El beso es suave, pero lo
justo para que una onda de calor invada mi recién recuperada piel. Sus
pechos chocan con mis pechos. Pezón contra pezón, areola contra areola,
seno contra seno, cada punto de mi cuerpo que entra en contacto con la
divinidad manda una oleada de sensaciones por todo mi cuerpo en círculos
que se van ampliando, como si mi propia piel fuera la superficie de un
río manso sobre el que caen las primeras gotas de lluvia de una tormenta
que se avecina intensa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Innana sonríe, o sonríe más aún en su
rostro siempre feliz, y me vuelve a besar. Esta vez no se conforma con
un roce de labios y yo tampoco. Entrelazamos los dedos de nuestras
manos, como temiendo que la otra Sibucu se escape, y las lenguas buscan
suavemente a la compañera.</div>
<div style="text-align: justify;">
El beso bascula entre lo cariñoso y lo
pornográfico. Tan pronto me parece un beso casto, como el que te das con
una amiga o una prima, como el beso más cachondo y excitante que pueda
ofrecerte la mejor y más caliente de las amantes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Decido que quiero acariciar el cuerpo de
Inanna en el mismo momento que ella decide lo mismo. Nuestras manos
abandonan las otras y se pierden por la espalda compañera. Dibujan la
abultada línea de la espina dorsal y bajan hasta la quebrada de las
nalgas. Es hora de entrelazar las piernas. El sexo de Inanna está
primorosamente depilado y el mío lo cubre un salvaje bosque de vello
púbico, pero los dos están igual de calientes y de ansiosos. Tras sobar
el culo, los dedos avanzan un poco más y llegan a rozar con las yemas
los hinchados labios vaginales. Nos bebemos cada una el suspiro de la
otra. Los brazos no dan más de sí y no permiten acariciar el sexo
compañero como se merece por detrás del culo, así que Inanna y yo,
Sibucu y Sibucu, colamos cada una una de nuestras manos entre los dos
cuerpos y buscamos la sagrada hendidura por delante.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mis gestos se repiten sobre mí. Las
caricias que procuro a Inanna son las mismas que ella aplica en mi piel.
No sé si yo la imito o es ella la que me imita, pero la sensación es
como follar conmigo misma, como hacer el amor con la otra yo, la otra
Elena López, la otra Sibucu que encontraría al otro lado de cualquier
espejo. Cualquier espejo verde.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuelo dos dedos en el sexo húmedo y
ardiente de la diosa y ella hace lo mismo en el mío. El gemido es más
grito que gemido. Me tiemblan las piernas. Mis nudillos chocan con los
suyos. Mis pezones se frotan con los de Inanna.</div>
<div style="text-align: justify;">
Inanna suspira y gime y me es difícil
reconocer su voz porque la mía propia la cubre con suspiros y gemidos
iguales. Nos damos un último beso y nos abandonamos a nuestras caricias
sin dejar de flotar en ese mar a medio camino de cielo e infierno, de
luz y oscuridad.</div>
<div style="text-align: justify;">
Vamos girándonos poco a poco sin separar
nuestras vulvas, como dos saetas que se alejan lentamente en la esfera
de un reloj. Liberamos los coños de la penetración de los dedos y
dejamos que sean nuestros propios sexos los que rocen al otro y,
mientras nos frotamos como dos adolescentes en celo, envueltas en
gemidos, empiezo a notar ese calor implosionando desde lo más hondo de
mi ser.</div>
<div style="text-align: justify;">
Nuestros sexos resbalan en la humedad
del océano, convertidos cada uno en un océano propio, íntimo y
minúsculo, y siento de pronto que mi cuerpo está a punto de explotar
hacia el universo y que, al tiempo, el propio universo se va cerrando
sobre mí. Me aferro a las caderas de Inanna y ella se aferra a las mías y
nuestros sexos enloquecen el uno sobre el otro mientras mi cuerpo
siente al mismo tiempo el “big bang” y el “big crunch”.</div>
<div style="text-align: justify;">
Con un grito conjunto, me corro con Inanna.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 24</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
He hecho del paraje donde está la
estatua de Innana mi hogar. A pocos metros de la estatua hay una cueva
que me ha servido de refugio en esta primera semana de lluvias
monzónicas. Los <em>sentinelîs</em> parecen haberse olvidado de mí, o
tal vez es que consideran que el temporal es algo de lo que deben
preocuparse más que de la Sibucu de carne y hueso que ha naufragado en
su isla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Durante la última semana, no me he
alejado de la estatua más que lo necesario para recolectar frutas y
cazar animales, como si separarme de su desnudez de jade fuera a ponerme
en peligro. Tras una alocada carrera alrededor de la estatua,
finalmente pude cazar una especie de gran gallina de vivos colores que
es muy común en la isla, pero que es jodidamente rápida pese a no poder
volar. Me gustó su carne, que me duró dos días, a pesar de que volví a
excederme con el tiempo que tenía que dejarla en el fuego. Ya empiezo a
echar de menos el sabor del pescado. También su olor. “Un coño es lo que
quieres, marrana”, me dice en mi cabeza, entre risas, la voz de
Natalia. Tampoco puedo negarle la razón. Primero porque no está
realmente aquí. Segundo, porque seguramente acierte.</div>
<div style="text-align: justify;">
Junto a la imagen de Inanna, hay una
gran cantidad de plantas como la que usé para teñir mi piel de verde,
así que decido volver a pintarme antes de atravesar de nuevo la isla,
por si algún salvaje me ve. Debo de ser lo más Sibucu para ellos si
quiero evitarme problemas. Así, verde y desnuda, me vuelvo a internar en
la selva.</div>
<div style="text-align: justify;">
Estoy segura de que los isleños no han
olvidado que asesiné a uno de sus guerreros después de que ellos
consintieran magnánimamente mi estancia en la isla sin causarme
problemas, pero a menos que Viernes, como he acabado llamando a la <em>sentinelî</em>, y su otro violador hayan mentido vilmente al resto de la tribu, habrán entendido el mensaje que su diosa les ha hecho llegar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Porque si de algo empiezo a estar segura
es que Sentinel del Norte es parte de Inanna o viceversa, y que fue la
diosa de Jade la que, de algún modo, me instó a actuar como lo hice.
Nunca he sido una persona violenta, y cada vez que hago el intento de
recordar aquella tarde, es como si lo viera todo desde un segundo plano,
tal que si en ningún momento hubiera tenido la potestad completa sobre
mi cuerpo y la propia Inanna, titiritera divina, hubiera guiado mis
movimientos con hilos de marioneta invisibles.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras siete días dándole vueltas al asunto, solo he llegado a la certeza de que la relación de los <em>sentinelîs</em>
con Sibucu es muy extraña. La veneran pero, al tiempo, la temen hasta
tal nivel que cavaron una trampa, la misma en la que caí, frente a ella
por si se le ocurría abandonar su estado inmóvil y explorar la selva.
Otra vez. No sé por qué tengo la extraña y absurda sensación de que
aquella estatua de jade ha caminado por la isla. Es una estupidez, pero
si un <em>sentinelî </em>se me acercase y me contase que la vio caminar,
trepar por los árboles y darse un relajante baño en la playa, le
creería con la misma facilidad que si me dijera que había visto a dos
tortugas fornicar. Por cierto, los gritos de esas malditas tortugas
mientras están en pleno acto sonrojarían a la más exagerada de las
actrices porno.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pensando en Inanna, no puedo dejar de
aceptar que su naturaleza es así. Es diosa del amor y de la guerra al
mismo tiempo, es capaz de proteger y de vengar, y tal vez esa es la
causa de la actitud de los habitantes de la isla para con la diosa.
Pienso que la estatua ya estaba allí cuando la tribu llegó a la isla
hace miles de años, y que, al igual que ella les permitió asentarse
allí, también los castigó cuando hicieron algo que no le gustó, como
violar a su compañera. ¿Por eso son tan reacios al contacto exterior?
¿Es Inanna la que les obliga a rechazar cualquier contacto con la
civilización? Tal vez sea la única forma que tiene una diosa ancestral
como ella de sobrevivir: impedir que cualquier contacto con afán
conquistador termine contaminando la vida sencilla y salvaje de sus <em>sentinelîs</em>.</div>
<div style="text-align: justify;">
Con la lanza y el cuchillo de obsidiana
que tuve que recoger del fondo de la trampa, continúo mi nuevo viaje por
la isla. Tengo ganas de pescar. Con fibras de la corteza de los árboles
he fabricado una especie de cinturón trenzado donde puedo llevar el
cuchillo sin que caiga ni tener que caminar con las dos manos ocupadas,
pero quitando de ese complemento, sigo tan desnuda como la propia diosa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Llego a la playa occidental de la isla y
agradezco las nubes que difuminan la luz del sol como unas agradables
cortinas. Mis ojos acostumbrados a la oscuridad de la selva se quejan al
salir a la repentina claridad, pero hubiera sido mucho peor de no ser
por las nubes que cubren el cielo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me cuesta unos minutos poder fijar la
vista en los peces. El agua cristalina levanta brillos que me molestan y
bajo los que los peces parecen saber esconderse. Finalmente, logro
lancear un pez de buen tamaño y sacarlo del mar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando lo levanto, ensartado en la
lanza, mi mirada se posa en un punto que parece moverse en el horizonte.
Un barco. Por fin un barco. No logro distinguir qué clase de navío es.
Igual puede ser un pequeño pesquero que un barco militar. Desde mi punto
de vista no pasa de ser un punto grisáceo cabalgando sobre el
horizonte.</div>
<div style="text-align: justify;">
Puede ser mi pasaporte para salir de la
isla y volver a mi cómodo hogar occidental, y comienzo a hacerles señas,
pero están muy lejos. Corro de nuevo hacia los árboles para agarrar
leña y preparar una hoguera, pero de pronto vuelven a mi cabeza las
imágenes de las lanchas de la policía indonesia acercándose al “Planet
Warrior”. Pienso en Nandara. ¿La habrán vuelto a violar? Pienso en
Marie. ¿Qué habrán hecho con su cadáver? ¿Lo habrán llevado a tierra
firme y le habrán procurado un buen entierro? ¿O la habrán lanzado al
mar como un fardo inservible desde la cubierta del barco? ¿Me buscarán a
mí para hacerme lo mismo que a alguna de las dos?</div>
<div style="text-align: justify;">
Me giro para volver a mirar al barco
pero cada vez es más pequeño y lejano. Suelto las maderas y regreso a
coger mi pez. A lo lejos, el barco va desapareciendo, como devorado por
la inmensidad del mar que me separa de mi casa en España.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 32</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los <em>sentinelîs</em> han dejado de
espiarme en la isla. No sé si porque ya me admiten como un habitante más
o porque mi sigilo a la hora de moverme se está igualando al suyo y
ahora soy tan difícil de detectar como ellos mismos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras casi un mes, me puedo considerar
una cazadora pasable. Algo que no deja de inquietarme. Mi hambre y mi
ideario animalista han colisionado desde que naufragué en Sentinel, pero
hoy, un mes después, puedo decir que el choque es tan desigual como el
que tendría lugar entre un tren y una bicicleta. Mis doctrinas han
quedado convertidas en un amasijo de hierros destrozados a un lado de la
vía mientras mi cuerpo requiere cada vez más y más muerte para
alimentarse. Los peces y lagartos han dado lugar a la carne de tortuga y
a las aves de la isla, cuya carne me resulta mucho más sabrosa. Lo que
realmente me angustia es que empiezo a encontrar cierto gusto en la
caza. El momento de atrapar un animal y sesgar su vida para comer ha
dejado de ser un acto traumático en el que tengo que aguantarme las
ganas de llorar para, supongo que a causa de la práctica, volverse un
acto mecánico que me deja un preocupante poso de satisfacción.</div>
<div style="text-align: justify;">
Después de perseguir por media isla a
uno de esos llamativos gallos que pululan por la selva, lo he conseguido
acorralar en la playa. El repentino fogonazo del sol lo ha aturdido lo
suficiente como para dejarlo indefenso ante mi lanza. Pero, de pronto,
en el mismo momento en que levanto la madera para asestar el golpe
mortal, una imagen cruza mi cabeza y me deja paralizada.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ahí estoy yo, frente al desamparado animal, lanza en ristre, dispuesta a matar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ahí está el torero, frente al desamparado toro, espada en ristre, dispuesto a matar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ahí estoy yo, en mitad de la plaza,
recibiendo el aplauso de los sádicos que vienen a verme, jaleándome,
mientras la sonrisa llena mi rostro empapado en sudor. Mi superioridad
ante el animal ha sido evidente. Lo he derrotado y ahora solo tengo que
clamar mi premio ante el animal postrado por el cansancio, el dolor y el
desangramiento. Armo el brazo para descargar la estocada final y, de
pronto, el jaleo a mi alrededor cambia el tono y pasa del aplauso a la
sorpresa.</div>
<div style="text-align: justify;">
De las barreras saltan al coso cinco
mujeres con las tetas al aire y el torso pintarrajeado con palabras que
no se pueden leer del todo bien. Cuatro de ellas llevan unos cartelones
en los que se ven los mismos lemas que corean.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡La tortura no es cultura! ¡La tortura no es cultura!</div>
<div style="text-align: justify;">
Una de las mujeres, la única que no lleva cartel, se acerca corriendo hacia mí. Me resulta familiar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Solo cuando la tengo a un metro escaso
la reconozco. Mejor dicho, me reconozco. Ahí estoy yo. Enfrente de mí
misma. La activista y la torera. La piel medio desnuda contra el traje
de luces. La incivilizada civilización contra la civilizada barbarie.</div>
<div style="text-align: justify;">
Inspecciono su rostro, mi rostro, y solo
encuentro odio y desprecio. Sus ojos se entrecierran por la rabia hasta
convertirse en dos pequeñas rayitas sobre los pómulos prominentes.</div>
<div style="text-align: justify;">
El golpe es rápido, doloroso y efectivo. Mi yo occidental le suelta un guantazo a mi yo torero.</div>
<div style="text-align: justify;">
La lanza se me resbala de las manos y,
viendo su oportunidad, el gallo sale de su aturdimiento y se escapa
entre mis piernas. Caigo de rodillas y comienzo a llorar. Elena López le
acaba de dar un guantazo capaz de ponerle los <em>chakras</em> de medio lado a Sibucu. Una cosa es que me permita comer carne allí en el culo del mundo. Otra, que disfrute de la caza.</div>
<div style="text-align: justify;">
Camino de vuelta a mi hogar en la selva
con las lágrimas aún recorriendo las mejillas. Arranco un par de
rambutanes para comer y hasta las extrañas frutas me parecen mirar con
pena cuando las separo del árbol.</div>
<div style="text-align: justify;">
Casi he llegado al páramo donde me espera Inanna cuando vislumbro una sombra negra en el suelo, a varios metros de mí. Es un <em>sentinelî</em>.
Enarbolo mi lanza de nuevo y me acerco a él, aunque parece inofensivo.
Está tumbado y aunque mueve brazos y piernas no parece capaz de
levantarse. A su lado hay un pescado clavado en un palo en el suelo, y
está tan bien cocinado que su aroma llega a ser embriagador por encima
del de la flora de la isla. Un regalo. Igual que el que yo intenté
ofrecerle a los isleños.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando estoy a su altura, descubro por qué el <em>sentinelî </em>no
se levanta. Tiene el cuello firmemente atado con una primitiva cuerda a
la raíz de un árbol. También el negro es un regalo. Para mí. Observo su
cuerpo desnudo y fibroso, el brillo de su piel negra, el temor casi
religioso de sus ojos al mirarme, y no puedo evitar que mi vista resbale
a su entrepierna.</div>
<div style="text-align: justify;">
El chaval tiene una buena polla. Una polla gorda y negra que, aun en reposo, es una vista excitante.</div>
<div style="text-align: justify;">
Noto una cierta excitación subir por mi
cuerpo. Es todo para mí. Toda esa polla para mi coño hambriento. Sacudo
la cabeza mientras trato de volver en mí. Me gustan las mujeres. Me
gustan las hembras de pechos llenos, pezones prominentes y sexo húmedo y
acogedor. Pero deseo sentir esa polla en las entrañas.</div>
<div style="text-align: justify;">
De pronto me doy cuenta de algo en el
cuerpo del negro. Tiene una fea cicatriz redonda en el costado. Es el
hombre que violó a Viernes. Uno de ellos dos. El único que sigue vivo.
El otro debe estar sirviendo de alimento a las alimañas de Sentinel.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sonrío al entender que el regalo es más que eso. Es una petición de perdón por parte de los <em>sentinelîs</em>
por haberme perseguido y es un castigo para él en concreto. “Haz lo que
quieras con él. Haz tu justicia, Sibucu” parecen decirme con esta
ofrenda. Finalmente la tribu se ha enterado por qué la diosa tuvo que
matar a su compañero.</div>
<div style="text-align: justify;">
El <em>sentinelî</em> se debate sin
dejar de mirarme aterrado e intenta alcanzar la cuerda que lo mantiene
preso, pero no logra romperla. Es gruesa y tiene tantos nudos unos sobre
otros que nadie sería capaz de deshacerlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Hola de nuevo, cabrón. -musito mientras coloco mi pie sobre la negra polla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Dejo caer lentamente mi peso sobre el pie derecho y el negro comienza a gritar de dolor.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Te he hecho daño? -me río en su cara, mientras alivio la presión sobre tan delicada parte de su anatomía.</div>
<div style="text-align: justify;">
El negro masculla en su ininteligible idioma y solo logro entender dos palabras: “<em>Sibucu</em>” y otra que repite hasta casi la extenuación, “<em>Samaja</em>”. Imagino que quiere decir “perdón”, pero no me importa. Necesita un castigo y mi vena más sádica necesita castigarlo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Aunque, bien pensado, si no hubiera sido por él, no habría encontrado a Inanna. También tengo algo que agradecerle.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi pie ha empezado a acariciar su polla
casi en un acto automático, y no me doy cuenta hasta que comienza a
ganar dureza y noto la presión húmeda y caliente de su glande en la
planta.</div>
<div style="text-align: justify;">
Un escalofrío de excitación recorre mi
cuerpo. Una polla grande, negra y enorme que anhela entrar en mí. No es
el primer hombre que se excita conmigo. Durante años, e irónicamente
sobre todo desde que decidí aceptar mi propia sexualidad, no puedo negar
que he despertado pasiones en los hombres que me han rodeado. Pero
hasta ahora, al menos desde que yo tenía quince años, nunca había
querido follarme a ninguno.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pero ahora todo ha cambiado. Mi cuerpo
tiene unas necesidades que se deben cumplir. Al igual que mi estómago no
puede calmarse solo con rambutanes, mi sexo necesita algo más que mis
dedos y los inquietantes sueños que he ido teniendo desde que llegué a
la isla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Abandono mi caricia con el pie y la
sustituyo por mi propia mano. Mis dedos rozan el poblado bosque de vello
púbico, rozan su negro escroto y suben en delicado sobeteo hacia el
glande, que asoma rosado y cada vez más expuesto. Una verga es muy
distinta a una vagina, pero ambas responden igual. Si se tratan con
dulzura, no tardan en aparecer los mismos síntomas. La piel se calienta,
el corazón se encabrita, la carne se estremece y la respiración se
acelera.</div>
<div style="text-align: justify;">
El negro me mira fijamente, aún sin
poder soltarse, como si no se fiase por completo de mis movimientos,
pero no puede evitar que su cuerpo responda a mis caricias.</div>
<div style="text-align: justify;">
Un suspiro se le escapa cuando aferro
suavemente su polla ya erecta. La gruesa tranca palpita en mi mano y soy
incapaz de negar mi propia excitación. Si llevase braguitas, estarían
empapadas. Comienzo a pajearlo tímidamente mientras mi imaginación
vuela.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pensar en esa polla barrenando mis
entrañas logra excitarme mucho más de lo que jamás me atreveré a
confesar. Deseo sentirla en mi coño, desgarrando mi femineidad,
haciéndome volver a sentir el goce del sexo. Incluso, en mi estado de
excitación, me sorprendo imaginándomela desvirgando mi culo.
Sodomizándome igual que hizo con Viernes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pero pensar en Viernes hace que detenga mi impúdico trabajo manual. El <em>sentinelî</em>,
que estaba comenzando a disfrutar, abre los ojos para mirarme
extrañado. Mi rostro no muestra expresión alguna. Mi cuerpo y mi mente
vuelven a alejarse el uno de la otra, incapaces de trabajar ambos por el
mismo objetivo sin antes provocar una tormenta en mi interior.</div>
<div style="text-align: justify;">
Esta tormenta trae consigo algo que
comparte con el resto de tormentas. Agua. No es una lluvia desganada que
cae a plomo sobre las callejuelas intrincadas de mi ciudad española. No
es el monzón que se cuela por cada cobijo en toda la región. O tal vez
sean ambas, pero condensadas. Es una lágrima que desciende por mi
mejilla. Condensada toda esa lluvia internacional en una sola gota
cargada de sensaciones. Una simple gota que nace en mi ojo derecho y se
desliza mejilla abajo, y en ella, tal vez también estén condensados
todos los futuros que dependen de lo que hago.</div>
<div style="text-align: justify;">
En el centro de la lágrima estoy yo follando con el <em>sentinelî</em>,
olvidándonos de su castigo y dando rienda suelta a nuestros instintos
animales de macho y hembra encelados. También está en el centro de la
lágrima la justicia suave y poética de dejarlo allí con el calentón para
que el negro se masturbe solito antes de lograr soltarse mientras me
alejo. Pero también en el centro de la lágrima está la justicia brutal y
sangrienta de Sibucu.</div>
<div style="text-align: justify;">
El grito del aborigen rasga la isla de
punta a punta. Los pájaros, asustados, levantan el vuelo y abandonan la
azotea de los árboles. Tal vez, en el interior de la selva, el resto de <em>sentinelîs</em>
vuelven su cabeza hacia el origen del grito, dibujan una mueca en sus
rostros severos y vuelven a sus quehaceres de cazadores, pescadores y
recolectores.</div>
<div style="text-align: justify;">
Levanto mi mano con el pene negro en
ella, derramando regueros de la sangre que hasta hace poco la hinchaba,
sangre gemela de la que sale a borbotones de la entrepierna del negro,
que no deja de gritar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sus manos tratan de taponar la herida y
ni siquiera hacen intención de defenderse ni detenerme cuando acerco el
afilado cuchillo de obsidiana a su cuello. Con un leve gesto, corto la
cuerda que ata su cuello a la raíz, para después incorporarme, dejar
caer su ahora blanda polla, recoger el pescado y alejarme con paso firme
y rápido, temiendo que el negro se levante y trate de vengar su pene
cercenado.</div>
<div style="text-align: justify;">
No vuelvo siquiera la vista atrás hasta
que no llego de nuevo al claro donde me aguarda la estatua de Inanna.
Aunque su rostro impasible y siempre feliz parece obsequiarme con una
mueca de comprensión y aprobación, veo la sangre que empapa mis manos y
el cuchillo y comienzo a temblar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los escalofríos y el remordimiento
tardan horas en remitir, sin llegar a desaparecer del todo. Trato de
darle unos bocados al pescado que he traído, pero termino recordando el
sanguinolento pedazo de carne negra tirado sobre la hierba y lo vomito
todo, a pesar de que debo admitir que el pescado estaba delicioso. Paso
interminables horas en la oscuridad de la cueva, hecha un ovillo sobre
el suelo, con los ojos como platos, hasta que caigo dormida en un
inquietante y surrealista sueño lleno de enormes penes negros que me
atacan hasta que Inanna, verde y brillante, aparece para salvarme y
acabamos haciendo el amor, penetrándonos mutuamente con esos mismos
miembros cercenados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 48</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Durante los últimos días, he preferido
dormir mientras había luz por encima de las copas de los árboles y
explorar la selva de noche, casi a oscuras. La luz diurna me causaba una
intranquilidad manifiesta, como si en cualquier lugar un eunuco negro
esperara, agazapado, para lanzarse sobre mí. Aunque volví a la noche
siguiente al mismo lugar donde practiqué mi primitiva penectomía, tan
solo unas manchas de sangre y una cuerda cortada daban testimonio de lo
que había pasado escasas treinta horas antes. Seguramente la polla negra
había acabado siendo el almuerzo de alguno de los enormes varanos de la
isla.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras unas noches muy oscuras, finalmente
el cielo ha dado un respiro las últimas cuarenta y ocho horas y, bajo
la difusa luz de la luna llena, he podido moverme lentamente entre las
hojas.</div>
<div style="text-align: justify;">
He descubierto que los isleños duermen
encaramados en los árboles, como si fueran simios, no sé si por una
extraña comodidad salvaje o para tratar de escapar de los insectos
rastreros o de las pocas serpientes que merodean por Sentinel del Norte.
Intenté imitarlos una noche, pero el miedo a resbalar y caerme del
árbol en pleno sueño me hizo desistir y volver a mi cueva, donde he
preparado una especie de camastro con tierra, hierba y hojas que es
mucho más cómodo que el suelo de roca.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mis excursiones por la isla se han
intensificado. He perdido por completo el miedo a los salvajes y creo
que al fin he explorado la isla en su totalidad. Incluso volví a
encontrar mi pantalón y mi blusa, que llevaban más de un mes abandonados
cerca de la primera cueva en la que encontré refugio. Cogí las prendas
tan solo para incluirlas como material de mi primitivo colchón. Allí en
mitad de la naturaleza salvaje no necesito la ropa para nada más. Sin
embargo, un día, al ver los bolsillos del pantalón, decidí recortarlos
del resto de la tela e incluirlos en el cinturón donde llevo el
cuchillo. A pesar que, de vez en cuando, se desatan y caen al suelo, me
hacen un gran servicio cuando tengo que traer cualquier cosa a la cueva.</div>
<div style="text-align: justify;">
La isla es principalmente plana, aunque
la parte central se eleva unos pocos metros sobre el nivel del mar. Sin
embargo, la elevación no es suficiente como para entender dónde se
metieron los <em>sentinelîs </em>durante el tsunami del 2004.</div>
<div style="text-align: justify;">
El claro donde asesiné al primer salvaje
-aunque realmente no sé si el segundo llegó a morir a causa de su
dolorosa herida- es el único lugar con agua dulce, y cuando me hastío
del jugo de los longanes y rambutanes, me acerco para poder beber algo y
darme un baño. Mientras yo estoy en el claro, ningún <em>sentinelî </em>se ha acercado a molestar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Hoy he salido un poco antes a pasear. He
tenido un extraño y perturbador sueño en el que Natalia, mi ex, vestida
con un uniforme de policía indonesia, me disparaba con lágrimas y me
mataba. Imagino que a estas alturas ya se habrá enterado de mi
desaparición. ¿Llorará por mí?</div>
<div style="text-align: justify;">
He vuelto a cazar. Pero solo cuando lo
necesito. Cada tres o cuatro días cazo o pesco algo que complemente mi
dieta de rambutanes, longanes y otras hierbas que he descubierto que
pueden comerse sin peligro.</div>
<div style="text-align: justify;">
La lanza atraviesa sin miramientos al pequeño varano.</div>
<div style="text-align: justify;">
–<em>Samaja</em>. -digo a la isla,
pidiendo perdón por arrebatarle una vida, antes de arrodillarme ante mi
presa y abrirle el vientre para cocinarla mejor.</div>
<div style="text-align: justify;">
Saco dos piedras de uno de los bolsillos
y algo de hierba seca para prender. Consigo una pequeña llama en pocos
segundos y sonrío con satisfacción enorgulleciéndome de mis nuevas
habilidades, que se extienden también a la cocina. La carne del reptil
me queda tierna y sabrosa. Tanto, que hasta repelo los huesecillos para
comerme hasta el último cachito de carne.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tras la comida, me acerco de nuevo al
claro del estanque. Me apetece más que nunca un baño relajante. Estoy
aún a varios metros de distancia cuando escucho unos sonidos y me pongo
en guardia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es una voz de mujer. Canturrea algo en un lenguaje ininteligible y casi gutural.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me asomo al claro y la veo. Podría decir que todas las mujeres <em>sentinelîs</em>
son iguales, o al menos difíciles de distinguir, pero ella es única. Es
Viernes. Lo sé. Me la suda Robinsón Crusoe. Viernes no es nombre de
varón. Viernes deriva de Venus y, como tal, es nombre de mujer.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es su nombre. Viernes, la de las curvas
de carne de obsidiana y del pubis peludo. La de los ojos negros y los
labios carnosos. Como todas las <em>sentinelîs</em>. Pero de un modo que es solo suyo.</div>
<div style="text-align: justify;">
La <em>sentinelî</em> a la que salvé de
ser violada vuelve a bañarse desnuda en el estanque. Su piel de ébano
vuelve a hundirse y resurgir del agua cristalina. Su sexo tupido y
oscuro vuelve a asomarse entre sus piernas mientras nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
Miro alrededor y no encuentro otra
presencia que la de Viernes. Con el corazón tamborileándome en el pecho,
abandono mi escondite y salgo al claro mientras la negra sigue
canturreando, ajena a mi presencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me quito el cinturón con el cuchillo y
dejo caer la lanza. El sonido de las armas con la hierba es casi
imperceptible, pero lo justo para que ella lo note y se vuelva,
sobresaltada, hacia mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me mira con desconfianza, como una
gacela asustada que acaba de ver un nuevo animal y no sabe si es un león
presto a cazarla. Algo así soy. La he acechado, la he descubierto en un
momento de indefensión y esta vez no voy a dejar que se me escape.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me quedo de pie junto al agua,
mirándola, y Viernes no se mueve. Mantenemos una especie de pulso con
los ojos durante el que me abandono a sus pupilas negras como la noche y
me rindo a ellas. Levanto las manos en un gesto inofensivo en el que
tardo en reconocer el mismo gesto de la estatua de Inanna.</div>
<div style="text-align: justify;">
Como hipnotizada, voy introduciéndome yo
también en el agua, sin abandonar mi pose de diosa verde y prehistórica
y sin dejar de mirar el negro cuerpo que me aguarda, intranquilo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–No voy a hacerte daño. -le digo en español, sabiendo que me va a dar igual el idioma en el que le hable. Viernes solo entiende <em>sentinelî</em>.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Sibucu... -musita ella, mientras me voy acercando, pero sin huir.</div>
<div style="text-align: justify;">
No le respondo. Simplemente reduzco la
distancia que nos separa hasta que estoy frente a ella, tan cerca que
solo tengo que inclinarme para besar su boca, que me aguarda con dos
labios carnosos entreabiertos, o sus pechos, perfectos pechos de carne
negra.</div>
<div style="text-align: justify;">
Acaricio con suavidad su rostro, como
temiendo que sea un espejismo y que, en cuanto la toque, vaya a
desaparecer o, peor aún, a transformarse en una “Polisi” con la cara de
Natalia que me dispara lágrimas llenas de amargura.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pero no. Allí está. Su piel es suave y
cálida y se estremece bajo mis yemas. El agua nos envuelve como una
sábana enorme. Mi mano resbala hacia su nuca y atraigo su boca a la mía.
Viernes no opone resistencia ninguna y deja que sus labios choquen con
los míos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tardo en conseguir que su lengua imite a
la mía y me bese con la misma pasión que yo le pongo, pero cuando lo
logro, Viernes parece olvidarse de que su compañera no es un hombre de
verga erecta y se deja llevar, comenzando a acariciar mi espalda con sus
manos grandes y fuertes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los labios de la <em>sentinelî</em> son
los más sabrosos que jamás he probado. Tal vez, después de tanto tiempo,
el sabor de todos los labios que han pasado por los míos ha quedado
diluido y desgastado por el olvido, pero en este momento puedo jurar que
no he probado labios como los de Viernes.</div>
<div style="text-align: justify;">
En su boca no hay solamente saliva. Hay
agua dulce, y también maná, néctar de dioses. Hay sexo y hay selva. Hay
magnetita pura, un imán del que me cuesta separarme para seguir
descendiendo por su piel negra y salvaje.</div>
<div style="text-align: justify;">
Un suspiro se le escapa y me caracolea
en la oreja cuando mis labios se posan en el nacimiento de su cuello. Su
piel húmeda los hace resbalar suavemente, como queriendo enseñarles el
camino a otros recónditos parajes de la selva de su piel negra.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me arrodillo ante Viernes, presta a
adorarla, hasta que el agua me llega a los hombros. No me importa. A la
altura de mi boca quedan sus pechos, dunas de ópalo, montañas de
chocolate, pedacitos de noche sabrosos, llenos y puntiagudos. Dejo que
sus grandes pezones se deslicen en mi boca y chupo como el bebé que
busca alimento de la madre. Quizás no sea más que eso. Un bebé buscando
el alimento y el contacto con la diosa madre. Mis labios se pierden por
las oscuras y enormes areolas y la negra me agarra de la nuca,
agradeciendo mis caricias con los primeros gemidos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi lengua se engolfa sobre los pezones.
Me noto tan caliente que temo que, de un momento a otro, el agua del
estanque empiece a hervir. Mi mano, bajo el agua, encuentra el sexo de
Viernes, y con solo un suave roce de mis dedos entre sus labios,
consiguen que las piernas de la negra tiemblen de tal forma que tiene
que apoyarse en mí para no caer.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sonrío. Nadie se ha preocupado tanto por
su placer como voy a hacerlo yo. La arrastro fuera del agua y la tumbo
en la hierba, la misma hierba donde hace más de un mes la violaron dos
salvajes. Uno está muerto. El otro seguramente también, a menos que sepa
cómo frenar una hemorragia tan importante, en cuyo caso será un eunuco y
jamás podrá violar a nadie más.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una vez tumbada boca arriba, abro las
piernas de Viernes y, ante su sorpresa, hundo mi cabeza entre ellas,
directa a la poblada selva de su pubis.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Ah! -la negra se retuerce en cuanto mi lengua atraviesa sus labios vaginales y busca su clítoris.</div>
<div style="text-align: justify;">
Su flujo es amargo y sabroso. Salvaje y excitante. Tierra y bosque. Isla y mar. Mitad de Gaia y de Inanna.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi lengua recorre todos los puntos de su
vagina. Se hunde en su sexo, recorre los labios menores y se enreda con
su clítoris. Las manos de Viernes se hunden en mi cabello, empujándome
más a su sexo, sin dejar de gemir, cada vez más alto, cada vez más
fuerte, cada vez más rápido.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuelo un dedo en su coño, que se desliza
sin ningún tipo de impedimento, y comienzo a succionar su pequeño
capuchón. No me da tiempo a sumar un segundo dedo. El orgasmo de Viernes
es total y brutal. Sus muslos se cierran sobre mi cabeza con tanta
fuerza que parecen querer estrujármela igual que su coño me estruja el
dedo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Subo con besos sobre su cuerpo de ébano
que contrasta con mi piel blanquecina. La sima de su sexo da paso al
frondoso bosque de su entrepierna, atravieso la llanura del vientre,
bordeando el pozo lleno de agua de su ombligo, para acabar trepando por
uno de sus pechos, dejando un largo y húmedo beso sobre el pezón que lo
corona y acabar volviendo a su boca, donde Viernes lame mis labios sin
importarle que sepan a su coño.</div>
<div style="text-align: justify;">
Nos fundimos en un lascivo beso, blanco
contra negro, mujer contra mujer. Pego un respingo cuando noto sus dedos
buscando mi sexo, deseosos de repetir en mi cuerpo aquello que el mío
ha causado en el suyo. Frota en la entrada de mi sexo y la humedad
termina de tomar por completo mi interior.</div>
<div style="text-align: justify;">
No puedo evitar un gritito de placer.
Llevo demasiado tiempo sin que otro cuerpo humano me toque donde Viernes
está tocando. Entrelazo mis piernas con las suyas para que los espasmos
de placer no me las hagan cerrar. A pesar de su más que segura nula
experiencia con otros cuerpos femeninos, los dedos de la <em>sentinelî </em>tardan muy poco en encontrarse a gusto en coño ajeno y recrearse en mis intimidades.</div>
<div style="text-align: justify;">
Decido que no me puedo quedar atrás. Con
una mano acaricio su cara, repasando con las yemas sus pómulos
prominentes, que marcan sus ojitos entrecerrados, convertidos en líneas
que parecen solo muescas en la roca negra de su carne. La otra mano
busca ladinamente el coño de la negra, que encuentran aún húmedo y
caliente.</div>
<div style="text-align: justify;">
Besándonos, rodando por la hierba, sin dejar de masturbarnos mutuamente, Viernes y yo damos rienda suelta a nuestras pasiones.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los gemidos se suceden. De beso en beso,
brotan suspiros que se extienden por el claro, derramándose por la
hierba y trepando por los árboles donde los primeros animalillos
curiosos se asoman a mirarnos.</div>
<div style="text-align: justify;">
El agua del estanque que mojaba nuestras
pieles ha sido sustituido por el rocío de la hierba y nuestros propios
sudores. Mi respiración acelerada es un vendaval caliente que contagia
la temperatura a mi cuerpo, o tal vez contagiada por el propio calor
creciente de mi ser.</div>
<div style="text-align: justify;">
Viernes gime, ríe y gime, y su coño
abraza mis dedos como si fueran una polla a la que dar placer. Yo doblo
los míos en su interior, buscando su punto G, y después de un grito de
placer absoluto, la negra repite el gesto en mí. Su boca se vuelve loca y
me lame, chupa y muerde los labios y todo aquello que queda a su
alcance, hasta que , llegando a su orgasmo, apaga su grito de placer en
mi cuello.</div>
<div style="text-align: justify;">
No lo aguanto más. El fuego que iba
incendiando mis entrañas, finalmente, se queda sin nada más dentro de mi
cuerpo que calentar y opta por salir fuera.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tiemblo de pies a cabeza. Hundo mi cara
en el nido que hacen hombro y cuello de Viernes y, en pleno clímax, abro
la boca y clavo mis dientes allí mismo, como si pudiera ser un
vampírico beso que ligase para siempre su sangre con la mía, gesto que
ella imita.</div>
<div style="text-align: justify;">
Nos corremos las dos cada una con su orgasmo que se junta con el de la otra, envolviéndonos en una nube de gemidos y placer.</div>
<div style="text-align: justify;">
Caigo exhausta a su lado. Sonreímos
satisfechas mientras nos recuperamos del desolador orgasmo, tan potente
que incluso ha llegado a invocar algunas lágrimas en mis ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Descansamos hasta que nuestras
respiraciones se normalizan. Sin hablar el mismo idioma, lentamente,
solo con miradas, nos entendemos.</div>
<div style="text-align: justify;">
La tarde empieza a languidecer y ella mira hacia el este, donde está el asentamiento de los <em>sentinelîs</em>. Yo miro en dirección contraria, hacia donde espera mi cueva, mi claro, mi estatua de Inanna.</div>
<div style="text-align: justify;">
Beso tiernamente en los labios a
Viernes, me levanto y recojo mis bártulos. La negra también se
incorpora, y su mirada salta de mí al bosque y del bosque a mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Sibucu... -me dice, antes de murmurarme algo que suena algo parecido a “<em>upande</em>”.</div>
<div style="text-align: justify;">
Camino en dirección a mi hogar y antes
de salir del claro, me vuelvo hacia Viernes, que sigue allí, de pie,
hermosa, negra y desnuda. Le tiendo mi mano en un ofrecimiento que ella
entiende sin palabras. Sonríe y avanza hacia mí.</div>
<div style="text-align: justify;">
–<em>Upande</em>, Viernes. -le digo. No sé por qué, pero sé que “<em>upande</em>” quiere decir “Te quiero”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<em>–Upande</em>, Sibucu.</div>
<div style="text-align: justify;">
No sé por qué motivo Viernes se ha
plegado tan rápido a mis deseos. No sé si aún piensa que soy un avatar
de su diosa Inanna y, por lo tanto, negarse a mí conllevaría la ira
divina. No sé si realmente se siente atrapada en una tribu donde las
mujeres le dan placer a los hombres y nunca a otras mujeres. Solo sé que
Viernes me acompaña a mi hogar y yo no puedo sentirme más feliz.</div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando llegamos al claro de la estatua, la <em>sentinelî</em>
parece reacia a acercarse a Inanna, pero la obligo a acompañarme.
Cenamos unos longanes y me divierto lamiendo el jugo que se le resbala
por las comisuras de sus carnosos labios.</div>
<div style="text-align: justify;">
Aunque parece incómoda cuando le digo de
dormir en mi colchón, después de hacerle otra vez el amor, cae rendida y
se duerme mientras la abrazo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–<em>Upande</em>. Viernes. <em>Samaja</em>, Natalia. -murmuro, antes de caer dormida abrazada al cuerpo negro y caliente de Viernes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
*****</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
DÍA 49</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es mediodía cuando un relámpago de
intranquilidad cruza la isla. Las aves alzan el vuelo, las ratas se
cobijan en sus madrigueras y el aire comienza a traer un rumor apagado.
Rumor que va encendiéndose, creciendo y haciéndose más audible y
ostentoso. El rugido inequívoco de un motor rasga el cielo tranquilo de
Sentinel del Norte, y un enorme pájaro de metal, que en lugar de alas
tiene discos, o palas que giran tan rápido que parecen discos, se posa
en la playa sur de la isla. Avanzo rauda a su encuentro. No voy a
permitir que nadie invada mi hogar. Dejo a Viernes en la cueva y salgo a
la carrera hacia el extremo oeste de la isla. Antes de salir, dudo si
coger la lanza y el cinturón, pero no quiero dejar sin protección a mi
amada <em>sentinelî</em>, así que simplemente saco el cuchillo del cinto y empiezo a correr hacia el origen de aquel estruendo.</div>
<div style="text-align: justify;">
El helicóptero es verde y enorme, y una
bandera con dos franjas rojas horizontales emparedando una gualda reluce
en la cola. De su interior baja gente. Gente de piel blanca, armada y
vestida de guerra.</div>
<div style="text-align: justify;">
Salgo a la playa, desnuda tal y como
nací en España y renací en Sentinel. Desnuda y serena como una
anti-Venus que no surge del agua sino que se acerca a ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los soldados me ven y me señalan. Sonríen.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Elena! ¡Elena! -grita el que parece
tener el mando, y su voz tiene el acento patrio y reconfortante que
llevo tantos meses sin escuchar- Soy el Capitán Jurado. Jaime Jurado,
llámame solo Jaime. Venimos a por ti.</div>
<div style="text-align: justify;">
Como no respondo, simplemente le miro
con curiosidad, el Capitán Jurado, Jaime Jurado, solo Jaime, se acerca a
mí hasta que me toma la cara entre sus manos fuertes y grandes. El
fusil sigue colgando de su hombro. Por un momento, recuerdo a la
“Polisi” indonesia y sus ráfagas de balas buscando mi cuerpo.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¿Eres Elena, no? ¿Elena López? -Sus
pulgares me estiran la piel de los pómulos, ofreciéndole mejor vista de
mis ojos sin emociones.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Capitán, está en shock. -le dice otro militar.</div>
<div style="text-align: justify;">
–Bueno, Elena, sígueme. Dos meses es mucho tiempo. Pronto estarás en casa. ¿Me entiendes? Vamos a casa. A tu casa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi casa. España. Civilización. Natalia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Desvío mi mirada hacia el helicóptero del ejército.</div>
<div style="text-align: justify;">
Guerra. Política. Hipocresía. Desigualdad.</div>
<div style="text-align: justify;">
Vuelvo mi vista durante un momento al bosque.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sentinel. Libertad. Naturaleza. Viernes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi mano se cierra sobre el cuchillo de
obsidiana. Un rápido movimiento, un certero tajo y la sangre brota del
cuello del Capitán del Ejército Español, manchándome los pechos y la
sonrisa.</div>
<div style="text-align: justify;">
–¡Mierda! -grita otro de los soldados,
echando mano a su arma, pero yo ya estoy corriendo de nuevo hacia el
abrazo verde y amable de mi selva, allí donde no me puedan encontrar o
donde yo los podré encontrar antes que ellos a mí. La selva de Sentinel
del Norte me abraza y acoge como una madre amantísima.</div>
<div style="text-align: justify;">
¿Volver a casa?</div>
<div style="text-align: justify;">
Ya estoy en casa.</div>
<div style="text-align: justify;">
Yo no soy Elena López.</div>
<div style="text-align: justify;">
Soy Sibucu.</div>
<div style="text-align: justify;">
Y soy <em>sentinelî</em>.</div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-4546934811200452382015-10-09T20:58:00.001+02:002015-10-09T21:01:49.697+02:00Fotos de mi puta (12): Una esquela en el periódico<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ya no tengo ganas de quedarme en
casa recordando. Mi mente lleva viente años anclada en el pasado y
es hora de dejarla avanzar por fin.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">Detengo
el coche a las puertas de una peluquería y agarro el sobre con las
fotos que había apartado. Llamo al timbre y una jovencita pelirroja,
con el pelo cortado a lo </span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>'garçon'</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">
deja de lavarle el pelo a una anciana y corre a abrirme la puerta.</span></span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Tío Marcos! -la jovencita
me planta dos besos en las mejillas y me abraza con cariño. No la
veía desde navidades y entonces aún tenía su melena por debajo de
los hombros.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué te has cortado así
el pelo? No me gusta nada cómo te queda, Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tío Marcos... no seas
abuelo... Hay que ser más modernos... ¡A mi novio le encanta!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ah, tu novio... ya veo
-Sonrío y le acaricio la mejilla en gesto paternal. Lo cierto es que
le queda precioso-. ¿Cómo está tu padre? ¿Sigue en Algeciras?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, está allí. Con su
nueva mujer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te llevas bien con ella?
¿Igual que con Cristina?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí. Pero Cris mola más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Río y le despeino el pelo
corto. Jazmín ha aceptado de muy buen grado la identidad sexual de
su madre. Siempre pensé que Violeta era lesbiana, pero la sociedad
la había empujado a un matrimonio clásico del que solamente había
sacado una cosa buena. Aquella jovencita pelirroja que me sonríe
alegre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Está tu madre?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, está en el almacén.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Como invocada por mis palabras,
Violeta aparece por la puerta trasera del local con un par de botes
de acondicionador en la mano.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">Jazmín,
apunta que hay que llamar al de </span></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>'Schwarkoppf'</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">,
se nos han... ¡Marcos! ¡Qué alegría!</span></span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Violeta deja los botes sobre el
mostrador y me abraza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Era hoy? -pregunta,
torciendo el gesto- Joder... no me acordaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi antigua alumna ya no es una
niña. Es una mujer que, a sus cuarenta y cinco, aún es capaz de
levantar muchas pasiones, pero nada que ver con aquella prostituta
que encontré en cierta esquina una noche cualquiera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Espera, que dejo a Jazmín en
la 'pelu', le digo a Cris que haga comida para ellas y te acompaño.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, Jaz... Violeta -me
corrijo-. Prefiero ir solo. He venido para darte esto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Le extiendo el sobre y la madura
peluquera investiga un poco en su interior. No necesita mucho más
para adivinar qué contiene. En cuanto ve la primera imagen, un
intenso rubor cubre su rostro y me sonríe.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Gracias. Pásate luego -me
dice antes de plasmarme un tierno beso en los labios que sorprende a
su hija. La anciana Palmira está demasiado concentrada en el
agradable masaje capilar que está recibiendo para abrir los ojos y
no se da cuenta de nada.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">Me
monto de nuevo en mi coche y echo una ojeada al asiento del copiloto.
La vieja </span></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>Polaroid</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">,
como una antigualla abandonada en alguna guerra antigua, parece
observarme, tal vez diciéndome que está lista para una última
captura antes de marcharse al Cielo de las Cámaras de Fotos. A su
lado, el álbum de las fotos de Marisa y mi bastón. Puede que ya no
lo necesite, hace más de cinco años de mi lesión de rodilla y ya
no tengo casi molestias más que cuando la maldita humedad de la
ciudad hace estragos, pero me gusta llevarlo. Me otorga cierto porte
y distinción, al menos así opino.</span></span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Arranco y me encamino hacia las
afueras de la ciudad. Sigo al cartel que clama “Cementerio
Municipal”, escarbo entre los recortes de periódico hasta
encontrar el primero de todos y me hundo de nuevo en mis atormentados
recuerdos mientras leo la esquela.</span><br />
<a name='more'></a></div>
<div align="CENTER" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
“<span style="font-size: x-small;">PABLO VILLAESCUSA GARCÍA DE
GORGOS</span></div>
<div align="CENTER" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">PERIODISTA Y EMPRESARIO</span></div>
<div align="CENTER" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su vida nos fue arrebatada a la
temprana edad de 27 años, víctima de la codicia y la envidia.</span></div>
<div align="CENTER" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La familia ruega una oración
por su alma e invita a quien quiera darle un último adiós a la
capilla ardiente que será instalada en la Masía de la Font,
propiedad de la familia.</span></div>
<div align="CENTER" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">D.E.P.”</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1995</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llegué a la comisaria como alma
que lleva el Diablo. Irrumpí en el interior y un policía me hizo
detenerme.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa López. ¿Dónde está?
-mascullé alarmado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sorprendido, el agente preguntó
con la mirada a otro que parecía portar más galones y este fue el
que vino hacia mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Es usted el señor Solís?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, sí. ¿Dónde está
Marisa? ¿Qué es eso de que ha...?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Relájese. Pase por aquí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me llevó a un pequeño despacho
y me hizo sentarme. Lo que dijo a continuación cayó como una bomba
en mi interior.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">A ver, señor Solís. Su hija
adoptiva ha asesinado a un hombre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué? ¿A... a quién?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">A su marido, a Pablo
Villaescusa. Los vecinos escucharon una discusión muy grande y
cuando los agentes entraron en casa la encontraron desnuda y con el
arma homicida en la mano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero... no puede... no puede
ser... seguro que ella es inocente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Señor Solís -el policía me
hablaba de forma tranquilizadora, tratando de calmarme-. Ha
confesado. Ha confesado que mató a su marido. Según ella, fue una
disputa marital y él la golpeó y la violó. Después, ella esperó
a que se durmiera, fue a la cocina, cogió el cuchillo de la cena y
lo cosió a puñaladas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pe-pero eso es defensa propia
¿No? No le pasará nada entonces ¿no?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Señor Solís. Le apuñaló
diecisiete veces. ESO no es defensa propia. En mi opinión debería
buscarse un buen abogado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Puedo verla?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, no puede recibir visitas.
Mañana la trasladaremos a la prisión de mujeres a la espera del
juicio. Ahora está sedada porque estaba en pleno ataque de nervios.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El mundo se me cayó encima. No
podría volver a ver a Marisa hasta el día del juicio. ¿Cómo había
sido capaz de hacer algo como aquello? En ese momento recordé la
muerte de sus padres, recordé la reacción cuando trate de follarle
el culo por primera vez, recordé la pelea que tuvo en el instituto.
Parecía que la terapia con la Psicóloga había funcionado durante
años, pero supuse que todo tenía su límite y Marisa tenía su
límite muy bajo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pablo Villaescusa, con su
orgullo de niño rico, consentido y malcriado, al que nunca se le
niega nada, y con su violencia de macho alfa, se atrevió a violarla
y Marisa descargó sobre él toda su furia en diecisiete puñaladas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me metí de nuevo en el coche y
lloré amargamente. No por la muerte de Pablo Villaescusa, que no lo
merecía, sino por mi pobre alumna. Tenía una vida perfecta y ahora
iba a conocer el infierno de la cárcel.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llamé a mi editor para que me
ayudara a encontrar un abogado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos... No puedes contratar
un abogado para Marisa -me escupió después de contarle todo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué coño me estás
diciendo, Jesús? ¿QUÉ COÑO ME QUIERES DECIR CON ESO?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tranquilo, Marcos, déjame
explicarme. Si contratas tú al abogado y te enfrentas a los
Villaescusa, adiós a tu carrera literaria. Ni una puta editorial
será tan valiente de enfrentarse al imperio mediático de los
Villaescusa. Si ayudas a Marisa, te hundirán y hundirán a todo el
que te ayude.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me la suda, Jesús, necesito
al mejor abogado posible.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vamos a hacer una cosa,
Marcos. Lo voy a contratar yo, mediante una empresa pantalla que no
puedan relacionar contigo. Pero te tendrás que conformar con el
segundo mejor abogado. El primero seguro que ya lo tienen esos
cabrones. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Salgo de la ciudad en dirección
al cementerio. Mientras abandono las últimas avenidas de la ciudad,
no puedo dejar de pensar en mi querida alumna y los veinte años que
habrá pasado. Cuando llego a la altura del camposanto, lo paso de
largo mientras rezo para que la tumba de Pablo Villaescusa esté
destrozada por algún vándalo. No será así, por supuesto, la
familia se habrá encargado de mantenerla siempre en buenas
condiciones, pero ese cabrón y toda su familia se lo merecerían por
lo que habían hecho a Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Echo una ojeada de nuevo a mis
compañeros de trayecto, tiro los libros al asiento de atrás y meto
la cámara en la guantera. Veinte años atrás, Marisa la había
considerado ya una antigualla, y ni siquiera estaba seguro de que
funcionase. Queda solo una foto desde hace veinte años y no me he
atrevido a usarla nunca. Ha sido una estupidez traerla. Igual que fue
una estupidez intentar luchar contra los Villaescusa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1995</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La furia iba creciendo en mi
interior. Marisa parecía una muñeca de trapo avasallada por las
preguntas tendenciosas de aquel fiscal que solo quería hacerla
aparentar como una asesina sin escrúpulos. La prensa, y en especial
la manejada por los Villaescusa, habían hecho su trabajo y la habían
presentado así ante la opinión pública. Según rezaba cada página
de sucesos de cada uno de sus diarios, Marisa había asesinado a
Pablo para quedarse con su herencia, temiendo concebir un hijo que le
restara parte de esa fortuna. Una estupidez como la copa de un pino,
pero que para la opinión pública acabó siendo una verdad
incorruptible.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Nada había tenido que ver según
ellos, y por eso no aparecía en ningún diario, que Pablo la
maltratara verbalmente durante los meses que duró su matrimonio. Que
en cuanto se vio “dueño” de Marisa comenzara a tratarla como una
esclava más que como a una esposa. Nada tiene que ver que Marisa se
defendiera de Pablo cuando, no contento con humillarla con las
palabras, la violó rudamente. En ese momento, el dragón que tanto
tiempo había dormido en el interior de mi alumna estalló y se llevó
merecidamente con la explosión la vida del benjamín de los
Villaescusa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La fiscalía y el abogado de la
acusación se centraban en la cantidad de las puñaladas recibidas
por aquel idiota rubio, y desviaron la atención del juez de las
pruebas que presentaba el abogado defensor. Los golpes y moratones
recientes que mostraba Marisa en el momento de su detención, la
declaración de uno de los policías que claramente se puso del lado
de la mujer, a todo aquello le daban vilmente la vuelta sin que el
letrado que había contratado mi editor supiera reaccionar. Que si el
policía no era un testigo fiable porque había sido el último de
sus compañeros en entrar, que si los golpes se los había propinado
Marisa misma para buscarse una coartada... Todo aquello era una
locura. Una locura que la acercaba inexorablemente a la fría celda
de una cárcel. Miré al rostro al juez, que lo escuchaba todo con el
tedio de quien ya ha tomado una decisión. Recordé su rostro cuatro
meses antes, sentado en la cuarta fila de la Catedral mientras Pablo
y Marisa se casaban. Un amigo más de la familia. Un enemigo más de
Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Al final pasó lo que más
temía. Las palabras del juez retumbaron en mi cabeza y cada una era
una grieta más que se abría en mi alma. Asesinato. Ensañamiento.
Alevosía. Mi querida alumna, la niña que saqué de un hogar roto,
la joven que se dormía acurrucada a mi lado noche tras noche, fue
sentenciada a la mayor pena posible. Veinte años de cárcel. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una mujer joven, sin
antecedentes, con atenuantes como el maltrato sufrido durante su
infancia y su matrimonio que el juez no quiso estimar, condenada a
pasar el resto de su juventud y casi media vida en la cárcel por
culpa de haberse ido a meter en un nido de víboras. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se derrumbó al escuchar
la sentencia. Yo mismo me derrumbé igualmente. La había dado por
perdida cuatro meses antes ante el altar de la Catedral, pero la
sensación ahora era completamente distinta. En su boda, la dejaba a
las puertas de una vida mejor, llena de lujos y lo que ambos creíamos
amor. Tras el juicio, solamente le esperaba la cárcel.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La policía se llevó a rastras
a mi alumna. Me dejó de importar en aquel momento la presencia de
los poderosos Villaescusa y avancé hacia ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te visitaré, iré a verte
siempre que pueda, Marisa -le dije con un desgarro en la voz.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ella, con su rostro demacrado
cubierto por las lágrimas trató de alcanzarme para darme un beso,
pero los policías lo impidieron y se la llevaron.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No pude cumplir mi promesa de
visitar a Marisa. A los pocos días de estar en prisión se vio
envuelta en una pelea y le fueron retirados todos los beneficios
penitenciarios. No podría recibir visitas hasta que no cumpliera su
castigo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Se notaba la mano negra de los
Villaescusa en cada movimiento de Marisa en la cárcel. Cualquier
pequeño inconveniente causado se convertía en más y más tiempo en
aislamiento. El acoso a mi alumna se traducía en peleas e incidentes
en las que siempre achacaban las culpas a Marisa. Durante toda su
estancia había sido castigada con mucha más dureza que sus
compañeras. Solamente había podido escuchar su voz en contadas
ocasiones, en las llamadas telefónicas que le permitían hacer. En
ellas, intentaba parecer tranquila, alegre y parlanchina como
siempre, pero su voz siempre tenía un poso de tristeza insondable.
Trataba de mantenerme al margen, pero en cada llamada, a causa de mi
insistencia acababa confesándome la última de las peleas en las que
se había visto involucrada y por la cual no la dejaban recibir
visitas. Cada mes había una nueva pelea, un nuevo desplante, un
nuevo guardia de prisión que se enfrentaba con ella... Y detrás de
todo ello, no podía dejar de escuchar el mismo nombre:
“Villaescusa”.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llego al centro penitenciario y
tras pasar por el primer control de seguridad, detengo mi coche en la
puerta acristalada. Miro el reloj para observar que aún faltan unos
minutos para las diez, la hora en que Marisa saldrá. Mi corazón
late con fuerza, en mi cuerpo se abarrotan cientos de sensaciones
distintas pero entre todas se hace cada vez más patente el
nerviosismo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Veinte años son muchos años,
pero desaparecen todos en cuanto veo abrirse las puertas y una figura
femenina, cargando una bolsa de deporte, aparece por ellas. Es ella.
La niña que se me presentó desnuda rogándome que la sacara de la
casa donde su padre abusaba de ella. La adolescente que me animó a
escribir mi primera novela. La joven que se plegaba a mis más
oscuros deseos. La mujer que sale de la cárcel después de dos
décadas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su rostro se ilumina al verme.
Veinte años antes, hubiera soltado la bolsa y hubiera corrido hacia
mí para llenarme de besos y abrazos. Pero con cuarenta y seis años,
no tiene la misma energía en sus piernas. Se acerca lentamente, sin
dejar de sonreírme, con un contoneo de caderas que es sensual hasta
con esa ropa vieja y desteñida que lleva.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa... -susurro cuando ya
está a pocos centímetros de mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Entonces sí que suelta la bolsa
y se abraza a mí. Me besa con toda su pasión contenida durante
veinte años. Sus labios parecen locos por chupar los míos, su
lengua sale rápido al encuentro de la mía y el tiempo se detiene a
nuestro alrededor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ya no somos un jubilado de
sesenta y dos años y una exconvicta de cuarenta y seis. Somos un
profesor de instituto que le dobla la edad a su alumna adolescente,
somos un profesor universitario y una joven estudiante que se funden
desnudos en un beso mientras Violeta nos mira, somos un padrino de
boda y una novia que se acaba de correr antes de casarse y,
finalmente, después del extraño y circular viaje en el tiempo,
volvemos a ser el jubilado y la exconvicta que se funden en un beso
que guarda en cada partícula de saliva todos los besos que no nos
hemos dado durante veinte años.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Nos besamos durante minutos que
parecen horas. Cuando nos separamos, ambos sonreímos como si no
hubiera pasado ni un solo día desde que nos vimos por última vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Metemos su macuto en el maletero
y nos introducimos en el coche. Marisa observa con curiosidad el
álbum y lo abre por la primera de las páginas. Ahí aparece ella,
treinta años antes, desnuda y fingiéndose dormida después de hacer
el amor por primera vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Parece que hayan pasado
siglos ¿eh? -le pregunto mientras arranco.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No. Para mí, parece que
fuera ayer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se detiene en cada foto y
las examina con más atención incluso que la que yo he puesto. Sus
ojos se humedecen y una sonrisa melancólica asoma a su rostro
avejentado. Por las ventanillas, los árboles y postes de luz de las
cunetas pasan a toda velocidad. Lentamente, vuelvo a sentir esa nube
de alegría que me envolvía cada vez que estaba junto a Marisa. Mi
corazón no cabe en sí de gozo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Son preciosas. Eres un gran
fotógrafo -dice tras cerrar el álbum.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Son preciosas porque la
modelo es preciosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Desvío mi mirada de la
carretera para mirarla a los ojos. Puede que su piel y todo su cuerpo
hayan madurado, pero sus ojos brillan con la misma vivacidad que
cuando tenía veinte años. Mientras conduzco, su mano abandona el
libro y se posa sobre mi muslo, acariciando lentamente mi paquete.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ya no tengo treinta años, pero
mi cuerpo comienza a responder. Mi vieja polla se va llenando de
sangre mientras Marisa me soba sin contemplaciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Para ahí mismo -me ordena,
señalando un polvoriento camino rural, y yo obedezco. Obedezco a
quien siempre me obedecía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa, con sus finos y largos
dedos, desabrocha mi pantalón y saca mi verga de su encierro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Veinte años sin tu polla son
demasiados, Marcos -suspira, antes de inclinarse y metérsela en la
boca. Cuando consigue una poderosa erección, la detengo. Después de
tanto tiempo no me basta con su saliva. Quiero su sudor. Quiero su
flujo. Quiero su cuerpo entero.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Desnúdate.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En un instante retomo mi puesto.
Yo mando, ella obedece. Marisa se deshace rápidamente de su sudadera
y sus pantalones de chándal. Sus pechos, mucho menos firmes que
cuando la vi por última vez, aún llenan su sujetador. Botan libres
cuando se retira el sostén, clamando por unas manos que les den
calor. La hago quitarse las bragas también y sonrío al no encontrar
ni rastro de vello. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Lo has hecho para mí?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Para quién si no?
-contesta ella, pasando su mano por su pubis depilado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me quito la camisa y los
pantalones y Marisa misma me baja los calzones hasta los tobillos.
Recuesto lo máximo posible mi asiento y ella se sube sobre mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi polla entra en su coño como
si no hubieran pasado veinte años. Está mojada como una colegiala y
mi polla dura como la de un joven. Ella empieza a cabalgarme y sus
gemidos salen mucho antes de lo que había imaginado. Nos besamos.
Nuestros cuerpos se reconocen el uno al otro y repiten esos
movimientos que tanto nos gustaban y que no habíamos usado desde
veinte años atrás.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No hacía... falta... que
trajeras tus libros... -dice entre jadeos, mirando los tomos que
yacen en el asiento trasero–Los he leído todos... Es lo único a
lo que tenía acceso, a los libros. Así... Así me sentía aún en
contacto contigo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los Villaescusa la habían
tomado con Marisa y, en su encegamiento, se habían olvidado de
hacerme a mí la vida imposible, por lo que pude seguir publicando
mis obras sin casi ningún problema. Lo que no me esperaba es que la
biblioteca de la cárcel tuviera mis libros. No parecían los más
indicados para criminales convictas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te gustó “Los lobos
salen del bosque”? -pregunto, tratando de acomodar mis caderas a su
suave follada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me encantó la dedicatoria. Y
la historia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
“<span style="font-size: x-small;">Los lobos salen del bosque”
había sido todo un hito. Más rayano en la literatura erótica que
en la novela negra, narraba la historia de una poderosa y rica
familia que controlaba una secta que a su vez controlaba un pueblo.
Los protagonistas, un policía recién destinado a la zona y una
joven que temía por su vida por salirse de la secta, emprenden
además de la investigación, una relación sexual de dominación y
sumisión que chocó con muchos tabús de la época.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La dedicatoria era al completo
para Marisa. Sin decir su nombre, proclamaba a los cuatro vientos mi
amor y mi deseo por ella de una forma tan sexual que muchos críticos
la tomaron como parte misma de la historia, como si el personaje
principal se la hubiera dedicado a su sumisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Después de veinte años de
lenguas, nada como una buena polla -susurra Marisa a mi oído,
recuperando mi total atención. Dejan de importarme entonces “Los
lobos salen del bosque”, “La ciudad de las maldiciones”, “Un
teléfono estropeado”, “La pasión invisible” y todos los demás
libros escritos por mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ya solo me importa el coño de
Marisa cerrándose sobre mi polla, sus manos aferradas a mis hombros,
las mías engarfiadas sobre sus nalgas redondas y maduras, sus jadeos
en mi oreja, mi lengua en su cuello, sus gemidos y los míos, nuestro
calor empañando las ventanillas de mi coche... En resumidas cuentas,
su cuerpo y el mío reuniéndose tras veinte años de separación
forzosa y recuperando el tiempo perdido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa cabalga decidida hacia el
orgasmo. Arquea su espalda y se apoya en el salpicadero para seguir
follándome. Sus senos botan delante de mis ojos, hipnotizándome.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
“<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">Los
pechos, chúpale los pezones”. El Marcos de treinta y siete años
que escuchaba a Marisa follar con Pablo a través de la puerta me
habla ahora a mí. “Los pechos, chúpale los pezones”. Doblo con
dificultad mi espalda avejentada y atrapo una areola entre mis
labios. Marisa gime. Su coño se tensa sobre mi polla. Nuestros
sudores se mezclan sobre nuestras pieles. </span></span></span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me agarra la cabeza como
si quisiera hundirme en su torso. Como si en verdad quisiera que me
comiese sus pezones, sus areolas, sus pechos e incluso sus costillas
para pegarle dentelladas a su corazón, ese corazón que noto latir
acelerado, al compás del mío. El corazón del que nunca debí
haberme separado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi alumna, pues a pesar de los
años que han pasado siempre será mi alumna, se corre y yo me corro
con ella mientras le muerdo suavemente un pezón. Mi semen la inunda
y sus flujos se escurren por mi polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Veinte años... -sentencia
Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Recuperamos lentamente la
respiración entre besos y caricias, miro a través de los cristales
empañados y como no descubro ninguna sombra que pudiera corresponder
a un ente humano, abro la ventanilla para ventilar el viciado
ambiente del auto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa vuelve al asiento del
copiloto apartando el bastón que sigue ahí y busca en la guantera
algo con lo que asearse. Se le escapa una carcajada al encontrarse de
bruces con la vieja <i>Polaroid.</i></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Aún funciona? -pregunta
divertida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sinceramente, no tengo ni
idea. Pero no te preocupes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Rebusco en los bolsillos de mis
pantalones, que yacen en el suelo del coche, cerca de los pedales, y
a duras penas extraigo el móvil. Tiene menos de un mes, y lo único
que pedí al comprarlo es que tuviera buena cámara. El vendedor me
dijo que tenía cuarenta megapíxeles y me conformé con ello, aún
sin saber qué carajo significaba aquello. Lo cierto es que hacía
fotos mucho mejores que el viejo cacharro que tenía Marisa en sus
manos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ponte otra vez aquí -Me doy
unas palmadas sobre mi muslo desnudo para que mi alumna me entienda.
Marisa se coloca de nuevo a horcajadas sobre mí, como si quisiera
follarme de nuevo, aunque mi polla está ya descansando después de
darlo todo por primera vez en mucho tiempo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Así? -me pregunta mimosa,
apartándose el pelo de la cara.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, así perfecto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Extiendo el brazo con el móvil
hacia el lado del copiloto y lo enfoco hacia nosotros. En la pantalla
del teléfono aparecen nuestras caras sonrientes, los pechos desnudos
de Marisa, y tras ellos, la ventana abierta del conductor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ahora se llevan los <i>'selfies'</i>
-digo, mientras pulso el botón azul.</span></div>
<div align="RIGHT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<br /></div>
<div align="RIGHT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><i>FIN</i></span></div>
<div align="RIGHT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><i>Fotos de mi puta</i></span></div>
<div align="RIGHT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><i>Kalashnikov</i></span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-48967616222325816042015-10-03T14:52:00.002+02:002015-10-03T14:52:52.977+02:00Fotos de mi puta (11): Una novia vestida de tul
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una insidiosa alarma me saca de
mis pensamientos. El dichoso móvil nuevo trina estruendosamente y
consigo detenerlo a la tercera intentona. Malditos trastos modernos,
nunca me habituaré a ellos. Son las nueve de la mañana, tengo una
hora de camino por delante, y solamente me queda una foto fuera del
álbum, la última que le saqué. No es la más hermosa que le
sacaron ese día, ni para la que posó más tiempo, ni la que mejor
calidad tiene, pero es la que yo le saqué. Eso la hace única. La
observo con una extraña mezcla de excitación y nostalgia y la ubico
en la última página del álbum, la única que queda libre. Cierro
el álbum porque no necesito mirar la foto para verla. La tengo
grabada a fuego en la mente. Mientras lo recojo todo para salir de
casa, recuerdo cada uno de los detalles de la fotografía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa mira a cámara. No está
desnuda. Viste el más hermoso vestido de novia que jamás se hubo
visto. Cualquier vestido de novia sería el más hermoso del mundo
mientras lo llevase ella. Marisa. La misma mujer que levanta el
faldón de su vestido para mostrar su coñito sobre el que asoma un
pequeño bosquecillo de vello púbico. Se casó sin bragas y no solo
eso. En la liga blanca que rodea su muslo está sujeto un pequeño
aparato eléctrico de color azul, del que sale un cable que se
introduce en su vagina. En aquel entonces ese aparato era una
novedad. Un vibrador con mando a distancia. Obviamente, el mando
estaba en mi mano. Fue una especie de regalo de bodas. Un regalo que
ella me hacía a mí. Su último regalo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Salgo de casa tras coger el
bastón de la entrada. En la otra mano, llevo el álbum, el sobre y
algunas hojas de un viejo periódico. Bajo hasta el garaje y entro en
mi coche. En el asiento del copiloto yace la docena de libros que he
escrito durante estos últimos veinte años. Lo cierto es que me
equivoqué de pe a pa y mi segundo libro reventó el número de
ventas del primero. Después de él vinieron más. Arranco y el
sonido de mi viejo coche me recuerda a la última vez que llevé a
Marisa en él. Fue hace veinte años y por aquel entonces el coche
era primorosamente nuevo, casi comprado para la ocasión.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Entonces la llevaba a su boda
con Pablo Villaescusa.</span></div>
<a name='more'></a><br />
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1995</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Nerviosa? -le pregunté a
Marisa cuando arranqué el coche.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi alumna se había convertido
en toda una mujer. Trabajaba desde dos años atrás en uno de los
diarios de la familia Villaescusa, y estaba a punto de estrenar su
columna semanal a la vuelta de su luna de miel. Era una mujer
independiente, con un gran trabajo y, desde ese día, con una familia
y un hogar propios en los que yo no iba a estar. No podía
entristecerme por ella, se le abría una nueva vida buena y sencilla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Un poco -respondió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa estaba radiante. Se la
veía absolutamente feliz y hermosa. Nunca me había gustado que se
maquillase pero he de reconocer que el estilista contratado por los
Villaescusa había conseguido realzar sutilmente su belleza sin
exagerar con los cosméticos. No los necesitaba. Llevaba su vestido
de novia, enorme, blanco y ostentoso, remangado en sus piernas y
ocupando tanto espacio sobre su regazo que era difícil adivinar
dónde acababa la tela y dónde empezaba su cuerpo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cambié de marcha, mi mano rozó
su vestido de novia e hizo un leve contacto con la piel de su pierna.
No pude separar mi mirada de ese punto. Un pequeño triángulo de
piel asomaba entre todo el montón arrebujado de tela blanca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mira a la carretera,
Marcos... no querría que tuviésemos un accidente en el día de mi
boda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Redirigí mi vista al frente con
una sonrisa. Marisa había usado un tono de voz muy conocido para mí.
Su tono más travieso, el que me daba carta blanca para dar rienda
suelta a mis pensamientos más lascivos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Coloqué mi mano sobre su muslo
tras esquivar el vestido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos... No quiero mojarme
las bragas...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues quítatelas -ordené
perversamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi alumna no tardó nada en
obedecerme. Ya llevaba un par de meses sin pasar una noche en mi casa
y yo estaba deseando volver a tomarla como antiguamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Qué cabrón eres! -dijo
tras dejar las bragas en la guantera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi mano volvió al muslo y
comenzó a subir. Bajo el vestido, Marisa abrió sus piernas para
permitirme mejor acceso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El coche avanzaba por el centro
de la ciudad, yo mantenía una mano en el volante y otra entre las
piernas de Marisa. La humedad de su coñito era cada vez más
evidente. La novia se había dejado crecer un pequeño triángulo de
vello púbico sobre su monte de Venus, porque a Pablo no le gustaban
los coños completamente depilados. Me decepcioné levemente la
primera vez que me lo dijo, ya me había acostumbrado a su pubis sin
vello pero, al verla cada vez menos, lo último que me importaba
cuando estaba conmigo era aquel pequeño matojo moreno y rizado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Introduje dos dedos de golpe en
su vagina y Marisa se arqueó. Comencé a masturbarla lentamente
mientras sus suspiros elevaban la temperatura en el pequeño Peugeot.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Date prisa -pidió-. Nos
están esperando todos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No. Están esperando a la
novia. La novia que va a llegar cachonda y sin bragas...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Uuuhhh -Marisa se retorcía
de placer con mis dedos en su coño. Trató de alcanzar mi bragueta
con su mano izquierda, pero no la dejé. Era su día especial, no el
mío.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa gemía sin control cuando
detuve el coche. Se sobresaltó y miró por la ventanilla,
convirtiendo su sorpresa en pánico. Habíamos llegado. Habíamos
llegado a la puerta de la Catedral, las damas de honor se acercaban
al coche y yo seguía masturbando su coñito desnudo sin importarme
lo más mínimo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Se tapó con el vestido y yo
retiré la mano. A pesar del maquillaje, el rubor se extendía por
toda su cara. Aún faltaba tiempo para la boda, yo la había traído
para que se subiera desde ahí al Rolls Royce en el que haría su
entrada triunfal después de que llegase el novio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Salió del coche un poco
aturdida y comenzó a saludar a todo el mundo. Todos se acercaban a
decirle lo hermosa que estaba, la suerte que tenía y lo bonito que
estaba el día para casarse.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, vente, que hay un
problema</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aurora, la hermana de Pablo, la
arrastró de una mano sacándola del círculo de asistentes que se
había formado a su alrededor. Marisa me miró interrogante y yo alcé
los hombros. Al fondo, una joven pelirroja dejó a una pequeña niña
de no más de dos años con su padre y avanzó hacia las dos cuñadas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Violeta! ¡Estás lind...!
-Mi otra alumna, la que había sido durante dos años mi otra putita
particular y que en ese momento era la dama de honor de la boda, hizo
callar a Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vamos dentro, el Rolls se ha
estropeado viniendo hacia acá y han tenido que pedir otro. Va a
tardar quince minutos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Joder... ¿Y Pablo?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya ha llegado. Está dentro
-terció Aurora.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡No me puede ver antes de
casarnos! -gritó. Me divirtió su supersticioso nerviosismo. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya, chica, ya -la calmó
Violeta-. Esperaremos en la vicaría. Vente por aquí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Vi como se alejaba mientras
saludaba a los asistentes. Los señores Villaescusa me abordaron y
tuve que malgastar unos minutos con ellos mientras maldecían la poca
profesionalidad de la empresa de alquiler de coches y me preguntaban
sobre cuándo saldría mi próxima novela.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">- Me he tomado una temporada
sabática en la escritura. Quiero concentrarme en la Universidad. Ya
logré el doctorado y quiero sacarme la Cátedra. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Catedrático? ¡Vaya, eso
será genial! ¿Y en...?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Disculpe, creo que Marisa me
llama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Por la puerta de la Catedral
asomaba Violeta, con un elegante y espectacular vestido rojo pálido
que iba a juego con su melena. La joven me llamaba con grandes
gestos. Me acerqué rápidamente para saber qué quería.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa quiere que vayas...
¿Has visto a Jazmín?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Por un momento me aturullé,
hasta que recordé que Jazmín era el nombre que le había dado a su
hija. Obviamente, el padre no tenía ni la más remota idea de dónde
venía aquel nombre y le había parecido precioso. “A este paso me
monto un Jardín” había dicho en más de una ocasión. Solamente
esperaba que si tuvieran un hijo no lo llamasen Jacinto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">He visto a tu marido
llevándosela al parque. Estarán ahí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Joder, se va a poner perdida
-Violeta miró a ambos lados, se cercioró de que nadie nos miraba y
me dio un rápido beso en los labios. Luego salió corriendo hacia el
parque con una bronca preparada ya en los pulmones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo sonreí mientras veía
alejarse aquel culazo duro y redondo embutido en el vestido y me
escabullí al interior de la Catedral. Al fondo, cerca del altar,
estaba el hombre que me había robado a Marisa. Con aquel frac que
llevaba, había ganado en adustez y a sus 28 años aparentaba como
mínimo cinco más, a pesar de que no había una sola arruga en su
rostro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Avancé junto a la pared, casi
oculto tras una de las columnatas que decoraban ambos lados del
edificio. Encontré la puerta que daba acceso a la vicaría y entré.
Aurora me vio, me saludó cortésmente y salió de la estancia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No me digas que ahora tienes
dudas -indagué, aun a sabiendas de que, por mucho que me hubiera
gustado fugarme con Marisa así vestida, ella acabaría contrayendo
santo matrimonio con Pablo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No... no es eso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa permanecía sentada en un
pequeño banco con las rodillas juntas y los pies en unos preciosos
zapatos blancos que unía por las punteras, su respiración seguía
ligeramente acelerada y sus ojos no se separaban de los míos. Se
había quitado el velo y su melena morena le cubría parte del
rostro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Necesito mis bragas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Están en el coche.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tráemelas, por favor -pidió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y qué me das a cambio si
te las traigo?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa torció el gesto. No se
creía que fuera capaz de hacerle aquello el día de su boda, pero si
lo hacía era precisamente por ella, porque estaba seguro de que lo
deseaba más que yo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin responder, ahuecó su
vestido hasta subirlo sobre las rodillas y se colocó a cuatro patas
sobre el suelo. Gateó hacia mí y comenzó a sobarme la polla por
encima del pantalón. Respondió al instante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Tal vez con esto tengas
suficiente? -dijo melosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No. Necesito más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La llevé de nuevo al banquito y
me senté en él. Marisa lo entendió y maniobró mi bragueta hasta
abrirla y conseguir que mi verga saliera al aire libre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Apartándose un mechón de pelo
del rostro, comenzó una suave pero firme mamada que mi polla
agradeció con espasmos de placer. Su boca subía y bajaba por mi
tronco, me lamió las pelotas cuando me bajé los pantalones para
facilitar su trabajo. Miré a la puerta de la vicaría y observé que
no tenía paño que la cerrase. Cualquiera podía entrar y
descubrirnos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me imaginé la cara de la
familia Villaescusa al entero cuando abriesen la puerta y nos
sorprendieran en plena sesión de sexo oral. El padre con los
pantalones en los tobillos dejando que su hija le comiera la polla
vestida de novia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Avísame si te corres, ¿Eh?
-jadeó Marisa con la voz más sensual que pudo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tranquila, no quiero
mancharte tu precioso vestido blanco.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa volvió a embutirse mi
polla en la boca. Desde que estaba con Pablo sus mamadas habían
ganado habilidad pero habían perdido ese sentimiento de cariño con
el que las hacía. Ahora se esforzaba en que el glande llegara lo más
hondo posible, hasta taponar la entrada de su garganta. Recordé
aquella adolescente de pueblo que solo se atrevía a meterse la punta
entre sus labios, que mantenía la boca cómicamente abierta por
miedo de hacer daño con sus dientes y la comparé con la hábil
felatriz que soportaba estoicamente las arcadas y que lamía
desesperadamente mi frenillo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me moví sobre el banco para
poder levantar las piernas, quitándome los pantalones por completo.
Marisa leyó el cambio de postura y comenzó a lamer mis huevos para
luego ir bajando un poco más. Siguió masturbándome mientras su
lengua lamía mi ano, ensalivándomelo bien. Me acarició mi oscuro
agujero con un dedo de la mano que tenía libre mientras volvía a
succionar mi escroto y yo me deshacía en murmurios de placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mételo -ordené, mientras me
colocaba de forma que pudiera volver a chuparme la polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su dedo atravesó mi recto y su
boca volvió a cerrarse sobre mi glande. Me recorrió un sentimiento
de victoria al notar que el dedo que me follaba el culo era el
anular.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
“<span style="font-size: x-small;">Ahora, ahora... que entren
ahora” pensé imaginándome a la familia Villaescusa. Tal vez a
Doña Carmen Lahoz de Villaescusa, la futura suegra de Marisa, le
diera un patatús al ver a su nuera comiendo una polla e
introduciendo el dedo que dentro de poco hubiera llevado el anillo
nupcial en el culo de su padre. Por primera vez en muchos meses, no
tenía su anillo de compromiso puesto y su dedo desnudo me penetraba
sin obstáculos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Quizás Violeta se uniera a la
fiesta al vernos mientras la estirada familia del novio se debatía
entre desmayos y gritos. Nunca sabía uno a qué atenerse con
Violeta, pero tenía la casi completa certeza que, de unirse, sería
Marisa quien recibiera sus caricias y no yo. No sería un problema
para mí. A mí me bastaba con la boca de la novia. Esa boca que
subía y bajaba, esa boca que dejaba escapar lúbricos sonidos
mientras me mamaba el rabo. Esa boca que, en definitiva y poco a
poco, me iba llevando al orgasmo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me corro -gemí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa dudó durante una décima
de segundo. Nada más. Afianzó mi polla dentro de su boca y dobló
su dedo para buscarme la próstata desde dentro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me corrí como un joven. Como la
primera vez que eyaculé en la boca de Marisa. Pero esta vez mi aún
joven alumna pudo con toda la carga de mis testículos. Tragó todo
el semen sin dejar escapar una sola gota que pudiera manchar su
carísimo traje. Aunque siendo tan blanco, tal vez no se notase de
haber caído algo. Marisa no se arriesgó y se lo tragó todo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ahora... ¿Me traes las
bragas? -inquirió, limpiándose la boca con el dorso de la mano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me volví a poner los pantalones
y salí de la Catedral. El Rolls aún no había llegado. El señor
Pedro Villaescusa gritaba como un poseso a alguien a través de su
moderno teléfono móvil.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llegué a mi coche y busqué en
la guantera las braguitas blancas de Marisa. Detrás de la pequeña
prenda asomaba la Polaroid. No me iba a quedar sin hacer fotos en la
boda de la mujer más importante de mi vida. Agarré las bragas, la
cámara y una pequeña bolsa que también reposaba dentro de la
guantera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando volví a la vicaría,
Marisa paseaba intranquila entre las figurillas e iconos de santos,
vírgenes y cristos primorosamente decorados.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Las has traído?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Extraje las bragas de la bolsa y
se las mostré. Marisa suspiró aliviada y se acercó hacia mí con
la mano extendida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te las voy a dar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa ya no era mía. Estaba a
punto de casarse con otro hombre y seguramente me terminaría
olvidando. No en un año, ni en cinco. Pero tal vez dentro de diez
años ya solo fuera un recuerdo difuso de sus años locos de
juventud. Lo que no iba a ser un obstáculo para que me fuera a
permitir un último placer a su costa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué dices, Marcos? Por
favor, no bromees... -dijo nerviosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me guardé las braguitas en el
bolsillo interior de la chaqueta del traje y metí la mano en la
bolsa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Imagino que llevarás algo
azul -pregunté, esquivando su mirada entre la ira y la inseguridad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin saber qué responder, Marisa
elevó su mano derecha convertida en un puño y agitó su muñeca,
haciendo que repiqueteara la pulsera que llevaba. De ella colgaba una
pequeña medalla azul en la que se notaba el plateado relieve con la
figura de una Virgen. No supe distinguir de qué Virgen se trataba.
Para mí eran todas iguales.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Quítatelo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero tengo que llevar algo
azul.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Lo sé, algo nuevo, algo
prestado y algo azul. Quítate la pulsera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa exhaló un suspiro de
rendición y, como siempre, me obedeció. Sería la última vez que
la tendría exclusivamente para mí. Desde que hubo fecha para la
boda, más de un año atrás, mi puta había dejado clara su
intención de no volver a serlo después del enlace. “Una mujer
casada debe fidelidad” me había dicho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Saqué de la bolsa una cajita
gris evitando la cámara de fotos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué es eso? -preguntó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Algo azul -fue mi única
respuesta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me arrodillé ante ella y
levanté su vestido hasta encontrarme de nuevo con su apetitoso
coñito. Tuve que contener mis ganas de lanzame a lamer y chupar su
sexo hasta que se corriese. Extraje el pequeño aparato de la caja y
lo humedecí con mi boca antes de acercarlo a la rajita aún húmeda
por nuestro pequeño juego durante el viaje.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El vibrador, un pequeño ovoide
azul unido a una cajita de controles del mismo color por un cable, se
coló por el hambriento sexo de mi puta. Marisa no pudo reprimir un
gemido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos, por favor, no me
hagas esto... -rogó, con su coñito anegado restándole veracidad a
sus palabras.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Lo estás deseando. Vas a
casarte sin bragas no porque yo quiera, sino porque te excita. Te
excita saber lo puta que puedes llegar a ser.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos.. por Dios...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi mano resbaló hacia su
clítoris y, con un respingo, Marisa dejó caer su vestido casi
cubriéndome con él. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Hablas de Dios? Tú, que
tienes el coño a punto de nieve en la vicaría de la Catedral el día
que te vas a casar con otro hombre. ¿Tú me hablas de Dios?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las caricias y las palabras iban
haciendo mella en Marisa. O al menos en su sexo, que volvía a
destilar flujo en indecentes cantidades. Allí, debajo de su vestido,
el aroma de su femineidad era un olor penetrante que me encendía
cada vez más. Pero ese no era mi día. Era el de Marisa y lo iba a
empezar con un orgasmo largo y negado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Introduje mi lengua entre sus
labios y noté cómo le temblaban las piernas cuando pasé sobre su
clítoris.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Súbete el vestido -mandé.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Escapé del caliente y dulce
infierno que se respiraba bajo aquel vestido y busqué la vieja
Polaroid.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Aún sigues con esa
antigualla, Marcos? Modernízate un poco -se burló Marisa- ¡Ay,
Dios!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La repentina vibración del
artefacto alojado en su coño sorprendió a la joven. El vestido se
soltó de sus manos mientras ella se doblaba sobre sí misma, como
queriendo apagar ese movimiento que taladraba sus entrañas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Le mostré sonriente el pequeño
mando en mi mano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No creo haberte dicho que
soltases el vestido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa volvió a mostrarme su
coño entre gemidos. El murmullo del pequeño aparato se escuchaba en
el pequeño recinto, algo apagado pero igualmente notorio. No me
importó. Estaba seguro que, en el barullo de la ceremonia, nadie
prestaría atención a ese débil zumbido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dios.... Dios... -blasfemaba
Marisa, con el aparatito vibrando en sus adentros, pero sin soltar el
vestido para seguir permitiéndome una vista clara de su coñito
palpitante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Puse el aparato al máximo y a
Marisa parecieron empezar a fallarle las piernas. Si no se derrumbaba
en el suelo y se abandonaba al orgasmo era precisamente porque yo le
había ordenado mantener su coño a la vista.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Hice la foto y avancé hacia mi
puta. Unas suaves caricias en su clítoris, sumadas a la enloquecida
vibración, consiguieron hacerla llegar al orgasmo. La agarré de la
cintura para evitar que cayera al suelo, con las piernas aún
convulsionándose de placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya... ya puedes quitármelo...
-dijo con una sonrisa satisfecha.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">De eso nada. Necesitas algo
azul para casarte, y no pienso dejar que te vuelvas a poner ese
horror de aderezo de la Virgen.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Alguien tocó a la puerta,
esperó un par de segundos y entró. Supe quién era antes de que
abriese por esa misma manera de proceder. La única persona en toda
la ceremonia que habría tocado antes de entrar era la única que
podía imaginarse que estábamos en plena acción sexual.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, ha llegado el coche.
Tu suegro casi se come al pobre conductor. Vete para allá rápido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa salió corriendo de la
vicaría, sin bragas y con el vibrador metido en su coño, y Violeta se quedó, interrogándome con la mirada y con una
sonrisa divertida en la cara. Puse la mejor cara de inocencia que
pude y me encogí de hombros, lo que causó que Violeta estallara en
carcajadas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ni siquiera el día de su
boda, ¿Eh, Don Marcos? ¿Le ha gustado?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mucho -respondí, sin saber
exactamente si lo decía por Marisa o por mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La marcha nupcial sonaba
mientras yo llevaba a Marisa al altar. Allí esperaba sonriente y
emocionado Pablo Villaescusa mientras mi corazón se marchitaba al
ritmo de la manida música del órgano eclesiástico. Al lado del
novio aguardaban los varones Villaescusa. Su hermano Federico, su
padre Pedro y su tío Antonio. Tras el altar, el arzobispo esperaba
la llegada de la hermosa y dulce novia, impecable con su vestido
blanco y su velo, cuya cola arrastraba tras de sí arrastrando
algunos pétalos de rosa que ya habían sido lanzados.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dejé a Marisa junto a su futuro
esposo, la besé en la frente y tomé mi puesto a su lado, justo
delante de Violeta, su hija y su marido. Miré al resto de asistentes
y no reconocí a casi nadie. Supuse que la mayoría vendrían de
parte del novio. Mejor dicho, de parte de la familia del novio.
Amigos influyentes y socios diversos con los que había que seguir
contando y agasajando para continuar aspirando a un trocito del
pastel. Marisa terminaba de entrar de ese modo en un mundo que yo
siempre había criticado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pulsé disimuladamente el botón
del mando que mantenía en el bolsillo y la novia se removió. El
arzobispo recitaba un interminable texto bíblico sobre el amor y el
matrimonio y la fidelidad y cualquier tontería más. Marisa se giró
y me miró directamente. Pensé que me encontraría con una mirada
llena de reproche, ira contenida y fastidio, pero fue todo lo
contrario. Mi querida puta me miraba con una sonrisa tierna, de oreja
a oreja. Tal vez entendía que aquella era la mejor forma de terminar
una relación como la nuestra, con un orgasmo disimulado en mitad de
su propia boda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La ceremonia avanzó mientras me
divertía con los botones y las reacciones casi imperceptibles de
Marisa. Solamente Violeta se acercó a mi oído y me preguntó si
sabía qué le pasaba a su amiga.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi falta de respuesta fue
precisamente la respuesta que necesitaba. Se rió y su primera
carcajada antes de atinar a taparse la boca, resonó por toda la
Catedral. El monseñor la miró con furia y Violeta se disculpó y se
acomodó en el asiento.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Cuando acabes con Marisa...
-me susurró la pelirroja mientras el arzobispo continuaba la
liturgia- ¿lo usarás conmigo?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Asentí divertido mientras subía
la intensidad del vibrador. Marisa estaba pronunciando sus votos y la
voz se le quebraba. En el vídeo de la boda quedaría fantástico
como muestra de la emoción y el sentimiento de amor de Marisa hacia
Pablo, pero solamente yo sabía que la causa real era aquel aparatito
vibrando en sus entrañas cada vez más anegadas. Estaba seguro de
que, si no fuera por el aparatoso vestido, podría ver un hilo de
flujo descendiendo por sus muslos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Noté cómo Marisa se apoyaba
cada vez más en su marido, agarrándose con fuerza de su brazo. Ya
había visto al más joven de los Villaescusa buscar un par de veces
con la mirada el origen de ese débil zumbido que se escuchaba, que
iba y venía, pero que no podía ubicar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Podría asegurar que fue en
aquel momento y no en otro. Fue todo a la vez. Marisa dijo “Sí,
quiero”, el sacerdote dijo aquello de “puedes besar a la novia”
y, en mitad del beso con su nuevo y flamante esposo, la novia se
corrió. Hizo acopio de todas sus fuerzas para no caer al suelo,
aunque Pablo la tenía bien agarrada. El beso duró tanto como su
clímax. Demasiado largo para las convenciones sociales y demasiado
corto para todo el placer que acababa de sentir.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">A mi lado, Violeta lloraba a
mares, e incluso a mí se me deslizó una lágrima mejilla abajo al
ver casarse a la mujer que más había amado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con la lágrima pendiendo en mi
barbilla, apagué el vibrador y salí de la Catedral antes que los
esposos. Fui uno más de los que echaron arroz a la feliz pareja, un
comensal más en el lujoso banquete de boda, uno más de los que
gritaron el “que se besen, que se besen” a los novios, pero yo ya
no estaba allí. Lo estaba mi cuerpo, pero mi mente luchaba por
quedarse en los diez años anteriores, aquellos en los que Marisa era
parte de mi vida. Mi cerebro se rebelaba ante la realidad y quería
quedarse encerrado en el pasado, con la Marisa adolescente y la
Marisa joven y la Violeta prostituta. No le gustaba el futuro que se
avecinaba, donde la soledad sería lo único que me esperase cuando
llegara a casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Durante semanas, aún esperé
volver a sentir en cualquier momento esa aura de alegría inundando
lentamente mi casa antes de que</span> mi alumna volviese a entrar
por la puerta, pero no ocurrió. Me llamó tras acabar su luna de
miel para contarme las magnificencias de Cancún, pero ya no era lo
mismo. Me llamaba porque tenía que hacerlo, pero no porque realmente
lo deseara.</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Lo cierto es que el siguiente
recuerdo nítido relacionado con Marisa me remonta a tres meses
después, cuando recibí una inquietante llamada mientras comenzaba
la que iba a ser mi cuarta novela, la primera después del parón
para convertirme en Catedrático.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El teléfono sonó como siempre,
con el mismo tono insidioso y anodino, pero supe que algo no marchaba
bien mucho antes de responder.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">- ¿Sí? Sí, sí, es mi hija
adoptiva. ¿Cómo que la policía? Que ha pasado... ¡¿QUÉ?!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El teléfono cayó de mis manos
y se estrelló en la mesa. Noté que algo dentro de mí se rompía en
mil pedazos. ¿Cómo había podido pasar algo como eso?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con el corazón en un puño y el
horror marcado en el rostro, salí de mi casa a la carrera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa... oh, Marisa...
-musitaba entre lágrimas mientras corría a la comisaría.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-72979640630879417142015-09-25T22:48:00.002+02:002015-09-26T20:50:44.701+02:00Fotos de mi puta (10): Mujer desnuda leyendo el diario<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Suspiro y me froto los ojos tras
mirar el reloj “Omega” de mi muñeca. Aún queda algo para las
nueve de la mañana, pero no debo tardar en marcharme. Deposito de
nuevo la foto sobre la mesa junto con sus compañeras y empiezo a
ordenarlas en un pequeño álbum comprado para la ocasión. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me detengo al llegar a una foto
especial, aunque hablando de las fotos de mi alumna, todas llegan a
ser tan especiales que esa palabra, “Especial”, ha perdido su
significado. Repaso la imagen reflejada. Marisa, desnuda, como
siempre que estaba en casa, ríe a cámara sentada sobre una silla y
trata de tapar el objetivo con una mano mientras un ejemplar del
“diario16” descansa sobre la mesa. Es la penúltima foto que le
saqué, unos días antes de su boda, y la última en nuestra casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Hace poco que esa foto, casual e
inocente, ha cumplido veinte años. Veinte años. Toda una vida. El
doble de tiempo que viví con Marisa. El mismo tiempo que llevo sin
verla. Una sonrisa triste se dibuja en mi rostro al pensar que fue la
última foto que le saqué a mi Marisa. Sí, aún hay una posterior
como he dicho, pero en esa ya no era “mi” Marisa. Era la Marisa
de otro, de alguien más joven, más rico, más guapo. Alguien que le
ofrecía una vida mejor y más plena que la que yo podía darle, con
una relación mucho más sana que la vorágine de sexo en que
convertíamos la escena más nimia en casa. Me excitaba tanto oír
uno solo de sus gemidos que, en cuanto una caricia, por pequeña que
fuera, rompía esa barrera, no podía evitar convertirme en un ser
adicto a su coño, a su culo, a su boca, a sus manos. Era un adicto a
Marisa y ella, en su inconcebible sumisión a todos mis intentos,
solo hacía que aumentar mi adicción. No pensé que fuera una
sensación tan poderosa, pero tras la boda, cuando nos juramos no
volver a encamarnos por respeto a su nuevo marido, mi abstinencia de
Marisa me llevó al borde del suicidio, porque sabía, aunque no se
lo podía decir, que no iba a ser feliz con aquel hombre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sé que tenía que haber
impedido aquel enlace, pero Marisa parecía contenta y me prometió
que jamás me olvidaría. Más de veinte años después de aquella
imagen, sé que no mentía. Pero muchas cosas pasaron desde el día
en que tomé esa foto, y pocas fueron buenas. Parecía como si
nuestra vida hubiera mejorado tanto en nuestro pequeño núcleo
familiar de vicio y lujuria que hubiéramos llegado a la cima más
alta posible. Una vez arriba, lo único que queda es caer más hondo
cada vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pero no sería justo remontarme
a esa foto sin viajar un poco más atrás, cuando Marisa me presentó
al hombre que la alejaría veinte años de mí. Pablo. Odié a ese
hombre desde el momento que salió por la puerta de mi casa. Maldito
Pablo. ¿Cómo pudo joderle tanto la vida a Marisa? Pero bueno... eso
sería adelantar demasiado los acontecimientos y negarle a mis
recuerdos la verdad de aquellos cinco años en que Marisa fue feliz
junto a Pablo, alejándose poco a poco de mí.</span><br />
<a name='more'></a></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1990</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ya estamos aquí!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Era cierto que podía advertir
el aura de Marisa antes de que entrase en casa, pero esa tarde, la
sensación era diferente. En la habitual área de alcance de su nube
de alegría, esa tarde había tensión. Una tensión extraña, densa
y negra que decoloraba la sensación que normalmente tenía junto a
mi alumna. En un primer momento lo achaqué a sus nervios. Había
tardado meses, pero al fin me iba a presentar a su novio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No supe nunca si fue por mera
casualidad o porque Marisa había esperado exclusivamente hasta el
momento en que la casa fuera nuevamente solo nuestra. Solo hacía
unas dos semanas que Jazmín se había mudado con su novio, un
cliente asiduo del bar en que trabajaba que luego nos enteramos de
que iba al local solamente para ver a Violeta y acumular valor para
hablar con ella. Violeta se veía exultante cuando la acompañamos a
su nueva casa, cargada de maletas hasta arriba. Era increíble la
cantidad de ropa que había ido acumulando en los casi tres años en
que vivió con nosotros.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Buenas, Marcos! ¡Este es
Pablo! Pablo, Marcos, es mi padre... o como si lo fuera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Extendí la mano al chaval. Por
supuesto que lo conocía o, al menos, sabía quién era. Lo había
visto en varias clases de la Universidad, pero no era solamente por
eso. Todo el mundo en aquella ciudad conocía a la familia
Villaescusa, dueña de uno de los diarios de mayor tirada nacional.
Un diario en cuyas páginas se podía advertir sutilmente un suave
aroma a nostalgia del anterior régimen, a derecha rancia e
insolidaria y a miedo al cambio, todo aquello que suelen tener los
que lo tienen todo y temen perder una sola peseta. No era gente con
la que me gustara codearme, pero más de una vez había asistido de
ponente a simposios y charlas que había pagado la Fundación del
diario y, por ende, también los padres del muchacho, que lo dirigían
todo con una sonrisa suficiente. Puede que no comulgara con sus ideas
políticas, pero al menos cuidaban y guardaban cierto respeto por la
literatura, cosa que echaba en falta en la mayoría de periódicos de
izquierdas. Sin embargo, siempre me daba la impresión que
organizaban esos actos como si fuera una limosna para los pobres e
ilusos escritores que piensan que pueden ganarse la vida e incluso
hacerse ricos escribiendo, sin jugar en bolsa, sin comprar ni vender
acciones ni aprovecharse de las deficiencias y necesidades de un
mercado de otros pobres e ilusos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El joven era alto, rubio y muy
guapo. Estaba claro por qué era uno de los solteros de oro de la
ciudad. Pero Marisa lo había enamorado. Sin embargo, a pesar de
todos mis pesares, se le notaba que quería a mi alumna, aunque sus
demostraciones de afecto jamás iban en contra de su pulcra
educación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pablo Villaescusa vestía un
impecable traje que podía valer tanto como mi coche, y cuidaba hasta
el mínimo detalle de su comportamiento y palabras.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Encantado, Señor Solís
-dijo el joven estrechándome la mano con seguridad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Durante un instante, nos miramos
fijamente a los ojos, como evaluando nuestra fuerza y poder sobre
Marisa mientras ella nos observaba nerviosa. Sabía que en esos
primeros segundos era donde se iba a decidir la idea que cada uno
tendría sobre el otro para el resto de la noche. Yo no deseaba
hacerla sufrir, y aunque en la mirada de su novio vi algo que no me
gustó absolutamente nada, preferí guardarme mis sensaciones para
que mi querida alumna pudiera tranquilizarse.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Encantado, Pablo. Marisa me
ha hablado mucho de ti.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">A mí de usted también, y
todo bueno. Sinceramente, debo felicitarle y darle las gracias. No
todo el mundo habría adoptado a una adolescente huérfana y la
habría criado con la firmeza y cariño que Marisa me ha contado. Ha
sido un gran padre para ella, la verdad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Estaba claro que el joven tenía,
igual que Marisa, cierto don de palabra. Pero donde la muchacha
resultaba espontánea y alegre, Pablo sonaba pedante y demasiado
interesado en quedar bien. “No me gustan los lameculos”, pensé
en ese momento, aunque lo que en verdad no me había gustado era ese
“Ha sido un gran padre para ella”. Podía haber dicho “Es un
gran padre”, o “Marisa tiene un gran padre”, pero ese “Ha
sido” me sonó como si pensara que, de ahí en adelante, mi
presencia en la vida de Marisa no estuviera justificada, que él se
encargaría de todo con ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No seas tan galán, Pablo,
que a la que le tienes que gustar es a Marisa, no a mí -le dije con
una sonrisa, que el respondió con otra sonrisa de triunfo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
“<span style="font-size: x-small;">Demasiado egocéntrico para
escuchar a los demás, sólo oye lo que le interesa... o eso o es muy
tonto como para sumar dos y dos”. Pensé. En pocas palabras, le
había dicho que no me gustaba, que a pesar de su fortuna, de su
atractivo, de su juventud y de su familia, no lo consideraba bueno
para Marisa. Pero no quería interponerme en la vida de mi alumna.
Debía volar libre y yo no podía ser un lastre para ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bueno, he preparado una
cenita para los tres. ¿Seguimos hablando en la mesa?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me esforcé en aparentar ser el
mejor de los anfitriones. Pasamos al salón, donde la mesa ya estaba
engalanada para tratar de apabullar al novio de Marisa. Es cierto que
no contaba con que mi alumna se presentara con un miembro de la más
alta sociedad de la ciudad, pero me había esforzado a conciencia en
la colocación de los platos y los cubiertos para dar la mejor de las
impresiones al desventurado muchacho. Sin embargo, el trabajo que
había hecho para intimidar de cierta forma a quien se iba a follar a
Marisa, había resultado en una discreta aprobación de Pablo, más
que acostumbrado a ese nivel de preparación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Eché una última ojeada a la
presentación de la mesa para cerciorarme de no haber olvidado nada.
Copa para vino, para agua, los diferentes tenedores para los
distintos platos, la correcta colocación dentro del protocolo...
todo en su sitio. Suspiré aliviado, lo último que deseaba era que
Pablo pudiera tratar de ejercer su arrogante superioridad por una
mala distribución en la mesa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Nos sentamos en la mesa y
comencé a sacar los platos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Cariño... ¿Por qué no
sacas tú los platos y que tu padre descanse, que habrá estado
cocinando toda la tarde y estará cansado? -pidió Pablo cuando puse
el primero de ellos, el suyo, sobre la mesa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te preocupes, Marisa. Yo
los saco -respondí rápidamente, sintiendo un pinchazo en el pecho
al ver cómo alguien que no era yo daba órdenes a mi putita
particular. Por un momento, estuve tentado de ordenar a Marisa que se
desnudara como siempre hacía en casa, para disfrutar de la cara que
pondría su estirado novio, pero no podía hacerle eso a mi pequeña.
Le había costado un mundo reunir el valor para presentármelo
después de un año conociéndolo y no podía hacer que el primer
novio que trajera a casa la repudiara por mi culpa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me dolió que Marisa me
acompañara a la cocina a por los otros dos platos. Le había hecho
caso a Pablo y no a mí.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">¿Qué
te parece? -me susurró mientras cogía el plato de su </span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>filet
mignon</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">,
que aunque no aparentaba tan apetitoso como el de la foto del libro
de recetas del que lo había sacado, bien podría haber salido de la
cocina de cualquier restaurante. Estaba muy orgulloso de mi obra.</span></span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te gusta? -pregunté
directamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh? Sí, claro que sí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te quiere?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te trata bien?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">S-sí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Entonces no te debe preocupar
lo que los demás puedan decirte. Ve con él.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero es que no se lo estoy
preguntando a los demás -replicó-. Te lo estoy preguntando a ti y
tú sí que me importa lo que pienses.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Parece un buen chico -mentí,
cogiendo mi plato y dándole la espalda a Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Volvimos al salón y comenzamos
la cena, ellos sentados a un lado de la enorme mesa y yo al otro. Con
un par de copas de vino, Pablo no me parecía tan insufrible.
Incluso, cuando servimos los segundos, entablamos una animada
conversación sobre literatura en la que Pablo se mostró como un
brillante tertuliano. Lo cierto es que era un tema sobre el que
compartíamos muchos gustos y, aunque Marisa estaba muy activa al
principio de la conversación, a medida que fuimos hablando en temas
más especializados sobre los que no disponía de tanta información,
se fue quedando callada para observarnos admirada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De algún modo yo también me
estaba sorprendiendo con Marisa. Había usado correctamente todos los
cubiertos y copas, incluso había dejado tenedor y cuchillo encima
del plato como marcaba el protocolo una vez hubo acabado, como si
ella misma viniera de la familia Villaescusa. Estaba claro que los
padres de Pablo ya la conocían y que ella también se había
preparado a conciencia para agradarlos. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De pronto, la joven dio un
respingo y Pablo interrumpió nuestra ponencia mientras el tema iba
saltando de Neruda a Gabriel García Márquez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Estás bien, pequeñaja?
-preguntó Pablo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, sí... perdón... que se
me había atragantado algo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo la observaba con una sonrisa
de oreja a oreja que borré en cuanto Pablo se volvió a girar hacia
mí. No hubiera querido, por nada del mundo, que su novio se hubiera
enterado por mi semblante de que estaba acariciando el chochito de
Marisa con el pie por encima de las bragas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me miraba aterrada en un
principio, aunque cuando el primer suspiro salió de sus labios,
aceptó el juego y volvió a observar nuestra charla fingiendo
atención. Sin embargo, sus sentidos estaban puestos en ese pie
desnudo que se había colado por debajo de su falda y sobaba sus
braguitas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ajá... aham... -Me divertía
horrores la escena. Mi alumna parecía darle la razón a Pablo cada
vez que hablaba, pero el rubor de sus mejillas y su respiración
ligeramente acelerada, me demostraban que el causante de esas
interjecciones era yo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Antes de los postres, Marisa se
excusó y se fue al baño, y fue en ese momento, al quedarme a solas
con Pablo, cuando fui consciente de algo de lo que me había
percatado cuando entraron por la puerta pero que aún no había
llegado a asimilar. El aura de Marisa no había cambiado. Nunca lo
haría. Era la de Pablo la que interfería en ella. El benjamín de
los Villaescusa portaba con él una sensación agria, una nube llena
de oscuridad y preocupaciones, era parecido a ese sentimiento que uno
tiene cuando de pronto le caen nuevas responsabilidades que no sabe
si va a poder cumplir. Como me pasó a mí cuando me vi en mi primera
clase en la Universidad o como cuando murió Amparo, Pablo llevaba
sobre sus hombros un peso importante y quizá era esa sombra de
responsabilidad que entraba tanto en conflicto con su juventud lo que
me había repelido de él en un primer momento. Estaba claro que no
era fácil ser un Villaescusa. Más cuando sabes que eres el pequeño,
que tu hermano mayor heredará la dirección del diario, que tu
hermana, la mediana, se hará cargo de la fundación, y que tú,
tendrás que esforzarte para no quedarte atrás, por mucho que tus
padres puedan ayudarte en ese momento a estudiar o a escoger un
camino.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ayer empecé a leerme su
segundo libro -dijo de pronto Pablo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me molestó la interrupción. En
ese momento quería esforzarme en escuchar y no precisamente al novio
de mi Marisa, sino a ella. Estaba seguro de que se estaría
masturbando en el baño. Tal vez solamente con las braguitas
apartadas a un lado para que no interfirieran con sus dedos. Tal vez
se las había bajado hasta los tobillos y se abría de piernas sobre
el inodoro mientras se frotaba compulsivamente el clítoris. Lo más
seguro, por lo mucho que la conocía, es que no llevara puestas ni
bragas ni falda y estuviera apoyada sobre el borde de la bañera, de
rodillas en el suelo, penetrándose con sus dedos tanto por el coño
como por el culo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin poder evitarlo, la polla se
me endureció en los pantalones mientras Pablo comentaba obviedades
sobre mi segunda novela.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te la termines. Es una
mierda. Mi editor me presionó demasiado para tenerla a tiempo -le
confesé. Era cierto. Si bien no consideraba mi primera novela un
clásico de la literatura, siempre me había causado orgullo. Este
segundo libro trataba de ser una continuación de aquella primera
novela negra, metiendo de nuevo al protagonista en otra complicada
trama de crímenes, pero el argumento era bastante más que endeble
en algunos momentos. A pesar de que seguí las indicaciones y
consejos del editor, o quizás precisamente por ello, las posteriores
lecturas de mi propio libro solamente me trasladaban una
descoordinada serie de escenas de sexo y de asesinatos que se acababa
resolviendo por pura chiripa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ja, ja, ja -rió Pablo-.
Menos mal que lo ha dicho usted, porque no sabía cómo decirle que
me parecía muy inferior a la primera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Primera regla cuando hables con
un autor. Da igual lo que él te diga de sus textos. Tú no puedes
decirle a la cara que son una mierda. Escribir no es fácil, y si tú
no puedes hacerlo mejor, o por lo menos explicarle cómo hacerlo
mejor, te callas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Fulminé a Pablo con la mirada
de tal manera que hasta dio cierto respingo hacia atrás. Hasta un
egocéntrico como él sabía admitir cuándo se había pasado veinte
pueblos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Voy a por los postres
-escupí, masticando las palabras. No es que la frase de Pablo me
hubiera molestado tanto. Es que me había molestado lo suficiente
como para abandonar mis pensamientos de Marisa masturbándose y eso
sí que me molestaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa volvía por el pasillo
cuando yo salía del comedor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te has corrido? -le susurré
al oído, con una sonrisa perversa, antes de que volviera a entrar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Eres un cabrón... mañana
cuando no esté Pablo te vas a enterar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te guardaré las esposas para
entonces.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ella volvió al salón tras
sufrir un leve escalofrío y yo pasé a la cocina.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Seguimos hablando durante los
postres, incluso los invité a quedarse viendo alguna película en el
salón, pero ambos alegaban estar cansados y yo le había dado
permiso a Marisa para que pernoctaran ambos en casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mientras avanzaban por el
pasillo, Pablo agarraba a Marisa del brazo, en un gesto más propio
de un policía llevando a un detenido que el de un enamorado con su
chica.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo no podía estar tranquilo en
el sofá, teniendo a mi alumna a escasos metros y lo más seguro a
punto de follar con su novio. Miraba el televisor sin ver, perdidos
mis pensamientos en las escenas de Marisa follando. Esos ojos que
tanto había mirado mientras me la follaba ahora mirarían a otro
hombre. Otro macho había ocupado mi lugar entre las piernas de mi
puta. Apagué la tele y subí sigilosamente al piso de arriba. Amagué
con acostarme pero, en lugar de meterme en mi habitación, me quedé
en la puerta de la habitación de Marisa, escuchando los susurros que
surgían, casi inaudibles.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pablo... nos puede escuchar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ha cerrado su habitación...
si no gimes muy alto, no nos oirá.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Yo no puedo elegir el volumen
de mis gemidos, tonto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bueno... pero puedes mantener
la boca ocupada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Serás guarro! Métete eso
en los calzoncillos otra vez. No sé por qué te la hice la primera
vez. Eres muy pesado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Joder, nena, es que lo haces
muy bien. Nunca me han chupado la polla tan bien como tú.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y cómo tengo que sentirme
con eso?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdona, cielo... ya sabes
que me vuelves loco, que te quiero, que te amo con locura... y es que
te tengo tan cerquita que no voy a poder aguantar toda la noche con
tu cuerpo aquí pegado al mío...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Estaba claro que iban a acabar
follando. En ningún momento Marisa había dicho que no y en
cualquier segundo cedería a sus insinuaciones. Estaba seguro de que
no sería la primera vez que lo hacían, pero sí la primera en mi
casa, en mi hogar, en mi territorio de macho alfa destronado. Me
sentía mal por espiarlos, pero no podía alejarme de mi alumna, no
podía irme de esa puerta sin saber si acababan follando o no. No
podría dormir imaginándomela retozando con Pablo y quién sabe qué
miles de cosas más que mi cerebro inventara para perturbarme.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te la chupo si antes me lo
comes tú a mí -dijo Marisa. A su voz le siguió un susurro
inconfundible de tela sobre piel. Marisa acababa de quitarse las
braguitas y presentaba su coñito sin vellos a una boca que no era
mía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Joder... bueno, va, porque
eres tú – respondió Pablo con cierto fastidio en la voz. Me
dieron ganas de entrar y molerle a palos. No solo porque fuera a
comerse ese coño que yo me había comido tantas veces, sino porque
era incapaz de aceptarlo y disfrutarlo como Marisa se merecía.
Hacerle un cunnilingus a mi alumna era un placer y no solo para ella.
Yo hubiera dado un brazo por poder chupar su clítoris, lamer sus
labios y beber sus flujos por todas las noches durante el resto de mi
vida. Sin embargo, ese pipiolo tenía reticencias en hacer gozar a mi
puta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El primer murmuro de placer de
Marisa me despertó, y no solo a mí. Mi polla crecía al mismo
tiempo que mis remordimientos. No me hizo falta mucho para imaginarme
la escena que se sucedía en el interior de la habitación como si
estuviera al otro lado de la puerta, en lugar de aguzando el oído
tras ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa abría sus piernas y
Pablo se colocaba entre ellas. Aspiraba el excitante aroma de su sexo
antes de abrir la boca y lamer la entrada de su vagina.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mmmm... ¡Qué bueno!
-susurró mi alumna antes de soltar un gemidito ahogado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tápate la boca, no quiero
que tu padre nos escuche.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El siguiente gemido fue más
apagado aún. Marisa cubría su boca con la mano mientras Pablo
volvía a comerle el coño. Seguramente en ese momento comenzaba a
atacar su clítoris, haciendo que mi joven puttta se retorciese de
placer. Sus piernas estarían abrazando su cabeza, impidiendo que
aquella lengua se alejara de su sexo, y el lúbrico sonido que
empezaba a oírse demostraba que Pablo ya había metido al menos uno
de sus dedos en el coño al que estaba dando placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa gemía. Aún a través de
su mano y de la puerta, su voz llegaba a mis oídos y me encendía la
sangre. Sangre que se iba acumulando en mi polla, manteniéndola
erecta y clamando por las atenciones de esa mujer que estaba siendo
follada por los dedos y la lengua de su novio, la mujer que
normalmente habría acogido con ternura mi polla entre sus manos o
entre sus piernas y me habría llevado dulcemente al orgasmo pero que
esa noche no iba a hacerlo. Si mi polla quería atenciones, otra
persona habría de dárselas. Estuve tentado de coger el teléfono y
llamar a Jazmín para que viniera y folláramos como dos locos, para
hacer que sus gemidos desde mi habitación compitieran con los de
Marisa, pero era ya muy tarde y no podía pedirle que viniera a mi
casa. De vez en cuando aún se pasaba por mi despacho para que le
hiciera el amor después de azotarla sin piedad, pero nunca había
vuelto a mi casa. Había terminado esa época igual que pronto la
acabaría Marisa. Pablo me la acabaría quitando, pero con lo que yo
no contaba es que me la quitara por más de veinte años.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Oh, Dios, sigue! -gimoteó
Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando me quise dar cuenta, ya
me había desabrochado el pantalón y me estaba masturbando
lentamente, tratando de imitar las suaves caricias con las que Marisa
lo hacía. Caminé silenciosamente hasta el baño y cogí algo de
papel. Los remordimientos por espiar a mi alumna y a su novio
teniendo sexo no habían desaparecido, pero sí que habían sido
sepultados por completo por una necesidad mayor, la de calmar a mi
polla hinchada de cachondez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando regresé, los gemidos y
jadeos de Marisa se habían hecho más ostentosos. Seguramente, si
dejaba la puerta abierta, los podría haber escuchado desde mi
habitación. Pero no quería. Me quedaría allí, tratando de
enterarme de hasta el más mínimo susurro para que las imágenes de
mi cabeza no perdieran la nitidez que en ese momento tenían.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa apretaba con ambas manos
la cabeza de Pablo hacia su coño, sus piernas apresaban su cara y la
lengua del muchacho se enredaba en el delicado capuchón de mi alumna
mientras no dejaba de follársela con los dedos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo continuaba masturbándome,
arriba y abajo, sin pausa pero sin prisa. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡No! -se quejó Marisa
amargamente-. Sigue, vuelve abajo...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No aguanto más, pequeñaja.
Voy a follarte ahora mismo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Casi pude escuchar el sonido de
una polla erecta abriéndose paso por el coño inundado de la joven.
Los gemidos de Marisa se trocaron en una serie de besos lascivos y
desesperados, mientras los muelles de la cama empezaban a chirriar
quedamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En todos los años que
llevábamos en esa casa, nunca me había follado a Marisa en su cama.
Solamente una vez había escuchado sonar esos muelles y fue una noche
en la que me desperté a solas en mi cama para luego descubrir a
Marisa y Jazmín dando rienda suelta a sus pasiones en esa
habitación. La fiesta la acabamos los tres en la cama grande, pero
antes me había quedado un par de minutos observándolas y
excitándome, en una sesión de espionaje mucho menos execrable que
esa que yo estaba llevando a cabo. No fue hasta que Jazmín, mientras
se retorcía de placer con los dedos de Marisa en su coño, me vio,
que yo me uní a la lésbica pareja y nos fuimos a mi habitación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los jadeos de Pablo ocultaron
por un momento los de Marisa. Hice un esfuerzo por desechar los de él
y centrarme en los de ella y seguí pajeándome.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sigue... sigue... sigue..
-rogaba Marisa mientras sus caderas chocaban con las de Pablo. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Oh, pequeñaja... qué buena
eres... qué bien lo haces... me voy a... me voy a...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, no... aguanta un poquito,
aguanta, por favor...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa, como siempre hacía cada
vez que necesitaba acelerar su orgasmo mientras follábamos,
introdujo su mano entre los dos cuerpos y comenzó a frotarse
enloquecidamente el clítoris. Yo aceleré mi sibilina paja,
recostado en la pared, mientras escuchaba los gemidos de Marisa y los
jadeos y resoplidos de Pablo mientras follaban.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Los pechos, chúpale los
pezones... -dije para mis adentros, igual de ansioso que Pablo de que
Marisa se corriera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya... ya... -gimió el
chaval.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sigue, que ya estoy, sigue,
sigue, siguesiguesiguesigueeeee... ¡Yaaahhh!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pablo se corrió primero y
Marisa le siguió. Yo también lo hice. En mi ensoñación sexual,
reaccioné justo a tiempo de colocar el papel ante mi glande y
recoger con él los múltiples trallazos de semen que surgieron de mi
polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me sentí agotado. La sensación
de culpa, una vez calmada mi polla, regresó con más fuerza.
Mientras la pareja recuperaba la respiración, me marché de nuevo a
mi habitación, esmerándome en no hacer ruido al cerrar la puerta
tras de mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tiré el papel al inodoro de mi
baño y me dejé caer en la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">A pesar de mi cansancio, no
conseguía conciliar el sueño. Sentía sobre mí el peso de saber
que Marisa no tardaría en abandonarme. No podía dejar pasar el tren
de vida que le ofrecía Pablo. A su lado, tendría lo que quisiera.
Al mío, ya solo le podía ofrecer amor y sexo. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi trabajo en la Universidad
pendía de un hilo después de que mis duras críticas durante años
al Partido Socialista se volvieran en mi contra tras su victoria en
las elecciones generales del año anterior. El rector de la
Universidad había cambiado hacía poco tiempo, y su pertenencia al
Partido era un gran factor en contra a la hora de renovarme el
contrato. Además, no confiaba mucho en las ventas de mi segunda
novela, por lo que podían venirse unos años algo complicados para
mí y Marisa si finalmente se quedaba conmigo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En esas estaba maquinando mi
mente cuando escuché abrirse la puerta. Bajo el dintel apareció
Marisa, directamente desnuda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Marisa? -No estaba
completamente seguro de que no fuera una creación de mi mente para
combatir mi soledad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pablo ya se ha dormido...
quería verte -musitó mientras se acercaba a la cama-. ¿Nos has
estado escuchando?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Intenté hacerme el ofendido
ante la nada velada acusación pero no pude. Simplemente la seguí
mirando en silencio mientras le hacia hueco a mi lado en la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Me quieres? -pregunté
mientras se tumbaba junto a mí, y la calidez de su cuerpo me iba
inflamando el alma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí -Me besó-. Pero a él
también.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Entonces no dudes más,
Marisa. Es tu hombre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se volcó sobre mí y
pude notar su sexo ardiente sobre el mío, que reaccionó en pocos
segundos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos breves besos y
caricias, mi polla estaba lo suficientemente erecta para entrar por
su sexo mojado sin ninguna dificultad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Ha usado condón?
-pregunté.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Siempre lo usamos. Dice que
es mucho mejor que la píldora.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa suspiraba con mi polla en
su interior, me cabalgaba lenta y suavemente, mientras yo acariciaba
sus pechos con ternura. Esos mismos pechos que, estaba seguro, no
recibían de Pablo el tratamiento adecuado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Parecía que el morbo de poder
ser descubiertos nos daba alas. A pesar de que su novio seguía
dormido como un tronco, podía despertarse y no ver a Marisa a su
lado. Claro que siempre le podía decir que estaba en el baño de mi
habitación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Fóllame. Como siempre -pidió
ella, sin dejar de botar sobre mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Fóllame. Como si fuera la
última vez -pedí yo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sonriendo condescendientemente,
Marisa se inclinó sobre mí y me besó. Mientras nuestros labios y
lenguas se unían, sin dejar de follar, la agarré de las muñecas y
acerqué sus manos al cabecero de la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dos “clics” sonaron y ella
abandonó sorprendida el beso y miró a sus manos, encadenadas ahora
a la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te dije que te guardaría las
esposas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Nunca te olvidaré, Marcos.
Nunca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me besó con pasión mientras
seguíamos follando. A pocos metros de nosotros, su futuro marido
dormía sin enterarse de nada. O, quién sabe, tal vez estaba detrás
de la puerta espiando como los había espiado yo.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-37290336128856212072015-09-19T00:23:00.002+02:002015-09-19T00:23:30.441+02:00Fotos de mi puta (9): Una sumisa y una masoquista
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me tomo el último sorbo de café
y dejo la foto de Jazmín y Marisa sobre el montón. Quedan muy pocas
fotos por inspeccionar, y solamente cuatro que merezcan realmente la
pena. Escojo una de ellas. La última en donde sale Jazmín, aunque
para ese entonces ya había prescindido de su alias de prostituta y
volvía a responder al nombre de Violeta. Ya solo la llamaba Jazmín
cuando me la follaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En la foto, las dos muchachas
muestran su culo en pompa a cámara, a cuatro patas sobre una mesa de
escritorio. En un rincón, sus ropas se mezclan en una amalgama de
colores y telas. Violeta tiene una mano marcada en rojo sobre cada
nalga y mira hacia atrás. Marisa aguarda. Reconozco la mesa aunque
ya hace años que no la veo y no puedo evitar una sonrisa al
distinguir el libro que aparece en el suelo. Las cosas solamente
habían hecho que mejorar durante los dos años que Jazmín convivió
con nosotros.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La mesa es la de mi despacho en
la Universidad. El libro, mi primera novela. Los manotazos que se
marcaban en el culo de Jazmín son míos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llevo la taza vacía de café a
la pila de la cocina y regreso al montón de fotos. No puedo separar
la vista de Jazmín. Si no hubiera sido por ella, Marisa se habría
ido de casa mucho antes. Es justo que le dé el reconocimiento que
merece.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Rebusco entre todas las fotos y
escojo aquellas en las que sale Jazmín, sola o con Marisa. No todas
tienen un tono erótico, aunque sí la mayor parte. Introduzco las
fotografías de Jazmín en un sobre, junto con un viejo poema
manuscrito que lleva por nombre “Huele a Jazmín”. Tengo mucho
que agradecerle a la muchachita pelirroja, aunque ya de muchachita
tenga poco. Cuando cierro el sobre, me asalta una repentina desazón
al darme cuenta de que me estoy acercando al final de la historia.
Sin embargo, eso es lo bueno de toda historia, que tiene un final.
Aunque en este, nadie comió perdices.</span></div>
<a name='more'></a><br />
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1989</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa estaba ya en segundo año
de carrera. Periodismo nada menos. Sus notas de C.O.U. habían sido
espectaculares y le habían permitido cumplir su sueño. Estaba
seguro de que triunfaría como periodista. Tal vez en unos años la
vería presentando las noticias en Televisión Española. Aunque se
hablaba de que pronto habría otro canal en nuestros televisores y,
quién sabe, tal vez formase parte de ese nuevo periodismo del que
tanto se hablaba y que parecía que por fin se estaba haciendo
patente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Obviamente, me equivocaba. Nadie
hubiera podido presagiar el giro que daría finalmente la vida de
Marisa, aunque para ello faltaba aún mucho tiempo y no quisiera
adelantar acontecimientos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En esa época, la vida de mi
alumna era perfecta y tranquila. Iba a clases, tenía su grupo de
amigos en la Facultad, y dos veces a la semana tenía cita con la
catedrática de Psicología Clínica de la Universidad, con la que
había trabado cierta amistad y que se había comprometido a ayudar a
Marisa con sus accesos de ira descontrolada. Lo cierto es que desde
que la visitaba, no había vuelto a tener ningún problema, cosa que
me tranquilizaba y me daba buena cuenta de que Clementina no había
llegado a ese puesto por casualidad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín, por su parte, había
dado un giro de ciento ochenta grados a su vida. Había dejado su
trabajo de puta y, con él, también había renunciado al nombre de
Jazmín. Se volvía a hacer llamar Violeta, aunque cuando nos
acostábamos yo la seguía llamando de la otra manera, y tratándola
como la puta a la que me encontré en una esquina cierta noche. A
ella le encantaba, tenía una vena masoquista que mi pequeño lado
oscuro complementaba con su suave sadismo. Con ella me permitía los
golpes, azotes y rudezas que no me atrevía a usar con Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La ex-prostituta había
encontrado un trabajo de camarera en el bar de un amigo de Juan
Benito y, empujada por nuestros ánimos, había comenzado un curso de
Peluquería y Estética en una academia. Como su madre, tenía
afición y talento para la peluquería, únicamente no quería acabar
enclaustrada en el pueblo como ella. El camino se empezaba a allanar
para mis dos jóvenes alumnas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Quedaba yo. Hacía menos de un
año que había terminado mi primera novela y cuatro meses después
de aquello ya estaba en las librerías de toda España. Había
logrado dos premios menores y un accésit en un importante certamen
nacional, lo que le había dado un poderoso empujón a las ventas. Mi
editor estaba encantado conmigo, lo que, desgraciadamente, no quitaba
de que fuera una mosca cojonera presionándome para que acabara la
segunda, de la que solamente tenía bocetos y esquemas, mientras yo
le daba largas. A pesar de que los ingresos estaban siendo
cuantiosos, había ocurrido lo que más temía. Me había vuelto
relativamente conocido y con esa fama llegaba la presión. De todos
modos y a pesar de aquello, habían sido unos años fáciles en los
que me había dedicado en cuerpo y alma a disfrutar de mis pequeñas
putas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Alguien tocó a la puerta de mi
despacho, sacándome del particular ensimismamiento en que entraba
cada vez que, como entonces, me enfrentaba a mi peor enemigo, mi
<i>Hispano-Olivetti</i> con una hoja completamente en blanco. Llevaba
diez minutos sentado ante la máquina de escribir sin ser capaz de
poner una sola palabra en ese folio que parecía mirarme
socarronamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Adelante! -gruñí, dándome
por vencido. Temí que jamás lograse culminar una segunda novela.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La puerta se abrió y entró
Violeta, más alegre que de costumbre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mira lo que acabo de
encontrar en una librería de aquí al lado -dijo levantando la mano
derecha.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En esa mano llevaba dos libros,
uno evidente más grueso que el otro. Reconocí el mayor al instante,
era mi novela. Jamás imaginé que podía llegar a escribir una
novela negra hasta que los personajes y las ideas comenzaron a surgir
tres años atrás. Pero ahí estaba el resultado. “El Pacto
Barranco”, una enrevesada historia de crímenes y sexo que se había
posicionado entre los diez libros más vendidos del año en España
en solamente cuatro meses. Años antes, el libro, por sus tórridas
escenas y la insinuada relación homosexual de una de las
protagonistas, no habría siquiera llegado a pasar por la Censura, el
propio editor la habría escondido en el más oscuro de sus cajones y
se habría olvidado del tema. Pero finalmente, la Censura había ido
perdiendo poder progresivamente y las editoriales se habían vuelto
mucho más osadas, ansiosas de prestarle al lector algo que ansiaba
por el mero hecho de que llevaba cincuenta años prohibido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin embargo, era el otro librito
el que llamó mi atención. Una sonrisa de oreja a oreja cruzó mi
rostro cuando finalmente lo reconocí. No necesité mirar la portada
para recitar el título: “Silencios y Voces y otros poemas de
Marcos Solís Regueiro”.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Dónde has encontrado eso? </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">En librerías París. Lo
tienen justo al lado del nuevo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No me jodas... creí que los
habrían quemado todos... o se lo habrían dado de comer a los
cerdos. No sirve para otra cosa... -reí, a pesar de que, sin duda,
le tenía muchísimo más cariño a mi prácticamente desconocido
libro de poemas que a la fulgurante novela.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No me habías dicho que
habías escrito un libro de poesía, Marcos -me reprendió Violeta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bah... no merece la pena...
son un montón de ripios que no valen nada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Pero qué dices? ¡Son
preciosas! “Un brazo que abraza la ausencia / De un cuerpo en la
cama / Unas lágrimas que dejan su esencia / al calor de otro sofá”
-comenzó a recitar-. “Un fuego que duró cinco lustros / Apaga su
llama, / Esquela de amores vetustos, / Fobia a la Soledad...”. ¡Me
ha encantado!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No digas chorradas, Violeta.
No es tan bueno.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De pronto, me di cuenta de algo.
Unos años antes, recitar ese poema, leerlo o escucharlo, me habría
causado un dolor espantoso y casi me habría hecho llorar al recordar
a mi difunta mujer, Amparo. Aquel día, sin embargo, leído por la
voz aguda y basta de Violeta, no había convocado en mí más que un
leve orgullo. Por supuesto que me gustaba. Por supuesto que pensaba
que eran unos versos preciosos. Pero jamás fui un arrogante; nunca
me había vanagloriado de mi trabajo y no iba a empezar a hacerlo
ahora.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Es del año ochenta y uno.
Aún no habías llegado al pueblo -interrumpió Violeta mis
cavilaciones-. Es decir, que no es para Marisa... ni para mí. Porque
siempre he tenido la impresión que cuando estaba en tu clase estabas
enamorado de mí, pero que nunca te atreviste a intentar nada con una
alumna. Pero bien podrías haber escrito poemas de nuestro amor
imposible...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Reí la broma de Violeta, lo
que, por un momento, consiguió hacerme olvidar de que no tenía ni
la más mínima idea de por dónde pensaba la joven dirigir la
conversación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Lo que nos lleva a la
siguiente pregunta -Violeta continuaba con su tono de detective
televisivo, que en una carita infantil y pecosa como la suya quedaba
bastante fuera de lugar-. ¿Me has escrito alguna poesía a mí, la
diosa pelirroja que apaga tus fuegos?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Reí y negué con la cabeza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No -mentí-. Además, la
diosa pelirroja lleva ya una semana dejándonos solos a Marisa y a mí
para apagar nuestros fuegos -repliqué en el mismo tono divertido.
Desde que Violeta entró en casa, las reglas habían quedado claras.
No nos debíamos ningún tipo de fidelidad, lo nuestro no era una
relación convencional, no estaban permitidos ningún tipo de celos,
follaríamos solo si nos apetecía, nunca por obligación, y cuando
llegara alguna visita a casa había que actuar como si Violeta fuera
una prima de Marisa que había querido mudarse a la ciudad y yo la
hubiera acogido para que durmiera en el sofá hasta que el trabajo le
permitiera independizarse por completo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Afortunadamente no recibíamos
muchas visitas, porque habrían sido sospechosos los casi dos años
que llevaba Violeta “durmiendo en nuestro sofá”. Lo normal era
que durmiese en el cuarto de Marisa, nos hubiera ayudado o no a
apagar esos fuegos de los que hablábamos. Dormir con Violeta era una
tortura por culpa de sus ronquidos y sus repentinos movimientos en
mitad de la noche. Ella lo había aceptado y se “exiliaba” todas
las noches a la cama de noventa de la otra habitación, donde sus
vueltas y revueltas no amenazaban con dejarnos tuertos a manotazos a
Marisa y a mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin embargo, durante las últimas
semanas, había tenido que hacer horas extra en el bar en que
trabajaba, con lo que volvía a casa normalmente pasada la una de la
madrugada y, aunque Marisa y yo la esperábamos despiertos en mi cama
después de hacer el amor, Violeta solo entraba para saludar y se
excusaba alegando el cansancio de tantas horas de labor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Entonces no nos has escrito
nada ni a Marisa ni a mí?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Por supuesto que había escrito
poesías inspiradas en mis dos alumnas. Muchas más para Marisa que
para Violeta, y unas pocas también para ambas. “Huele a Jazmín”
había sido la última y, como las demás, escrita con la misma
tortuosa caligrafía de mi pluma estilográfica, también yacía
encerrada en el segundo cajón de mi escritorio en ese mismo
despacho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Subconscientemente, mi mirada
resbaló hacia ese cajón. Fue solo un gesto que apareció y
desapareció en un instante, que para la mayor parte del mundo
hubiera pasado desapercibido, pero no para Violeta. Mejor dicho, no
para Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Por muy inteligente que fuera
Marisa, siempre tendría una inteligencia inocente. Sería capaz de
decidir la mejor de las opciones que pudiera, de asimilar y tener en
cuenta cada uno de los datos que se le facilitaran, pero siempre
carecería de esa picardía que solamente tienen quienes han tenido
que luchar para sobrevivir y, aunque ya hiciera casi dos años que
había dejado la calle, aquellos seis meses habían despertado en
Violeta un sexto sentido que aún mantenía. Era capaz de captar
inconscientemente hasta el más mínimo gesto y su instinto latente
le decía qué significaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Los tienes ahí?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En añadidura, la jovencita era
condenadamente rápida. Casi en un salto, rodeó mi escritorio y
extendió la mano para abrir el primero de los cajones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ni se te ocurra! -Me
levanté y la agarré de la muñeca antes de que lo hiciera. No tenía
nada que esconder en ese primer cajón. Exámenes, notas, una tesina
de un alumno de último año... pero nada que pudiera comprometerme.
Sin embargo, si le dejaba abrir ese cajón, sería imposible que no
le dejara abrir el segundo sin retratarme.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">Violeta
me miró a los ojos y redescubrí en ellos un brillo que hacía
tiempo que no tenían. Sonrió con su architrabajada carita de niña
mala y con la mano libre, abrió el segundo cajón. ¿Cómo había
averiguado ella tan rápido que estaban allí? No lo sé. Tal vez su
intuición, su sexto sentido, ese </span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>je-ne-sais-quoi
</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">suyo
me habían vuelto a ganar con la gorra.</span></span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Agarré esa segunda mano cuando
el cajón ya estaba completamente abierto. “Huele a Jazmín”
asomó encima de las demás. En la centésima parte de un segundo que
tardé en empujarla hacia la pared, hasta que su espalda chocó con
el yeso quizá con una violencia excesiva pero que Violeta no acusó,
le había dado tiempo a leer el título. La acorralé contra la pared
mientras la mantenía agarrada firmemente de ambas muñecas. Nos
separaban escasos milímetros, y podía notar su respiración
caracoleándome en los labios. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Es para mí? -Violeta me
miraba fijamente y aquel brillo de sus ojos no hacía más que
aumentar hasta volverse, para mí, casi tan doloroso como mirar una
puesta de sol. Más doloroso quizá, porque yo era incapaz de desviar
mi mirada de aquellas dos estrellas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, es para la florista de la
esquina, también huele a jazmín -mentí con una aparente seriedad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No me refería a la poesía
-La carita de niña mala de Violeta se acentuó cuando presionó aún
más su pelvis contra la mía. No me había dado cuenta de que una
escandalosa erección empujaba mis pantalones hasta tomar contacto
con el vestidito rosa de Violeta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Depende de si hoy también
estás cansada de trabajar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Hoy tengo el día libre -me
respondió con una sonrisa lasciva.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tanto Marisa como Violeta eran
capaces de despertar mis instintos más primitivos cuando y como
quisieran, pero los efectos en mí eran tan dispares como ellas
mismas. Si bien mi adoración por Marisa me impelía a tratarla como
a una diosa del Amor Tierno e Inocente a la que agasajar con
caricias, con besos y con cariño, a lo que ella respondía con un
sometimiento absoluto a mis deseos, mi reacción ante las
insinuaciones de Violeta sacaban mi lado más visceral y peligroso.
Marisa se sometía a mí a través del Amor. A Violeta la sometía
mediante la Fuerza, y eso le encantaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Violentamente, arrastré a
Violeta, ya milagrosamente transmutada en Jazmín por gracia y efecto
de mi excitación, hacia la mesa, obligándola a doblarse sobre ella,
poniendo su poderoso culo en pompa hacia mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ah! ¡Don Marcos! ¡No sea
tan bruto! -pidió ella, aunque su tono de voz decía lo contrario
que sus palabras.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cerré con la pierna el cajón y
le subí el vestido hasta que sus braguitas azules de encaje negro
asomaron a la vista. El primer azote cayó sobre ellas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Au, Don Marcos!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Igual que ella no era Violeta,
yo tampoco era Marcos cuando follábamos. Yo era Don Marcos y
normalmente volvía a ser su profesor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Quién escribió “El rayo
que no cesa”? -La pregunta me llegó a la mente por ensalmo. Era
una de las preguntas que salvaron a Violeta de suspender Lengua y
Literatura en tercero de B.U.P.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín mordió su labio
inferior. La noté dudar, boca abajo sobre la mesa, con las piernas
colgando y el culo expuesto ante mi mano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me lo sabía. Me lo sabía.
Melosabíamelosabíamelosabía... ¿Fue Machado?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El azote resonó por todo el
despacho. Tuvo tanta fuerza que la mano me empezó a picar en el
momento y estoy seguro que, de haber pasado alguien por el pasillo en
ese instante, lo habría escuchado sin problemas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Agarré las llaves del bolsillo
y dejé a Jazmín sola por un momento sabiendo que, cuando volviera,
estaría en la misma posición, esperándome.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cerré con llave la puerta para
que nadie nos molestase y regresé a donde estaba Jazmín. Le bajé
las braguitas hasta las rodillas y metí una mano entre sus piernas.
No tardé en comprobar que estaba completamente húmeda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Damos vueltas en la noche y
somos consumidos por el fuego -le dije. Si tenía buena memoria,
recordaría las clases de latín.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">¿Cómo?
-Levanté la mano, presto a descargar otro azote sobre las rotundas
nalgas de Jazmín, pero recordó en el último momento–</span></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>Girum...
In girum imus nocte et... et consumimur igni</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><span style="font-style: normal;">.</span></span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Bajé suavemente la mano sobre
su culo y lo acaricié suavemente. Gimió cuando mis dedos se
internaron entre sus nalgas, acariciaron su ano y siguieron bajando
hasta hacerse hueco entre sus labios vaginales, empapándose con su
humedad interior. Se le contrajeron los muslos cuando toqué su
inflamado capuchoncito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Buena chica...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Gracias, Don Marcos
-respondió en mitad de un suspiro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Retiré la mano y seguí con el
examen.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿En qué obra aparece La
Celestina?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín dudó. Tras pensar unos
instantes, decidió que debía ser una pregunta trampa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿En “La Celestina”?
-respondió, aunque con muchísimas dudas. Algo le decía que esa no
podía ser la respuesta correcta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Golpeé con saña su culo
desnudo y Jazmín elevó un gritito de dolor. Puede que se conociera
con ese nombre, pero la verdad es que Fernando de Rojas tituló a su
obra magna como “Tragicomedia de Calisto y Melibea”.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi mano se marcaba sin problemas
en su nalga derecha.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Quién la escribió?
-Notaba mi respiración acelerada, el corazón me latía a mil por
hora y la polla casi no me cabía en los pantalones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cervantes?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dos azotes, uno por nalga,
cayeron sobre su culo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Quién lideraba a los
Guardias Civiles que entraron en el Congreso para dar un golpe de
Estado?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tejero -contestó decidida,
aunque luego añadió-... Tejero en el 81. En 1874 fue el General
Pavía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Acaricié nuevamente su culo y
no pude resistir más. Me desabroché los pantalones y liberé mi
verga, hinchada y erecta. La fui metiendo con suavidad en el coñito
depilado de Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Oh, sí... Don Marcos...
fólleme Don Marcos... -jadeó ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Empecé a penetrarla lentamente
pero no tardé en acelerar mis embestidas. Me incliné sobre Jazmín
mientras me la follaba para taparle la boca; sus gemidos habían
alcanzado un volumen peligroso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las patas del escritorio
chirriaban sobre el suelo con cada embestida, Jazmín, sin mover un
ápice su postura, comenzó a hacer trabajar los músculos de su
coño. Liberé su boca y ordené que fuera ella quien se la tapase.
Jazmín, como siempre, obedeció. Mientras me la follaba, comencé a
azotarle de nuevo el culo, con golpes mucho más suaves pero
igualmente sonoros.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Deslicé el pulgar sobre su ano
y lo fui colando. Jazmín emitía gemidos ahogados por su mano y
temblaba de cachondez. Podía notar mi polla entrando y saliendo de
su cuerpo al otro lado de la estrecha pared de carne que la separaba
de mi dedo. Me desabroché la camisa con la otra mano, estaba sudando
a mares, al igual que ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Alguien tocó a la puerta de mi
despacho. Solamente me detuve durante un instante, pero luego
continué. Fuese quien fuera, tendría que volver luego, cuando no me
estuviera follando a una veinteañera espectacular sobre mi
escritorio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Abre, Marcos, sé que estás
ahí -La voz de Marisa se sobrepuso a los gemidos apagados de Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me separé de la mujer con la
que estaba follando y me comencé a vestir de nuevo a pesar de las
quejas mudas de la joven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Métete bajo la mesa -ordené.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me abroché de nuevo el pantalón
y la camisa y me retiré el sudor de la cara. Coloqué de nuevo la
máquina de escribir en mitad de la mesa, puesto que Jazmín la había
empujado a un lado cuando la tumbé sobre la madera, y avancé hasta
la puerta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Abrí con la llave y Marisa me
esperaba sonriente bajo el dintel. Vestía unos vaqueros sencillos y
una blusita blanca que hacía resaltar su escote. Me giré antes de
que pudiera fijarse en el sospechoso bulto de mi pantalón y volví a
mi silla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dime, Marisa, estaba
intentando escribir -dije una vez sentado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">He acabado la sesión con
Clemen... ¿Vas a venirte a casa?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El botón de mi pantalón se
escapó de su ojal, la cremallera bajó silenciosamente y una mano
experta extrajo mi polla de los calzones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me arrimé más a la mesa para
impedir que Marisa nos viera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Aún estaré un rato más por
aquí -me excusé mientras notaba la caliente humedad de la boca de
Jazmín envolver mi verga.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa sonrió, agarró mis
llaves de la mesa y fue hacia la puerta del despacho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Puedo cerrar la puerta?
-rogó inocente, mirándome a los ojos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una mano me acarició los huevos
suavemente y uno de sus dedos avanzó por el periné hasta mi propio
ano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Cierra la puerta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La joven cerró la puerta con
llave y volvió hacia mí. En ningún momento Jazmín había dejado
de comerme la polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando Marisa llegó a mi silla,
le señalé el hueco entre mis piernas, donde la inconfundible melena
pelirroja de Jazmín continuaba su trabajo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Oye... yo venía porque pensé
que te sentirías solo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Yo pensé lo mismo -rió la
pelirroja descansando un poco su mandíbula.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me levanté aún con la polla
apuntando al cielo y seguramente preguntándose por qué tantas
interrupciones, para permitir que Jazmín pudiera salir del reducido
espacio. No tardaron las chicas en ponerse de acuerdo en bajarme los
pantalones y gallumbos a los tobillos y arrodillarse frente a mí.
Casi me corro en el momento en que la boca de Marisa se cerró sobre
mi polla y la de Jazmín apresaba uno de mis testículos. Me quité
la camisa, quedando prácticamente desnudo mientras las dos muchachas
se repartían mis puntos más sensibles.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La inmediata sencillez con la
que decidían compartirme era algo normal en casa, pero nunca se
había dado la ocasión fuera del hogar. Entendí que mi despacho
quedaba excluido del trato “fuera de casa, somos de la sociedad”.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo suspiraba extasiado con la
doble felación que recibía. Marisa se entretenía jugando con su
lengua sobre mi frenillo y agarrándome de las caderas para guardar
el equilibrio, mientras Jazmín acariciaba mis cojones con una mano y
el cuerpo de Marisa con la otra, mirándome a los ojos, divertida con
mis reacciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La pelirroja se sacó su vestido
y su sostén quedando completamente desnuda. Aún de rodillas, me
rodeó y se colocó a mi espalda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con más espacio para operar,
Marisa se sacó mi polla de la boca para obsequiarme con un largo y
lascivo lengüetazo desde el escroto al glande mientras Jazmín me
separaba las nalgas con ambas manos y comenzaba a comerme el culo.
Espasmos de placer me recorrían el cuerpo, mis manos no sabían
donde posarse y yacían inertes a ambos lados de mi cintura. No podía
más que dejarme vencer por el inmenso placer que me causaban
aquellas dos lenguas que se internaban en mi ano, que me lamían el
frenillo, que me llevaban al delirio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me corro -avisé, en mitad de
un jadeo, y Marisa se apresuró a embutirse mi polla en la boca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los borbotones de semen la
inundaron. Entre convulsiones, me corrí en la amorosa boca de mi
alumna mientras Jazmín me acariciaba los huevos desde atrás sin
abandonar su beso negro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Subíos a la mesa -Ordené a
mis dos alumnas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Violeta obedeció al instante y
ayudé a Marisa a desnudarse mientras recobraba mi respiración.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las dos se pusieron a cuatro
patas sobre la maciza mesa de roble después de dejar mi máquina de
escribir en el suelo. Dos culos, cuatro nalgas, dos sexos asomándose
incitantes entre las piernas... y todo para mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Amasé cada uno de los
atractivos panderos que tenía a la altura de la nariz. Besé uno y
luego otro. Acaricié cada sexo con una mano y la humedad fue
impregnándomelas lentamente. Mordí a Jazmín en una nalga y se le
escapó un gemido de placer. Repetí, tras dudarlo, el gesto con
Marisa, y su cuerpo se contrajo. No se quejó, el trabajo en las
sesiones con Clementina, la catedrática de Psicología, se volvía
más evidente, aunque seguía quedando claro que Marisa no disfrutaba
de aquello, al menos no tanto como Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Un suave beso en el mismo lugar
del mordisco fue mi forma de pedir perdón. Dos dedos de cada mano se
internaron en los coñitos de mis alumnas. Violeta echó sus caderas
hacia atrás para que la penetración fuera más rápida y profunda
mientras Marisa simplemente se quedaba quieta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te he dicho que te muevas
-repliqué a la pelirroja, antes de castigarla sacando los dedos y
propinándole un azote que hasta Marisa habría aceptado de buen
grado. Las nalgas de Violeta estaban rojas de los azotes anteriores,
y se marcaban claramente tanto la palma como los cinco dedos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdone, Don Marcos, no lo
volveré hacer hasta que me lo pida -murmuró disculpándose.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Volví a masturbarla sin más,
igual que hacía con Marisa. Los gemidos de ambas se entremezclaban
en la habitación, creando una tercera voz que no era ni la de una ni
la de otra sino una mixtura de ambas, igualmente lasciva.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Seguí penetrándolas con mis
dedos durante un buen rato, tratando de equilibrar la cachondez de
ambas, reduciendo la velocidad cuando veía que alguna se aceleraba
demasiado en su lujuriosa carrera al orgasmo. Con eso conseguí sin
proponérmelo que incluso los gemidos fueran a la par. A cada sonido
de placer de una le seguía el de la otra y viceversa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las llevé a las puertas del
orgasmo y saqué los dedos a pesar de sus quejas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No os mováis -ordené
mientras rebuscaba en el último de los cajones de mi escritorio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No sabía qué extraño
pensamiento había cruzado por mi mente cuando me decidí a llevarme
la cámara a la Universidad, quizás hacerme una copia rápida de
algunos documentos, pero allí estaba la vieja Polaroid, deseando de
nuevo fotografiar aquellos maravillosos cuerpos femeninos desnudos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Por favor, Don Marcos, dese
prisa -rogó Jazmín, y la palmada por hablar más de la cuenta no
tardó en llegar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aún no se había disipado
completamente el eco del azote cuando tomé la cámara en mis manos y
apunté a aquellos dos culos de infarto. La morena aguardaba,
manteniendo su postura, mientras Violeta miraba hacia atrás forzando
ligeramente su cuello.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Había suficiente luz, la que se
colaba a través de las leves cortinas del despacho a pesar de que la
tarde estaba a punto de agonizar, pero de todas formas activé el
flash.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El fogonazo inundó la
habitación y con él, el sonido del obturador. Mientras la cámara
extraía mi obra, volví a acariciar ambos culos con devoción,
entreteniéndome sobre todo en la entrada de sus sexos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Finalmente, la foto ennegrecida
surgió, y mientras magreaba una nalga con una mano, con la otra
agité la imagen hasta que los colores fueron saliendo a la luz.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Estáis preciosas -dije
sonriendo, dejando la fotografía al final de la mesa, entre ambas,
para que pudieran contemplarla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Qué culazo tienes,
Violeta! Ya me gustaría a mí tener uno así -dijo Marisa al
compararlo con el suyo en la instantánea.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando quise darme cuenta de lo
que hice, el azote ya estaba dado. Marisa se quejó y miró hacia
atrás, acusadora.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tienes un culo perfecto. Y el
que te diga lo contrario, miente o es gilipollas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa mudó el semblante y
sonrió mientras Violeta me daba la razón. Agitó suavemente su
culito, llamándome, y lo besé con cariño.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tumbaos boca arriba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ambas lo hicieron, una al lado
de la otra. Ahora podía ver aquellos dos coñitos lampiños, jóvenes
y hambrientos que casi parecían clamar por una polla que los
llenara.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me decidí por el de Jazmín. No
en vano, era ella la que más tiempo llevaba en el despacho. Abrí
sus piernas y me coloqué entre ellas. El coño me quedaba ligeros
milímetros demasiado arriba, pero lo solucioné apoyando una de mis
rodillas en la silla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Oh, Dios, sí! -gritó
Violeta al sentirse llena de mi hombría.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Comencé a amasar uno de sus
grandes pechos mientras me la follaba, y con la mano que me quedaba
libre, agasajé a Marisa con eróticas caricias sobre su coñito
calvo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Volví a introducir dos dedos en
su interior húmedo mientras a su lado Jazmín se apretaba los
pechos, poseída por la cachondez. Marisa respondió a la intrusión
con un gemido, al que le siguió otro cuando busqué su punto G
doblando mis dedos dentro de ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me resultó complicado acompasar
mis envites al coño de Jazmín y la masturbación a mi otra alumna,
pero una vez logrado, los tres nos dedicamos a disfrutar. Las jóvenes
entrelazaron sus manos mientras me las follaba, en un gesto fraternal
que lejos de parecerme fuera de lugar, me excitó aún más que casi
cualquier caricia entre ambas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Al contrario de lo que había
pensado, Marisa fue la primera en correrse, tras lo que saqué los
dedos de su interior y amplié el área de mis caricias sin dejar de
follarme a Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín se corrió en el mismo
momento que uno de mis dedos entraba por el ano de su compañera. En
los últimos años, Marisa había acabado aceptando de buen grado el
sexo anal, aunque siempre con unos preliminares extensos que, sin
embargo, en esta ocasión habían sido mucho más exiguos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El dedo se coló hasta el fondo
por su culo y Jazmín, jadeando y resoplando por el reciente orgasmo,
agarró mi mano y la llevó al lugar que había dejado vacío mi
polla tras lograr que se corriese. Casi iba a preguntar “¿Y yo
qué?”, por masturbarlas a ambas mientras mi polla carecía de
atenciones, cuando la propia Jazmín se adelantó a mis deseos y,
aferrándome la polla suavemente, la dirigió a la entrada de su ano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No necesité más explicaciones.
Mi polla fue entrando lentamente en su recto mientras la pelirroja
siseaba aguantando lo mejor posible las molestias.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No pares -musitó, con la voz
convertida en casi un ronroneo, Marisa. En el acto de penetrar el
culo de Jazmín, me había llegado a olvidar de mi dedo, inmerso en
otro ano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Extraje el dedo corazón del
interior de Marisa y lo sustituí por dos, el anular y el meñique,
mientras el corazón y el índice se abrían paso en el anegado coño
de mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No tardamos en corrernos los
tres de nuevo. Jazmín mientras la sodomizaba, yo impulsado por sus
contracciones, y Marisa poco después, mientras yo le comía el coño
sin dejar de dedearle el culo y su compañera lamía lascivamente sus
pezones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Entonces... -le dije a
Violeta mientras nos volvíamos a vestir. ¿Quién te folla mejor, yo
o tu novio?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La pelirroja palideció un poco,
lo que hizo que sus pequitas resaltaran más sobre su rostro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cómo... cómo sabes que
tengo novio? ¿Se lo has contado? -acusó a Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ey, ey, ey... yo no le he
dicho nada -mintió. Lo cierto es que me lo había acabado confesando
unos días antes-... pero tantas “horas extra” al final son
sospechosas -se defendió la morenita.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Disfruto más contigo,
Marcos... y con Marisa -añadió con una mirada tierna a su
compañera-. Pero tú siempre has dicho que esto es eventual, que no
puede ser para siempre, que tenemos que hacer nuestra vida fuera de
casa y...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya, ya, ya, ya -la calmé-.
No te estoy echando nada en cara, Violeta, me alegra muchísimo que
tengas alguien de quien enamorarte. Y si te cuida bien y le quieres,
no te lo pienses más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con una sonrisa, Violeta se
acercó a mí, me dio un tierno beso en los labios, otro idéntico a
Marisa, cogió sus (mis) libros y. tras abrir la puerta, se giró
para decir algo más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Lo hace... lo hacemos. Nos
queremos. No tardaré en presentártelo. Y estoy segura de que Marisa
no tardará en presentarse al suyo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dicho esto, sacó la lengua de
forma burlona a Marisa y salió con un femenino contoneo de caderas
que, por lo que sé, hizo que más de un docente se girara para ver
cómo se alejaba aquel prodigioso culo por el pasillo .</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Y... ¿Cuándo pensabas
decírmelo? -pregunté a Marisa divertido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Después de que folláramos
hoy -respondió alegre-. Para eso había venido yo sola.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues... ¿Cómo es?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, no... las preguntas
después de follar. Que hoy solo te has follado a Violeta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Fue de nuevo hacia la puerta, la
cerró con las llaves que había dejado puestas la pelirroja y,
mientras se giraba, ya se estaba volviendo a desnudar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jamás un despacho de un
profesor de la Universidad vio tanto sexo, vicio y depravación como
el mío. Fue la primera vez que lo hicimos allí, pero no sería la
última. Marisa me obsequió con tres años más de lujuriosas
visitas a mi despacho, todo el tiempo que duró su carrera.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-66085582230243875622015-09-11T13:58:00.000+02:002015-09-17T02:55:57.176+02:00Fotos de mi puta (8): Una nueva puta<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una cara nueva aparece en la
siguiente foto. Junto a Marisa yace otra mujer, tan desnuda y tan
dormida como ella. Se llama Jazmín. Están fundidas en un dulce
abrazo sobre la cama. Repaso con los dedos la silueta de la segunda
mujer y me detengo en las diferencias que tiene con mi alumna. Sus
pechos son más grandes, pero también menos firmes. Su nariz es más
aguileña y su cara está llena de pecas que destacan en su piel
pálida, acentuado su tono por su melena pelirroja. Jazmín es un año
más joven que mi alumna, pero viéndolas en la instantánea, Marisa
parece incluso menor que su compañera de catre. Es extraño. Tal vez
fuera por la actitud de cada una, tal vez porque no dejo de recordar
a Marisa como “mi pequeña” pero me cuesta un poco admitir que la
pelirroja es más joven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No logro recordar cómo fue que
Jazmín llegó a nuestra vida, pero al fijarme más aún en la
envejecida foto, logro distinguir la débil marca de un arañazo en
el cuello de Marisa, justo arriba de la mano de la pelirroja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Claro... ya sé cómo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Miro de reojo el teléfono, como
esperando que suene y al otro lado me responda la voz seria y grave
del director del instituto donde Marisa cursaba C.O.U.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pero no, no suena nada. El
teléfono se mantiene mudo. Aquel instituto ya no existe. Tampoco
existe ya C.O.U ni B.U.P y seguramente Don Antonio se haya jubilado
hace años y espere a la Muerte en alguna pútrida residencia de
ancianos si es que pudo ahorrar lo suficiente para no pasar sus
últimos días en casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me levanto y preparo un café
para despejarme un poco antes de salir. No quisiera que el “Chivas”
me jugara una mala pasada al coger el coche.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">También estaba preparando café
cuando me llamó Don Antonio.</span><br />
<a name='more'></a></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1987</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cómo? ¿Pero qué ha
pasado? ¿Por qué ha...? Claro, claro... ¿Qué?... No, claro, por
supuesto que no. Yo también soy profesor, obvio que no... Claro,
claro... no, hombre, no, muchísimas gracias por avisarme... Ya, ya
sé, ya me lo imagino, pero no se preocupe. Hablaré con ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Colgué el teléfono y me froté
los ojos intentando aclarar mis ideas. El café que me había
preparado se enfriaba en la encimera, me había dejado de importar
tras la llamada. El reloj se acercaba lentamente a la hora en que mi
alumna solía llegar a casa. Miré hacia la puerta y el sonido de la
cerradura girando contestó a mi pregunta no formulada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya estoy aquí. ¿Qué tal el
día, Marcos?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No quise responder hasta que
Marisa entró en el salón. Se sobresaltó al verme sentado a la
mesa, mirándole con toda la seriedad que la llamada de teléfono
había invocado en mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Siéntate, Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Se había desnudado y entraba
sonriente en la sala, pero la sonrisa se le borró del rostro nada
más verme. Pareció confundida durante unos instantes, pero
enseguida supo lo que había ocurrido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Siéntate. -le ordené de
nuevo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡No fue culpa mía! ¡Yo no
empecé! -En un segundo, la imagen de Marisa bajó varios años de
edad. Ya no era la mujer sensual y lasciva que dormía a mi lado cada
noche. Era una niña pillada haciendo una travesura que se defendía
con una rabieta. A pesar de su cuerpo plenamente adulto, su gesto era
absurdamente infantil. Sumado a su pubis lampiño, me arrancó un
estremecimiento que logré ocultar lo mejor que pude.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Siéntate -repetí, esperando
dejar de ver su coño infantilizado y así calmar mi vena más
oscura.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa obedeció con un bufido y
me miró fijamente, esperando que yo comenzase a hablar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué ha pasado hoy en el
instituto?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo ya lo sabía. Don Antonio me
lo había contado con pelos y señales en nuestra conversación
telefónica. Había habido una pelea y Marisa había dejado
inconsciente a su rival de un puñetazo. Una respuesta demasiado
violenta y masculina para una muchacha de menos de veinte años.
Tanto, que incluso el director me había preguntado si yo la había
enseñado a defenderse, algo que muchos padres de niñas y
adolescentes estaban empezando a hacer para que su hija no acabara
sumando una cifra más a los datos de secuestros y violaciones,
intentando de paso que se parecieran un poco más a una de las
deportistas españolas de moda, la taekwondista Coral Bistuer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya te he dicho que no ha sido
culpa mía. Además, Don Antonio no tenía que haberte llamado. Ya
soy mayor de edad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué ha pasado? -repetí,
manteniendo la calma, esperando que me contara sus motivos. Según
Don Antonio, había sido una pelea por un chico. La otra chica
acusaba a Marisa de haberle quitado el novio y la discusión degeneró
hasta llegar a los golpes. Una vez ahí, mi alumna acabó la pelea en
pocos segundos. Lo del novio me causaba sensaciones encontradas. Por
un lado, agradecía que al fin Marisa se acercase a chicos de su
edad. Por otra parte, temía terminar por perderla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No tengo que darte
explicaciones. Soy-ma-yor-de-e-dad. -replicó, levantando el tono.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El potente y sonoro golpe de mi
puño sobre la mesa me sorprendió incluso a mí. No podía permitir
que me hablara de ese modo. La muchacha dio un respingo y se cubrió
la cara instintivamente como si el próximo golpe fuera a tenerla a
ella como objetivo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa... no te asustes.
Perdona si te he asustado -dije, intentando calmarme-. Dime, me
interesa saber qué es lo que ha pasado. No voy a echarte la bronca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La joven pareció
tranquilizarse. Ambos estábamos en época de exámenes, y si para
una alumna como ella esas semanas significaban estrés, para un
profesor como yo lo eran mil veces más porque en esa época, además
de tener que escoger cuidadosamente las preguntas del examen,
misteriosamente a todos los alumnos les surgían las dudas que no
habían surgido durante todo el año y las horas de trabajo semanales
se duplicaban. Me había visto obligado a dejar aparcado el libro que
estaba escribiendo, una de mis pocas aventuras en prosa narrativa, al
menos hasta las vacaciones de verano.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Fue ella, empezó a
insultarme, y yo no le hacía caso, pero me agarró del pelo y me
hizo daño, mucho daño... yo solamente me defendí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Con un puñetazo en la sien
que la envió al hospital -apuntillé.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No sé... yo solo quería que
dejase de hacerme daño... yo... me revolví y le pegué como pude.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y ese arañazo? -pregunté
señalando las líneas rojas que cruzaban la parte izquierda de su
cuello.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Una de sus amigas, que me
agarró para alejarme de ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué quería alejarte
si ya la dejaste nocaut con un golpe?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa desvió la mirada,
avergonzada. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No sé qué me pasó... no
estaba pensando... solo quería devolverle el daño que me había
hecho, solo pensaba en ello...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Marisa? -Que mi alumna
divagara era un mal augurio. Si algo le sobraba, era facilidad de
palabra y claridad de ideas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tal vez le pegué unas
patadas cuando estaba en el suelo -explicó sin mirarme a la cara.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡¿Cómo que tal vez?!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa, por sorpresa, rompió a
llorar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdona... yo... yo no sabía
qué hacía... me... me cegué... yo...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me levanté para abrazarla.
Marisa hipaba y sollozaba, y me di cuenta que no era la culpa lo que
la llevaba a ese estado. Era miedo. Mi alumna se tenía miedo a sí
misma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya vale, ya, cariño...
tranquila, lo arreglaremos...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Se calmó lentamente entre mis
brazos. Se quejó ligeramente cuando le tomé de la mano para
observar su estado. Estaba hinchada, pero no mucho más que la mía
tras el golpe en la mesa. Nada grave. Los arañazos del cuello
también eran muy superficiales, nada que necesitase atención médica
más allá de unos primeros auxilios. Solamente precisaría de una
tirita y hielo. Al menos sus heridas físicas solo necesitarían eso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué os habéis
peleado?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Está loca... dice que le he
querido robar a su novio. Gilipollas -musitó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y no es verdad? -Yo trataba
de distender la conversación. Si no lo lograba, Marisa se cerraría
por completo y no lograría adivinar nada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Claro que no! -contestó,
divertida– Si me acerqué a hablar con Carlos es porque el que me
gusta es su amigo Gerardo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Anda... ¡por fin! -reí,
mientras ella me respondía con otra sonrisa relajada-. Espero que
Gerardo no tenga otra novia loca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa rio y negó con la
cabeza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vale. Ahora quiero que hagas
una cosa -dije, y la joven me miró extrañada-. Mañana vas a hablar
con la chica con la que te peleaste, vas a pedirle perdón, vas a
aclararlo con ella, y vas a invitarla a comer un día para que yo
también pueda pedirle perdón.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No -respondió tajante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Porque te la follarías
-bromeó ella. Aunque como en cada broma que Marisa hacía, siempre
se dejaba traslucir un poso de verdad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Reí escandalosamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Ahora vas a venirme con
celos, pequeñaja?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Nuestro trato era así. Fuera
de casa, lo que quieras. Dentro de casa solo soy tuya. Aquí solo
entraré yo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Lo sé, por eso solamente me
follaría a otra si tú participases.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y podrías con dos mujeres?
-dijo con una sonrisa de superioridad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Lo dudas?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Había conseguido, al menos, que
Marisa olvidara sus miedos por el momento, lo que me tranquilizaba,
pero pensar en tener dos mujeres para mí logró lo contrario.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La desventaja de andar desnudos
por casa era que yo no podía esconder mi excitación. Mi polla,
libre, respondía a cualquier sugerencia sin que lo pudiera evitar.
Marisa lo sabía y usaba esa debilidad mía para averiguar mis
fantasías sin necesidad de preguntarlo abiertamente. Mi miembro,
alimentado por mi lasciva imaginación, respondía por mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vaya, vaya... así que a tu
amiguito le gustaría tener dos coñitos para elegir -cascabeleó
Marisa mirando cómo mi polla ganaba tamaño y dureza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su mano se aferró a mi verga y
comenzó a masajearla con dulzura.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Estate quieta, Marisa -pedí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué? ¿No te gusta?
-inquirió con un tono de voz marcada y forzadamente lascivo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí. Mucho -respondí,
apartándole la mano-. Pero a ti también. Y estás castigada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué? ¿Por qué? -replicó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Por pelearte. A ver si
negándote algunas cosas controlas tus instintos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me incorporé y salí del
comedor con la polla erecta. Me había costado horrores no ceder a
las caricias de mi alumna, pero debía mantenerme firme. Lo que no
era óbice para que me encerrara en el cuarto de baño y me hiciera
una de las pajas más furiosas que recuerdo, imaginándome entre
Marisa y otra mujer que tan pronto tenía el rostro de mi esposa
Amparo, como iba saltando entre varias actrices y alumnas de mi
universidad. De Kim Bassinger a Sylvia Kristel, pasando por Samanta,
una joven tímida y apocada que se escondía tras sus gafitas y que
escuchaba embelesada en todas mis clases, hasta tal punto de haberme
descubierto fantaseando con ella durante alguna hora lectiva. Lo
único que se mantenía inalterable durante toda la fantasía, era la
cara de Marisa a mi lado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Esa misma tarde, al regresar de
sus clases vespertinas, la joven me sorprendió al aparecer vestida
en el salón donde miraba la tele. La miré extrañado hasta que me
lanzó las llaves del coche que yo me había comprado escasos meses
antes, agobiado por la hora y media de trayecto diario que tenía que
ocupar en ir a la facultad en autobús entre trayectos y el tiempo
perdido en el transbordo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y esto? -pregunté, mirando
las llaves.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vístete, que vamos a salir.
Creo que te mereces una disculpa de mi parte por como me he portado
-La seriedad en su rostro me hizo entender que no se trataba de una
broma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Salimos a cenar como una pareja
casi normal, aunque sin excedernos en nuestras caricias para poder
mantener la fachada de ser padre e hija que manteníamos. Marisa me
invitó con un dinero que había ido ahorrando cada vez que le daba
para salir, lo que me sorprendió gratamente. Estaba claro que había
madurado mucho aunque yo la siguiera viendo como una muchacha
indefensa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Volvíamos a casa en el coche
cuando me hizo desviarme del camino.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Por aquí. Y en la rotonda a
la derecha.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La noche ya era cerrada y Marisa
me conducía por las calles menos seguras de la ciudad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Luego creo que es ya al pasar
ese semáforo. Creo que me han dicho por aquí...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, ¿Dónde vamos?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">A casa, pero antes quiero que
nos llevemos un regalito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No entendía nada, pero seguí
las indicaciones de mi alumna hasta que vi exactamente cuál era su
objetivo. Estábamos en la calle donde las putas salían de noche a
ofrecer sus servicios. Bajo la luz centelleante de las farolas, sus
cuerpos semidesnudos brillaban esperando atraer algún cliente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero Marisa... esto...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Quiero que elijas una. Voy a
hacer ese esfuerzo por ti.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No supe qué contestar. A los
quince años, mi tío Eustaquio me llevó a un burdel a que me
desvirgasen. Fue una experiencia agradable pero rápida, aunque la
prostituta se había comportado muy cariñosamente conmigo, sabedora
de que era mi primera vez. Esa había sido mi única experiencia con
una meretriz.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ahora, Marisa me estaba
ofreciendo no solamente una puta, sino dos, asegurándome también
que esa noche ella misma se convertiría en una para mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Reduje la velocidad para poder
observar a las mujeres que vendían su cuerpo. La carne extranjera
escaseaba por aquel entonces, pero tampoco me había llamado nunca el
tema interracial. Casi al final de la calle, cuando ya estaba
pensando que necesitaría una vuelta más para poder decantarme por
alguna de aquellas hembras que, aun a media luz, dejaban traslucir
todos los encantos de sus atractivos cuerpos, frené lentamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me había fijado en una de las
que me parecieron más jóvenes, no porque fuera excesivamente
atractiva en comparación con las demás, ya que todas parecían
jóvenes y guapas. Sin embargo, algo en ella me llamó tenazmente la
atención.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La puta vio el coche detenido y
se acercó sonriente por el lado izquierdo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué tal, guapetón?
¿Buscas compañí...? ¡Ah! -dijo con una voz melodiosa, la
prostituta pelirroja, antes de reconocer a los ocupantes de nuestro
coche.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La joven tenía una carita de
niña mala llena de pecas, la misma que unos años antes llevaba de
calle a todos los chicos del pueblo. Era la misma chica con la que
había fantaseado años atrás mientras Marisa me la chupaba,
poniéndole mentalmente al cuerpo de una alumna la cara de la otra.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">D-don Marcos... Ma-Marisa...
-tartamudeó Violeta sin saber qué hacer tras reconocernos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Violeta? ¿Qué haces tú
aquí? -se extrañó Marisa, aunque calló al momento, viendo que la
respuesta era evidente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sube al coche, Violeta
-ordené secamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ahora me llamo Jazmín
-respondió, visiblemente nerviosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sube al coche, Violeta
-repetí, y la puta, como tal, obedeció. Abrió la puerta de atrás
de mi Fiat Punto y se sentó sola en el asiento trasero.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Durante unos instantes, mientras
yo arrancaba llevándome conmigo a mis dos alumnas, el silencio se
hizo fuerte dentro del coche.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Don Marcos... yo...
perdone... pero no se lo diga a mis padres, por favor, ellos no lo
saben.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Estás haciendo tu trabajo,
Violeta, para eso hemos venido, aunque no esperábamos verte aquí.
Tranquila, no hablo con nadie de aquel pueblo desde que me marché.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Violeta, o Jazmín como decía
llamarse ahora, pareció calmarse. No éramos una amenaza para su
modo de vida. Tal vez solo tendría que esmerarse esa noche en
complacer a su antiguo profesor y tras ello, no nos volvería a ver.
De pronto, Jazmín miró extrañada a Marisa. Una hija no acompaña a
su padre de putas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Marisa? ¿Tú y...?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué tal te va la vida? -la
interrumpió la otra muchacha– ¿Llevas mucho tiempo aquí en la
ciudad?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Medio año. Me fui del pueblo
nada más cumplir los dieciocho. Me prometieron un trabajo de
camarera pero... bueno... ya sabes... no te creas las promesas de un
hombre mayor -contestó, sacudiendo la cabeza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y en qué zona vives?
Nosotros en el centro, en un át...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Le di un toquecito disimulado a
Marisa en la rodilla. Su vivacidad, muchas veces y sobre todo cuando
estaba nerviosa, anulaba su habitual moderación. Ella lo entendió y
se calló.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vivo en esa calle, en una
habitación que tengo alquilada. Por si viene alguien que no puede ir
a su casa o no quiere hacerlo en el coche. Pero entonces lleva
suplemento -respondió ella con desenfado pero con cierto deje triste
en la voz.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cuánto cobras, Jazmín?
-pregunté, tratando de ser un cliente lo más normal posible.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh? Según... mil
quinientas pesetas normalmente. Si veo que el tipo tiene pasta le
pido dos mil. Más suplementos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Suplementos? -inquirió
Marisa, inocentemente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, si quiere anal es más
caro, si quiere atarme también, pero no suelo permitirlo, si quiere
que le coma el culo cobro doscientas cincuenta más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Violeta! ¡Qué asco!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ja! –reí– ¿A estas
alturas te vas a sorprender, Marisa?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me miró y sonrió con
picardía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Así que es cierto... ¡Te
follas a Don Marcos! -exclamó Violeta, divertida– Pensé que eran
invenciones de mi madre, pero las malas lenguas en el pueblo no veas
los cuchicheos que se llevaban.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Y de las malas lenguas, la de
tu madre era la peor ¿Eh? -repliqué yo, recordando a Doña Catalina
y los animados corrillos de tres o cuatro mujeres que se formaban
siempre donde estaba presente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues sí, sigue siendo igual
de bruja. No la aguantaba. Por eso me vine a la ciudad. Y por ella no
me vuelvo al pueblo. Si algún día le digo que soy puta, le daría
un jamacuco -confesó la joven pelirroja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin casi haberme dado cuenta,
habíamos llegado a casa. El edificio se levantaba ante nosotros,
nuevo y espléndido, rivalizando con las viejas fincas de principios
de siglo que lo colindaban. Ciertamente, lo único que tenía de
bello el edificio en que yo vivía era la novedad. En cuanto pasaran
veinte años, palidecería en comparación con las trabajadas
fachadas rococó de las fincas vecinas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las muchachas entraron al portal
y me tuve que desdecir. Aparte de la novedad, el edificio tenía dos
bellezas más, una morena y otra pelirroja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vamos, Don Marcos, que se
queda atrás -rió Jazmín desde la puerta del ascensor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Si me vuelves a llamar Don
Marcos te daré de azotes en el culo hasta que me quede la mano roja.
-bromeé mientras me introducía con ella en el elevador.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ummm... entonces le llamaré
Don Marcos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La mirada de reojo de Jazmín me
excitó sobremanera. Marisa era sensual y lasciva sin proponérselo,
pero Jazmín... La pelirroja había convertido a base de práctica
cada gesto, cada palabra y cada mirada en una llamada ardiente y
peligrosa al sexo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Tú le llamas Don Marcos,
Marisa? ¿También te da azotes a ti?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Que ni se le ocurra... o se
los daré yo a él – respondió la morena tratando de imitar el
sugerente tono de voz de su compañera. Se le acercó mucho. Al
primer intento.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando entramos en casa ya tenía
la polla como una roca en mis pantalones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Joder qué casa más chula
-se maravilló Jazmín avanzando por el pasillo, mirando a todos
lados-. ¿Es un dúplex? -chilló al ver las escaleras que subían a
las habitaciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Violeta -dijo Marisa-. En
esta casa hay una norma. Nada de ropa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Joder... Don Marcos, es usted
un pervertido -me reprendió de broma la joven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">La idea no fue mía. -mentí.
Lo cierto es que sí que había sido mía, pero había sido Marisa
quien la había terminado por implantar y, por lo tanto, a quien se
le debía reconocer el mérito de la misma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bueno -dijo finalmente la
prostituta mirando cómo su amiga se empezaba a desnudar-... Allá
donde fueres...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pronto las dos muchachas
acabaron desnudas mientras yo observaba impertérrito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Don Marcos... no sea
maleducado -Jazmín usaba un tono de voz infantil y juguetón, que
seguro excitaba a muchos hombres pero que a mí, que la había visto
crecer, me ponía un poco nervioso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La pelirroja agitó su torso
divertida, haciendo que sus grandes pechos bamboleasen de un lado a
otro. Marisa miraba la escena con cierta tristeza. Sé que estuvo
tentada de repetir el gesto, pero sus pequeños pechos no hubieran
podido imitar el gentil meneo de los melones de la pelirroja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Subimos? -inquirí, una vez
desnudo, a lo que Marisa respondió con un asentimiento y unas
palmaditas de entusiasmo–¿Jazmín?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh? ¡Oh, claro, sí! Pero
antes... Perdona si te parezco desconfiada pero...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Oh, claro, perdona -Por un
momento había olvidado que Jazmín estaba haciendo su trabajo. Me
agaché de nuevo a mi ropa para buscar la cartera en los pantalones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bonito culo, Don Marcos
-susurró la joven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ey! ¡Ya vale! Me vas a
poner celosa -contestó Marisa en broma-. Y no se te ocurra pagarle,
que yo te invito -concluyó, agarrando su monedero del bolso y
extendiéndomelo para que sacara el dinero que creyera conveniente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sonreí mientras le tendía
cuatro billetes de los grandes, de mil pesetas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Dos mil? -se extrañó la
pelirroja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bueno, no me va mal, así que
supuse que me pedirías dos mil si no hubiera sido tu profesor, y
como también va a participar Marisa... me parece un trato justo. Si
surgen “suplementos” -añadí con una sonrisa-, te los pagamos
luego.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vaya... me parece bien.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Alguna vez te has acostado
con una pareja, Jazmín? -le pregunté mientras subíamos las
escaleras, las dos chicas delante de mí y yo observando ese par de
culos hechos para el pecado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, claro. En este trabajo
lo ve una todo -respondió rápidamente. Demasiado rápidamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Seguro, Violeta? -La frase
me salió sola y casi estallo en carcajadas al escucharla. Cinco años
atrás, le decía lo mismo cada vez que le preguntaba si había
estudiado en casa y ella me seguía mintiendo asegurándome que sí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Claro, Don Marcos -aseveró.
Pero su seguridad se resquebrajó casi al instante-. Bueno, una vez,
en mi primera semana. Y me follé al hombre mientras la mujer miraba.
Solo eso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues si te esperas que me
quede quieta viendo cómo te follas a Marcos lo llevas clarinete,
nena -terció Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">Los
tres nos reímos, entramos a la habitación y, de pronto, nadie
parecía saber qué hacíamos allí. Nos quedamos mirándonos, sin
que ninguno de los tres se atreviese a dar el primer paso o supiese
cómo hacerlo. La verdad, no había tenido tiempo de pensar cómo se
empezaba un </span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>ménage-à-trois</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">.
Afortunadamente, Jazmín tomó la iniciativa y se acercó a mí,
contoneando sus caderas. La verdad es que era toda una profesional.
Solamente seis meses trabajando de puta y ya se notaba su
experiencia. Me acarició la mejilla con dulzura, se giró para mirar
a la morenita, y me empezó a besar con una sensualidad provocadora.
Marisa nos miraba a turnos alternos, entre los celos y la lujuria.</span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Poco a poco, me fui perdiendo en
el beso de Jazmín. Cerré los ojos y me abandoné a esa boca que
tantos habrían besado pero que en ese momento me besaba solamente a
mí. Mis manos se posaron en sus nalgas y amasaron ese culo
primoroso. Noté una mano entre el vientre de la pelirroja y el mío.
Una mano que buscaba mi polla. Tardé en percatarme de que la puta
tenía ambas manos tras mi nuca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Muy bien, Marisa -Violeta
separó sus labios de los míos para felicitar la iniciativa de mi
alumna, aunque estaba seguro de que había sido ella misma la que la
había instado a acercarse.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín me besó en la parte
izquierda del cuello mientras una de sus manos imitaba a las mías y
bajaba a mi culo. Marisa la imitó y comenzó a lamerme el cuello por
la derecha sin dejar de pajearme. Me estremecí en un pequeño
orgasmo más mental que físico. Me sentía parte del sándwich más
placentero del mundo. Entre dos hembras de bandera, mi cuerpo era
acariciado por cuatro manos dulces, femeninas, cariñosas y sabias
que me daban todas las atenciones que necesitaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Besé a Marisa mientras la boca
de su compañera descendía lentamente por mi torso. Jazmín
sustituyó a las manos de mi morena sobre mi polla y comenzó a
regalarme una mamada lúbrica, honda y visceral. Yo solamente podía
responder con gemidos. Mis dos manos no daban abasto para abarcar a
las dos mujeres y viajaban inquietas del cuerpo de una a la cabeza de
la otra y viceversa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín me lamió las pelotas
con vicio y lujuria, Marisa no paraba de besarme en todo aquello que
se le pusiera al alcance de la boca y mi mano derecha por fin
encontró un hueco entre las piernas de mi alumna, que gimió sobre
mi hombro mientras mis dedos le acariciaban de nuevo el coño.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa -dijo de pronto
Jazmín, entre lamida y lamida, sin dejar de prestarle atenciones a
mi polla con las manos-. No me había dado cuenta de que te has
pelado el chocho. Pareces de la profesión.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Lo que en otro instante podría
haber pasado como un escalofrío de repulsa en el cuerpo de la
morenita, para mí, que tenía los dedos sobre su coño y podía
notar la humedad de este, fue otra cosa muy distinta. A Marisa le
hubiera excitado ser puta. Mis dedos se deslizaron con suavidad
dentro de ella y reaccionó con un gemido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi polla estaba a punto de
explotar. Jazmín gemía mientras me la chupaba y Marisa gemía
mientras mis dedos se hundían en sus entrañas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Separé la cabeza de la puta de
mi polla y la obligué a incorporarse.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Alguna vez has besado a una
mujer, Jazmín? -pregunté en un susurro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No esperaba aquella respuesta.
No fue un sí. No fue un no. No fue siquiera un “por supuesto, con
este trabajo una tiene que hacer muchas cosas”. Fueron risas. No
solamente de parte de Jazmín, Marisa también rio mientras se
sonrojaba más de lo que ya estaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué es tan divertido? -Por
un momento, estuve a punto de decir “¿Por qué no se lo dicen a
toda la clase para que nos riamos todos?” igual que hacía cada vez
que pillaba a dos estudiantes riéndose en el aula. Igual que más de
una vez había dicho a Violeta y Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Aprendimos juntas. Bueno,
nosotras dos y Paula. Nos enseñábamos a besar para saber luego
besar a los chicos -confesó Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y nunca nada más que
besos? -inquirí lascivamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ay, no, qué asco! ¡Es un
pervertido, Don Marcos! -chilló la pelirroja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">A pesar de que lo dijo en broma,
no me gustaron nada las palabras de Violeta. Ella era una fresca, una
puta con todas sus letras, y no iba a aceptar que una puta me
insultara.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Y tú eres una prostituta,
Jazmín. ¿Qué suplemento le pondrías a hacerlo con una mujer?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Violeta sonrió y su cara volvió
a ser la de aquella niña mala tras la que todos los chicos del
pueblo iban.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Con Marisa? A mi Mari no le
puedo cobrar suplemento -dijo, mirando a su antigua compañera de
clase con una ternura extraña por las condiciones en que nos
encontrábamos-. Uy... ¿Y esa herida? -añadió señalando la marca
del cuello, ya sin la tirita que le puse el día anterior- Menudo
arañazo... Don Marcos, tiene que recortarse las uñas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Yo no he sido. -me defendí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín miró con los ojos como
platos a Marisa y no pude evitar una carcajada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Que no, que no... que ha sido
una pelea... -me defendió mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Aún te sigues metiendo en
peleas? ¿Qué te han hecho?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me impactó saber que la Marisa
adolescente también se había visto metida en violencia, pero estaba
claro que cada vez se sentía más incómoda con aquello.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y tú Marisa? ¿Tú quieres
un suplemento? -interrumpí para cambiar de tema.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi hija adoptiva me miró con
los ojos como platos y la vi estremecerse de excitación. Tardó
algunos segundos en recobrar la compostura.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Yo sí. Mil pesetas -dijo la
joven poniéndose en su papel.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No. Doscientas cincuenta
-Tiré deliberadamente por los suelos el precio-. Nadie va a pagar
mil pesetas por una puta sin experiencia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi voz había adquirido un tono
inflexible y rudo. Dominante. Surtió el efecto que esperaba y
Marisa, cuyo nombre ya no era Marisa sino un nombre de puta de los 80
como Coral o Cristal o Juliette, sonrió con la altivez lasciva de
una puta entrenada y se volvió hacia Violeta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las dos se enzarzaron en el beso
más dulce y amoroso que jamás he presenciado. No eran importantes
las lenguas, ni los labios, ni las manos, ni los pechos aplastados
unos contra los otros... Nada era importante porque, ironías de la
vida, todo lo era. Poco a poco, sin romper el beso, Jazmín fue
llevando a Marisa sobre la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se tumbó y Violeta se
colocó a horcajadas sobre ella, siempre besándose. Las manos de mis
alumnas viajaban de un sitio a otro ansiosas por tocarlo todo y
temerosas de tocar demasiado. Jazmín, con solamente una mano libre
puesto que la otra soportaba su peso, fue la que más decidida
parecía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tú solo toca y haz lo que te
gustaría que te tocaran y te hicieran -suspiró la pelirroja al oído
de su compañera cuando sus labios se separaron por primera vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo, de pie ante la cama, tenía
un primer plano fenomenal del culo de Jazmín, con su carnosa raja de
abultados labios asomando entre las piernas y debajo de esto, el
chochito sin pelo de Marisa. Me fijé más detenidamente en el coño
de mi alumna. Cuando le afeité el coño, por culpa de la postura, no
pude depilárselo completamente y algunos pelillos, sobre todo los
que bordeaban los labios de su sexo y su ano quedaron indemnes.
Pelillos que habían desaparecido por completo. La misma Marisa había
acabado con ellos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Aaahahhh... -La mano de
Jazmín me tapó las vistas del coñito de la morena metiendo dos
dedos en su interior, haciendo que Marisa gimiese.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La morena trató de alcanzar el
coño de su compañera por encima del culo, pero la distancia era
mayor, así que cambió de ruta y comenzó amasando los dos enormes
pechos de Jazmín con ambas manos para luego ir descendiendo por el
vientre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Le gusta el espectáculo,
Don Marcos? -Preguntó Jazmín, mirando hacia atrás con su lasciva
cara de niña mala.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No lo pensé, solamente actué.
Mi mano golpeó de lleno en el culo en pompa de la pelirroja, que
respondió con un quejidito ahogado pero cuya mirada redobló su
lujuria.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te lo advertí, si me volvías
a llamar Don Marcos te iba a dar de azotes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues siga, Don Marcos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La desfachatez de Jazmín me
encabritó la sangre de las venas. Mientras ella volvía a besarse
con la otra joven, que se debatía entre gemidos, propiné otra
palmada en el culamen de la puta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los dedos de Marisa habían
encontrado el clítoris de su amiga y sus quejidos comenzaron a
tornarse gemidos de placer rápidamente, a pesar de que yo no cejaba
en los azotes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Violeta se centraba por completo
en el otro sexo femenino mientras su dueña intentaba mirarme de vez
en cuando, como queriendo calibrar el nivel del regalo que me había
hecho. Por el tamaño y dureza de mi polla, imagino que lo podía
adivinar. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! -aullaba
Jazmín, masturbada por Marisa y azotada por su antiguo profesor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No podía aguantar más, la
verga me hervía y la palma de la mano me empezaba a doler.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aparté la mano de Marisa del
coño de Jazmín y me arrodillé tras ella. Enfilé mi polla al ahora
desprotegido agujerito y embestí con todas mis fuerzas. Poco me
importó no llevar preservativo, en aquella época no había tanta
concienciación como ahora y el SIDA no haría estragos hasta una
década después. La puta arqueó la espalda y levantó la cabeza
agradeciendo la intrusión, y acto seguido volvió a besar a Marisa.
Era extraño. No parecía querer separar su vista de su amiga en
ningún momento. Quizás, solamente quizás, Violeta hubiera tenido
alguna vez esa fantasía, la de acostarse con otra mujer. Si era
lesbiana o bisexual, no me enteraría hasta años después. Lo único
cierto era que le estaba prestando mucha más atención a Marisa que
a mí y yo no estaba conforme con ello. No en vano ella era un regalo
para mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Fóllame, Ma...más!
¡Fóllame más, joder! -gritaba Jazmín, enloquecida, moviendo la
cintura para que mi verga le entrara hasta lo más hondo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mis embestidas habían ido
arrastrándola poco a poco hacia delante, o tal vez Marisa se había
ido escurriendo hacia abajo. En cualquiera de los casos, el resultado
era la boca de mi alumna aferrada al pezón de una de las grandes
tetas de la puta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Jazmín apretaba su coño
alrededor de mi polla. Estaba claro que quería que yo me corriera.
Visto con perspectiva, que pusiera tanto ímpetu demostraba que era
ella la que estaba a punto de alcanzar su clímax, y ninguna puta
podía permitir que su cliente no se corriese antes que ella. Podía
fingirlo mientras su cliente se corría, podía escaparse en el
último segundo y obsequiar al pagador con una maravillosa felación
y permitirle eyacular en su cara. Pero dejarse que le causaran un
orgasmo no entraba en su código deontológico si es que tal cosa
existía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Quizá pudo pensar durante un
instante en la segunda opción, en interrumpir la follada y mamarme
la polla hasta que le llenase la garganta de semen, pero eso
significaría que la lengua de Marisa abandonase sus pezones y eso
tampoco lo iba a permitir.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El culo de Jazmín, cada vez de
una tonalidad más roja, adquirió una velocidad desesperada,
chocando con mi pubis sonoramente. Tan sonoramente que me trajo a la
mente el ruido que hacía mi mano al chocar con sus nalgas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Fue todo uno. Azotarle en una de
sus nalgas enrojecidas mientras la empalaba, gritar ella un “¡Dios!”
en una blasfemia absoluta, que Marisa le mordisquease la areola y
correrse. Fue entonces cuando yo también estallé. Mientras Jazmín
disfrutaba de los estertores de su orgasmo, me derramé en su
interior con un gruñido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Nuestro clímax conjunto pareció
satisfacerla. Al menos lo suficiente como para poder derrumbarse
sobre la cama, esquivando a Marisa para no caer sobre ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La morena nos miró. Parecíamos
derrotados y, aunque nos miraba con una sonrisa displicente, yo sabía
cuándo quería más. Sacando fuerzas de flaqueza, me tumbé a su
lado, entre ella y Jazmín, y comencé a besarla mientras mi mano
subía por su pierna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Si estás cansado, no hace
falta -musitó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No seas tonta -Dije, un
segundo antes de notar una mano deteniendo la mía cuando estaba a
punto de llegar a su coñito-. Marisa... -la reprendí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin embargo, ambas manos de mi
alumna predilecta estaban sobre mi cara. Miré hacia abajo y vi a
Jazmín clavando sus ojos en los míos con decisión mientras tomaba
sitio entre las piernas de la joven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tú sigue besándola.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, Violeta -rogó Marisa,
aunque cuando la lengua de la pelirroja tomó contacto con su anegado
sexo, sus reticencias fueron enterradas en un gemido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Obedecí sin rechistar y dejé
que Jazmín le comiera el coño. Agarré de las manos a Marisa
mientras la besaba para impedir que alejara la cabeza de su compañera
de ahí abajo. No tardaron en escapárseme, pero mi alumna no rechazó
el cunnilingus. Sus dedos se enredaron en la melena pelirroja y la
apretaron más contra su coño, aceptando por completo sus caricias.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los gemidos de Marisa aumentaron
al igual que lo hizo mi polla. Yo solamente podía besarla,
acariciarle los pechos, lamerle los pezones... sin poder descender
más por su cuerpo. Su coño tenía en ese momento otra dueña.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La morena se corrió de una
forma mucho más silenciosa que Jazmín, aunque su clímax fue tan o
más poderoso que el de esta. Cuando su cuerpo se relajó, la
prostituta pidió ir al baño para asearse, mientras yo charlaba con
mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Entonces... ¿Te ha gustado
mi regalo?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mucho... ¿Y a ti? ¿Te ha
gustado?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa no respondió. Al menos,
no directamente. Sin embargo, su sonrisa satisfecha contestó por
ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Nos estábamos besando
cariñosamente cuando Violeta regresó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Hacéis una gran pareja -nos
dijo, mirándonos con ternura.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Hicimos hueco para que se
tumbara junto a Marisa, y charlamos de cosas intrascendentes mientras
descansábamos. Jazmín lo observaba todo con los ojos inundados en
una cierta melancolía hasta que, por sorpresa, comenzó a llorar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">P-perdonadme -se excusó,
volviendo de nuevo al baño a la carrera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa hizo amago de seguirla
pero se lo impedí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué le pasa?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Era cierto que yo no lo sabía,
pero lo podía intuir. No tenía nada que ver con que estuviera
enamorada de Marisa. No lo estaba, aunque estoy seguro que en sus
fantasías lésbicas las mujeres acababan teniendo la cara de mi
alumna. Había cumplido un sueño al acostarse con ella y eso la
hacía feliz. Su tristeza venía por otro lado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pocos años antes, Marisa y
Violeta tenían una vida muy parecida. Compartían pueblo, calle,
colegio, amigos, intereses y, hasta cierto punto, una situación
familiar similar. En unos pocos años, sin embargo, la vida de las
dos había dado un vuelco. Marisa vivía en una gran casa, estudiaba,
estaba a punto de entrar en la Universidad y tenía, sobre todo,
alguien que le amaba. Jazmín, sin embargo, vivía en un cuchitril,
tenía que venderse para subsistir y, por algunas huellas que se
marcaban en su cuerpo, no comía todos los días.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa pareció caer lentamente
en la cuenta de todo eso y su rostro se ensombreció.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sacudí la cabeza y me levanté.
Comprendía, sin necesidad de que me lo dijera, lo que quería
pedirme Marisa, pero no estaba seguro de que fuera la mejor solución.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Entré en el baño y vi a
Jazmín, desnuda frente al espejo, con los ojos hinchados de haber
llorado. Me miró sin saber qué decir.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Jazmín.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Don Marcos, no... perdóneme
por el espectáculo -se disculpó secándose los ojos con el dorso de
la mano en un gesto casi infantiloide.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De pronto, ya no era Jazmín, la
puta. Ya no era esa hembra lujuriosa a la que me acababa de follar
mientras Marisa le chupaba un pezón. Ya no era la mujer que le había
comido el coño a Marisa hasta hacerla correrse. Jazmín había
vuelto a ser Violeta, la niña pícara pero aún niña que no
estudiaba, a la que le costaban horrores las matemáticas, a la que
le suspendí el último curso de latín y cuya mayor meta en la vida
era la senda que le había marcado su madre. Seguir el negocio
familiar y ser la peluquera del pueblo para toda la vida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La abracé con toda la ternura
que me causaba. Violeta era aún una niña, muy joven para estar
donde estaba, en el ojo del huracán de una ciudad demasiado grande
para alguien que acababa de cumplir dieciocho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">A Jazmín le sorprendió mi
abrazo, y tardó unos instantes en reaccionar. Cuando lo hizo, me
abrazó a mí también y comenzó a sollozar de nuevo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué me ha ido todo tan
mal? -preguntó entre hipidos, más para sí misma que para mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De pronto supe que la solución
de Marisa era la única que me iba a permitir vivir sin
remordimientos. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Violeta... ¿Quieres quedarte
en esta casa, con nosotros?</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-73832770378081554772015-09-04T11:19:00.000+02:002015-09-04T11:19:25.003+02:00Fotos de mi puta (7): Mujer atada
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El cigarrillo se consume en el
cenicero. Había olvidado que me lo había encendido tras las dos
primeras caladas y ahora casi toda su longitud se ha tornado en un
gris reguero de ceniza que, en el círculo de cristal que es el
cenicero, parece una saeta marcando la hora en el reloj. La hora...
miro mi “Omega” de pulsera y sonrío tranquilo. Hace tiempo que
ha amanecido pero aún me quedan, al menos, un par de horas para
salir de casa. Tengo dos horas para rememorar siete años de mi vida.
Demasiado poco para tanto tiempo, aunque quizás me sobre. No quedan
ya tantas fotografías por inspeccionar. La “Polaroid” tuvo unos
años muy tranquilos en los que solamente la sacaba para ocasiones
especiales. Especiales y cada vez más especialmente eróticas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Devuelvo la foto de Marisa con
su collar de perro al orden cronológico que le corresponde y me
entretengo en buscar la que sigue a la foto del autobús entre el
pequeño montoncito que resta. Cuando la encuentro, mi polla da un
respingo; la primera foto de Marisa con el coño depilado. Una de las
pocas en que no salen sus ojos. Le encantaba mirar a cámara, y
seguro lo hubiera hecho de haber podido. Pero el pañuelo sobre sus
ojos, única prenda de tela sobre su cuerpo desnudo, se lo impide esa
vez. Me regodeo en cada detalle de la foto. Las manos y los pies de
Marisa, atados cada uno a una de las patas de la cama, convierten su
cuerpo en una lasciva equis, cegada y desnuda, sobre las sábanas de
raso. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Vuelvo atrás entre las fotos,
recupero la primera, la de ella durmiendo apaciblemente en la cama
del pueblo y la comparo con esta. “Marisa... ¿En qué te
convertí?” me pregunto interiormente a sabiendas ya de la
respuesta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">En mi puta, Marisa. Te
convertí en mi puta -concluyo, en el silencio inquieto de mi casa,
de nuestra casa, de nuestra antigua casa, sobre el tembloroso
despertar de la ciudad.</span></div>
<a name='more'></a><br />
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1987</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ya estoy en casa!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La vivacidad de Marisa era
contagiosa y se extendía por el aire como una nube que la rodeaba
desde muchos metros a la redonda de su cuerpo. La muchacha tímida,
cohibida y temerosa que había entrado en mi casa una noche de lluvia
se había convertido en una joven extrovertida y alegre que irradiaba
positivismo y cuya ausencia era desoladora. El día era gris desde el
mismo momento en que nos separábamos, y no se teñía de color hasta
que aparecía de nuevo a mi lado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Como era costumbre, yo había
llegado antes a casa tras mis tres horas de clase diarias y me había
tocado lidiar con la soledad mientras la esperaba. El ambiente era
distinto cuando ella no estaba, de tal forma que casi podía anunciar
su llegada antes siquiera de que tocase al timbre; era como si mi
densa nube de soledad se disipara, quizás empujada por la brisa
alegre y vivaracha que iba con Marisa a dondequiera que fuese.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Durante todos estos meses, la
relación con mi joven alumna se había normalizado bajo su sistema.
Fuera de casa podíamos ser dos solteros empedernidos, que no debían
lealtad a nadie y que solamente avisaban de sus planes si iban a
interferir con la cena. Pero nuestra casa era nuestro templo del
pecado. Continuábamos con la regla de andar desnudos por casa, algo
que se agradecía en verano pero que se tornaba un gasto extra en
calefacción en invierno. La visión del cuerpo adulto de Marisa, sin
embargo, compensaba cualquier desembolso. Únicamente si invitábamos
a alguien a casa nos comportábamos como un padre y una hija
normales. Vestidos, alegres, cariñosos, pero nunca incitantes, algo
totalmente distinto a lo que vivíamos a solas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Sabes, Marcos? -decía
Marisa desde el recibidor, mientras se desnudaba–Mañana por la
noche voy a salir con mis compañeras de clase, que han preparado una
fiesta...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El deje en sus palabras no era
el común. Yo sabía por qué, pero quería jugar con ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perfecto, no hay problema.
¿Asistirán chicos también a la fiesta?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Jo, Marcos, no me agobies, ya
sabes que... Lo he intentado, pero ninguno vale la pena de momento.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, sí, lo sé... era
solamente curiosidad -me disculpé.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pensé que la situación era al
menos irónica. El “padre” insistiendo a la “hija” a que se
arrimase a los chicos de su edad y ella, mientras tanto, mostrando
reticencias. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues eso, que vamos a salir
mañana y necesito algo de dinero, que quiero invitarlas al menos a
una copa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa entró desnuda en la
cocina en la que yo andaba trasteando, me dio un tierno pico en los
labios y se me quedó mirando como si esperase algo. Obviamente, yo
sabía qué estaba esperando, pero, como antes, quería mantener el
juego.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vale, sin ningún problema
-dije, saliendo de la cocina en dirección al comedor pero
deteniéndome en el pasillo, esforzándome por mantener mi papel de
padre-. Marisa. No dejes tu ropa tirada en el suelo. Llévala a tu
cuarto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos... -refunfuñó ella,
siguiéndome, cada vez más entristecida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">A tu cuarto -dije, poniéndome
firme aunque en mi interior me costaba un mundo contener la risa, o
al menos la sonrisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿A mi cuarto o al nuestro?
-musitó con picardía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Al tuyo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con un mohín de disgusto,
Marisa se agachó a por la ropa mientras yo la observaba. Su coñito
se asomó entre las piernas, cubierto de una espesa mata de vello
rizado. No pude evitar estremecerme al observarla en pompa, con sus
dos agujeros expuestos ante mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Visiblemente molesta, Marisa
recogió su ropa y se dirigió a su habitación. La seguí mientras
sonreía divertido.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya est... ¡Oh! -La joven se
sorprendió al ver la enorme caja de regalo sobre la cama.
Obviamente, la cama estaba hecha. Se mantenía sin usar desde la
segunda noche en esa casa; Marisa siempre dormía a mi lado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Feliz cumpleaños, tonta
-dije sonriendo, apoyado en el marco de la puerta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa nos miraba de hito en
hito al regalo y a mí, como sin saber a qué acercarse primero. Fui
su elección.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Gracias! -dijo un instante
antes de estamparme un soberbio beso en la boca. Un beso en el que se
esmeró, lamiendo, chupando y mordisqueando mis labios,
interrumpiéndose únicamente para decir “gracias” unas cuantas
veces más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿En serio creías que me
había olvidado, tontorrona?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí... bueno, no... ay, no
sé... ¿Qué es? ¿Qué es? -inquirió, esta vez sí, acercándose a
la caja blanca con un enorme y pomposo lazo rojo que la decoraba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No sé... Ábrelo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Oh, por Dios! ¡Es
precioso! -dijo tras rasgar el papel de regalo y abrir la caja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De la caja extrajo un carísimo
vestido de noche, rojo con lentejuelas, con un sugerente escote que
se ajustaría como un guante, al menos así lo esperaba yo, al
hermoso cuerpo de Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pruébatelo, a ver cómo te
queda. Así mañana te lo puedes poner.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No me equivocaba. O mejor dicho
me equivocaba, pero porque el resultado era mil veces mejor que lo
que yo hubiera imaginado. El ajustado vestido se acoplaba a Marisa
como una segunda piel, sugiriendo todo sin enseñar nada, resaltando
todas sus virtudes, que a esas alturas de su juventud, no eran pocas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Felices diecinueve, cariño
-le dije, besándole la base del cuello, que quedaba desnuda,
mientras ella contemplaba su cuerpo en el espejo de la habitación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me queda bien, ¿Verdad?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De pronto, la mirada de Marisa
se escoró hasta un rincón del espejo, donde algo más desentonaba
el orden inalterable que normalmente era su cuarto. Sobre la cama aún
quedaba otra cajita, mucho más pequeña, que había pasado
desapercibida a la sombra del regalo principal.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y esto?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se inclinó sobre la
cajita. Era normal que no le hubiera prestado atención. Su papel de
regalo era mucho más sobrio, de un gris ceniciento, y no tenía lazo
ninguno.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Eso -titubeé-... Eso es otro
regalo, para cuando vuelvas mañana por la noche si no vuelves muy
tarde.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa abrió el paquete y se
quedó callada, mirando detenidamente el contenido. Me maldije por
dentro, quizá me había excedido. Fui hacia ella y le señalé cada
uno de los objetos de la cajita.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Esto es una venda para los
ojos. Esposas negras, unas cuerdas de nailon, una pluma y una pequeña
fusta. Esto último no me gusta mucho pero venía en el paquete.
¿Recuerdas aquella escena de la película aquella que vimos aquella
vez? -mi mente trastabillaba intentando explicarse. Si un alumno
usara una frase como esa en algún examen, lo suspendería sin
remordimientos– Dijiste que algún día te gustaría probar algo
así y yo... bueno, yo... </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos segundos más de
silencio, en los que llegué a imaginarme que me lanzaría la caja al
rostro, ofendida, Marisa habló finalmente sin dejar de mirar la
caja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Y una mierda mañana. Quiero
probarlo hoy. Ahora mismo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ajusté la última de las
cuerdas a su pie derecho. En un principio pensé que no iban a ser
suficientemente largas, pero lo cierto es que, después de atar a
Marisa, aún restaban veinte o treinta centímetros de cada cabo. Con
suavidad, le levanté la cabeza para ponerle la venda, dejando el
nudo sobre una de sus orejas para que pudiera apoyar la cabeza sin
molestias.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa respiraba profundamente,
y sus pechos, pequeñas manzanas de carne cuyos pezones apuntaban al
techo, grandes y erectos, se hinchaban lascivamente cada vez que
tomaba aire.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sabes que ahora puedo hacerte
lo que quieras, ¿no?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Siempre has podido hacerme lo
que quieras -suspiró Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi mano se posó suavemente
entre sus tetas y la joven se estremeció. Fui bajando la mano por su
cuerpo desnudo mientras ella temblaba de excitación. Me interné
entre la densa maraña de su vello púbico y Marisa dio un respingo
cuando mis dedos acariciaron sus labios vaginales. Exhaló un
murmullo de desaprobación cuando me alejé de su coño para
continuar acariciando la cara interna de los muslos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Así que lo que quiera, ¿eh?
-pregunté mientras volvía a acercarme a su vello púbico y lo
esquivaba de nuevo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Uuufff... lo que quieras...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La voz de Marisa era un
monumento a la cachondez. Cuando compré el paquete imaginé que,
realmente, el regalo me lo estaba comprando para mí, para mi uso y
disfrute, pero mi joven amante estaba más excitada que yo con la
situación, si es que eso era posible.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ahora vuelvo -dije tras sobar
la ya mojada hendidura de su coñito, tan húmedo que su vello se
adhería a los labios.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué? ¿Dónde vas?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El sonido de mis pasos
alejándose fue la única respuesta que obtuvo Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mientras buscaba lo que
necesitaba en el baño, podía escuchar cómo Marisa se revolvía en
la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Marcos? Marcos, ven, por
favor, no me dejes así -rogaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llené una pequeña zafa con
agua y volví a la habitación con todos los trastos necesarios.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Marcos?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Me llamabas? -le susurré
suavemente al oído.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Dónde estabas? ¿Qué
hacías? ¿Qué...? ¡Ah!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dejó de preguntar cuando mis
dedos volvieron a tomar contacto con su coñito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Calla... quiero escuchar tus
gemidos, no tus palabras.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa asintió mientras tragaba
saliva. Volví a separar mi mano de su sexo y acaricié todo su
cuerpo. La piel del vientre le ardía, los pezones eran dos diminutas
estacas calientes e hinchadas que clamaban por mis atenciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mojé mis dedos en el agua y
dejé que gotearan sobre sus pechos. Estaba casi seguro de que su
piel evaporaría el agua al primer contacto, pero la gota simplemente
cayó sobre su areola, muy cerca de su pezón, y resbaló hacia la
axila dejando un reguero de humedad. Marisa jadeó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dios... fóllame ya...
fóll...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tschhh -Coloqué el dedo
índice sobre su boca instándola a callar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con la otra mano, agarré la
pastilla de jabón que había traído y la sumergí en el agua para
luego comenzar a frotar su vello púbico. La leve espuma blanca
resaltaba en la negrura de su pubis mientras Marisa abría la boca
entre la excitación y la extrañeza, sin atreverse a articular
palabra.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una vez bien humedecida la zona,
coloqué la cuchilla de afeitar en la maquinilla y rapé los primeros
pelillos. El tacto frío del metal hizo que Marisa temblara durante
un instante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Marcos, qué...? -calló
ella sola. La segunda pasada de la cuchilla se llevó más vello y
Marisa simplemente sonrió pícaramente mientras se mordía el labio
inferior.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La “Gillette” viajaba de su
coño a la palangana, despoblando el otrora tupido sexo de Marisa.
Mis manos se movían con delicadeza, tratando por todos los medios de
no lastimar a la joven. Lo más difícil fueron los labios. Por la
postura forzadamente inmóvil, quedaba poco espacio para maniobrar
entre sus piernas, pero me esmeré en quitar suavemente la mayor
parte de pelo que pude.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Acaricié el pubis ahora lampiño
de Marisa, que no pudo reprimir un gemidito. A este le siguieron más
cuando mis dedos resbalaron, ya sin ningún tipo de obstáculo
capilar, hacia los hinchados labios. Mi dedo corazón comenzó a
dibujar círculos en la entrada de su vagina, y Marisa solamente
podía gemir, contraer los muslos y retorcerse de placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dejé el barreño, el jabón y
la maquinilla en el suelo y abrí el segundo cajón de mi mesita de
noche. Agarré la máquina de fotos al tiempo que besaba a Marisa y
ella me devolvía el beso con toda la ferocidad que le permitía su
boca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sonríe a la cámara -dije,
poniéndome en pie ante la cama enarbolando la “Polaroid”.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa obedeció y abrió los
muslos todo lo que las cuerdas le permitieron, ofreciendo la mejor
vista que pudo de su coñito lampiño.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El sonido de la cámara llenó
la habitación y la foto brotó mientras me acercaba a la caja para
coger la pluma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando vi la caja, con la pluma,
las esposas y la fusta, dudé durante un instante en coger lo último.
Pero recordé aquella noche dos años atrás, cuando hice daño a
Marisa y a punto estuve de perderla para siempre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De pronto, me vino a la mente
una nueva canción que había escuchado por primera vez ese mismo día
en la radio, mientras esperaba a Marisa. “<i>No soporta el dolor,
le divierte inventar, que vive lejos en un raro país, cuando viaja
en sueños lo hace sin mí. Cada vez que se aburre de andar, da un
salto mortal</i>”. Miré a la mujer que yacía atada en la cama,
removiendo inquieta sus caderas, buscando alguna caricia que la
aplacara. Pensé que Joaquín Sabina debía haberla conocido para
escribir algo así.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cogí la pluma y cerré la caja.
Esa misma tarde tiraría la fusta a la basura.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Afortunadamente Marisa no tenía
muchas cosquillas. O tal vez es que en su estado de excitación,
cualquier caricia, por cosquilleante que fuese, lo que hacía era
ponerla más cachonda. Sea como fuere, los roces de la pluma en sus
pezones, en su vientre y sobre la recién desnudada piel de su pubis,
hicieron que la respiración de Marisa se tornase en un huracán de
inhalaciones y exhalaciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Un repentino espasmo de placer
la cruzó de los pies a la cabeza cuando uno de mis dedos se coló
sin dificultad en su coño.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Aaahhh... oh, sí... sigue,
por favor, sigue... -rogó la muchacha.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No digas nada -la reprendí,
sacando el dedo de su interior y alejando la pluma de su clítoris en
castigo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdón.
Perdónperdónperdón... -se disculpó desesperada, retomando de
nuevo su mudez únicamente rota por sus gemidos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Separé sus labios vaginales
para tener mejor acceso a su clítoris, que ya asomaba, erecto, de su
capuchón. Me ensañé en él, haciendo que solamente con la pluma,
Marisa ya estuviera próxima al orgasmo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te doy permiso para que te
corras -escupí, abandonando su coño para centrarme en otras partes
menos sensibles de su cuerpo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se lamentó amargamente.
De no haber estado atada, ella misma habría podido acabar el
trabajo, pero es algo con lo que contaba hacer con ella en cuanto
llegáramos a esa situación. Recordé las veces que Amparo, mi
mujer, había retrasado mi clímax y cómo había merecido la pena.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo iba a conseguir que, con un
solo orgasmo, a Marisa le valiera la pena toda la vida, aunque no
podía sacarme de la cabeza la idea de que, de algún modo, estaba
preparando una despedida que llegaría en cuanto mi alumna (la seguía
llamando así, “mi alumna”, porque aunque ese año no le diera
clases, ella misma lo había dicho, yo había sido su maestro en más
cosas de las que pensaba) conociera a un chico y se enamorara de él.
Ella decía que jamás se separaría de mí, pero yo sabía, e
imagino que ella también, que no sería así. Tarde o temprano,
tendría que hacer su vida por su cuenta, y en esa vida no debería
estar yo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa hiperventilaba, mi mano
daba pequeñas y cortas caricias en su coño para luego entretenerse
en los muslos rebajando su excitación. La pluma, mientras tanto, se
estaba centrando en sus pezones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Notaba todo su bajo vientre
latir. Varias veces le había negado ya el clímax alejándome de su
coño, pero todo parecía que Marisa no iba a aguantar mucho más en
esa situación. Mi polla, que estaba como una roca desde que la joven
comenzó a gemir, tampoco resistiría mucho sin entrar en Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dejé la pluma y coloqué mi
cabeza entre sus piernas. Debajo de mí, apunté mi dedo a su anegado
chochito sin vello, pero en un último instante, viendo cómo
boqueaban tanto su vagina como su ano, cambié de idea. Mientras me
amorraba a su clítoris, trabajo que ahora con su sexo depilado se me
facilitaba mucho, mi dedo se hundió en su culo, entrando suavemente
y sin ningún tipo de dificultad por la cantidad de flujo que había
ido resbalando del coñito de mi alumna a su oscuro agujerito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ah! -Marisa gimió la
intrusión, pero fue de puro placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos pocos segundos de
batalla entre mi lengua y su clítoris, mi dedo y su culo, Marisa y
las cuerdas que no la dejaban moverse, todo en ella se tensó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La muchacha solía correrse
gimiendo, pero llamar gemido a aquel grito desesperado que salió por
su garganta sería tratar de engañar al Diablo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa gritó. Gritó y tembló.
Gritó como una condenada y tembló en un clímax avasallador, lleno
de flujo, convulsiones y sonido de cuerdas sobre raso. Las
extremidades aún le temblaban a Marisa cuando me separé de su coño,
subiendo con besos por su vientre y pechos, hasta llegar a su boca.
Le quité la venda, me miró a los ojos y me besó apasionadamente
mientras mi polla, lentamente, iba metiéndose en la inundada cavidad
entre sus piernas. Su abrazo húmedo y caliente me envolvió no solo
la verga, sino parecía que también el alma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">A pesar de que mi excitación
estaba por encima de cotas que jamás hube sentido, el cuerpo de
Marisa estaba muy sensibilizado tras aquel orgasmo arrollador.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Se corrió otras dos veces antes
de que yo lo hiciera.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando la solté, tras
masajearle un poco los hombros y las caderas que se habían
sobrecargado con el esfuerzo, Marisa preguntó:</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y si mañana no voy a la
fiesta, repetimos todo esto?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Reí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ni de coña. Es tu deber de
buena hija irte de fiesta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me sonrió divertida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bueno, pues ahora es mi deber
de buena hija hacerle una mamada de polla a mi padre que nunca
olvide.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me chocó ligeramente que usara
la palabra “padre”. No era nada habitual en ella. Pero también
yo había pronunciado “hija” inmediatamente antes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No sé si ella también sentía,
como yo, que estos días de locura y desenfreno sexual estaban
tocando a su fin y quería resarcirme de su futura ausencia antes de
que esta empezara. De todas maneras, cuando mi polla comenzó a
crecer en su boca, todo en el mundo, pasado, presente o futuro, me
dejó de importar a excepción de su lengua.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-79510563517044012302015-08-28T22:06:00.003+02:002015-08-28T22:06:56.831+02:00Dos de corazones
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: right;">
<span style="color: red;"><i>Relato que empecé para el ejercicio de "La apuesta" y que no llegué a terminar a tiempo. Ahora lo saco a la luz </i></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La maldita ficha roja rodaba entre mis
dedos. El resto, todo lo que tenía, todo lo que me quedaba, todo lo
que yo era, aguardaba en el centro de la mesa inconscientemente
transmutado en fichas de otros colores. Verdes, azules, negras,
naranjas, amarillas… ninguna más era roja. Ninguna podía serlo.
En el sobrecogedor montón de fichas del bote había todo un arcoiris
en el que solamente faltaba el rojo que mantenía en mi mano.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Castelar esperaba paciente con aquella
sonrisa cínica en la boca que me llenaba de ganas de partirle la
cara.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Ves o no ves? –me espetó el
gordo hijo de puta que ya me lo había quitado todo y que quería que
apostase lo único que me quedaba.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Volví la vista a la ficha con la que
mis dedos trasteaban y mi mirada resbaló hacia el hueco que habían
dejado sus hermanas de otro color en mi lado de la mesa. Hueco que
ahora solo ocupaban mis dos cartas. Las ojeé de nuevo, como si
esperase que hubieran cambiado en los últimos diez segundos y me
diesen una mano vencedora. No era así. El as y el cuatro de
corazones seguían allí, como implorándome que no lo hiciera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Miré las cartas de mesa. El as de
tréboles me hubiera dado una buena opción si mi <i>kicker</i> no
fuera un cuatro. Mis ilusiones, por lo tanto, debían haber
descansado en los proyectos que me abrían el tres y el cinco de
corazones que habían acompañado al trébol en el <i>flop</i>. El
<i>river</i> había doblado al cinco, y estaba seguro de que, por un
lado u otro, Castelar me iba dominando. As de tréboles, tres de
corazones, cinco de corazones, cinco de picas… Un dos me daba
escalera, un corazón me daba color. En cualquier otro momento me
hubieran quedado trece cartas posibles en el mazo donde descansaban las cuarenta y dos restantes. Un treinta por ciento de posibilidades, pero sabía que
la posibilidad era mucho menor…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Castelar me había metido en la
partida, fingiendo un farol, cuando los corazones me abrían un gran
abanico y el as me daba la pareja. Resubió mi resubida para evitar
que yo fuera de vacío. Ahora lo entendía todo. Mierda. Había
jugado demasiado agresivo en esta mano. El cinco de picas seguro que
le daba trío o el as le daba una pareja con un acompañante mucho
más alto. Incluso… Miré a los ojos a Castelar. Su rostro era
impenetrable, pero, de alguna manera, supe que me la había vuelto a
jugar y leí las cartas que llevaba. As-cinco. El gordo cabrón
llevaba un <i>full</i> y esperaba que me lo jugase todo a los
proyectos cuando era prácticamente imposible que le venciera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Miré a “El Polaco”. Su nombre era
impronunciable y todos, incluido Castelar, para el que llevaba
trabajando más de cuatro años, le llamaban directamente “Polaco”.
Él también esperaba pacientemente a recibir la orden de repartir la
última carta.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Ahora que lo sabía, tenía que
reconocer que era un tahúr acojonante. Llevaba toda la tarde
intentando averiguar cómo seleccionaba las cartas, pero no lo había
logrado. Seguro que ya tenía preparado algún corazón que me diera
color y, con ello, una sensación de victoria para que Castelar me
quitara mi última ficha. La ficha roja.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Giré la cabeza a mi izquierda para
verla. Ella seguía allí, de pie, sin perder de vista a mi rival.
Carol conocía lo que significaba la ficha roja. La única ficha sin
cifra porque lo que representaba era de un valor incalculable. La
ficha que la representaba a ella.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Castelar sabía que era lo único que
me quedaba y sonreía. Yo sabía que era lo único que realmente él
quería de mí y no sonreía. Mi negocio, mi coche, mi casa… todo
eso era un granito de arena para Castelar y sus millones. Mi chica,
sin embargo, era la única causa de que me hubiera dado una segunda
oportunidad para recuperar todo lo que había perdido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Aquel cabrón lo había calculado todo
para ganarme a Carol de la misma forma que yo la gané tres años
antes: en una partida de póquer. “Lo que el póquer te da, el
póquer te lo quita”. Veinte años antes, cuando me enseñaba a
jugar a las cartas, mi tío Mario me dio varios de los consejos que
más me han ayudado en mi vida. Ahora, a pesar de sus consejos,
estaba a un solo paso de perder lo más importante que el póquer me
había dado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pero no iba a ser hoy.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Castelar, con su <i>full</i> en mano,
había cometido un error. Me había dejado una salida. Una sola carta
que me podía dar la victoria.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Esa carta era el dos de corazones.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sonreí y lancé la ficha roja encima
del montón.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Veo –dije-… con una sola
condición.</div>
<a name='more'></a><br />
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
TRES AÑOS ANTES</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Cuando Mauricio entró por la puerta,
con las copas que le habíamos pedido, la estridente música del
local inundó el despacho por unos instantes. El garito iba viento en
popa desde que había contratado a aquel <i>DJ </i>lituano.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La música desapareció en el mismo
momento en que la puerta se cerró.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Joder, Jaime, se nota que el
despacho está insonorizado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Lo sé –reí-. Me costó un
dineral insonorizarlo hasta este punto, pero merece la pena. No
soporto esa mierda de música.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina repartió dos cartas a cada
uno de los jugadores.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No voy –dijo Miklos con su difícil
castellano, deslizando sus dos cartas boca abajo por la mesa–¿No
jodas que el dueño del local no elige la música?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Subo –musitó Camilo-. Sigue
dándome cartas de estas y luego en casa te lo agradezco, cariño.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Camilo. “El Cami” como lo llamaban,
había traído a su novia para que repartiera por él cuando le
tocase, ya que con la mano rota como tenía no podía hacerlo por él
mismo. Tras un par de vueltas, habíamos decidido por unanimidad que
Carolina repartiese todas las manos y así librarnos del engorro.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No voy –dijo Pedro, imitando el
gesto de Miklos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Yo no elijo la música –dije,
respondiendo al húngaro mientras los otros dos jugadores también se
retiraban de la mano-. La música la eligen las modas. Desde que
contraté al lituano hemos doblado la caja. Así que se acabó poner
a Calamaro.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Te gusta Calamaro? –preguntó
Carol, sonriendo por primera vez en toda la tarde.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sus ojos, grandes de por sí, se
abrieron aún más y casi parecieron que iban a engullir el resto de
su cara. Era una crupier muy eficiente, pero su rostro serio durante
toda la partida creaba un clima tenso que me incomodaba.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Resubo –dije, para evitar que el
“Cami” se llevara mi ciega grande con un farol. Mi pareja de
doses era una mano suficientemente fuerte para competir-. Soy
argentino… Me encanta Calamaro, si no te gusta, te retiran el
saludo en casa. –reí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Veo. –dijo rápidamente mi
contrincante.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Argentino? No tienes acento.
–comentó Carolina con evidente asombro, dejando de lado por
primera vez la partida.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Reparte cartas, hostia. –se quejó
su novio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tranquilito, Cami, la niña y yo
estamos hablando de buena música… Como te decía –continué
hablándole a la chica e ignorando vilmente a su novio-. Llevo 15
años aquí en Madrid, y he perdido hasta el acento… <i>ehte</i>…
pero si <i>q</i><i>uerés</i> te puedo <i>chamushar </i>como cuando
andaba por <i>B</i><i>aires</i>. Si vas a sonreírme me vuelvo más
argentino que el 'corralito', ¿V<i>ihte</i>? –dije, recuperando y
hasta forzando el acento que últimamente ya solamente me salía
cuando hablaba con mi madre o con mi tío por teléfono.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carol rio. Su risa cascabeleó
suavemente por la estancia, rebotó por todos los rincones y hasta
pareció iluminarla. En ese momento supe que me acababa de enamorar
de ella. No era la mujer más hermosa del mundo, a su cara le faltaba
finura y simetría, pero tenía una risa preciosa, alegre y sincera
capaz de hacer estremecerse a cualquier corazón. No sé qué hacía
con un camellito de poca monta como el “Cami”, cuya tristeza se
contagiaba a todo aquello que alcanzaba a tocar aunque, mirando las
marcas en los brazos de la morenita, podía entender el poder que
sobre ella tenía mi rival de juego.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Saca las cartas de una puta vez
–ordenó Camilo de malos modos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Si vuelves a levantarle la voz a tu
chica me levanto y te parto la boca. Gilipollas –dije rápida y
tajantemente serio.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Llevaba muchos años tratando con
gentuza como Camilo. Si les hablas como a un amigo, acababan
tomándose demasiadas confianzas y siempre se acaban convirtiendo en
un problema. Si les gritas violentamente, parecen pensar que los
tomas como un rival digno y se crecen. El mejor resultado siempre lo
daba hablarles como la mierda que realmente eran.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La estrategia funcionó y Camilo se
quedó petrificado en su silla, más blanco que su propia escayola.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Reparte las cartas, por favor,
Carol, a ver si se calla este subnormal –dije suavemente, mientras
me inclinaba sobre Mauricio para decirle algo al oído.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Las tres primeras cartas cayeron sobre
la mesa. As de picas, rey de tréboles y dos de picas aparecieron a
nuestra vista. Camilo ni siquiera las había visto. Se había quedado
mirando fijamente a Mauricio, que tras recibir mi orden se había
dirigido al fondo de la sala. El camellito pegó un respingo cuando
mi 'segurata' pasó a su lado. Aunque no era un hombre extremadamente
alto, la simple presencia de Mauri era intimidante. El traje de
chaqueta parecía en problemas para contener la anchura de sus
hombros y brazos, y su rictus imperturbable lo hacía parecer más
duro aún.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tranquilo, Cami, solo le dije que
pusiera algo de música.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Los primeros acordes del “Estadio
Azteca” de Andrés Calamaro comenzaron a sonar suavemente. Carolina
cerró los ojos y se dejó mecer por la música mientras, por primera
vez, la mirada de Camilo entraba en contacto con el <i>flop</i>.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Siempre he sido bueno en leer los ojos
de mis rivales. Las caras se pueden esconder bajo una máscara
impenetrable y artificiosa, pero la mayoría de la gente contra la
que había jugado no podía esconder la leve dilatación de sus
pupilas con cartas que les ligasen, un imperceptible temblor de
párpado si la mano se les torcía o, como en este caso, el brillo en
los ojos que surgió en Camilo al encontrarse de frente con el as y
el rey. Mi contrincante miró de soslayo a Carol, como dándole las
gracias por las cartas, mientras yo sonreía por dentro.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
“Dobles parejas” gritaba a los
cuatro vientos su mirada. Desgraciadamente para él, yo acababa de
ligar un trío de doses que lo dejaba absolutamente dominado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pasé para dar la oportunidad de hablar
al camello.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Subo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Resubo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Resubo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Veo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Camilo no era un gran jugador de
póquer. Estaba teniendo mucha suerte y por eso era el segundo con
más fichas después de mí. Pero no controlaba la cuantía del bote.
Subía sin importarle lo que había en la mesa, solamente
preocupándose por su propio s<i>tack</i>. Acababa de dejar en el
centro de la mesa más de dos terceras partes de sus fichas y con lo
que le quedaba de margen no podría jugar más que un <i>all-in</i>
en la siguiente carta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Miré a Carol, que se preparaba para
sacar una carta del mazo mientras, de fondo, Calamaro cantaba con su
peculiar voz: “dicen que hay un mundo de tentaciones, también hay
caramelos con forma de corazones”. Nuestra particular crupier
empezó a cantar, siguiendo la letra de la canción, mientras yo la
imitaba en voz baja. Tenía una voz dulce y suave que embellecía la
letra de mi compatriota.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Calla y reparte, Carol, por favor,
sabes que los temas ese tipo me da dolor de cabeza –Camilo se cuidó
mucho de no levantar la voz, incluso de añadir una sonrisa que hacía
parecer que bromeaba, pero su novia, a merced de la mirada con la que
le respondió, no se lo tomó a bien.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sin dejar de fulminar con sus ojos a
Camilo, Carolina sacó la carta superior del mazo, la 'quemó', y
colocó la siguiente boca arriba en la mesa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Agradecí que Camilo estuviera mirando
a su novia y no a mí en ese momento. Seguro que mis pupilas habían
tomado al asalto la totalidad de mis ojos. Dos de corazones. Acababa
de ligar un póquer de doses y mi rival estaba bien jodido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Paso –dije.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Esperaba pacientemente a que Camilo
hiciera lo único que le quedaba, echar su resto, pero eso lo hubiera
hecho cualquier jugador experto, no el 'media-mierda' de Camilo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Subo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El camellito metió en el bote una
apuesta casi ínfima, de quizás dos o tres veces la ciega. Con la
mano ganada, yo ya no podía dejar de mirar a Carol, que a cada rato,
bajo la fenomenal música de Andrés Calamaro, parecía más
atractiva. “Prendido… a tu botella vacía…” sonaba desde el
equipo de música.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Camilo -interpelé a mi
contrincante.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Veo que te quedan pocas fichas. Te
ofrezco una ampliación –dije, sonriendo con malicia.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Cómo?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El resto de jugadores dejaron sus
anodinas conversaciones y se centraron en Camilo y yo. Era la primera
vez en mi vida que ofrecía una ampliación de fichas en una partida
de póquer. Pero el premio bien valdría la pena.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La canción acabó dando paso a unos
segundos de absoluto silencio llenos de sorpresa y curiosidad en
medio del despacho.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Has visto “Una proposición
indecente”? ¿Qué valor le pondrías a pasar una noche con Carol?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Miklos rio, y junto con él Beto y
Pedro. Mauricio y Santi, el sexto jugador, simplemente miraban la
escena sin siquiera moverse. Eran dos hombres serios, pero estaba
seguro de que se estaban divirtiendo con todo aquello.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué me estás contando, huevón?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Fácil. Te ofrezco un <i>stack</i>
más de fichas. Si me ganas, son tuyas, te lo pagaré de mi propio
bolsillo. Si gano yo, además del dinero que te jugabas, me llevo
esta noche a Carolina.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No me vas a echar atrás con tus
faroles. ¿Tanto miedo tienes? –La voz le tembló al camellito.
Pésimo jugador de póquer. Se le veía incapaz de sobreponerse a la
sorpresa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué valor le pones a tu novia?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Cuánto tienes? –dijo de manera
bravucona.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sonreí. Lo cierto es que mis fichas
superaban no por mucho a las de Camilo. La diferencia no era tan
grande como para el premio que me quería llevar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Quinientos –dije, echando mano al
bolsillo-. Y esto.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Las llaves de mi <i>'Mercedes' </i>cayeron
sobre la mesa arrancando exclamaciones de sorpresa entre los
jugadores. El coche me había costado más que el valor conjunto de
todas las fichas que había en la mesa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
A Camilo se le cortó la respiración.
Quizás pensaba en jubilar su viejo <i>'Renault'</i> y conducir algo
que, realmente, pudiera llamarse “coche” con todas sus letras.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Tú qué dices, Carol? ¿Te
apetece tener un <i>'Mercedes'</i>?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La chica no contestaba. Simplemente nos
miraba a uno y a otro sin articular palabra.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Yo no soy una bolsa de droga que
vender, gilipollas. –le espetó finalmente a Camilo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tú te callas, no te he preguntado
eso –respondió él-. Además, sabes que yo no pierdo las manos
grandes.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Hice un gesto con la mano y Mauricio
colocó unas treinta fichas más ante mi contrincante.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Veo –dije, igualando solamente la
pequeña apuesta previa de Camilo y dejando que se lo jugara todo en
el r<i>iver</i>.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Otra canción de Calamaro comenzó pero
esta vez Carolina ya no cantaba. La joven crupier me observaba con
una mezcla de odio y temor, aunque sus iras parecían centrarse en su
novio, y por primera vez vi cómo le temblaban las manos. La primera
muestra de nerviosismo de la muchacha en toda la tarde. Para ello
únicamente había tenido que convertirse en el premio de una partida
de póquer entre hombres de muy baja catadura moral. Si aquello no la
ponía nerviosa es que no era humana.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Saca carta, Carol –ordenó el
“Cami”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La primera carta de Carol se le resbaló
de las manos y cayó sobre la mesa bocarriba. Un tres de tréboles.
Camilo la miró sorprendido. Yo también me asombré. Era la primera
vez que tenía algún problema con sus cartas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Esta es la que se quemaba. P-perdón
–dijo la joven. Colocó el tres sobre las otras dos cartas
'quemadas' y sacó una nueva carta. As de corazones. Camilo tenía su
<i>full</i>. Nada para luchar contra mi <i>póker</i><span style="font-style: normal;">
de doses. Pero eso él no lo sabía.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Paso –dije automáticamente,
dándole el poder a Camilo, haciendo entender que me atemorizaba la
pareja de ases en mesa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Envido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Empujó sus fichas al centro de la
mesa. Ese movimiento, decir yo “veo”, empujar mis fichas y
mostrar mis cartas fue todo uno.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La cara de Camilo mudó de la confianza
en la victoria a un rojo ira en cuestión de segundos cuando vio mi
par de doses haciendo equipo con los otros dos de la mesa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Pero…? ¡TU PUTA MADRE!</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Creí que su furia se iba a dirigir a
mí, pero al levantarse se giró hacia Carolina y levantó la mano en
la que no tenía escayola presto a darle un guantazo a la muchacha.
No llegó a descargar el golpe. Había puesto a Mauricio sobre aviso
y en cuanto ese imbécil hizo el primer movimiento hacia su novia, mi
‘segurata’ le propinó un rápido y potente puñetazo en la sien.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Camilo cayó al suelo al momento,
inconsciente, tirando unas pocas fichas en su caída. Nunca he visto
a nadie pegar tan fuerte y tan rápido como a Mauricio. La lesión en
la pierna que le impidió llegar a competir a nivel internacional en
boxeo me había facilitado al mejor escolta que nunca había
conocido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Disculpen, caballeros, fin de la
partida –dije, viendo como, de la cabeza de Camilo, empezaba a
manar sangre.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mientras todos recogían a la carrera
sus fichas, que canjearían mañana por sus respectivas ganancias, y
Mauricio se agachaba para cargar al inconsciente camello a la salida
por la puerta trasera, yo únicamente agarré las llaves del coche y
la mano de Carol y la saqué de allí a través del club.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué quieres que te haga?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Estábamos los dos en el interior de mi
coche. Carolina había salido lentamente del estado de shock en que
la había sacado del local y, poco a poco, iba cobrando consciencia
del papel que le había tocado jugar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La tenía a mi merced. Podía decirle
que me mamase la polla mientras conducía, llevarla al asiento de
atrás y follármela hasta gritar “basta”, podría incluso mearme
en su boca y estaba seguro de que no se quejaría. Porque conocía
las reglas del juego. Porque si yo no quedaba satisfecho de mi noche,
ella no sabía de lo que yo era capaz.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pero nunca he sido uno de esos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Su mano esquivó el cambio de marchas y
se posó sobre mi muslo, yendo rápidamente al contacto con mi polla
sobre la tela de los pantalones. Mi verga respondió al instante,
dando una cabezada como un potrillo nervioso ansioso por cabalgar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Estate quieta. –respondí
secamente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Aparté su mano de mi entrepierna y
arranqué el coche. El cuerpo de Carolina era demasiado hermoso y sus
ojos demasiado atractivos como para poder contenerme si me seguía
acariciando la polla un solo segundo más.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Por qué estás con Camilo?
–pregunté mientras enfilábamos por una de las arterias
principales de la ciudad.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Eh? No sé -respondió. Lo cierto
es que para nada se esperaba encontrarse con una charla trivial en
lugar de con una polla directamente avasallando su boca-… Me
quiere… Me trata bien. Está enamorado de mí y hace que no me
falte de nada.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Reí lacónicamente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué pasa? –dijo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Que me lo temía.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿El qué?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Que tú no le quieres. Estás con él
porque te consigue ‘caballo’.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El movimiento automático de Carolina
fue cruzar los brazos, tapando así las marcas en las que yo ya me
había fijado antes.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí… Bueno… ¿y qué? Él me da
algo y yo le doy otra cosa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina se esforzaba en hablar como
una puta. Apostaría un brazo a que hubiera preferido estar
follándome a tener que mantener esa conversación y seguro que aún
tenía esperanza de acabar así el diálogo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Que entonces la pregunta es otra…
¿Por qué te drogas?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Frené en un semáforo y la miré
directamente a los ojos esperando su respuesta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué más te da a ti?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Esta noche eres mía, no lo olvides.
Así que debes hacer lo que yo te diga. Ahora respóndeme ¿Por qué
te drogas?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pues supongo que por lo mismo que
los demás, para evadirte empiezas con los porros, la coca, y luego
pasas al caballo. Los amigos que te influencian, la sociedad… ya
sabes. Mierdas de esas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Y una mierda –Un taxista tras mi
coche pitó, instándome a arrancar. El semáforo se había puesto en
verde y retomé la marcha hacia mi piso-. Eres una mujer inteligente,
Carolina. Lo leo en tus ojos. Tienes la mirada más inteligente que
he visto nunca. En la puta vida te has metido coca, porque no es tu
estilo. Ni tampoco tu estilo es seguir lo que te dicen los demás.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Y tú qué sabes de mí?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Me he pasado la vida leyendo las
caras de la gente, sabiendo las cartas que llevan por la forma en que
miran. Así que… si no te importa que te lo diga… puedo ver que
te has quedado sin ases en la baraja... Por así decirlo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina rio a carcajadas. Debí
haberlo adivinado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tío… es la primera vez que
intentan ligar conmigo con versos de una canción de Kenny Rogers.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Reímos los dos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ahí lo tienes. Me acabas de dar la
razón. Nadie que escuche a Kenny Rogers es un 'yonqui' de mierda que
necesita de gentuza como el Camilo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La sonrisa se le quebró a Carol. Al
fin estaba a punto de romper el duro caparazón para lograr
entenderla.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Por qué te drogas, Carol?
-insistí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La muchacha se quedó callada el resto
del viaje y no volvió a hablar hasta que nos encontramos ante mi
casa, un chalet adosado de tamaño mediano en una urbanización a las
afueras de la ciudad.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Vives aquí? Joder con el garito,
la pasta que debe dar…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Reí por única contestación y pasamos
a mi hogar. Una vez sentados en el sofá del salón, serví unas
copas y me dispuse a indagar más en el alma de la muchacha. En sus
ojos veía un enorme océano en el que sumergirme. Un océano lleno
de vivencias y contradicciones que me recordaron a los de mi primera
novia, si es que a los siete años se puede llamar novia.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Aún no me has respondido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué? –preguntó extrañada, con
su <i>'</i><i>bourbon'</i> en la mano.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Por qué te drogas?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La miré a los ojos fijamente,
intentando que sus pupilas me dijeran la verdad que su boca negaba.
Estaba seguro de que iba a intentar salirse por la tangente, o
contarme alguna milonga, pero ella me devolvió la mirada, y aunque
su cuerpo mantuvo la compostura, en el fondo de sus ojos vi cómo sus
murallas se derrumbaban. No se esperaba bajo ninguna circunstancia lo
que estaba ocurriendo. Carolina pensaba que la obligaría a
desnudarse, que solo me interesaría su cuerpo, usarla, correrme en
su interior y, si tenía suerte, dejarla marcharse para que regresara
a su cochambroso piso a compartir cama con Camilo si este ya hubiera
salido del hospital.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pero mi amabilidad, mi paciencia, y mi
forma de hacerla pensar que realmente estaba más interesado en
conocer su alma que su cuerpo, al final habían surgido efecto.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tú eres un tío listo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<i>Bué</i>… no tanto –reí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Dije listo, no inteligente. No eres
inteligente. No es inteligente “comprar” una mujer y querer que
te cuente su vida. Yo sí soy inteligente. Demasiado. Pero no sabes
la presión que es tener una mente por encima de las otras. Sabes que
los que te conocen siempre van a esperar lo máximo de ti, pero eso
no es lo peor. Lo peor eres tú misma. No poder dejar tu mente
quieta, no tener un minuto de respiro porque no paras de pensar en
todo lo que te rodea y eres incapaz de hacer que tu cerebro se
relaje.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me removí en mi asiento. Encontraba el
discurso de Carolina sumamente interesante. Había reconocido desde
un primer momento su inteligencia. La veía decir en voz baja la suma
del bote cada vez que se hacía una apuesta. Solamente con la canción
de Calamaro la había notado relajarse.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No creo que sea para tanto –expuse,
no porque realmente no me lo creyese, sino porque mi mente científica
precisaba una demostración.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tienes cincuenta y dos botellas en
el mueble bar de la derecha. El de la puerta de cristal. -dijo sin
mirar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ese mueble es más ancho de lo que
se ve, tiene como treinta centímetros a cada lado cubiertos por el
marco. No c…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Lo sé –me interrumpió-. Es
simplemente por la acumulación de botellas. He contado ese espacio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No necesitaba levantarme a contar las
botellas porque estaba seguro de que habría acertado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Esta noche has ganado tres mil
cuarenta euros –continuó-, Pedro ha perdido seiscientos ochenta y
nueve, Miklos ha ganado seiscientos sesenta y tres, Santiago ha
perdido trescientos ocho y Beto ha perdido doscientos seis. Camilo ha
perdido los dos mil quinientos con los que entró.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Reí y asentí complacido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Y a ti. También te ha perdido a ti
–añadí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Solo por esta noche. Ese era el
trato ¿No?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eres muy inteligente. No vas a
volver con un capullo que es capaz de apostarte en una partida de
póquer. Ni aunque hubiera ganado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina rio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Es más –añadí-, me atrevo a
pensar que ya tenías pensado mandarle a la mierda cuando sacaste la
última carta. Y que si has accedido a venir aquí es, por lo menos,
para dormir caliente esta noche y mañana buscar otro sitio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Retiro lo de que no eras
inteligente. Bravo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pero no me has respondido. ¿Por qué
te drogas?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ya te lo he dicho, si has sabido
escucharme.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–A ver –hice como si pensara, pero
sabía muy bien la respuesta-. Te odias por ser tan inteligente,
porque eso no te permite disfrutar de algunos placeres, así que
piensas que, por ese camino, tarde o temprano lograrás que la
materia gris te cortocircuite y acabarás siendo una persona normal…
No… no es eso, o no del todo al menos. Es mucho más sencillo.
Cuando estás colocada no piensas. Y eso es un triunfo para ti. Te
permite descansar. Si tu cerebro trabaja a la verdadera velocidad a
la que crees, es la forma de hacerlo descansar a la fuerza, ya que,
imagino, sufres de insomnio a menos que estés colgada. Por eso en la
puta vida has probado la coca, porque es un estimulante y quieres
justo lo contrario. Empezaste con los porros y cuando la 'maría'
dejó de hacerte tanto efecto empezaste con los <i>chicotazos.</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina se arrellanó en el sofá y me
miró sorprendida.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Todo correcto, excepto en lo de que
me odio por ser inteligente. Yo no me odio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vas camino de la puta
auto-destrucción. Claro que te odias. No sé si por ser inteligente,
pero imagino que sí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina me miró con algo de
resentimiento y se acabó lo poco que le quedaba en la copa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Entonces… ¿Vamos a la cama? –dijo
finalmente, sin siquiera mirarme, esperando que la conversación
terminase.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Claro.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pareció relajarse.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Yo a la mía y tú a la tuya. No voy
a follarme a una puta 'yonqui'.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mis palabras le azotaron igual que lo
hubiera hecho un derechazo de Mauricio. Me miró sin entender.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–En este piso tienes una habitación,
ahí, al fondo a la izquierda. Hay mantas en el armario si tienes
frío, yo me voy arriba.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me levanté y me dispuse a subir las
escaleras.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Cómo? –me increpó–¿Me vas a
dejar sola en tu casa? ¿No tienes miedo de que te desvalije? Total,
no soy más que una 'yonqui' de mierda.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Había pinchado, y muy duro, en su
orgullo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Nada de lo que hay en esta casa vale
gran cosa. Si te llevas el televisor tal vez te den cuatrocientos
euros y gastártelos en <span style="font-style: normal;">'jaco'</span>.
Me la pela. Puedes irte a tu casa a esperar que tu camello vuelva del
hospital, si es que sigue vivo, y seguir jodiéndote viva metiéndote
mierda. Si te quedas, yo te ayudaré a salir de la droga.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pfff…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Crees que es fácil para alguien
como tú. Pero me apuesto mi coche a que ya lo has intentado tú sola
y no has podido. Si no, no habrías admitido tan fácil que eres una
'yonqui'. El 'jaco' te controla y te jode mucho… pero en el fondo
te gusta que te controlen y siempre vuelves.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No sabes nada de mí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Si mañana sigues aquí, te ayudaré.
Pero esta noche la vas a tener que pasar a solas con tu mono.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Subí las escaleras, dejando a Carolina
a solas en el comedor.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Eran las dos de la mañana cuando la
escuché acercarse a mi cuarto. Encendí la luz de la lamparita para
que supiera cuál era mi habitación. No tardó en abrir lentamente
la puerta. Su silueta se dibujó bajo el marco de la puerta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Jaime?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿No puedes dormir?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El silencio como única respuesta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No es fácil conciliar el sueño sin
mierda en las venas ¿eh?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Perdona. Me voy.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pasa aquí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me senté sobre el filo de la cama y
ella, tras unos segundos de duda, ocupó un espacio junto a mí.
Vestía únicamente su camiseta y las braguitas, y la débil luz le
daba un tono amarillento a sus piernas desnudas, unas piernas que ya
me estaban calentando la sangre.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Confías en mí?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No sé por qué debería hacerlo. Te
he conocido hoy.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Esa no es la pregunta. ¿Confías en
mí?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí, joder. No sé por qué, pero
sí.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Túmbate.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No quiero follar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Quieres. Pero no voy a hacerlo.
¿Alguna vez te han dado un masaje relajante profesional?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Profesional?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Me vine a España a estudiar
Fisioterapia. Profesional he dicho.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿'Fisio'? Hubiera jurado que habías
estudiado Psicología.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No lo necesito. Soy argentino. A los
argentinos nos convalidan el título de Psicología con el jardín de
infancia.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina rio mientras yo me levantaba y
avanzaba hacia el armario donde tenía mi bolsa con todos los
materiales necesarios.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Cuando volví a la cama ya estaba boca
arriba, y la camiseta ahora permitía que viera sus braguitas. Rosas,
planas, casi infantiles, pero con un monte de Venus que parecía
llamarme a gritos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Date la vuelta. Primero la espalda
–ordené.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Ella obedeció y se colocó boca abajo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Así que aquí tienes todas las
cosas caras –me dijo mientras me untaba aceite en las manos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Paso la mayor parte del tiempo en
esta casa aquí. Es normal que las cosas bonitas que entran en mi
casa acaben en esta habitación.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¡Qué sorpresa! Un argentino ligón
–dijo con algo de sorna al tiempo que mis manos entraban en
contacto con su espalda por debajo de la camiseta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Comencé el masaje lentamente. Le saqué
la remera en poco tiempo para poder masajearla con más facilidad.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Buena tele, mejor que la del salón,
un equipo de música de varios miles de euros, una neverita de vino,
y me ha parecido ver la última <i>Play-Station</i> sobre el mueble,
¿no?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí, la X-Box la tengo en el cajón.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Eso es una <i>'Telecaster'</i>?
–preguntó mirando a la guitarra que colgaba en la pared.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Firmada por Ariel Roth.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tu puta madre –fue lo único que
acertó a decir, con una mueca de sorpresa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La tensión en su espalda era evidente,
pero poco a poco, debido al trato de mis manos y a la conversación
intrascendente, sus músculos se iban relajando.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Bonita contractura tienes en el
hombro izquierdo. ¿La tensión acumulada de cuando te metes el
‘pico’?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Puede ser.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Lentamente iba ampliando la zona del
masaje. Esta vez eran las braguitas las que me estorbaban y ella
misma alzó el trasero para facilitarme que se las quitara. Pero no
me entretuve en sus nalgas, pequeñas pero firmes, seguí avanzando
por sus muslos mientras Carolina comenzaba a suspirar.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El aceite hacía su trabajo. Todo su
cuerpo resbalaba y ella empezaba a ronronear quedamente como un
gatito en cada caricia. Las tensiones de su cuerpo iban
desapareciendo toda vez que iba relajándose, su carne se iba
ablandando mientras en mí interior la temperatura crecía. Por mucha
profesionalidad que intentara imprimirle a mi masaje, era incapaz de
tocar un cuerpo como aquel y que mi verga no respondiera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Dejé el masaje descontracturante e
inicié uno más suave, con pasadas más largas y sobre zonas cada
vez mayores. Carolina temblaba cada vez que mis manos pasaban por sus
nalgas, e incluso levantaba el culo ofreciéndome mayor visión de su
coñito sin vello. Nunca fui un gran amante de la depilación
integral, pero aquella tierna hendidura me parecía, en ese instante,
la más apetitosa del mundo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Tras media hora de masaje, cuando
notaba que sus ojos comenzaban a cerrarse, algo a medio camino entre
un suspiro y una palabra brotó de la boca de la chica mientras yo
masajeaba su pierna derecha. El aroma de su sexo hacía ya unos
minutos que dejaba notar su consistencia amarga y lasciva en el
ambiente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué dijiste?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ufff… nada –musitó ella. Aunque
tras unos instantes, repitió-. Fóllame.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mi mano subió por el muslo hasta su
entrepierna y allí se detuvo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Solamente si me prometes que dejarás
la droga.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Como tardaba en responder, deshice el
camino andado y reanudé el masaje sobre su pierna.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Me ayudarás?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Intentó volverse para mirarme a los
ojos pero la detuve con una mano en la espalda, obligando a mantener
la postura.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Te lo prometo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Tembló toda ella durante un instante y
luego solamente dijo: “Sí”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Hacía poco que me había retirado la
ropa interior, quedando tan desnudo como ella, porque sabía dónde
iba a acabar todo esto, así que me subí sobre la cama, con una
rodilla a cada lado de sus caderas, y continué masajeando su
espalda.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí ¿Qué?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Si me ayudas la dejo, pero fóllame
antes de que se me pase este calentón…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Reí echándome sobre ella, hasta pegar
mi boca a su oreja.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Este calentón no se te va a quitar
hasta que te folle como nunca te han follado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Agarré mi polla y la dirigí con una
mano a la entrepierna de Carolina haciéndola pasar por la quebrada
de su culo. No necesitaba más. Su flujo y el aceite habían
lubricado su coñito de sobra para que pudiera entrar sin más
trabajo previo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El gemido, largo y agudo, de la chica
al notar cómo mi verga se colaba hasta lo más hondo de su ser fue
tan agradable como la sensación de su coñito estrecho y agradecido
envolviendo mi polla.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Lentamente, con movimientos de cadera
comencé a meterla y a sacarla sin dejarla siquiera moverse,
aprisionada como estaba bajo mi cuerpo. Ella intentaba corresponder a
mis movimientos con los movimientos internos de su sexo, pero eran
torpes y desacompasados; había perdido la coordinación después del
relajante masaje.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Quédate quieta -le susurré al oído
antes de incorporarme para poder moverme con más libertad.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Apoyé mis manos suavemente sobre su
espalda mientras continuaba mi suave cabalgata sobre ella. Levantó
las nalgas para que mi verga le entrara más y mejor y sus suspiros
pronto se convirtieron en gemiditos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No frenaba. No aceleraba. Mantenía el
mismo ritmo, cansino y constante mientras ella se abandonaba a mis
caricias.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Su primer orgasmo no tardó en llegar.
Me mantuve impasible y seguí penetrándola mientras ella gemía,
mordía la almohada y sus músculos parecían querer estrujarme. La
había llevado a tal punto que no iba a bastarle con uno, así que
continué.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mis caderas se movían prácticamente
solas, metiendo y sacando mi polla de su interior. El calor de su
coño había tomado toda su piel al asalto e incluso su espalda
parecía arder bajo mis manos mientras Carolina continuaba con su
concierto de gemidos ininteligibles.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El segundo orgasmo la azotó poco
después, al meterle el pulgar por el culo sin dejar de follármela.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Para, por favor… para un poco
–rogó, tras quedar absolutamente desmadejada tras el segundo
clímax.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Tuve piedad de ella y permití que se
recuperase mientras me tumbaba a su lado y le acariciaba la espalda y
las nalgas con cariño.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Se volvió hacia mí, dejándome ver
sus pechos firmes y jóvenes, con pequeñas areolas sonrosadas y unos
pezones erectos que parecían enormes en comparación con esos
circulitos que los rodeaban. Mis caricias viajaron de su espalda a su
cintura, llegando al nacimiento de sus tetas y volviendo a bajar a
sus caderas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No necesitábamos palabras, hablábamos
con los ojos y eso era algo que llevaba tiempo sin pasarme con una
mujer en la cama. Sin dejar de mirarnos fijamente, su mano viajó
hasta mi verga y la mía la imitó buscando la humedad casi excesiva
de su coñito. Temblé cuando empezó a pajearme y tembló ella
cuando comencé a masajear su clítoris lentamente con mis dedos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Te vas a enterar –me dijo de
pronto, invitándome a tumbarme bocarriba.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Con suavidad, se introdujo mi polla y
comenzó a cabalgarme con desesperante parsimonia mientras sus
músculos vaginales hacían un trabajo impecable.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Si sigues así me correré enseguida
–rogué no sé si para que se detuviera o para que continuase.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Hizo lo segundo. Me siguió montando
como una experta amazona llevando a su caballo en un agradable paseo.
Impidió que la tomase de las caderas para recuperar el tempo del
acto. Me agarró de las muñecas y me las sostuvo sobre la cabeza
mientras lo que creía imposible se hacía un hecho. Su coño redobló
el movimiento aumentando la presión y haciendo que mi verga no
soportase ni un segundo más.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Se separó de mí en el último
instante y mi corrida se estampó en sus labios vaginales y se
derramó sobre mi torso al tiempo que ella sonreía con picardía.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Nos besamos con ternura mientras
nuestros cuerpos se relajaban. No le molestó mancharse la tripa con
mi semen ni a mí que lo hiciera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No tardamos en quedarnos dormidos. Los
dos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Dos <i>caipiroskas</i></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Va, enséñame el DNI, que sé que
te hace ilusión.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El jovenzuelo sonrió divertido y le
mostró el documento.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vaya… ¡qué prisa te has dado!
Feliz cumpleaños –dijo Carolina mientras comenzaba a servir los
dos combinados.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sonreí mientras avanzaba hacia mi
despacho. En los últimos meses, Carol se había adaptado a la
perfección a la barra del garito. Aunque Susi seguía siendo la
mejor <i>barman</i> del local, Carolina no le iba a la zaga. En poco
tiempo había aprendido más de quinientos combinados diferentes, y
simplemente tenía que mejorar su habilidad a la hora de echar las
cantidades correctas, algo que, supongo, llegaría con la práctica.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Cuando entré en mi despacho,
aislándome así de la infernal música de mi negocio, tuve un
instante de paz. Lo justo para arrellanarme en mi sillón y
asombrarme del buen ritmo que llevaban las cosas últimamente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Verás como viene alguien y lo jode
–suspiré jocosamente sin saber que el inicio de la pendiente que
me llevaría a perderlo casi todo estaba tocando la puerta en ese
instante-. Pasa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mauricio entró en el despacho cerrando
la puerta tras de sí y se acercó a mi mesa con un semblante serio.
Mauricio nunca había sido muy expresivo, pero, tal y como le dije a
Carolina, me había pasado la vida leyendo los ojos de la gente, y
los de mi escolta llevaban puesto el cartel de “malas noticias”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Dime, Mauricio, ¿Qué pasa?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Recuerdas a Camilo, el exchulo de
tu novia? –El tacto nunca ha sido una virtud en Mauricio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ha aparecido muerto esta noche en el
río.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Asentí con la cabeza. Obviamente no me
importaba un carajo la vida del camello. Pero Carolina me había
contado mucho sobre él. Lo cierto es que habían tenido una relación
larguísima y estaba claro que, si bien no lo amaba ya, al menos como
lo había hecho durante los últimos años, si le seguía guardando
algún tipo de cariño, cosa extraña sabiendo que la última vez que
se vieron él la apostó al póquer. Aunque de todas formas, era un
chaval que recogió a un despojo humano de la calle, le dio cobijo,
comida, amor… y droga. Salvó a Carolina para meterla en la mierda
pero, a su modo, la salvó.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Está bien. Puedes irte.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mauricio asintió y salió por donde
había entrado. No sé dónde conseguía esas informaciones, pero
siempre eran verídicas. Durante los últimos meses había ido tenido
conocimiento del aumento en el nivel de vida de Camilo. Por lo que se
veía, al no tener a Carolina, se había centrado en su “trabajo”,
extendiendo su red de clientes y proveedores hasta convertirse en
alguien a considerar en el mundo de la noche de la ciudad. El pequeño
Camilo había crecido y, con él, también su peligrosidad para los
otros traficantes. Tal vez uno de sus rivales había decidido que el
“Cami” había conseguido un rango de mercado muy apetitoso y que,
sin él, podría quedarse con su pedazo pastel.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
En cuanto la puerta se cerró, agarré
el teléfono e hice una llamada.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****<br />–Vamos, Jaime, apúntate, se
juega mucha pasta y no son tan buenos. Sabes que Castelar tiene más
pasta que cabeza. Justo nos acaba de abandonar uno de nuestros
jugadores y hay un hueco que, te lo digo, tío, y se lo dije a
Castelar… “Esta silla tiene el nombre del Vargas”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Reí nervioso. Era verdad que las
timbas semanales con mis compadres de siempre, entre los que se
encontraba Pedro, últimamente se me habían vuelto algo aburridas.
Siempre habíamos intentado meter algo más de emoción invitando a
nuevos jugadores, pero tras el incidente con Camilo habíamos
decidido cerrar el círculo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No sé… Se juega mucha pasta, no
me apetece arriesgar mucho últimamente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¡Vamos Vargas! Los dos s…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pedro no pudo continuar. Un ciclón con
forma humana entró en ese momento por la puerta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Es verdad? –Carolina estaba muy
alterada. Seguramente se habría enterado de la misma noticia de la
que Mauricio me hizo partícipe dos días antes–¿Es verdad lo que
he oído de Camilo?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pedro se removió incómodo en el
asiento.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Creo que es mejor que os deje solos
–dijo incorporándose-. Respecto a lo de Castelar…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Está bien, está bien… iré esta
tarde –respondí azorado, deseando que se fuera para intentar
calmar a mi novia.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué le ha pasado a Camilo?
–inquirió Carol en cuanto Pedro hubo salido con viento fresco.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Está muerto.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Te lo voy a preguntar una sola vez.
Y quiero que me respondas con sinceridad –Carolina intentaba calmar
su respiración para ordenar sus pensamientos-. ¿Has tenido algo que
ver con ello?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La pregunta me sorprendió.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿En serio? ¿Crees que he sido yo?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tú no te mancharías las manos.
Pero has podido ordenarlo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Piensa, Carol, piensa o ahora mismo
sales de mi despacho y de mi vida. ¿En serio crees que he mandado
matar a Camilo? ¿Tan poco me conoces? ¡Sabes cómo era! No debe
sorprenderte que haya acabado así. Tarde o temprano lo haría.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina pareció tranquilizarse. Me
había molestado, y mucho, que pensase que era capaz de algo así.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–P-perdona… no sé… en serio,
perdóname. Es que…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ve a casa. Descansa. Te entiendo
pero parece mentira que hayas pensado que yo he tenido algo que ver.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pero lo sabías y no me dijiste
nada.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Ahí había dado en el clavo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí, lo sabía. Me entero de todo lo
que pasa en este barrio y en esta ciudad, pero quería evitar que te
pusieras así, preciosa. Estás aún en periodo de rehabilitación y
quería evitar que cayeras de nuevo.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sin decir nada más, Carolina sacudió
la cabeza y salió del despacho.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
En ese momento supe que había cometido
un gran error. Pero, por lo que pasó luego, fallé al decidir cuál.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Solamente un cuarto de hora después,
recibí la llamada que estaba temiendo desde que mi chica salió del
despacho.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Cinco minutos –le dije a mi
interlocutor antes de colgar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Ho-hola? Javi me ha dicho que
aquí…</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Las luces titilaron antes de
encenderse. La cara de Carol fue la de una adolescente pillada en
falta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Me decepcionas, pequeña.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Jaime? ¿Qué coño haces aquí?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vigilar que no vuelvas a caer.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
En algún lugar de mi ser, tenía la
certeza de que Carolina volvería a querer meterse un 'pico' en
cuanto se enterase de la muerte del “Cami”. Por eso hice la
llamada que hice en cuanto me enteré. Ordené que nadie vendiera un
solo gramo a Carol sin informarme a mí antes, a menos que quisieran
vérselas conmigo y, sobre todo, con Mauricio. La orden dio
resultado. Carolina no había ido muy lejos para pillar. Creía que
mi influencia solamente se extendería a los locales cercanos a los
míos y que si se movía de zona, podría comprar droga sin que yo me
enterase. Como le había dicho, me enteraba de todo lo que pasaba en
el barrio y en la ciudad.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Quién coño te crees que eres?
–me espetó de pronto, aunque me esperaba una salida de ese
estilo-. No tienes ningún tipo de derecho sobre mí. Si quiero darme
un homenaje, lo hago. Si me quiero matar, me mato. Y tú no eres
quién para obligarme a nada, ya soy mayorcita.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La que no se esperaba mi reacción era
Carol. Por primera vez en la vida la golpeé. El guantazo la tiró al
suelo y ella se quedó allí, mirándome como un gatito asustado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué quien me creo que soy? –le
grité mientras la obligaba de nuevo a ponerse en pie para después
empujarla cara a la pared del almacén-. Soy el tipo que aguantó tus
semanas de mala hostia, de temblores, de vómitos… Soy quien lidió
con tu mono y consiguió sacarte de esa mierda en la que te habías
metido tu solita.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La agarré de la nuca con fuerza.
Estaba enfurecido. Se lo había dado todo y ella había estado a
punto de tirarlo por el retrete por una dosis de evasión. La
presionaba con fuerza contra la pared mientras no dejaba de escupirle
las razones de mi ira en el oído.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Mejor piensa tú quién coño te
crees que eres. ¿Eh? Lo he dado todo por ti cuando no valías ni
media mierda y ahora ¿qué? ¿Vas a mandarlo todo al carajo? ¿Vas a
volver a ser la puta 'yonqui' que se follaba al camello más
gilipollas del barrio solo por un pico?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–M-me haces daño, J-jaime.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La así del pelo y le golpeé la cabeza
contra la pared con furia, sin llegarle a hacer herida, pero tendría
un bonito chichón al día siguiente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Daño? Que te hagan daño es
apostarlo todo por alguien que te vende -escupí, pegado a su oreja-.
Que te hagan daño es que piensen que todo el trabajo que has hecho
durante meses para sacar a una puta 'yonqui' de la droga no sirve de
nada solamente porque una mierda de camello se metió con quien no
debía o en la zona que no debía. Daño es que a quien amas te
engañe.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La muchacha comenzó a llorar, entre el
dolor y el terror más puro.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tanto que piensas y eres incapaz de
pensar en nada más que en ti. Eres una zorra, Carolina.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La mano que tenía libre azotó con
toda la fuerza de la que disponía su trasero. El golpe se embebió
de todo el eco del almacén y del grito posterior de la chica.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–L-lo siento. Perdóname –suplicó.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Pero yo no estaba dispuesto a
perdonarla así.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Estiré de la cinturilla de sus
vaqueros, llevándome con ellos las braguitas y dejándole de
recuerdo un leve arañazo donde la espalda se fundía con ese culo
que acababa de quedar a la vista. La rojez de la palmada que le había
dado se dejaba notar sin problemas sobre su piel pálida, pocos
centímetros por debajo de su tatuaje. Ver allí aquel dos de
corazones tatuado en la parte baja de su espalda me hizo enfurecerme
aún más. Los dos nos hicimos el mismo tatuaje justo un año después
de aquella partida con el “Cami”. Ella encima de la nalga derecha
y yo la espalda, junto al omóplato izquierdo. Era como un forma de
plasmar nuestro compromiso. En ese momento, empero, era solamente una
demostración de su hipocresía.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Repetí el azote esta vez sobre la piel
desnuda de la otra nalga y Carol volvió a chillar, sobreponiendo su
voz sobre el murmullo de la estridente música del local.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Solté a la muchacha, que cayó de
rodillas a un lado, con el culo enrojecido. Con la llave que me había
proporcionado Javi, el dueño del bar, aseguré que la puerta quedara
bien cerrada para que nadie nos interrumpiera y regresé hacia
Carolina. La agarré del pelo mientras chillaba y la llevé a la
enorme mesa de escritorio que gobernaba el centro del almacén. Ella,
con las piernas medio trabadas por sus vaqueros, a duras penas pudo
llegar sin trastabillar por el camino.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eres una zorra, Carolina –repetí
mientras la colocaba boca abajo sobre la mesa, con el culo en pompa-.
Eres una zorra y como tal te voy a tratar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Un nuevo azote restalló en sus nalgas.
Miré a mi alrededor y entre la miríada de cajas que se apilaban en
el almacén, descubrí exactamente lo que buscaba. Estaba seguro que,
en cualquier local de España con una cocina, habría aceite de
oliva.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No se te ocurra moverte de ahí
–ordené mientras Carolina solamente era capaz de llorar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Rompí la caja para extraer una botella
que puse encima de la mesa con un golpe, junto a la cabeza de Carol,
para que ella supiera exactamente lo que iba a pasar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Perdóname, Jaime, lo siento… por
favor, perdóname.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Un nuevo azote la hizo callar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Le quité completamente los pantalones
y las braguitas, llevándome en el trabajo sus sandalias. Agarré de
nuevo la botella e hice caer una buena cantidad de aceite sobre su
culo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina hipaba y sollozaba, rendida a
su castigo mientras a mí la rabia no me dejaba pensar en otra cosa
que en follármela como más le doliese. Metí mi dedo corazón por
su ano y Carolina respondió con un agónico grito de dolor.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No, por favor, Jaime… por favor…
para ya… aquí no… -rogaba.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Hice círculos con el dedo en su
interior, para agrandar un poco el agujero, dejando que entrara un
poco más de aceite en su recto, desoyendo completamente sus quejas.
Mi polla era ya un duro tronco en mis pantalones que clamaba por
entrar por aquel agujero sin dilación.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No quise posponerlo más.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me bajé los pantalones por las
rodillas y apunté con mi verga a su interior. Aunque el aceite
ayudaba, me costó entrar por aquel estrecho orificio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina chillaba de dolor, aunque
hacía lo posible para no tensarse y hacer la penetración lo menos
dolorosa posible. En mi estado, sus gritos me excitaban más de lo
que pudieran hacerlo sus gemidos más sensuales. La presión de su
culo sobre mi polla, en cualquier otra ocasión, me habría parecido
la sensación más placentera del mundo, pero en ese instante, ciego
de furia, no podía pensar más que en su dolor y lo agradable que
era causárselo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¡Para! ¡Para por favor, Jaime!
¡PARA!</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Las lágrimas de Carol caían sobre la
mesa, mientras ella cerraba los puños sobre el borde con tanta
fuerza que sus dedos se volvían blancos por la tensión. Le agarré
de los brazos y se los inmovilicé tras su espalda, añadiendo más
humillación a su condena.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Noté que mi cuerpo estaba ya cubierto
en sudor, y que mis piernas y mi espalda comenzaban a cargarse
después de tanto trabajo. No me importó. El castigo para Carolina
no terminaría hasta que yo me diese por satisfecho.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Su ano, lenta y dolorosamente, se había
adaptado al invasor y permitía que mi polla entrase y saliese con
más facilidad, aumentando mi placer y reduciendo el punzante dolor
de la joven a una molestia sorda que iba rebajando sus desconsolados
lloros a unos casi inaudibles sollozos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mientras la sodomizaba sin piedad y
agarraba sus brazos con una mano, con la otra volví a azotar su
culo. Carolina no respondió al ataque, como si hubiera superado el
umbral del dolor o su mente hubiera decidido desligarse de su cuerpo
para protegerse. Sea como fuera, se había convertido en una muñeca
rota, un simple cuerpo sin pensamientos abandonado ante mis envites.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Casi sin aviso previo, me corrí en su
culo. Las patas de la mesa chirriaron sobre el suelo con la última
embestida. Carolina escupió un gemido cuando saqué mi verga de su
culo.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Estaba agotado. La furia iba poco a
poco abandonando mi ser pero el enfado se mantenía. Me limpié el
pene con sus braguitas, tirándoselas después a la joven, tal vez
como última humillación.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mientras me vestía, Carolina comenzó
a llorar de nuevo. No me importaba. Al menos, no me importaba tanto
como para hacer desaparecer mi enfado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Nos vemos -dije, antes de recobrar
las llaves y salir del almacén, dejando a Carolina allí, todavía
llorando y desnuda de cintura para abajo.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No me preocupé en volver a cerrar la
puerta del almacén.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
De nuevo entre la turba de jóvenes
sudorosos que bailaban en el local de Javi, entre los que un
treintañero como yo destacaba tanto como un lobo entre chihuahuas,
miré mi reloj. Tendría que apresurarme si quería llegar a tiempo a
la partida de Castelar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Estaba feliz al llegar con mi coche a
casa. La partida me había ido estupendamente bien y había doblado
el dinero con el que entré. El miedo que me causaban Castelar y el
resto de jugadores había resultado ser infundado. Eran buenos
jugadores, sí, pero nada del otro mundo. Si las cartas no me daban
mucho la espalda, podría ganarles con una mano atada a la espalda.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Casi había olvidado por completo a
Carolina hasta que la vi allí, sentada ante mi puerta, abrazándose
a sus rodillas para esquivar el frescor de la noche, ante el que su
fin ropa veraniega era incapaz de protegerla.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Parecía dormida, pero pude notar cómo
seguía mi coche con la mirada mientras iba entrando en el garaje. Me
dolió el alma al recordar de pronto todo lo que le había hecho esa
tarde. La había violado, la había humillado y la había abandonado
en aquel local, semidesnuda, sin llaves y sin dinero para volver a
casa.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Cuando abrí la puerta principal,
Carolina continuaba allí, sentada en la misma postura, temerosa de
hacer cualquier movimiento.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pasa -le ordené.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Con mucho esfuerzo, como si todas
articulaciones se hubieran oxidado y cada movimiento le costara un
mundo, Carol se incorporó y me siguió al salón.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La hice sentarse y, servicial, le
retiré las sandalias. Sus pies estaban llenos de ampollas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Viniste caminando?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina afirmó con la cabeza.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Le preparé un barreño con agua
caliente, vinagre y sal para los pies y subí a mi habitación para
tomar una crema de frío. Le hice quitarse los pantalones y, mientras
con lentitud introducía sus pies en el agua, comencé a hacerle un
masaje relajante en los muslos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No había soltado palabra desde que
entró en casa, y justo cuando yo estaba a punto de disculparme por
mi actitud, rompió su silencio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Perdóname. No volveré a hacerlo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Dejé el masaje y la tomé de la cara
para darle un cariñoso beso. Era mi forma de darle el perdón que
había solicitado y de pedir yo el mío. Los labios de Carolina aún
estaban fríos, al igual que el resto de su piel, y tardaron en
entrar en calor.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Le sequé los pies y la subí en brazos
al dormitorio. La acosté y la arropé como si fuera una niña y no
tardó en caer dormida.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Cuando llegué a casa, un hermoso
sonido me alertó. En cualquier otro lugar del mundo, esa melodía me
habría animado después de la mala tarde que había sufrido. Llevaba
más de un año jugando semanalmente con Castelar y durante las
últimas semanas las cartas me daban la espalda. “Solo los novatos
y los perdedores se quejan de sus cartas” sonó la voz de mi tío
dentro de mi cabeza.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Subí a mi habitación siguiendo el
sonido de la música y me encontré a Carolina sentada en mi cama,
con mi <i>'Telecaster' </i><span style="font-style: normal;">en el
regazo</span>, tocando los últimos compases de “La canción de los
buenos borrachos” de Sabina y Páez.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué carajo <i>hacés</i>? -Sin
darme cuenta, me había salido mi perdido acento argentino de nuevo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Perdona, Jaime -se disculpó
Carolina-. Hacía mucho tiempo que no tocaba. He estado practicando
con una canción, a ver si te suena.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Comenzó a tocar, estupendamente por
cierto, y reconocí la canción al instante, antes incluso de que
Carol empezase a cantarla.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–La dulce niña Carolina/ no tiene
edad para hacer el amor,/ su madre la estará buscando/ eso es lo
que, creo yo...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Deja la guitarra. No es un puto
juguete. Vale más que tu puta vida -gruñí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
A Carol se le rompió el acorde al
escucharme. Me miró extrañada y dejó la guitarra suavemente sobre
la cama.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué pasa? -preguntó ella, sin
ofenderse por mi actitud, a pesar de que yo ya me estaba
arrepintiendo de mis palabras desde el mismo momento en que salieron
de mi boca.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Agité la cabeza y me senté junto a
ella. Pasó su mano sobre mi hombro, como buscando mi tatuaje del dos
de corazones por encima de la ropa, mientras yo hundía mi cara en
mis propias manos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Nada, Carol, perdona... ha sido un
mal día. Parece que la suerte me viene dando la espalda la muy puta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Mi chica sonrió condescendiente y me
dio un tierno beso en la mejilla.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tú más que nadie sabes que el
póquer no es suerte. ¿Por qué no dejas de ir unas pocas semanas a
esas timbas? Te relajas, recuperas tu serenidad y vuelves.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Miré a Carolina y mi desesperación
fue desvaneciéndose. No iba a dejar de ir a la próxima timba,
estaba claro, tenía que recuperar las pérdidas que había ido
acumulando, pero Carolina consiguió animarme.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Enarbolé la guitarra de nuevo y
engarcé unos pocos acordes. Al momento, estábamos ambos cantando.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¡Carolina, trátame bien!/ No me
mires así, no me arranques la piel/ ¡Carolina, trátame bien!/ O al
final te tendré que comer...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina me miró como solamente ella
sabía mirarme, con esa mezcla de picardía y sensualidad que eran
toda una invitación al pecado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Dejé sin ningún cuidado la
<i>'Telecaster' </i>firmada por Ariel Roth sobre la cama y me lancé
sobre ella. En mi cabeza, mientras follábamos, los M-Clan seguían
cantando “Carolina, trátame bien, o al final te tendré que
comer...”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Una de sus manos se coló en mis
pantalones y me aferró la verga. La otra buceó bajo mi camiseta,
trepó por mi espalda y arañó suavemente mi tatuaje. “O al final
te tendré que comer” pensé mientras nos besábamos con pasión.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El local estaba medio vacío. Tanto,
que pensé que no pasaría nada si despidiese también al DJ y
pusiera algo de Calamaro. El sexto vaso de whisky reposaba vacío
sobre la barra.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ponme otro, Susi. -grité más que
pedí a mi camarera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Jaime... no deberías beber más.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Yo pago. Pago tu sueldo, pago las
botellas, pago los impuestos, pago las facturas de este puto antro...
Yo pago. Yo pago, tú sirves. ¿Me entiendes? Por algo no te he
despedido a ti.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Con un gesto de pena, Susana retiró mi
vaso de whisky y llenó uno nuevo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eh, eh, eh... sin tanto hielo... y
más largo... A mí me tienes que cuidar bien, bonita. -dije, con la
lengua de trapo a causa del alcohol que regaba mis venas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Estaba tan borracho que no me daba
cuenta de nada. No me daba cuenta de que mis palabras sonaban más
alto de lo que deberían, no me daba cuenta de que la gente me miraba
entre la burla y la pena, y no me di cuenta tampoco de la mujer que
entró en ese momento por la puerta del bar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Jaime? Jaime, joder, ¿qué haces?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¡Coño, Carol! ¿Tú qué haces
aquí? ¿No habías acabado ya tu turno?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Gracias, Susi, me lo llevo a casa
-dijo Carolina, agarrándome de los hombros y dirigiéndome a la
salida del local.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Carol -la interpeló la <i>barman</i>
antes de que saliéramos por la puerta-, no he querido decírtelo por
teléfono, pero creo que tienes que saberlo. Ha despedido a todo el
mundo excepto a mí y al DJ, dice que no tiene dinero para más.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina, alucinada, simplemente
asintió y me sacó de allí prácticamente a rastras.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué coño haces, Jaime? ¿Desde
cuándo te emborrachas en tu local? ¿Y por qué has echado a los
chicos? ¿A todos? ¿Jose, Paqui, Lucas? ¿A Mauricio también? -me
acusó, mientras yo la miraba como si la cosa no fuera conmigo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ya no hay dinero para tanta gente.
El local va mal.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina negó con la cabeza pero sabía
que iba a ser imposible e infructuoso tratar de dialogar conmigo en
ese estado. Miró a ambos lados de la calle, buscando algo que no
estaba, y se volvió hacia mí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
- ¿Dónde está tu coche?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me comencé a reír a carcajadas,
mientras Carolina trataba de entender qué tornillo se me había
aflojado. Lo cierto es que, en mi estado de profunda borrachera,
habría encontrado cómica hasta la mayor tragedia que pudiera
ocurrirme.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Mi coche dices... el coche ya no es
mío. No está. Lo he perdido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Cómo que lo has perdido? ¿No
sabes dónde está?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Claro que lo sé. O lo imagino.
Estará en el garaje de una de las treinta y siete casas que tiene el
hijo de puta de Castelar solamente en Valencia. Ahora es suyo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Qué? ¿Te has jugado el coche?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tenía un <i>full</i>, ¿No lo
entiendes? ¡Nada le gana a un <i>full</i>! Bueno, algo le gana. El
<i>póker</i> de ochos de Castelar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina pidió un taxi y me llevó a
casa, después de para a mitad de camino para que pudiera bajar a
vomitar. Tras una agónica ducha fría, se plantó ante mí y me dijo
con toda la convicción del mundo:</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–La semana que viene te acompañaré
a la partida.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No creí que lo dijera tan en serio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Al contrario de lo que pensé, Carolina
no trató de ayudarme ni de aconsejarme durante ninguna de las
manos. Se quedó en un rincón, conformándose con ser un espectador
impasible que lo miraba todo con gesto serio y aguantaba las
constantes chanzas y piropos de mal gusto de los jugadores.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¡Eh, guapa! ¡Deja a ese perdedor y
vente conmigo!</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No sé qué le ves al argentino. Si
estás con él por dinero, pronto se te va a acabar el chollo. Pero
no te preocupes, en mi cama siempre tendrás un sitio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me costaba mucho controlar mi furia al
escuchar aquellas palabras. <span style="font-style: normal;">“¿</span><i>Sabés</i><span style="font-style: normal;">
lo que es jugar </span><i>On Tilt</i><span style="font-style: normal;">,
Jaime?” -susurraba en mi cabeza la voz de mi tío- “Es cuando te
</span><i>enfadás</i><span style="font-style: normal;"> y te
</span><i>convertís</i><span style="font-style: normal;"> en el
blanco perfecto para los demás. Si </span><i>jugás On Tilt</i><span style="font-style: normal;">,
mejor sería que agarraras todas tus fichas, las metieras en un saco
y las prendieras fuego, o te las metieras por el </span><i>orto</i><span style="font-style: normal;">
hasta que no supieran salir. Hasta eso sería una </span><i>boludez
</i><span style="font-style: normal;">mejor que jugar </span><i>On
Tilt</i><span style="font-style: normal;">.”</span>.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Finalmente, me cayeron unas cartas
potentes. Par de reyes. Durante toda la partida había ido dejándome
sangrar fichas con errores tontos y apuestas seguras que se torcían
con la última carta. Si quería recuperar mis fichas, y con ellas la
hipoteca que había tenido que sacar de mi local para tener liquidez
para la partida, tenía que jugármelo todo y, aunque fuera, robar
las ciegas que tras un par de subidas formaban un <i>stack</i>
importante. Así les demostraría que seguía siendo un buen jugador
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Empujé las fichas que me quedaban al
centro de la mesa y todos se retiraron menos Castelar, que jugaba de
ciega pequeña. Sin gran esfuerzo por su parte, me igualó y mostró
sus cartas. As-Rey de corazones. El pobre Castelar, por fin, estaba
jodido. Me extrañó que cuando le mostré mi par de reyes ni
siquiera pestañeara, pero no había conocido un jugador más
imperturbable que aquel gordo hijo de puta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El <i>flop</i> me abrió las puertas
del paraíso. Al dos de picas y el seis de tréboles le acompañó el
rey de picas, el único que faltaba. Ahora yo tenía trío, y
Castelar era prácticamente imposible que me ganara con su par de
reyes. Pero las dos últimas cartas del polaco hicieron que el mundo
se me cayera encima. Nuevamente, la altanera Dama Fortuna me volvía
a enseñar su dedo medio y a restregármelo por las narices. Uno
después de otro, dos ases cayeron en la mesa dándole a Castelar un
<i>full</i> de Ases-Reyes superior al mío de Reyes-Ases. Tuve que
esforzarme por no romper a llorar cuando vi mis fichas llevadas al
montón de Castelar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Oye, Vargas... Te ofrezco una
ampliación. -dijo Castelar entre risas, comenzando a ordenar las
fichas que me había quitado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<i>Andáte </i>al orto, no traje más
'plata'. -De repente, ya no era el argentino afincado en España
desde hacía casi veinte años que había perdido casi completamente
el acento. Era el chaval rosarino que <i>chamullaba</i><span style="font-style: normal;">
en</span><i> lunfardo</i> y que nunca tenía dinero para nada más
que para sobrevivir. A mí mismo me molestó esa repentina vuelta a
mi acento natal.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vargas, no me interesa tu dinero...
¿Qué valor le das a una ficha roja?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sacudí la cabeza mientras iba cayendo
en la cuenta de la situación. Miré las fichas de Castelar y del
resto de jugadores y por primera vez me di cuenta de que no había ni
una ficha roja. Era la primera vez que jugábamos sin fichas rojas.
Normalmente, eran las que usábamos con valor de cincuenta euros,
pero en esa partida, dicha labor la habían realizado unas nuevas y
brillantes fichas naranjas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Todos sabían cómo había comenzado mi
relación con Carolina, Pedro mismo se encargó de ponerlos al
corriente a la hora de presentarme la primera vez que jugué con
ellos. “Este tipo es un 'crack', como lo oís, hasta a su novia la
ganó en una partida de póquer”. Después de aquello, no pudimos
empezar la partida hasta que conté toda la historia de mi partida
contra el Camilo y de aquella ficha roja que significaba una noche
con Carolina y que acabó significando mucho más.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Castelar hizo un gesto a “El Polaco”
y este le deslizó una ficha que había mantenido oculta durante toda
la partida bajo el tapete. Era una enorme ficha roja, del tamaño del
“botón de <i>dealer</i>” que normalmente marcaba el puesto de
quien debía repartir aunque esa noche, como todas las anteriores,
era “El Polaco” quien repartía las cartas, por lo que el botón
solamente delimitaba quién era el último en recibir cartas y en
apostar en cada mano. El “botón” se convertía entonces en una
codiciada ventaja que te permitía apostar cuando el resto de
jugadores habían hecho su apuesta. Lástima que fuera turnándose en
cada mano.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Te juegas la ficha roja, Vargas?
-graznó Castelar, lanzándomela justo delante.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Solamente hacía unas pocas horas que
aquel millonario sabía que Carolina asistiría a la partida. Tuve
que avisarle para asegurarme de que podría estar con nosotros y
jurarle que no molestaría, que simplemente necesitaba un “amuleto”
como ella para recuperar mi suerte. Ahora entendía por qué aquel
cabronazo no había puesto ninguna pega.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vete a la puta mierda. -respondí,
levantándome de la mesa, sin hacerle caso a aquella ficha en la que,
para mayor humillación, Castelar había escrito el nombre de
Carolina.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vamos, “boludo”, a mí también
me gustaría follarme a tu putita.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Hice amago de lanzarme hacia Castelar
para que mis puños le explicasen ciertos conceptos, pero Carolina
estuvo más rápida que yo y me contuvo. No hubiera sido una buena
idea atacar a Castelar. Si, en las partidas en mi local, a mí me
protegía Mauricio con su perfil de boxeador, al propietario del
local donde estábamos lo flanqueaban dos escoltas, cada uno con un
sospechoso bulto bajo la americana que tenía todos los visos de ser
causado por una pistola.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Calma, Jaime. No te alteres.
Vámonos. -trató de tranquilizarme Carolina.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eso, Jaime... vete con tu putita.
-rio otro de los jugadores, un tal Damián, que no dejaba de ser un
palmero más de Castelar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Haciendo acopio de todo mi autocontrol,
me di la vuelta y salí con Carolina agarrada de mi brazo, aceptando
una nueva derrota. Me había acostumbrado durante los últimos meses
a que las cartas me dieran la espalda y esta nueva derrota no debería
haber sido distinta. Sin embargo, la presencia de Carol la había
hecho muy distinta. Todo era diferente cuando Carolina estaba
presente. Esta derrota había hecho mella en mi orgullo más que
cualquier otra. Había quedado como un inútil en presencia de la
mujer a la que amaba y el recóndito pedacito de mi mente que
guardaba desde mis primeros ancestros mis instintos de macho alfa me
decía que había perdido su favor.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina se había comprado esa semana
un coche de segunda mano con el dinero que había ido ahorrando de su
sueldo. A punto de llegar a casa fue cuando, por primera vez en todo
el viaje, me habló mientras conducía. Fue para insultarme. Lo
estaba esperando.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eres gilipollas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No respondí. Solo me encogí más en
el asiento, como si así fuera a conseguir hacerme más y más
pequeño hasta desaparecer. “Gilipollas”. Así me sentía. Un
gilipollas derrotado por seres superiores, como un niño que piensa
que podrá jugar con los mayores pero se pone a llorar al recibir el
primer balonazo en la cara.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Entramos a casa y Carolina me llevó al
salón y me ordenó sentarme junto a la mesa. Rebuscó en uno de los
cajones y extrajo una vieja baraja de póquer.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eres un puto gilipollas. -repitió.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Lo sé, en esta mala racha no debía
haber jugado ni una partida más por tanto dinero y...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Disculpa? Vale, creo que me he
equivocado contigo. No eres gilipollas. Eres subnormal profundo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Extendió todas las cartas hacia arriba
sobre la mesa para que comprobara que no faltase ninguna y comenzó a
barajar lentamente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Repartió dos cartas a cada uno. Las
mías destapadas, las suyas ocultas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
- As-dama, es una buena mano, ¿Vas?
-me soltó señalando mis cartas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
- ¿Qué? -No entendía lo que Carol
intentaba mostrarme, pero tenía razón, era una mano que no podía
dejar pasar sin jugar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Asentí y sacó las primeras tres
cartas al centro de la mesa, otro as, un seis y un dos.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
- ¿Subes? -Carolina sabía jugar al
póquer, por lo que sus preguntas eran completamente retóricas y
simplemente buscaban que asintiese para sacar la siguiente carta.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Sacó una carta más y luego otra. Un
diez y un rey, nada que pudiera hacerme dudar de mi pareja de ases.
Sin embargo, Carolina mostró sus cartas y me enseñó un dos y un
diez. Dobles parejas que mis ases no eran capaces de superar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Después de cada mano, Carolina volvía
a poner las cartas bocarriba, volvía a barajar lentamente y repetía
la jugada. Siempre me daba una buena mano, siempre hacía que yo
ligara algo y siempre acababa superándome con la última carta.
Parecía una reedición de mis manos contra Castelar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Pero cómo? -pregunté asombrado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Te lo he dicho. Porque eres
gilipollas. No te has dado cuenta de que “El Polaco” le daba a
las cartas que quería a Castelar. No sé aún cómo lo hace para
lograr el orden tan exacto, yo tengo que mirar las cartas cada vez,
centrarme en cuatro o cinco y sacarlas de dentro del mazo sin que te
des cuenta y pienses que las saco de arriba. Pero me he fijado. El
puto polaco las saca en orden, no sé cuántos años lleva
practicando ese cabrón, pero es capaz de barajar rápido y ordenar
las cartas como él quiere. Lo hace solo en una de cada tres manos,
pero lo suficiente como para darle a Castelar una ventaja
insuperable. Solo va a jugar duro cuando sepa que “El Polaco” le
elige las cartas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Castelar hace trampas? ¡Tengo
que...! -Una súbita revelación cruzó mi mente- ¿Los otros
jugadores lo saben?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No sé si todos lo saben, pero lo
que está claro es que solamente van a las manos que Castelar no
juega. El tal Damián sí que está al tanto. De eso estoy segura.
Cada vez que dobla el dinero con el que entró, juega dos o tres
manos fuertes contra Castelar hasta que se queda como empezó. Le
regala las fichas y cuando él está a punto de perder, Castelar le
deja que le robe todas y cada una de las ciegas hasta que se
recupera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Cómo... cómo no me he dado
cuenta?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Porque son jodidamente buenos. Y
seguramente al principio no usaron esas técnicas para no
“asustarte”. Solo cuando ya estabas tan metido en sus partidas
que no podías irte, empezaron a sangrarte. Tal vez esperaron a que
tuvieras una mala tarde para que volvieras a la semana siguiente sí
o sí a recuperarlo...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Traté de hacer memoria. Carolina había
dado en el clavo. Había caído en una trampa vilmente tejida por
aquella maldita bola de sebo con negocios en los cinco continentes.
De pronto, una revelación cruzó mi mente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Entonces... cuando el “Cami”
perdió aquella partida...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Me estaba empezando a tratar como
una mierda y quise darle un correctivo. Aunque no pensé que llegaría
a apostarme.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Me estremecí. Lo que yo había
considerado una mano magistral era simplemente un plan tejido por las
manos de Carol. Recordaba aquella mano como si hubiera sido hoy. Me
entregó la mano sacando un dos en el <i>turn </i><span style="font-style: normal;">y
fue ahí cuando hice que “Cami” la apostara. Pero ella podía
haberlo evitado todo con la última carta, sacando alguna que hiciera
a su exnovio replantearse la apuesta, pero le dio una buena jugada,
inferior a la mía, para que echara el resto.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Tienes que volver -La orden de
Carolina me sacó de mis ensoñaciones-. Tienes que jugar tú solo
contra Castelar. Es la única variable que puedo controlar. Si entra
Damián en la partida no podrás en un dos contra uno por más que
trate de anular a “El Polaco”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–¿Cómo? Castelar no permitirá que
reparta nadie más que él. Y aún así, no sé si ganaré.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Ganarás. -La seguridad de la voz de
mi chica era tan rotunda que no podía negarle la razón.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Pero no tengo ya nada. Como mucho,
la <i>'Telecaster'</i> costaría lo mismo que me pedirá Castelar
simplemente por entrar. Y aunque hipotecara la casa, que es lo único
que me queda, estoy seguro de que ese gordo de mierda no va a querer
jugar conmigo a solas y mucho menos jugarse todo lo que me ha quitado
para que lo recupere.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Si tienes algo. Tienes algo que él
quiere. Esto.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina me enseñó su mano abierta.
En ella, descansaba aquella ficha roja con su nombre grabado. La
había agrrado de la mesa de póquer sin que yo me diese cuenta</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–No voy a jugarte al póquer, Carol.
Yo no soy el “Cami”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Sí, lo vas a hacer.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Carolina me agarró las manos y me
obligó a mirarla a los ojos. Su mirada inteligente rebosaba
convicción.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
*****</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No eran siquiera las diez menos cuarto
cuando nos plantamos en la puerta del almacén del restaurante que
regentaba Castelar. Uno de tantos. Este, en un polígono industrial a
las afueras de la ciudad.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Toqué a la puerta y me abrió “El
Polaco”. Ahora que sabía el tiempo que llevaba haciendo trampas
con las cartas, estuve tentado de partirle la cara en cuanto se la
vi, pero no lo hice. Ya habría tiempo de preparar una venganza. Lo
que ahora importaba era recuperar todas mis pérdidas, aunque aún no
estaba muy seguro de cómo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Has llegado pronto, argentino. -dijo
Castelar, y me molestó el deje despectivo que le dio a la última
palabra.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Aquí tienes. Sesenta mil euros y la
ficha roja. ¿Así quedamos no? Todo lo que yo tengo contra todo lo
que me has robado. -Entre esos sesenta mil, además de la hipoteca de
mi casa, también estaban todos los ahorros de Carol. No podía
perder aquella noche.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Castelar rio.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Vamos, vamos... yo no te he robado
nada. Tú lo perdiste jugando al póquer. Yo lo gané honradamente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Casi pierdo el control al escuchar eso.
El cinismo de aquel tipejo no conocía límites.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Coloqué el maletín con el dinero en
efectivo en la pequeña mesa que Castelar siempre disponía para
tales efectos, aunque nunca con sumas tan altas, y me acerqué a la
mesa de póquer de la estancia seguido de Carol, mientras “El
Polaco” desaparecía por una puerta para aparecer con un maletín
plateado.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Cien mil euros -dijo el tahúr
mostrando el contenido del maletín.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Eran noventa y siete mil y pico,
pero es más fácil si redondeamos... -aclaró Castelar.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Y mi coche. -apostillé.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–Oh, claro. Disculpa. Ya lo había
olvidado. Trae la llave de su coche, Wôjci<span style="font-family: Calibri, sans-serif;">ę</span><span style="font-family: Calibri, serif;">ch.
¿Era un </span><span style="font-family: Calibri, serif;"><i>'Mercedes'</i></span><span style="font-family: Calibri, serif;">,
no?</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Me
sorprendió tanto que Castelar usara el nombre de pila de “El
Polaco” que tardé un par de segundos en asentir.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¡Un
</span><span style="font-family: Calibri, serif;"><i>'Mercedes'</i></span><span style="font-family: Calibri, serif;">,
“Polaco”! -gritó Castelar, aunque su subalterno ya aparecía
por la misma puerta por la que había desaparecido poco antes con la
llave de mi coche en una mano.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">De nuevo en
la estancia, “El Polaco” recogió el maletín plateado que había
dejado en el suelo y se quedó allí plantado, sin dejarlo junto al
mío.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Vamos
a jugar o no? -inquirí, visiblemente molesto.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Verás,
Jaime... voy a apostar mucho por tu chica... antes de jugar, necesito
saber qué sabe hacer.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Nada pudo
salvar a Castelar de mi puñetazo. Cuando Carolina reaccionó, la
nariz del enorme empresario corrupto estaba crujiendo contra mi puño.
El gordo se tambaleó, pero sin llegar a hacerlo caer mientras “El
Polaco” echaba mano al bolsillo interior de su chaqueta. Por
fortuna para mí, Castelar le indicó por gestos que se quedara
quieto.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Carolina ya
estaba abrazada a mí cuando mi rival recuperó el habla.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Ja...
ja... -se rió tontamente mientras comprobaba con los dedos que su
nariz estaba sangrando abundantemente. Se sacó un pañuelo de
impoluta tela blanca del bolsillo y taponó como pudo la hemorragia
mientras seguía hablando-. Vamos, Vargas... esperaba que lo
entendieras... no puedo jugarme tanto si luego resulta que no hace
nada en la cama.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">No vas a
ponerle un puto dedo encima. -respondí, rodeando a Carol con mi
brazo. </span>
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Miré a mi
alrededor, como valorando las posibles opciones de huida.
Desgraciadamente, los maletines quedaban demasiado lejos de mí, y no
podía irme de allí con las manos vacías.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Vamos,
Jaime, algo que me haga merecer la pena sentarme a jugar. Además,
estoy seguro de que sabes que no vas a ganarme... -dijo Castelar, con
una repulsiva confianza en sí mismo. Se giró hacia Carol-¿Una
mamada? ¿Me mamarías la polla, princesa?</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">No vas a
ponerle un puto dedo encima. -repetí.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Vamos,
Jaime, quiero ver cómo se desenvuelve la putita antes de sentarme a
jugar. ¿Y si se la chupa al polaco? Wôjci<span style="font-family: Calibri, sans-serif;">ę</span>ch...
¿Te gustaría?</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Me
parece un buen plan. -respondió el extranjero con su duro acento
mientras se tocaba la polla sobre los pantalones.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–“<span style="font-family: Calibri, serif;">Polaco”,
si te acercas un paso más, te meto esa pistola que llevas en la
chaqueta por el culo. -repliqué furioso.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Se la
chupo a Vargas. -terció Carolina.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Qué?
-me horroricé- No, Carol, no hace falta.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Cállate.
Si quiere verme chupando una polla te la chupo a ti, Jaime.
-respondió con decisión.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Traté de
asimilar las opciones que quedaban. Finalmente, me tuve que rendir.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Te
parece bien, Castelar? Así la puedes ver en acción.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Bien,
bien... fabuloso... preferiría que me la chupara a mí, pero si no
hay más remedio...</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Carolina se
colocó frente a mí, dándole la espalda a mi contrincante, y me
besó los labios con ternura.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Tranquilo,
todo saldrá bien. -me susurró al oído para relajarme.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Carol se
arrodilló y me bajó la bragueta tras desabrocharme los pantalones.
Mi polla seguía en reposo, pero ese estado no duró demasiado,
aunque tuve que cerrar los ojos e intentar abstraerme de la situación
para centrarme solo en esa lengua que empezaba a pasearse por mi
verga.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Mi chica
comenzó a masturbarme suavemente mientras me lamía los huevos. El
calor y la humedad de su lengua me causaban estremecimientos de
placer. Carol sabía mamarme la polla como ninguna. Me lo había ido
demostrando durante los últimos tres años.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Abrí los
ojos sin querer mirar a Castelar ni al polaco, pero de reojo pude
comprobar que lo observaban todo con gran interés. Wôjci<span style="font-family: Calibri, sans-serif;">ę</span>ch
había dejado la llave de mi coche sobre la mesita y se tocaba la
polla por encima de la ropa, mientras que su jefe se había sentado a
la mesa y miraba los movimientos de Carol con lujuria. La hemorragia
de la nariz se le había cortado pero aún mantenía una sombra
rojiza sobre el labio superior.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Joder,
Vargas... yo creía que los “sudacas” tenían un pito pequeño.
-graznó Castelar.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Intenté no
hacerle caso y seguir centrando mi atención en mi hermosa felatriz,
que había logrado una potente erección en mi entrepierna con sus
sabias caricias. Carolina se embutió mi polla hasta lo más profundo
de su garganta haciendo que un leve gorgoteo brotara de su boca. Los
dos <i>voyeurs </i><span style="font-style: normal;">no perdían
detalle, y soltaban de vez en cuando alguna interjección excitada.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Te
gusta? -musitó Carol con una voz lasciva y cachonda hasta más no
poder. No quería creerlo, pero mi chica se estaba excitando.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Sin
embargo, tanto ella como yo sabíamos que aquella mamada era un
trámite necesario y, que si la partida salía bien, tendríamos
muchas noches para repetirla.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Me
encanta.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Su
lengua trasteaba en mi glande, y sus dedos me acariciaban lentamente
los testículos mientras con la otra mano se aferraba a mi cadera
para apuntalar sus movimientos.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Carolina
se esmeraba, se metía mi tieso ariete hasta la campanilla y me lamía
con desesperación. Noté que su mano había abandonado mis
testículos y la encontré bajo su falda. Carol se masturbaba
mientras me la chupaba. Carol se masturbaba mientras me la chupaba y
dos hijos de puta miraban.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Sus
gemidos y mis jadeos se fueron entrelazando, apagando en mis oídos
la agitada respiración cuasi porcina de Castelar. Mientras se seguía
masturbando, Carol buscó con la otra mano, a través del hueco entre
mis piernas, la quebrada de mis nalgas, haciendo que un escalofrío
me recorriera de punta a punta de mi cuerpo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Con
un dedo acarició mi ano palpitante, al tiempo que su boca redoblaba
el trabajo sobre mi pene. Dejó de masturbarse para pajearme a mí
mientras su lengua se centraba en el glande. Su dedos se internó
unos milímetros en mi ano y yo sentí como si las piernas me fueran
a fallar de un momento a otro.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Carolina
chupando. Mi verga en su boca. Su dedo en mi culo. Castelar mirando.
“El Polaco” igual. Mis jadeos haciéndose cada vez más notorios.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">El
latigazo de mis terminaciones nerviosas me impelió a apretar las
nalgas con el dedo de Carol entre ellas, haciendo que se adentrara un
poco más entre ellas. Viendo el final tan próximo, agarré la
cabeza de la mujer que me chupaba la polla. El pinchazo de placer que
se gestaba en mis pelotas se hizo tan grande que pareció tomar al
asalto todo mi cuerpo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Con
un gruñido sordo, me corrí en la boca de Carolina. Con su mano
haciendo de tope entre mi pubis y sus labios, mi glande tenía hueco
libre en aquella húmeda cueva para esparcir los trallazos de mi
simiente. Carolina aguantó la posición hasta que todo mi semen hubo
salido de mi polla y luego se lo tragó. Me obsequió con un par de
lametones cariñosos en mi frenillo a modo de firma y se levantó.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Castelar
aplaudió socarronamente mientras yo me subía calzoncillos y
pantalones de nuevo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Y
bien? -escupió Carolina girándose hacia aquel cabrón obeso,
poniendo sus brazos en jarra.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Fabuloso,
niñita... voy a disfrutar mucho contigo cuando tu querido argentino
pierda todo -Castelar hizo un gesto a su palmero y este dejó el
maletín que aún llevaba en la mano junto al mío, y luego me señaló
a mí la mesa-. ¿Jugamos?</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Sin
decir una palabra más, me senté frente a él y esperé a que “El
Polaco” repartiera las primeras cartas.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">*****</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Aquí
estamos de nuevo. Castelar, “El Polaco” y yo sentados a la mesa.
Carolina detrás de mí, de pie, observándolo todo. El As de
tréboles, el tres de corazones, el cinco de corazones y el cinco de
picas sobre el tapete. Las fichas de los dos jugadores en el centro,
y aquella ficha roja en mis manos.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;"><span style="font-style: normal;">Solo
una carta podía salvarme si, como pensaba, mi rival tenía su
</span><i>full,pero de todos modos </i><span style="font-style: normal;">lancé
la ficha roja al centro.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Veo
-dije-... con una sola condición.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;"><span style="font-style: normal;">Hice
un gesto con la mano para que Wôjci</span><span style="font-family: Calibri, sans-serif;"><span style="font-style: normal;">ę</span></span><span style="font-style: normal;">ch
no repartiera la última carta aún.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Qué
condición quieres poner, ahora? -rio Castelar, aparentemente
divertido con la situación.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Castelar,
no me fio de ti ni de tu crupier. Quiero barajar las cartas antes de
que “El Polaco” reparta.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Y
crees que lo voy a permitir? ¿Que toques las cartas y que me fie de
ti?</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Castelar.
Tu crupier es un tahúr y tú un jodido tramposo. Lo sé. Por eso no
voy a permitir que él reparta esta carta. Quiero que al menos esta
mano sea algo más justa.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;"><span style="font-style: normal;">Castelar
miró a su crupier y “El Polaco” se encogió de hombros. Estaba
claro que sabía las cartas que llevábamos cada uno. Seguramente, la
siguiente jugada consistiría en sacar un corazón que me diera color
para hacerme creer que la Dama Fortuna volvía a estar de mi parte y
yo me volviera a apostar lo que no tenía. Pero el cabrón sabía que
todo estaba en mi contra. Castelar ya tenía su </span><i>full</i><span style="font-style: normal;">
y a mí solo me valía una sola carta de todo el mazo. Ni con toda la
suerte del mundo ganaría esa partida.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">No
voy a dejar que tú toques las cartas. ¿Te parece si las barajo yo?
-decidió el gordo millonario.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Asentí.
“El Polaco” le pasó el mazo a Castelar y este comenzó a mezclar
las cartas lenta y dificultosamente. Estaba claro que llevaba mucho
tiempo sin hacerlo. Eso jugaba a mi favor. “El Polaco”, en un
principio, trató de seguir la mezcla de su jefe con la mirada, pero
a los pocos segundos agitó la cabeza como dándose por vencido. Era
incapaz de calcular el orden si no era él el que barajaba, lo que me
hacía entender que tenía su propio sistema, muy complejo y
trabajado, para hacer trampas.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Cuando
mi rival pensó que el mazo estaba suficientemente barajado, lo dejó
encima de la mesa.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Corta.
-le dijo al crupier.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Y
una mierda, Castelar. Te he dicho que no me fío de tu crupier. Yo
corto. -repliqué</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Y
yo no me fio de un “sudaca” como tú. No toques las cartas.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">El
gordo se inclinó sobre la mesa, presto a defender la baraja del
ataque de mis dedos.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Pues
a ver cómo lo hacemos. -añadí con una sonrisa.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Castelar
sabía mucho de negocios, de trampas y de póquer. Pero no sabía
mucho de Psicología avanzada y Programación Neurolingüística.
Creería que había sido idea suya, pero desde el primer momento de
la noche, con pequeños gestos, con asociaciones de palabras con
doble sentido que pasarían desapercibidas para cualquier persona,
Carol y yo le habíamos mostrado cuál era la única mano inocente
capaz de solventar una papeleta como esa.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Carolina...
¿Por qué no cortas tú? -dijo, finalmente, mi rival.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Yo?
No... no sé -Mi chica fingía una completa inocencia y temeridad
como si de la más genial de las actrices se tratase-. ¿Por dónde
corto?</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Carolina
se colocó de pie junto a mí mirando el mazo como si no lo hubiera
visto en la vida. Yo rezaba a todos los santos en los que no creía
para que no hubiera perdido de vista la carta que tenía que sacar.
Disimuladamente colocó su mano sobre mi espalda, justo encima de mi
tatuaje del dos de corazones, y me tranquilicé. Obvio. Era la única
carta que Carolina nunca iba a perder de vista.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Por
donde quieras, bonita, corta por donde quieras -dijo Castelar,
impaciente.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Casi
podía escuchar la mente de Carol contando las cartas a toda
velocidad mientras sus dedos descendían por el mazo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Finalmente,
separó la baraja en dos y alejó de Castelar la parte superior.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;"><span style="font-style: normal;">Mostramos
las cartas que llevábamos antes de sacar la última. Castelar casi
se corre de gusto al ver que yo no llevaba más que un as de
corazones y un cuatro que solo me daban un mísero par de ases que no
podían con su </span><i>'full'</i><span style="font-style: normal;">
de cincos-ases.</span></span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Estás
jodido, argentino, saque lo que saque. -se carcajeó.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Saca
carta. -ordené, fingiendo una descorazonadora decepción al ver sus
cartas.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Castelar
palmoteó como un niño en la mañana de reyes, agarró la primera
carta del montón y la puso bocarriba junto a las otras.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¡Un
siete, un siete! -chilló alegre.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Ya
estaba. Fin de juego. El siete no me servía para nada más que para
perderlo todo, Carolina incluida. Todo había resultado ser un
absoluto fracaso.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Esa
era la que se quemaba, Castelar -dijo mi chica, repentinamente seria,
haciéndome recuperar la esperanza perdida.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">El
empresario no cayó en la cuenta de la súbita transformación de
actitud de mi chica. Si lo hubiera hecho, tal vez se habría dado
cuenta de la seguridad que ahora emanaba.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Bueno,
bueno... perdona, pues esta entonces... -se excusó, separando el
siete de diamantes de los otros naipes y extrayendo el siguiente.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Cuando
le dio la vuelta a la carta, el rostro alegre de Castelar se fue
oscureciendo paulatinamente hasta llegar a un momento que parecía un
niño pequeño a punto de llorar. </span>
</div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Sobre
la mesa estaba el dos de corazones.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Castelar
acababa de darme una escalera de color del as al cinco.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Me
levanté como un resorte y abracé a Carolina. “El Polaco” lo
miraba todo con los ojos como platos, incapaz de enhebrar una sola
palabra. Agarré los maletines mientras Castelar profería el berrido
más desesperadamente furioso que jamás había escuchado. Dio varios
golpes a la mesa como un niño en plena rabieta y empezó a tirarse
de los pocos pelos que le quedaban, preso de la más honda furia y la
más brutal desesperación. No estaba acostumbrado a perder.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Me
besé con Carolina sin importarme el momento y la situación. Conté
el dinero pacientemente mientras Castelar hundía la cara en las
manos maldiciendo a todos los Poderes Celestiales. “El Polaco”
callaba, sabiendo que nada que dijese podría animar a su jefe. Lo
mejor que conseguiría sería llevarse él todas las culpas, así que
se alejó de la mesa y se coló por la puerta del fondo mientras
hablaba con alguien por teléfono.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Ciento
sesenta mil euros. No está mal -dije socarronamente-. ¿Nos
apostamos un doble o nada a la carta más alta?</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Vete
a la mierda, argentino. Pírate de aquí antes de que cambie de
opinión -gruñó, con una sombra de voz, sin sacar la cabeza de
entre las manos.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Reí
y salí del almacén junto con mi chica. La noche era completamente
negra en aquel polígono, y aunque débil, la luz del interior del
local era la única iluminación de la que disponíamos, por lo que
en cuanto se cerró la puerta, nos vimos en la más profunda
oscuridad.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">No
me importó. Me besé con Carolina, eufórico, y sabiendo que podría
recuperar todo lo que había ido perdiendo las últimas semanas.
Volvía a estar en la cresta de la ola. Volvimos a contar el dinero
con los dedos, puesto que en plena oscuridad, no se podían
distinguir unos billetes de otros aunque poco a poco nuestro ojos se
habían ido acostumbrando a la falta de luz.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Cuando,
en aquella densa negrura, el repentino resplandor de dos faros nos
iluminó, no estábamos preparados para ello. Pasamos de la ceguera
por falta de luz a la ceguera por exceso de la misma. Las puertas del
coche se abrieron y surgieron de su interior dos figuras que
empezaron a definirse en la confusión de la batalla entre luz y
oscuridad.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Tardé
poco en reconocer el coche y a quienes lo habían conducido. Mi
<i>'Mercedes'</i> había vuelto a mi poder. En un principio no
entendí cómo podían conducir mi coche si, supuestamente, las
llaves las llevaba yo. Claro. Eran falsas. En ningún momento el
cabrón de Castelar había pensado que podía perder la partida y no
se había molestado ni en buscar las llaves verdaderas de mi coche.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Las
dos personas que salieron de su interior eran los dos escoltas de mi
rival. El traje, las gafas de sol y el bulto bajo la americana eran
los mismos que había visto semana tras semana en las partidas de
póquer.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Los
escoltas salieron del coche y lo dejaron con ambas puertas delanteras
abiertas, invitándonos a llevárnoslo. Avanzaron hacia el local sin
casi mirarnos mientras nosotros caminábamos en sentido contrario,
hacia ellos. Sin embargo, cuando pasamos por su lado, sentí que algo
no marchaba bien. Pude respirar la tensión que emanaban sus cuerpos,
y Carolina también lo notó.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Éramos
dos cristianos en un circo romano. Solo que los leones, en lugar de
una boca llena de dientes, llevaban una <i>'Glock'</i> llena de
balas.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Cuando
te diga, corres hacia el coche, arrancas y te piras. -le susurré al
oído a pocos metros del vehículo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Como
única respuesta, Carol me agarró la mano mientras negaba sutilmente
con la cabeza. El camino hacia mi <i>'Mercedes' </i>se me estaba
haciendo eterno. Yo solo deseaba que ella desapareciera de ese lugar
aunque se me llevaran a mí por delante. El caballero andante estaba
dispuesto a un último sacrificio antes de convertirse en carne de
ataúd. Pero parecía que mi chica estaba decidida a compartir mi
suerte, fuera la que fuese.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Casi
podía tocar el coche con la punta de los dedos cuando escuché el
sonido que estaba temiendo. Los chasquidos de dos pistolas
semi-automáticas cargándose.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Paramos
en seco y cerré los ojos esperando lo inevitable. Alguien como
Castelar no iba a permitir que saliera de allí con tanto dinero que
consideraba suyo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">No
me giré, porque sabía lo que me iba a encontrar. Con suerte, dos
pistolas apuntándome. Sin suerte, una apuntándome a mí y otra a la
mujer que me acompañaba y a la que parecía querer estrujarle la
mano de tan fuerte que la estaba agarrando. Allí quedaríamos, dos
cadáveres en un polígono, fruto de algún ajuste de cuentas del
mundo de la noche. Nadie nos relacionaría jamás con Castelar y, si
alguien lo hacía, estuve seguro de que tenía suficientes amigos con
suficiente poder como para que no fuera a más.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Dos
detonaciones de sendos disparos destrozaron el silencio de la noche.
Abrí los ojos sorprendido. Esperaba un dolor abrasador, un paulatino
entumecimiento de mis sentidos, empezando por el tacto y acabando por
la vista. Pero nada de eso pasó. Miré a mi pecho, iluminado por los
faros del coche y no vi ni rastro de sangre. ¿Dos disparos y han
fallado? ¿A tan poca distancia?</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Dos
golpes sordos me obligaron a volverme. Los escoltas de Castelar
yacían en el suelo y una tercera figura armada se acercaba hacia
ellos desde una esquina que aún se mantenía en sombras.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">El
hombre se agachó junto a los escoltas, tomó el pulso de sus cuellos
ensangrentados, recogió las pistolas y se levantó para mirarme.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Finalmente
reconocí ese cuerpo ancho, esas facciones rudas y esa sonrisa
cínica.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¡Mauri!
¡Muchas gracias! ¡No sabría si vendrías! -voceó Carolina,
acercándose a mi exguardia de seguridad para abrazarlo.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">No
ha sido nada. Le tenía ganas a estos cabrones -respondió con su voz
ronca-. Si quieres, Jaime, entro y termino el trabajo con Castelar...</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Abracé
a Mauricio y le dije que no hacía falta. Como pago de sus servicios,
le volví a contratar y le regalé el Mercedes.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Eso
sí, Mauri, me tienes que prometer algo si te contrato... -dije,
antes de que se metiera en el coche.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Dime.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Si
vuelvo a apuntarme a una timba de póquer, me das un derechazo de los
tuyos.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Tras
una sincera carcajada, Mauricio asintió y arrancó el coche.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Así
que vas a dejar el póquer? -me preguntó mi chica ya los dos solos
en nuestro coche.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">Creo
que sí. Mis días de jugador han terminado.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Vas
a ser capaz de dejarlo?</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
–<span style="font-family: Calibri, serif;">¿Te
apuestas algo? -pregunté.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Calibri, serif;">Ambos
sonreímos y volvimos a casa con nuestros maletines.</span></div>
<div style="font-style: normal; margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-50256856306949626392015-08-21T12:03:00.002+02:002015-08-23T11:58:58.119+02:00Fotos de mi puta (6): Mujer con collar de perro<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">2015</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Sonrío y miro por la ventana. Amanece.
Amanece que no es poco. Llevo toda la noche navegando entre fotos de
la mujer más importante de mi vida. Ahora lo sé. Fue, y es, más
importante para mí de lo que fue mi esposa. Amparo fue la parte más
importante de mi vida durante más de diez años, pero Marisa fue mi
vida por completo durante otros diez. Me enciendo un nuevo cigarrillo
y saco del montón de fotos una de las últimas que se ha colado
entre las antiguas. Marisa mira a cámara, sentada en el suelo con su
coñito, pulcramente depilado, expuesto al ojo muerto de la
“Polaroid” mientras un collar de perro rodea su cuello. La
mujer-perra saca la lengua obscenamente, y sus pechos se muestran en
todo su esplendor, firmes y no muy grandes, pero completamente
excitantes.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Tuerzo el gesto mientras trato de
recordar el lugar que le corresponde a esa foto. Pasaron demasiadas
cosas entre esa foto y el punto en que han quedado mis pensamientos,
pero el momento en que supe que algún día le haría una foto como
esa fue justo después de mudarnos a nuestra nueva casa. No
inmortalicé ese preciso momento del collar hasta años después,
pero la frase que Marisa pronunció en los días posteriores a
nuestra mudanza todavía resuena en mi cabeza como la sagrada
revelación de algún dios oscuro y poderoso.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">“¿Tengo que ponerme un collar de
perro y dormir a tus pies para que entiendas que voy a estar cada
noche contigo, aprendiendo lo que me quieras enseñar?”</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">No habría sido necesario, pero lo
hizo.</span></span></div>
<a name='more'></a><span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">*****</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">1986</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Cuando llegamos a Valencia, había
dejado de llover pero la tarde mantenía ese aire gris y húmedo que
lo hacía todo más triste.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Veinticinco minutos después de pisar
el suelo de la estación, nos encontrábamos con mi amigo Juan Benito
en la puerta.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Joder, macho, pensaba que no
llegabas. ¿Se ha retrasado mucho el autobús?</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Un poco -mentí, mirando de reojo a
Marisa, que sonrió divertida y bajó la mirada avergonzada, en un
gesto que, para quien la conociera como yo, hubiera sido muy
esclarecedor.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Afortunadamente, Juan Benito todavía
no conocía a mi muchacha, por lo que no pudo interpretar ese gesto
como que después de bajar del autobús, Marisa, olvidándose de las
maletas, me había llevado casi a rastras hasta los baños, me había
metido en un cubículo y, tras bajarme los pantalones y ponerme la
polla dura como una roca con una estupenda felación, me había
follado como una fiera en el reducido espacio del que disponíamos.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Todo eso había dicho en una simple
mirada.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Sin más, seguimos a Juan Benito con
nuestras maletas (rescatadas cuando el conductor ya iba a llevarlas
directas a la oficina de objetos perdidos) a su coche y nos dirigimos
a nuestra nueva vida en la gran ciudad.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">-----</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Como te dije, un pisazo increíble.
Nueva construcción, ático-dúplex, las mejores calidades.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Juan... -El entusiasmo de mi amigo
en su descripción de la que sería mi nueva casa empezaba a
sobrepasar los límites de mi paciencia. Después del largo y
agotador viaje, y de follarme a Marisa en los baños de la estación,
tan solo quería tumbarme en mi casa y descansar.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Dos habitaciones arriba; dos baños,
uno arriba y otro abajo; cocina americana, que se lleva ahora mucho,
salón comedor espacioso -Juan Benito me ignoraba, supuse que
deliberadamente, mientras continuaba avanzando por el piso inferior,
y señalando a diestro y siniestro.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Juan...</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Tienes todos los muebles y
electrodomésticos y...</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Juan, Juan, Juan, ¡Juan! -grité ya
exasperado.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–¿Qué? -Por fin pareció salir de
su estado de euforia y regresar al mundo de los cuerdos.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Que te pones muy pesado -interrumpió
Marisa, tan alegre y oportunamente que en ningún momento pensé en
reprenderla por la falta de respeto.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Vaya con la niña... la gatita tiene
zarpas, ¿eh? -respondió Juan, levantándole la barbilla con el
índice a Marisa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–¡Miau! -replicó ella, a medio
camino entre el divertimento y la burla.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">De pronto, vi algo en los ojos de Juan
que no me gustó, aunque realmente fue el sentimiento que en mí
despertó esa mirada lo que no me gustó. No eran celos al ver el
deseo nacer en mi amigo. No. Era algo más profundo, más primitivo y
visceral. Era el odio de un macho hacia otro macho que tentaba a su
hembra, y el miedo a perderla. Diez mil años antes, no habría
tenido nada que hacer contra Juan. Él era más joven, más atractivo
a pesar de la incipiente barriga cervecera que estaba criando y,
además, su trabajo en la Universidad y su puesto como asesor de
Cultura en el Ayuntamiento, le habían granjeado un poder adquisitivo
ante el que no podía hacer nada. En resumen, Juan Benito era
superior a mí en todo.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">En añadidura, él no sabía la
relación que me unía con Marisa, y pensaba que únicamente era mi
hija adoptiva, así que, por mucho cariño o respeto que Juan me
tuviera, lo conocía suficiente como para saber que ese tipo de
relación no iba a ser impedimento para que Juan “atacara”. Me lo
veía venir “Me conoces, Marcos, ¿Con quién iba a estar mejor tu
niña que conmigo?”.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">“Con una hiena, Juan, con una hiena”.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Bueno, ¿Dónde os dejo las maletas?</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">La voz de mi amigo me sacó de mi
ensimismamiento. Sin darme cuenta, habíamos subido las escaleras y
nos hallábamos en el piso de arriba. Una ventana en el lateral
iluminaba el extraño rellano que daba entrada al pasillo por el que
se accedía a las habitaciones y el baño.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–¿Eh? ¡Ah, sí! Deja esas que
llevas en la habitación de la derecha, que será la de Marisa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Convivir con Marisa me había conferido
una pequeña suerte de sexto sentido. Era como una pequeña
sensación, un picor en la nuca, un estremecimiento. Sin verla, sin
necesidad siquiera de estar en la misma estancia que ella, podía
intuir y acertar cómo se sentía en ese momento.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Gracias a esa intuición noté que el
aire se tornaba denso, y un escalofrío me recorrió la espalda como
si la temperatura de la habitación hubiese descendido unos grados de
repente. Sabía que aquello pasaría tras esa frase, pero en mi
ensoñación anterior había caído en la cuenta de algo que
cambiaría, para siempre, mi relación con Marisa. Lo que no pude
imaginar en ese momento fue la forma en la que lo haría.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">No necesité mirar a mi alumna para
saber que la había ofendido. La había traído a la ciudad con la
promesa de poder vivir libremente nuestro amor y, a la primera
oportunidad, la había traicionado volviéndola a relegar a un lugar
que no era en mi cama, a mi lado, sino apartada en otra habitación,
como si fuéramos un padre y una hija más.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">-----</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Desde que Juan hubo salido de nuestra
nueva casa, Marisa no había respondido más que con escuetos
monosílabos a todos mis intentos de sacar una conversación. Se
había pasado varias horas en su habitación, organizando su ropa en
el armario en estricto silencio, aunque había mantenido la regla de
ir desnuda que teníamos en la casa del pueblo. Yo mismo también iba
desnudo, pensando que, tal vez, lo tomase como un acto de contrición
que me permitiera hablar con ella. No había sido así.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Tras una cena ligera, en la que todos
mis intentos de dialogar con Marisa habían resultado igual de
infructuosos, la joven había acabado por marcharse a su habitación
con un lacónico “buenas noches”, dejándome a solas con mis
pensamientos.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Ni siquiera en el inquieto silencio de
mi habitación, con el leve murmullo del tráfico de fondo, podía
pensar en otra cosa que no fuera ella. Estaba dando vueltas en la
cama cuando, de repente, como invocada por mis erráticas
divagaciones, el cuerpo de Marisa se dibujó bajo el dintel de la
puerta del cuarto.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Marisa... ¿Qué tal? Justo estaba
pensando en ti y... -Callé sin saber cómo continuar, tal vez
paralizado por la inexpresiva cara que mantenía y que podía
adivinar aún en la penumbra de la noche–¿Te gusta la casa?</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Sin decir nada, la joven se acercó a
mi cama, seria como un fantasma, y se inclinó sobre mi cuerpo. Sin
mediar palabra, se metió mi pene flácido en la boca y su lengua
comenzó a trabajar sobre él.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Marisa... Espera... Quiero hablar
contigo antes.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">La muchacha, sin embargo, hizo caso
omiso a mis palabras mientras mi verga empezaba su perezoso
despertar. No tardó en lograr que apuntara al cielo, tiesa, caliente
y reluciente de su saliva.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Todo mi cuerpo parecía haber perdido
su capacidad de movimiento, como presa de un hechizo mudo invocado
por Marisa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Ma-Marisa... para... por favor.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Ella siguió sin obedecerme y se colocó
a horcajadas sobre mí. Agarró mi polla con una mano y fue bajando
hasta empalarse en mi tranca. Solo un suspiro salió de su cuerpo en
el momento que mi ariete la atravesaba.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Oh, Marisa... yo... yo... -intenté
balbucir algo mientras notaba que el resto de mi cuerpo ya se había
plegado a las acciones de mi alumna.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Los músculos de su coño habían
aprendido durante años las debilidades de mi polla, y en ese momento
estaba explotando todo el potencial de todas y cada una de ellas. Sin
embargo, ni un gemido, ni un suspiro, ni un jadeo en la normalmente
expresiva Marisa. Me estaba follando, sí, pero lo hacía con
resentimiento y negándome lo que más me excitaba, su voz tomada de
placer mientras follábamos.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Para, Marisa -Mi boca escupía
palabras que mi cuerpo era incapaz de ratificar. Mis manos seguían
inertes sobre la cama, inmunes a mi intención de apartarla de mí.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Tras unas cuantas débiles intentonas
de que Marisa se doblegara al poder de mis palabras, no pude más que
abandonarme al intenso placer que su coño me ofrecía. Era un muñeco
inerte, rendido a sus manipulaciones, incapaz de defenderme de las
atenciones de ese cuerpo que tanto me excitaba.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">La muchacha continuaba cabalgándome,
esforzándose por acallar sus gemidos, jadeos y suspiros. Sin
embargo, la humedad de sus entrañas, la erección de sus pezones y
el sudor que comenzaba a cubrirle el cuerpo me daban cuenta del nivel
de excitación al que también ella estaba.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">No tardé en correrme. En cuanto sintió
el río de semen inundando su más gozosa cavidad, Marisa se
desacopló de mí y se marchó a su cuarto sin una sola palabra.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Rendido y tendido quedé en mi cama,
con el cerebro trabajando a galope para intentar desentrañar las
intenciones de la mujer que acababa de follarme reduciendo el acto
sexual a todo lo que yo siempre intenté evitar. Un mero acto
mecánico.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">*****</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Desperté extrañamente descansado. La
noche me había servido para poner en orden todas mis ideas y trazar
un plan para retomar la convivencia con mi alumna. Tenía que hablar
con Marisa antes de que todo aquello terminara por explotarnos en la
cara, si es que no lo había hecho ya y ahora únicamente estaba
comprobando el alcance de la onda expansiva.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Fui a la cocina y me encontré a Marisa
desayunando, desnuda. Mi verga hizo amago de responder a la hermosa
imagen pero me concentré en lo que tenía que decir.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Maris...</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Perdona. Ya te dejo solo -me
interrumpió ella, cogiendo su taza y levantándose de la mesa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Siéntate -ordené viendo cómo
dejaba la taza sobre la bancada y se dirigía a la puerta-. Marisa
¡Siéntate! -repetí casi con violencia, cerrando la puerta para que
no pudiera salir.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Tras mirarme sorprendida unos
instantes, esbozó una sonrisa condescendiente y dijo con tono de
burla:</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Sí, mi señor.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Tomé asiento frente a ella y organicé
mentalmente lo que había estado pensando desde que Juan Benito me
hiciera darme cuenta de lo que estaba haciendo con Marisa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Marisa. En ningún momento pienses
que no te amo. Lo hago, y con locura. Te quiero tanto, que no puedo
dejar que esta relación enferma siga más allá.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Ella parpadeó y agitó la cabeza,
desconcertada.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–No digas nada -continué-. Déjame
explicarme primero. Eras mi alumna, y eres mi hija adoptiva. Por
supuesto que para mí significas más que eso, y nadie va a
entenderlo así más que tú y yo. ¿Por qué quieres estar conmigo?
Yo te diré por qué -dije sin dejarla responder-. Ves en mí al
salvador, la persona que te sacó de un hogar donde no hacías más
que sufrir y te empezó a dar una buena vida. Pero ya no me debes
nada. Nunca me has debido nada.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Es más que eso, yo...</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Calla, por favor. Déjame
explicarme. Al principio creí que la ciudad sería muy diferente al
pueblo, que aquí podríamos vivir nuestro amor sin que nadie pensara
mal de nosotros, pero me he dado cuenta de que no va a cambiar la
percepción de la gente, lo único, tal vez, la forma de percibirlo.
Allí podríamos ser unos depravados, o algo que alguna abuela
relacione con el Diablo. Aquí, simplemente seremos dos personas con
problemas psicológicos. A ti te dirán que tienes complejo de
Electra, a mí, que soy un pedófilo, un abusador, o lo que quieran
decirme. Todos se equivocan, pero no somos nadie para luchar contra
el resto del mundo. Tarde o temprano conseguirían que nos
sintiéramos culpables de esta relación, la presión acabaría
venciéndonos, y cuando llegue el día que te sientas culpable de
quererme, yo me querré morir. Imagino que algo parecido podrías
sentir tú, pero no lo sé. Eres más fuerte que yo, eso lo sé, pero
no quiero ni imaginarme qué pasaría el día que te quieras morir
por mi culpa. No podría con eso.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">No podía mantener a mi joven amante en
mis lascivas redes el resto de mi vida. Se merecía algo más.
Alguien que la amara tanto como yo pero que no pensara en follársela
nada más verla. Alguien que le ofreciese una relación normal, una
vida normal, una convivencia normal.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Pero... -Marisa había asistido
impertérrita a mi discurso, y poco a poco notaba que mis palabras
iban haciendo mella en su persona–Pero podemos seguir escondiendo
lo nuestro. Igual que en el pueblo, solo que aquí.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–No, Marisa. Has crecido. Puede
entenderse que a una niña no le guste salir con niños, pero no que
a una joven no le interesen los hombres. Sería sospechoso. Tienes
que hacer una vida normal y yo no debería ser parte de ella más que
como figura paterna. Además, no quiero obligarte más a tener que
esconder lo que sientes, a que si un chico te empieza a gustar no
puedas salir con él porque estás conmigo y no puedas explicarle el
porqué.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Tras unos segundos de silencio, en los
que la muchacha parecía en dificultades para asimilar todo lo que yo
había dicho, finalmente habló.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Pero puedo llevar una vida normal
fuera de casa y otra aquí. Eso sí puedo hacerlo. Si un chico me
gusta, no serás un obstáculo. Sí un listón muy alto a superar,
pero no un obstáculo -añadió con una sonrisa alegre-. Pero no
quiero separarme un centímetro de ti, Marcos. Me lo has enseñado
todo de mi cuerpo, has sido mi maestro mucho más de lo que te
imaginas, y quiero que lo sigas siendo.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Marisa... esto no es...</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Calla. Yo quiero estar contigo
-añadió, recalcando el “quiero”-. Entiendo lo que dices y que
nuestra relación sea demasiado complicada para defenderla. Tal vez
tengas razón. Pero no tenemos porque acabar así. Siempre serás mi
maestro, mi primer maestro, por muchos chicos que conozca y que
traiga a casa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–No sé si soportaré que traigas
muchachos a casa si por las noches estás conmigo -respondí
divertido.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Si me quieres, lo harás. Porque,
tal y como lo explicas, esta es la única solución para seguir junto
a ti.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Pe-pero... -Ahora me tocó a mí
balbucir mientras asimilaba la idea de Marisa, que de pronto parecía
mucho mejor que todas y cada una de las que habían cruzado por mi
cabeza.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Hagamos un trato, ¿Vale? Una vida
fuera y otra aquí dentro. Fuera soy de la sociedad. Aquí dentro soy
toda tuya.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Marisa, no creo que sepas lo que
estás diciendo.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–¿Tengo que ponerme un collar de
perro y dormir a tus pies para que entiendas que voy a estar cada
noche contigo, aprendiendo lo que me quieras enseñar?</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">La imagen tocó alguna tecla en mi
cerebro. Me sorprendió la dureza que mi polla alcanzó bajo la mesa
en tan pocos segundos. Cuando sentí el pie de Marisa subir por mi
pierna, no pude negarme a su solución. Cuando alcanzó mi polla,
supe que, aunque se pusiera un collar de perro, aunque la paseara
desnuda a cuatro patas por toda la casa llevándola con una correa,
aunque la atara a la cama y le hiciera todas las diabluras que se me
ocurriesen, aunque le hiciese todo eso y más, supe que ella era mi
dueña por el resto de mi vida.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–¿Hay trato? -inquirió la joven aún
masajeándome la polla suavemente con su pie.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Si había alguna voz en mi cerebro que
se negara al plan de Marisa, las dulces caricias de su pie no me
permitían escucharla. Solo oía voces que me animaban, como si en la
guerra entre el ángel y el demonio de mi conciencia, el ángel se
hubiera marchado de vacaciones y el demonio hubiera aprovechado para
hacer una fiesta con cientos de sus congéneres.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Finalmente, yo y mis demonios nos
levantamos y rodeamos la mesa en dirección a Marisa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Hice girar su silla, que rayó el suelo
con las patas, hasta tener a mi alumna de frente, sonriente y
lasciva. Aún sentada, abrió sus piernas enseñándome su sexo
escondido bajo su vello púbico, y la imagen fue suficiente para
terminar de desterrar cualquier reticencia que pudiera haber en mi
cuerpo, si es que aún había alguna que la perversa sensualidad de
Marisa no hubiera desvanecido.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">La besé con pasión mientras la
agarraba por la cintura y la levantaba en vilo. Ella rió excitada y
se dejó caer de espaldas a la mesa, sin cerrar las piernas, entre
las que aguardaba, húmedo y ardiente, el primer plato del día.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Me lancé a su sexo como un hambriento
ante un suculento manjar. Mi lengua buceó en sus entrañas,
arrancándole suspiros y gemidos con sabor amargo y excitante.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–¡Sí, Marcos, sí! -gritó ella,
presa de la cachondez, mientras estrujaba sus pechos reducidos por la
postura. Su sexo rezumaba flujo que caía por mi garganta, y mi
lengua pasaba de la entrada de su vagina a su clítoris con rapidez.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Me detuve a punto de causarle el primer
orgasmo, aunque Marisa no emitió queja alguna. Me miró a los ojos
con los suyos inundados de lujuria y se inclinó para agarrarme de la
polla y dirigirla a su interior.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Por un momento pensé en dejarme caer
sobre ella y follarla salvajemente, pero no estaba seguro de que la
mesa de la cocina aguantara nuestro peso conjunto. Estaba
acostumbrada a soportar poco más que tazas de desayuno y alguna cena
ligera, y dos cuerpos adultos imaginé que serían demasiado para sus
enclenques patas. Esperaba que pudiera resistir solamente uno, el de
Marisa.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">La agarré del culo para ponerlo sobre
el borde de la mesa y embestí con fuerza. El grito de Marisa fue
sorpresa, goce y dolor a partes iguales.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">–Despacito... -rogó, convertida su
voz en un murmullo excitado y excitante.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Cada envite sobre su cuerpo hacía
chirriar las patas de la mesa sobre el suelo y era una rubrica más
en la firma del contrato verbal que habíamos aceptado. Dentro de
casa sería mía y de mis demonios y al cruzar la puerta acabaría el
falso poder que tenía sobre ella. Dentro de casa, mía; fuera de
casa, suya propia. Al contrario que mi polla, que dentro de su cuerpo
era absolutamente propiedad de Marisa, que la masajeaba con todos los
músculos internos de los que podía hacerse cargo, y solamente fuera
de su sexo tenía yo algo de potestad sobre mi propio miembro.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Pero mi potestad empujaba de nuevo
hacia aquel interior cálido una y otra vez, magnificando las
sensaciones de ambos cuerpos.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Mientras Marisa se aferraba con fuerza
del borde de la madera para que mis embestidas no se la llevaran, yo
alcé sus piernas con las manos, colocándolas sobre mis hombros para
permitirme seguir viendo su cara sensual, tomada de placer. Ella no
me miraba. Cerraba los ojos y se abandonaba a las sensaciones de su
coño, mientras, de vez en cuando, profería mi nombre vestido de
gemido.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Las patas de la mesa no dejaban de
arrastrarse con cada golpe, y supuse que mi vecino de abajo empezaría
a cagarse en nuestras muelas, pero poco me importaba. Todo mi mundo
en ese momento llegaba hasta la puerta de mi casa y no más allá, y
se iba concentrando más a cada instante. Con cada gemido de Marisa,
con cada penetración en su sexo, la realidad iba reduciéndose. Era
tan pequeña como la cocina cuando me incliné para meterme su pezón
en la boca, y pocos segundos después, cuando desde lo más profundo
de mis testículos comenzaba a gestarse un orgasmo brutal, la
realidad no era más grande que el coño de mi alumna. Toda mi
existencia quedó concentrada en aquella cavidad ardorosa y anegada
de flujo que estrujaba mi miembro.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Marisa se corrió y su sexo amenazó
con exprimirme hasta la última gota de semen. Todo su interior se
tensó y su sexo abrazó mi polla con la fuerza de una boa
constrictor, como si quisiera succionarme a su interior. En el último
momento, aprovechando el instante de relajación posterior a su
orgasmo, salí de su cuerpo para eyacular encima de ella, manchándole
vientre, pechos y pubis de mi semen.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Sonreí, cansado pero divertido, viendo
mi obra.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: inherit;"><span style="font-size: x-small;">Ahí estaba mi blanca firma sobre el
documento más hermoso que cualquier escriba pudiera haber imaginado
jamás.</span></span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-39006767069395871102015-08-15T02:03:00.002+02:002015-08-15T18:11:56.402+02:00Fotos de mi puta (5): Muchacha en el autobús<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Fotos, fotos, fotos…. Todo es
un maremágnum de instantáneas que me sumerge en un mundo pasado que
no había querido desempolvar hasta hoy. Mi vaso de “Chivas”
vuelve a estar vacío, pero ya me da igual. Estoy inmerso en esta
misión y ni siquiera sé si me dará tiempo a revisar todas las
fotografías antes de marcharme. Son las cinco de la mañana pero no
me importa porque sé que, aun intentándolo, no habría podido
dormir en toda la noche. Los nervios me lo habrían impedido. Así
que, en vez de pelearme con la almohada, he preferido abrir la Caja
De Pandora De Las Fotografías y reflotar todos los recuerdos que me
quedan de mi querida alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Esta foto, de Marisa
masturbándose con un consolador naranja la tomé tres meses después
de que empezase a dormir en mi habitación. Esta, de ella
completamente desnuda en el bosque, siete meses después, en nuestro
viaje al norte de España. El Santo Camino de Santiago nunca fue
menos Santo. Esta fue posterior, de cuando terminó el último curso
de Bachiller ¿Quién iba a decirnos que nuestro tiempo en aquel
poblacho estaba a punto de acabarse? </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una nueva foto azota mi mirada.
Cualquiera diría que es una foto sin más, melancólica incluso. El
rostro de perfil de una mujer, pegado a la ventanilla de un autobús
mientras, tras el cristal, la lluvia cae sobre los campos del fondo.
La mujer mantiene los ojos entrecerrados, y sus dedos junto a la
boca, como si acabase de morderse las uñas. Un poderoso rubor cubre
sus mejillas y una fina película de sudor envuelve su sien.
Obviamente, esa mujer es Marisa. Nadie que viera la foto podría
adivinar que, en el mismo momento que la estaba tomando, con la otra
mano estaba masturbando a la joven hasta el orgasmo. </span></div>
<a name='more'></a><br />
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1986</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No sé, Juancho, ¿No me
puedes dejar unos días que me lo piense?... Bueno… Vale, vale…
en un par de días te llamo y te digo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Quién era, Marcos?
–preguntó Marisa cuando colgué el teléfono.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Juan Benito, un amigo de hace
años. Es profesor en la Universidad de Valencia y me ha ofrecido un
empleo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿En serio? ¿De Catedrático?
–La joven dejó de prestar atención a la “caja tonta” y se
giró ilusionada. Su rostro emanaba candidez e inocencia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Estallé en una sonora
carcajada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, Marisa, no… para eso
hace falta algo más de experiencia. De profesor asociado. Resulta
que ha visto el libro que publiqué hace cuatro años y le ha
gustado, quiere que imparta Lectura Poética… pero no creo que
acepte.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Oh, no? ¿Por qué? –Marisa
parecía sumamente decepcionada–Yo también he leído el libro. Es
precioso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuatro años antes, tras la
muerte de Amparo, sumido en una horrible depresión, volqué todos
mis demonios en unas libretas en blanco que guardaba para cuando la
inspiración tuviera a bien visitarme. El resultado fueron ochenta y
cinco poemas caóticos, oscuros, y profundamente melancólicos que
hacían eco de mi soledad y mi dolor. Unos meses más tarde, tras
darles unos retoques y añadirles algunos otros poemas que escribí
cuando mi mujer aún vivía, se los entregué a un excompañero de
facultad que tenía un buen puesto en una editorial. El resultado fue
“Silencios y Voces y otros poemas de Marcos Solís Regueiro”, un
librillo compuesto por setenta y tres poesías (la Censura aún
imperante prohibió la publicación de algunos de los que los
acompañaban, sobre todo la de los más críticos con el sistema
establecido y los más candentes). El título del libro lo debía al
poema que lo encabezaba, una silva que escribí cuando Amparo estaba
ya en la fase final de su enfermedad. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">También era mi difunta mujer el
motivo por el cual no quería volver a poner un pie en la
Universidad. Allí la conocí, cuando éramos dos jóvenes
estudiantes de Filología en medio de una dictadura que agonizaba.
Allí me enamoré de ella y de sus ideales. Allí la besé por
primera vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La última ocasión que había
estado en la facultad, fue precisamente con motivo de unas charlas
poéticas a las que me invitaron para hablar de aquel dichoso libro,
recién salido de la editorial, alabado por los críticos e ignorado
vilmente, como era de esperar, por las ventas. Esas charlas hubieron
de posponerse media hora porque el ponente, es decir, yo mismo,
estaba llorando a moco tendido en el baño, incapaz de sobreponerse a
esos pasillos por los que tiempo atrás paseaba con Amparo, esas
aulas en las que asistía a clases con Amparo, esos baños en los que
me encerraba con Amparo para follar… Todo en esa dichosa facultad
me recordaba a mi mujer y yo no podía con ello.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No sé, Marisa. No me llama
la idea de volver a la facultad –dije por única contestación. No
iba a abrumar ahora a mi estudiante, a la que poco a poco y en la
intimidad me atrevía a ir llamando “pareja”, con el dolor
guardado por una mujer que no era ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Yo creo que lo harías bien…
Has sido el mejor profesor que he tenido nunca… Y mis amigas dicen
lo mismo ¡Y eso que nos dabas cuatro asignaturas!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me reí aunque dentro me quedaba
un poso de amargura. Era verdad. Durante los últimos tres años,
había sido el profesor de Marisa en Lengua, Latín, Griego e
Historia, pero finalmente ella había acabado B.U.P. y en unos meses
empezaría el C.O.U. Como resultado, yo ya no le daría clases, y eso
me reconcomía. Las horas lectivas no serían lo mismo sin su mirada
atenta y pícara desde la segunda fila, sin sus sonrisas esquivas
cuando nuestras miradas se juntaban, sin su voz melodiosa haciendo
alguna pregunta inoportuna… iba a echar mucho de menos estar en el
aula con ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues por eso… ¿Qué iba a
hacer Violeta sin mí este año? –le dije para incordiar. Su amiga
Violeta había repetido el último curso de B.U.P. y al curso
siguiente volvería a darle las mismas cuatro asignaturas que les
había impartido. Marisa fingió enfurruñarse mientras me miraba de
soslayo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Ahora resulta que te gusta
más Violeta que yo? –bromeó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Nunca, pequeña… sabes que
soy solo tuyo –dije acercándome a ella y abrazándola por la
espalda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues yo no soy solo tuya…
-siguió con la broma ella, cruzándose de brazos mientras yo,
encendido, empezaba a darle besos en el cuello.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Ah, no? ¿Y de quién eres
entonces? –Continué con mi desfile de besos y mis manos comenzaron
a acariciar sus pechos por encima de la ropa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ah -suspiró-. Soy de todos…
no soy solo tuya –Marisa lo decía, siguiendo su rol aunque la
verdad fuera muy distinta. Estaba tan colgada de mí como yo de ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Define todos… ¿Juan? ¿Ha
vuelto Juan a querer algo con mi pequeña diosa morena? –Los besos
saltaban del cuello a la oreja, y notaba cómo mi pequeña estudiante
se removía inquieta de placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ufff… Mmm… no me beses
así… me pone demasiado –se quejó Marisa, antes de responder a
mi pregunta-. Juan es un pichafloja y un niñato… después de
probarte a ti ya no tiene nada que hacer –musitó, mientras se
giraba para darme un beso desenfrenado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Le saqué la escueta camiseta
veraniega que portaba. Me costó un poco al ser tan ajustada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Uff… creo que voy a poner
una nueva regla, te voy a impedir llevar ropa tan difícil de quitar
en casa… o mejor… te voy a impedir llevar cualquier tipo de ropa
en casa. Te quiero desnuda y dispuesta siempre para mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La idea, surgida de la mente
calenturienta de mi “yo” más excitado pareció agradar a Marisa.
Su respuesta fue agarrarme la cara y redoblar la intensidad de su
lúbrico beso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">A su camiseta le siguieron la
minifalda, el sostén y las braguitas. No quise que se quitase las
medias todavía. Siempre que estuvieran limpias, Marisa prefería
llevar sus medias del uniforme del colegio antes que los pantis que
tanto<i> boom</i> estaban teniendo, algo que me encantaba porque los
pantis eran un incordio de quitar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Empujé a Marisa de nuevo sobre
el sofá, y ella se dejó caer con el rostro arrebolado por la
excitación. Físicamente no había cambiado demasiado en los últimos
dos años, desde que vivía conmigo. Quizás sus curvas se habían
terminado por definir hasta mostrarme toda la voluptuosidad de una
mujer adulta. Joven aún, pero ya adulta. Seguía con ese encanto
adolescente que jamás en su vida terminaría por perder, pero
rezumaba una femineidad completa por todos sus poros.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me miraba con el deseo
impregnado en los ojos, y me moría de ganas de plasmarla en ese
estado en una de mis fotos, pero mis ganas de follármela eran
superiores. Me desvestí en tiempo récord y me lancé sobre ella.
Hundí mi cara entre sus muslos y ella gimió al primer contacto de
mi lengua sobre su coñito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Me vas a decir de quién
eres entonces? –pregunté de nuevo, mientras ella trataba de
mantener la cordura en medio del cunnilingus.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ah… no… Yo… ah…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sustituí la boca por los dedos
y a Marisa le encantó el cambio. El aumento en la cadencia y volumen
de sus gemiditos lo atestiguaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dímelo –Repetí mientras
mis dedos en su interior buscaban aquel punto que la hacía perder la
consciencia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Oh, Dios, no…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mis dedos continuaban con ese
movimiento curvo, entrando y saliendo al tiempo que atacaban su punto
G. Añadí su clítoris como objetivo de mi ofensiva, teniendo que
usar ambas manos. Marisa se retorcía de placer y mi polla estaba
rogando por entrar en su cuerpo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me incorporé junto al sofá y
la orienté de nuevo hacia mí para poder penetrarla sin miramientos.
Aunque no era la posición más cómoda para ella, era la que mejor
acceso me permitía a su coñito sin tener que dejar de mirarla a los
ojos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La agarré de los tobillos y la
abrí de piernas. El vello que cubría su sexo estaba perlado de
flujo. Sin soltarla, acerqué mi polla a su coño y ella misma la
encauzó a la entrada de su vagina. La primera embestida le arrancó
un grito de éxtasis. La segunda, una corriente de placer que
contrajo sus músculos, dándole una cálida y apretada bienvenida a
la verga que alojaba en su interior.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿De quién eres? –gruñía
yo, sin soltarle los tobillos, ayudándome en ello para hacer más
profundos los envites.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dios… Yo soy… yo no soy
de… ah…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa estaba a punto de
correrse, y todo su cuerpo me lo estaba diciendo. Pero no quería que
lo hiciera. Al menos, no todavía. Una embestida algo más potente la
dejó atrapada entre mi cuerpo y el respaldo del sofá, con el cuello
haciendo un casi imposible ángulo en él.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dime de quién eres –escupí,
negándole cruelmente su clímax.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tuya… tuya… soy toda
tuya, Marcos… -respondió desesperada, buscando ella misma el
último empujón hacia su orgasmo con las caderas, sin conseguirlo
por culpa de la “llave” de la que era presa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿De quién?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tuya, por Dios, Marcos, deja
que me corra.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sonriendo con satisfacción,
reanudé mis empellones sobre Marisa hasta que, menos de veinte
segundos después, estallaba en un orgasmo que le tensó todos los
músculos de su cuerpo, notorios sobre todo en sus muslos, aun
cubiertos por las medias.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras recuperarse de su éxtasis
divino, la joven me obsequió con una suculenta felación que
exprimió hasta la última gota de semen de mis testículos. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos minutos de reposo en
el sofá, Marisa hizo amago de coger su ropa del suelo pero se lo
impedí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te he dicho que no te voy a
permitir llevar esa ropa en casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Divertida por la propuesta,
Marisa soltó las prendas y se volvió a arrebujar en el sofá junto
a mí. No tardó en quedarse dormida, con la cabeza sobre mi muslo,
casi rozando mi polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su rostro era la viva imagen de
la candidez cuando dormía, parecía ajena a este mundo, como un
ángel caído del cielo que intentase hacerse pasar por humano. Con
suavidad, acaricié su mejilla y, aún dormida, sonrió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">¡Dios, cómo iba a echar de
menos tenerla en clase!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vamos, Padre Jorge, no creo
que sea tan difícil. Marisa va a coger Humanidades, y esa es
precisamente mi especialidad. No le pido que me dé cuatro
asignaturas, con una o dos me bastaría, y no tendría que dejar
B.U.P. Podría seguir dando clase a primero y tercero.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sentados a la mesa del rincón
de uno de los bares del pueblo, mientras Marisa y sus amigas
charlaban fuera sentadas sobre un banco, yo trataba de convencer al
director del centro de que me permitiese dar clases a los alumnos del
Curso de Orientación Universitaria.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos… sabes que no es
posible… no vamos a variar todo el cuadro de profesores solo para
que estés dándole clases a tu hij… a Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El Padre Jorge, un adusto cura
que parecía extraído de un poema de Machado, tenía la voz que
cabía esperar de su cuerpo enjuto y su rostro severo. Tenía una voz
rasposa, grave, monótona, más apta para dar misas que para dar
clases, pero el cura había demostrado tener el carácter y la
paciencia para dirigir un instituto como el nuestro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Además… no deberías estar
tan encima de ella siempre. Porque no es tu hija de verdad –Me
pareció notar cierto reproche en las palabras del cura-. ¿Te
molesta si…? –dijo, sacándose un pitillo del bolsillo de su
sotana.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, adelante… ¿Pero a qué
se refiere usted con lo de que no es mi hija de verdad? ¿Qué más
da eso?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Nada, Marcos, nada…
habladurías del pueblo. Se dice que no es lo mismo el amor que puede
sentir un padre hacia su hija que el que puede sentir un hombre a una
mujer menor que no es su hija. Más aún cuando ambos están tan
solos…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdone, Padre. ¿Acaso está
insinuando que yo…?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Oh, no, no, no -se excusó el
cura-… Por supuesto que yo no opino eso, pero ya sabes… la gente
es lenguaraz y comenta cosas… y modificar los horarios para que
puedas estar con Marisa podría verse de una forma diferente para
algunas personas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya… -Me removí inquieto en
el asiento. Así que por las callejas del pueblo ya danzaban los
cuchicheos sobre Marisa y yo. La verdad es que una muchacha que no
parecía mostrar ningún interés por los chicos de su edad viviendo
en la casa de un joven viudo, visto desde la perspectiva correcta,
podía parecer exactamente lo que era.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El Padre Jorge ya se había
encendido su cigarrillo y su cara se iba emborronando de vez en
cuando al exhalar el humo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero entonces, Padre Jorge…
también podríamos intercambiarnos las clases de Lengua. Yo en E.G.B
y usted en B.U.P. –dije, con una sonrisa maléfica en el rostro.
Desde que Marisa vivía conmigo, había ido notando una vena
impulsiva que tomaba de vez en cuando el control de mi boca. Como un
pequeño demonio aletargado que fuera alimentándose de la inocencia
o de la sensualidad de mi alumna, ganando más y más poder.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El sacerdote dio un respingo y
me miró como si viera al mismo Diablo. Un Diablo que entraba en su
mente y leía sus pensamientos más oscuros. Los rumores volaban en
el pueblo. Una mirada, un gesto, un segundo de diferencia eran
suficientes como para que alguien pensase “¿Y si...?”.
Obviamente, casi siempre eran rumores que poco o nada tenían que ver
con la verdad, pero que a un cura siquiera se le pudiera llegar a
relacionar con ciertas “apetencias” era algo muy grave que en mi
vida habría osado insinuar. Pero mi demonio interior no tenía las
mismas barreras que yo. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué…?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya sabe, Padre. La gente es
lenguaraz y comenta cosas…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La situación se acababa de
volver divertida. El Padre Jorge, pálido como la luna, trataba de
balbucir algo mientras yo sonreía y me encendía un cigarrillo. Por
supuesto que no pensaba darle clases a los niños de E.G.B. Estaba
muy a gusto con los adolescentes que, aunque rebeldes a veces,
poseían cierta madurez y estaban más educados que los impúberes
monstruitos de la General Básica.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No se preocupe, Padre. Era
broma. No voy a dar clases en E.G.B. –dije al fin, levantándome de
mi asiento y saliendo hacia casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué ha pasado, Marcos? Has
desaparecido del bar. Ha tenido que ser Antonio el que me dijo que te
habías ido a casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se había ido
desvistiendo tras cerrar la puerta a medida que hablaba. Hacía solo
tres días que se había impuesto el nudismo en casa, pero ella lo
había acatado desde el primer momento. A mí aún había veces que
se me olvidaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Eh! ¡No vale! ¡Estás
vestido! –se quejó la joven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya, ya… no he tenido tiempo
de desnudarme. Estaba hablando por teléfono.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Con quién? –inquirió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Con Juan Benito, mi amigo de
la Universidad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y…? –El rostro se le
iluminó a mi pequeña amante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sonreí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Nos vamos a vivir a Valencia.
Nos alquila un piso. Tendré que dar la asignatura a tres grupos,
pero...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El grito de Marisa me asustó en
un principio. Corrió hacia mí y se lanzó a mis brazos con tanta
fuerza que me tiró al suelo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La sorpresa me inmovilizó
durante algunos segundos. No sabía las ganas que tenía realmente
Marisa de salir de aquel pueblo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aún estaba en mi particular
shock cuando la joven comenzó a maniobrar mi bragueta para sacarme
la polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En menos de un minuto, me estaba
follando con pasión.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Espera, espera, espera… ¡La
maleta roja!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa entró de nuevo a casa y
cogió la maleta que hacía número cinco. Eso solamente hablando de
sus maletas; a mí me había bastado con un par y de un tamaño
mucho menos gigantesco. A pesar de ser pleno verano, la tarde había
encapotado el cielo y un aire fresco nos había obligado a llevarnos
puestas unas finas chaquetas de entretiempo para huir del frío.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vamos, Marisa… vamos a
perder el autobús –decía yo mientras avanzábamos por las
intrincadas callejas del pueblo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Aún queda mucho rato. No
llega hasta dentro de media hora… No sé por qué tanta prisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Porque eres muy lenta –reí,
arrastrando tras de mí las dos maletas con ruedas “Rodelle” que
había tenido que comprar para la ocasión, mientras otras dos
maletas colgaban de mis hombros-. ¿Qué llevas aquí? ¿Piedras?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Quejica… -Marisa sonrió y
frunció los labios, dibujando un mohín divertido-. ¿Ves? ¡Aún ni
ha llegado! –dijo cuando salimos a la Plaza Mayor del pueblo, que
parecía desierta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No tardará en llegar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa dejó caer sus maletas
frente a un banco de madera y se abalanzó a mi brazo para mirar la
hora que marcaba mi reloj.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Faltan más de diez
minutos! ¿Ahora qué hacemos mientras esperamos?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me miraba con un gesto
alegre y juguetón que me empezaba a excitar. Obviamente, no había
tiempo de nada. O casi.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me acerqué a ella y le susurré
algo en el oído. Ella me miró como si estuviera loco y luego sonrió
de forma traviesa. Miró hacia atrás y salió trotando hacia el
único bar de la plaza, con su faldita amplia revoloteando alrededor
de sus esbeltas piernas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando Marisa salió del bar, el
autobús ya estaba girando la esquina. El conductor bajó para
abrirnos el portón del compartimento para maletas, que casi llenamos
con nuestro equipaje. Afortunadamente, no mucha gente usaba esa
línea.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Por qué has tardado tanto?
–pregunté, aunque la muchacha no dio más que la callada por
respuesta,</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Nos sentamos en una de las
últimas filas, nos quitamos las chaquetas y las dejamos sobre
nuestros regazos. Marisa parecía nerviosa e ilusionada a la vez. Le
acaricié el rostro con el dorso de uno de mis dedos y tembló
inquieta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Has hecho lo que te he
dicho? –pregunté.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sabes que no sé decirte que
no a nada. Claro que lo he hecho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Buena chica</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La besé en la mejilla. El
enorme vehículo avanzaba con dificultad entre las sinuosas
callejuelas que nos llevarían a la carretera principal y, de ahí,
en un viaje lleno de curvas y traqueteos, a una nueva y excitante
vida en la gran ciudad. Pero aún seguíamos en el pueblo y aunque ya
me importaba muy poco lo que pensaran esos paletos cotillas y
malpensados, no quería que mis antiguos alumnos tuvieran la certeza
de que estaba follándome a mi hija adoptiva. Prefería que siguieran
teniéndome en alta estima. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pensé de pronto que tal vez sí
que me importaba algo lo que pensaran. Había pasado demasiado tiempo
en ese pueblo como para que no me hubiera calado algo de aquella
forma de aparentar más que de ser.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa abrió las piernas bajo
su chaqueta, pero la ignoré por completo con una sonrisa. No, no
íbamos a empezar ya.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Saqué la cámara de fotos del
único petate que había subido conmigo al autobús, y que ahora
reposaba en la bandeja sobre nuestras cabezas. A medida que nos
íbamos alejando del pueblo, tomaba fotos de la sonriente pero
expectante Marisa y del paisaje vespertino que se veía al otro lado
del cristal. Tras tomar una última foto a través de la luna trasera
del autocar, en la que se veía el pueblo en el que había vivido los
últimos cuatro años reducido a unas manchitas blancas y marrones
perdidas entre la simetría irregular de los campos colindantes,
volví a mi asiento y, sin más, colé mi mano bajo el abrigo que
calentaba las rodillas de mi alumna. Marisa me miró con una sonrisa
y respondió abriendo de nuevo sus piernas y arremangándose
ligeramente la falda, hasta que esta subió de sus rodillas. Me
sorprendió la facilidad con que la joven se plegaba a mis deseos sin
discusión.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las chaquetas ocultaban el
movimiento de mi mano y solo alguien que estuviera observándonos
fijamente durante largo tiempo hubiera adivinado qué era lo que
estaba haciendo. Afortunadamente, solo una pareja de ancianos en las
primeras filas y un tipo fornido y avejentado, seguramente un
jornalero que debía acudir a la capital, nos acompañaban en nuestro
viaje, además del conductor, y ninguno de todos parecía demasiado
interesado en nada que no fuera el largo camino de dos horas que nos
quedaba por delante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En esos primeros instantes, me
conformaba con acariciar el muslo de mi alumna, acercándome
suavemente a su coñito y alejándome antes de tomar contacto con él,
a pesar de que Marisa abría sus piernas todo lo que le dejaba el
exiguo espacio del que disponía, empujando mi pierna con la suya,
deseando un avance mayor y más directo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sus manos reposaban sobre los
abrigos, engarfiándose en ellos con nerviosismo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Dónde las has dejado? –le
pregunté sin mirarla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh? –La joven pareció,
por un instante, confusa. Pero cuando mis dedos comenzaron a
acariciarle suavemente sus labios vaginales y, súbitamente, se
alejaron negándole el placer que apenas empezaba, respondió-.
A-aquí, en la chaqueta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Echó mano a su abrigo pero la
detuve. Con parsimonia, y con la misma mano que había comenzado a
acariciarle, hurgué en el bolsillo de su chaquetita</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Extraje las braguitas del
bolsillo y, ocultas en el interior de mi mano, hechas una diminuta
pelotita de tela arrugada, me las acerqué al rostro para olerlas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marrano –me susurró ella,
fingiendo vergüenza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Yo? –Guardé las
braguitas en el bolsillo de mis pantalones y devolví mi mano a su
muslo-. Eres tú la que no lleva bragas –le espeté al oído,
mientras mi mano avanzaba lentamente por la cara interna de su pierna
hasta un calor que se hacía cada vez más evidente-. Te has subido a
un autobús sin braguitas, deseando que tu profesor te meta mano –esa
misma mano llegó a su destino, un coñito joven y hambriento que se
humedecía sin cesar-. ¿Y qué crees que va a pasar ahora? –Los
dedos empezaban su trabajo, subiendo y bajando por la tierna
hendidura, mojándose más a cada segundo, mientras Marisa cerraba
los ojos y se abandonaba a mis palabras y caricias– Yo te voy a
decir lo que va a pasar…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ah… -Marisa soltó un
gemidito cuando uno de mis dedos se coló en su anegado chochito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Va a pasar que te voy a
masturbar -La respiración de Marisa se aceleraba cada vez más,
aunque ella se esforzaba lo posible en no gemir para no ser
descubierta-. Voy a hacer que te corras aquí, delante de estos
desconocidos. Y si nos descubren...</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Por dios... –Los senos de
Marisa iban y venían bajo su camiseta, sus mejillas parecían de un
color rojo fuego pero ella seguía sin abrir los ojos ni cerrar lo
más mínimo sus piernas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Si nos descubren me va a dar
igual, voy a seguir pajeándote hasta que te corras como una cerda
para que todos vean qué puta te has vuelto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No me reconocía. Era cierto
que, durante toda la relación, había sido yo el que había llevado
siempre la voz cantante y Marisa la que obedecía en todo, casi todo
lo contrario que había pasado durante mi matrimonio con Amparo. Pero
siempre lo había hecho desde una perspectiva de práctica devoción
absoluta hacia el cuerpo de mi joven amante. En ese momento, no
obstante, me encontraba susurrándole obscenidades al oído,
degradándola con apelativos como “puta” y “cerda” mientras
dos dedos míos se colaban hasta lo más profundo de su sexo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dios mío… -A Marisa no
parecían desagradarle ni la situación ni mis palabras. Sus gemidos
ahogados, su respiración acelerada, su cara convertida en un poema a
la cachondez y el resto de su cuerpo así lo atestiguaban.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su mano abandonó el abrigo para
posarse sobre mi paquete. Aunque mi polla era pura roca, y el simple
tacto de sus dedos a través de la tela de mis vaqueros me arrancó
un escalofrío de placer, la detuve.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El olor de su coño era cada vez
más notable, y no podía dejar que, además, se le sumara el olor de
mi semen amén de las manchas que me delatarían cuando bajáramos.
No, en ese viaje solo Marisa llegaría al orgasmo. A menos que los
abuelitos de la primera fila tuvieran una sorprendente vida secreta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La joven se removió en un
preludio de lo que consideré que iba a ser su orgasmo, lo que
coincidió con la primera parada del autobús después de la de
nuestro pueblo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Saqué mi mano de debajo de su
falda y Marisa me miró como si quisiera fulminarme. Yo simplemente
sonreí mientras los abuelitos descendían del autobús y subían
ocho personas más que fueron tomando sus respectivos asientos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tres de ellas avanzaron hasta
las últimas filas donde estábamos nosotros. Abracé a Marisa con la
misma mano que segundos antes estaba en su coño y la atraje más
hacia mí, para que apoyara su rostro contra mi hombro. Cuando el
hombre que se sentó dos filas detrás de nosotros pasó por nuestro
lado, no parecíamos más que un padre con su hija a punto de
dormirse sobre él. Nada más lejos de la realidad. Por encima del
hombro de Marisa, mi mano se posó sobre uno de sus pechos y lo
amasaba con suavidad, mientras la joven movía casi
imperceptiblemente sus caderas en círculo, como buscando una polla
que tomara hueco en su interior y que, de momento, no llegaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El hombre saludó con un leve
gesto de cabeza y se sentó justo dos asientos detrás de mi pareja.
Otro joven se sentó en la fila siguiente a la nuestra, pero al otro
lado del pasillo, y tres filas delante de mí una mujer tomó
asiento. En la parte delantera, una familia con dos niños y otro
anciano también se preparaban para el viaje.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El autocar arrancó de nuevo y
yo seguía amasando la teta de Marisa, esperando que bajara un poco
su nivel de excitación para continuar el juego. Ella, sin embargo,
parecía con más prisa, porque abandonó mi abrazo para apoyarse
sobre el cristal de la ventana mientras abría las piernas de nuevo,
invitándome a proseguir mis lascivos toqueteos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin apresurarme, dejé caer mi
brazo sobre los abrigos mientras miraba disimuladamente por el
pasillo. Mi propia ansia me impelía a otorgarle a Marisa su orgasmo
ya, pero mi recién descubierto espíritu de dominación era más
fuerte y me hacía avanzar con desesperante lentitud. Desesperante
para Marisa y desesperante también para esa parte de mí más
primitiva e impulsiva que, notaba, poco a poco me iba abandonando.
Quizá se había quedado en el pueblo, sentada en la parada, mirando
a uno y otro lado esperando que llegasen Marisa y el autobús, sin
saber que su tiempo había acabado y que en Valencia no habría lugar
para ella, que su hueco lo ocupaba ahora la sensación de dominación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Introduje de nuevo el brazo bajo
los abrigos. La falda continuaba arremangada hasta llegar a poco
menos de medio muslo, lo que me garantizaba de nuevo acceso fácil a
su sexo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Al primer contacto de mi dedo
sobre sus sensibles labios, Marisa no pudo reprimir un gemidito de
placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El joven de la fila anterior a
la nuestra se giró al escucharlo. Reaccioné más rápidamente de lo
que puedo contar y coloqué mi mano libre sobre la frente de Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Te encuentras bien? Parece
que tengas un poco de fiebre -No necesité hablar muy alto. Cuando
era joven, había participado en muchas obras de teatro con Amparo, y
había aprendido ciertos trucos para proyectar la voz. Había perdido
mucha práctica, pero recordaba lo suficiente como para que el chaval
me escuchase con nitidez y nadie más del autocar se percatara de la
escena.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, me encuentro muy
caliente... -balbució ella, con una sonrisa de medio lado y un
hilillo de voz mientras mi otra mano seguía su delicado y lascivo
juego sobre su coñito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El joven desvió su mirada de
nuevo al lluvioso paisaje que aparecía tras su ventana y yo desvié
asimismo mis atenciones de nuevo hacia el sexo de la joven que me
acompañaba. Dos dedos se colaron de golpe en su interior y Marisa
dio un respingo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Siéntate más adelante,
recuéstate mejor a ver si se te pasa -susurré yo, más por seguir
el juego que porque nadie nos estuviera escuchando.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En aquel momento hubiera dado un
brazo para que el autocar fuera más moderno y los asientos se
pudieran reclinar, pero no era el caso y únicamente podía hacer que
Marisa se sentara en el extremo justo del asiento para dejarme un
acceso total a sus entrañas. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cerciorándome de que nadie nos
estuviera viendo, colé la otra mano bajo su blusa y apresé uno de
sus jóvenes pechos. El pezón parecía querer arañarme la piel bajo
la tela de su sostén. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Redoblé los esfuerzos de la
mano que la pajeaba. Cualquier oído atento podría haber escuchado
el lúbrico chapoteo de unos dedos entrando y saliendo de un coño,
pero nadie parecía querer escuchar más allá de los ruidos del
autobús, de la lluvia en los cristales y de sus propias
conversaciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa lamía y chupaba sus
dedos a falta de cualquier otro material que pudiera calmar o apagar
sus gemidos. Podía notar su corazón encabritado en su pecho, y su
coño latiendo alrededor de mis dedos. Sin dejar de masturbarla,
saqué la mano de su blusa y agarré la cámara sin que ella se diera
cuenta. Marisa era en ese instante un cuerpo incendiado cuyos cinco
sentidos estaban concentrados en su coño. Los ojos cerrados, dos
dedos apretados entre los dientes, la respiración ardiendo y
enloquecida, las piernas comenzando a temblar, su garganta apagando
gemidos como un único bombero apagaría un incendio forestal y de
pronto... un fogonazo inundó el autobús. Rodeada de luz y placer,
Marisa se tensó en un orgasmo intenso pero casi silencioso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El repentino sonido del flash y
el posterior de la cámara habían solapado el débil gemido ahogado
de Marisa al correrse. También hicieron despertar del cansino
letargo del no menos cansino viaje a algunos de nuestros compañeros
más cercanos, que se giraron únicamente para ver cómo un padre
orgulloso mostraba a su hija una foto en la que la había cogido
desprevenida. Nadie que nos hubiera visto ni nadie que viera la foto
más tarde hubiera podido ver más allá de las facciones suaves de
Marisa, del marco de la lluvia a su alrededor, del brillo del cristal
y de los avejentados detalles del autobús. Nadie hubiera podido
adivinar que había capturado la instantánea de un orgasmo.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-26794278398793889982015-08-07T16:44:00.001+02:002015-08-07T20:24:36.802+02:00Fotos de mi puta (4): Joven desnuda y con miedo<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Doy la vuelta a la siguiente
foto nada más verla para alejarla de mi vista, su simple visión me
causa una punzada de dolor profundo en las entrañas. Es increíble
cómo, después de tantos años, aquellas imágenes de la vieja
“Polaroid” son capaces de removerme tantos sentimientos y tan de
golpe. Le doy un largo trago a mi “Chivas” antes de proseguir con
mi intención de revisar todas y cada una de las fotografías para
desenmarañar los recuerdos que durante tanto tiempo he mantenido en
mi cabeza, ocultos pero latentes. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Miento si digo que llevo veinte
años sin pensar en Marisa, puesto que lo he ido haciendo casi a
diario durante las dos últimas décadas. Pero la impresión que me
causan las instantáneas, y la cantidad de detalles que son capaces
de hacerme evocar, empiezan a ser agobiantes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aún siento los mismos
remordimientos e incluso las mismas dudas que sentía en aquellos
momentos con el mero acto de revisar las fotos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tomo aire antes de girar de
nuevo la fotografía que todavía sostengo entre mis manos, como
intentando recabar todo el valor posible para enfrentarme de nuevo a
ella y a los recuerdos de, posiblemente, la peor noche de mi vida
junto a Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Trago saliva y vuelvo
mentalmente a aquella noche en la que mi alumna me hizo entender que
había empezado un viaje que no terminaría nunca. En la foto, una
Marisa seria y con el rastro de una lágrima seca en su mejilla mira
a cámara con una mezcla de odio y temor mientras, desnuda, se abraza
a sus rodillas protegiéndose del dolor que alguien le ha causado.
Alguien que era yo. El pelo le cubre parte de la cara y la cámara
saca un diabólico reflejo rojo en el único ojo que muestra. Es la
pura imagen de la furia y del miedo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me estremezco mientras mis
recuerdos me llevan nuevamente treinta años atrás.</span><br />
<a name='more'></a></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1985</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, me has decepcionado.
Este examen es una birria. Creía que habías estudiado bien.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras toda la tarde corrigiendo
los exámenes finales de mis alumnos en mi habitación, entré en el
salón-comedor con el examen de Marisa en la mano. Era cierto. Las
respuestas de Marisa estaban plagadas de inexactitudes, falta de
esfuerzo y, lo que más me enfadaba y sorprendía a la vez, faltas de
ortografía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué? </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi alumna estaba poniendo la
mesa, ya preparándose para cenar, y, al volver la cabeza hacia mí,
la melena le tapó la mitad del rostro, dándole un aspecto
perturbador por infantil y lúgubre al mismo tiempo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ah! ¿El de Lengua, verdad?
–dijo-. Sí, no me salió del todo bien –confesó, colocándose
el pelo con un leve gesto de mano, haciendo gala de una seguridad y
una femineidad que le sumaron varios años a su aspecto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y? ¿Eso es todo? ¿Esa es
tu defensa?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bueno, Marcos, no voy a
llorar. Ponme un cinco, por favor, y el año que viene te prometo que
me esfuerzo para sacar un notable mínimo. ¿Vale?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La actitud de Marisa me impactó.
Era la primera vez que trataba de sacar ventaja de forma tan
descarada de su situación de “hija adoptiva” del profesor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te voy a suspender, Marisa.
Recuperarás en septiembre. –repliqué.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cómo? P-pero en septiembre
no corriges tú los exámenes…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te debería dar lo mismo. No
te iba a aprobar si no estudias.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Marcos! ¡No me hagas
estudiar durante el verano! ¡No quiero!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Haber hecho mejor el examen…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa tembló. Casi podía ver
los engranajes corriendo a toda velocidad dentro de su cabecita. De
pronto, pareció encontrar una salida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me miró fijamente y avanzó
hacia mí con cierta sensualidad torpe. Sacó pecho haciendo que sus
tetitas firmes se hicieran notar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Venga, Marcos… estoy seguro
que algo podré hacer para que me apruebes…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Escuchar el deliberado tono
sexual de su voz me arrancó un escalofrío de excitación. Tuve
claro que no podría terminar sobreponiéndome si la dejaba
continuar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Estate quieta, Marisa. No
estoy para juegos –le respondí, imprimiéndole a mi voz todo el
matiz de seriedad del que era capaz en ese momento en que mi verga
comenzaba a pugnar por el control de mi cuerpo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Vamos, señor profesor…
seguro que puedo subir unas décimas de nota con un trabajo oral…
¿Verdad? –dijo, arrodillándose ante mí y comenzando a maniobrar
con el botón de mis tejanos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Estate quieta, Marisa
–repetí-. No sigas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin embargo, no conseguía que
mi cuerpo respondiese igual que mi boca. Seguía allí plantado, con
el examen suspendido en la mano derecha y mirando cómo mi alumna
extraía con suavidad mi polla a medio camino de la erección. Sin
embargo, la actitud de Marisa y su descarado intento por dominarme a
través de los instintos con el agravante de su seguridad por
lograrlo, me enfurecían hasta más no poder. Que pensara que sería
una simple marioneta en sus manos solamente por lo que ella guardaba
para mí entre sus piernas era un insulto a mi persona. Mi ética
personal pudiera ser que llevase mucho tiempo trastocada por Marisa,
pero en ningún momento había tratado de influir en mi ética
profesional de ese modo. Que pensase que iba a ser tan fácil
doblegarme decía mucho de la imagen que mi alumna tenía de mí, y
nada bueno. Una imagen que, error tras error, había ido
proporcionándole yo mismo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Creo que su amiguito me
quiere poner un cinco, señor profesor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Para, Marisa –A medida que
mi polla iba ganando dureza en sus manos, también crecía mi rabia.
Una rabia oscura y visceral, que me iba subiendo por la garganta-.
Para.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿O tal vez un seis?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa abrió la boca y sus
labios rozaron mi glande. Sin embargo, mi ira agriaba el placer que
me causaba, hasta que un fuego devastador, con más parte de bilis
que de semen, tomó el control que había perdido de mis brazos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Que pares te he dicho! </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con la mano izquierda tomé la
cabeza de la joven y la alejé con fuerza. Desequilibrada por el
empujón, Marisa cayó hacia atrás, apoyándose en los codos antes
de que fuera su nuca la que golpease en el suelo. Se quedó en esa
postura durante unos segundos, mirándome con los ojos como platos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Levántate y siéntate a la
mesa –gruñí mientras volvía a abrocharme los pantalones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos instantes de
indecisión, se incorporó y se sentó en una silla rápidamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Puse los platos en la mesa sin
intercambiar una palabra con ella, que no levantó la vista durante
toda la cena, imagino que avergonzada por su actitud previa. Había
tenido que estallar de ira, pero había logrado demostrarle a Marisa
que yo no era una polla con patas. Sí, le hacía el amor, pero
también era su profesor y su tutor. Quería lo mejor para ella y eso
conllevaba mantenerme firme en mi estatus y no permitir que jugara
conmigo tal y como había intentado minutos antes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Has acabado? –Tras veinte
minutos de silencio sepulcral, en los que Marisa no había probado
más que unas pocas cucharadas de su cena sin atreverse a cruzar una
sola mirada conmigo, me atreví a hablar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Psse… -musitó, con una voz
prácticamente inaudible.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te he oído, Marisa.
¿Además de olvidarte de escribir, te has olvidado de hablar?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí. He acabado. –respondió
claramente esta vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Recoge tu plato y a la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin replicar, ni levantar la
vista del suelo, Marisa recogió su plato y su vaso, los dejó en el
fregadero y se marchó a su habitación sin mediar palabra.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mientras terminaba de limpiar
los platos, solo hacía que pensar en ella, y lo mismo me ocurrió al
tumbarme en mi cama. La imagen de mi mano empujando al suelo a la
joven, y su mirada de perplejidad posterior, continuaban
martilleándome en la cabeza, haciéndome sentir un cruel
maltratador. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No cesaba de dar vueltas sobre
el colchón... la culpa por mi actitud, la rabia por la de Marisa…
todo se juntaba en mi mente para impedirme conciliar el sueño. Sin
poder resistir un minuto más tumbado, me levanté y me dirigí a la
habitación de mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No sabía qué haría una vez
cruzara el umbral de su puerta. No sabía si la castigaría, si me
lanzaría a sus pies para que me perdonase o si simplemente me
metería bajo sus sábanas y me la follaría. No tenía nada pensado.
</span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mentira. A decir verdad había
pensado en todas las opciones y en cada uno de sus múltiples
resultados, y aún así no sabía qué opción nos beneficiaría más.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, despierta –le dije,
paralizado ante su puerta abierta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ella yacía tumbada de lado,
cubierta por una vieja sábana y dándome la espalda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No estoy dormida –respondió
su voz llorosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Estuvimos unos segundos en
silencio. Yo allí, de pie, vestido únicamente con unos calzones
viejos y ella acostada en la cama, sin volverse. Iba a decirle algo,
pero se me adelantó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdona –dijo, intentando
mantener serenidad en la voz-. Suspéndeme. Me lo merezco.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, yo…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, no debí haber intentado
que me aprobases así. No te quiero por eso, y no quiero que jamás
puedas llegar a pensar que es así. Me equivoqué. Si crees que
merezco suspender, hazlo, por favor. No intentaré... condicionarte.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mírame –ordené, inquieto
por tener que escucharla sin ver su rostro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras un instante de duda, Marisa
se dio la vuelta. La sábana resbaló por su cuerpo, dejando a la
vista su torso desnudo. Pero no reparé en ello más que por un
instante, mi mirada subió de nuevo y me centré en su cara, marcada
por rastros de lágrimas secas. No pude contener mi culpa y avancé
hasta su cama, sequé sus ojitos con mis pulgares y la besé.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El beso quería ser casto, dulce
y consolador, pero el cuerpo de Marisa siempre tuvo un efecto
devastador en mí, La simple suavidad de su piel, el especial y
aterciopelado calor que emanaba su cuerpecito, el aroma embriagador
de su cuello… todo en ella hacía que me excitase. Las lenguas
comenzaron a despertar, primero la suya, luego la mía. Los labios se
abrieron y sus manos buscaron mi nuca, como si quisiera hundirme
hacia ella, hacerme entrar en su cuerpo y ser un solo ente para lo
que restase de eternidad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Por un instante, cruzó mi
cabeza su imagen intentando desabrocharme los pantalones para ganarse
un aprobado. Fue solo una imagen momentánea, menos de un segundo,
pero lo suficiente como para despertar una parte de mi mente que
estaba aletargada. La parte oscura. La parte que buscaba recuperar el
rango de macho alfa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No fue lo que vino después, no.
Fue ese maldito beso pasional el que lo cambió todo en mi interior.
No puedo dejar de pensar lo distinta que hubiera sido nuestra vida si
Marisa se hubiera conformado con un beso casto y conciliador y no
aquel maremágnum de pasión desatada que despertó a todos los
dragones dormidos que yacían en mi interior.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Date la vuelta. –gruñí
con una voz ronca, impropia en mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cómo? –Perdida en el
beso, Marisa no parecía haber prestado atención a lo que dije, y
solo quería seguir uniendo su saliva con la mía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Date la vuelta. –repetí,
con una sonrisa que, según ella me dijo después, solo había visto
en las ilustraciones de Caperucita Roja. Sí, yo era el Lobo y ella
mi Caperucita tierna e inocente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me dio la espalda, arrodillada
sobre la cama y completamente desnuda, y con un débil empujón con
un dedo, la hice vencerse hacia delante. A cuatro patas, me enseñaba
en su descarada rotundidad la curva de sus nalgas prietas. Bajo
ellas, asomaba la sonrosada abertura de su sexo, pero ese no era mi
objetivo, ya no.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Abrí sus nalgas con ambas manos
y pasé la lengua por su apretado ano. Un estremecimiento de sorpresa
recorrió su cuerpo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos… oh, Dios…
-murmuró ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi lengua pasó de su ano a su
sexo y viceversa. El sabor acre y amargo de ambos agujeritos se
mezclaba en mi boca. Dejó caer su cabeza sobre el colchón y sus
manos sustituyeron a las mías manteniendo su culito abierto.
Acaricié su clítoris y sus labios hinchados mientras su respiración
comenzaba a agitarse. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mmm… sigue, por f…
-gimió, más por agradarme a mí que por verdadero placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Cállate. –la interrumpí,
de forma algo brusca. En ese momento no necesitaba su voz, en ese
momento solo quería su culo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh? ¿Dónde…? –preguntó
de pronto Marisa, al notar cómo me alejaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mantén esa postura –le
dije desde la puerta de la habitación al verla allí, postrada,
mostrándome su culo en toda la grandiosa expresión de la palabra.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No tardé mucho. Ir a la cocina
y volver. La muchacha había obedecido y continuaba ahí, abriendo su
culo a mi vista, llamando ya a mi polla para que entrara, pero aún
no era tiempo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me arrodillé tras ella y pasé
mi mano por su sexo. Estaba empapado. Su rajita latió con el tacto
de mis dedos a medida que iba subiendo hacia su más prohibido
agujerito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa tembló mientras yo
untaba en la quebrada de sus nalgas una sustancia fría y pastosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué es eso? –inquirió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Calla… -Fue mi única
respuesta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Diez años antes, la que
entonces solo era mi novia Amparo y yo, cruzábamos la frontera en
nuestro viejo Symca 1000 con destino a un pequeño cine francés. La
censura había prohibido “El último tango en París” en España,
pero eso no iba a ser óbice para que disfrutásemos de la película.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Allí, en la fila diecisiete de
una atestada sala de cine del sur de Francia, mientras Marlon Brando
hablaba francés y untaba mantequilla en el culo de una aterrorizada
Maria Schneider, Amparo metía mano en mis pantalones y comenzaba a
masturbarme lentamente con una sonrisa perversa en el rostro. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En ese momento, con Marisa ante
mí con el ano bien cubierto de la dorada y resbaladiza sustancia, me
sentía el Gran Brando, un ser enorme, por encima del bien y del mal,
que iba a gozar de lo lindo con el cuerpecito joven de su alumna
predilecta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ay, Dios -murmuró Marisa
mientras mi dedo corazón, cubierto de mantequilla, se iba colando
falange a falange en su culo-. Con cuidado, por favor, Marcos… no
me hagas daño, por favor… -pidió, aunque yo estaba muy lejos de
sus palabras. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Yo no estaba allí, yo estaba en
el año setenta y tres, en una sala de cine francesa, dentro de la
pantalla, murmurando palabras en francés al oído de Maria
Schneider.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El dedo entró con suavidad y
salió lentamente, mientras notaba cómo las piernas de mi alumna se
contraían espasmódicamente a medio camino de la excitación y el
miedo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Quizás hubiera tenido que
preparar un poco más el culito de la joven, haber agrandado el
agujerito con otro dedo más para dejarlo a punto para mi polla, pero
mi cuerpo no aguantaba más las ansias por profanar ese joven, oscuro
y virginal orificio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No me hagas daño, por favor…
-imploró Marisa, mientras escuchaba cómo me desnudaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Impregné mi polla,
tremendamente erecta, de mantequilla y la dirigí al oscuro orificio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No me hagas daño… -repetía
la muchacha con una asiduidad que me estaba empezando a resultar
cansina.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Introduje la punta de mi verga
entre sus nalgas y comencé a empujar. Su pequeño agujerito hizo el
amago de abrirse pero tras los primeros milímetros pareció llegar a
su límite.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Aaaayy… -se quejó Marisa,
intentando echarse hacia delante para huir del tieso bálano que
amenazaba con perforarle las entrañas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Ven aquí, coño! –Rabioso,
la agarré de las caderas y empujé. Ya no era yo. Ni siquiera el
gran Marlon. Había retrocedido hasta volver a convertirme en el Lobo
de Caperucita, un carnívoro irredento, un animal solo preocupado por
sus impulsos primarios.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi verga avanzó un par de
centímetros antes de que Marisa rasgara el silencio de la noche con
un grito que, seguro, algún vecino escucharía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sorprendido por el repentino
chillido, solté a la joven, y ella aprovechó para escaparse de mi
alcance, gateando desesperadamente por la cama hasta sentarse sobre
la almohada, con la espalda sobre el cabecero.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No… perdona, cariño… No
me lo tomes en cuenta, perdóname… -dije intentando tranquilizarla
desesperadamente para que regresara al punto donde, en ese momento,
pensaba que pertenecía: Delante de mi polla-. ¿Quieres una foto?
¿Una foto como las que siempre te hago? Vamos… mírame… mírame…
sonríe.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cogí la cámara que estaba
sobre la mesa y enfoqué a Marisa. No varió su postura. Sus ojos
medio cubiertos por su melena azabache brillaban de furia. El flash
inundó la habitación y el sonido de la foto saliendo de la cámara
le siguió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Te dije que no me hicieras
daño! –escupió, comenzando a llorar- ¡Si me vuelves a hacer daño
te juro que te prendo fuego! ¡Y me importa una mierda que no tengas
gas!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una bomba nuclear acababa de
caer dentro de mi cabeza. Brando regresó a su filme del setenta y
tres. El Lobo huyó de mi cuerpo y volvió gimoteando al cuento de
donde nunca debió haber salido, y solo quedó el hombre. El hombre
desnudo, ridículo y temeroso. Miré a Marisa como si fuera la
primera vez que la veía. Allí seguía. Desnuda, sentada, abrazada a
sus rodillas, con el pelo cubriéndole casi por completo la cara y
mirándome de reojo mientras comenzaba a llorar entre el dolor y la
rabia. Una niña perdida en un mundo demasiado duro, donde nadie le
había facilitado nada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa, yo… -Alargué la
mano para tocarla, pero Marisa se removió como si estuviera
electrificada y se arrebujó más sobre ella misma.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">De repente hice algo que me
sorprendió incluso a mí. Me lancé sobre ella y abracé su cuerpo
mientras intentaba zafarse con todas sus ganas, pero se quedó
paralizada al notar como yo también comenzaba a sollozar como un
bebé.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdóname, Marisa,
perdóname... –lloriqueé mientras la abrazaba intentando
reconfortarla. A ella, y a mí mismo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Le pedía perdón no solo por
hacerle daño, sino por no haberme dado cuenta de lo que le pasaba en
todo el tiempo que había sido mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No pasaba por mi mente ni por un
momento el culpabilizar a Marisa de la muerte de sus padres.
Seguramente habría entrado en su casa, abierto el fogón de la
cocina, bloqueado las salidas de gas y salido mientras su madre
dormía y su padre, borracho como siempre, fingía ver la tele sin
enterarse de nada. Solo era cuestión de que Adolfo se encendiese su
puro vespertino para que la casa volase por los aires como había
hecho. Ambos se lo merecían por la vida que le habían dado a la
chica.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdóname –repetí,
queriendo únicamente que la joven mujer no me considerase, ni por
asomo, algo parecido a su padre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se rindió a mi abrazo y,
lentamente, sus brazos también se entrelazaron a tras mi espalda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿M-me sigues queriendo?
–preguntó tímidamente.- ¿A pesar de lo que he hecho?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Por supuesto. Por y para
siempre, pequeña. Siempre y siempre y siempre.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Me harás daño?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No, por supuesto que no.
Perdóname, cariño.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La besé en el pelo. En la
frente. En la sien. Dejé que apoyara su cabeza sobre mi pecho
durante unos segundos y, finalmente, me miró y me besó en los
labios. Mi cuerpo se relajó mientras ella poco a poco se inclinaba
sobre mí. Me tumbé boca arriba y fue trepando por mi cuerpo. Agarró
mi polla y la condujo al interior de su sexo. Los dos respondimos con
un suspiro que pareció elevar la temperatura de la estancia en unos
cuantos grados.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Comenzó a cabalgarme
lentamente, mientras apoyaba sus manos sobre mi pecho. De pronto,
Marisa vio sobre la cama su foto, la que acababa de hacerle unos
instantes antes. La cogió y, tras mirarla con cierta condescendencia
que me recordó a mi Amparo, sonrió y la tiró al suelo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Se dobló sobre mí y me besó
en la boca. Con delicadeza, sacó mi polla de su sexo a pesar de mi
muda queja.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando se separó de mis labios,
vi que sonreía cándidamente mientras se acercaba a la mesita de
noche sin separar una de sus manos de mi verga, pajeándome con
suavidad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa cogió la tarrina de
mantequilla que había dejado abierta y, tras coger una cantidad nada
desdeñable con dos dedos, comenzó a untármela en la polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa… no hace falta…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin responder más que con sus
actos, y tras dejarme el pene bien embadurnado, cogió la manteca
restante y se la untó ella misma entre sus nalgas. Hecho esto, se
colocó sobre mí, dirigió mi polla a su ano y fue descendiendo
suave, muy suavemente, mientras yo suspiraba de placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ante mí, con sus piernas
abiertas, su coñito ofreciéndose a mi lujuriosa mirada, y el vello
púbico manchado de marcas amarillentas de los restos de mantequilla,
Marisa se empalaba poco a poco por el culo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Au… -fue lo único que
salió de su garganta cuando todo mi glande entró por su puerta
trasera. La dulce presión de su culito sobre la punta de mi polla
estuvo a punto de hacer que me corriese al momento, pero pude
resistir haciendo acopio de toda mi fortaleza mental.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos milímetros más, la
joven dio un respingo y comenzó a ascender tan lentamente como había
bajado. Cuando volvió a notar mi glande en su ano, a punto de salir,
volvió a bajar aumentando esta vez la distancia en unos centímetros,
haciendo que su recto se acostumbrara poco a poco al nuevo invasor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Repitió un par de veces más la
jugada hasta que notó que sus nalgas rozaban con mi vello púbico.
Mirándome a los ojos, y engarfiando sus dedos sobre mi pecho, se
dejó caer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Gimió Marisa entre el dolor y
el placer. Gemí yo entre el placer y una nueva sensación, más allá
del primero, que me envolvía. Ya no éramos el Lobo y Caperucita, ni
Paul y Jeanne hablando en francés. Éramos Marcos y Marisa follando
por el culo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Comenzó a cabalgarme con
dificultad, tratando de encontrar una posición adecuada para ser
penetrada por su agujero más prohibido. Yo solo podía acariciar sus
pequeños pechos perfectos, semiesferas blandas, cálidas y dulces
que temblaban entre mis dedos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, Marisa… Fóllame
–rogué mientras ella lo hacía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su recto apretaba mi polla con
fuerza mientras ella comenzaba a gemir y jadear, ya amoldado su
cuerpo a la nueva penetración y sintiendo ese goce extraño y
prohibido que iba calentando sus entrañas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mientras la seguía sodomizando,
mi mano derecha bajó de su pecho hasta que, tras internarse por la
espesa selva de su vello púbico encontró la anegada hendidura de su
sexo. Me acoplé a su vaivén y, con el pulgar, busqué su clítoris
mientras ella se estremecía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa aprendió a mover sus
músculos para añadir más placer a su follada, lo que consiguió
que yo ya no pudiese evitar, ni aún echando mano de mi fortaleza
mental ni de la de todos los Poderes del Universo, correrme como si
no existiera un mañana.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con un gemido sordo, eyaculé en
el culo de Marisa mientras ella seguía con su masaje interno sobre
mi polla, mirándome con una sonrisa pícara y dulce como solo mi
querida alumna podía hacerlo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando eché todo el resto, la
obligué a desacoplarse y a sentarse sobre mi boca para comerle el
coño como se merecía después de ese regalo que me había hecho. Un
poco de mi semen me cayó sobre la barbilla, pero no me importaba.
Metí mi lengua en su sexo como si quisiera bebérmela entera. Lamí
su clítoris con cariño y con desesperación, mientras sus gemidos
iban subiendo de volumen.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te quiero, Marcos –murmuró,
antes de explotar en un húmedo orgasmo sobre mi cara.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando recuperamos la
respiración, displicentemente me limpió la polla con un par de
pañuelos mientras yo secaba con suavidad su joven coño y limpiaba
el semen de su culito.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Levántate –le dije
mientras yo hacía lo propio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Adónde vamos? –preguntó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los dos, desnudos, cogidos de la
mano, fuimos a mi cuarto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">A partir de ahora dormirás
conmigo, Marisa. Yo también te quiero. No sabes cuánto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Debía ser verdad para olvidar
por completo que la atractiva y dulce niña acababa de confesarme
haber asesinado a sus padres.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-79049896521585182332015-08-01T18:07:00.000+02:002015-08-01T18:07:17.092+02:00Fotos de mi puta (3): Joven junto a mujer de pueblo
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Miro con detenimiento una de las
pocas fotografías en las que Marisa aparece vestida y en la calle.
Ella, abrazada a su tía Jacinta, sonríe a la cámara mientras, al
fondo, aguarda el autobús que alejaría a ambas para siempre, puesto
que después del entierro de los padres de mi alumna, ni Jacinta
volvió a interesarse por Marisa, ni la joven quiso volver a saber
nada más de “aquella pueblerina que la desnudaba con la mirada”.
En la foto, Marisa viste un grueso abrigo desabrochado por cuya
abertura se divisa el suéter y el escote que insinúa sus pequeños
senos. La bufanda, el gorro y unos pantalones largos completan su
invernal atuendo. Jacinta, en cambio, lleva una simple camisa vieja y
una falda de tubo que esconden sus irreconocibles formas, si bien es
cierto que su complexión no es muy dada a las curvas, sino que más
bien tiende al cuadrado con sus anchos hombros y sus caderonas
rectas. Sus ojos se desvían hacia su sobrina sin prestar atención
ninguna al objetivo de la cámara.</span></div>
<a name='more'></a><br />
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Siempre creí que eran
imaginaciones de Marisa, pero cuanto más observo la foto, la mirada
de la rústica granjera parece con más ganas de querer colarse por
el casto escote de su sobrina. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Realmente, la imagen de aquella
regia pueblerina amando a un hombre, además de ser algo grotesca,
también resultaba poco más que absurda. Quizás hubiera estado
mejor con una mujer. Pero en aquella época, había que ser muy
valiente o muy abierto para atreverse a hacer algo así. Dos
aptitudes de las que Jacinta carecía completamente, y que no
necesitaba tampoco para su sosegada vida en la aldea, rodeada de
gallinas y demás animales de corral, sin mayores preocupaciones que
rezar para que el pedrisco no acabara con su pequeña cosecha de
nabos y patatas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Dos aptitudes aquellas, la
valentía y la capacidad de mantener una mente abierta, que, sin
embargo, su sobrina poseía en abundancia tal y como me demostró en
los diez años posteriores a ese día.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Recordar a Jacinta es recordar
el momento en que no solamente Marisa pasó a formar parte de mi
vida, sino que legalmente pasó a formar parte de mi familia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1984</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Al día siguiente de la fatídica
explosión, llegó la tía Jacinta. No engañaba a nadie. Era una
mujer de pueblo, gruesa, robusta, de brazos y piernas rechonchos y
con cara de malas pulgas. Como si la naturaleza le hubiera otorgado
toda la fortaleza que le había negado a Dolores. Pero también se
notaba que quería a su sobrina y que estaba muy afectada por la
muerte de su hermana y su cuñado. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Señora Jacinta -El alcalde
había insistido en estar presente durante la reunión. Estaba claro
que aquella explosión era lo más interesante que nunca había
ocurrido en el pueblo y el político no quería perderse nada de lo
relacionado con ella-, este es Don Marcos, ya sabe… el profesor de
la escuela. Ha cuidado toda la noche de Marisa después de lo
ocurrido… ya sabe…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me removí casi
imperceptiblemente en mi silla. Solo Marisa, atenta a cualquier
movimiento mío, lo notó y sonrió pícaramente. No podía evitar un
sentimiento de culpa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿A qué colegio la llevará?
–interrumpí al alcalde, sabedor de que su verborrea podía llegar
a límites insoportables si se le permitía seguir hablando.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cómo? No… no lo sé…
en el pueblo no… ¿Tú quieres estudiar más, Marisa? –preguntó
la mujer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Claro… quiero terminar
B.U.P. y luego estudiar C.O.U., quiero ir a la universidad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya… pero… eres...
–Jacinta calló. Sabía que lo que estaba a punto de decir le
causaría un problema, al menos por mi parte. Aún había muy pocas
mujeres en la universidad y, para gente como Jacinta, estas estaban
muy mal vistas. La robusta mujer pertenecía aún a una sociedad que
sentía que el lugar de la mujer era en el interior de las casas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿A qué instituto la
llevaría usted? –Hinqué más el dedo en la llaga. Si había
alguna posibilidad de que Marisa se quedase conmigo, debía apelar a
su derecho a una educación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues… el más cercano…
creo… está por ahí en Torrente y… yo creo… pero…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿A qué distancia está su
casa de Torrente? –Seguía recostado en la silla, acosando a
preguntas a la pobre de Jacinta que, de pronto, se sentía como un
barquito de papel en medio de una tormenta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues… creo… no sé…
como a cinco cuerdas estaba… creo… más o menos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cinco cuerdas? Eso son como
treinta quilómetros, ¿no? ¿Cómo llevaría a Marisa al colegio?
¿Tiene coche?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh? Pues… No, no… no
tengo ni tractora siquiera. Pero creo que el autocar a Torrente pasa
por al lado del pueblo… creo…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La estrategia se tambaleó. Yo
ya sabía, porque Marisa me lo había dicho, que Jacinta no tenía
ningún medio de locomoción. Pero desconocía la existencia de ese
autocar. Afortunadamente, mi alumna salió en mi ayuda. O en la suya
propia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero tía… El autobús de
Torrente pasa cada cinco horas. Tendría que salir de casa con el de
las seis y media de la mañana y volver con el de las nueve. ¿No
tendría ningún compañero en el pueblo? A lo mejor sus padres
podrían llevarnos a los dos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La cara de Jacinta empalideció.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No creo –respondió
secamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Cómo puede estar tan
segura?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Somos… somos quince vecinos
en el pueblo. Los conozco a todos y no hay ningún crío.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Disculpe? –Me levanté
fingiendo indignación-. ¿Me está diciendo que piensa llevar a
Marisa a una aldea en la que tendrá que estar más de 8 horas al día
entre esperar al autobús y viajes, y que no tendrá ni un amigo en
todo el pueblo? Lo siento, Don Bartolomé, pero no puedo permitir que
Marisa acabe viviendo en ese pueblo. Sería destrozar su futuro.
¿Piensa usted que una muchacha podría aguantar ese tipo de vida?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El alcalde no sabía qué decir.
Cosa extraña. El parlanchín político se había quedado sin
palabras y no hacía más que mirar sucesivamente a Marisa, a Jacinta
y a mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te preocupes, Marcos –dijo
Marisa, siguiendo el guion que habíamos practicado-. En vez de
pasarme medio día en la estación, puedo empezar a trabajar en la
granja de mi tía. Tal vez más adelante pueda volver a estudiar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su ensayada cara de resignación
lo decía todo y causó el efecto que pretendía en Bartolomé.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Creo que yo tampoco debería
permitir esto, doña Jacinta. Marisa es una alumna ejemplar y puede
aspirar a mucho. Si usted decidiera venirse aquí al pueblo para que
la niña pueda continuar su vida… Podríamos mirar de habilitarle
alguna casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa y yo nos miramos. Aquello
no lo habíamos pensado. Obviamente, nos podríamos seguir viendo,
pero la presencia de Jacinta lo haría todo muco más complicado.
Demasiado.</span></div>
<div align="LEFT" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">¿Qué?
¿Meterme yo en este pueblo? ¿Y qué hago con la granja? ¿Con mis
animalitos? ¿Con mis huertos? ¿Va a ir </span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES"><i>usté</i></span></span><span style="font-size: x-small;"><span lang="es-ES">
a cuidarlos? ¿Sabría hacerlo? –Asombroso. La pasión con la que
Jacinta hablaba de su granja era tan fuerte que había borrado
cualquier rastro de vacilación de su voz. No gastaba, sin embargo,
la misma pasión para hablar de su sobrina. Afortunadamente, acababa
de echar por tierra la propuesta de Don Bartolomé. Tan solo quedaba
una salida.</span></span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El silencio se abrió paso entre
los cuatro. Hasta que, finalmente, Marisa habló.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Y si me quedase en casa de
Marcos? Me conoce de hace muchos años y me sabrá cuidar, al menos
hasta que cumpla los dieciocho. Y es la persona que más se preocupa
por mi educación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tras unos segundos de deliberada
demora, como si en realidad estuviese pensándome muy seriamente mi
respuesta, acepté la idea de Marisa. Jacinta, aliviada por no tener
que preocuparse de una atractiva adolescente con ideas modernas,
apoyó alegremente la moción y el señor alcalde, tras pensarlo unos
instantes, también decidió que era la mejor salida y dijo que
aceleraría en lo posible el tema de la acogida. Obviamente, luego
iría diciendo que la idea había sido suya y que había salvado a la
prometedora Marisa de una vida rodeada por vacas y gallinas, pero qué
más daba mientras el resultado siguiera siendo el mismo, que la
adolescente se quedara a vivir en mi casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Te noto raro, Marcos…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Eh?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Era verdad, llevaba toda la
noche barruntando para mí. Hacía ya un par de meses que Marisa
vivía conmigo y poco a poco ya me había acostumbrado a ir viéndola
en casa, a preparar juntos comida y cena y a ayudarla con los
deberes. Aún así, me seguía negando a que durmiera en mi cama, a
pesar de que gran parte de las noches visitaba su habitación y
hacíamos el amor con una extraña mezcla de cariño, pasión y, al
menos por mi parte, remordimientos. No podía evitar el sentimiento
de culpa que me azotaba después de follar con la joven. Quitando de
la primera noche, cuando me ofreció su cuerpo desnudo a cambio de
quedarse en mi casa, no había habido de su parte ninguna señal
explícita más de que realmente quisiera acostarse conmigo, siempre
era yo el que la buscaba y acudía a su cama en busca de su calor
prohibido y adolescente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marisa –musité-… ¿Si te
pregunto algo, me responderás con sinceridad?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Como tantas otras noches,
acabábamos de hacer el amor y ella se quedaba abrazada a mí,
mientras yo parecía buscar en el techo las respuestas que mi
atribulada mente era incapaz de proporcionarme.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Claro, Marcos. Lo que
quieras.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Las palabras se aturullaban en
mi mente, quizás sabedoras de que podían acabar con esa ardiente
relación que nos unía cuando mi polla decidía que había pasado
demasiado tiempo fuera de su cuerpo y me impelía a buscarla en su
cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿En serio quieres hacer el
amor conmigo? ¿O lo haces porque te crees en deuda conmigo por vivir
aquí? Porque si es así, te digo desde ya que me perdones por ser
tan imbécil.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¡Marcos! ¿Por qué me dices
eso? ¡Claro que quiero foll… hacer el amor contigo! Eres guapo, me
cuidas como nadie, me quieres y te quiero… No puedo pedir más. Me
encanta hacer el amor contigo… además… disfruto muchísimo.
Cuando… cuando lo hacía con Juan no lograba llegar al orgasmo, él
solía acabar antes, y además no lo disfrutaba tanto como contigo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya, bueno… entonces… ¿Por
qué no me dices cuando te apetece? Me siento como un acosador que se
aprovecha de ti cuando quiere y…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No sé, Marcos –me
interrumpió-. No sé cómo va esto, yo soy la mujer, y claro que hay
veces que quiero y no vienes, pero tú eres el que sabe de esto y no
sé cómo decírtelo… Me muero por dormir siempre contigo, pero no
quiero que pienses mal de mí, por eso te espero…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Miré a Marisa con ternura. Se
expresaba condenadamente bien. Ahora lo entendía mejor, éramos dos
enamorados pero a veces se me olvidaba que Marisa era simplemente una
adolescente que carecía de experiencia en relaciones.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Lo que no entiendo es por qué
te gusto tanto –dije, más en broma que en serio.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa sonrió vergonzosa y
hundió su cabeza en mi torso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ya te lo he dicho… me
cuidas como a una reina, y además… eres muy guapo ¿No te lo ha
dicho nadie?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sonreí. Sinceramente, desde la
muerte de mi mujer Amparo, no, nadie lo había hecho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues últimamente, a
excepción de mi madre… nadie más, la verdad –respondí
jocosamente. Me arrepentí por un instante de lo que había dicho, no
en vano hacía menos de tres meses que la madre de mi alumna había
fallecido, pero Marisa no se fijó o no quiso fijarse en eso.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pues lo eres. Le gustas a
casi todas mis compañeras… Violeta dice que eres ideal y que si
fuera ella la que viviese contigo, no te dejaría salir de la cama.
Menos mal que nadie sabe lo nuestro, si no, se moriría de envidia
–rió mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pensé en Violeta, una compañera
de clase de Marisa, pecosa y pelirroja, algo feúcha pero con cierto
aire de picardía salvaje que llevaba de calle a muchos de los chicos
del pueblo. Era más joven que Marisa, puesto que el padre de mi
ahora hija adoptiva había matriculado a su hija en el colegio un año
tarde, por lo que todas sus compañeras eran menores. Sin embargo,
Violeta había crecido rápido, espigada y desgarbada, y con mucha
rebeldía incontenida, lo que le granjeaba problemas en el colegio y
en casa, pero muchas amistades fuera de ambos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Ah, sí? Vaya con
Violetita…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Marcos…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Sí? –Ante el silencio de
la joven y su giro de cabeza para no mirarme a los ojos, me vi
obligado a repetir la pregunta– ¿Sí?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Enséñame a ser mujer -dijo,
finalmente, con un hilo de voz, muerta de vergüenza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Qué?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí, enséñame a hacerte
gozar… No sé, tú siempre me dedicas mucho tiempo, me acaricias,
me… me… me comes el coño –escupió con mucho esfuerzo-… y
yo… yo solo me sé abrir de piernas y dejar que me folles… Quiero
hacerte lo mismo que tú me haces.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sonreí mientras mi polla daba
una cabezada, como animada por las palabras de Marisa y previendo lo
que iba a pasar a continuación. Asentí y dije:</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Bésame.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No se lo pensó. Se lanzó hacia
mí y juntó sus labios con los míos con desesperación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Despacio –pude musitar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Obedeció al instante. Los besos
se volvieron suaves, densos, cálidos… se abandonó al cálido
ósculo mientras mi verga se alzaba llamándola.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Baja por mi cuerpo,
besándome.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa lo hizo. Repitió en mi
cuerpo lo que tantas veces había hecho yo en el suyo. Me besó en la
barbilla, descendió con besitos rápidos y seguidos por mi cuello y,
al llegar a mi torso, se desvió hacia uno de mis pezones. Suspiré.
Me encantaba el roce de su lengua con mi areola. Tras ensalivarme
bien el pezón, aplicó el mismo tratamiento al otro y siguió
bajando por el vello de mi vientre. Su barbilla chocó con mi polla y
se lanzó hacia ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Tranquila –le dije en un
suspiro-. No hay prisa… Sigue besando los alrededores.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Hizo caso y bordeó el erecto
ariete que ansiaba sus caricias. Me vino a la cabeza, repentinamente,
la imagen de Violeta. Imaginé su cara de niña mala hundiéndose en
mi vello púbico, como lo hacía en ese momento Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Así? –preguntó
Violeta-Marisa tras darme un beso y un largo lengüetazo en mi
escroto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi jadeo y la aceleración de mi
respiración respondieron por mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Métete uno en la boca
–ordené, y mi doble alumna obedeció como han de hacerlo las
buenas chicas. Apresó uno de mis cojones entre los labios y lo chupó
con cuidado. Repitió luego las caricias en el otro para terminar
jugando con la lengua sobre la piel de mis testículos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mmmm… muy bien, así
–murmuré.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Igual que hacía yo con Marisa,
su dedo se internó entre mis nalgas y acarició mi esfínter.
Suspiré agradecido. Amparo solía follarme el culo sin miramientos
mientras yo me la follaba a ella. Habíamos sido dos supervivientes
de una época salvaje. Fuimos dos paladines del amor libre mientras
buscábamos la arena bajo el asfalto de la ciudad y gritábamos
aquello de prohibido prohibir. Habíamos probado muchas cosas en
aquellos maravillosos años de finales de los sesenta y principios de
los setenta, y nunca nos arrepentimos de nada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa no se atrevió a meter su
dedo. Siguió solo acariciando mientras su lengua pasaba de mis
cojones a mi polla lentamente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con parsimonia, tal como le
había ido indicando durante los últimos minutos, la boca de la rara
mezcolanza de mi mujer y mis dos alumnas que mi mente formaba, fue
subiendo por el agradecido ariete que latía como si el corazón se
hubiera mudado bajo el glande.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Abre la boca –dije, aunque
Marisa ya lo había hecho y se preparaba para engullir mi verga-.
Mucho cuidado con los dientes –advertí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa-Violeta-Amparo hizo un
círculo perfecto con sus labios y descendió su cabeza haciendo que
mi polla entrase en su boca. Un escalofrío de placer me recorrió
enteramente. Marisa era una gran alumna en todo cuanto emprendía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con lentitud, fue subiendo de
nuevo tras meterse poco más de la mitad de mi polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Usa la lengua en el frenillo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Un amago de orgasmo me sacudió
cuando mi joven felatriz obedeció. Posé mis manos en la nuca para
dirigir con suavidad el movimiento de Marisa y ella se acopló a mis
deseos. Su dedo había abandonado el trabajo en mi culo para apoyarse
mejor sobre su pierna, pero en cuanto se acomodó a la velocidad que
yo le imprimía, su mano decidió por iniciativa propia cubrir ese
espacio en la base de mi pene que su boca no se atrevía a alcanzar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Muy bien… lo estás
haciendo muy bien.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su otra mano, sobre la que se
estaba apoyando, también varió su cometido, buscando la humedad de
su coñito, y haciendo que el peso que hasta el momento soportaba
descansase sobre la que me agarraba la polla, añadiendo una presión
ligeramente incómoda.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No te masturbes – le mandé,
más por mi comodidad que por la sensación de dominancia, y acto
seguido la mano volvió a su situación inicial. Tenía que reconocer
que me gustaba su total predisposición a la obediencia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Dlo cien –empezó a
comentar con mi glande aún dentro de su boca-… Lo siento –se
disculpó finalmente, sacándose mi polla y volviendo inmediatamente
a su labor.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La boca de mi joven alumna iba
ganando rápidamente experiencia y habilidad, la lengua se volvía
más atrevida y tomaba acertadamente mis suspiros y ligeros temblores
como el indicador de goce que eran.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Poco a poco, notaba esa espina
tomando forma en mis cojones, preparada para salir en torrente por mi
verga.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Sí.. Voy a correrme, Marisa…
mmm… si no quieres que…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa continuó chupando con
más saña, esperando las andanadas de semen que, como había
previsto, no tardaron en producirse acompañadas de un gemido gutural
por mi parte. Intentó tragar como pudo, pero la copiosidad de la
corrida hicieron que se atragantara, tosiera, y un reguero de semen
se le escurriera de entre los labios hasta acabar manchando la funda
del colchón.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Perdona –se disculpó
mientras se limpiaba la barbilla con el dorso de la mano-. Creí que
podría tragarlo todo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No pidas perdón. Lo has
hecho perfecto, Marisa –la consolé, aún sudando-. Ahora te voy a
devolver el favor, que no aguantaré una tercera corrida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">No… quiero que descanses
Marcos -replicó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Pero te mereces un orgasmo
por lo que me has hecho gozar…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Ella me miró directamente a los
ojos, sin saber qué responderme. Hasta que se me ocurrió la
solución.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Mastúrbate para mí
entonces.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa tembló de excitación
durante un instante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">¿Aquí? ¿Contigo delante?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Claro –respondí mientras
me incorporaba sobre el lecho. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La jovencita asintió y se tumbó
frente a mí. Podía hasta oler su sexo empapado desde donde estaba,
mientras ella comenzaba a acariciarse.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Coló de golpe dos dedos en su
coñito y gimió una mezcla de molestia y éxtasis. Tras unos pocos
segundos de calentamiento, comenzó a pajearse furiosamente, haciendo
que sus dedos entrasen y saliesen de la húmeda abertura. Su otra
mano se internó bajo su cuerpo y con un dedo empezó a trazar
pequeños círculos sobre su culito, haciendo que su ano palpitase
mientras continuaba el metisaca en su coñito. La habitación pronto
se llenó de sus gemidos. Algunas semanas antes le había dicho que
me encantaba oírla gemir y ahora ya no se cortaba un pelo a la hora
de demostrar su placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El dedo sobre su culito avanzó
un poco más y se introdujo unos centímetros en su esfínter con un
gemido. Sus caderas se empezaron a mover como si tuvieran vida
propia, mientras exponía su coñito juvenil a mi vista.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Los dedos continuaban su
trabajo; Marisa continuaba gimiendo. Cerró las piernas y se colocó
de lado para facilitarle el trabajo al dedo que le hurgaba la
retaguardia. Desde mi posición, podía ver sus tres apéndices
entrando y saliendo de sus dos agujeritos. Marisa gemía y gozaba,
gozaba y gemía. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ummm… ¿Te… ahh… te
gusta lo que ves? –murmuró entre jadeos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Me encanta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Al primer dedo de su culo se le
sumó enseguida otro. Aún no había probado con ella el sexo anal,
pero estaba seguro de que no tardaría en hacerlo, y algo se removió
en mi interior ante ese pensamiento.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
–<span style="font-size: x-small;">Ay Dios… Me voy a… oh…
me… me… me…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No dijo nada más. Abrió y
cerró los ojos como la boca de un pez fuera del agua mientras la
suya propia se abría en un grito mudo que no necesitaba palabras
para exponer lo que estaba pasando. Por un instante, mientras su
cuerpo entero se contraía, sus dedos quedaron apresados en su
interior, al tiempo que en sus piernas se marcaba la momentánea
tensión del clímax.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Masturbándose para mí por sus
dos agujeritos, Marisa se corría.</span></div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-36660013251686310082015-07-26T12:10:00.000+02:002015-07-27T01:32:30.695+02:00Fotos de mi puta (2): Adolescente dormida y desnuda<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">2015</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Imaginarme de nuevo a Marisa
masturbándose ha hecho despertar viejas sensaciones en mi cuerpo. Se
me ha acelerado la respiración y la boca se me ha secado. Parece una
tontería, habida cuenta de todo lo que hicimos después de aquello,
pero aún ahora, al recordar esa noche, mi cuerpo responde como si
fuera aún aquel entonces.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Suspiro y dejo de nuevo la
primera foto de Marisa en la mesa, junto a las demás. Sin embargo,
no es como las demás. Esa primera foto, para mí, es tan especial
entre las otras como la propia Marisa lo es entre las demás mujeres
que he conocido a lo largo de la vida. Ninguna puede siquiera
acercarse a lo que ha significado mi alumna durante los años que la
tuve a mi lado.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me preparo otro vaso de Chivas y
me enciendo un cigarrillo. El fulgor de la llama del mechero lo tinta
todo de un tono naranja, sobreponiéndose a la cetrina luz de la
lámpara que ilumina mi escritorio. El pequeño fuego saca extraños
matices de la piel de Marisa en las fotos, como invitándome a
recordar lo que pasó al día siguiente. El día de la mayor
explosión que jamás conociera aquel pueblo perdido. El día que por
fin cedí a las manipulaciones de mi particular Lolita e hicimos el
amor por primera vez.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Allí fuera deja de llover
lentamente y mis recuerdos resurgen en mitad de la madrugada.</span><br />
<a name='more'></a></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">*****</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">1984</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa y yo caminamos juntos
hacia el instituto. Durante el desayuno y la mayor parte del trayecto
me había mantenido en silencio, incapaz de sostenerle la mirada,
avergonzado no solo por haberme masturbado pensando en ella, sino por
haberme, de alguna manera, colado en sus gemidos más personales y
haberlos utilizado para alimentar mis ansias egoístas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Estás muy callado, Marcos.
¿Pasó algo anoche? -me preguntó la joven con una inocencia que no
sabía bien si era real o fingida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Eh? N-no -mentí-. Es solo
que me va a costar adaptarme a que vivas conmigo -mentí de nuevo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi idea no era quedarme para
siempre con Marisa. Ni siquiera, como le había dicho a sus padres,
hasta que la chica cumpliera los dieciocho, pero eso no podía
decírselo a ella. Pensaba en hablar con Adolfo y Dolores una semana
después para arreglar las cosas y ver si el idiota de su padre
cambiaba su forma de comportarse con las mujeres de la casa, pero no
tuve tiempo. </span>
</div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aquella misma tarde, mientras
Marisa hacía tiempo hablando con algunas amigas en el patio del
instituto esperando que yo terminara de corregir unos exámenes, una
explosión sacudió el pequeño pueblo y hasta el instituto se
removió desde sus cimientos. Parecía que el mismo Dios hubiera
caído de culo a dos calles de donde estábamos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En cuanto escuché el estallido,
me asomé por la ventana y lo único que vi fue una enorme bocanada
de humo negro elevándose hacia el cielo. Miré hacia el patio pero
no vi a Marisa ni a ninguna de las otras dos compañeras de curso que
se habían quedado con ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Salí del colegio a la carrera,
y por el camino me topé con un montón de convecinos que, como yo,
acudían en masa a ver el espectáculo morboso que siempre suponía
la posibilidad de la Muerte, más aún en un pueblecito tranquilo
como aquel. Cuando llegué a atisbar el epicentro del desastre y
comprobé que era la casa de Marisa, algo se encogió dentro de mi
pecho y mi estómago. ¿Y si Marisa había decidido ir a hablar con
sus padres y la explosión la había encontrado dentro? ¿Y si el
borracho de su padre había decidido hacer volar la casa por los
aires con su mujer y su hija dentro? ¿Y si...? No pensaba en nadie
más. Me importaban menos que nada Adolfo, Dolores, o cualquier otro
vecino que pudiera haber estado de paso o de visita por la casa. Todo
en mi mente era Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Afortunadamente, flanqueada por
sus dos amigas, que no sabían muy bien qué hacer, y en primera
línea, estaba ella. La imagen de su cuerpo menudo, de espaldas a mí,
rodeado del halo anaranjado del incendio, como un ángel a las
puertas del infierno, me produjo un escalofrío que me recorrió toda
la espina dorsal.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¡Marisa! ¿Estás bien? -Me
introduje entremedias de sus compañeras y me interpuse entre Marisa
y el fuego. La joven lo observaba todo con la mirada perdida, como si
realmente no estuviera allí- ¡Marisa!</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La abracé con fuerza y me la
llevé de allí. No quería que mi pequeña alumna viera durante un
segundo más cómo ardía todo. No solo estaban sus padres dentro,
sino también todas sus cosas, todos sus recuerdos. Prácticamente
todo lo que había conocido hasta ese momento se calcinaba en esa
gran bola de fuego.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pero, al menos, ella estaba bien
y era lo único que me importaba en ese momento. </span>
</div>
<div lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-----</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Llegamos a casa y Marisa aún no
daba impresión de responder a ningún estímulo. Empecé a asustarme
mientras ella observaba todo con gesto ausente. Casi me pareció que
las llamas se seguían reflejando en su mirada como si aún estuviera
frente al incendio. Estuve varios minutos intentando que respondiera
hasta que lo logré.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¡Marisa! ¡Marisa, por favor!
¡Mírame! ¡Mírame a mí! -suplicaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿M-Marcos? -La chiquilla
pestañeó y fijó sus ojos en los míos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¡Sí! -exclamé aliviado,
antes de abrazarla con fuerza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Qué... qué les ha pasado?
Quiero decir... ¿Quién les ha hecho eso?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Nadie, cariño. Nadie. Ha sido
un accidente. Seguro –dije antes de que empezase a llorar.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Le hice un chocolate caliente
para que se calmara un poco, y mientras tomaba el último sorbo
alguien llamó a la puerta. Abrí, pero no me esperaba aquel comité:</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Don Servando, el Policía; Don
Bartolomé, el señor alcalde; una pareja de la Guardia Civil, que
imaginaba que habían venido del pueblo de al lado; y la señora
Federica, que supongo que sería la que les había indicado el camino
porque no tenía más cargo en el pueblo que el de ser la Cotilla
Mayor, título ganado con esfuerzo y honradez durante más de
cincuenta años de chismorreos y rumores.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me dijeron que el incendio
estaba controlado, y que venían a hablar con Marisa. Habían
encontrado los cadáveres de sus padres en las ruinas calcinadas. Por
lo que habían dicho los bomberos que habían llegado del pueblo
vecino, el incendio había sido causado por una explosión de gas.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Hacía muy poco que el gas
natural había llegado a la localidad y parecía ser que Adolfo, en
una de sus borracheras, se había dejado algún fogón abierto
mientras Dolores dormía la siesta y él veía la televisión
distraído.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Tal vez, si Dolores hubiera
estado despierta, ella sí habría olido el gas y habría cerrado la
llave de paso, pero no su marido. El borracho de Adolfo no podría
haber olido más allá de su terrible hedor personal, mezcla de
sudor, cerveza e incluso vómito, y menos si, como todos los días,
se había metido entre pecho y espalda varias “Damm”. Eso era, al
menos, lo que decía el resto del pueblo. Yo, al contrario de ellos,
pensaba que la explosión habría sido provocada por Dolores, cansada
de recibir palos a diario y con el rencor acumulado de haber perdido
a su hija por culpa de su esposo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Para qué queréis hablar con
Marisa? -inquirí, antes de hacerlos pasar a la casa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En resumidas cuentas, Jacinta,
la hermana de Dolores, ya había sido avisada de la catástrofe y
había aceptado quedarse con Marisa. Al día siguiente llegaría al
pueblo para hacerse cargo de los dos entierros y para llevarse a la
muchacha con ella.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿¡La tía Jacinta!? -se
quejó, amargamente, la joven- ¡No! No me hagáis eso, por favor.
Vive en una mierda de aldea en la que solo hay vacas -suplicó antes
de romper a llorar de nuevo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Lo sentimos, Marisa -dijo
conciliador el señor alcalde.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La joven, llorando, se levantó
y corrió hacia la habitación en la que había dormido. El portazo
sonó en toda la casa y uno de los guardias civiles hizo amago de
acercarse a donde estaba ella, pero lo impedí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Déjenla descansar. Lo
necesita.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Pude convencer a las autoridades
de que se marcharan, que permitieran a Marisa dormir esa noche en mi
casa y que, a cambio, yo conseguiría que aceptara irse con su tía.
Así yo también me quitaría de en medio la tentación de Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Una divina tentación.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Saber que solo tendría que
resistir una noche antes de que Marisa se marchara mejoró mi humor.
No me importaba, realmente, la muerte de Adolfo y Dolores. Eran dos
mierdas de perro menos en la suela del zapato del pueblo. Con
Jacinta, Marisa tendría la oportunidad de ser feliz que no había
tenido con sus propios padres.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Se han ido ya?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Por la puerta de la habitación
apareció mi pequeña alumna, con los ojos ya secos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Sí. Estamos solos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Ya era hora –Marisa salió de
la habitación y se sentó en el sofá.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Su actitud me descuadró
completamente. Me miró y una sonrisa divertida afloró en su rostro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No vas a dejar que me manden
con mi tía, ¿verdad? –afirmó más que preguntó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Marisa… es tu representante
legal ahora que tus padres…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No… ¡Tú no me puedes fallar
también! ¡Confiaba en ti! –suplicó la joven, mudando el rostro.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Marisa… yo… -Me senté a su
lado e intenté tranquilizarla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No, haré lo que sea… por
favor… -rogó. La imagen de mi alumna desnuda en la puerta del baño
volvió con fuerza a mi mente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¡No! –Me rebelé ante mis
propios pensamientos-. Basta ya, Marisa. Basta de decir esas cosas.
Eres muy joven y tienes que obedecer. Y punto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me miró y sus ojos, que
al principio me parecieron infantiles, tomaron una madurez repentina.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Tienes razón. Lo siento –dijo,
finalmente, bajando la mirada.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Venga… vamos a preparar la
cena –dije, para distender el ambiente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa asintió y me ayudó a
poner la mesa y cocinar, aunque no dijo una palabra más en toda la
noche hasta que se metió en la cama.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Estaba en mi cuarto, dando
vueltas en la cama sin poder dormir, cuando a mis oídos llegó de
nuevo un débil sonido de la habitación contigua. Es curioso, lo
primero que hice fue poner bocabajo, otra vez, el retrato de Amparo.
Pero no tardé en darme cuenta que el sonido no era el mismo que el
de la noche anterior. Era un gemido, sí, pero tras él llegó el
sollozo. Se me hizo un nudo en el estómago al darme cuenta de que, a
pocos metros de mí, Marisa lloraba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me acerqué a la habitación sin
atreverme a entrar. Nadie me había preparado para eso. ¿Cómo se
reconfortaba a una adolescente que lloraba por haber perdido a sus
padres? ¿Cómo se reconfortaba a nadie que hubiera perdido a sus
padres?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Marisa? –Tomé aire y me
metí en el cuarto.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Marcos? ¿Te he despertado?
Perdóname… -Se volvió hacia mí, con los ojitos hinchados,
intentando dejar de llorar, pero sin lograrlo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Ven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Abrí los brazos, pensando que
nada le calmaría mejor que un abrazo. Marisa no se lo pensó mucho y
vino rápidamente hacia mí, vestida únicamente con unas braguitas y
una de mis camisolas. Nos estrechamos mutuamente entre nuestros
brazos y yo dejé que se desahogara.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Por favor –rogó-. No me
dejes tú también. No permitas que se me lleven.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El alma se me partía en
pedazos. Marisa, mi alumna, la que durante dos años me había
observado con una sonrisa desde la segunda fila de mis clases, se
deshacía en lágrimas en mis brazos. Era abrumador lo que le había
pasado y en tan poco tiempo y yo solamente pensaba de forma egoísta
queriendo alejarla de mí, alejándola al tiempo de todo. De sus
amigos, de su colegio, de su pueblo…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Cuando pareció que todas las
lágrimas hubieron escapado de su cuerpo, la tumbé de nuevo en la
cama y la cubrí con la sábana. Ella parecía exhausta. La besé
cariñosamente en la frente y, al separarme, su mano agarró la mía.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No te vayas aún. Quédate un
poco conmigo –pidió, y yo cedí a sus deseos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me tumbé junto a ella, encima
de las sábanas, mientras me daba la espalda y me pedía que la
abrazase. Por un momento, al encontrarme con la cara hundida en esa
melena azabache, me vino a la mente la imagen de mi esposa. No había
dormido con ninguna mujer desde su muerte, y en ese momento no me
podía sacar de la cabeza a mi querida Amparo, como si mi propia
mente pusiera su recuerdo como barrera entre yo y la alumna,
haciéndome ver que cualquier otro pensamiento sobre Marisa que no
supusiera verla como una niña perdida sería una completa traición
a mi difunta mujer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa me agarraba la mano con
la que la abrazaba y la mantenía sobre sus pechos, con lo que podía
notar sus latidos, fuertes, rápidos y constantes.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi mente resbalaba lentamente de
la fortaleza hacia la debilidad. La imagen de Amparo, Poderosa Reina
de Toda mi Vida y mi Amor Puro, iba contaminándose de las noches de
pasión que gozábamos, sobre todo los primeros años de casados.
Poco a poco, Marisa iba fundiéndose con Amparo hasta que mi cerebro
sustituía la cara de mi mujer por la suya.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No pude evitar que el aire
fresco me arrancara un escalofrío. El cuerpo de la adolescente sobre
la cama emanaba un calor dulce y prohibido que me estaba llamando. Me
metí bajo las sábanas, junto a ella, para esquivar el frío de la
noche. Ella se pegó más a mi pecho, con un ronroneo felino. Su pelo
seguía taponándome la vista y el aroma de su colonia, que se había
salvado del incendio gracias a su clase de educación física, me
inundaba las fosas nasales. Suspiré.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa se acomodó aún más,
moviendo su trasero hasta que se frotó con mi polla. Mi cuerpo
respondió al momento. La respiración de mi alumna seguía pausada,
pero sus manos no soltaban la mía y yo notaba sus pechos bajo ella.
Mi polla iba creciendo por momentos, y Marisa, inconscientemente o
eso pensaba al menos, iba acomodándola entre sus nalgas prietas y
jóvenes con suaves movimientos de cadera. A mí sí que se me estaba
acelerando la respiración. Tenía que huir de allí pero Marisa no
soltaba mi mano y, por otra parte, yo tampoco quería. El calor del
cuerpo de mi joven alumna era reconfortante y excitante a la vez. Un
calor que me inundaba y comenzaba a nublarme la vista y el
entendimiento.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi mano cobró vida propia y,
apresada como estaba, amasó con suavidad uno de los senos de la
adolescente por encima de la camisola. Me pareció escuchar un
suspiro. El corazón me latía desbocado. Lentamente, llevada por las
manitas de Marisa, la mía fue descendiendo por su vientre, sintiendo
como si cada uno de los botones sobre los que pasaba fuera un escalón
más hacia el infierno. O quizás ya estaba en el infierno desde el
primer suspiro y ahora solo hacía que internarme más y más en él,
avanzando a un círculo interior del infierno con cada botón. Tras
el noveno, el Fausto de cinco dedos que recorría a Marisa se posó
sobre las braguitas, pero no encontró un monstruo rugiente, sino
todo lo contrario.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Marisa… no… no podemos
hacer esto… -musité, sin convencimiento ya, puesto que mi mano ya
estaba presionando ligeramente en el hinchado coñito de mi alumna.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Mmmmm –Marisa no respondía a
mis palabras. Respondía a mis dedos, que ya habían encontrado la
hendidura y jugaban con ella sobre la tela.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La humedad del sexo de Marisa
poco a poco fue anegando sus braguitas, mientras mi polla clamaba por
salir de una vez de los pantalones de mi pijama y unirse con esa
hembra que la aguardaba.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No… Marisa… no debemos…
-la voz me temblaba. Cuando, con un dedo, aparté las braguitas a un
lado y pude palpar el corto vello púbico y la húmeda rajita de mi
alumna, un latigazo de conciencia me empujó a alejar la mano de
allí, pero Marisa misma me lo impidió.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con sus manos mantuvo la mía
pegada a su coño y, lentamente, comencé a masturbarla, como si mi
propio cuerpo aceptara su derrota y se plegara a los deseos de la
adolescente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mis dedos resbalaban por la
empapada vulva, haciendo que Marisa comenzase a gemir quedamente.
Abrió un poco más sus piernas, favoreciendo mi movimiento, y en
respuesta colé un dedo en su interior y con él tracé círculos
buscando algo que no encontré.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Marisa… Tú no… Tú ya…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La joven se dio la vuelta,
poniéndose bocarriba, y la luz de la luna hizo brillar su divertida
sonrisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No es mi primera vez, Marcos.
No te quedes anticuado… casi todas mis compañeras ya no son
vírgenes –confesó.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Pero… ¿Quién? ¿Cuándo?
Yo…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Juan. Hace dos meses ya. Fui de
las últimas. Pero no me preguntes más… -dijo, y sus manos, que ya
habían abandonado a la mía porque ya no había posibilidad de que
escapase, imantada para siempre al coñito de mi alumna, se posaron
en mis mejillas y me acercaron a su boca.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">El beso fue sensual, lento y muy
inexperto. Yo había perdido la práctica y ella nunca la había
tenido. Pero poco a poco, mi cuerpo fue respondiendo con movimientos
lentos y suaves. Primero fueron mis labios apresando ora su labio
inferior, ora el superior. Luego la lengua salió al encuentro de su
saliva mientras mi mano recuperaba la movilidad y continuaba las
caricias en el sexo de Marisa que, entremedias del beso, se le
escapaban gemiditos nasales que me hacían hervir de deseo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa pugnó con el elástico
de mis pantalones y, finalmente, consiguió liberar mi polla. Comenzó
a masturbarme con gestos torpes y cortos, procurando no hacerme daño.
El súbito calor de su manita sobre mi verga casi me lleva a correrme
directamente, pero pude contenerme mientras ella me seguía pajeando.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Aparté las sábanas y me
incorporé en la cama. Le desabroché la camisola y sus pechos,
pequeñas manzanas jugosas, aparecieron ante mis ojos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Marisa… ¿Estás preparada?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Como única respuesta, Marisa me
miró y volvió a sonreír. Me hice hueco entre sus piernas y las
abrió más para mostrarme su fruta prohibida, de la que iba a probar
enseguida.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Escupí en mi mano para
ensalivarme el glande. Toda ayuda que pudiera reunir para atravesar
aquel estrecho agujerito era bienvenida. Lo coloqué a la entrada de
su sexo y, antes de penetrarla, lo pasé varias veces de arriba abajo
por toda su sensible rajita, haciendo que un gemido y un involuntario
contraer de muslos denotaran su placer.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Con lentitud, me fui hundiendo
en Marisa mientras ella cerraba los ojitos y unía sus manos tras mi
nuca, abrazándose a mí.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Aaahhh –se quejó un poco
cuando la penetré por completo y el placer absoluto se instaló en
mi polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Te duele?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me miró a los ojos y, muy
seria, negó con la cabeza.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sus piernas se cerraron tras mi
cadera y noté como, con sus talones, me impelía a continuar.
Comencé el movimiento de vaivén, lentamente, disfrutando de cada
centímetro que mi verga se deslizaba en su coñito. Sus labios
buscaban los míos. Tardé unos segundos en acompasar el beso al ir y
venir de mis caderas. Cuando lo logré, creo que perdí consciencia
de qué era mi cuerpo y qué el de Marisa. Las terminaciones
nerviosas de todo mi ser latían desesperadas con cualquier roce de
piel con piel, de labio con labio, de polla con coño, de espalda con
uña, de mano con pecho…</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Poco a poco notaba cómo mi
cuerpo, ya con voluntad propia y ajeno por completo a cualquier
dictado que quisiera imponerle, iba acelerando las embestidas sobre
el cuerpecito de Marisa, arrancándole jadeos y gemidos ahogados. Sus
piernas se desenlazaron tras de mí y se abrían cada vez más,
invitando y facilitando la cada vez mayor velocidad de mis
penetraciones. El colchón se quejaba; debajo de mí, el cuerpo de
Marisa botaba con cada una de mis embestidas; sus gemidos, ahora sí,
llenaban la habitación junto con mis jadeos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Mi boca buscó su cuello
mientras ella musitaba mi nombre entre grititos de placer. Sus manos
dejaron de presionar mi espalda para subir al cabecero de la cama y
evitar que mis embestidas la hicieran chocar. Se agarró con fuerza a
los barrotes, envuelta en gemidos y sudor, mientras mi polla no
dejaba de bombear en su interior.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Noté cómo algo se tensaba
dentro de mí. La dulce presión de su coñito me estaba llevando al
paroxismo. Dejé de sostenerme en mis brazos para abrazarla mientras
mis caderas enloquecían. El calor me envolvió la mente, bajó por
mis pulmones, atravesó mi vientre y me estalló en la polla.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Sin embargo, no podía parar.
Mientras me corría en el interior de Marisa, regándola con mi
simiente, mis caderas continuaban su movimiento con enfebrecida
intensidad, no contentas con mi único placer egoísta, buscando y
finalmente encontrando el clímax de la joven, cuyas piernas se
contrajeron entre temblores mientras su coñito parecía querer
exprimir hasta la última gota de mis jugos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Marisa gritó y me abrazó,
disfrutando su orgasmo mientras me derrumbaba sobre ella y, poco a
poco, iba tomando conciencia de lo que había hecho.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Podía notar su corazón
acelerado calmándose poco a poco, copiando al mío. Los cuerpos,
húmedos de sudor, parecían incapaces de separarse, sumidos en un
ambiente de sexo que, poco a poco, iba tomando la habitación Sin
embargo, una punzada de arrepentimiento se instalaba en mi garganta.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me levanté y me senté sobre la
cama, dejando a Marisa tumbada, desnuda, disfrutando de los últimos
ramalazos de placer que, lentamente, iban abandonando su cuerpo.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Te pasa algo, Marcos?
–preguntó mi alumna sin variar su postura.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-No, nada… duérmete –dije,
levantándome y saliendo de la estancia.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Me dirigí hacia la ventana del
comedor, y, al abrirla, el frío me azotó el cuerpo desnudo. No me
quejé. Me venía bien para rebajar la dureza de mi polla, que seguía
erecta. Una risa divertida asomó a mi rostro al imaginar que alguna
de mis vecinas aprovechase justo ese momento para salir a regar las
plantas y me viera allí, asomado a la ventana, desnudo, y con la
verga alzada. No obstante, la sonrisa se borró de mi cara al
retornar lentamente a la realidad.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">¿Qué había hecho? Me había
follado a mi alumna y me había corrido en su interior. Eso había
hecho. Al día siguiente ella se marcharía y yo no quería que lo
hiciera. ¿Por qué no quería? ¿Cómo había caído tan fácil en
sus redes? Regresé a la habitación y la vi, tal y como la había
dejado. Desnuda, con la luz de la luna bañando su cuerpo joven y
haciendo brillar su piel en tonos azulados.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Estaba preciosa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">La iba a echar mucho de menos.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">No recuerdo por qué hice lo que
hice. Solo sé que fui a mi habitación, busqué mi Polaroid y volví
al cuarto de Marisa con ella en las manos. Mientras dormía, enfoqué
y pulsé el botón. El flash inundó la habitación e,
instantáneamente, una fotografía fue saliendo de la cámara, como
una lengua burlona que quisiera jugar con Marisa.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Agité un poco la foto hasta que
fue tomando colores. Sonreí como un tonto contemplando la obra y
volví a la cama junto a mi pequeña alumna y amante.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-Marcos… -susurró.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿Sí?</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">-¿He salido guapa? –preguntó
con una sonrisa inocente.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">Reí, dije que sí y la besé.
Nos dormimos abrazados como dos enamorados.</span></div>
<div align="LEFT" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.74cm;">
<span style="font-size: x-small;">En ese instante supe que no iba
a dejarla marchar. </span>
</div>
<span id="fullpost">
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-6958909877878703772014-09-28T01:52:00.000+02:002014-10-05T18:45:41.181+02:00Fotos de mi puta (versión Demo)<div style="text-align: right;">
<span style="color: red;">Ahí van los primeros compases del <i>tochorrelato/másqueposibleserie </i>que estoy escribiendo. Para ir abriendo boca y obligarme a seguir escribiendo</span></div>
<div style="text-align: right;">
<br /></div>
2014<br />
La luz, débil y mortecinamente amarillenta, se derrama sobre los papeles desperdigados en mi viejo escritorio. Entre facturas, cartas de antiguos amigos y compañeros, y demás papeles avejentados, destacan las fotos que le hice a Marisa. Mi antigua alumna Marisa. Sensual y dulce Marisa...<br />
Todas las fotografías tienen ese color levemente anaranjado y añejo de las fotos de los ochenta y, en en la inmensa mayoría de ellas, Marisa expone su cuerpo desnudo -adolescente en las primeras y enteramente adulto ya en las últimas- en las poses más provocativas que se le ocurren. Tan pronto da un primer plano de su culito respingón mientras vuelve la cabeza hacia atrás y se muerde perversamente el labio inferior; como aparece completamente abierta de piernas, exponiendo su coñito entre la pequeña maraña de vello púbico y mirando a cámara con esos ojos azules e infantiles que me volvían loco.<br />
<a name='more'></a><span id="fullpost"><br />
Tomo una de las fotos para examinarla más de cerca y no puedo evitar que mi verga dé una cabezada con una fuerza que no había sentido en años. En la imagen, la adolescente Marisa cierra los ojos y abre la boca mientras una polla atraviesa su coñito y ella se aferra a sus pequeños pechos, ligeras dunas de excitante carne. Cojo otra. Una Marisa joven, casi adulta, mira de frente a la cámara tumbada bocabajo en la cama, apoyada en sus codos; su mirada sigue siendo inocente y perversa a la vez, y sus pechos, ya crecidos aunque no excesivamente grandes, cuelgan hacia abajo dejando ver una línea de sombra entre ellos. Otra más. Esta es anterior, la primera que le hice. Marisa duerme bocarriba completamente desnuda sobre las sábanas, los incipientes pechos quedados en nada por la postura, las piernas ligeramente abiertas, el vello púbico corto y rizado y una pequeña mancha de semen derramándose de su coñito. Marisa duerme, pero sonríe satisfecha. No logro recordar muy bien cómo conseguí que una chica que parecía tímida e inocente acabara convirtiéndose en mi puta. Aunque viéndolo todo con perspectiva, quizás yo fui más esclavo de ella que ella de mí. Era ella la que venía a mí cuando quería, y la que elegía cuándo follar. Luego yo tomaba el mando y ella me obedecía en todo, pero no puedo dejar de pensar que Marisa hizo de mí lo que quiso. O tal vez solo fui un cabronazo que se aprovechó todo lo que pudo y más de un irracional enamoramiento adolescente hasta doblegar a una encantadora joven en una puta dispuesta a complacer mis más oscuros deseos.<br />
Perdido en mis cavilaciones, mi mirada resbala desde la foto hacia la mano que la sostiene y no puedo reprimir una mueca de disgusto. Ya no es el poderoso apéndice capaz de sostener el peso de mi alumna para follársela contra la pared. Igual que mi polla ya no tiene la fuerza de aquella que atravesaba el coñito de Marisa y la hacía cerrar los ojos y abrir la boca en ese gemido de placer que la vieja Polaroid instantánea no fue capaz de recoger. Total, ya hacía ¿cuánto? ¿treinta y dos años desde la primera vez con ella? No, treinta y uno. Sí, eso, treinta y uno. Marisa ya tendrá 46 años. Yo 63. Ahora la diferencia de edad no me parece tan grande. Cuando ella tenía quince, y yo treinta y dos, me parecía todo un mundo. Un mundo que la estudiante se encargó de poner patas arriba.<br />
Me recuesto más en la silla y miro por la ventana. Ha empezado a llover. También llovía la primera vez que Marisa se desnudó delante de mí. Ahora odio los días de lluvia porque no puedo evitar acordarme de cómo llegó a mi casa para quedarse. Cojo la botella de “Chivas” de encima de la mesa, sirvo una buena cantidad en un vaso y, con el primer trago, mientras aferro de nuevo esa foto de mi putita durmiendo, me dejo caer en el Sublime Pero Cada Vez Más Difuso Mundo de Mis Recuerdos de Marisa.<br />
*****<br />
1984<br />
-¡Marisa! ¿Qué haces aquí con la que cae? -pregunté, cuando abrí la puerta de mi casa y me encontré a la adolescente bajo el dintel, con la ropa colegial completamente empapada, su larga melena negra adherida a su cara y espalda, y tiritando como un cachorrito.<br />
- No... no sabía dónde ir, señor profesor... -Señor profesor... ella nunca me llamaba ya así. Lo hizo durante los primeros meses que le di clase, pero en ese momento, casi dos años después de haber empezado a llamarme por mi nombre de pila, aquella nomenclatura me sorprendió. Fue entonces cuando la miré a los ojos y estos me hicieron saber que algo andaba mal. Por mucho que la lluvia se hubiera llevado sus lágrimas, estaba claro que mi pequeña alumna Marisa había estado llorando. Durante unos segundos nos quedamos mirando el uno al otro sin decir nada hasta que, con un consentimiento más tácito que explícito, la hice pasar a casa.<br />
Le llevé una toalla y cogí un paraguas para acercarme a casa de sus padres; tenía que preguntar qué había pasado. Ella me detuvo y clavó sus ojitos llorosos en los míos para que lo entendiera sin palabras. En el pueblo era normal ver a la madre de Marisa con algún ojo a la virulé de vez en cuando, que la estúpida de Dolores achacaba a “tontas caídas”. Que Adolfo, el padre de Marisa, pasara de golpear a su mujer a hacerlo con su hija era cuestión de tiempo.<br />
- Me encontró en la vieja masía con Juan -me dijo la joven-. No hacíamos nada. Nada malo. Al menos de momento...<br />
- Marisa... -supliqué. No quería que me contara nada, porque intuía que la historia me iba a llevar a mí también cerca del llanto, pero no me hizo ningún caso y continuó con su explicación mientras se abrazaba a la toalla como si esta fuera un osito de peluche.<br />
- Me llevó a casa a rastras -continuó-. Me ordenó que me desnudara, que quería ver si me había hecho algo. Le dije que no. Me gritó y repitió la orden. Dije que no. -En este momento de la confesión, Marisa ya estaba llorando abiertamente, pero no callaba-. Me agarró y me quiso desnudar. Estaba muy borracho y apestaba a cerveza. Me quitó las bragas. Intentó tocarme “ahí”. Me revolví y me escapé. No quiero volver.<br />
La abracé. Se hundió en mi pecho y me abrazó como si nadie la hubiera abrazado en la vida. Y lloró. Me mojó la ropa con la suya empapada pero no me importó. Seguro que llevaba horas caminando bajo la lluvia hasta que tocó a mi puerta.<br />
Cuando Marisa se calmó, le di algo de mi ropa para que se cambiara antes de que cogiese una pulmonía y le indiqué el camino del baño. Me quedé pensando en el sillón, imaginándome cómo de dura había sido la vida de esa chiquilla, hasta que, un par de minutos después, Marisa me sacó de mis ensoñaciones. Me trotó el corazón. Se me secó la boca. Se me alzó la verga.<br />
- Don Marcos... No quiero volver a mi casa. -Marisa estaba desnuda por completo y me miraba desde la puerta del pasillo-. ¿Puedo quedarme aquí, con usted? Haré lo que sea.<br />
“Lo que sea”. Estaba petrificado. “Lo que sea”. La mujer que se abría ante mis ojos me hizo replantearme seriamente mi ateísmo; ese cuerpo tenía que haber sido tallado a mano por una entidad sobrehumana. “Lo que sea”. Los pechos estaban creciendo, pero aún así, ya tenían un tamaño notable, al menos para una muchacha de su edad. “Lo que sea”. ¿Cómo se me podía haber pasado por alto que mi querida alumna había dejado de ser una niña? “Lo que sea”. Los pezones, reinando sobre unas areolas diminutas y marrones, me miraban, erguidos por el frío. “Lo que sea” Mi verga latía, furiosa, dentro de mis pantalones, queriendo atravesar la tela y, también, a mi alumna. “Lo que sea”. Sus caderas ya se habían ensanchado y su pubis parecía una perversa flecha de vello que me indicase la dirección del pecado. “Lo que sea”. Me había dicho que haría lo que fuera.<br />
Tardé unos pocos segundos en despertar de mi parálisis. Mi conciencia logró dominar al resto de mi ser tras una encarnizad lucha interna. Le ordené que se vistiera y que no dijera estupideces, a pesar de que lo que me moría por decir era muy distinto. Marisa bajó la cabeza, decepcionada pero obediente, se dio la vuelta, y entonces lo vi. Vi los cardenales en su culo mitad de niña, mitad de mujer. Manchurrones negruzcos en su piel perfecta. Otros más rojizos. Otros violáceos. Conocía a Marisa y no era una chica tan traviesa como para merecer tales reprimendas. Así que Adolfo llevaba tiempo maltratándola a ella también y yo, estúpido de mí que la veía a diario en clase, no me había dado cuenta. La adolescente volvió a entrar al baño y yo salí a la calle a la carrera.<br />
Llegué a casa de Marisa y golpeé con mis nudillos en la madera de la puerta con insistencia. Dolores me abrió de par en par, algo raro en ella, que normalmente no dejaba más que un resquicio por el que inspeccionar a la visita antes de abrir del todo. Quizás pensó que yo era su hija. La interrumpí mientras intentaba preguntarme si había visto a Marisa.<br />
- ¿Dónde está Adolfo, Dolores?<br />
- ¿Eh?<br />
- ¡¿DÓNDE CARAJO ESTÁ TU MARIDO?!<br />
Mis gritos alertaron al maltratador, porque enseguida salió, altanero, con una sonrisa bajo su desaliñado bigote y una cerveza en la mano.<br />
- ¿Qué quieres tú? -me espetó, con el aliento apestando a alcohol, y le devolví la cortesía con un puñetazo en la cara. Oí algo romperse y en ese momento no supe si fueron mis dedos o su nariz. Adolfo cayó redondo al suelo.<br />
- No vas a volver a ponerle un dedo encima a tu hija -le grité-. Se quedará en mi casa hasta que cumpla la mayoría de edad. Si te niegas, te arrastro de los cojones hasta la policía y les cuento lo que haces a tu mujer y, ya de paso, con la mujer de Servando. -El escarceo amoroso de Adolfo con la mujer del policía local era vox populi en la villa. Quizás solamente Servando y Dolores estaban al margen del rumor, aunque en el caso de esta última, no estaba muy seguro hasta ese momento. Cuando la miré, y vi que su rostro no mostraba signos de sorpresa, supe que estaba en lo cierto. Dolores sabía y permitía el adulterio de su esposo-. Y si vuelves a pegar a tu mujer, te arrepentirás. ¿Entendido?<br />
Me giré hacia Dolores y ella asintió mientras Adolfo trataba de incorporarse. La madre de Marisa podría ser una idiota sumisa que le permitía cualquier cosa a su marido, pero estaba seguro que, si quería a su hija, la dejaría alejarse de su padre y permanecer en un entorno más seguro.<br />
Volví a casa, haciendo que cada uno de mis pasos sobre los adoquines de las callejuelas sonara como si un elefante fuera el que caminase por en medio del pueblo, aunque la lluvia los amortiguara en un ridículo chapoteo. Los moratones en el cuerpo de Marisa no dejaban de acudir a mi mente y la furia crecía en mí. Quería volver a casa de Adolfo y darle una buena tunda. Matarlo quizás. Tal vez, sin el factor sorpresa a mi favor, fuera Adolfo quien acabara dándome de hostias. Era un hombre grande. Yo, como mucho, me merecería el adjetivo de “desgarbado”.<br />
Cuando entré de nuevo en mi hogar, Marisa me esperaba sentada en el sofá, vestida con una de mis camisolas para dormir. Se le iluminó el rostro al verme aparecer solo. Quizás esperaba que viniera con su padre, que le daría un guantazo y la mandaría para casa. Me interrogó con un cierto temor en la mirada, pero cuando me senté a su lado y le dije: “Vas a quedarte unos días conmigo”, ella me abrazó con la alegría desbordándole la cara.<br />
Se lanzó a mis brazos y volví a notar su cuerpo joven y firme pegado al mío. Volvió a mi mente su imagen desnuda en la puerta del baño. La estreché y, al rodearla con mis brazos pude, sin querer, notar su culo desnudo contra la piel de mis manos. Solo vestía mi camisola. Sin nada debajo. “Lo que sea”, repitió su voz en mi cerebro. La verga nuevamente se me levantó al momento y tuve miedo de que, cuando lo notase, Marisa me alejara de ella, pero mi alumna no se apartó de mí. Al contrario, se me pegó aún más, abrazándome más fuerte y colocándose a horcajadas sobre mi regazo, por lo que su sexo desnudo descansaba sobre la dura tela de mis vaqueros, justo en el punto donde mi polla los abombaba ligeramente.<br />
- Gracias -me dijo al oído, mientras me rodeaba con sus bracitos-. Gracias. Graciasgraciasgracias -repetía una y otra vez mientras comenzaba a frotar su cuerpo con el mío.<br />
La separé de mí aprovechando el último instante de cordura que me quedaba, alejando la tentación, y esperando que mi polla se calmara mientras tanto.<br />
Preparé la cena mientras ella vestía la mesa. Hacía mucho tiempo que en mi casa no se ponía mesa para dos. Cenamos y dispuse la habitación de invitados para ella, a pesar de sus indirectas para que compartiéramos mi cama. En esos momentos, aún tenía algo de ética que me impedía poseerla tal y como todas las fibras de mi cuerpo y el suyo pedían a gritos.<br />
- Marcos... -susurró Marisa, después de reptar bajo la colcha hasta llegar a su sitio en la cama.<br />
- ¿Sí?<br />
- Muchas gracias. Eres un ángel.<br />
Se incorporó para darme un beso y yo acerqué mi mejilla. Sin embargo, con una suavidad tan devastadora que hacía imposible negarse, Marisa me agarró la cara y la giró hasta que sus labios tomaron contacto con los míos.<br />
Fue un beso casto, puro, de niño casi, y me dejó sin palabras, completamente petrificado como cuando me mostró su cuerpo desnudo.<br />
- Muchas gracias -repitió, y se tumbó en la cama, sonriendo con inocencia.<br />
Sin decir una palabra, la arropé y me dirigí, tambaleándome, hacia mi cuarto. Mi cerebro parecía incapaz de asimilar todas las sensaciones del día. Me había levantado siendo un joven viudo sin hijos y ahora era el ¿padre? de alquiler de una adolescente que buscaba de mí algo más.<br />
Había sido un día largo.<br />
Me tumbé en la cama, sin siquiera ponerme el pijama, y casi al instante caí dormido. Me despertó un sonido leve, casi inaudible, que sin embargo me sobresaltó y me encogió el corazón.<br />
Unas semanas antes de morir por culpa del mal llamado “caso del aceite de colza”, Amparo, mi mujer, había empezado a sufrir extrañas pesadillas en las que murmuraba cosas incomprensibles y de las que se despertaba envuelta en sudor y, casi al final de sus días, tosiendo. En ese momento me había parecido escuchar uno de esos murmullos ininteligibles.<br />
Agucé el oído en mitad de la oscuridad de la noche, esperando que el sonido se repitiera, y este volvió. Débil, agudo, nasal... pero aquello no era causado por una pesadilla. Quise asegurarme y esperé. Otro más. Este había sido un poco más alto.<br />
Eran gemidos. Marisa, a una pared de distancia, se estaba masturbando y yo me quedé helado. Mi mente rápidamente trabajó enfebrecida para inventarse una imagen de lo que seguramente pasaba en el cuarto contiguo.<br />
Marisa, joven y sensual Marisa, Marisa de piel tersa y mirada inocente, masturbándose sobre la cama mirando al techo. Sus piernas dobladas, abiertas lo suficiente como para que sus dedos entraran y salieran de su coñito adolescente y prohibido. Si me esforzaba, casi podía escuchar el chapoteo febril de los dedos en el chochito rosado de mi alumna.<br />
Por enésima vez, la verga se me endureció dentro de mis pantalones. Los gemidos continuaban y, no sé si fue verdad o mis oídos se encargaron de inventárselo, pero escuché un “Sí, Marcos” que me encendió la piel.<br />
Mi mirada resbaló hacia la mesita de noche de la derecha de la cama, desde donde hacía dos años, desde que llegué al pueblo, la foto de una sonriente Amparo custodiaba mi sueño cada día. No pude evitar sentirme culpable. No hacía tanto que la neumonía se la había llevado, pero yo ya me estaba empalmando con otra mujer. “Niña” me replicó una voz en mi cabeza, una voz que se parecía a la de Amparo. “No, mujer” le repliqué. La había visto desnuda y Marisa era toda una mujer. “Tu alumna” respondió la voz, y ante eso no pude replicar nada. Pero los gemidos se empezaron a hacer más sonoros, más cortos, más excitantes, y tuve que quitarme los pantalones. La voz de mi conciencia perdió fuerza a medida que iba subiendo el volumen de esos gemidos, hasta que enmudeció por completo en un jadeo de Marisa.<br />
Antes de comenzar a masturbarme, volqué boca abajo la foto de Amparo y me centré completamente en aquellos excitantes soniditos.<br />
Cuando me corrí, Marisa hacía tiempo que se había callado, pero no me importaba. Sus gemidos rebotaban una y otra vez en mi cabeza.<br />
*****<br />
2014<br />
Imaginarme de nuevo a Marisa masturbándose ha hecho despertar viejas sensaciones en mi cuerpo. Se me ha acelerado la respiración y la boca se me ha secado. Parece una tontería, habida cuenta de todo lo que hicimos después de aquello, pero aún ahora, al recordar aquella noche, mi cuerpo responde como si fuera aún aquel entonces.<br />
Suspiro y dejo de nuevo la primera foto de Marisa en la mesa, junto a las demás. Sin embargo, no es como las demás. Esa primera foto, para mí, es tan especial entre las otras como la propia Marisa lo es entre las demás mujeres que he conocido a lo largo de la vida.<br />
Me preparo otro vaso de Chivas y me enciendo un cigarrillo. El fulgor de la llama del mechero lo tinta todo de un tono naranja, invitándome a recordar lo que pasó al día siguiente. El día que por fin cedí a las manipulaciones de mi particular Lolita e hicimos el amor por primera vez.</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-27957483853111439332014-03-19T14:50:00.000+01:002014-10-05T18:46:52.559+02:00Lolita<div style="text-align: right;">
<span style="color: #660000;">Otro eliminado de Todorelatos en la desaparición de "Hetero: Primera Vez"</span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="color: #660000;">Éste sí me jodió mucho porque opino que es mi mejor relato</span></div>
<div style="text-align: right;">
<br /></div>
No sé cómo empezó todo esto. Desconozco el punto exacto en que supe que ya no había vuelta atrás. No sé ya nada. Sólo sé que la deseo, que me excita brutalmente, que juega conmigo y que yo la dejo por que no puedo resistirme a sus encantos. Me domina. Me maneja con sus miradas, con sus traviesas manos pequeñas, con sus labios carnosos perfilados de carmín. Estoy hipnotizado por sus ojos negros, por sus caderas estrechas, por sus pechos niños, por su coño o por cualquier otra parte de su anatomía. Soy su nuevo juguete y no quiero hacer nada por remediarlo.<br />
<br />
<a name='more'></a><br /><br />
***<br />
<br />
Era imposible predecir lo que me ocurriría cuando Juanjo, amigo mío desde la infancia me pidió que le diera unas clases particulares a su hija. Acepté sin dudar. Una pequeña inyección de dinero no me vendría nada mal ahora que había decidido tomarme un año sabático del instituto.<br />
<br />
Recuerdo... Recuerdo que Juanjo me esperaba asomado al balcón de su casa. Iba a darle clases a su hija. Iba a ayudarla a pasar de curso e iba a desaparecer. Nada más.<br />
<br />
- ¡Va, lentorro! Apuesto a que todavía no eres capaz de correr los cien metros lisos sin caerte.- reía jocoso mi ex-compañero de pupitre.<br />
<br />
- Y yo te apuesto a que los corro más rápido que tú, con tu imponente barrigón...- le contesté, haciendo ostentosos gestos con mis manos sobre mi tripa.<br />
<br />
Todo marchaba como la seda, subí a su casa y nos saludamos efusivamente.<br />
<br />
- Ven dentro y te presento a tu alumna...- me dijo, nada más despegarnos del afectuoso abrazo de reencuentro que nos habíamos dado.<br />
<br />
Juro, prometo con la mano sobre la Biblia en la que no creo si hace falta, que cuando conocí a Dolores no me pareció nada especial. Era una muchacha huidiza, de pelo negro cuya melena caía en cascada y ojos igualmente negros y esquivos que, en un principio, no me dijeron nada. Vestía vaqueros y camiseta, una ropa vulgar, casi andrógina. Era ella una jovencita de lo más normal, pensé, equivocándome de pe a pa. ¿Quién me iba a decir a mí que sólo dos meses después iba a estar a su merced, la merced de una niña de quince años?<span id="fullpost"><br />
<br />
Ése mismo día empezamos las clases. Ése mismo día puede que empezara a arruinar mi vida con aquella frase.<br />
<br />
- Oye, Juanjo, lo que menos necesita ahora tu hija es a su papaíto examinando cada uno de sus movimientos. Vete a dar una vuelta mientras dure la clase.- Se lo dije casi a escondidas, mientras su hija preparaba las cosas del colegio.<br />
<br />
Él aceptó. Todo para que su querida hija, la misma en la que se había volcado y que tanto había mimado desde que su mujer falleció de cáncer, aprobara. Salió por la puerta y yo me senté al lado de Dolores.<br />
<br />
- Hola, Dolores.<br />
<br />
- No me llames así. Es nombre de vieja.- contestó ella, sin separar la vista de su libro.- Llámame Lolita. Mola más.<br />
<br />
- Está bien, Lolita. ¿De qué es el libro de texto?- pregunté, escrutando el material que tenía ante sus ojos.<br />
<br />
- Literatura.- dijo, y me miró a los ojos.<br />
<br />
Apostaría a que algún dios cabronazo detuvo el mundo en ese momento. Su mirada entró en mí. Esos ojazos negros atravesaron mis pupilas y arrasaron mi mente. Su mirada fue el equivalente a una bomba atómica en mis pensamientos. Lo devastaron todo y sólo dejaron fuego. Fuego que me ardió en las entrañas.<br />
<br />
Esa mirada me llevó a observarla con otros ojos. Ya no era mi alumna, ni la hija de un amigo. Era un mujer. Lolita, mujer de cuerpo niño. Mi mirada se emborrachó de quinceañera. La observé, como se observa a una hembra, mientras ella, ajena a todo, se arrullaba en la narrativa de los Siglos de Oro. Detenidamente, pasé mi vista por su silueta y lo que vi me levantó la verga. ¿Cuándo había crecido tanto Lolita? Hace sólo cinco años aún era la niña de sonrisa eterna que jugaba con la arena de la playa... ahora no. Cinco años. Eso no era nada para mí, que estoy harto de cumplirlos, pero para ella, y su cuerpo adolescente, había sido todo un mundo.<br />
<br />
Me preguntó algo sobre el libro. Le respondí. Tragué saliva. Mi vista resbaló por su cuello. ¿Qué habría más allá? ¿Pechos de virgen, pura, blanca y casta? ¿Tetas de joven en celo, firmes y de pezones prominentes? Era mejor no pensar. No pensar. Me volvería loco si seguía pensando en ella como mujer. No era una mujer. Era una niña y era mi alumna. Me volvió a preguntar. Le volví a responder. Jamás me he alegrado tanto de que alguien no supiera quién escribió "la ilustre fregona". Cervantes me devolvió a la realidad. Sanó la locura al Quijote y ahora, casi cuatrocientos años después de su muerte, también sanó la mía. Seguimos con la clase. Me atreví a bromear sobre Cervantes, Valle-Inclán y Unamuno. "No veas lo difícil que es encontrar a un escritor entero...". Lolita rió. Yo mismo reí.<br />
<br />
Repiquetearon unas llaves en la puerta. Juanjo volvía a casa. ¿Cuánto tiempo había pasado? Una hora y media ya. Noventa minutos que desaparecieron de mi vida mientras soñaba obscenidades con Lolita. Como pude, me recompuse, me despedí de Juanjo y de su hija y salí de allí.<br />
<br />
Esa noche me costó conciliar el sueño. Lolita apuñalaba cualquiera de mis pensamientos con su mirada. "Es una alumna". Me decía yo mismo una y otra vez. Una y otra vez las mismas palabras. Me cansé de repetirlas hasta que perdieron completamente su significado. Eran una desapasionada letanía que ya no significaba nada. ¿Y qué si era una alumna? Me masturbé. Pensando en ella, en sus labios infantiles y carnosos engulléndome la verga. En sus pechos blancos, pequeñas tetas de virgen, mojados de mi saliva. No tenía ni idea si era virgen o ya habría cedido el privilegio, pero no me importaba. Para mis sueños la prefería virgen. "Es una alumna". Pues tiene que aprender, aprender a follar. "Venga, Lolita, abre las piernas, no te haré daño". Y lo hacía, niña, desnuda y obediente en mis imaginaciones y abría las piernas. Me mostraba su coñito de vello insignificante. Simple sombra que oscurecía su pelvis. "Te va a doler un poco, mi niña". Le dije, mientras la penetraba. Ella se quejó. "¿Te duele?". "No", respondió, clavándome sus ojos en los míos. No. Claro que no le dolía. Era mi sueño, no le podía doler. Me hundí en ella. La veía bajo mío, jadeando, aunque mis ojos estuvieran cerrados, y a mis oídos no llegase más que el ruido del tráfico de debajo de la ventana. Me masturbaba soñando con Lolita. Me corrí soñando con Lolita.<br />
<br />
***<br />
<br />
Al día siguiente me temblaba la mano al tocar al timbre de casa de Juanjo. "¿Quién?" sonó truncada por el telefonillo, la voz de Lolita.<br />
<br />
- Y-yo.- sólo pude aritcular ése monosílabo. Casi esperaba que Lolita volviera a preguntar, aún más extrañada, otro "¿Quién?". Pero no. La puerta zumbó y yo entré.<br />
<br />
- Bueno. Os voy a dejar solos otra vez.- me decía Juanjo.- Dolores saldrá enseguida, acaba de llegar del instituto y se ha puesto con el ordenador hasta que tú llegases... Lo estará apagando.<br />
<br />
- Ah, bien.- susurro.<br />
<br />
- Mírala, por allí viene.<br />
<br />
No. No, por dios, no. Aquello no era real. Lolita. Dulce Lolita en uniforme de colegiala. Falda gris, camisa blanca, coletas en el pelo... dulce niña Lolita de mis fantasías lascivas. "Vuelve a la parte oscura de mi mente y devuélveme a mi alumna de ropa andrógina, diablo. No quieras que pierda el control".<br />
<br />
- Hola. ¿Empezamos ya?- me preguntó, y su voz me barrenó el alma. ¿Cómo pude encontrar tanta perversión en tanta inocencia?<br />
<br />
- S-sí... claro.- respondí, mientras Juanjo salía por la puerta.<br />
<br />
Dolores se sentó y yo enfrente de ella. Se me iban los ojos trepando por su camisa. Lolita garabateaba números en su cuaderno de matemáticas, y de cuando en cuando, me preguntaba algo. Yo contestaba y el orden del universo se reponía. Ella volvía a clavar sus ojos en su libro de mates y yo los míos en su cuerpo colegial.<br />
<br />
Lolita mordía con sensualidad mórbida el extremo del lápiz. Lo enganchaba, golosa, en besos camuflados de despiste, y yo comencé a sudar. Envidié hasta los límites del odio al lápiz que se perdía en su boca. La garganta se me secó, y supongo que mis ojos, vidriosos, se oscurecieron siguiendo el movimiento de su pequeña lengua sobre el extremo del lapicero.<br />
<br />
Escuché la puerta abrirse. Sin más, me levanté, agarré todos mis bártulos y salí de la casa a la carrera.<br />
<br />
- Lo siento, es que me encuentro mal.- mentí al salir.<br />
<br />
Llegué a mi coche. Arranqué. Conduje durante una hora antes de que dejara de pensar en Lolita y la erección desapareciera.<br />
<br />
***<br />
<br />
Una semana después estaba igual, o incluso peor. Lolita llenaba mis noches. Siempre que dábamos clase aparecía con su uniforme. Me enloquecía. Era toda sensualidad y sugerencia y, al tiempo, todo lo contrario. Despertaba brutalmente la lascivia en mi cerebro con cada gesto. Cuando lamía sus dedos para pasar página, cuando se apartaba un mechón rebelde de la cara, cuando se agachaba a coger algo que se le había caído, cuando se rascaba la pierna, y se subía la falda sin saberlo.<br />
<br />
Las clases cada día me eran más difíciles. ¡A mí, que lo sabía todo! Sin embargo, aún tenía la ilusión de que todo esto podía frenarse en cuanto yo quisiera. Ilusión que se rompió aquél viernes.<br />
<br />
- profesor...- me suspiró Lolita al oído.- ¿Puede ayudarme en esta Unidad?<br />
<br />
- Por supuesto.<br />
<br />
Abrió el libro. Me brincó el corazón. Se me nubló el alma y la verga se me endureció.<br />
<br />
- Es que, en Naturales, estamos dando el sistema reproductivo. ¿Podría ayudarme a entenderlo?- me rogó, con inocencia aniñada.<br />
<br />
- Cl-claro...- no me llegaba la camisa al cuerpo. "Claro" le había dicho. Y yo no lo tenía nada claro.<br />
<br />
Ella comenzó señalando, explicando funciones e interrogándome con la mirada.<br />
<br />
- Sí. Muy bien. Es para eso.- contestaba, con la voz temblando.<br />
<br />
- ¿Y sólo se puede lubricar si se está excitada?<br />
<br />
Excitada. Lolita. Pezones duros en pechos vírgenes. Clítoris inflamado en un pubis imberbe. Labios adolescentes perlados de humedad. "Lolita, no me hagas esto". "No me hagas imaginarme cosas".<br />
<br />
- El pene y los testículos...- seguía ella.<br />
<br />
No oía nada más. De su boca sólo escuchaba palabras calientes, de esas que un padre no quiere que su hija sepa. "Juanjo, ¿Sabes que tu hija sabe decir polla?".<br />
<br />
- La penetración...<br />
<br />
Penetración. Mi pene penetrando en su coño quinceañero. La sangre me rebotaba en cada una de las venas de mi verga. Mi cuerpo estaba envuelto en una película de sudor.<br />
<br />
Ése día no pude esperar a llegar a mi casa. En cuanto me metí en el coche, me masturbé pensando en esas palabras que Lolita había dicho. La inocencia vuelta sexo. Mientras Lolita, en mi mente, repetía "hacer el amor", eyaculé en el pañuelo.<br />
<br />
Lo que jamás quise preguntarme es por qué una alumna de tercer curso tenía un libro de Ciencias Naturales de primero.<br />
<br />
***<br />
<br />
El fin de semana me pareció eterno. El viernes me acosté decidido a llamar a Juanjo y decirle que no podía continuar dándole clases a su hija. El domingo me metí en la cama esperando con ganas el día siguiente para volver a ver a Lolita. No podía dejar de pensar en ella. Se había convertido en mi droga.<br />
<br />
- Mi padre no está. Ha tenido que ir a arreglar unas cosas del curro.- me dijo mi alumna cuando entré en su casa.<br />
<br />
- Está bien. Podemos ir empezando. ¿Qué has traído?- mi voz era un temblorcillo estridente. Lolita me ponía muy nervioso.<br />
<br />
- Matemáticas. Pero las tengo controladas.- me contestó, con una sonrisa.<br />
<br />
- A ver si es verdad.<br />
<br />
Lolita asintió. Se sentó a la mesa. Sacó los libros. Me senté enfrente de ella, como siempre. Abrió el libro de Matemáticas. Besó el extremo del lápiz. Arrugó el entrecejo al plantear el problema. Empezó a escribir números en su cuaderno. Se atusó la melena negra.<br />
<br />
Hubo un momento de debilidad. La miré directamente a los ojos, me esquivaron, y todas las piezas encajaron. Todos y cada uno de los movimientos y palabras de Lolita que mi mente recordaba se desnudaron de la inocencia en la que me los creí. Cada gesto, cada caricia del lápiz en su lengua, cada guiño, cada roce de su ropa, cada una de las palabras que me dedicó... todos cobraron, en un momento, una fría y calculada perversión. Mi alumna sonreía, mirándome de reojo, y erotizando el lápiz con sus labios.<br />
<br />
Lolita se desabrochó el botón superior de la blusa.<br />
<br />
- Hace calor ¿no?- dijo.<br />
<br />
Yo sudaba. Hacía calor. Tenía calor. Ella se mordió el labio inferior en su sonrisa traviesa. Tragué saliva. Se desabrochó un segundo botón. Una gota de sudor frío me lamió la mejilla y se secó en mi barbilla. Ahí fue cuando tomé conciencia que estaba jugando conmigo. La niña intentaba dominarme y eso no podía ser. El sujetador. Le veía el sujetador de encaje. Tenía pechos niños. Estaba tratando de controlarme y no iba a dejarla. ¿Cómo podía tener unos labios tan atractivos? Hubiera matado por probarlos. Sus labios y sus pechos. No, no iba a permitir que me manejara a su antojo, yo era el adulto y ella sólo una cría. Esos ojos... esos ojos tan oscuros... me volvían loco. "Lolita, te deseo". "No me controlarás". "Contrólame".<br />
<br />
Sus dedos amenazaron un tercer botón de la blusa.<br />
<br />
- ¿Qué estás haciendo, Lolita?<br />
<br />
- ¿El qué? Hace calor. ¿No tienes calor?- respondió, con la misma inocencia con la que se disfrazó el viernes.<br />
<br />
- No.<br />
<br />
- Está bien.- concluyó ella, sin quejarse, sin discutir. Sumisa. Dirigió de nuevo los ojos al libro y me ignoró. Ignoró mi mirada de creciente deseo, que la envolvía. Ignoró mi verga palpitante, el sudor que me corroía las entrañas. Lolita, ajena a todo, seguía escrutando el libro, aprendiendo lo que Gauss hizo a dejó de hacer.<br />
<br />
"Una cosa seguro que no hizo. No supo soñarte, princesita. Gauss jamás te vio, Lolita, por que si te hubiera visto, habría olvidado los números. Habría dejado de pensar en fracciones, simplificaciones y toda electricidad que no fuera la que corre por tus ojos y se habría quedado en la cama, masturbándose con tu imagen, soñándose abrazar tu cuerpo joven, correrse en tu boca, mirarte a los ojos, perderse en tus profundidades. Habría abandonado la ciencia por la religión de tu cuerpo adolescente. Y te habría ofrendado su cuerpo con el sagrado acto de la masturbación, pensando en follarte repetidas veces. Se habría muerto de hambre y de sed antes de cesar de derramarse pensando en ti. Hasta ahí tienes la culpa de la Historia. Si por ti fuera, no habría existido el método de Gauss. Y por eso tienes que aprenderlo ahora. Tuya es la culpa, Lolita. Yo soy inocente. Tuya es la culpa..."<br />
<br />
- Tuya es la culpa...- susurré mientras me levantaba y marchaba hacia Lolita.<br />
<br />
La joven se levantó, y me miró a los ojos con una sonrisa que sabía vencedora. La agarré. La empujé contra la pared. Nos besamos. Me besó.<br />
<br />
Su lengua adolescente se convirtió en hiedra que me anudó a ella. Se tragó mi lengua y mi saliva y supe que jamás me separaría de ella. Nuestros labios buscaron y encontraron mil formas de acoplarse. Le comí la boca. Me succionó el labio. Casi nos mordimos los dientes. Mis manos le acariciaron las piernas, treparon las medias y bordearon las braguitas. Sus dedos me suavizaban las mejillas. Su melena me cosquilleaba en la frente. Buceó una de mis manos bajo su blusa. "Tienes pechos suaves, Lolita. Pechos de piel blanca y pezones duros.". Mi verga se apretaba contra ella, ella se apretaba contra mí y yo contra ella y la pared.<br />
<br />
La puerta de la calle susurró pasos del otro lado. Tintinearon unas llaves. "No, Juanjo, por favor. No me digas que eres tú.". Lolita me besaba. Quise que el tiempo se parase. "Que el mundo deje de girar, que las aves detengan su vuelo, que el universo entero se petrifique... Lolita y yo nos besamos y eso es lo más importante". Una llave se deslizó en la cerradura. "Da media vuelta, Juanjo. Has olvidado la carpeta en el trabajo ¿Recuerdas? ¡Recuerda!". Lolita me seguía besando y la llave giraba. "No. No puedes entrar, Juanjo. La cerradura se ha roto y la puerta no se abre, jamás te enterarás de que tu mejor amigo y tu hija se están devorando la boca. Te vas a quedar ahí fuera, sin entrar, mientras tu hija y yo nos lo montamos". Pero la puerta se abrió, aunque a nosotros nos diera igual, seguimos besándonos, como si al separarnos se fuera a acabar el mundo. "Da media vuelta Juanjo. Te lo ruego. Es mejor que no sepas lo que está pasando en el salón de tu casa. Gírate y no vuelvas, que tu hija me está besando".<br />
<br />
Los pasos de Juanjo se acercaban por el pasillo. Lolita se separó de mí, me sonrió, y se evadió de mi abrazo para sentarse de nuevo en su silla. Antes de que Juanjo llegara a la puerta, yo había hecho lo propio, con una brutal erección en los pantalones.<br />
<br />
- ¡Hombre, ya estás aquí!- me dijo Juanjo.- Perdona, pero es que he tenido que ir a un trabajo de última hora.<br />
<br />
- Lo entiendo. Lolita me lo ha dicho y hemos empezado...- un gallo estridente reventó desde mi garganta. Había movimiento bajo la mesa.<br />
<br />
Algo me acariciaba la rodilla, y me subía por el muslo. El pie de Lolita se internaba entre mis piernas mientras la jovencita sonreía con malicia, mirándome a los ojos. Sudé tinta.<br />
<br />
"¿Qué haces, Lolita? Estate quieta que tu padre nos puede ver. ¿No ves que lo tienes a tu espalda?... Te ves hermosa, con las mejillas arreboladas, la melena deshecha desde nuestro beso y los botones superiores de la blusa desabrochados.... Estáte quieta, niña mala, que tu padre nos puede castigar... Me encanta sentir tu pie buceando en mi bragueta... Para y no te rías, que esto es serio, me estás poniendo en un aprieto... Sigue, sigue acariciándome y sonriendo, que tienes una sonrisa preciosa, no le hagas caso a mi parte racional, que no te entiende... Tu padre sospecha, Lolita, se niega a abandonar el salón, nos mira de reojo, si no te paras nos verá y nos matará... Sigue, Lolita, sigue. Arriba abajo, arriba abajo, es un compás de dos tiempos que no has de olvidar. ¿Notas lo dura que está mi polla? Está así por ti. Me excitas, Lolita. Me excita tu sonrisa perversa y tu pie nadando en mi entrepierna. No te detengas, Lolita. Sigue sobándome y riéndote, que soy tu nuevo juguete."<br />
<br />
- Bueno. Os dejo. Vuelvo en una hora. ¿Os dará tiempo a terminar?<br />
<br />
- No lo sé...- gimoteé- ¿Nos dará tiempo, Lolita?<br />
<br />
- Sí. Es tiempo de sobra.- contestó ella.<br />
<br />
Juanjo salió del salón y volvió por donde había venido. "¿Sabes Juanjo, que tu hija me masturba por debajo de la mesa?". Hasta que la puerta no se cerró, el pie de Lolita no se separó de mi polla. Pero su padre se fue y Lolita se levantó, y estalló a reír.<br />
<br />
- Ha sido divertido. ¿No crees?<br />
<br />
¿Divertido? Se divertía conmigo... era hora de ajustar las cuentas. La agarré de los hombros, la alcé del suelo y la llevé así por todo el pasillo, hasta llegar a su habitación. Lolita reía. Yo estaba fuera de mí. La cordura había desaparecido de mi mente. La arrojé sobre la cama. Mantas rosas, sábanas de encaje, peluches. Y me lancé sobre ella. De un manotazo desterré del lecho los ositos de felpa. "Sólo dos seres en la cama, Lolita. Tú y yo". Escarbé bajo la falda. Lolita reía. "No te rías que esto no es un juego de niñas. Vamos a jugar a lo que juegan los adultos". Arranqué las braguitas blancas de un estirón. Lolita gritó y luego siguió riendo. Le desgarré la blusa, me desabroché cinturón y pantalones, la besé en la boca y me bebí sus risas... ya no recuerdo en qué orden lo hice. Seguramente por que no hubo orden ninguno.<br />
<br />
Nos besamos mientras me bajaba los pantalones. La verga, a punto de estallar, se erguía, robusta y caliente de mi pubis. La falda se le enrolló sobre el vientre. Su sexo, lampiño o depilado, se desprotegió de tela. La lamí con desesperación, como un hambriento. "Hoy eres mi alimento, Lolita. Mi alimento y mi bebida. No necesito nada más, dame tu maná". Lolita gimió de placer y yo trepé por sus pechos. La penetré. Lolita gritó por lo inesperado de la intrusión. "Siénteme, pequeña. Me hundo en ti. Te penetro. Te follo". Le quité el sujetador mientras follábamos. Lolita tenía unos pechos dulces, blancas montañitas nimias de pezones erizados. Cada areola me cabía en un beso. Lolita gimoteaba en mi oído. Su coñito me estrujaba la verga. Dulce adolescencia, benditos quince años de tersura en la piel y estrechez en el coño. "Toma, toma, toma, Lolita. ¿Te gusta mi juego?". "No hace falta que me contestes... Tus pezones, tan duros como mi polla lo hacen por ti. Tus gemidos, tu coño mojadísimo, lo hacen por ti."<br />
<br />
La abracé. Mi mano derecha se coló bajo su espalda y la izquierda acunó su cabeza. "Así te cogí cuando naciste, Lolita. Tu padre me dejó sostenerte como te sostengo ahora. Tú llorabas y yo lloré también. Por que no había cosa más bonita en el mundo que tú, y entonces sólo tenías horas de vida. Pero ahora eres aún más bonita, y no lloro, jadeo. Jadeo por que eres aún más hermosa. Con tus pequeños pechos desnudos, con tu coño devorando mi verga y tus piernas rodeándome la cintura. Eres aún más bella, Lolita. Con la cara roja de excitación, murmurando incoherencias envueltas en gemidos. Empapada de sudor y placer, eres más hermosa, Lolita." Toma. Toma. Toma. Una y otra vez la penetraba. "¿Recuerdas, Lolita, el compás de dos tiempos? ¿Ves por que no quise que lo olvidaras?" Dentro, fuera, dentro, fuera. Toma, toma, toma.<br />
<br />
Lolita jadeaba cada vez más alto. Subía, subía, subía hasta allí arriba. Se elevaba más allá de mis besos, por encima de sus flujos, más arriba de nuestro sudor. Y de pronto se calló. Se estremecieron sus músculos, se clavaron sus dedos en mis hombros. Una uña se le rompió estrellándose contra mi espalda. Los ojitos se le quedaron en blanco. Chirrió un coche bajo la ventana. Amaneció en Santiago. Tembló Beirut. Se corrió Lolita. El orgasmo nació acompañado por un "Mmmmmm" eterno que me visitó el oído y me mareó de lujuria. Todos sus músculos se tensaron bajo mío, cada una de las moléculas de su cuerpo quiso abrazarme y no aguanté más. Me derramé en su interior. Blasfemé, me confesé y me absolví en un instante. Resoplé en su cuello de cisne y de piel de gallina.<br />
<br />
- ¿Te ha gustado?- me ronroneó Lolita al oído.<br />
<br />
- Mucho. Eres muy buena, Lolita...<br />
<br />
- No me has entendido...- sonrió.- ¿Te ha gustado llevarte mi virginidad?<br />
<br />
Mi mente se aclaró al momento. La bruma de excitación convocada se disipó automáticamente. Me separé de Lolita. Gotas de sangre sobre un fondo de fluidos bisexuales. Su coñito, que aún latía satisfecho, estaba perlado de gotas rojizas, como enjoyado de rubíes.<br />
<br />
- No. No, no, no, no, no, no.- Sí.- No.- Sí. La había desvirgado. Me la había follado y la había desvirgado. A mi alumna. A la hija de mi mejor amigo. Y me había corrido dentro. La angustia se instaló en mi garganta reseca. Recuperé mis pantalones, me vestí y escapé de allí, dejando a Lolita desvirgada y semi-desnuda.<br />
<br />
***<br />
<br />
Llegué a mi casa y me dejé caer nada más cerrar la puerta. Las horas me encontraban en la misma posición, tumbado en el suelo del salón, boca arriba, perdiendo mi mirada por una mancha de humedad que no dejaba de recordarme a Lolita. Todo me recordaba a Lolita. Todo llevaba la humedad de sus besos, la negrura de sus ojos, la suavidad de su piel, o simplemente, la "S" de sudor, semen, saliva y sangre en su entrepierna.<br />
<br />
Me sentía vencido, paralizado. No podía, por que no quería, mover ni uno sólo de mis músculos. Me sorprendí al notar unos regueros de humedad en mi cara. Estaba llorando. Por Lolita.<br />
<br />
El timbre del teléfono me devolvió a la vida. Como pude, lo cogí y contesté.<br />
<br />
- Hola.-habló secamente la voz del otro lado.<br />
<br />
Las piernas me fallaron. Caí sobre el sofá y empecé a temblar.<br />
<br />
- ¿J-Juanjo?<br />
<br />
- Sí. Verás, Dolores me ha dicho...<br />
<br />
¿Cómo? ¿Lolita se lo había dicho? Tuve miedo. Mucho miedo. Soy de las pocas personas en el mundo que han visto a Juanjo enfadado. Sabía de lo que era capaz.<br />
<br />
- Oye, Juanjo...- La camisa no me llegaba al cuerpo.<br />
<br />
- Coño, espérate que termine, cansino...- estaba bromeando. ¿Cómo podía bromear con eso?- Que Dolores me ha dicho que, como tu casa queda más cerca del colegio que la mía, que, si quieres, en vez de que tengas que venir tú todos los días, en cuanto salga del colegio, Dolores puede ir a tu casa.<br />
<br />
Mi mundo tembló. Lolita y yo. Lolita de inocente uniforme colegial y yo cada tarde en mi casa. Había sido idea de Lolita. Lolita quería volver a verme, volver a besarme, volver a follar...<br />
<br />
- Estupendo.- respondí, con un hilo de voz.<br />
<br />
- Bien. Entonces mañana mi hija irá a tu casa.<br />
<br />
***<br />
<br />
Me costó varios minutos asimilar la información. Lolita vendría a mi casa. Su padre no nos podría descubrir allí. Lolita era lista, y manipuladora. Nos estaba usando, a mí y a su padre, sin remordimientos de ningún tipo. Lolita vendría a mi casa. La sola idea me levantó la verga. Hasta que no me masturbé, no pude dormir tranquilo.<br />
<br />
Al día siguiente, los nervios no me dejaban moverme con facilidad. Esperaba, con ansias brutales, que Lolita llegara. Salía a las cinco del instituto. Hasta mi casa habían al menos cinco minutos. El reloj dio las cinco. Traté de tranquilizarme. Cinco y cinco. Respiré hondo, se estaba retrasando. Cinco y diez. "No te retrases más, Lolita, que me muero sin ti". Cinco y veinte. "No va a llegar. Se ha olvidado de mí. Ha ido a su casa a contárselo todo a su padre y ahora Juanjo viene hacia aquí dispuesto a matarme". Cinco y veinticinco. "No viene. No viene y yo estoy muerto". A y veintisiete sonó el timbre. Ni contesté. Abrí la puerta directamente y esperé que Lolita subiera.<br />
<br />
"Ya sube por las escaleras mi querida colegiala. Con su faldita gris y sus piernas largas. Con su culillo respingón y sus pechos nimios.". Subía Lolita por las escaleras. La verga se me hinchaba.<br />
<br />
- Hola, señor profesor...- me saludó con falsa inocencia en cuanto entró en mi casa.<br />
<br />
- Ho-hola, Lolita.- Era muy hermosa. Me enloquecía. "Es una niña todavía" agonizó en mi mente por última vez una vocecilla a la que no hice ni caso. Desterré la conciencia para centrarme en Lolita, inocente y lasciva, entrando por la puerta de mi casa.<br />
<br />
Le extendí una cajita de medicamentos en cuanto entró.<br />
<br />
- ¿Pastillitas del día después?- me preguntó Lolita.- Si hubiera tenido que esperarte a lo mejor ya estaba preñada... Tranquilo, que ya me la he tomado.- siguió, acariciándome la mejilla con suavidad.<br />
<br />
Me lancé a besarla. No podía más. Estaba a punto de volverme loco.<br />
<br />
- ¿Qué te crees que haces?- me contestó, indignada, esquivándome, deshaciéndose de mi abrazo y sentándose en una silla.<br />
<br />
No lo comprendía. Estaba confuso. ¿Qué quería Lolita? ¿Por qué me negaba? La había llevado hasta el orgasmo, había venido a mi casa para estar lejos de su padre, ¿Qué fallaba en la ecuación?<br />
<br />
- ¿Piensas darme la clase o qué?- me espetó violentamente, sacando de la mochila sus libros.<br />
<br />
- P-pero...<br />
<br />
El sonido del libro de Historia cayendo sobre la mesa se repitió en mi cabeza. Pam. Los sueños se esfumaron, retornó victoriosa la conciencia desterrada. Pam. Se derrumbó el castillo de naipes que monté soñando con toda una vida junto a Lolita. Pam. La cordura y la vergüenza me ahogaron la mente. Pam. Adiós a Lolita lasciva, desnuda y mujer. Pam. Vuelve la niña Lolita, la alumna que nunca debió dejar de ser.<br />
<br />
- ¿Empezamos?- preguntó abriendo el libro.<br />
<br />
- Empecemos.- contesté, completamente vencido.<br />
<br />
Me senté frente a ella. Poco me importaban Isabel y Fernando. Ellos formaban parte del pasado y a mí lo que me interesaba era el presente. Lolita colegiala esquivándome, Lolita colegiala negándome su cuerpo de marfil, sus tetas de azúcar. Lolita obligándome a desearla.<br />
<br />
La miré durante minutos, mientras ella hojeaba el libro. Las páginas pasaban, y mis ojos devoraban sus curvas, el primer botón desabrochado de la blusa, sus labios tan carnosos que parecían estar eternamente decorados de carmín.<br />
<br />
- ¿Esto es así?- preguntó.<br />
<br />
- No.- respondí.- ten en cuenta que primero se tuvo que conquistar Granada para poder presatr atención a otra peticiones. Entre ellas la de Colón.<br />
<br />
- Entiendo...- dijo ella. Siguió escribiendo y volvió a ignorarme. En ese momento el libro era mil veces más interesante que yo. "¿Por qué? ¿Por qué me haces esto, Lolita? ¡Mírame, por Dios! Estoy al borde de la lágrima... ¿No tienes compasión?".<br />
<br />
Lolita continuaba mirando al libro. Se apartó un mechón de cabello de la cara y aprovechó para mirarme. Pareció que lo que vio era lo que esperaba, y supongo que vio un hombre derrumbado. Dejó el libro de Historia en el extremo de la mesa, me miró sonriendo con malicia y sacó algo de la mochila. Se acercó a la cadena de música. Era un CD. Iba a poner un CD.<br />
<br />
Le dio al play y se giró hacia mí. Me dijo, por gestos, que me levantara mientras me susurraba "Alizée"... Empezó una música suave... palabras en francés... "Me llamo Lolita". Lolita, la melena suelta, la sonrisa perversa, empezó a bailar ante mí. Pam. El libro de Historia cayó al suelo. Pam. Retornaron los sueños. Pam. Volvió la adolescente Lolita, lasciva y cruel. Pam. Otra vez jugaba conmigo.<br />
<br />
- "<i>C'est pas ma faute...</i>"- me susurraron las dos, Lolita y Alizée, al oído. "No es mi culpa" me decían. No era su culpa. Tenían razón. Yo era el culpable. La culpa era mía. Sólo yo tenía la culpa de que Lolita ya no fuera virgen.<br />
<br />
- "<i>C'est pas ma faute..</i>."- repetían. "Esa pronunciación, Lolita... Tu padre me dijo que ibas bien en francés. No pronuncias bien esa frase. Antes la has pronunciado mucho mejor...". No. No era un error. Lolita decía otra cosa. Pasaba de Alizée como antes había pasado de mí.<i> Je ne suis pas une pute</i>. Repitió. Me miraba a los ojos con desafío mientras se meneaba al erótico ritmo de la francesa. "Lolita... Ya sé que no eres una puta. Ni me importa. Simplemente deja que baile a tu lado. Dejame perderme en tu coño y demostrarte que te amo tanto o más que te deseo".<br />
<br />
Lolita subió y bajó pegada a mi cuerpo. La polla se me hinchaba en los pantalones. La cogí de la cara. La besé de nuevo, besos de fresa y miel. Mis labios sellaron la comisura de su boca. Y me separé un poco. La volví a besar. Labios con labios. Dulce y eterno contacto que terminó en un segundo. Nos miramos a los ojos. Otro beso. Otro instante de separación. Y ahora sí. Se le encendieron las pupilas. Me agarró de la nuca. Nos besamos como locos. No era un beso reventado de pasión como el del día anterior. No. Era más pausado, suave, tenía la cadencia de los besos de las películas. Ósculo romántico y dos lenguas que no luchaban. Simplemente se acariciaban con timidez. A Lolita le gustó. Bajó sus dedos por mi espalda, siguió mis brazos y colocó estratégicamente mis manos sobre ella. Una se cebó con el culo. La otra desabrochó la blusa. Uno, dos, tres, cuatro, cinco botones y la prenda cayó.<br />
<br />
Lolita no llevaba sujetador. Su piel se estremeció bajo mis dedos. Yo me estremecí ante ella. Caí de rodillas, presto a rezarle, a ofrendarle un sacrificio sin sacrificio ninguno. Adorarla era gratis y placentero. Chupé los pezones mientras ella me agarraba de la cabeza, de pie, sabiéndose superior a mí. La pequeña adolescente se sabía superior. Me sentí como un niño. "Soy solo un niño, Lolita. Dame de mamar que soy sólo un niño y si no, lloraré. Deja que te chupe los pechos, Lolita, que me cuelgue de tus pezones, no dejes que llore.".<br />
<br />
Desabroché su falda. Cayó en vuelo grácil deslizándose por sus piernas. Se desnudaron las braguitas. No podía quitárselas. No podía separarme de sus pequeños pezones de color claro. Me engolfaba la lengua con sus pechos y era imposible detenerme. A falta de mis caricias, fue la propia mano de Lolita la que se sumergió bajo las braguitas para hacer subir la excitación al mismo tiempo que el volumen de sus suspiros.<br />
<br />
No me dejó tiempo a más. Me empujó al sofá donde acabé sentado, mirándola. El segundo que tardó en moverse, quedará para siempre marcado en mi memoria. No sé describir cómo era Lolita, vestida únicamente por las braguitas, la melena cayéndole por los hombros, y en contraste con la piel blanca de la joven. No sé describir sus pechos, pequeños, firmes, los pezones erectos y manteniéndome la mirada. No sé describir su pubis débilmente protegido por unas braguitas que ya se transparentaban ligeramente por efecto de la humedad. Ni sus piernas estilizadas. Ni su cadera ancha de soberbio culo respingón. No sé cómo describirla. Sólo una palabra se le acerca... "PERFECTA". Un perfección lasciva que se dirigió a su ropa.<br />
<br />
- Hoy ya hemos tenido suficiente... ¿No crees?- me dijo. No supe contestarle, me había dejado desarmado, mi única arma era una verga que se negaba a desprenderse de su dureza.<br />
<br />
- No me hagas esto, Lolita...<br />
<br />
- ¿El qué?- contestó, mientras se vestía.<br />
<br />
Ni siquiera me moví. Dejé que se marchara. Que recogiera sus cosas y saliera por la puerta, no sin antes decirme:<br />
<br />
- Ahí te dejo el CD. Piensa en mí.<br />
<br />
El mundo se cerraba con la puerta de mi casa. Lolita salía, dejándome un puñal en el corazón y otro en la entrepierna. Las horas pasaban ahogadas en lágrimas. Mientras Alizée me mentía diciéndome que se llamaba Lolita, yo me masturbaba frenéticamente.<br />
<br />
***<br />
<br />
Al día siguiente, Lolita no vino. Me llamó su padre y le mentí.<br />
<br />
- Está haciendo francés. No te la paso por que si no luego le cuesta horrores volver a cambiar el "chip".<br />
<br />
- La he llamado al móvil y está apagado.- decía Juanjo<br />
<br />
- La he hecho apagar el móvil ¿Qué clase de profesor sería si le dejara tener el móvil encendido?- "¿Qué clase de profesor sería, Juanjo? ¿Qué clase de profesor sería si me follase a mi alumna?"<br />
<br />
- ¿Pero se porta bien? Mira que no me fío.<br />
<br />
- Fíate. Le he puesto un disco de música en francés para ayudarla. ¿Lo oyes?<br />
<br />
- Sí, creo que sí. Bueno, vale, dale un beso de mi parte.<br />
<br />
- Está bien. Hasta luego.- me despedí, mientras de fondo se oía, una y otra, y otra vez a Alizeé y su "Moi, Lolita".<br />
<br />
<i>Motus et bóuche que ne dis pas à maman que je suis un phénomène</i>... "Silenciosa y con una boca que no le dice a mamá que soy maravillosa"... Je m'appelle Lolita.<br />
<br />
***<br />
<br />
Llegó a las cinco y cuarto del día siguiente.<br />
<br />
- ¿Qué hiciste ayer, Lolita?<br />
<br />
- Nada interesante.<br />
<br />
- ¿Por qué no viniste?<br />
<br />
- Mejor que no lo sepas. Tienes pinta de celoso.- me respondió con altivez.<br />
<br />
- ¡Me cago en Dios, Lolita! ¿Sabes? ¡Estuviste a esto de que se lo contara todo a tu padre!<br />
<br />
- ¿El qué? ¿Cómo me desvirgaste? ¿Cómo te aprovechaste de tu pobre e inocente alumna? Sabes que tienes que mantener esto en secreto. ¡Despierta, idiota!<br />
<br />
No le respondí. Me quedé callado. Me senté y gruñí un:<br />
<br />
- Vamos a empezar la clase. Saca los libros. ¿Qué has traído?<br />
<br />
- La única que no voy a poder aprobar. Filosofía.<br />
<br />
- ¿Por qué dices eso?<br />
<br />
- Por que la da una profesora y no un profesor...- Contestó Lolita, con una picardía desenfrenada.<br />
<br />
Las piezas encajaron. Encontré mi sitio. Sonreí. Recordé todos y cada uno de mis sueños de estas últimas dos semanas, cuando me permití soñar con toda una vida junto a Lolita. Jamás me atreví a pensar que esto sólo sería un capricho pasajero para los dos y un campo de entrenamiento para Lolita. Como seguro que muchas de sus compañeras, había optado por la vía más fácil para aprobar. Y conmigo había probado cuál sería la forma más sencilla de seducir, de engolfar, de enloquecer...<br />
<br />
"Despierta, idiota" me había dicho. Sí. Era hora de despertar. Se acabaron los sueños. Quedó Lolita. Me encantó el cambio. Me acerqué a ella y la besé. Intentó despegarse de mi beso, pero ella misma sabía que no quería evitarlo. Que lo deseaba, que si yo había sido el primero no fue sólo por estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Mientras ella me iba encadenando a su cuerpecito niño, también iba aprendiendo a quererme, poco, quizás casi nada, pero había sido el primero y me quería.<br />
<br />
Follamos allí mismo, en el sofá. Me montó como una amazona, con arte innato. Saltaba y gritaba sobre mi cuerpo, dominándome, manteniéndome manso con su mirada. Sonreía, se mordía el labio mientras botaba, con las manos sobre mi pecho desnudo. Sus pechos pequeños temblaban con mis dedos y ella se movía cada vez más rápido sobre mí. Su melena le caía sobre la frente, sobre la espalda, sobre los hombros, se vestía de una túnica negra de cabello y sudor mientras me montaba. "Móntame, Lolita, móntame. Soy tu caballo y tú mi amazona. Hazme saltar las vallas. Cruzar los lagos, encabritarme a dos patas y posar ante el jurado contigo encima. Tú eres mi amazona, Lolita, galopas encima mío, paseo, trote, galope, por los prados divinos. Estamos a las puertas del cielo, Lolita, lo veo en tus ojos y lo oigo en tu respiración agitada. No dejes de galoparme, Lolita, que estamos a las puertas del cielo y San Pedro ya viene a abrirnos. Galopa, galopa, galopa, quinceañera lasciva. Galopa, galopa, galopa, niña-mujer de tetas blancas que me caben en la palma de la mano. Galopa, galopa, galopa, Lolita. Galopa sobre mi verga".<br />
<br />
El sofá golpeaba con la pared. Temblaban los cuadros y temblaba Lolita. Temblaba yo mismo. "El mundo se va a acabar. Estamos en medio de un terremoto que rajará la Tierra y el Apocalipsis nos pillará follando, Lolita". Se convulsionó la dulce quinceañera me convulsioné yo con ella. "Ya viene, Lolita, ya viene. Ya viene San Pedro a abrirnos las puertas del cielo. Ahí está. ¿Te acuerdas del sonido de la cerradura de tu casa? Esto es mejor. Es más excitante incluso, Lolita". Gritó. Grité. Nos corrimos juntos. Y nos abandonamos, exhaustos, uno contra otro.<br />
<br />
- Te amo.- me susurró.<br />
<br />
- Te amo... te amo... te amo...- repetía yo, casi llorando.<br />
<br />
Es lo último que recuerdo antes de quedarme profundamente dormido.<br />
<br />
***<br />
<br />
Me despierta una humedad envolviéndome la entrepierna. Abro los ojos. Allí está Lolita, con mi verga entre sus labios, mirándome a la cara.<br />
<br />
- Lolita... ¿Qué hora es?- suspiro. Miro, aún medio dormido, el reloj de pared. Las ocho menos veinte, tardísimo para Lolita. El sonido del móvil de mi alumna termina de despejarme.<br />
<br />
Mi dulce quinceañera observa la pantalla del móvil. Me lo pasa.<br />
<br />
- Es mi padre. Dile que hoy me quedo a dormir aquí. Que ha habido un problema en la línea de autobuses.<br />
<br />
Lolita vuelve a embutir mi verga en su boca. Descuelgo el celular y repito, palabra por palabra, las órdenes de Lolita. "Bien. Te la dejo, cuídamela". Me dice Juanjo. "Por supuesto. Ahora mismo estamos repasando el francés, ¿Sabes?". Guiño un ojo a Lolita, que me sonríe con mi polla enterrada entre sus labios y su lengua haciendo diabluras en la punta.<br />
<br />
Cuelgo el móvil y me abandono a las caricias de Lolita, dulce Lolita de piel blanquísima y coño estrecho.<br />
<br />
<i>Je suis un phénomène</i>... Susurra Alizée por la radio.</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-59798070702699516112014-03-12T14:43:00.003+01:002016-02-11T01:44:07.250+01:00Virgen del fracaso<br />
<div style="text-align: right;">
<span style="color: #20124d;">Uno de mis favoritos, suprimido de la página de Todorelatos</span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="color: #20124d;">cuando el webmáster eliminó la categoría de Primera vez.</span></div>
<br />
<i> "Se "solla" con las bragas de meter corazones, de tanto sube y baja… De tanto responder a tantas oraciones con brazos de paja…"</i><br />
<i> </i>
<br />
Kutxi Romero, solista de "Marea", grita desde los auriculares de tu Mp3. Últimamente ya no sales sin él, te sientes desnudo y aburrido sin poder escuchar música que no sea la de la insulsa factoría de "Operación Triunfo". Llevas un buen rato mirando a esa mujer, pero no te atreves a avanzar. ¡Pero fíjate! ¡Está allí, ante ti, ofreciéndose a cualquiera! ¿Por qué iba a negarse? ¡Ni que lo que le quieres pedir fuera tan raro!<br />
<i><br />
"Y yo sigo rumiando blandiendo mi espada, por todos los renglones… ¡Válgame, compañera! Sobran ratoneras para tus rincones…"</i><br />
<i> </i>
<br />
Bueno, sigue observándola un rato más. Total, no se va a quejar, las putas no se quejan por que las mires. ¡Oh, mira! Viene un cliente. Tendrás que posponer tu petición. Mira como la empieza ya a manosear ese cerdo. "¡Eh, cabrón! Guárdate algo para la cama". No llegas a decírselo, pero con pensarlo tienes suficiente. Mira cómo la besa, la está llenando de lengua el muy bastardo. Pero ella no se queda atrás, no, sus manos escarban por la camisa, por el pantalón, tocando nalgas, torso, y una verga que yace encerrada aunque<br />
erecta en sus calzoncillos.<br />
<br />
<i>"Se desdicen los que dicen, que su musa ya no es virgen… que es la Virgen de la Luna… la de la palabra impura… la más puta, la que pide, cuatro capas de pintura… cuando no puede dormirse…"</i><br />
<span id="fullpost"></span><br />
<a name='more'></a><span id="fullpost"><br />
Bueno, que se la lleve en su coche, tú puedes esperar. Llevas tanto tiempo fijándote en ella que seguro puedes dibujar su silueta de memoria. Inténtalo. Empieza por los pies. Zapatos pequeños, de tacón imposible… Sube. Sus piernas delgadas pero fuertes, encarceladas en la rejilla de las medias; sus muslos incitantes, podría decirse incluso que enloquecedores… Sigue subiendo, que esto te gusta. Su culo, quizá muy ancho, embutido en la minifalda de cuero; su cintura demasiado estrecha, pero igualmente atrayente; su vientrecillo plano, guardando la rosa arremolinada de su ombligo… Ya una erección muy leve empuja sin fuerza tus pantalones, pero sigue, no te pares. Sus pechos generosos, a los que les acaricias visualmente el relieve del pezón apretado en su pequeño top; su cuello de cisne, su cara de perfil griego, su melena rubia… no, su melena a secas, estás dibujando su silueta, recuerda, y las siluetas no saben de colores… Resumiendo, la mujer a la que llevas casi espiando dos días y a la que no te atreves a abordar, la que se ha marchado con la cara manchada de carmín (besar no es en balde para las putas) acompañando a un gordo<br />
ejecutivo.<br />
<br />
<i>"Le pido que no venga que no quiero nada… más que lamer los huesos… que si aparece y quiere que la dé patadas, me la como a besos… y su carmín resbala que parece sangre, que forma nubarrones… Válgame, compañero! Ya no habrá más hambre que la que te comes…</i><br />
<br />
Se desdicen los que dicen…"<br />
<br />
Que su musa ya no es virgen… Exacto, ella ya no es virgen, pero como todo hijo de vecino, hubo un tiempo en el que lo fue. ¿Te imaginas cómo pudo ser por aquél entonces? ¡Venga, imagínatela! ¡Haz un esfuerzo, carajo! Tampoco es tan difícil. Sólo tendrás que quitarle... ¿Cuánto? ¿Ocho, diez años? Parece tener veinticinco, así que posiblemente fuera hace diez años. Imagina ese cuerpo con quince años. Cierra los ojos e imagina, que no te cuesta un duro.<br />
<br />
Diez años… tienes que ir diez años atrás… nueve… ocho… siete, seis, cincocuatrotresdosuno… ¡A tomar por culo! Los viajes en el tiempo son muy fáciles. Es la primavera del 1996. Ella tiene quince años, va al instituto con su cuerpo de mujer saliéndole por el escote. Diez años dan para cambiar poco en la gente, la verdad. Por allí camina, con su cartera en un hombro, con su melena negra como la noche (¿No me digas que creías que era rubia? ¡Joder, si se nota a la legua que estaba teñida!). Su minifalda deja no una puerta, sino un enorme portal abierto a la imaginación sólo con subirse mínimamente sobre la rodilla. Tanto es así que las viejecitas cuchichean sobre lo golfa que se está volviendo la hija de la Marina cuando la ven pasar, aunque claro, con esa madre, qué se podía esperar. Y es que la Marina se ha tirado a medio barrio. Santiago, su marido, y hasta que se demuestre lo contrario, padre de la cría, debe tener unos cuernos como dos farolas. ¿A que sí, Pepa?<br />
<br />
Bah, dejemos a las abuelas charlando, y sigamos a la jovencita. Se ha metido por esa calle, síguela, corre, que se escapa. Uf, has tenido suerte, se ha parado y está en el portal, esperando a que baje su amiga.<br />
<br />
- Coño, Yaizha, ya era hora de que bajaras, me estaba quedando tiesa.<br />
<br />
- ¡Joder, Mari! Tampoco es para tanto.- Mira, un nuevo dato, ya sabes que se llama María.<br />
<br />
- Sí, eso díselo a mis pezones, que los tengo como si estuviera con Jon Bon Jovi, tía.<br />
<br />
Yaizha ríe y su risa contagia a María. Siguen su camino, y tú detrás de ellas. Ves a un chaval que se acerca a las crías, es bajito, aunque no demasiado, quizá metro setenta, metro setenta y cinco como mucho, pero se le nota mayor que ellas, tendrá unos dieciocho años, vamos a ver qué dice.<br />
<br />
- ¿Dónde van las chicas más guapas del barrio? ¡Y tan solas!- En fin... No es un Neruda, pero podría decirse que es un buen piropo.<br />
<br />
- Isra, cariño, ¿Por qué no vas a tocarle los huevos a otra?- Toma contestación de María. La chiquilla no se anda con chiquitas. <br />
<br />
<i>"Cuando vengas a por mí… ¡Adiós delantal! La barraca la cierro… si me quedo en el redil, vete a olisquearle el ojete a otro perro que te haga más caso… que yo estoy aleteando de nuevo… que rompa tus vasos brindando tus pasos entre vuelo y vuelo…"<br />
</i><br />
¿Qué es eso? ¿No me digas que no has apagado el Mp3? ¡No jodas! En esa época no había ni Mp3, ni "Marea", ni hostias… anda, apaga el dichoso trasto y vuélvete aquí. ¿Ya? Vale, sigamos la conversación, a ver de qué más nos enteramos.<br />
<br />
- ¿Tienes un cigarro?- pregunta María, TU María.<br />
<br />
El tal Isra sonríe. Israel se llama. De lo peorcito del barrio, a sus dieciocho años, chorizo y delincuente habitual, tiene más amigos en la cárcel que "El Lute", pero el cabrón se porta de puta madre con las chatis. Así le va. Tiene más mujeres locas por su polla que el mismísimo Miguel Bosé. Saca un paquete de "Fortuna" del bolsillo y extrae un cigarrillo de él.<br />
<br />
- ¿Qué me das a cambio?- pregunta, con una sonrisa.<br />
<br />
- Vamos, Isra, no me jodas. Dámelo que voy a llegar tarde a clase.<br />
<br />
- Venga, cariño, dáselo, yo te lo pago.- Dice la tal Yaizha, acercándose a Israel y plantándole un beso en la boca. Pero un beso. Un beso como ha de ser. De tornillo, con lengua y todo. Ya te gustaría a ti que la Yaizha te cogiera por banda, lo leo en tus ojos. Y es que la Yaizha es mucha Yaizha, dulce como el azúcar y más puta que las gallinas. En la cama... Imagínate, dieciséis años a pleno rendimiento en dos metros cuadrados de sábanas.<br />
<br />
- Va, coño, Yaizha, deja de dar el espectáculo, que nos toca con el "Doctor Doom" y ya sabes que la última vez llamó a mis padres.<br />
<br />
- Pero es que tú te pasaste, cariño, que estuviste dos semanas sin aparecer por su clase y diciéndome que te cubriera. Mira por dónde, hoy te toca cubrirme a mí.<br />
<br />
- ¡Joder, Yaizha! ¡Ésta me la guardo!- María coge el cigarrillo y se va haciéndose la ofendida.<br />
<br />
¡Eh! Espera, ¿Dónde vas tan rápido, chaval? No la sigas, quédate un momentito aquí y escucha, que el Isra parece querer decir algo.<br />
<br />
- ¿Qué le pasa a tu amiga?<br />
<br />
- Na’, que es una estrecha.- dice, mientras se queda mirando como María se aleja.<br />
<br />
- ¿Con ese cuerpo? No jodas…<br />
<br />
- Lo que te digo, tron, si aún es virgen y todo. Sólo ha hecho mamadas y ya está…<br />
<br />
- ¡Pero eso tendría que ser pecao’! ¡Una tía tan buena y no poder levantarla a pollazos!- descaradamente, la mano de Israel amasa el culazo de Yaizha, haciendo que su dedo índice juguetee con la entrada a su vagina sobre la tela de la ropa.<br />
<br />
- Isra, para tío, vámonos de aquí que nos pueden ver mis viejos.- dice Yaizha, agarrando de la mano a Israel y marchándose de allí.<br />
<br />
Vale, ahora que ya está todo visto en este sitio, sigamos a María. Da igual que la hayamos perdido de vista, sé dónde está su instituto, mira, por aquí. "Instituto San Roque". Ahí lo tienes. Pequeñito, pero un instituto de secundaria al fin y al cabo. Venga, entremos. Aquí está, 2º de B.U.P. A. Parece que están dando Física. Escucha al profesor.<br />
<br />
- Señor Boronat. ¿Podría salir a resolver la ecuación o está demasiado ocupado charlando con su compañera?<br />
<br />
Te cuento. Ése que sale a la pizarra es Saúl Boronat. Repetidor. Metro ochenta, espaldas anchas, cuerpo atlético, pelirrojo. El novio de María. Fíjate cómo lo mira ella. Se le van los ojos detrás de su trasero. Su tez se sonroja si la mirada de Saúl la acaricia.<br />
<br />
Observa fijamente a María, mira cómo frota sus piernas, intentando calmar el calor que su chico ha despertado en su entrepierna.<br />
<br />
Esta tarde han quedado. Se van a la zona de "Cánovas", de fiesta con toda la pandilla. Ahí es donde Saúl piensa insinuarlo y donde María espera que se lo insinúen. Sabes de lo que hablo. No necesitas más pistas, está suficientemente claro.<br />
<br />
Bueno, hasta esta noche no ocurrirá nada interesante, así que vamos a dejar pasar el tiempo. Hemos viajado diez años al pasado, unas horas no serán problema. Venga, súbete conmigo al tejado. Mira cómo el sol corretea por el cielo, como si tuviera prisa en reunirse con las montañas. Allí va. El sol huye del mar y se suicida en las montañas, ves, ya atardeció. Una delicia controlar el tiempo.<br />
<br />
Vamos hasta la plaza de Cánovas. A ellos les gusta mucho el "Urbano". El guarda los conoce y les deja pasar a pesar de no tener la edad. Mira, allí están. Saúl está pidiendo algo en la barra mientras María baila como una serpiente una canción de este cantante nuevo. Sí, hombre, Ricky Martin. Se le ven maneras al chaval. Vale, vale, ya sé que tú prefieres las letras de "Marea", pero son los 90, y aquí triunfa Ricky.<br />
<br />
Bueno, fíjate cómo baila María. Dobla las rodillas y va descendiendo poco a poco, dejando que esa minifalda, aún más corta que la que llevaba esta mañana, deje entrever el brillo blanquecino de sus bragas. Un blanco, impoluto, inmaculado y virginal. Bien, pero no te quedes embobado sólo con eso. Mira su melena morena, ahora cae en bucles interminables sobre sus hombros, y el top insinúa de sus pechos lo poco que deja insinuar el apabullante escote que gasta. Tiene buenas tetas, a pesar de tener sólo quince años. Quince años, tres lustros, y mira qué bien se mueve. Baila como una posesa, llevada por el ritmazo latino de Ricky Martin.<br />
<br />
Saúl ya se acerca con dos vasos de cubata. ¿Los ves desde aquí? Son dos de ron con coca-cola. No puede decirse que Saúl haya sido muy original, pero puede que sea la bebida más eficiente para echarse valor. Le da un vaso a María y el otro lo diezma hasta la mitad de un trago. Tranquilo, Saúl, la noche es joven, no vayas a cagarla. La chiquilla mantiene el vaso aún en su mano, mientras baila. Él deja el vaso medio lleno en la repisa que surca la pared. Bien, parece que Saúl se tranquiliza. Se pone a bailar con ella cuando suena lo último de Mecano (aquí sólo tú sabes que será realmente lo último del grupo). No lo hace mal del todo.<br />
<br />
Pero mira quién entra por la puerta. ¡Oh, oh, oh, señores! ¡Todos en pie! ¡El rey ha entrado en el edificio! Isra atraviesa la puerta con Yaizha agarrada del brazo. El chaval se acerca a la barra. No se acerca. La salta literalmente y saluda al camarero como los buenos amigos que son. Coge cuatro vasos. Coge diez botellas. Como Pedro por su casa, oye. Mejor dicho, como Isra por el "Urbano". Combina como un profesional, un chorro de esto, unas gotas de aquello, una buena cantidad de esto de más acá… ¡Voilà! Termina la<br />
preparación, le pega un buen trago a la botella de "Tía María" y vuelve a saltar la barra. Agarra los cuatro vasos con el combinado y se acerca a su pareja, que baila ahora con María. El líquido temblequea en la superficie con ademán de derramarse, pero el Isra sabe de esto y no se le escapa ni una gota.<br />
<br />
- ¡Toma, machote! ¡Prueba éste!- Isra le pasa el combinado a Saúl, que lo inspecciona detenidamente.- ¡Venga, coño! ¡Es para beber, no para mirar!<br />
<br />
María suelta una risita alegre y Saúl no se lo piensa. Vacía de una el trago en su garganta.<br />
<br />
- ¡Joder, está bueno! ¿Qué es?<br />
<br />
- ¡Ocho licores, "Blue Tropic" y limón! ¡El "Rompecunas" lo llamamos!<br />
<br />
Saúl ya comprenderá por qué. Aunque eso no será hasta dentro de cinco minutos. Mientras tanto, tiene tiempo para seguir disfrutando la noche.<br />
<br />
- ¡Tomad, nenas, pero despacito, que esto sube de la hostia!- Avisa el Isra.<br />
<br />
- ¡Hostia! Esto está muy bueno.- dice primero Yaizha, luego secundada por María.<br />
<br />
- Esto es la verdadera cultura de club. Yo os podría enseñar unas cositas, nenas.<br />
<br />
Comienzan a rular los primeros porros de la noche. Isra, María, Yaizha, Isra… El canuto va pasando de mano en mano hasta que el humo es prácticamente fuego que se aloja en los pulmones. Entonces sólo hay que liar otro y el ciclo se repite. El humo de la maría rodea a María. Obsérvala, sonríe. Tiene una sonrisa preciosa. María y maría, qué gran combinación.<br />
<br />
Observa a Saúl. Comienza a tambalearse casi imperceptiblemente. Se apoya en la pared con una mano, la otra viaja a su frente, intentando despejar la bruma que el combinado del Isra ha convocado en su mente. No puede. El alcohol ha tomado el puesto de control y lo último que quiere es quedar como un imbécil delante de María, su Mary. Por que él no la llama María, ni Mari, sino Mary. Su reina Mary, como el "Queen Mary".<br />
<br />
- Mary, espérame, que voy al baño.- Dice, haciendo un supremo esfuerzo por que la lengua no se le trabe.<br />
<br />
- Bien… pero no tardes, cariño…- la rojez de las mejillas indica que no sólo a Saúl ha afectado la bebida.<br />
<br />
Sin saber aún cómo, María descubre otro combinado en su mano, mientras que el "Rompecunas" reposa su corteza vacía y seca en el suelo. María engulle sin contemplaciones el nuevo licor en su poder, y las luces comienzan a alargarse a cada giro de la cabeza. La gente parece más feliz y ocurrente que de costumbre y María tiene ganas de reírse estruendosamente. Baila, tambaleándose ahora, sin saber cuál es la música que suena. ¿Seguridad Social? ¿Dover? No importa. El mundo es un baile continuo y quien no baila se queda atrás. María se mueve, baila, se tambalea, se cae… Dos manos fuertes la agarran antes de que se desplome en el suelo.<br />
<br />
- Cariño, vámonos de aquí, que no te encuentras bien.<br />
<br />
- ¿Eres tú, Saúl?- La mirada de María se ha cubierto con un vapor etílico que sólo le deja ver siluetas difusas.<br />
<br />
- Claro que sí, cariño. Venga, salgamos de aquí.- Sí, salen. Salgamos con ellos.<br />
<br />
María y su hombre salen abrazados del pafeto. María se cuelga del cuello de su acompañante para no caer, pues sus piernas se han convertido en gelatina. Gelatina al alcohol. Pierde un zapato, que obliga a su compañero a volver hacia atrás para recuperarlo. Caminan unos metros, hasta que se paran delante de un coche blanco. Él saca unas llaves del bolsillo y abre la puerta de atrás.<br />
<br />
- Venga, siéntate, que te llevo a casa.- María obedece, no encuentra ninguna razón para no hacerlo. Se sienta en el asiento trasero del coche mientras aún se escucha a lo lejos la música del local.<br />
<br />
Sigámosla, entremos también en el coche. Ponte tú a su derecha y yo a su izquierda. Obsérvala ahí sentada. Fíjate en sus piernas, impúdicamente abiertas, subiendo la faldilla negra por sus muslos. ¡Qué muslos! Prietos y jóvenes, atractivos, ¿No dan ganas de estrujarlos, de besarlos? Fíjate la indecencia de sus piernas desnudas, como caen con perversa inocencia sobre el asiento. Pero ahí no acaba todo, ni mucho menos, fíjate en sus cabellos húmedos pegados a la cara, enmarcando su naricilla graciosa, sus ojazos negros, sus pómulos divinamente seductores, ligeramente sonrojados por efecto del alcohol ¿Hay acaso imagen más bella? Pierde tu mirada por su boca decorada con carmín, que resalta aún más esos labios carnosos. ¿No dan ganas de probarlos? Aun sabiendo lo que han hecho en un pasado, ¿No parecen los más inocentes del mundo? Pero aún queda lo mejor, sus pechos. Desde donde estás sentado puedes contemplar el escote con una posición privilegiada. Palco de Honor a las Tetas de María. No conozco palabras para describirlas, usa tu imaginación. Simplemente perfectas. Observa esa piel perlada de sudor, esas gotitas jubilosas que salpican sus núbiles pechos. Y mejor aún, fíjate en el montículo que forman los pezones bajo la tela de su ropa. Nada comparable al monte de tu entrepierna, pero indudablemente mucho más eróticos.<br />
<br />
El chaval arranca el coche. María se ve empotrada en el asiento con la aceleración. No puedes pedirle suavidad a un "Ford Escort" del 85. Se reincorpora, no tenía ni idea de que Saúl supiera conducir, pero eso no importa, da igual que se alejen del pub, ella aún sigue escuchando la música, y se mueve al compás de sus notas. Se fija en el conductor. Su pelo negro cae en media melena y le impide ver la cara.<br />
<br />
- ¿Te has teñido el pelo, Saúl? Me gustabas más antes, cuando eras pelirrojo.- Y se ríe.<br />
<br />
María se ríe y su risa mariposea en el aire enturbiado del coche. El aroma fresco y frutal de su risa se confunde con el de su perfume, y con el agrio olor del sudor, y con el de la gasolina. Al otro lado del cristal, pasan como flechas las farolas y los semáforos, te lo digo por que sé que ahora mismo no tienes ojos más que para ella. La estás disfrutando, la estás degustando, a ella y a cada centímetro de su piel de melocotón. Por eso te digo lo que hay fuera, aunque no te importe, pero sirve para completar la historia.<br />
<br />
El coche se detiene. Israel la ayuda a bajar. Sí, lo puedo decir porque ya debes haberlo adivinado, no está con su novio, sino con el Isra. Saúl se iría el día siguiente de la ciudad, con su familia. Le dijeron de quedarse una semana o un mes para despedirse, pero no quiso. Hizo las maletas y se piró de la ciudad. Pero ahora no hablamos de Saúl. Ahora vamos detrás de Israel y María, y seguimos sus pasos vacilantes y lentos. Veamos como el joven la lleva hasta el portal, y prácticamente la sube en volandas por las escaleras. Abre la puerta a sabiendas de que va a estar solo. Sus padres se han ido de viaje con su hermano pequeño, mientras que su hermana anda de fiesta también por ahí.<br />
<br />
- Te veo más bajito, Saúl… Hoy estás muy raro…- susurra María, pero no dice nada más. No tiene ganas de decir nada más, quiere abandonarse a esa neblina que cae sobre su mente. Tiene ganas de dormir y de esperar a mañana, a ver si se levanta más despejada.<br />
<br />
Pasemos antes de que Israel cierre la puerta. Mira, va a la habitación de sus padres, con la chiquilla en brazos. La deja suavemente sobre la cama. El Isra cuando quiere puede ser muy suave. Tan suave como la piel de María. Bueno, quizá no tanto. La piel de una quinceañera es punto y aparte en la suavidad absoluta.<br />
<br />
María parece estar en otro mundo, casi no responde, agarrotada en las brumas del alcohol y del sueño no sabe, no comprende, pero se deja llevar por esas manos que tan dulces están siendo con ella. Manos dulces pero expertas que la acarician, que la van despojando de sus prendas íntimas, buceando bajo la falda. Las braguitas blancas vuelan, y acaban sobre el sinfonier, al ladito de la imagen de la madre del Isra.<br />
<br />
La chiquilla sigue a lo suyo, intentando averiguar qué hacen esas manos que la desnudan, que le quitan la camiseta, la minifalda, las medias… que la dejan como su madre, Marina, aquella mujer infiel, la trajo al mundo. María está desnuda y no sabe por qué. Sigue sin entender nada… ¿eh? ¿Qué es eso que le golpea la cara? Una verga… esto sí que lo conoce, sabe lo que hacer con ella. Se la mete en la boca, llega hasta el fondo. Resiste las arcadas y sigue saboreando el miembro de su compañero, mientras las manos del Isra acarician la hendidura de su sexo. María gime, suspira, se le pone la piel de gallina. El Isra no es un novato en esto, que sabe lo que hace. Su mano sube y baja, extasiando los labios del sexo juvenil, y luego se posa sobre el clítoris, que se yergue como un dardo ardiente, erecto y suave, surgiendo ya sin timidez del capuchón que le forman los labios menores.<br />
<br />
Observa la imagen. Israel de pie, en el suelo, al lado de la cama, con su verga enterrada en la boca de María. Virgen María. Ella tumbada en la cama, con su sexo babeante por el trabajo de los dedos del Isra. ¿Te has dado cuenta que María tiene el sexo depilado? Parece que se había preparado a conciencia para su Saúl y, ahora, la verga que recibirán será la de Israel.<br />
<br />
Los labios de la joven reanudan su subibaja lúbrico, ayudados por la lengua. Una lengua que se halla entumecida por el alcohol, pero que sigue acariciando con dulzura y sapiencia la tranca de Israel. María gime extasiada a causa de esos dedos que pelean amistosamente con su clítoris. Siente la verga de su compañero alejarse de ella, con manchas de carmín por toda su longitud, hasta los testículos, que también se plagan de<br />
besos rojizos que batallan con la oscuridad del vello púbico de Israel. Se aleja de su boca, y se acerca a su entrepierna, pero María la tapa con sus manos.<br />
<br />
- No, Saúl, no… no lo hagas.<br />
<br />
Israel desobedece. De todas formas se lo ha dicho a Saúl, y él no es Saúl. Separa sus manos con las suyas, y besa dulcemente el clítoris inflamado y erecto. Un relámpago cruza el cuerpo de María, que tiembla y grita. Sus manos pierden fuerza, como también su voluntad de seguir virgen. Nota de nuevo esos labios sobre su sexo. Se siente volar cuando uno, dos, tres dedos se internan en su intimidad. Suspira. Arquea su cuerpo. Jadea. Se eleva sobre sí misma. Gime. Sobrevuela su cuerpo y el de su moreno acompañante. ¿Moreno? Saúl es pelirrojo, el único moreno… ¡Grita! Grita y con su grito el vuelo se convierte en un huracán en el interior de la habitación. Gira, se mueve, se convulsiona y dirige con sus manos la morena cabellera de su amante. El orgasmo la azota con una intensidad de límites insospechados. Mientras se recupera, poco a poco, del orgasmo, y el sudor que se le acumula en la piel resbala hacia las sábanas, dice algo entre jadeos.<br />
<br />
- ¿Isra?<br />
<br />
- Sí, cariño. Mejor que aprendas con un experto antes de decepcionar a tu amiguito.- El joven ya se coloca en posición, su miembro aparece erecto y amenazante.<br />
<br />
- No, Isra, no…- demasiado tarde. El Isra se ha colado. Rompiendo lo que había que romper. El dolor ha sido un latigazo que le ha quitado la respiración. La penetración le ha dejado sin aire un momento, pero la molestia parece esfumarse rápidamente.<br />
<br />
Israel no se mueve. Espera que el cuerpo de María se acostumbre al nuevo invasor. No tarda mucho. O tarda eternidades. ¿Qué piensas? ¿Con qué comparamos el tiempo? No se puede. En esos casos, simplemente, no se puede. Podría decirse que pasado un tiempo, Israel comienza su movimiento, mientras María parece hacer ademán de intentar zafarse, pero entre el alcohol, el peso de Israel y, por qué no decirlo, su cachondez, comienza a desear seguir. Seguir dejando que esa verga le perfore las entrañas, le entre hasta el estómago. Más hondo, cada vez más hondo. Tiene ganas de su primera vez concluya de manera fantástica con Israel. Tiene ganas de que ese miembro, el más grande que ha tenido, el único que no pertenece a un adolescente que aún crece, sino a un hombre desarrollado, con su fuerza, con su rabia, con su experiencia en el sexo, tiene ganas de que ese miembro siga penetrándola como ahora.<br />
<br />
Siente su cuerpo arder. Sus piernas abrazan la cintura de Israel, mientras los brazos hacen lo propio con el cuello. Sus labios buscan los del compañero, y ya no le importa que sea Israel, que sea el adolescente Saúl, o que seas tú. Besa para apagar los gritos de placer que remueven montañas; las montañas de sus pechos, que viajan arriba y abajo, al ritmo de la agitadísima respiración, que aumenta la velocidad del corazón de María, que tamborilea enloquecido marcando un redoble para recibir la sensación del placer más<br />
absoluto. Los labios de María sueltan los del compañero, su lengua desenreda los nudos atados en su tocaya. Respira, y con esa bocanada de aire comienza Israel a potenciar la velocidad de sus arremetidas. Y el calor aumenta, y se distribuye por todo el vientre, arrancando un homigueo que se vuelve en una explosión de sensaciones que acaban con una lucha de fluidos en la cavidad de María, mientras los cuerpos desnudos se derrumban abrazados, cubiertos de sudor sobre las sábanas.<br />
<br />
Aún con la sensación del clímax mandando relámpagos de placer por todo el cuerpo, María, la ex-virgen María, cierra los ojos y se duerme. Su cuerpo se abraza al descanso que ofrece la cama mientras su vagina recién estrenada derrama sobre las sábanas mezclas de fluidos bisexuales, cruzados por un hilillo inconsistente de sangre que cae sobre la cama.<br />
<br />
Obsérvala desnuda y dormida por última vez para ti, que tienes, tenemos, que volver al tiempo que nos corresponde. Mira los sonrosados y aún erectos pezones, los pies pequeños, todo eso que antes no podías ver por culpa de la ropa. Mira también el color de sus labios, todos, los de arriba y los de abajo. Los de arriba sin pintalabios, los de abajo abiertos, usados, expuestos ante ti. Por último échale una ojeada a la bendita expresión de placidez que posee su cara cuando duerme. Casi como un ángel. O quizá más que un<br />
ángel.<br />
<br />
Bien. Abre los ojos. Vuelve a la realidad. Estamos en el 2006. Estás apoyado en una esquina esperando que María vuelva de follarse a un cliente. Justo a tiempo. Allí está. Sale del coche, se mete el dinero en las botas y sigue con lo suyo. Antes de acercarte aún la puedes ver como hace diez años. Adolescente bonita. Ahora es una mujer bonita. No vas a ponerte a poetizar sobre sus ojos negros como la noche o su cuerpo marfileño… Simplemente vuelves a poner en "Play" el pausado Mp3 y te acercas a ella.<br />
<br />
<i>"Y los poetas que te cantan que se vayan todos a tomar por culo, que como me ponga chulo voy a hacer alunizajes… A cualquier hipermercado, de esos que venden versos y sonetos, y en algún sucio paraje en cualquier hoyo los meto… y no me he de poner trajes… para cagarme en sus muertos…"</i><br />
<br />
Sigue la canción de "Marea" mientras te acercas, temeroso de que te mande a la mierda a las primeras de cambio. Pero… ¿Es tan raro lo que le vas a pedir? ¿Qué te podría decir? Cruzas la carretera escuchando aún las rimas-consejos del gran Kutxi.<br />
<br />
<i>"Mientras me barro los pies, pa’ no casarme con nadie que quiera exprimir la vaca, y en cada mano una faca… pa’ que siempre corra el aire"<br />
</i><br />
- ¿Cuánto?<br />
<br />
- 50 euros el completo chato.<br />
<br />
- ¿Y cuánto por ser mi reina, Mary?<br />
<br />
- ¿Saúl?<br />
<br />
Te quitas la gorra y pasas una mano por tu cabellera rojiza. Sus ojos siguen igual de bonitos y negros, piensas, mientras recuerdas aquél cuerpo virgen bailando contigo en el pub "Urbano" hace diez años.<br />
<br />
"¡Válgame, virgencita! Ser puta y bendita se hizo para ti…"</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-91879776240914212032012-01-29T20:46:00.002+01:002015-02-04T23:09:58.116+01:00A.C. (28: El Pueblo Maldito)El toro camina despacio, no le gusta caminar cuando ya ha caído la noche, pero cuando la sed obliga hay que beber. Se acerca al río sin dejar de mirar alrededor suyo; decididamente, hay algo en la noche que no le gusta nada, así que se mantiene alerta a pesar de que tan solo el silencio le rodea. Tal vez eso sea lo que le intranquiliza, no solo hay silencio. Hay demasiado silencio.<br />
Observa con recelo la higuera huérfana de hojas cuya silueta se recorta en medio de la oscuridad. Un solitario cuervo, tan negro como él, le mira con dos ojos macabros e inexpresivos.<br />
El morlaco aún mira de reojo a la pequeña ave cuando baja su cabeza hacia el agua y le da el primer sorbo a la gélida corriente. Cuando nota la frescura del líquido que atraviesa su garganta, sin embargo, se olvida de su miedo y se centra en el gozo de calmar su sed.<br />
No se acuerda del cuervo hasta que sacia completamente su sed. Cuando vuelve su testa hacia la higuera, al cuervo de antes se le han sumado dos más, y otro que llega volando y se posa junto a sus compañeros.<span id="fullpost"><br />
El toro, el enorme animal al que temen los hombres, se siente intimidado al ver las ocho esferillas negras brillando en la noche y fijas en él. Pero ya no son ocho ojos. Ahora son diez. Y luego catorce. Y veintidós. Las ramas desnudas de la higuera pronto se visten de cuervos mientras el número de pajarracos no deja de crecer. De todas partes del horizonte acuden cuervos a observar impertérritos al poderoso toro desde la higuera.<br />
El toro rasca con la pezuña en la hierba junto al río y mira con temor a los incontables pájaros. Escucha el crujir de las ramas del árbol bajo el peso de los que ya deben ser más de doscientos cuervos que lo observan en silencio.<br />
Cuando el atemorizado animal decide que lo más prudente es retirarse a la carrera, uno de los cuervos, que tal vez era el primer ocupante de las ramas ahora abarrotadas de pájaros negros o tal vez no, como si hubiera leído su pensamiento, suelta un horripilante graznido, abre las alas y alza el vuelo hacia él.<br />
Tras el primero, perfectamente coordinados, el resto de la monstruosa bandada repite el gesto y se abalanza sobre el imponente astado.<br />
El toro muge, se agita y embiste, pero no logra deshacerse de su enemigo. Es como embestir la niebla. Pronto, está atrapado en una nube negra de plumas y picos que le hieren. La sangre empieza a manar de su hocico, de su lomo, de sus patas, de sus ojos... De todos los lugares donde los pequeños animalejos dejan su hiriente beso.<br />
En pocos segundos el toro cae al suelo. Los cuervos le picotean el vientre mientras otro de ellos introduce su cabeza entera en la cuenca vacía y sangrante de lo que antes fuera su ojo derecho.<br />
Pocos, muy pocos minutos después, los cuervos se separan de su objetivo. Casi nada queda ya del toro. En la mayor parte del cuerpo, los afilados picos han llegado hasta el hueso después de devorar la carne. Bajo los escasos jirones de piel que le quedan al ya cadáver del toro, los cuervos más afortunados se siguen dando un festín con sus entrañas.<br />
Junto al río quedan el cadáver del toro y unos pocos cuervos con el pico ensangrentado. La sangre del toro, lentamente, avanza hacia el río.</span><br />
<a name='more'></a><span id="fullpost"><br />
*****<br />
Ajdet se incorporó con un grito. Otra vez el mismo sueño.<br />
- Ajdet... ¿Te encuentras bien? -Alterada por el grito de su esposo, Rayma se inclinó sobre él y lo abrazó. Llevaba varias noches seguidas, más o menos desde su castigo a Ayna, sufriendo horrorosas pesadillas que terminaban haciéndolo despertarse en ese estado, sudando de terror y visiblemente turbado. Ajdet no había querido contarle sus sueños, por lo que la reina pensaba que tan solo era una especie de remordimientos por lasoberana paliza que infligió a su cuñada. La pequeña Ayna llevaba varias noches recuperándose de sus heridas al mismo tiempo que era usada como juguete sexual por el rey y su esposa. Ajdet dejaba fluir con su hermanita todo el sadismo que no se permitía usar con Rayma.<br />
Ajdet sacudió la cabeza, tratando de sacarse de la cabeza las horribles imágenes de su sueño y se volvió hacia su mujer.<br />
- Es el Pueblo Negro. Debe ser mi próximo objetivo.<br />
La declaración de su esposo dejó sin aire a Rayma.<br />
- ¿El Pueblo Negro? ¿Quieres conquistar el Pueblo Negro? ¿Por qué? No son una amenaza. Y están demasiado lejos para que frenen nuestra expansión, al menos de momento.<br />
- No he dicho que quiera conquistarlos. Pero debo de hacer algo con ellos antes que sea demasiado tarde. Lo sé.<br />
*****<br />
La noche era cerrada cuando un caballo abandonó el pueblo del Gran Río. Sobre él, dos cuerpos se adivinaban en la noche, y el único sonido que se escuchaba sobre el golpeteo de los cascos del caballo en la tierra era un triste sollozo femenino. El alazán avanzó, dando un pequeño rodeo para no acercarse al Pueblo del Llano, que no era una aldea belicosa pero que contaba con guerreros veteranos y capaces.<br />
El caballo, con uno solo de sus jinetes, regresó poco antes del amanecer.<br />
A las afueras del Pueblo Negro, a medida que el sol se alzaba sobre las montañas, un bulto se iba definiendo bajo las primeras luces del día.<br />
Los vigías del pueblo tardaron unos minutos en avisar a sus jefes. No se lo podían creer. Seguro que aquello era un regalo de los dioses por sus constantes sacrificios.<br />
Finalmente, el líder dio la orden. Una orden que en ese pueblo llevaba tres estaciones sin escucharse.<br />
- ¡Abrid las puertas!<br />
En la explanada junto a las murallas del poblado, atada a un pequeño árbol, les aguardaba una joven desnuda.<br />
De haberse relacionado con algún otro pueblo durante las últimas lunas, alguno de los habitantes del Pueblo Negro tal vez habría tenido noticia de la expansión del pequeño pueblo del Gran Río, y de las imposibles victorias cosechadas por su joven Jefe, Ajdet. Y quizás, solo quizás, alguno de todos ellos habría reconocido en aquella mujercita a la hermana pequeña del Rey Toro.<br />
Mientras veía acercarse a aquellos hombres con el cuerpo cubierto de la cabeza a los pies de extrañas pinturas, Ayna tembló de terror mientras seguía sollozando.<br />
*****<br />
- No me parece bien, Ajdet. Ayna no merecía esa cosa tan mala -Yasid no podía estarse quieto. Le revolvía el estómago pensar que su amada esposa se estaría convirtiendo en ese momento en un mero trozo de carne para la gente de ese pueblo.<br />
- ¿No se merecía eso? -Ajdet parecía tranquilo- ¿Acaso olvidas que intentó matarme y que casi lo consigue? ¡Tiene suerte de que no la matara con mis propias manos!<br />
- ¡Ese destino es peor que la muerte! ¡Mil veces peor! -chilló el imponente negro.<br />
El extranjero estaba al borde del sollozo. Si solamente la mitad de la mitad de las cosas que se oían sobre ese pueblo fuera cierto, estaba seguro de que no volvería a ver jamás a su esposa.<br />
- No te preocupes, Yasid. Encontrarás otra mujer.<br />
El negro desvió su mirada hacia la ventana. No quería otra mujer. No otra más.<br />
*****<br />
Ayna cerró los ojos. Tenía miedo, aunque nunca había tenido tanto.<br />
Las caras teñidas de azul de los habitantes de ese pueblo intimidaban a la joven niña-mujer. Se había creado un pequeño círculo de respeto alrededor de Ayna, los hombres aguardaban, mirándola con un deseo creciente, y nadie parecía tener el rango suficiente como para tocarla.<br />
Uno de los hombres dijo algo que Ayna no entendió. El Pueblo Negro llevaba siglos sin relacionarse con las otras aldeas, y había acabado por desarrollar un idioma propio, muy alejado del lenguaje que se usaba en toda la zona, bastante parecido desde la costa sur hasta las montañas de las nieves del norte.<br />
Finalmente, el que parecía de mayor rango, por los abalorios de hueso y cerámica que llevaba al cuello, avanzó hacia la chiquilla y la arrastró agarrándola del pelo hasta su chabola de barro y paja.<br />
Ayna se encontró en medio de una estancia polvorienta. Cerca de su mano izquierda, vio los restos de lo que parecía una copiosa comida. Chilló de terror al darse cuenta de que aquel fémur no había pertenecido a ningún animal.<br />
Así que era cierto, el Pueblo Negro practicaba el canibalismo.<br />
Afortunadamente para la pequeña Ayna, el Jefe no pensaba en ella para llenar su estómago. Más bien, era él quien quería rellenar algo.<br />
La notoria erección del jefe levantaba el escueto taparrabos que era el único ropaje que usaban en el pueblo.<br />
El jefe gruñó algo y dio un paso hacia Ayna. La chiquilla, aterrada, se levantó y buscó un sitio por donde escapar, pero el jefe tapaba la única salida de la casucha con su cuerpo, y no había un solo mueble tras el que ocultarse.<br />
El hombre avanzó hacia Ayna, que se intentaba alejar lo máximo posible de él, pegándose a la pared circular de la casa. El jefe la atrapó enseguida y Ayna trató de golpearle, pero fue como golpear un muro de piedra, porque el jefe ni siquiera acusó el golpe en el costado y la volteó para que la adolescente le diera la espalda.<br />
- ¡No! -chilló la pequeña cuando notó la fuerza sobrehumana de aquel hombre azul obligándola a ponerse a cuatro patas. Ayna trataba de resistirse, pero la fuerza del jefe la superaba por mucho.<br />
La punta de la polla del jefe se colocó entre los labios vaginales de la pequeña rubia.<br />
- ¡No! -volvió a chillar la hermana del Rey Toro.<br />
La penetración fue honda y dura. A Ayna el grito se le quebró en la garganta, la polla se coló hasta lo más profundo de su coñito. Extrañamente, la intrusión no fue tan dolorosa como cabría esperar. Por más que a la propia rubita le costara entederlo, se había ido excitando poco a poco, y su sexo estaba ligeramente húmedo.<br />
El jefe se aferró de los hombros de Ayna para hacer más profundas y potentes las penetraciones. Embestida tras embestida, aquella verga asalvajada iba haciendo más estragos en el chochito cada vez más mojado de la rubita, arrancándole más gemidos de la garganta y más estremecimientos de placer de sus piernas.<br />
- ¡Aahhh! ¡Nahh! -gemía sin control la joven Ayna.<br />
El hombre resoplaba y murmuraba extrañas palabras en su raro lenguaje. Se agarraba ahora de las crecientes caderas de la niña-mujer y embestía con fuerza.<br />
Ayna sentía que se estaba olvidando de donde estaba y quien la follaba. Poco a poco, su mente regresaba al claro del bosque donde se folló por primera vez a su marido, el negro Yasid.<br />
El pecho empezaba a arderle, el placer empezaba a obligarla a cerrar los ojos y se sentía a cada penetración más próxima al orgasmo.<br />
Sin embargo, cuando empezaba a sentir ese volcán desbordándose en su interior, la verga salió de su interior arrancando con ella un gemido amargo, y el jefe volvió a obligarla a darse la vuelta. Embutió su polla en la boca de Ayna y, nada más sentir el contacto forzado de la cálida lengua, se derramó en su interior.<br />
Ayna casi se asfixia con las ingentes cantidades de semen de aquel hombre. Se vio obligada a tragarse la pastosa sustancia si quería volver a respirar y, aunque una arcada cruzó la garganta, pudo evitarla hasta que la polla salió de su boca.<br />
Rendida, Ayna cayó al suelo, tosiendo, pero aún con la cachondez enquistada en su cuerpo. Vio que la verga que acababa de vaciarse en su boca comenzaba a menguar y supo que no le valdría, así que llevó sus manos a su coñito joven y latente y comenzó a masturbarse, metiéndose dos dedos en su mojado agujero mientras con la otra mano se frotaba el clítoris hasta que acabó en un orgasmo que trató de contener pero que le escapó por todos los poros, haciéndola convulsionarse en silencio.<br />
Viendo disfrutar a la joven de su orgasmo, el jefe del Pueblo Negro rió y volvió a agarrarla de los cabellos y a arrastrarla por el suelo, esta vez en dirección hacia fuera de la casa mientras gritaba algo en su idioma.<br />
Fuera de la chabola esperaban el resto de hombres del poblado.<br />
Ayna fue arrojada con violencia al suelo, frente a los hombres, que la miraron durante unos pocos segundos en silencio hasta que uno se lanzó hacia ella y, tras él, los demás lo imitaron.<br />
Los hombres se abalanzaron sobre la chiquilla de la misma forma que unos lobos sobre el cadáver de un cordero.<br />
Prácalticamente igual que una bandada de cuervos sobre un toro atemorizado.<br />
*****<br />
- ¡Preparaos! ¡Saldremos ahora! -Yasid espoleaba a sus hombres mientras montaba en su caballo.<br />
- Pero, General Yasid... Ajdet ha dicho que...<br />
- ¡No me importa! ¡Soy yo quien comanda esta compañía de jinetes y quien decide a qué misiones se enfrentan y cuándo lo hacen! ¡Así que montad en vuestros caballos y seguidme!<br />
Yasid comenzó a cabalgar pero se detuvo antes de salir del pueblo, en el mismo momento en que vio un hombre plantado ante las puertas abiertas del Gran Río.<br />
- ¿Dónde vas, Yasid? -preguntó el Rey Toro con una sonrisa.<br />
- ¡Apártate del camino, Ajdet!<br />
- Sabes que no lo haré. Si quieres salir del poblado, hazlo por encima de mí.<br />
Yasid no se lo pensó. Espoleó a su montura y cabalgó hacia el Gran Jefe.<br />
Ajdet seguía sonriendo aún cuando Yasid desenfundó su espada y la alzó al cielo lanzando el grito de guerra de su pueblo natal mientras la distancia entre los dos se reducía.<br />
*****<br />
Ayna se sentía un mero pedazo de carne. Un pedazo de carne que gozaba. Una polla le atravesaba el coño, otra le perforaba el culo y una tercera acallaba sus gemidos entrándole por la boca.<br />
Durante horas, había sido follada por todos sus agujeros por todos y cada uno de los hombres del poblado.<br />
El placer que había desembocado en múltiples orgasmos durante la larga sesión de sexo se había convertido en una sensación sorda, como si su cuerpo, lentamente, se hubiera ido acostumbrando al goce lúbrico y sexual de tanta polla atravesándolo.<br />
Las refriegas por formar parte de la orgía eran constantes. Junto a Ayna, un hombre joven cayó muerto. Sólo los adolescentes esperaban pacientes su turno, sabiendo que no podían enfrentarse a sus mayores, pero igualmente deseosos de profanar aquel cuerpo joven y perfecto.<br />
A pesar de que todos sus agujeros le escocían, y que estaba tan agotada que había perdido un par de veces el conocimiento, aquellos hombres pintados de azul no tenían pinta de dejar a Ayna en paz. Agarró otras dos vergas con las manos, tratando de acompasar las embestidas de los sementales a la torpe paja y se concentró en dar el mayor placer a todos los hombres posibles.<br />
Una polla más se corrió en su boca, pero ya no le quedaban fuerzas para tragar y el semen se derramó por su barbilla. Mientras otro hombre ocupaba el puesto dejado en su boca, aquel que la sodomizaba extrajo su verga del ano enrojecido y se corrió sobre su espalda.<br />
Otro hombre, otra polla, otra penetración. Ayna no podía más. Sintió que, entre el dolor y el placer, volvía a perder el conocimiento. Se desmayó mientras un adolescente se corría débilmente en su mejilla.<br />
*****<br />
- No sale. Tampoco se escuchan ruidos desde dentro.<br />
- Tranquilo, Yasid. Saldrá. -Ajdet trató de serenar a su cuñado.<br />
A pesar de que al enorme extranjero aún le dolía el cuerpo por la violenta caída del caballo, Yasid no mostraba un solo síntoma de dolor. No se esperaba que Ajdet tuviera tan amaestrados a los caballos. A una simple orden del Rey Toro, el alazán se había encabritado y Yasid se había encontrado, de pronto, cayéndose de su montura.<br />
- ¿Por qué no atacamos ya? -inquirió el negro.<br />
Las murallas del Pueblo Negro eran imponentes. La leyenda decía que no había sido construida por sus moradores, sino por los pueblos vecinos, para mantener a los habitantes del Pueblo Negro lejos de sus ciudades. Durante siglos, la fama de aquellos era de una tribu maldita, capaz de cualquier aberración posible, una tribu de brujas, demonios y caníbales.<br />
- Paciencia, Yasid. El arte de la guerra es la paciencia...<br />
*****<br />
Cuando Ayna despertó, la noche empezaba a caer. Sus agujeros estaban ensangrentados y adoloridos, y el paisaje a su alrededor era desolador. No podía distinguir a los hombres dormidos de los asesinados por sus compañeros.<br />
Se levantó tambaleándose y caminó hacia las puertas de la ciudad. Agarró una gran piedra del suelo y la ocultó tras su espalda mientras se acercaba al guardia de la puerta, que dormitaba apoyado en la madera. Entreabrió los ojos, vio acercarse a la niña-mujer y sonrió recordando las diversas formas en que se la había follado. La sonrisa se le quebró en el momento en que vio la piedra y el gesto de furia de la joven. No tuvo tiempo siquiera de gritar, la piedra impactó en la sien del guardia con un ruido seco. Se escuchó el hueso crujir bajo el golpe y al guarda se le quedaron los ojos en blanco y cayó como un plomo.<br />
Ayna no se conformó con eso. Dejó caer una y otra vez la piedra sobre la cabeza del hombre, haciendo que trozos de hueso, carne y, sobre todo, sangre, usando para cada golpe todo el dolor, la humillación y el odio acumulado durante tantas horas. Se le escapó una sonrisa cuando por su mente cruzó el pensamiento de que el hombre que moría en sus manos era su hermano. Cuando se cansó, y la cara del guardia quedó completamente deformada, se levantó y retiró la traviesa que mantenía las puertas cerradas. Tuvo que estirar con toda la fuerza que le restaba para abrir una sola de las dos hojas del gran portón.<br />
- ¡Ahí está! ¡Al ataque! -gritó Yasid, adelantándose a las órdenes de Ajdet.<br />
No fue hasta que los guerreros vieron cabalgar al Rey Toro cuando espolearon a sus monturas o, simplemente, salieron corriendo hacia el pueblo maldito.<br />
Los soldados pasaron junto al cuerpo desnudo de Ayna, obsequiándola con miradas de desprecio al hacerlo. Entraron en tropel al poblado y acabaron con facilidad con todos los cuerpos pintados de azul que salían a su encuentro.<br />
Cansados para luchar al cien por cien, desentrenados tras tantos años de paz causada por el temor que causaban, y algunos de ellos heridos por las peleas ocasionadas en la orgía, no fueron rival ninguno para los hábiles guerreros del Pueblo del Gran Río.<br />
En pocos minutos, los habitantes del Pueblo Negro habían caído en su práctica totalidad.<br />
- Ajdet... Tienen a todas sus mujeres recluidas en aquella gran casa. Son muy machistas, no las permiten salir más que a follar con su marido... -dijo Ayna.<br />
- Matadlas -ordenó Ajdet, causando una gran sorpresa en sus hombres.<br />
- ¿Cómo? ¡Son solo mujeres y niños! -se escandalizó Yasid- ¡No son una amenaza!<br />
- ¿Acaso no me habeis escuchado? ¡No quiero que ninguno de estos malditos sobreviva! ¡Matadlos a todos e incendiad el poblado! ¡Quiero que este pueblo desaparezca por completo!<br />
El tono del Rey Toro no dejaba opción a réplica. Uno de sus hombres cogió una antorcha y prendió un fuego donde encenderla.<br />
*****<br />
El Pueblo Negro quedó convertido en una gran tea ardiendo que brillaba en la noche mientras el ejército de Ajdet se alejaba de allí. El silencio en sus tropas era sepulcral durante todo el camino de vuelta. Nadie comprendía el porqué de la repentina sanguinareidad de su Rey, pero mucho menos nadie se atrevía a preguntárselo.<br />
Nunca se había visto a las tropas de Ajdet con tan baja moral.<br />
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-4961070818028440482012-01-10T22:47:00.000+01:002015-02-04T23:10:40.510+01:00A.C. (27: El precio de la traición)El jinete se detuvo por unos instantes frente a las puertas de la ciudad. Donde debían estar los guardias, patrullando, no había nadie. La ciudad del Gran Río hubiera parecido desierta de no ser por el murmullo nervioso que procedía de su interior. Parecía que toda la ciudad, guerreros incluidos, se había reunido en la plaza central del poblado.<br />
- Mejor -pensó el jinete, recolocando sobre su montura al cadáver envuelto en la sábana y espoleando de nuevo al caballo para dirigirse al interior del pueblo.<br />
Fue Pagul, uno de los guardias, el primero que escuchó el golpeteo de los cascos del caballo acercándose. Siempre había tenido muy buen oído y, aunque la gente, intranquila, no dejaba de parlotear y chillar en medio del pueblo, él ya había escuchado al jinete cuando el sonido del alazán no era más audible que, quizá, sus propios latidos.<span id="fullpost"> <br />
- ¡SILENCIO! -gritó el joven soldado, volviéndose hacia donde, un segundo después, apareció el jinete, cabalgando con velocidad, y obligando a apartarse a los ciudadanos para no ser arrollados por el pura sangre.<br />
Lo que antes era griterío se convirtió en silencio, lo que era pelea se volvió calma, todos los presentes se quedaron callados, mirando al jinete con una mezcla de miedo y respeto. Y poco a poco, en un crescendo lento y casi armónico, los murmullos regresaron aunque, esta vez, el tono había cambiado.<br />
Rayma, que estaba en su casa tratando de armar un petate con sus ropas para marcharse del poblado cuanto antes, se quedó extrañada al sentir aquel extraño y momentáneo instante de silencio silencio, pero no le dio más importancia hasta que, una vez regresaron los susurros y las voces, logró entender una palabra suelta. Sólo una palabra, pero la más importante, quizás...<br />
Rayma salió a la carrera de la casa y se abrió paso a empujones entre la multitud. Lo primero que vio al llegar al círculo interior, donde la gente se mantenía aún a escasos metros del jinete con ese temor de los que no creen o no quieren creer lo que ven, fue el cadáver envuelto en la sábana blanca y las cintas negras. <br />
Solo había prestado atención a una palabra, la misma que se escapó entre sus labios. <br />
-Ajdet... -Entonces, alzó la vista y vio al jinete.<br />
El corazón se le detuvo por un momento.</span><br />
<a name='more'></a><br />
*****<br />
Había pasado solamente un día desde que Maske, junto con el resto del grupo enviado por el Jefe Raki, había entrado en el bosque, aunque para el guerrero de la Sierra Sudeste era impensable que tan solo hubiera pasado una mísera jornada. Pero era cierto, había pasado un único día desde que se internaron en la enorme arboleda, pensando que tendrían que forzar al máximo a sus caballos si querían atrapar al grupo de tartesos que ya les llevaban horas de ventaja.<br />
Ahora, mientras Malda devoraba su verga con una dedicación absoluta, premiándolo por su éxito, Maske recordaba lo sucedido en aquel bosque.<br />
Cuando encontraron el claro, cerca del arroyo donde habían tendido la emboscada, no fue difícil identificar los cadáveres de Sama y de dos tartesos, las primeras víctimas de la contienda. Aquello no cambiaba nada, Rayma ya les había avisado de que habían logrado acabar con dos pero eran ocho más.<br />
Sin embargo, cuando encontraron un cuarto cadáver, con una profunda herida en el cuello y una armadura idéntica a las de los otros tartesos, Raki tuvo que detener al grupo y pensar durante unos segundos. Aquello sí que no entraba en la historia de la Reina. Sólo había hablado de dos tartesos muertos, si había un tercero quizá fuera porque había sido asesinado después de que Rayma se alejara. Eso sólo podía significar una cosa.<br />
- ¡Eh! ¡Aquí hay otro! -exclamó otro de los guerreros de la expedición.<br />
- ¡Rápido! ¡Separaos! ¡Rastread el Bosque! ¡Nuestro Rey ha logrado escapar! ¡Hemos de encontrarlo antes que ellos!- gritó Raki, y los exploradores tardaron menos que nada en distribuirse por el bosque. Irían solos, se separarían formando una estrella para cubrir más terreno, la única misión era no desorientarse. Maske lo tuvo fácil, tan sólo tenía que viajar hacia el oeste, siguiendo la noche que se retiraba lentamente, huyendo del dios sol.<br />
Y fue este último, el sol, quien se alió inesperadamente con el explorador. Fue un simple brillo, el destello de algo metálico bajo el primer rayo del alba. Y entonces lo escuchó:<br />
- Como representante del Dorado Imperio de Tarsis la Bella, yo, Aurinio de Cija... -era un simple susurro, un murmullo lejano, pero Maske sabía lo que eso significaba, Al menos uno de los tartesos seguía vivo- te condeno a muerte, Ajdet, Rey del Imperio del Toro, Domador de Bestias y Brujo de la Naturaleza -Maske corrió. Corrió como si sus piernas hubieran esperado toda su vida para ese momento, y mientras corría, armó su arco y apunto allí donde había visto el reflejo, aun cuando el reflejo ya había desaparecido y no veía más que la vegetación más espesa, pero allí estaba su enemigo y no podía perder la dirección-, por las muertes de doce ciudadanos de Tarsis la Bella y por tus ataques contra el Reino de Argantonio -Maske por fin veía las figuras en aquel claro. Sin embargo, estaba todavía muy lejos para disparar, solamente pudo ver al tarteso elevando su espada y a su Rey, al Gran Rey Toro, vencido, ensangrentado e inconsciente frente a él.- Que el Gran Dios te juzgue con la misma misericordia con que lo hicieron los humanos.<br />
La espada comenzó a bajar y Maske supo que era el momento.<br />
- ¡NOOOOOOOOOOOOO! -berreó el guerrero al tiempo que soltaba la flecha, haciendo que saliera disparada hacia el tarteso, que se giró al escuchar el grito, firmando así su propia sentencia de muerte.<br />
Si no se hubiera vuelto, tal vez el tiro no habría sido mortal. Le habría arrancado de cuajo la nariz o le habría rozado la frente, pero al girarse la flecha entró unos centímetros por debajo del ojo izquierdo, quebró el hueso y se quedó alojada en el cerebro. Una muerte instantánea. La espada saltó de las manos de la víctima y cayó al suelo, inerme. Era el sexto cadáver que manchaba el claro en esa parte concreta del bosque, o al menos eso esperaba el explorador, deseando que su Rey no fuera quien hacía el número siete. Con el corazón aún desbocado, Maske se acercó a Ajdet, sin darse cuenta aún de la verdadera puntería que había tenido en su disparo.<br />
- ¡AQUÍ! ¡ES AJDET! ¡ESTÁ HERIDO PERO AÚN RESPIRA! -chilló Maske.<br />
Raki se detuvo en seco al escuchar el lejano grito de su hombre y salió corriendo hacia él casi al instante. A medio camino se encontró con otro de sus guerreros, al que obligó a ir directamente al pueblo y dar el aviso de que hicieran venir a la bruja, pero sin dar más razones. Excepto ellos y el pueblo del Gran Río, nadie sabía de la desaparición del Rey y no quería meterse en un lío si llegaban demasiado tarde, ya fueran ellos mismos o la propia Malda, que no sólo se había sido adiestrada en las artes amatorias por Zuyda, sino que había recibido también una detallada instrucción sobre plantas y ungüentos curativos.<br />
Raki llegó y vio a algunos de sus hombres tratando de taponar, sin demasiada fortuna, las sangrantes heridas de su Rey. Cuando lograron, más o menos, contener las hemorragias, colocaron a Ajdet sobre uno de los caballos, custodiado por otro de los hombres y salieron a galope.<br />
- ¿Te ha dicho algo el Rey antes de caer inconsciente, Maske? -preguntó Raki, cabalgando sin tregua de vuelta al poblado.<br />
Maske dudó. De veras no sabía si Ajdet estaba consciente cuando aquel susurro había escapado de sus labios o si lo había entendido bien.<br />
- Sí... ha dicho “Guarda el secreto”.<br />
- ¿Guarda el secreto? En fin, está bien.<br />
*****<br />
Después de todo un día de delicados cuidados, Ajdet había despertado. Malda había cosido sus heridas más profundas, había limpiado con cuidado su cuerpo y ahora el olor de sus ungüentos se colaba en la nariz del Gran Jefe mientras cabalgaba.<br />
A pesar de los consejos de la belleza morena, que le aconsejaba varios días de reposo, Ajdet había cogido un caballo y había salido de nuevo en dirección sur, de vuelta al bosque donde casi había perdido la vida. Sólo llevaba una sábana y un par de cintas negras.<br />
*****<br />
- ¡AJDET!- Rayma no pudo evitar echarse a llorar en cuanto vio al jinete. Su cuerpo parecía un mapa de puñaladas y heridas, pero la reina no pudo contenerse. Se lanzó al cuello de su esposo y se abrazó a él sin dejar de llorar.<br />
Ajdet soporto el dolor de sus heridas y devolvió el abrazo a su mujer, besando sus labios con pasión.<br />
- ¡Hermano! -Ayna también había llegado a la plaza, después de escuchar el jaleo, y se lanzó a abrazar a su hermano, ella por el costado.<br />
El pueblo entonces estalló en vítores y, como si quisieran imitar a la familia de Ajdet, el círculo se cerró sobre él, hasta hacerlo desaparecer en la turba que estallaba de alegría.<br />
*****<br />
Esa misma noche tendría lugar una fiesta de “reencuentro con la vida”, como habían querido llamarla los habitantes del Gran Río. Sin embargo, durante el día, nadie pudo encontrar al Gran Jefe. No apareció en su casa, tampoco estaba sobre el cerro en el que, a momentos, se exiliaba para darse tiempo a pensar, ni siquiera apareció por la casa de Zuyda para que esta prosiguiera con las curas que había empezado su pupila.<br />
Por eso, cuando Nura entró en aquella otra casa, una de las más antiguas y alejadas del poblado, abandonada desde hacía tiempo, solamente lo hacía para despedirse por última vez de su prima, que yacía todavía envuelta en las sábanas de lino. Se sobresaltó al ver aquella silueta en el rincón más oscuro, pero al poco tiempo descubrió que era el Gran Jefe.<br />
- Ajdet...<br />
- Dime Nura.- La voz de Ajdet sonaba ronca y discordante, como la de quien ha estado mucho tiempo llorando o simplemente sin hablar. Parecía tener un componente oscuro que asustó ligeramente a la nínfula.<br />
- Gracias por traer a Sama.<br />
- Se lo merece. Murió como el más valiente de los guerreros.<br />
Nura quiso responder algo, pero se lo pensó dos veces y prefirió callarse, levantarse y correr hacia el rincón de Ajdet, donde lo abrazó y lo besó mientras una lágrima bajaba por la carita infantil de la morenita.<br />
- Muchas gracias. De verdad. Muchas gracias.- musitó la nínfula, antes de soltar al Rey Toro y salir de la oscura casa donde Ajdet permaneció, velando el sueño eterno de aquella niña valiente.<br />
*****<br />
Estaba cayendo ya la tarde cuando otra persona se deslizó hacia la casa abandonada donde se velaba a Sama. Nadie más que Nura y los niños rescatados conocían a Sama en todo el poblado por lo que, quitando de las primeras visitas de los niños, era normal que nadie fuera a visitarla.<br />
La estancia estaba completamente a oscuras, no había ventana que diese al oeste y, por lo tanto, allí dentro era más noche que día.<br />
A la joven se le heló la sangre al escuchar repentinamente aquella voz.<br />
- Por fin... te he estado esperando todo el día -sonriendo, aunque no había un ápice de alegría en su rostro oscurecido por las sombras, Ajdet se levantó y avanzó hacia la visitante.<br />
- A... Ajdet... Me has asustado... ¿Cómo sabías que iba a venir? -replicó la voz femenina.<br />
- Porque la culpabilidad es una enemiga predecible.<br />
- ¿Cómo? No sé a qué te refieres...<br />
- No seas cínica. Tú me has traicionado. Casi me matas.<br />
- ¿Q-qué? ¡¡NO!! ¿Cómo puedes pensar eso de mí?<br />
- Vamos... sincérate... Me has traicionado.<br />
- Yo... yo... -la voz se le empezaba a quebrar. Ajdet ya estaba muy cerca de ella y podía sentir hasta la rabia que destilaban sus poros.<br />
- Tú me has vendido. ¿Verdad... Ayna?<br />
- ¡NO!<br />
- ¡Admítelo!<br />
- Yo... yo...<br />
- ¡HAZLO!<br />
- Lo... lo siento... perdóname -imploró la joven hermana del Rey Toro. Las lágrimas subieron a su rostro y comenzaron a bajar desde sus ojos. Totalmente hundida, se lanzó a los pies de su hermano y, abrazándose a sus rodillas, suplicó su perdón.<br />
El primer bofetón hubiera sido capaz de hacer tambalearse a un hombre adulto, pero Ayna lo encajó con estoicismo y sin soltar las piernas del Rey Toro.<br />
Por desgracia para la pequeña, su hermano no se conformó con eso.<br />
*****<br />
- Rayma... ¿Has visto a Ayna?<br />
Yasid, después de vagar durante algunas horas por el poblado buscando aquí y allá, algo desconcertado por el ajetreo en el que estaba sumido el pueblo, entró finalmente en la casa principal del pueblo y se encontró con la Reina.<br />
Rayma miró al negro con un deje de preocupación en el rostro.<br />
- No, Yasid. Pero creo que será mejor que la esperes aquí. Supongo que volverá.<br />
De pronto, un violento sonar de tambores comenzó a sonar por todo el poblado. Nadie sabía muy bien de quién había partido la orden, pero los guardias se encargaron de hacerla cumplir y que los músicos comprobaran el sonido de sus timbales en ese momento. Nada podía salir mal en la cena. Había que agradecer a los dioses que hubieran protegido a Ajdet y, al mismo tiempo, animar al Rey Toro. Todos los ciudadanos estaban de acuerdo en que, desde su llegada, el Gran Jefe había permanecido taciturno y triste, como si su encuentro con la muerte lo hubiera llegado a matar un poco por dentro.<br />
- ¿Tienen que hacer tanto ruido?<br />
Yasid estaba molesto. No encontraba a Ayna, esa aguda voz en su interior le decía que algo malo estaba pasando y esos tambores parecían más ruidosos que de costumbre. Observó a Rayma que, extrañamente, parecía evitar mirarle, yendo de acá para allá sin hacer nada en concreto y sin prestarle atención.<br />
- Rayma... ¿Te encuentras bien?<br />
- ¿Qué? Oh, sí, claro... tan solo espera aquí, Ayna no tardará.<br />
- ¿Está con Ajdet?<br />
- ¿Cómo? ¡No! O sí... no... no sé... No sé dónde está Ajdet. Ni Ayna. Puede que estén juntos. Tú espera aquí...<br />
Azorada, y con el corazón enloqueciendo en su pecho, Rayma salió de la casa del Rey y, de reojo, echó una mirada a aquella casa lejana, casi junto a la muralla, donde sabía que estaban los dos hermanos.<br />
*****<br />
Otra patada. Otra bofetada. Ayna sintió en su boca el sabor metálico de la sangre.<br />
- ¡MÍRALA! ¡ESO ES LO QUE HAS LOGRADO! -Arrastrándola de los cabellos, Ajdet llevó a su malherida hermana junto al cadáver amortajado por las sábanas de lino.<br />
- Ajdet... po... por favor -suplicaba la adolescente entre lágrimas.<br />
- ¡MÍRALA BIEN! -Ajdet lanzó a Ayna sobre el fardo, rasgando el lino con sus propias manos para que la rubita pudiera observar cara a cara a la pequeña Sama.<br />
Ayna no pudo evitar la muesca de asco cuando se encontró de frente con el pálido rostro infantil ensangrentado y sus fosas nasales se inundaron del agrio hedor de la putrefacción, que nada más había empezado su trabajo.<br />
- Tuve que arrancársela a un lince cuando volví a por ella -masculló el Rey Toro, empujando la cara de su hermana hasta que tocó la de Sama-. Pero se lo debía. Al fin y al cabo dio su vida por protegernos de esos tartesos. La próxima vez dile a Argantonio que no mande a unos novatos.<br />
Ayna sólo lloraba. Cerraba los ojos, intentando evadirse, pero ese olor penetraba en ella y llenaba sus pulmones. No pudo evitar las náuseas. Ajdet, por su parte, sentía todo su cuerpo hervir de furia. Las heridas todavía le dolían, pero más le dolía la traición. Mantenía todavía a su hermana sobre el cuerpo de la niña muerta, empujándola con una sola mano por la nuca. El cuello de Ayna era frágil. Estaba seguro de que no le costaría mucho trabajo rompérselo aunque fuera con una mano. Pero observó el cuerpo que se debatía sin éxito bajo él, y su agresividad masculina tomó otros derroteros.<br />
Con la mano que tenía libre retiró la túnica que cubría el cuerpo de su hermanita, y se deshizo con facilidad de los ropajes interiores de Ayna.<br />
- ¡Ajdet! ¡Po... por favor!<br />
Las manchas rojizas en estas prendas no detuvieron al Rey Toro. No en vano sabía que ya era toda una mujer.<br />
- ¿Escuchas esos tambores, Ayna? ¿Los oyes? He dado la orden de que suenen sin pausa para que nadie pueda escuchar tus gritos. Da igual lo que chilles. Nadie vendrá a salvarte. Ni siquiera Yasid.<br />
La mano izquierda de Ajdet rebuscó entre las piernas de la chiquilla. Le encantaba lo mojadas que estaban las jóvenes en su periodo, pero quería ver a su hermanita sufrir. Su mano subió y, bruscamente, uno de sus dedos se coló por el ano de Ayna, que se tensó completamente al sentir la súbita intrusión.<br />
- ¡¡AU!!<br />
- ¿Te duele? No creo que tanto como me dolieron las puñaladas de los tartesos -escupió Ajdet, manipulando con su dedo el oscuro agujerito de su hermana.<br />
- Por favor, Ajdet... perdóname...<br />
- ¿Que te perdone? -sin liberar a Ayna, el Rey Toro se colocó en posición, tras ella, y se deshizo de sus pantalones de tela. Su verga estaba erecta, hinchada y endurecida por la excitación del dominio completo sobre el cuerpecito de su hermana- ¿Por qué tendría que perdonarte?<br />
Ajdet colocó la punta de su polla sobre el cerrado ano de la rubita. Empujó. La primera estocada les dolió a ambos y Ayna, en su terror, cerró más su cuerpo ante el duro invasor. La polla se desvió de su camino y se deslizó entre las nalgas prietas de la adolescente.<br />
- Más te vale que no te resistas, ¡Puta! -gritó el Rey Toro.<br />
La segunda estocada fue más certera. Con dureza, el glande del Gran Jefe se introdujo varios centímetros en el esfínter de la niña que elevó un desgarrador grito de dolor.<br />
Ajdet reculó la mitad del camino para volver a embestir con más fuerza, y el recto de la chiquilla se abrió con dificultad para dejar paso al poderoso ariete.<br />
- ¡AAAHHH! ¡No, por favor! ¡Me vas... me vas a partir! -Tal era la sensación de Ayna. Que la partían en dos, que la abrían como a una fruta, por la mitad.<br />
La sangre empezaba a manar, haciendo que la polla se deslizara con mayor facilidad por el ultrajado ano de la adolescente. Cada embestida hacía que la cara de Ayna chocara con la del cadáver de Sama, consiguiendo que la humillación fuera doble. “Que las niñas no sufran daño alguno”, había pedido a Argantonio, en la carta que le hizo llegar. No le había sido difícil aprender el alfabeto de Yasid, pero no quiso pedirle que tradujese el mensaje, así que lo envió tal cual, con el alfabeto de las tierras de su esposo y en su propio idioma. Sabía que Argantonio lo podría descifrar. Lo que no sabía es que se tomaría su mensaje tan a la ligera. Por lo que sabía de Rayma, eran diez guerreros los que los habían emboscado, pero que Ajdet hubiera sobrevivido solo demostraba que no eran buenos guerreros.<br />
La verga salió completamente y se volvió a alojar en sus entrañas, cubierta de su sangre y sus heces. Los testículos del Rey golpearon sobre la enrojecida rajita carnosa de la joven. Ayna sólo rogaba a los dioses que su suplicio no durase mucho, pero la rabia de Ajdet parecía retardarlo. No la sodomizaba por placer, le estaba reventando el culo para castigarla. Un castigo más que merecido, pero aún así cruel.<br />
Las manos del Rey Toro se aferraban a los hombros de la adolescente, haciendo que las penetraciones fueran más potentes. Prácticamente estaba empalada en la tranca de Ajdet, que la penetraba una y otra vez sin pausa y sin dejar que su cuerpecito tocase el suelo más que con las rodillas. Y, a pesar de sus gritos, de sus berridos de dolor, aquellos malditos tambores seguían resonando, ocultándolos a oídos de todo el mundo.<br />
- ¿Quieres verlos? ¿Quieres ver cómo todo el mundo disfruta mientras tu estás aquí? -gruñó Ajdet, después de enterrar por enésima vez su falo en el culo de su hermanita.<br />
Con agilidad, y sin sacar su miembro del ano de Ayna, se levantó, llevándose a la joven rubia empalada consigo, y se acercó a la ventana que daba al sur, de donde llegaba el inclemente sonido de tambores y de bronce golpeado.<br />
Ayna agradeció el separarse del maloliente cadáver, y se resignó a mirar por el ventanuco mientras Ajdet volvía a embestir, resoplándole con fuerza en la oreja manchándola el cuerpo con su sudor sucio.<br />
El culo le dolía, pero era ya un dolor sordo, como si finalmente su cuerpo se hubiera amoldado al agresivo falo que la atravesaba una y otra vez, una y otra vez...<br />
Las arremetidas de su hermano ahora escocían más que dolían y, bajo ese poso de sufrimiento, Ayna se dio cuenta de algo. Estaba respondiendo ya a cada penetración con un gemido quedo, con poco más que un suspiro... La sodomización continuaba y Ayna sintió un pequeño placer. Una sensación lejana, que al principio era solo un leve morbo, el morbo de sentirse dominada por completo por su hermano, pero que luego se fue tornando una excitación creciente, una respuesta ya más física que mental a las hondas embestidas.<br />
Y justo cuando pensaba que el dolor iba a desaparecer totalmente, que el placer iba a tomar las riendas de su cuerpo e iba a empezar a disfrutar aquello, la maldita verga agresora salió de su cuerpo y su hermano la lanzó al suelo con brusquedad.<br />
Ayna observó a Ajdet. Resoplaba, completamente desnudo, sus músculos marcados bajo el vello corporal, con la verga erecta, sucia y ensangrentada apuntando al cielo, sobresaliendo del tupido bosque negro de su pubis, latiendo y pidiendo algo más.<br />
- Chúpala -ordenó Ajdet.<br />
De buena tinta, en cualquier otra ocasión, hubiera lamido la verga de su hermano, durante horas si hiciera falta. Pero en ese momento la tiesa polla estaba manchada con su sangre y sus heces, hedía, y Ayna sabía que aquello era el clímax de su humillación, así que, con un último ramalazo de orgullo, la adolescente negó con la cabeza.<br />
Un manotazo en la cara y una fuerte patada en su bajo vientre que la dejó sin aire hicieron cambiar de opinión a la chiquilla. Observó de reojo a Sama, que seguía en la misma postura, pálida como la luna y muerta como los que se habían enfrentado a su hermano por el momento y se acercó, de rodillas, hacia Ajdet.<br />
Haciendo de tripas corazón, abrió la boca e introdujo en ella el erecto bálano del Rey Toro. Selló los labios sobre su contorno y comenzó su asquerosa mamada.<br />
El sabor de la extraña mezcla se le pegaba a la lengua, la textura era lodosa, pero Ayna no quería pensar en ello. Solo quería hacerlo bien, sabiendo que la única opción que tenía de sobrevivir era hacer ver a su hermano lo verdaderamente arrepentida que estaba. Afortunadamente para la joven, el tratamiento que había hecho de su culito le había dejado la polla a punto de nieve. No habían pasado más que unos segundos de mamada cuando, con un gemido, Ajdet separó la cara de Ayna de su polla y eyaculó.<br />
Los trallazos de semen impactaron de lleno en la carita de la adolescente, que cerró los ojos, todavía anegados por las lágrimas de dolor y humillación, para evitar que el semen le entrara por ellos. Uno tras otro, los disparos de la blanca sustancia acabaron decorando todo su rostro e incluso su pelo, haciendo que la pequeña esbozara una sonrisa de satisfacción, pensando que su calvario había terminado.<br />
Una patada en sus pechos la devolvió de nuevo a la realidad.<br />
- ¿Sabes? Eres una buena puta -Ajdet la agarró nuevamente de los cabellos, tirando de ellos hasta que enfrentó su cara a la de su hermanita-. Tal vez debería dejarte en manos de Zuyda para que todos los hombres de este pueblucho te puedan follar.<br />
El terror congeló de pronto la mente de Ayna. Siempre había pensado que la muerte era el peor castigo que le podría ocurrir, pero ahora se daba cuenta de que habían mil destinos peores y seguro que Ajdet habría pensado en todos y cada uno de ellos.<br />
- Por favor, Ajdet, no lo volveré a hacer... ¡Te lo juro!<br />
- Por supuesto que no lo volverás a hacer... de eso estoy seguro. De todas formas, no podría matarte. No dejas de ser mi hermana. Sangre de mi sangre -el tono en que Ajdet dijo esas palabras no tranquilizó nada a su joven hermana-. Además... ¿Cómo voy a castigarte por intentar hacerme lo mismo que yo le hice a nuestro padre?<br />
Ayna se quedó paralizada al escuchar aquello. Ajdet siempre rehuía hablar de Agaúr y ahora entendía por qué.<br />
- Ves a casa. Y no salgas hasta nuevo aviso. Yo tengo que ir a disfrutar de mi fiesta -dijo el Rey Toro, mientras se vestía y salía de la casa, dejando a Ayna a solas con el cadáver de Sama.<br />
<br />
<i>Continuará...</i><br />
Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-31933566838803248702011-12-25T18:47:00.001+01:002015-02-04T23:11:13.789+01:00A.C. (26: La derrota de Ajdet)- ¡¿Y lo abandonasteis allí?! ¡¿Simplemente dejasteis que esos malditos se lo llevaran?! –Ayna había aguardado mientras escuchaba el relato de lo que ocurrió en aquel bosque pero, llegado el momento en que Rayma explicó cómo Ajdet se entregó voluntariamente a cambio de que los guerreros de Tarsis dejaran marcharse a su esposa y a las niñas, la pequeña rubia estalló. Su preocupación había ido dejando paso a la rabia a medida que su cuñada contaba la historia, y finalmente se había levantado, con el rostro enrojecido por la ira mientras escupía insultos y maldiciones.<br />
<br />
- ¿Y qué querías que hiciéramos? ¡Ajdet no nos dio otra opción!<br />
<br />
- Tú… tú… -La rubita caminaba sin rumbo por la estancia , no quería mirar a Rayma y, cuando finalmente lo hizo, se encaró con ella señalándola amenazadoramente con el dedo-. Tú has matado a mi hermano. ¿Lo sabes?<br />
<br />
Yasid, que había escuchado pacientemente, tratando de digerir la funesta información que le transmitía la esposa del Rey Toro, saltó como un resorte al escuchar esas palabras de su joven esposa.<br />
<br />
- ¡Ayna! ¿Cómo puedes decir eso?<br />
<br />
- ¡Es lo que ha hecho! ¡Ha matado a Ajdet! –replicó la rubita casi llorando. Cargada de rabia y frustración, salió de la casa profiriendo un estruendoso grito.<br />
<br />
- ¡Ayna! –Yasid salió tras ella y, después del negro, hizo lo propio Rayma, siguiendo a su cuñada.<br />
<br />
- ¡Ni se te ocurra seguirme, puta! –chilló la jovencita rubia, en medio de la plaza central del pueblo, donde se había ido reuniendo un grupo cada vez más numeroso de habitantes curiosos y preocupados.<br />
<br />
- Ayna, yo… -Rayma intentaba disculparse, por si hubiera sido poco difícil el marcharse de allí sin su amado Ajdet, ahora se tenía que enfrentar a la rabia de la familia y, tal vez, también a la de todo el pueblo.<br />
<br />
- ¡No me hables! ¿Querías tener el control absoluto del pueblo acaso, zorra? ¡Seguro que pensaste que, sin Ajdet, tú podrías gobernar! –una exclamación de asombro brotó de las bocas de todos los presentes, y tan solo un instante después, Rayma sintió clavarse en ella un centenar de miradas inquisitorias.<br />
<br />
- ¿Qué? ¡¡NO!! ¡Por supuesto que no! ¡Yo…!<br />
<br />
- ¡Pues yo misma me encargaré de que tú no gobiernes! ¡Este Imperio necesita alguien que sea capaz de morir por su Pueblo! ¿Y cómo va a morir por su pueblo alguien que ni siquiera es capaz de morir por la persona a la que, supuestamente, ama?<br />
<br />
Tanto Yasid como Rayma se quedaron petrificados. Una mirada al resto de gente del Pueblo del Gran Río demostró que ellos pensaban igual que Ayna. La esposa, o la viuda, del Rey Toro acababa de perder la confianza de su pueblo en un simple instante.<br />
<br />
Sintiéndose presa de una especie de linchamiento público de miradas, Rayma estalló en lágrimas y salió corriendo de vuelta a la casa del Gran Jefe.<br />
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*****<br />
<br />
El grito de Ajdet, al extraer aquella afilada espada que atravesaba de parte a parte su pierna, debió de escucharse por todo el bosque. Daba igual, los hombres de Tarsis ya debían conocer su posición debido a los gritos de aviso que había dado el hombre al que acababa de matar después de un rápido combate en el que la precipitación de Ajdet le había costado esa dolorosísima estocada que le estaba causando una pérdida de sangre moderada. Por suerte no había acertado en la arteria principal, pero había seccionado el muslo, prácticamente inutilizándole esa pierna.<br />
<br />
Era cierto que acababa de matar a otros dos hombres, y si bien acabar con el primero había sido tan fácil como dejarse caer sobre él desde el árbol en el que los acechaba y atravesarle el cráneo con la espada, el otro guerrero había actuado con inteligencia y, en lugar de atacarle directamente, había llamado a gritos a sus compañeros mientras adoptaba una posición defensiva.<br />
<br />
El error de Ajdet había sido intentar acabar con ese segundo guerrero demasiado rápido. Tras una primera estocada fallida, había quedado desprotegido de los ataques del enemigo. Había conseguido evitar que el contragolpe de su rival le acertara en el pecho, con un movimiento ágil, pero a cambio de dejar en el camino de la espada su pierna derecha. El arma entró en ella suave y dolorosamente, aunque mitad por fortuna, mitad por inexperiencia del soldado, la espada había acabado por escapársele de las manos y quedar alojada en la pierna del Gran Jefe. Aún herido, para Ajdet no era un problema acabar con un rival desarmado.<br />
<br />
Sin embargo, ya se escuchaban los pasos rápidos de otra pareja de guerreros, que acudían al auxilio de sus congéneres, y Ajdet supuso que los otros dos guerreros que faltaban no tardarían en unírseles.<br />
<br />
Con esa herida en su pierna derecha no podía huir, y trepar a los árboles en ese estado iba a ser una misión demasiado ardua para poder realizarla antes de ser completamente descubierto. Su única opción de sobrevivir era enfrentarse a los dos, y rezar para que fueran unos pésimos guerreros y los pudiera matar sin problemas antes de que la otra pareja llegase.<br />
<br />
Intentó dar un paso hacia donde provenía la cada vez más audible carrera de sus enemigos pero su pierna lacerada le falló y el Rey Toro cayó de rodillas al suelo.<br />
<br />
Decidió esperar. Ya se había deshecho de su armadura hace tiempo, para poder moverse con agilidad por los árboles, así que no podía luchar a la defensiva. Cogió las armas de sus rivales caídos, se guardó las dagas y se colocó en posición, un arma en cada mano y la mirada encendida fija en los guerreros que se acercaban. Le pidió una última ayuda a los dioses y alzó un grito de guerra que se escuchó por todo el bosque mientras los soldados de Tarsis llegaban hasta él y le atacaban.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- Las propiedades de la mandrágora son…<br />
<br />
-…<br />
<br />
- ¡Nura!<br />
<br />
En lo último que quería pensar Nura era en su instrucción como asesina, mal que le pesara a Zuyda. La pequeña nínfula llevaba toda la mañana ausente, con los ojos anegados de lágrimas, pensando en Ajdet, en Kello, y en su prima Sama.<br />
<br />
- ¡Maldita sea, Nura! –Zuyda se acercó a la morenita y le atizó un guantazo que hizo brotar durante un instante un brillo de furia en sus ojos- ¡Si vas a ser una guerrera te vas a tener que acostumbrar a ver morir a la gente!<br />
<br />
- ¡Pero fue culpa mía! ¡Sama murió por mi culpa!<br />
<br />
- Maldita cría… Ven aquí –Con fuerza, Zuyda cogió a Nura del brazo y la arrastró hacia la ventana- ¡Mira allí!<br />
<br />
La chamán señaló al grupo de guerreros que practicaban bajo la exhaustiva vigilancia de Yasid, que lo observaba todo con los brazos cruzados y un rictus de seriedad en el rostro.<br />
<br />
- ¿Qué… qué quieres que vea?<br />
<br />
- ¡Esos son soldados! ¡Son guerreros dispuestos a matar y morir por defender a su familia, a su Rey o a sus ideas! ¡Cada uno tiene una vida distinta y no serán pocos de ellos los que no vuelvan de su primera misión! ¡Tu prima se comportó como uno de ellos! ¡Murió como uno de ellos y seguro que los dioses lo tienen en cuenta cuando reciban su alma!<br />
<br />
- Ya, pero aún así…<br />
<br />
- ¡Y ahora mira allí! –En esta ocasión, Zuyda señaló un grupo de niños y niñas, que jugaban entre ellos y con algunos niños más del pueblo. A pesar del ambiente de intranquilidad que se respiraba, los pequeños reían, rodaban y botaban alegremente, sin importarles nada más que su propio juego- ¡Esos son los niños y las niñas que tú salvaste! ¡Si no fuera por ti, todos esos niños no habrían vuelto a sonreír! ¡Y estoy segura de que Sama habría preferido morir de la forma en que murió y hacer posible esto, que seguir viviendo con aquel maldito bastardo folla-niñas!<br />
<br />
- ¿Tú crees?<br />
<br />
- Estoy segura.<br />
<br />
Durante unos segundos, Nura permaneció en silencio, viendo cómo jugaban despreocupadamente esos niños hasta que la sonrisa volvió a su rostro.<br />
<br />
- Produce alucinaciones, es hipnótica y puede ser mortalmente venenosa en altas dosis –dijo finalmente la morenita, sin siquiera volverse.<br />
<br />
- ¿Qué?<br />
<br />
- La mandrágora. Produce alucinaciones y es venenosa.<br />
<br />
- Muy bien, cariño. Te mereces un poco de esa parte de tu instrucción que tanto te gusta –respondió Zuyda, besando a Nura en el nacimiento del cuello para luego subir lentamente a su oreja.<br />
<br />
Nura cerró los ojos, se dejó hacer, y en pocos segundos olvidó todo lo que no fueran los sensuales besos de la chamán.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Yasid hizo descansar a sus hombres en cuanto vio acercarse a Ayna. Los soldados dejaron caer sus armas y se sentaron o tumbaron en el suelo, resoplando. El extranjero no era tan duro como Ajdet en sus entrenamientos, pero aún así, muchos de ellos estaban ya al límite de sus fuerzas. Los más frescos se acercaron al río para aprovisionar a todos de agua, mientras su instructor se retiraba a un rincón a hablar con su mujer.<br />
<br />
- Ayna… ¿De verdad piensas lo que has dicho antes de Rayma?<br />
<br />
- Sinceramente, Yasid, últimamente no sé qué pensar. Mi instinto me dice que hay algo mal en el pueblo, pero no pienso arriesgarme a que, si Rayma lo ha hecho por eso, su plan le salga bien. ¿No crees?<br />
<br />
- Y menos aún después de despertar tus sospechas en todos los ciudadanos. Ahora lo tiene prácticamente imposible.<br />
<br />
La hermana pequeña del Rey Toro guardó silencio y bajó la mirada. Tal vez se había pasado. Pero no le importaba Rayma. Le importaba su hermano.<br />
<br />
- Los hombres no están preparados todavía para rescatar a Ajdet, ¿Verdad?<br />
<br />
- ¿Estás loca? ¡Los hombres de Tarsis nos borrarían del mapa! Somos poco más que hormiguitas a su lado. El ejército de Tarsis es inmenso.<br />
<br />
- Lo imaginaba. ¿Y Nura? ¿No sería esta una misión perfecta para ella?<br />
<br />
- Nura podría infiltrarse, pero dudo que pudiese rescatar a Ajdet y mucho menos volver ambos, o uno solo de ellos, con vida.<br />
<br />
- ¿Y qué podemos hacer?<br />
<br />
- Rezar a los dioses. Tú a los tuyos y yo a los míos. Quizás entre todos puedan interceder por nuestro querido Rey Toro.<br />
<br />
- Ajdet no confía en los dioses. Confía en nosotros.<br />
<br />
- Ajdet ha admitido su suerte, Ayna, querida. No hay nadie que le pueda ayudar.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Cada vez que se apoyaba en su pierna herida, el Rey Toro tenía que apretar los dientes para soportar el inmenso dolor. La tibieza de la sangre recorriendo su pierna era lo único que sentía de rodilla hacia abajo, y de ahí hacia arriba era todo dolor.<br />
<br />
Se sentía débil y los guerreros estaban bien entrenados. Puede que no fueran demasiado hábiles, y que sus movimientos fueran toscos, pero aquél que los hubiera instruido debería sentirse orgulloso. Eran jóvenes pero no perdían la concentración en ningún momento. Le costó demasiado asestar el primer golpe mortal y, cuando lo hizo, el otro guerrero le infligió otra dolorosa herida en el costado con su espada.<br />
<br />
Por desgracia para Ajdet, el soldado atacado acababa de caer al suelo cuando los otros dos, entre los que se encontraba el cabecilla, llegaron por fin ante él. Ahora sí que era imposible. Tres guerrero contra un herido, aparte de que el líder del grupo de tartesos parecía más organizado, experto y hábil que sus soldados, como correspondía a un jefe de grupo.<br />
<br />
El cabecilla dio un par de órdenes y los tres guerreros atacaron a la vez, bien compenetrados, sin estorbarse unos a otros. Ajdet repelió la mayor parte de los ataques pero no pudo evitar llevarse dos cortes más en su pecho, otros tantos más en sus brazos y un potente golpe de escudo que lo envió al suelo.<br />
<br />
Se levantó enseguida, pero su cojera era cada vez más notable, al igual que la palidez de su rostro al ir desangrándose lentamente.<br />
<br />
Protegió su espalda con un árbol e invitó a los guerreros a que atacaran. Probó a defenderse sin reservas hasta que encontrara un punto débil y, cuando lo encontró, cambió completamente su estrategia, pasando al ataque con todo.<br />
<br />
El resultado fue que otro de los soldados murió pero el Rey Toro, a cambio, se llevó varios golpes y un nuevo espadazo que se hundió varios centímetros en su vientre.<br />
<br />
Ya no podía más. La visión se le empezaba a nublar, las espadas pesaban ya demasiado para poder aguantarlas en sus manos y notaba cómo poco a poco, la consciencia se le escapaba. Sonriendo con arrogancia, Ajdet dejó caer sus espadas y se apoyó nuevamente en el árbol, manchándolo con su sangre. Se fue escurriendo hasta quedar sentado entre sus raíces, mientras trataba de aguantar consciente.<br />
<br />
- He de reconocer que eres un guerrero formidable, Ajdet. Entre tú y esa putita de mierda habéis acabado con ocho de mis hombres. Te felicito. Pero Argantonio me pagará igual si le llevo tu cabeza clavada en una pica –se jactó el cabecilla de los tartesos-. ¿Algo que decir antes de morir?<br />
<br />
- Sí… -el Rey Toro habló con dificultad. Cada palabra le costaba un esfuerzo tremendo. Tan solo esperaba que aquel rival acabara con su vida rápido, así que decidió cabrearlo más- No son ocho. Son nueve.<br />
<br />
Tal vez fueran las últimas fuerzas que le quedaban, pero fueron suficientes como para extraer las dagas de su escondite, a su espalda, y lanzárselas al otro guerrero. A pesar de que apuntó ambas al pecho, directas al corazón, una de ellas falló y la otra se clavó en el ojo izquierdo del soldado casi hasta la empuñadura. Puede que los dioses guiasen su tiro. El guerrero cayó instantáneamente, como un plomo, muerto en el acto, ante la mirada de rabia del cabecilla.<br />
<br />
La risa, ronca y quebrada, del Rey Toro a duras penas atravesó sus labios. El cabecilla levantó su espada y promulgó su veredicto.<br />
<br />
- Como representante del Dorado Imperio de Tarsis la Bella, yo, Aurinio de Cija, te condeno a muerte, Ajdet, Rey del Imperio del Toro, Domador de Bestias y Brujo de la Naturaleza, por las muertes de doce ciudadanos de Tarsis la Bella y por tus ataques contra el Reino de Argantonio. Que el Gran Dios te juzgue con la misma misericordia con que lo hicieron los humanos.<br />
<br />
Ajdet rió de nuevo y cerró los ojos. Lo último que escuchó antes de que todo fuera completamente negro fue el silbido de la espada cayendo sobre él.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Nura sabía que Zuyda se había olvidado por completo de la instrucción. La polla de madera con la que la hacía practicar ni siquiera había salido del cuenco donde la chamán la guardaba cada día. Sin embargo, a la nínfula poco le importaba eso.<br />
<br />
Las manos de Zuyda, húmedas de esa resbalosa sustancia que salía al exprimir las olivas, patinaban sobre todo el cuerpo suave de la chiquilla, internándose entre los muslos, bordeando la entrada a su coñito sin pelos, alejándose luego para sustituir a la hábil lengua sobre su clítoris. Si bien el masaje de Kello había sido profundamente excitante, la habilidad de las manos de Zuyda tenía un componente más cercano, como si de verdad conociera tanto su cuerpo que supiera qué parte necesitaba ser acariciada en cada momento.<br />
<br />
Zuyda vertió más aceite sobre el cuerpo desnudo de Nura, que se arqueó como buscando ese contacto húmedo, tibio y viscoso que se derramaba por su piel. Las manos de la chamán se centraron sobre el sexo de la morenita a medida que los gemidos de ésta se iban haciendo más sonoros y audibles.<br />
<br />
Los muslos de Nura se tensaban en cortas ráfagas, como cruzados por infinidad de placenteros calambres, y sus caderas subían y bajaban, acelerando la velocidad del roce del dedo índice de Zuyda sobre su inflamadísimo capuchoncito, mientras que la otra mano de la chamán se encargaba de acariciar los mojados labios de su sexo e, incluso llevarse esa humedad hacia el agujerito trasero de la pequeña.<br />
<br />
- No tan alto. Que no nos oiga nadie –susurró suavemente la rubia chamán al oído de la cachondísima morenita cuando notó que sus gemidos subían demasiado de volumen.<br />
<br />
Nura, no obstante, no podía refrenar sus gemidos, así que se obligó a que sus manos dejasen de estrujar sus pechitos mínimos y marcharan a taparle la boca, convirtiendo sus gemidos y grititos de placer en profundos gemidos nasales, menos audibles pero igualmente eróticos.<br />
<br />
Su clítoris estaba tan caliente ya, o al menos así lo notaba Nura, que lo sentía a punto de arder en llamas igual que un manojo de paja seca. Y lo peor, y lo mejor al mismo tiempo, era que ese calor se extendía por toda su piel, centrándose sobre todo en ciertos puntos de su preciosa anatomía como sus labios, su frente, sus erguidos pezones o su vientre sonrosado por la excitación.<br />
<br />
Finalmente, como si de verdad no sólo su clítoris sino todo su cuerpo hubiera estallado en llamas, el clímax atenazó cada poro de su piel, cada gota de su sangre, cada fibra de sus músculos… fue solo un instante pero el cuerpo de la pequeña bien lo hubiera querido alargar durante horas. El orgasmo fue el culmen máximo del placer. Y, mientras Nura disfrutaba de ese punto álgido de su placer, Zuyda perforó su coñito por primera vez y de golpe con dos dedos que, entre los propios flujos de la nínfula y el aceite que aún los cubría, se colaron hasta el fondo de su estrecha cueva, encadenando al primero un segundo orgasmo menos potente pero más húmedo que el anterior. Como si se estuviera meando, un chorrito de flujos surgió del coñito de Nura, empapando las dos manos de la chamán y salpicando buena parte del lecho.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Rayma no sabía qué hacer. Durante todo el día había estado sentada en un rincón de la habitación, llorando y mirando por la ventana cómo la noche caía sobre el pueblo. No entendía por qué Ayna había dicho todo aquello, achacarlo al dolor por la muerte de Ajdet era fácil, pero incluso llegó a pensar si, subconscientemente, no habría abandonado a su marido por esas razones que su cuñada había apuntado. Obvio que le gustaba el poder. Pero si le dieran a elegir, elegiría a su esposo sin lugar a dudas. Amaba a Ajdet. Pero también amaba a Gabdo y le costó poco olvidarse de él en los brazos del Rey Toro.<br />
<br />
Miró a su alrededor, con los ojos adoloridos de tanto llorar, y cada objeto de esa habitación le recordó a su esposo. ¿Seguiría vivo a esas horas del día? ¿Habría sido ajusticiado ya por esos malditos tartesos? Oh… si el Reino del Toro tuviera un ejército más grande marcharía ahora mismo hacia las tierras de Tarsis.<br />
<br />
Quizás los jinetes que había mandado Yasid, o los exploradores de la Sierra Sur pudieran dar con Ajdet antes de que esos soldados llegasen a las fronteras de Tarsis. Ésa era la única opción. Pero era una opción casi nula. Debía hacerse a la idea de que, nuevamente, era viuda.<br />
<br />
El pensamiento, sin saber por qué, le resultó ahora tremendamente doloroso. Mil veces más que cuando murió Gabdo. Tal vez porque cuando recibió la noticia de que su primer marido había muerto, había sido después de que éste huyera, abandonándola, y que tras aquello, automáticamente quedó en poder de Ajdet. Pero ahora estaba sola. Y la soledad era algo que la había perseguido durante toda su vida y que, por fin, la había encontrado.<br />
<br />
Quizás lo mejor era abandonarse a ella, huir del pueblo con lo puesto y vivir en el monte, como una salvaje más, alejándose de la civilización, esa incivilizada civilización que la había hecho enviudar dos veces ya en su corta vida.<br />
<br />
Tal vez eso fuera lo mejor, fue lo último que pensó antes de quedarse dormida, todavía llorando.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- Zuyda…<br />
<br />
- ¿Sí? Dime, pequeña.<br />
<br />
La chamán entreabrió los ojos. Se había quedado traspuesta tras el último orgasmo al que, frotándose una contra la otra, habían llegado ambas casi al mismo tiempo.<br />
<br />
- ¿Crees de verdad que Rayma abandonó a Ajdet para quedarse con el gobierno?<br />
<br />
- No sé… tú estabas allí. ¿Qué piensas?<br />
<br />
- Que no. Pero no sé… si hacemos caso a Ayna…<br />
<br />
- Te digo lo mismo. Tú estabas allí y también amas a Ajdet, no puedes negarlo, y también lo abandonaste. ¿Quiere decir eso que tú deseas el gobierno del pueblo?<br />
<br />
- ¡No! ¡Por supuesto que no! Pero… Ayna…<br />
<br />
- Ayna es una chiquilla demasiado joven para que nos creamos todo lo que dice. Porque dice las cosas sin pensarlas, y aunque las piense, no las piensa bien. No ha madurado todavía.<br />
<br />
- Yo soy más joven que ella. ¿Significa eso que yo tampoco he madurado?<br />
<br />
- No tiene por qué significarlo, pero en este caso sí. Por supuesto que tú todavía no has madurado.<br />
<br />
- ¿Y cuándo habré madurado entonces? –En el tono de Nura se dejó entrever algo de reproche.<br />
<br />
- Tú tienes imposible madurar, pequeña. Fuiste una niña que se convirtió primero en puta y luego en guerrera. Te has saltado una etapa importante. Demasiado importante.<br />
<br />
- ¿Cómo? –Ciertamente, Nura no entendía nada.<br />
<br />
- Pequeña… Te han enseñado un oficio en el que no debes, nunca, plantearte según qué cosas. Jamás madurarás mientras estés junto a Ajdet.<br />
<br />
- Entonces no quiero madurar nunca. Porque eso significaría que Ajdet sigue vivo.<br />
<br />
- Yo apostaría a que Ajdet sigue vivo. Pero también a que madurarás.<br />
<br />
- ¿Estás segura de eso?<br />
<br />
- Por supuesto que no, pequeña –dijo Zuyda, sonriendo con dulzura-. Hay muchas cosas de las que no puede estar una segura –añadió, acariciándose tiernamente el vientre. Si su sueño se cumpliera… tal vez, sólo tal vez…<br />
<br />
*****<br />
<br />
La noche se retiraba lentamente por las montañas. El Dios Sol se levantaba del mar y se encaramaba lentamente al cielo.<br />
<br />
Con los primeros rayos de sol, llegó algo más al Pueblo del Gran Río. O mejor dicho, alguien.<br />
<br />
Sobre un caballo que se acercaba al galope por el sur, se podían ver dos bultos.<br />
<br />
Uno era el jinete, que marchaba decidido hacia la capital del Reino del Toro.<br />
<br />
El otro era un fardo envuelto en una sábana de lino blanco atada con dos cintas negras, tal y como correspondía a un guerrero muerto en combate, una costumbre de los hombres del Monte Negro que Ajdet había obligado a implantar de manera automática desde algunos meses atrás.<br />
<br />
El sol se levantaba perezoso y el jinete se acercaba al Pueblo.<br />
<br />
<br />
<br />
Continuará...<br />
<br />
Kalashnikov<br />
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-35220194509310324682011-12-15T18:49:00.001+01:002015-02-04T23:11:49.347+01:00A.C. (25: Emboscada)La noche se iba cerrando sobre el carromato, sumiendo en la más absoluta oscuridad los caminos, veredas, y andurriales llenos de matojos y espinos por los que los caballos trotaban temerosamente. El Rey Toro conocía el camino, pero debía andar con cuidado si no quería que la oscuridad le hiciera una mala jugada. A su lado, Rayma dormía, recostada sobre su hombro, dulce y pacífica como sólo lo era mientras permanecía dormida. Tras él, en el cajón del carro, diez niñas y dos niños, o mejor dicho, nueve niñas, dos niños y una guerrera soportaban el traqueteo del carro, la gran mayoría tratando de dormir un poco.<br />
<br />
De reojo pudo ver cómo Nura se mantenía en vela, tapando con cuidado a cualquiera de los infantes si el trasegar del carro acababa por descubrirlos de su manta.<br />
<br />
- Intenta dormir, Nura. Te lo mereces más que nadie –susurró el Rey Toro, mientras el horizonte marino se empezaba a abrir ante ellos. De noche, los bosques eran territorio de los lobos y otras alimañas para quienes la carne de dos caballos y trece humanos sería un manjar muy apetitoso, así que Ajdet se decidió finalmente por conducir la biga costa arriba, donde la vegetación era más escasa y era más difícil encontrarse con fieras nocturnas.<br />
<br />
<span id="fullpost">- Dormiré cuando lleguemos al poblado, igual que tú. Hasta entonces cuidaré de ellas y me mantendré despierta como tú –replicó la jovencita morena, aunque el cansancio era total y cada vez que pestañeaba le costaba un esfuerzo tremendo volver a abrir los ojos.<br />
<br />
- Nura, duerme. El descanso es esencial para un guerrero. Te despertaré si alguien te necesita.<br />
<br />
La nínfula observó a las criaturitas que dormitaban a su alrededor. Todos parecían tranquilos y a salvo, incluso Miena parecía descansar sin impedimentos, a pesar de su infección.<br />
<br />
- ¿Es una orden? –Nura pretendía aparentar más fortaleza de la que ya de por sí tenía pese a su corta edad, pero ambos sabían lo que esa pregunta significaba realmente: “No quiero dormir para no parecer débil aunque sé que lo necesito. Ordénamelo y no tendré excusa ninguna”.<br />
<br />
- Lo es.<br />
<br />
- Entendido, Rey Toro.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Ayna estaba expectante. Su hermano hacía casi media jornada que se había marchado, y tan sólo deseaba que Yasid acabara pronto el entrenamiento a los soldados para poder pasar un tiempo con él a solas. Sentada en la cama, aguardaba a su esposo con la excitación creciendo dentro de su cuerpo adolescente, cada vez más de mujer y menos de niña.<br />
<br />
Finalmente, el negro entró a la habitación con su cuerpo enorme cubierto de sudor. La pequeña rubia sonrió nada más verlo entrar. Yasid, que conocía a la perfección lo que significaba esa sonrisa en la cara de su esposa, resopló divertido y trató de negarse.<br />
<br />
- Hoy no, pequeña dulzura, estoy muy cansado para hacer amor contigo.<br />
<br />
- Tú tranquilo, esta noche todo corre por mi cuenta… -dijo Ayna, levantándose completamente desnuda y caminando hacia su marido.<br />
<br />
La pequeña Ayna extendió una mano hacia el negro y éste, finalmente resignado, la acabó tomando y permitiendo que su joven esposa le condujera hasta el lecho marital.<br />
<br />
La pequeña rubia le obligó a tumbarse y comenzó a despojarlo de sus vestimentas de guerra, sin perder la ocasión de besar la oscura piel de Yasid.<br />
<br />
- Tú solamente relájate y disfruta –dijo la rubita.</span><br />
<a name='more'></a><span id="fullpost"><br />
<br />
*****<br />
<br />
El carro se había detenido a pocos metros del arroyo. Ajdet liberó los caballos para que pudieran beber algo de agua y descansar de su largo viaje mientras él estiraba las piernas. Estaban ya muy cerca de sus dominios, y el sueño le empezaba a pesar a él también. El viaje estaba siendo lento y aburrido, con la oscuridad por los cuatro costados y simplemente la ayuda de las estrellas y del leve fulgor del agua marina para orientarse. Allá, a lo lejos, si se esforzaba, podía divisar una luz lejana, que tal vez fueran las hogueras que el pueblo de la Sierra Sudeste mantenía encendidas toda la noche, custodiadas por los varios soldados que se turnaban para hacer guardia en la parte sur de la empalizada a toda hora.<br />
<br />
Se había tenido que alejar un poco del mar para que sus caballos tuvieran agua dulce que beber, y por eso se mantenía, a pesar de todo, alerta. Los lobos atacaban en manada y él tan solo había cogido las armas que llevaría cualquiera de sus soldados. Una espada, dos dagas y una lanza, el equipo básico para un guerrero del Reino del Toro.<br />
<br />
Miró hacia el carro, apoyado en dos grandes rocas, y vio cómo Rayma dormía plácidamente. Ella había intentado disuadirle de llevar a cabo esa misión, pero no sabía que cada noche, en sus sueños, los lloros de esos niños y niñas le impedían descansar. Les debía el rescate, a pesar del alto precio al que habían sido vendidas las pequeñas. Ahora, con Kello muerto, nadie le podría pedir la devolución del pago a menos que sus sirvientes se enterasen de quién había ordenado su muerte.<br />
<br />
Otra estrategia casi perfecta del Rey Toro.<br />
<br />
A las espaldas de Ajdet, un susurro casi inaudible se coló entre los arbustos, y el Gran Jefe cerró rápidamente su mano sobre la empuñadura de su espada. Giró sobre sí mismo, intentando escudriñar algo en la oscuridad, deseando que lo que había escuchado sólo fuera una mala pasada de su mente.<br />
<br />
El bosque se mantenía en silencio, los caballos descansaban junto al carro, y todo el cuerpo de Ajdet se mantenía alerta. El corazón le latía desbocado en el pecho, estaba demasiado lejos de sus tierras para pedir ayuda y tenía en sus manos demasiadas vidas inocentes.<br />
<br />
Cuando los vio aparecer, solamente pudo susurrar: “Mierda…”<br />
<br />
*****<br />
<br />
El cuerpo desnudo de Yasid parecía una prolongación más de la noche en la habitación de Ayna mientras la boca de la pequeña se engolfaba en el poderoso cuello del negro.<br />
<br />
Yasid resoplaba, el cuerpecito diminuto de su esposa le elevaba la temperatura mientras esa lengua abandonaba su cuello para comenzar a descender por su torso. Los labios de Ayna succionaron en las oscurísimas areolas y mordisquearon con picardía los gruesos pezones del negro. Sus manitas, mientras tanto, acariciaban suavemente los muslos y testículos de su esposo, haciendo que mil calambres de placer recorrieran el enorme cuerpo.<br />
<br />
- Ayna… me matas de gusto –susurró Yasid con su extraño acento.<br />
<br />
- Tú me matas de amor –respondió la hermana pequeña de Ajdet, antes de escurrirse lentamente hacia atrás, depositando una infinidad de besos sobre el vientre durísimo y oscuro.<br />
<br />
A pesar de que todavía sentía cierta atracción malsana por su hermano, la negrura enorme que era Yasid le causaba una excitación brutal. Su fuerza, su exotismo, su suavidad…. Ayna lamió y bebió el sudor amargo de su esposo como si fuera un brebaje divino, y sintió encharcarse aún más si cabe su joven coñito.<br />
<br />
- Mmmmnn –un gemido brotó de la boca de la rubita cuando sus dedos, lejos ya de la ya erecta verga negra, comenzaron a acariciar su clítoris.<br />
<br />
Los siguientes gemidos murieron nada más escapar de su garganta. El pollón de Yasid los apagó en cuanto entró en la boquita de Ayna.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- ¡NURA! ¡RAYMA! ¡DESPERTAD! –gritó Ajdet.<br />
<br />
Una decena de hombres, armados cada uno con una gran espada, salieron de la espesura rodeando el carro, a sus ocupantes y a su dueño.<br />
<br />
- Aquí acaba tu suerte, Rey Toro –espetó uno de ellos, abalanzándose hacia Ajdet, mientras Rayma y las niñas se despertaban violentamente.<br />
<br />
Nura fue la más rápida. Con una velocidad explosiva, agarró la daga del fondo del carro, la misma daga con la que había dado muerte a Kello, y seccionó la garganta del primero de los hombres que se acercaron a ellas.<br />
<br />
Ajdet enarboló su espada en la diestra y agarró una de sus dos dagas con su mano izquierda, presto a acabar con la vida del primero que osara atacarle.<br />
<br />
Rayma alcanzó la lanza y dibujó con su afilada punta de bronce un arco para mantener a distancia a otros dos hombres mientras Nura agarraba la espada del caído para, al igual que el Rey Toro, defenderse con dos armas.<br />
<br />
Los primeros golpes de los atacantes tan sólo sirvieron para comprobar la capacidad de defensa de Ajdet, que los repelió fácilmente. Sin embargo, los nueve guerreros que seguían vivos se sabían superiores en fuerza y número y, tras los primeros ataques de prueba, se conformaron con esperar.<br />
<br />
El grupo de Ajdet estaba completamente rodeado, y los guerreros sólo tenían que aguardar a que alguien cometiera un error para abrir una brecha en cualquiera de los dos bandos.<br />
<br />
Por desgracia, fue Nura quien lo cometió.<br />
<br />
*****<br />
<br />
La boca de Ayna jugaba con el enhiesto bálano de Yasid. Aunque su boca podía abarcar poco más que la punta de tan gigantesca polla, la habilidad de su lengua y sus labios compensaban esa falta de capacidad.<br />
<br />
Las manos de Yasid se cerraron sobre la sábana. Ayna se había convertido en una mamadora excepcional. Si bien su pequeña mano podía abarcar con dificultad la descomunal polla del negro, lo que le bastaba para masturbarlo suavemente, su lengua subía y bajaba por el tronco con gran habilidad, contagiando esa calidez húmeda y placentera a cada punto de la oscura piel.<br />
<br />
El negro solamente podía cerrar los ojos y suspirar de placer. Su miembro se iba cubriendo lentamente de una fina película de saliva al tiempo que la habitación se iba cargando del agrio aroma del sudor.<br />
<br />
La mano izquierda de Ayna jugó con la bolsa escrotal de su marido, el filo de sus uñas repasó la delgada línea divisoria entre un testículo y otro, mientras que, con la mano derecha, no dejaba de acariciar el erguido ariete, que latía y se estremecía a cada contacto, ya fuera de los dedos o de la lengua de la rubita.<br />
<br />
- Oh… dios santo… -musitó Yasid en su idioma natal. A Ayna, sin saber exactamente por qué, le excitaba cuando su esposo hablaba en esa lengua extraña y gutural. Lo interpretaba como un halago a sus habilidades amatorias. Si conseguía con sus roces y lengüetazos que el negro se olvidara hasta del idioma en que hablaba con ella, sería porque era una buena amante.<br />
<br />
La hermanita del Rey Toro continuaba con su delicada tarea, y el cuerpo de Yasid se iba deshaciendo lentamente de toda la tensión y el esfuerzo acumulados durante la intensa jornada de entrenamiento. A pesar de que, en ausencia de Ajdet, el gobierno del Pueblo del Gran Río recaía sobre él, en la práctica era Ayna quien gobernaba mientras él continuaba con la instrucción de los soldados.<br />
<br />
- Mnnngggg –Yasid solamente podía gemir. Demasiado cansado para mover siquiera los brazos y dirigir con sus fuertes manos la mamada, simplemente se dejaba hacer ante la pericia de Ayna, que estaba a punto de conseguir que se derramase- ¡AAAYYY!<br />
<br />
Viendo cercana la eyaculación de su esposo, la rubita clavó con fuerza sus uñas en el escroto de su marido, haciendo así que el dolor cortara de cuajo la pronta corrida.<br />
<br />
- Todavía no, querido… Queda mucha noche para que acabes ya… -musitó, con la lascivia propia de quien ha soportado durante mucho tiempo la excitación, Ayna.<br />
<br />
Con rapidez, se colocó a horcajadas sobre Yasid, agarró sus manos y las ató con la cuerda que había dejado preparada, y que sobresalía por el cabecero del lecho.<br />
<br />
- ¿Ayna? ¿Qué…?<br />
<br />
- Relájate. Te dije que esta noche todo corría por mi cuenta.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- ¡NURA! ¡¡NO!! –gritó Ajdet, al ver que su guerrera más letal había mordido el anzuelo y se abalanzaba hacia uno de los atacantes, espada en mano.<br />
<br />
El soldado se cubrió con su espada, desviando el ataque de la nínfula sin muchos problemas, y dando un paso atrás que la morenita tomó como el signo de una debilidad que podía atacar. Nada más lejos de la realidad, el guerrero estaba entrenado y el paso atrás solamente sirvió para que Nura se alejase un poco más del círculo de protección que formaba su grupo y acabara por ofrecer un flanco desprotegido a otro de los guerreros, que alzó su arma para asestar un golpe letal. La nínfula lo observó a tiempo y trató de esquivar el espadazo, haciendo que la espada solamente le abriese un largo corte sobre su brazo.<br />
<br />
- ¡Nura, cuidado! –gritó Sama, lanzándose hacia el guerrero.<br />
<br />
La pequeña prima de Nura se agarró del cuello de su sorprendida víctima y comenzó a arañarle y morderle en la cara. El grito de dolor del guerrero rompió la quietud del bosque cuando Sama cerró sus dientes sobre la desprotegida oreja y la sangre empezó a manar.<br />
<br />
- ¡AHHHH! ¡PUTA CRÍA! –chilló el guerrero, sacándose de encima a Sama de un manotazo.<br />
<br />
La niña cayó de espaldas al suelo, con un ruido sordo y pesado, ofreciendo todo su cuerpo sin protección a la furiosa estocada del guerrero.<br />
<br />
- ¡¡¡NOOOOOOO!!!- berreó Nura al ver cómo la estocada que estaba destinada a ella cambiaba de objetivo y atravesaba de parte a parte el infantil cuerpo de su prima, que lo recibió con un gemido agónico.<br />
<br />
Por un momento, Sama se sintió de nuevo como cuando Kello la desvirgó. La primera de todas. No quiso perder tiempo y Sama, por ser la mayor, fue también la primera en ser obligada a ofrecer su cuerpo al mercader. Y, en ese momento, con la espada del guerrero atravesándole el cuerpecito frágil, la pequeña sintió el mismo dolor, la misma falta de aire, el mismo manar de sangre, la misma sensación de derrota e incapacidad…<br />
<br />
Nura apretó los puños y los dientes y la rabia la dominó. Otro error más.<br />
<br />
La pequeña guerrera del Rey Toro cambió de objetivo y se lanzó sobre el asesino de Sama. Hundió su espada en el costado del guerrero, donde la armadura de cuero no lo protegía. Herido de muerte, pero aún vivo, el guerrero se revolvió y la empuñadura de la espada se le escapó de las manos a la pequeña. Atravesado por el filo del arma, el guerrero sólo tuvo tiempo de volverse hacia Nura y ver cómo saltaba sobre él con la daga como única arma.<br />
<br />
La nínfula morena literalmente cosió a puñaladas al atacante. Cuando los compañeros de la víctima reaccionaron, Nura ya había caído sobre él, tirándolo al suelo, y le asestaba puñalada tras puñalada sin freno, perdido absolutamente todo su control.<br />
<br />
Torso, brazos, vientre, cara y casi todo el resto de la parte delantera del cuerpecito núbil de la nínfula acabaron cubiertos de sangre antes de que los atacantes reaccionaran y se abalanzaran sobre ella. Necesitaron tres hombres para reducirla, y dos fuertes golpes en cabeza y vientre para calmarla, pero una vez conseguido, y tomando poco a poco conciencia de la culpa que tenía ella en todo aquello, Nura se derrumbó y empezó a llorar como hacía tiempo que no lo hacía.<br />
<br />
- Ya está, Rey Toro –dijo el que parecía el líder de los guerreros-. Puedes luchar hasta la muerte y caer con tu esposa y todas estas niñas que te miran aterrorizadas o rendirte y acompañarnos a Tarsis la Bella, donde te podemos ofrecer un juicio justo.<br />
<br />
- En el que me condenaréis a muerte –gruñó, contrariado, el Gran Jefe.<br />
<br />
- Por supuesto. Pero puedes pagar tú por tus crímenes o hacer pagar a tu mujer y a estas niñas inocentes el precio de tu desmedida ambición. Tú decides.<br />
<br />
Ajdet no lo pensó durante mucho tiempo. Aunque de haberlo hecho, seguramente habría terminado por escoger la misma opción.<br />
<br />
Tratando de aguantar las lágrimas, el Rey Toro dejó caer sus armas al suelo y se rindió.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Ayna tomó aire. Una de sus manos dirigía la punta del enorme capullo a su coñito mientras la otra trataba de abrir al máximo sus labios vaginales. Aun a pesar de haber hecho tantas veces el amor con él, a la rubita aún le asombraba que tamaña herramienta pudiese entrar en su cuerpecito.<br />
<br />
Cerrando los ojos, se dejó caer sobre la gruesa polla, que ya estaba empapada en los flujos de Ayna tras varios minutos de juegos previos, en los que el glande había repasado una vez tras otra la tierna rajita de la adolescente.<br />
<br />
Seguramente, ninguno de los dos lo esperaba.<br />
<br />
El primer orgasmo de Ayna fue tan rápido como explosivo. Nada más sentir el inmenso badajo del negro en su interior, sintió que perdía el control de sus extremidades mientras el grito de placer se convertía en una ristra de gemidos y jadeos. Ayna clavó las uñas sobre los hombros de su esposo, mientras los ojos de éste brillaban de cachondez, contrastando demasiado su blancura con la negrura de la noche y de su piel.<br />
<br />
Sin dejar pasar los últimos calambres de su clímax, la rubita empezó a cabalgar sobre el cuerpo de su marido, sintiendo cómo su coñito casi reventaba de placer en cada penetración a causa de esa polla que la llenaba por completo.<br />
<br />
Yasid trató de agarrar de las caderas a la rubita, sin recordar que aún mantenía las manos atadas tras su cabeza. Ayna interpretó los movimientos de su marido como que se estaba retorciendo de gusto, siendo verdad solamente en parte.<br />
<br />
El negro disfrutaba, y la deliciosa presión del coñito de Ayna le estaba llevando al cielo, allá arriba, donde vivían sus dioses, tan parecidos y distintos a los de Ajdet y su gente, pero al mismo tiempo, lamentaba no poder moverse para agarrar a su esposa y destrozarla a pollazos como su pequeño ser adolescente estaba pidiendo a cada movimiento.<br />
<br />
Ayna saltaba y botaba sobre Yasid. Únicamente la mitad de la verga entraba y salía del joven chochito, pero era suficiente para que tanto uno como otra se vieran envueltos en un placer intenso, salvaje, que aumentaba a medida que las caderas de Ayna aceleraban, superando el cansancio de sus piernas, buscando a la desesperada un nuevo orgasmo que se abría paso por sus venas a golpes, coincidiendo con los golpes de la negra e inmensa verga en el fondo de su útero.<br />
<br />
Yasid, que sólo podía mover sus piernas y caderas, trataba de acompasar el movimiento de su cintura con los de la de Ayna, intentando que las penetraciones fuesen aún más profundas aunque sin conseguirlo.<br />
<br />
La velocidad de ambos comenzaba a ser endiablada. Ayna se había inclinado sobre su esposo y permitía que fuera el movimiento de caderas de éste el que llevara la cadencia y la profundidad de cada penetración.<br />
<br />
La rubita era todo un mar de gemidos que se estrellaban con el pecho del extranjero. La fuerza de Yasid acabó por hacer que sus ligaduras se desataran y, una vez sus manos libres, las llevó a las prietas nalgas de su mujer. Ahora era él quien llevaba el ritmo por completo y Ayna una simple marioneta que gemía y jadeaba, con los ojos en blanco y las palabras de amor y vicio escapándose de su boca.<br />
<br />
- Oh, dioses… te amo… te amo… te amo… te…<br />
<br />
Yasid sintió que todo su semen se apelotonaba en sus testículos, a punto ya de desbordarse, y eligió la tensión del momento para darle la mayor profundidad posible a su dedo corazón, que se introdujo de una estocada en el ano de su mujer.<br />
<br />
El grito de placer de Ayna quedaría grabado por siempre en la mente de Yasid. Fue como si algo muy grande, demasiado grande para su cuerpecito pequeñito, le saliese en un momento por todos los poros de su piel.<br />
<br />
Mientras el semen de Yasid desbordaba su estrecha cavidad, Ayna era víctima de un orgasmo atroz y compartido.<br />
<br />
Le costó volver en sí. Cuando lo hizo, un pequeño revuelo en el pueblo la obligó a vestirse rápidamente y a salir a ver qué pasaba a esas horas de la noche.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Ajdet se había negado a dejarse llevar hasta que el carro, conducido por su esposa y con Nura y los diez niños en el cajón, se pusiera en marcha.<br />
<br />
Con lágrimas en los ojos, Rayma arreó las riendas de los caballos y el carromato continuó su triste camino al norte.<br />
<br />
Ajdet no quiso ver cómo el carro se alejaba. Cerró los ojos y esperó a que los guerreros le maniatasen y tirasen de él para llevarlo de camino a Tarsis.<br />
<br />
Tal vez su ambición había tocado techo. Quizás había intentado abarcar más de lo que podía controlar realmente. Mientras lo llevaban a rastras por el bosque, en dirección hacia donde suponía que aquellos ocho hombres supervivientes tenían sus caballos, Ajdet pensó que le hubiera gustado hacer muchas más cosas antes de morir.<br />
<br />
Recapacitó para encontrar la lista de errores que le habían llevado a ese punto. No sabía cómo los hombres de Tarsis habían averiguado dónde estaría esa noche ni que estaría prácticamente indefenso. Sonrió cínicamente al entender que la única posibilidad era haber sido traicionado. Los secretos volaban más rápido que el sol, y estaba claro que alguien de los que tenían conocimiento de esa misión se había ido de la lengua. ¿Rayma? ¿Yasid? ¿Su hermana? ¿Lesc? ¿Nura? ¿Zuyda? ¿Rocnar? ¿Su madre?... su error había estado en contarlo a demasiadas personas. Una lástima que no fuera a tener tiempo de recapacitar y aprender de ese error.<br />
<br />
Igual que aquellos guerreros no iban a tener tiempo de aprender del error garrafal que habían cometido.<br />
<br />
Mientras sus escoltas ensillaban los caballos, Ajdet deslizó sus dedos tras su cinto y extrajo la daga que no había usado todavía. Una daga que los guerreros hubieran encontrado fácilmente de haber tomado la precaución de registrarlo tras apresarlo. Un error de principiantes.<br />
<br />
Argantonio acabaría aprendiendo que era una estupidez y una falta de respeto mandarlo ser capturado por un grupo de novatos gobernados por un cabecilla prepotente.<br />
<br />
Mientras los hombres volvían hacia él para montarlo en el alazán, Ajdet tomó aire y escondió la daga tras su espalda, sin cortar aún las cuerdas de esparto con las que lo habían atado.<br />
<br />
Pensó detenidamente todos sus movimientos y todas las posibilidades que cada uno podría acarrear antes de llevar a cabo el primero de ellos. Los dos hombres casi habían llegado a él cuando cortó de un solo tajo y con un simple giro de muñeca la cuerda.<br />
<br />
El siguiente movimiento fue hundir la daga en el cuello del guerrero de la izquierda. Después, de una rápida patada, envió al suelo al otro y por último, salió corriendo por el bosque.<br />
<br />
- ¡MIERDA! ¡ATRAPADLO! –gritó el cabecilla, viendo cómo su valiosa presa se escurría por la negrura del bosque.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Rayma llegaba al pueblo del Gran Río llorando a moco tendido. En el pueblo de la Sierra Sudeste le habían dado otro caballo y habían cambiado a los dos del carro que ahora manejaba Nura para que pudieran llegar cuanto antes a la capital del Reino a dar la mala noticia. Además, el Jefe del Pueblo se había comprometido a organizar un pequeño batallón de exploradores y guerreros para salir tras los hombres de Tarsis.<br />
<br />
- ¡RAYMA! –Ayna, feliz tras su noche de sexo salvaje con Yasid, había salido a recibirla con una sonrisa en la boca.<br />
<br />
Supo que algo iba mal en cuanto vio entrar a su cuñada a caballo, llorando.<br />
<br />
- ¿D-Dónde está mi hermano?<br />
<br />
*****<br />
<br />
Sobre la gruesa rama de un árbol, tratando de controlar su agitada respiración y limpiándose de la cara las manchas de sangre del tarteso que acababa de degollar, Ajdet podía escuchar la voz de los guerreros.<br />
<br />
- ¡Ha caído Nasindo! ¡Está muerto! ¡Ese bárbaro lo ha degollado!<br />
<br />
- No os separéis unos de otros. ¡Buscadlo, pero en parejas! ¡Id siempre acompañados! ¡Ese bastardo es muy peligroso!<br />
<br />
El Rey Toro miró hacia arriba y un rayo de luna se coló entre el ramaje del árbol.<br />
<br />
- Dioses… Dadme fuerzas –rogó.<br />
<br />
Ya tan solo le quedaban seis.<br />
<br />
<br />
<br />
Continuará...<br />
</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-56594786536477017762011-12-03T19:52:00.000+01:002015-02-04T23:12:07.603+01:00A.C. (24: La misión de Nura)Los pasos de la niña-mujer eran cortos, cansinos y tambaleantes, como deben serlo los de quienes llevan tres jornadas de camino, alimentándose únicamente de agua de rocío y de algunas plantas y presas pequeñas que no eran capaces de dar energía suficiente para tan largo y duro caminar. El incipiente sol de otoño empezaba a hacerle hervir la cabeza y el viento de tramontana que soplaba le erizaba el vello y la hacía estremecerse de frío. Sus labios estabas resecos y cuarteados, y los callos de sus pies hacía mucho tiempo que no dejaban de sangrar; las malditas piedrecitas del camino se le clavaban más a cada paso.<br />
<br />
A sus oídos llegó el alegre sonido del agua correr, y tan solo deseó que esa vez no fueran alucinaciones como las cuatro veces anteriores. La senda a la que había llegado tenía huellas de cascos de caballos y de ruedas de carros, y la nínfula supo que quedaba muy poco para el final de su odisea.<br />
<br />
Al sonido, leve y sosegado, del agua allá a lo lejos, se le sobrepuso un sonido más agudo, más rápido, más creciente. Era uno de esos muchos caballos que usaban los comerciantes y que, poco a poco, se iba a acercando a ella con su trote suave.<br />
<br />
Aunque el sol le hacía daño en los ojos, se obligó a mirar en esa dirección. Seguramente el comerciante la vio antes que ella a él, pero la pequeña fue la primera en reconocerlo.<br />
<br />
- Al fin –musitó la joven, y sus labios esbozaron una sonrisa dolorosa.<br />
<br />
Sintiendo que el alivio llenaba su cuerpo, cerró los ojos, relajó su cuerpo y se dejó caer. No creyó que realmente estuviera tan próxima al desmayo, pero antes de tocar el suelo, Nura ya había perdido la consciencia.<span id="fullpost"> </span><br />
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<br />
*****<br />
<br />
Lo primero que notó, al ir despertándose lentamente, fue una sensación húmeda, tibia y agradable por sus piernas. Lo segundo, que estaba completamente desnuda. No quiso abrir los ojos, prefería que aquel hombre no supiera que ella era consciente de lo que hacía con su cuerpecito delgado.<br />
<br />
El comerciante limpiaba a Nura con un paño mojado y, por la lentitud de sus movimientos y la absoluta dedicación en cada uno de ellos, la pequeña podía notar la admiración, y casi práctica veneración, con la que lo estaba haciendo.<br />
<br />
Nura no pudo evitar que sus pequeños pezones oscuros se irguieran a causa del indecente sobeteo que recaía sobre sus pechos niños. Tuvo que contenerse cuando el paño húmedo descendió por su vientre y mojó la cara interna de sus muslos, pero nada pudo hacer cuando la mano del mercader volvió a subir y rozó su pequeño clítoris. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y un suspiro, tenue y quedo, brotó de sus labios. Las caricias cesaron y, cuando Nura abrió los ojos, se encontró mirando fijamente a los ojos penetrantes del mercader.<br />
<br />
- Vaya… ¿Al fin te has despertado? –preguntó el hombre.<br />
<br />
- ¿Qué… qué me ha pasado? –dijo Nura- ¿Cuánto tiempo he estado dormida?<br />
<br />
La jovencita miró a su alrededor, tratando de acostumbrarse a la claridad del mediodía que se filtraba en la casa. Descubrió sus ropas junto a ella, en una mesa contigua a la cama.<br />
<br />
- No llevas más que una cuarta parte de día, pequeña. ¿Qué hacías caminando sola?<br />
<br />
- Yo… huí –Nura apartó la mirada, fingiendo una vergüenza que no sentía.<br />
<br />
- ¿Huiste? ¿De dónde?<br />
<br />
- De la guerra. Al norte se está librando una guerra sangrienta y el pueblo en el que vivía fue atacado. –De momento, la pequeña mujercita no había dicho ninguna mentira.<br />
<br />
- Pobre niña -musitó el mercader, aunque Nura notaba, pues de eso sabía mucho, que la estaba mirando con un deseo imparable y creciente-… ¿Tienes hambre?<br />
<br />
La morenita no se esperaba eso. Parecía como si aquel hombre se preocupara de verdad por ella. Su mirada de lujuria le hacía parecer un monstruo, pero sus modales eran exquisitos y no parecía capaz de dañar a una mosca.<br />
<br />
- ¿Eh? S-sí… Llevo días sin comer.<br />
<br />
- Está bien. ¡Azmara! –gritó, volviéndose hacia atrás- ¡Trae algo de comida!<br />
<br />
Casi al instante, una niña de unos seis o siete años, de piel morena y con una túnica sucia y raída, apareció portando unos pedazos de carne en una bandeja de plata. Parecían apetitosos, y Nura prácticamente se abalanzó sobre ellos cuando la muchacha depositó la bandeja en la cama, junto al mercader, que permanecía sentado junto a la nínfula.<br />
<br />
Por un instante, Nura retrocedió varios meses atrás, cuando su padre sacaba la caza del día a medio asar y la lanzaba sobre el suelo de aquella cueva en las montañas, sin saber que acabaría muriendo a manos de unos hombres que se comportaban como animales comandados por Ajdet, el Rey Toro.<br />
<br />
- Tranquila, pequeña, no hay prisa –dijo, divertido, el mercader al ver cómo la pequeña morena devoraba con saña los pedazos de carne de caballo.<br />
<br />
Casi con ternura, el hombre acarició el negro cabello de Nura que, al ver la carne, había recordado lo hambrienta que estaba.<br />
<br />
- Agua… -farfulló la pequeña, con la boca llena de carne.<br />
<br />
- Claro, claro… Azmara, trae algo de beber a… -El hombre dudó- No sé cómo te llamas.<br />
<br />
- Nura –respondió la joven, sin dejar de masticar la comida.<br />
<br />
- Un nombre precioso… Trae algo de beber a Nura y luego retírate a las habitaciones.<br />
<br />
La niña asintió e hizo lo que el hombre le había ordenado.<br />
<br />
Una vez solos de nuevo, y después de darle un buen trago a la jarra de vino que Azmara había traído, Nura se atrevió a preguntar, a pesar de que conocía ya la respuesta.<br />
<br />
- ¿Es tu hija?<br />
<br />
- No exactamente, Nura –respondió él, sin dejar en ningún momento de sonreír-. Azmara es una niña que no tenía familia ni hogar y yo le di ambas cosas. Igual que a ti.<br />
<br />
Un pinchazo de angustia recorrió el vientre de Nura, que terminó de comer y se limpió los dedos sobre su torso desnudo y casi plano.<br />
<br />
- Oh, vaya… Te has vuelto a ensuciar, pequeña –dijo el comerciante al ver los regueros de grasa y sangre bajo los pechos de Nura.<br />
<br />
Era la hora. La nínfula recordó el paño mojado, que yacía ahora a los pies del lecho, y se excitó ligeramente.<br />
<br />
- ¿Y no me podrías limpiar otra vez? Ya sabes… Como antes…<br />
<br />
Nura bajó la cabeza y miró de reojo al hombre que no tardaría mucho en poseerla. Quería aparentar toda la inocencia del mundo, pero al mercader se le irguió la polla al escuchar esas palabras…<br />
<br />
- Kello… Miena no se encuentra bien –por la misma puerta por la que Azmara había desaparecido, se asomó otra niña, algo mayor que la primera y no mucho más joven que Nura.<br />
<br />
- Dile que espere, Sama. Luego iré.<br />
<br />
Sama estaba a punto de cerrar la puerta cuando vio a Nura. Sus ojos se abrieron como platos y estuvo a punto de decir algo, pero la nínfula morena la hizo callar con un gesto. Sama asintió y cerró la puerta, aún asombrada de que su prima también hubiera acabado allí.<br />
<br />
- ¿Otra de esas niñas sin familia? –inquirió Nura, toda vez que su prima hubo cerrado la puerta.<br />
<br />
- Así es. No sé si es que este mundo es muy violento o que tengo el corazón demasiado grande, pero tengo muchos niños y niñas sin familia viviendo aquí.<br />
<br />
Por un momento Nura dudó. Kello no parecía tan malo, al fin y al cabo. Solo parecía ser un hombre bueno que se preocupaba por los más desfavorecidos, pensó, mientras Kello se acercaba para atrancar la puerta de la habitación de las niñas y que nadie más los molestara.<br />
<br />
Sin embargo, cuando la hizo tumbarse de nuevo y vio cómo sus manos temblaban de excitación poco antes de posarse sobre sus muslos, Nura cambió de idea.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Las manchas rosadas de grasa y sangre sobre su torso hacían mucho que habían desaparecido, y el paño mojado con el que habían sido limpiadas ya no era más que un retal inútil que yacía en la cama.<br />
<br />
Sin embargo, Kello seguía acariciando y masajeando el cuerpo infantil de Nura, con sus dos manos como único instrumento y con el sudor de ambos, cada vez más abundante, como único material.<br />
<br />
- Aaahhh –gemía sin control la nínfula morena, retorciéndose de placer cada vez que las manos de Kello acariciaban o simplemente bordeaban sus zonas más erógenas. Las manos de aquel hombre eran fuertes pero muy suaves, como todas las de aquellos que nunca han ejercido un trabajo físico, y resbalaban cada vez más rápido por su cuerpecito.<br />
<br />
- Ponte boca abajo –ordenó el mercader, y la niña estaba tan cachonda que no se lo pensó un segundo antes de obedecer. Se tumbó de cara al lecho y notó como, rápidamente, las manos de Kello sobaban sus pequeñas pero prietas nalgas sin miramientos. Abrió un poco más las piernas, deseando, suspirando, anhelando porque algo duro entrara ya en su cuerpo antes de estallar de placer. No obstante, el comerciante siguió masajeando su cuerpo, disfrutando de la calidez y la suavidad de la piel de la muchacha.<br />
<br />
Nura seguía suspirando y gimiendo. Kello parecía acariciarla con mil manos diferentes mientras su boca se engolfaba en el delgado cuellecito de la morenita. Así, cuando finalmente las manos de Kello se sumergieron entre los muslos de la pequeña, tras descender por la quebrada de sus nalgas, y se encontraron con el chorreante coñito de la nínfula, bastaron unos pocos roces sobre su clítoris inflamado para que Nura explotase en un orgasmo brutal y completo, que la dejó sin aire y sin conciencia durante varios segundos.<br />
<br />
Sus piernecitas delgadas no dejaban de temblar, y todo su cuerpo se había contraído como queriendo dejar dentro, encerrada, esa maravillosa sensación.<br />
<br />
Aún jadeaba cuando Kello le dio la vuelta para poder besarla. Nura se olvidó de parecer inocente y respondió al beso con lujuria, enganchando su lengua a la del mercader, que se vio gratamente sorprendido por el arte de la pequeña.<br />
<br />
- No eres virgen ¿Verdad? –preguntó Kello.<br />
<br />
- No –Nura no se anduvo con remilgos-. Pero eso no tiene que importarte.<br />
<br />
Y, con destreza, mientras lo volvía a besar, agarró con su pequeña manita la polla erectísima de Kello, bastante más pequeña que la del Rey Toro, pero igual de dura y caliente, o quizás incluso más.<br />
<br />
A Kello no le importó que Nura no fuera virgen. No le importó porque aquella pequeña mano le comenzó a hacer una paja suave y experta. Y no le importó porque ya lo sabía, porque tras traerla a casa y dejarla en la cama, lo primero que había hecho había sido examinarla con minuciosidad, introduciendo un dedo en su chochito y defraudándose al no encontrar un himen que romper.<br />
<br />
- Túmbate. Rápido –Las tornas habían cambiado. Ahora era Nura quien mandaba y Kello quien obedecía.<br />
<br />
La verga del hombre apuntaba al techo, y la nínfula morena se colocó sobre ella. Abrió sus labios vaginales con una mano mientras con la otra dirigía el ariete a su empapado agujerito. Se empaló toda de una y Kello ahogó un gemido en el dorso de su mano. Nura sudaba, su corazón latía enloquecido, y aunque la polla de Kello no era tan grande como la de Ajdet, la sentía abrirse paso en sus entrañas, dentro y fuera de su hambriento chochito, haciéndola disfrutar de cada movimiento.<br />
<br />
Las manos de Kello agarraron las caderas de la pequeña para imponer su ritmo, pero ésta las rechazó con sendos manotazos. Colocó sus manos sobre los hombros del mercader y empezó una endiablada cabalgata al tiempo que movía sus músculos vaginales para exprimirle el pene a su bienaventurado acompañante.<br />
<br />
Con cada intrusión en su coñito, Nura regresaba a su formación con Ajdet. Las salvajes folladas de la mañana, los suaves coitos de la tarde, el furioso sexo de esas noches en las que él discutía con Rayma y pagaba su frustración con el pequeño cuerpo de su pequeña aprendiz de bruja.<br />
<br />
Observó al mercader sobre el que cabalgaba y en sus ojos se veía el mismo deseo puramente sexual que en los de Ajdet cuando se la tiraba.<br />
<br />
“Vas a ser una gran arma”, le había dicho Ajdet, recordó mientras sus manos abandonaban los hombros de Kello para vencerse sobre él y follárselo torso contra torso y vientre contra vientre, aprovechando para hundir su lengua en su boca.<br />
<br />
“Estoy harta de esa niñata, harta de que te la folles más que a mí, harta de su arrogancia, ¡Harta de ella!”, era la voz de Rayma la que entraba ahora en sus recuerdos, y el acordarse de ella la llevó a la noche de su desfloración, en la que Rayma y la hermana del Rey, Ayna, la violaron con una polla de madera. Un gemido poderoso le barrenó la garganta al recordar esa noche y al sentir de nuevo la polla de Kello en lo más hondo de su cuevecita. Con disimulo, hurgó entre el montoncito de su ropa, sin dejar por ello de follarse a Kello.<br />
<br />
“Es una guerrera, una guerrera especial, pero sólo eso”, gritaba Ajdet a su mujer en su mente. “Quiero que la mandes lejos de aquí. ¡Y que no vuelva! ¡Nadie en este poblado la quiere!”, replicaba Rayma.<br />
<br />
Las manos de Nura encontraron entre sus ropas lo que buscaba, y cerró el puño sobre ello. Mientras, sentía como toda la sangre de su cuerpo comenzaba un viaje acelerado de su corazón a su coño y de su coño a su corazón, sin ir más allá porque su cuerpo no lo necesitaba.<br />
<br />
“¡La quiero fuera!”<br />
<br />
“Es una guerrera”<br />
<br />
“¡FUERA!”<br />
<br />
Nura se volvió a incorporar sobre el cuerpo de Kello, sintiendo que ambos estaban próximos al orgasmo. Él mantenía los ojos cerrados. Ella, los puños apretados sobre el objeto. Los dos cuerpos se seguían moviendo y los gemidos eran cada vez más audibles. En la habitación de las niñas, sólo una había propasado el miedo atenazador que las solía cubrir por las noches y se masturbaba torpemente escuchando a su prima gozar.<br />
<br />
Mientras la mente de Nura se separaba del cuerpo, llegando a ese punto en que todo es luz y oscuridad al mismo tiempo, aún tuvo tiempo de recordar una frase de su amado Rey Toro.<br />
<br />
“Tengo una misión importante para ti. Has de matar a alguien”<br />
<br />
Mientras el orgasmo de Nura se iniciaba, sus gemidos convertidos ya en un grito imparable, hizo descender el objeto sobre el mercader.<br />
<br />
De haber mantenido los ojos cerrados, Kello habría muerto sin saber cómo. Sin embargo, al abrirlos en el momento en que todo el semen se agolpaba en sus testículos, presto a inundar la estrecha cavidad de Nura con su blanca leche, lo último que vio fue una pequeña daga de bronce hundirse en su pecho, justo a la altura de su corazón, y reflejada en su pulida hoja, la cara de una niña que acababa de llegar al orgasmo mientras lo mataba.<br />
<br />
Los últimos estertores de vida de Kello fueron los de su polla expulsando el semen acumulado, mientras Nura disfrutaba de su merecido clímax.<br />
<br />
Tardó aún unos minutos en recuperarse de su orgasmo, pero una vez superado el temblor y los jadeos, la nínfula se desacopló del cuerpo del mercader y, aún desnuda, corrió a desbloquear la puerta de la habitación. La abrió, y once caritas infantiles se giraron al momento hacia ella.<br />
<br />
- Vestíos. Ya no tenéis nada que temer. Sois libres –dijo con una sonrisa.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- Pareces cansada, Sama… -dijo Nura, una vez vestida de nuevo, viendo cómo su prima se tomaba más tiempo para recomponer sus vestiduras y salir detrás de los demás niños y niñas, la última sin contar a Nura, como le correspondía por ser la mayor.<br />
<br />
- ¿Has… disfrutado? –preguntó, avergonzada, la niña de las montañas.<br />
<br />
- Aún eres joven para pensar en eso, Sama. Ahora vámonos antes de que alguien se dé cuenta de lo que ha pasado.<br />
<br />
Las dos jóvenes pasaron corriendo junto al cadáver de Kello, al que no le obsequiaron más que con una mirada de reojo antes de salir de esa casa a la que no pensaban volver ya nunca jamás.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- ¿No dices que nos recogerían aquí? –Una de las niñas mayores miraba con recelo a Nura. Vivir con Kello había supuesto un suplicio para todas, pero no pensaba volver a vivir en la naturaleza, supusiera lo que supusiera.<br />
<br />
- Sí, pero aún es pronto, el sol aún está cayendo.<br />
<br />
- ¡Pero tú dijiste que estaría aquí a la caída del sol! ¡Mentirosa!<br />
<br />
- ¡Azmara! –replicó Sama, saliendo en defensa de su prima- Estoy segura que Nura no nos ha engañado. ¿Para qué nos iba a salvar si no? Daría mi vida por ella.<br />
<br />
Nura agradeció el gesto con una sonrisa, antes de volver a otear el horizonte, buscando su transporte.<br />
<br />
- Perdóname, es que estoy muy preocupada. Miena está muy adolorida. Casi no puede caminar.<br />
<br />
Primero llegó el sonido de los cascos de los caballos, luego, el brillo de su coraza reflejando el sol. El Rey Toro iba a su encuentro tal y como acordó.<br />
<br />
- ¡Allí está! ¡Es Ajdet! ¡Ajdet! ¡Aquí! –chilló Nura, palmoteando y saltando.<br />
<br />
- ¿Ajdet? ¿El que nos vendió?- preguntó Sama, estupefacta, creando un pequeño murmullo de disgusto entre las niñas.<br />
<br />
- Os ha rescatado… ¿No? –replicó Nura, viendo cómo el Rey Toro se acercaba en un carro tirado por dos caballos, y con alguien a su lado, que lo acompañaba.<br />
<br />
- No. Nos has rescatado tú.<br />
<br />
- Pues yo me voy con él. ¿Alguna se viene?<br />
<br />
Todas las niñas, incluida Miena, y los dos niños, respondieron afirmativamente. Cuando el carro se detuvo, dando media vuelta para permitir a las niñas subir, todas acabaron montándose en él.<br />
<br />
- ¿Estáis todos? –preguntó el Gran Jefe Ajdet.<br />
<br />
- Sí. Misión cumplida- respondió Nura, antes de mirar a quien acompañaba al Rey-. Buenas tardes, Reina Rayma –saludó cortésmente.<br />
<br />
Cuando el carro no había avanzado más que unos quinientos metros por el camino, Nura ordenó parar.<br />
<br />
- ¿Qué pasa ahora? –se quejó Rayma.<br />
<br />
Sin responder, Nura saltó con agilidad del carro, avanzó hacia la orilla del camino y arrancó un par de hierbas que crecían allí. Cuando volvió a subirse, ya se había deshecho del tallo y sólo se había quedado con las hojas y la flor, que masticó durante unos segundos antes de escupirlas en las manos y gritar un:<br />
<br />
- Ya puedes arrancar, Ajdet.<br />
<br />
Mientras el carro reanudaba la marcha, la nínfula morena obligó a la enferma, Miena, a abrir las piernas para ver el origen de la infección.<br />
<br />
- Esto te va a escocer un poco, pequeña –dijo Nura, antes de ir colando la pasta en la vaginita de la niña-. Ese desgraciado no te curó bien ¿Verdad?<br />
<br />
Con lágrimas en los ojos, pero aguantando bien el dolor, Miena negó con la cabeza.<br />
<br />
- Es sólo una pequeña infección, pero hay que curarla antes de que vaya a peor. Esto funcionará.<br />
<br />
Rayma observó la escena y, con el rostro serio, se volvió hacia delante, mientras la chiquilla se seguía preocupando por los niños y niñas.<br />
<br />
- Nura –espetó la reina, sin dejar de mirar al frente.<br />
<br />
- ¿Sí, Reina Rayma?<br />
<br />
- Buen trabajo.<br />
<br />
<br />
<br />
<i>Continuará…</i></span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-19122825226930050672011-10-23T12:00:00.002+02:002015-02-04T23:12:26.659+01:00A.C. (23: La instrucción)Doscientas veinticinco espadas, el mismo número de armaduras y cascos, veinticinco lanzas con punta de bronce, doscientos arcos y cerca de quinientas dagas.<br />
<br />
A las afueras del Gran Río, los doscientos veinticinco guerreros del Reino del Toro se preparaban para la primera instrucción observando el arsenal que tenían delante.<br />
<br />
- Sé que algunos de vosotros os sabéis buenos guerreros, habilidosos con el uso de la espada y feroces en la lucha. Pues bien... ¡Eso no os va a servir de nada cuando marchemos de conquista! -gritó el Gran Jefe Ajdet- ¡No quiero guerreros! ¡Quiero un ejército! ¡Un grupo de soldados que luche como uno solo, donde cada uno de sus integrantes pueda cubrir los puntos débiles de sus compañeros y potenciar sus mejores habilidades! ¡A partir de ahora aprenderéis a batallar en formación, a luchar de una forma más eficiente, a moveros con una armadura pesada y a atacar al enemigo protegiendo vuestra vida! ¿ENTENDIDO?<br />
<br />
- ¡SÍ, GRAN JEFE! -gritaron todos los soldados.<span id="fullpost"><br />
<br />
- Muy bien. Los que hayan sido elegidos para montar a caballo, coged una armadura, un casco, una espada, dos dagas y una lanza y seguid a Yasid, él os instruirá.<br />
<br />
Veinticuatro hombres además del gigante negro avanzaron y tomaron lo que el Gran Jefe había dicho. Luego, Yasid los dirigió hacia el sudoeste del poblado, donde esperaban veinticinco caballos.<br />
<br />
- ¡Los demás! ¡Casco, armadura, espada, arco y dos dagas! ¡YA! -gritó Ajdet, y todos se apresuraron a cumplir la orden del Rey Toro.<br />
<br />
Ajdet observó a sus soldados. Todos jóvenes, fuertes, y decididos a convertirse en una auténtica fuerza brutal y sangrienta.<br />
<br />
- ¡Poneos las armaduras! ¡Veremos a dónde llega vuestra fuerza!<br />
<br />
El primer guerrero en caer desfallecido lo hizo al poco de completar la tercera vuelta al exterior de las murallas del poblado. El ritmo de carrera que impuso Ajdet, que no sólo llevaba la armadura, sino también el casco, la espada y un enorme morral que nadie sabía que llevaba, era inhumano.<br />
<br />
No habían tardado ni media hora en recorrer diez quilómetros. El Rey Toro detuvo a sus soldados y los dejó descansar mientras les daba una de sus primeras lecciones.<br />
<br />
- Jamás os voy a pedir que hagáis nada que yo mismo no pueda hacer. Pero si yo puedo hacerlo, al final conseguiré que vosotros también podáis -Y tras decir eso, Ajdet vació el morral frente a sus soldados. Una docena de piedras tan grandes como la cabeza de un niño cayeron al suelo ante la atónita mirada de los guerreros. Fácilmente las rocas podrían pesar tanto como una niña pubescente.<br />
<br />
*****<br />
<br />
A la hora de comer, los soldados que entrenaba Ajdet estaban exhaustos. Tras la carrera, habían tenido que entrenar diversos movimientos con sus espadas y dagas, todos ellos enfocados a protegerse de un ataque frontal y atacar al rival. Tan agotados estaban que incluso algunos no pudieron evitar vomitar de cansancio.<br />
<br />
Afortunadamente para ellos, por la tarde Zuyda había aceptado ofrecerles unas clases de herbología, para que, estando de campaña, supieran qué plantas podrían ayudarlos a curarse por sus propiedades astringentes, analgésicas, relajantes o cicatrizantes y qué otras los matarían sin remedio.<br />
<br />
Mientras los soldados mascaban tila para templar sus nervios, especialmente indicada para los arqueros antes de disparar, el Rey Toro se acercó a la chamán.<br />
<br />
- ¿Cómo va la otra instrucción? -preguntó Ajdet.<br />
<br />
- Fenomenal. Es inteligente y aprende muy rápido. Será una gran arma si la sabes usar.<br />
<br />
- Sabré -respondió el Gran Jefe, con una amplia sonrisa.<br />
</span><br />
<a name='more'></a><span id="fullpost"><br />
*****<br />
<br />
- ¿Qué tal los jinetes, Yasid?<br />
<br />
El extranjero se volvió y vio a Ajdet caminando lentamente hacia él. <br />
<br />
- Son buenos guerreros. Saben montar a caballo y saben luchar. No saben usar las lanzas montados en el caballo, sin embargo.<br />
<br />
- Por estas tierras no se ven muchos lanceros a caballo, Yasid.<br />
<br />
- Vengo de un pueblo experto en luchar a caballo. Las lanzas son la mejor arma para un jinete.<br />
<br />
Ajdet observó los guerreros entrenándose. Cabalgaban, sujetando la lanza, y embestían con ella contra un montón de paja con un golpe aparentemente mortal.<br />
<br />
- No lo hacen tan mal. Es un golpe potente.<br />
<br />
- Pero nuestros enemigos no serán montones de paja, Gran Jefe. Observa.<br />
<br />
Yasid se alejó de Ajdet y se colocó junto al pequeño montículo de paja.<br />
<br />
- ¡Atacadme a mí! ¡Como si fuera un enemigo! -gritó el imponente negro.<br />
<br />
Los jinetes dudaron. Sabían que podían matar a su instructor si acertaban el golpe.<br />
<br />
- ¡Vamos! ¡Al Gran Jefe no le gustan los cobardes en su ejército! -volvió a gritar, señalando a Ajdet.<br />
<br />
La visión del Rey Toro espoleó a uno de los jinetes, que arreó a su montura y cabalgó hacia el negro.<br />
<br />
Yasid aguardó. La punta de bronce de la lanza destellaba bajo el sol vespertino. El jinete se acercaba cada vez más a él, enarbolando su afilado brazo de guerra.<br />
<br />
Cuando llegó a la altura del negro, y la lanza parecía a punto de atravesar su enorme cuerpo, Yasid agarró el arma con fuerza e hizo palanca con ella.<br />
<br />
El jinete salió catapultado lejos de su caballo, y cayó de espaldas al suelo, con un golpe que la hierba no pareció capaz de amortiguar. El hombre aún se dolía en el suelo cuando Yasid se colocó sobre él, poniendo su enorme pie sobre el pecho del desafortunado soldado y desenvainando su espada para apuntar con ella sobre su cuello.<br />
<br />
- Estás muerto -le dijo Yasid con rostro serio. Luego, girándose hacia el resto de soldados, continuó-. Y ha muerto por no coger bien la lanza.<br />
<br />
Tras ayudarle a levantarlo, Yasid buscó con la mirada al Gran Jefe, pero éste había visto más que suficiente y se alejaba satisfecho de vuelta al poblado.<br />
<br />
*****<br />
<br />
A Ajdet ya tan sólo le quedaba comprobar si lo que Zuyda había dicho era cierto. Todos sus soldados iban mejorando poco a poco, ya solamente le quedaba por saber si quien iba a convertirse en su soldado más letal también mejoraba a un ritmo igual o más rápido que sus guerreros. <br />
<br />
Entró en la casa de Zuyda, la que se había quedado convertida en enfermería, no la "Casa de los orgasmos" como empezaba a ser conocida la vivienda en que Zuyda, Veli, Veka y otras dos antiguas salvajes calmaban las pasiones de todos los hombres que las requerían, y siguió el aroma a hierbas y a caldero que provenía de una de las tres habitaciones. Abrió la puerta y vio a una muchacha machacando distintas hierbas en un cuenco hecho de piedra, porque cualquier otro material se abollaría, rajaría, o directamente se rompería en mil pedazos tras los golpes que la adolescente le daba con la pequeña maza de roca.<br />
<br />
- ¿Qué preparas, Nura? -preguntó Ajdet.<br />
<br />
- ¡Gran Jefe! -El semblante se le iluminó a la muchacha- Es un pequeño veneno urticante, pero muy diluido y suavizado para que no sea tóxico. Zuyda me ha enseñado a prepararlo -dijo alegremente la pequeña.<br />
<br />
- ¿Y para qué sirve un veneno que no es tóxico? -preguntó Ajdet.<br />
<br />
Nura se ruborizó levemente y se mordió el labio inferior con picardía. La chamán le había asegurado que era un gesto que hacía enloquecer a los hombres y que quedaba perfecto en un rostro aniñado como el suyo.<br />
<br />
- Es... una especie de "potenciador" de sensaciones.<br />
<br />
- ¿Potenciador de sensaciones?<br />
<br />
- Sí. Mmmm... -Nura dudó- ¿Quieres probarlo?<br />
<br />
- ¿Es seguro?<br />
<br />
- Sólo si confías en mí -respondió, con aplomo, la nínfula morena.<br />
<br />
- Está bien. <br />
<br />
- De acuerdo. Pero primero desnúdate.<br />
<br />
Ajdet obedeció y se quitó su túnica sudada por todo el ejercicio del día. Mientras, Nura se impregnó las manos en la viscosa papilla de hojas y semillas y se acercó al Gran Jefe.<br />
<br />
La pequeña nínfula se arrodilló ante Ajdet y depositó un tierno beso sobre la polla morcillona, haciéndola estremecerse. Luego la tomó entre sus manos y comenzó a acariciarla lentamente, haciendo que el mejunje se extendiera por todo el tronco de la verga.<br />
<br />
El miembro del Rey Toro comenzó a endurecerse y crecer merced a los delicados roces de Nura. Ajdet suspiró. La sustancia aceitosa estaba caliente y convocaba sobre la piel acariciada un agradable hormigueo que aumentaba el placer de cada contacto.<br />
<br />
La verga se alzaba dura, erecta y caliente, y la nínfula empezó a masturbarla con una habilidad que Ajdet creía imposible. Las manos se deslizaban sobre toda su longitud, reponiendo una y otra vez la sustancia que la piel absorbía. Nura abarcaba el falo con ambas manos, mientras el Gran Jefe sentía cada poro de su ariete latir y vibrar gracias al calor y al cosquilleo del preparado de la nínfula y también a sus diestras caricias.<br />
<br />
Nura se humedeció los labios y se introdujo el tieso bálano en la boca, sin dejar de mirar a los ojos al Rey Toro. La imagen de la tierna adolescente devorando su verga era posiblemente lo más erótico que Ajdet había visto últimamente. La lengua de la chiquilla traveseaba sobre su glande, calmando levemente el hormigueo de la pasta de hojas y semillas, pero Ajdet no pudo soportarlo más. Con un gemido que más parecía un gruñido, agarró a la nínfula de la nuca y se corrió en su boca.<br />
<br />
Cada trallazo de semen parecía capaz de vaciar sus cojones, pero Nura los aguantó y tragó sin dejar escaparse nada. El Gran Jefe tuvo que apoyarse en la mesa para no caer tras el potente orgasmo que lo hizo convulsionarse de arriba a abajo. Su respiración se había quedado convertida en un ir y venir descontrolado de aire en sus pulmones. Aire tan caliente que quemaba.<br />
<br />
Nura se separó del hombre y él pudo ver su polla, que seguía dura, tiesa, húmeda, caliente y cosquilleante sin dar ningún indicio de que fuera a empezar a decaer.<br />
<br />
- Aún siento ese agradable hormigueo. ¿Cuándo parará?- preguntó Ajdet.<br />
<br />
Nura se limpió los restos de la corrida de su boca y sonrió.<br />
<br />
- No parará a menos que te pongas el antídoto. Y tu polla seguirá erecta hasta entonces.<br />
<br />
- Muy lista... ¿Y dónde está el antídoto? -dijo, mirando a todos los cuencos con hojas, semillas y bayas.<br />
<br />
- No lo busques por ahí. Lo tengo yo. Aquí -musitó Nura, señalando su sexo lampiño. Zuyda había depilado los primeros pelillos con unas brasas. Un tratamiento doloroso y peligroso pero eficaz.<br />
<br />
- Lista no... listísima. Vamos a la cama.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Ayna y Rayma hablaban distendidamente en la cama de la segunda. Desde la boda de la pequeña no habían podido disfrutar de esas conversaciones que solían tener desde que Rayma llegó al poblado.<br />
<br />
- ¿Aún te duele la espalda? -preguntó Rayma.<br />
<br />
- Sí. ¿Y a ti?<br />
<br />
- Un poco.<br />
<br />
- Mi hermano se excedió con el castigo. No debería habernos hecho tanto daño -se quejó la rubita.<br />
<br />
- Nos lo merecíamos. No debimos habernos propasado tanto con Nura.<br />
<br />
- ¡La única que se merecía lo que le pasó es esa zorra! -exclamó Ayna.<br />
<br />
- ¡Ayna! -se alarmó su cuñada, podía sentir la rabia de la chiquilla.<br />
<br />
- ¡No! ¡No tenía derecho a venir aquí! ¡Es sólo una puta salvaje!<br />
<br />
Rayma se sorprendió, no pensaba que aquello hubiera afectado tanto a su pequeña cuñada. Incapaz de decir nada que la tranquilizase, simplemente la abrazó con ternura.<br />
<br />
- Sabes que tu hermano te sigue queriendo, ¿Verdad? -dijo Rayma mientras su cuñada adolescente estallaba en llanto.<br />
<br />
- ¿Tú crees? -preguntó entre sollozos. Sinceramente, ya no sabía qué pensar.<br />
<br />
- Por supuesto, pequeña -dijo Rayma mientras notaba cómo su cuñada le devolvía el abrazo.<br />
<br />
No les importaba ya el dolor de las heridas de sus espaldas. Tan sólo querían fundir su calor y cariño en el de la otra.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Ajdet se tumbó sobre la cama, con su verga erecta y levemente enrojecida apuntando al techo. Nura se montó a horcajadas sobre él, sin meterse aún la polla, sino colocando su coñito sobre ella y moviéndose adelante y atrás, dejando que el tieso ariete se fuera mojando con sus flujos.<br />
<br />
El frenillo de uno y el clítoris de la otra se frotaban el uno contra el otro en cada movimiento, haciendo que los gemidos tomaran las dos gargantas. Nura se esforzaba en no separar su vista de los ojos de Ajdet, no quería perderse ni una de las reacciones que causaba en el Rey Toro y, al tiempo, permitía que él pudiera disfrutar del brillo de lujuria y cachondez que destellaba en sus ojitos negros.<br />
<br />
- Ammmnggg... -gimió Nura, al dirigir la verga a su coño y empezar a empalarse lentamente en ella.<br />
<br />
- ¡Dioses del Cielo! -balbució Ajdet. En el coñito de la nínfula se entremezclaban todas las sensaciones posibles. Suavidad, calor, humedad, frescor, presión, temblor...<br />
<br />
- ¿Sabes, Gran Jefe? Eres el primer hombre que mete su polla en mi coño -confesó la chiquilla-. Zuyda no ha dejado que ningún chico entrase en mi entrenamiento.<br />
<br />
- ¿Y te gusta sentir una polla viva y caliente? -Ajdet penetró el estrecho coñito con un rápido movimiento de caderas.<br />
<br />
- ¡Mmmnnghhaa! ¡Sí! -gritó Nura- Es... Espera... Déjame a mí.<br />
<br />
El Rey Toro se relajó y permitió que la nínfula comenzara a cabalgarlo con lentitud inicial, para acelerar luego sus movimientos al tiempo que sus gemidos y los jadeos de Ajdet se iban extendiendo por la habitación.<br />
<br />
Nura trataba de contraer sus músculos vaginales en su cabalgata, tal y como Zuyda le había enseñado, sin embargo, la polla de Ajdet no tenía punto de comparación con los dedos de la chamán. Era más gruesa, más larga... y mil veces más placentera.<br />
<br />
Gimiendo y botando sobre la verga, Nura estalló en un orgasmo brutal y húmedo, que la tuvo temblando durante unos segundos sobre el cuerpo de Ajdet, clavando sus dedos sobre el ancho torso del rey.<br />
<br />
Si no se dejó caer, rendida, sobre el cuerpo del hombre, fue tan sólo porque no quería acabar hasta que el Gran Jefe se derramara en su interior. Así pues, una vez recuperada de su éxtasis, siguió cabalgando sobre el cuerpo de Ajdet, aunque éste la obligó a cambiar de postura, dejando a la nínfula a cuatro patas mientras él embestía sobre su diminuto cuerpo desde atrás.<br />
<br />
Tras unos cuantos minutos más de intensa actividad, y después de tres orgasmos más de Nura, el Gran Jefe volvió a correrse, esta vez llenando el útero de la chiquilla con su caliente esperma.<br />
<br />
Cuando la nínfula sintió el semen desbordando su estrecha cavidad, se venció hacia delante, gimoteando y estremeciéndose de placer.<br />
<br />
Ajdet se tumbó junto a la muchachita y la abrazó con suavidad.<br />
<br />
- A este ritmo de aprendizaje, podrás salir dos semanas antes que el resto de guerreros -dijo el gran Jefe, estrechando a Nura en sus brazos.<br />
<br />
La pequeña no respondió. Tan sólo se acomodó entre los fuertes brazos del Rey Toro y se dispuso a dormir escuchando el potente tamborileo de su corazón calmándose.<br />
<br />
- Una luna... -pensaba para sí mismo el Gran Jefe- En una luna los guerreros estarán preparados y someteremos todos los pueblos conocidos.<br />
<br />
Pensando en los próximos pueblos que conquistaría, Ajdet se durmió abrazado a la adolescente.<br />
<br />
Sin embargo, su sueño pronto se convirtió en una pesadilla.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Continuará...</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2732432345754410669.post-61156852352647501402011-10-18T12:00:00.001+02:002015-02-04T23:12:52.192+01:00A.C. (22: La pequeña Nura)Costó un par de días pacificar por completo los pueblos de la Sierra. Friegg no perdonaba a Ajdet el asesinato de su esposa, pero al final el Rey Toro se descubrió como un brillante negociador y consiguió que los cuatro pueblos recién conquistados acabaran admitiendo su dominio sobre ellos, el pueblo de la Sierra Sur que Friegg gobernaba entre ellos.<br />
<br />
De vuelta al Gran Río, Ajdet se encerró en su casa para reorganizar su reino, no sin antes hospedar a la pequeña Nura en una de las habitaciones libres de su casa y exigir a toda su familia que nadie la tocara antes que él, lo que sentó bastante mal a su esposa. Dicho esto, pidió que le llevasen comida y agua una vez al día y se encerró a cal y canto en la sala donde tiempo atrás se había reunido con los hombres de Tarsis. Durante siete jornadas, el mando del Reino del Toro y de su capital recayó por entero en Rayma y Yasid, que se había convertido en el hombre de confianza del Gran Jefe por encima de viejos amigos como Lesc. Mientras, Ajdet permanecía en la sala y la única persona a la que se le permitía entrar para llevar la comida y asear la estancia era a la nínfula morena, la misma que había sido vendida y luego rescatada por el Rey Toro.<br />
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*****<br />
<br />
Ayna despertó y buscó el cuerpo de Yasid, pero sólo encontró un vacío junto a ella en la cama. Se levantó, completamente desnuda, y cogió su túnica con un mohín de disgusto.<br />
<br />
- Eres muy hermosa...<br />
<br />
La hermana pequeña de Ajdet se sobresaltó y se tapó rápidamente con la túnica.<br />
<br />
- ¿Qué haces en mi habitación?<br />
<br />
- Oh, no tengas miedo -dijo la pequeña Nura, dando un paso hacia delante, abandonando la puerta en que estaba apoyada-. ¿Sabes? Te pareces mucho a tu hermano.<br />
<br />
Ayna se vistió a gran velocidad, intimidada por la presencia de la muchacha.<br />
<br />
- No te vistas tan rápido, por favor -se quejó la morenita, acercándose más a la rubia-, no me niegues ver un cuerpo tan hermoso.<br />
<br />
- No tendrías que estar aquí.<br />
<br />
Poco a poco, Nura había avanzado hasta situarse a pocos centímetros de Ayna.<br />
<br />
- Ese negro enorme... Es tu esposo, ¿Verdad? -preguntó, acariciando suavemente, con la yema de sus dedos, la mejilla de la rubia.<br />
<br />
- Sí... lo es -murmuró Ayna, y un escalofrío le recorrió el rostro, como si los dedos de la chiquilla transmitieran electricidad.<br />
<br />
- Debe ser una delicia hacer el amor con él -susurró Nura, un instante antes de inclinarse hacia Ayna y depositar en sus labios un beso húmedo, sensual, eróticamente perfecto.<br />
<br />
Durante unos segundos, la jovencita rubia se quedó petrificada, sintiendo cómo esos labios rozaban los suyos, calentándolos, cómo esa lengua violentaba su boca, tratando de abrirse paso.<br />
<br />
Finalmente, una vez repuesta de la sorpresa, Ayna recuperó el control de su cuerpo y empujó a la otra chiquilla, enviándola al suelo.<br />
<br />
- Fuera de aquí -ordenó la hermana de Ajdet.<br />
<br />
- Pero...<br />
<br />
- ¡Fuera de aquí!<br />
<br />
Algo asustada, Nura salió de la habitación de Ayna a la carrera, dejando a la pequeña rubia confusa y extrañamente excitada.<br />
</span><br />
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*****<br />
<br />
La presencia de Nura contrariaba a Rayma. Que fuera la pequeña la única que tuviera permitido el acceso a la sala donde su marido se había enclaustrado mientras ella se tenía que ocupar de todo lo referente al gobierno del Reino sin poder pasar ni un instante junto a su esposo era una espina que se clavaba más hondo a cada día.<br />
<br />
- Rayma... ¿Por qué me odias? -preguntó la pequeña, cuando pudo hablar con la esposa del Gran Jefe a solas.<br />
<br />
- ¿Odiarte? Eres nada más que una zorra salvaje que jamás debió volver a este pueblo. No te mereces siquiera que te odie, lo mío por ti es absoluta indiferencia. Cuando Ajdet salga, haré todo lo posible para que te envíe con Zuyda para que puedas abrirte de patas cuando quieras. Seguro que se te bajan los humos cuando un niñato gordo y feo te entierre bajo sus grasas y te deje preñada.<br />
<br />
Nura se entristeció visiblemente. Agachó la cabeza y trató de ocultar las tímidas lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos.<br />
<br />
- ¿Qué puedo hacer para que no pienses mal de mí?<br />
<br />
Nura se arrodilló ante Rayma y se abrazó a sus piernas, queriendo besar el vientre de la mujer.<br />
<br />
- ¡Estúpida guarra! -chilló la esposa del Gran Jefe, sacándose de encima a la tierna adolescente y saliendo de la estancia visiblemente irritada.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Al amanecer del octavo día, Ajdet salió de su vivienda y comentó con su esposa sus decisiones.<br />
<br />
Su primera orden fue enviar a Malda, junto con otras cuatro de las aprendices de Zuyda, al pueblo de la Sierra Blanca. Allí seguiría haciendo el mismo trabajo pero para los hombres de los seis pueblos de la Sierra. La chamán también sonrió al ver cómo su peculiar imperio también se expandía.<br />
<br />
Su segunda orden, la más discutida por Rayma por considerarla innecesaria e ineficaz, fue mandar el aviso a todos los pueblos que gobernaba de que mandaran al Gran Río a un grupo de hombres para convertirlos en guerreros a jornada completa. Así, pensaba Rayma, lo único que se lograba es que todos os pueblos perdieran mano de obra.<br />
<br />
De todas formas, Ajdet lo hizo, dieciocho hombres del pueblo del Valle Bajo, diez del Valle Alto, diecisiete del Pueblo del Gallo, once del Pueblo Azul, catorce del Río Pardo, diecisiete del Estuario, veintitrés del Monte Negro, diecinueve de la Sierra Norte, catorce de la Sierra Este, veintidós de la Sierra Blanca, quince de la Sierra Sur, trece de la Sierra Oeste y nueve de la Sierra Sudeste se sumarían a los veinte hombres del Gran Río sin contar a Lesc, Yasid y Ajdet. En total, doscientos veinticinco hombres para los que se tuvieron que habilitar veinticinco casas para ocho hombres cada una. Los constructores, leñadores y carpinteros tuvieron que trabajar a destajo en los días que precedieron a la llegada de los soldados. A pesar de que tras la desaparición de los Hombres del Bosque algunas casas del Gran Río habían quedado desocupadas, aún faltaban muchas más si se quería dar cobijo a tamaña tropa durante todo el tiempo que durase la instrucción. Rutde y su aprendiz del Valle Alto también tuvieron que trabajar a un mayor ritmo para preparar armaduras y espadas para todos, hasta agotar las reservas de bronce tanto suyas como la de los herreros de los pueblos de la Sierra, que también fueron obligados a colaborar en la fabricación del armamento.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Rayma dormía, sin nada de ropa para tratar de evitar del bochorno de las últimas noches del verano, cuando sintió unos labios trepar lentamente por sus piernas, tembló de excitación y un suspiro se le escapó entre los labios. Tras tantas noches teniendo que apagar sus pasiones ella sola, ahora que su esposo había salido de su encierro, por fin iba a poder gozar de su fenomenal polla.<br />
<br />
Cuando esa boca llegó a su coño y succionó sobre su clítoris, Rayma gimió quedamente.<br />
<br />
- Mmmm... Ajdet... -murmuró aún adormilada la mujer.<br />
<br />
Unos dedos finos acariciaron con ternura sus muslos y subieron hasta su sexo, pero Rayma despertó al sentir que esas manos eran demasiado finas y suaves para pertenecer a su esposo.<br />
<br />
- ¡Nura! -chilló la mujer- ¿Qué haces? ¿Dónde está Ajdet?<br />
<br />
- Tu esposo acaba de partir hacia el Pueblo del Estuario, parece que tienen algún problema y ha decidido arreglarlo personalmente. Y yo he decidido que puedo hacer que no te sientas sola.<br />
<br />
Rayma se incorporó y se tapó el cuerpo desnudo con la sábana.<br />
<br />
- Vamos, Rayma... no seas tímida. Tengo entendido que yo no sería la primera mujer con la que disfrutarías...<br />
<br />
- Sal de aquí, puta barata.<br />
<br />
- Rayma... ¡Vamos!<br />
<br />
- ¡Que te vayas!<br />
<br />
Al berrido de Rayma le siguió el sonido de su mano impactando con la cara de la pequeña Nura y el del golpe de la cabeza de la adolescente con el suelo tras caer del lecho.<br />
<br />
- ¿Qué ha pasado? -Ayna apareció tras escuchar el estruendo. También ella iba desnuda.<br />
<br />
La joven rubia vio a Nura tirada en el suelo, inconsciente, y a Rayma con una mueca de furia y entendió lo que había pasado.<br />
<br />
Sólo salió de su inmovilidad cuando escuchó a su cuñada.<br />
<br />
- Trae unas cuantas cuerdas. Esta zorra no sabe lo que le espera.<br />
<br />
*****<br />
<br />
- ¿Qué... qué pasa?<br />
<br />
Lentamente, Nura recuperaba la consciencia. Al abrir los ojos, se encontró en la sala de entrenamiento de Ajdet, completamente inmovilizada sobre el suelo por unas cuerdas que le ataban las muñecas, las rodillas y los tobillos. De la forma en que había sido atada, Nura exponía completamente su coñito cerrado e infantil, y sus pechos parecían aun mas inexistentes dada su postura, bocarriba.<br />
<br />
Ante ella, Rayma y Ayna exhibían sendas sonrisas de vicio y victoria.<br />
<br />
- ¿Qué... qué vais a hacerme?<br />
<br />
Las dos cuñadas rieron.<br />
<br />
- Nura... mejor pregunta qué NO vamos a hacerte y acabarás antes.<br />
<br />
Rayma y Ayna se apostaron a ambos lados de la adolescente que, por primera vez desde que fue capturada por Ajdet, quiso escapar del lugar donde estaba, sin embargo las ataduras eran fuertes y consistentes.<br />
<br />
Las manos de Ayna y Rayma se posaron sobre el torso niño de Nura y lo acariciaron suavemente, hasta que los pequeños pezones morenos se fueron endureciendo al tacto.<br />
<br />
- Mmmmm... Soltadme, yo también quiero acariciaros -imploró Nura, una vez que el morbo se impuso a su temor, que iba desapareciendo-. ¡AAAHHH!<br />
<br />
Rayma había pellizcado y retorcido uno de los erectos pezones de la chiquilla, y el grito de dolor le llenó la garganta.<br />
<br />
- Que no se te ocurra hablar a menos que una de las dos te lo permita... o te lo ordene -bufó Rayma.<br />
<br />
- P-perdón -dijo Nura sumisamente. Pese a todo lo que le pudiera achacar la esposa del Gran Jefe, Nura era una chiquilla muy inteligente, y sabía que en este juego al que le había tocado jugar esa noche, tenía que actuar de esclava obediente y no rechistar ante nada de lo que dijeran o hicieran cualquiera de las dos jóvenes que la habían atado si no quería ser dolorosamente castigada.<br />
<br />
Por eso, aunque los músculos empezaban a dolerle por la incómoda postura y la inmovilidad, Nura se relajó y permitió que las manos de las dos cuñadas siguieran masajeándole todo el cuerpo, llegando a soltar un gemidito excitado cuando Ayna rozó suavemente su coñito sin pelos.<br />
<br />
- Parece que a la pequeña putilla le está gustando esto -dijo Ayna.<br />
<br />
- Sí, demasiado -apuntó Rayma mientras la pequeña Nura no podía más que jadear excitada.<br />
<br />
La esposa del Rey Toro se separó de las dos adolescentes y volvió a los pocos segundos con una espada de madera en las manos. Con la parte más ancha de su gruesa hoja, azotó indiscriminadamente en los pechos, el vientre y los muslos abiertos de la muchachita morena, haciendo que los gemidos de placer que le causaban las cada vez más atrevidas manos de Ayna se contaminaran con quejidos y grititos de dolor.<br />
<br />
- ¡Ay! -gritaba la pequeña cada vez que la madera impactaba con su cuerpecito- ¡Ay! ¡Au! ¡Ah!<br />
<br />
Los peores golpes eran los que caían sobre sus muslos en tensión, o al menos eso creía Nura hasta que la espada de madera golpeó contra su sexo.<br />
<br />
- ¡AAAAYYYY! -chilló de dolor.<br />
<br />
Tal vez por clemencia, para compensar el dolor, o quizá por una extraña forma de crueldad, Rayma lamió la enrojecida rajita hasta que el dolor de Nura se convirtió en placer. Mientrastanto, Ayna jugueteaba con su lengua en los pezoncillos de la chiquilla.<br />
<br />
Nura había comenzado a mover sus caderas, buscando esas lenguas hábiles que la estaban volviendo loca.<br />
<br />
- P-por el culo... por favor -logró balbucir la atada morenita-. Haré lo que queráis, pero metedme algo.<br />
<br />
Rayma rió ante la súplica de Nura.<br />
<br />
- ¿Qué pasa? ¿Te has vuelto adicta al sexo anal? -inquirió, antes de meterse dos dedos en la boca, para ensalivarlos, ofrecerlos a Ayna para que la jovencita rematase el trabajo y, finalmente, introducírselos de una estocada por el ano a Nura mientras volvía a succionar violentamente su clítoris inflamado.<br />
<br />
- ¡Sí! ¡Sí! ¡SÍIIIII!- gritó la pequeña antes de ponerse a temblar sin control, con los ojos en blanco, mientras la voz se le quebraba completamente.<br />
<br />
El orgasmo fue largo, intenso, arrollador. Los músculos de Nura se contrajeron tanto y tan rápido que la cuerda le hizo unas pequeñas abrasiones en muñecas y corvas.<br />
<br />
Las dos cuñadas rieron perversamente mientras la adolescente morena gozaba su potente clímax.<br />
<br />
- Ayna... ¿La has traído? -inquirió Rayma, mirando a la hermanita de su esposo.<br />
<br />
La rubia sabía a qué se refería la mujer y, con una sonrisa, elevó su mano izquierda, agarrando en ella un pequeño objeto cilíndrico de madera, con los extremos romos.<br />
<br />
Nura no lo vio, pues aún tenía los ojitos cerrados, tratando de eternizar esa sensación inmensa que se había adueñado de su cuerpo pocos segundos atrás. Sin embargo, en cuanto notó su textura lisa, dura y fría, miró para saber qué era ese objeto que se rozaba con su clítoris.<br />
<br />
- ¿Qué es eso? -preguntó la morenita, retorciéndose por el gusto de la caricia- ¡AY!<br />
<br />
Esta vez fue Ayna quien la golpeó en los pechos con la espada de madera.<br />
<br />
- Nadie te ha dicho que hables -dijo secamente la rubita.<br />
<br />
Rayma jugueteaba con uno de los extremos semiesféricos de la polla de madera sobre la cerradita entrada al infantil coño, sin presionar, simplemente haciéndola rodar y dejando que la madera se fuera mojando de los flujos de la muchachita. Nura se retorcía. Por un lado, intantaba cerrar las piernas ante la oposicion de las cuerdas, que no le permitieron variar la postura ni un centímetro, pero a la vez, su cuerpo pedia a gritos algo duro y enorme en las profundidades de su coño.<br />
<br />
- Pero no... no podéis... yo soy... ¡AAUU!<br />
<br />
- Te he dicho que no hables -La espada volvió a tomar contacto con su piel.<br />
<br />
Tal vez no tenía modo de escapar de esa situación. Podía confesarlo todo en un grito, pero por un lado no sabía si iba a funcionar y por el otro cada vez deseaba más y más tener aquella polla de mentiras alojada en su interior. Así pues, se relajó y se dispuso a gozar por entero de aquella caricia impersonal y extraña mientras sus pezones eran atendidos cada uno por una boca.<br />
<br />
- Mmmm... es delicioso... oh, sí, continúa...- gimió Nura.<br />
<br />
- Hazlo ya, Rayma... quiero ver cómo goza -pidió, con una sonrisa de picardía, la pequeña Ayna.<br />
<br />
La joven asintió y, de un único envión, enterró aquella verga de madera en el coñito de Nura.<br />
<br />
La antigua niña de las Montañas se arqueó lo más posible al sentir la súbita penetración, que la dejó sin aire durante un momento. Pareciera como si su respiración hubiese huido de sus pulmones con ese grito sordo y quebrado que acompañó a la intrusión en su cuerpo.<br />
<br />
- ¡Qué! ¿Te ha gustado? Seguro que es la polla más grande que te ha atravesado el coño, ¿Verdad? -preguntó, sonriendo, Rayma.<br />
<br />
Nura no respondió. Su cuerpo aún trataba de acostumbrarse al rígido invasor.<br />
<br />
- R... Ray -musitó, asustada, Ayna, señalando al coñito de la muchacha-. Mira eso.<br />
<br />
La esposa de Ajdet miró. Y lo que vio no le gustó nada. La sangre ennegrecía el falo de madera, y goteaba desde el sexo de la adolescente hacia abajo.<br />
<br />
- ¿Aún eras... virgen? -se extrañó Rayma.<br />
<br />
- Sí...El mercader cobraba a los hombres para que me dieran por culo -confesó Nura, mientras su respiración se tranquilizaba un poco-. Pero estaba prohibido que me desvirgasen. Una virgen vale mucho más dinero.<br />
<br />
- ¿Y Ajdet? ¿Ajdet también te ha dado sólo por detrás durante sus días de retiro?<br />
<br />
- ¿Ajdet? Ajdet ni siquiera me ha tocado en todos estos días... muy a mi pesar. Yo sólo entraba para llevarle la comida y el agua y cambiarle la bacina. Decía que eso no era un trabajo digno para alguien que desciende de jefes.<br />
<br />
Rayma miró a Ayna y ambas temblaron. Habían cometido un grave error. Su orgullo y sus celos habían obrado por ellas y las había metido en un problema muy grande.<br />
<br />
- Por favor, Rayma -suplicó Nura, mirando la media polla de madera que asomaba de su coño, y que había notado que empezaba a escurrirse hacia fuera-. No me dejes así. Fóllame o desátame, pero necesito seguir. Te lo ruego.<br />
<br />
La esposa de Ajdet salió de su letargo. El mal estaba hecho, así que quizás sería mejor ofrecerle a la chiquilla lo que quería para ver si de esa forma les ayudaba a ocultarlo, en caso de que eso fuera posible.<br />
<br />
- Déjame a mí, Ray -pidió Ayna.<br />
<br />
Rayma asintió y dejó que la chiquilla tomara posición entre las piernas abiertas de Nura y agarrase por el extremo libre el falo de madera, que estaba a punto de salirse completamente del estrecho y aún sangrante chochito, al tiempo que ella se encargaba de extasiar los duros y calientes pezoncillos. Sin embargo, sus caricias eran mecánicas, sin sentimiento. La joven se preocupaba más por el error cometido que por el cuerpecito de la nínfula.<br />
<br />
Sin embargo, cuando Ayna comenzó a meter y sacar la polla de madera, y Nura inició su concierto de gemidos, la mujer del Rey Toro se dejó llevar lentamente y fue olvidándose de todo lo que no fuera la piel calentísima de la antigua niña de las Montañas.<br />
<br />
Los labios de Rayma se pasearon por el cuerpo infantil, dejando húmedos y lascivos besos sobre sus pechos, vientre y cuello.<br />
<br />
Ayna también se decidió a usar la lengua, y sin dejar de follar el coñito de la nínfula, comenzó a lamer y succionar su clítoris inflamado.<br />
<br />
- Oh, sí... por todos los dioses, no pares... ¡Ah! ¡Mmm! -gemía Nura hasta que sus labios fueron tapados por los de Rayma en un beso lúbrico y pasional, donde las lenguas jugaron e invadieron la boca compañera.<br />
<br />
En ese mismo beso Nura apagó los gritos de su orgasmo, convirtiéndolos en un "Mmmm" largo y eterno.<br />
<br />
Desde los dedos de los pies hasta el último pelo de su cabeza, todo en el cuerpo de la nínfula fue temblor, al mismo tiempo que sus ojitos se quedaban en blanco y la voz se le cortaba, como si toda la respiración de su cuerpo hubiera escapado de sus pulmones acompañando a ese gemido callado.<br />
<br />
Ayna, al notar el poderoso estremecimiento que recorría a la morenita, metió de un envión la polla de madera hasta el fondo, haciendo que un segundo clímax se encadenara al primero.<br />
<br />
- ¡Mmmmmnnggyaa! -gritó de placer Nura.<br />
<br />
La nínfula sonrió satisfecha, y hasta una risita de complicidad se escapó de su boca. Mientras se recuperaba del orgasmo, Ayna y Rayma besaban cariñosamente a la muchachita por todo el cuerpo.<br />
<br />
- ¿Qué demonios pasa aquí? -sonó a sus espaldas.<br />
<br />
La sangre se heló en los cuerpos de las dos cuñadas, que empalidecieron y se giraron lentamente para descubrir a Ajdet bajo el arco de la puerta.<br />
<br />
- ¡Ajdet!<br />
<br />
- Creí haberos dicho que no la tocara nadie hasta que yo lo hiciera.<br />
<br />
- Lo... lo siento, cariño. Ha sido culpa suya, se puso muy pesada... Lo estaba pidiendo a gritos.<br />
<br />
- ¡Era una orden directa y específica! -bramó el Gran Jefe.<br />
<br />
- Lo... lo siento, de verdad, Ajdet... Lo siento mucho.<br />
<br />
- ¿Y crees que me basta con eso?<br />
<br />
*****<br />
<br />
Ajdet sacó a rastras de la casa a su mujer y su hermana, completamente desnudas tal y como las había encontrado con Nura. Ya hacía un par de horas que había amanecido y gran parte de los habitantes del pueblo paseaban por las calles y pudieron ver como Ajdet arrastraba a sus familiares hasta la plaza central.<br />
<br />
Tras pedir algo a Lesc, las ató frente a frente, de rodillas, con las manos por encima de la cabeza y los cuerpos tan pegados que cada una podía sentir los latidos de la otra.<br />
<br />
Los guerreros de todos los pueblos habían llegado ya al Gran Río, y se quedaron de piedra al ver la escena.<br />
<br />
- ¡Toda desobediencia merece un castigo! ¡Y me da lo mismo quién sea quien me desobedezca! ¡Será castigado de igual forma! -gritó Ajdet mientras Lesc regresaba con la vara de junco que Zuyda usaba para adiestrar a sus chicas en las manos.<br />
<br />
Se la entregó al Rey Toro y el primer varazo sobre la espalda de Rayma no se hizo esperar.<br />
<br />
- ¡AAAHHH! -gritó de dolor la morena.<br />
<br />
- ¡AAAAU! -La vara golpeó también contra la espalda de Ayna.<br />
<br />
Los chasquidos de la vara sobre la piel eran seguidos por el inapelable grito de dolor de una de las dos mujercitas, que empezaron a llorar desconsoladamente.<br />
<br />
- ¡AY! ¡AAHH! ¡AAYYY! -gritaba la hermana de Ajdet, que parecía ser la que más sufría con el castigo, aun cuando su hermano trataba de golpear más fuerte a Rayma.<br />
<br />
El pueblo, alertado por los gritos de las cuñadas, se iba reuniendo en la plaza para ver el inhumano castigo que sufrían.<br />
<br />
- ¡AAUU! ¡Por favor! ¡Para ya! ¡Para ya! ¡Para ya! -clamaba la rubia adolescente, sin que su hermano hiciera un simple gesto para hacerle caso. En lugar de eso, golpeó otra vez, con más fuerza, en la espalda de la muchacha- ¡AAAAAUUUUUUU!<br />
<br />
Un charco de orina comenzó a crecer bajo el cuerpo de Ayna que, incapaz de soportar el castigo, se había meado encima.<br />
<br />
Nura lo observaba todo desde la puerta de la casa, cubierta únicamente por una manta de pieles. El cuerpo le dolía por la inmovilidad forzosa que había sufrido durante casi toda la noche y por los golpes de la espada, y estaba segura de que los moretones en pechos, vientre y muslos pronto se convertirían en feos cardenales negros. Aún así, sintió una pena profunda por las dos cuñadas. No se merecían tamaño castigo.<br />
<br />
Cuando Ajdet sintió que su brazo había perdido fuerza, extenuado, lanzó la vara al suelo y ordenó que desataran a las mujeres.<br />
<br />
- ¡Y que os sirva de advertencia! ¡No tendré clemencia con quien me traicione! -gritó, antes de salir del pueblo y dirigirse a su particular cerro.<br />
<br />
Ayna y Rayma, doloridas, llorosas y humilladas, se fueron rápidamente en la casa para curarse las heridas, que no dejaban de manar sangre.<br />
<br />
*****<br />
<br />
Esa misma noche, en cuanto Ajdet se tumbó en la cama junto a su esposa, pidió perdón.<br />
<br />
- Lo siento si me he excedido esta mañana -dijo Ajdet- pero me ha enfurecido mucho que hayáis desobedecido a las primeras de cambio.<br />
<br />
Con ternura, el Gran Jefe comenzó a acariciar la espalda de su mujer, tratando de evitar las rojizas líneas que mostraban dónde había golpeado con la vara, lo que no dejaba mucho espacio que acariciar en la dolorida espalda de la joven.<br />
<br />
- No... No importa, Ajdet.<br />
<br />
Rayma ni siquiera se atrevía a mirar a su esposo a la cara. Se sentía estúpida. Había escogido el peor momento para realizar una estupidez como la de prácticamente violar a Nura. Le había dado la excusa perfecta para hacer una demostración de fuerza y poder delante de los guerreros recién llegados.<br />
<br />
La joven estaba furiosa consigo mismo, y el saber que la pequeña Nura dormía plácidamente en la habitación contigua, sabiendo que había ganado esa primera batalla, la enfureció todavía más.<br />
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Mientrastanto, en otra de las habitaciones de la casa, Ayna trataba de conciliar el sueño tumbada de costado, dandole la espalda a su esposo, que se preocupaba por las heridas de su diminuta esposa.<br />
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- ¿Te hizo mucho daño? -preguntó el negro, tocando con la yema de los dedos una de las marcas y haciendo que Ayna siseara de dolor.<br />
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- Oye, Yasid... -musitó la adolescente, que aún tenía los ojos hinchados de tanto llorar.<br />
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- ¿Sí?<br />
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- Si mi hermano muriese y Rayma, digamos, se fuera del poblado... ¿Tú y yo seríamos los nuevos Jefes?<br />
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Continuará....</span>Carontehttp://www.blogger.com/profile/07208596298791331017noreply@blogger.com0