miércoles, 30 de diciembre de 2015

Sentinelî

DÍA 0

Dos manos sobre mis pechos, otra sube por mis muslos, una cuarta, tal vez perdida o sintiendo que no quedan mejores espacios para palpar, me acaricia la cintura. Siento algo húmedo y caliente sobre el ombligo, y pienso que quizás sea una copia de esa lengua que violenta mi boca y busca la mía. No tengo manera de cerciorarme en esta ceguera. No hay colores, ni formas, ni nada… solo tacto y sensaciones. Mi respiración es un arroyo de suspiros y gemidos, mecido en las lascivas caricias de esas cuatro manos, pero ya no son cuatro. Son siete, son diez, son mil. Mil manos con cinco mil dedos que me tocan cada centímetro de piel, mientras me debato a oscuras en este mar de lujuria provocadora.
“–THEY ARE COMING!”
Oigo pero sin oír. Las palabras suenan extrañas, alejadas, como embotadas tras un cristal demasiado grueso para dejarme entender qué dicen. Tal vez nuevas manos me tapen las orejas o alguna haya aprendido a hacerse etérea como un fantasma y me atraviese el cráneo para acariciar mi cerebro y desechar de él todo lo que no sea el tacto de las cuatro, las siete, las diez, las mil, el millón de manos que soban mi cuerpo desnudo y me arrancan jadeos y temblores de placer.
“–WAKE UP! EVERYONE WAKE UP!”